El juicio moral emerge de la interacción compleja entre múltiples sistemas cerebrales.

 


Lo que el cerebro nos enseña sobre juicios morales

Los estudios neurobiológicos revelan que el juicio moral emerge de la interacción compleja entre múltiples sistemas cerebrales. Esto confirma las críticas filosóficas al proyecto de fundamentar teorías éticas en principios abstractos y únicos como la razón o las emociones.


Los filósofos debatieron por siglos si la razón o la emoción deberían gobernar nuestros juicios morales. Kant buscó fundamentar la ética en la razón; Hume en los sentimientos morales. Pero desde finales de la década de los setenta del siglo XX, filósofos como Stanley Cavell, Bernard Williams y Martha Nussbaum desarrollaron —desde perspectivas diversas— críticas convergentes a esta ambición: la vida moral no necesita ni puede tener un fundamento. La moralidad no es un sistema axiomático sino una práctica humana compleja, marcada por la cultura, irreducible a principios simples.

La dicotomía razón-emoción era un falso dilema. Williams sostiene que nuestros juicios morales requieren conceptos «densos» —valiente, cruel, generoso— que mezclan descripción y valoración. No aplicamos primero la razón fría y luego añadimos la emoción, percibimos el significado moral integrado. Nussbaum alega que las emociones son formas complejas de razonamiento moral, no impulsos ciegos opuestos a la razón. Cavell señala que la vida moral no supone aplicar reglas o algoritmos (racionales o emotivos) sino cultivar nuestra sensibilidad mediante la experiencia.

Este debate parecía destinado a permanecer en el terreno especulativo. Pero desde hace dos décadas la neurociencia ha comenzado a iluminarlo de formas inesperadas.

El desarrollo de técnicas de neuroimagen funcional en las últimas décadas ha revelado que el juicio ético involucra una red distribuida: la corteza prefrontal ventromedial integra información emocional y social; la dorsolateral procesa el razonamiento abstracto; la ínsula traduce señales corporales en sentimientos de disgusto moral; la corteza cingulada detecta conflictos entre respuestas competitivas y un largo etcétera.

El neurocientífico Antonio Damasio revolucionó la comprensión del papel de las emociones en los juicios estudiando pacientes con lesiones cerebrales. Su caso más famoso fue el de Phineas Gage, un trabajador ferroviario del siglo XIX que sufrió un daño en la corteza prefrontal en una accidente. Gage sobrevivió con su inteligencia intacta: podía razonar, hacer cálculos, discutir dilemas éticos con perfecta lógica. Pero su vida se desmoronó: tomaba decisiones desastrosas, perdía empleos, arruinaba relaciones.

¿Qué perdió Gage? La capacidad de sentir las consecuencias de sus decisiones. Damasio descubrió que las emociones funcionan como señales rápidas que nos orientan: marcan opciones como «esto se siente bien» o «esto se siente mal» antes de que terminemos de analizar racionalmente. Sin estas señales, la razón pura queda paralizada ante decisiones cotidianas.

Como señala Nussbaum, las emociones no son obstáculos sino componentes indispensables del juicio moral.

Joshua Greene, un neurocientífico de Harvard, parecía confirmar esta división con sus experimentos. Descubrió que algunos dilemas morales (empujar a una persona para salvar a cinco) disparan sobre todo regiones emocionales del cerebro, mientras que otros (accionar una palanca que logra el mismo efecto) activan más bien áreas de razonamiento. Propuso entonces dos sistemas morales: uno emocional rápido, otro racional lento.

La realidad se reveló más compleja. Otros investigadores muestran que en nuestros juicios morales influyen otros factores: si hay intención de dañar, si usamos a alguien para lograr un fin, si causamos el daño o solo lo permitimos. Lo que dispara las emociones o el razonamiento varía además entre culturas. No hay dos sistemas limpios sino una red compleja que responde al contexto.

Tal como argumentaron los filósofos antifundacionalistas, la vida moral se resiste a una reducción a sistemas únicos.

No nacemos con una gramática moral universal

Pero quizás el descubrimiento neurobiológico más importante sea que los patrones cerebrales durante juicios morales cambian de forma significativa entre culturas. Nuestros cerebros son plásticos: sus capacidades básicas se ven moldeadas por la inmersión en determinadas prácticas. No nacemos con una gramática moral universal; desarrollamos sensibilidades morales mediante la experiencia.

Esto apoya la perspectiva de Williams: los conceptos éticos densos varían. No hay una estructura motivacional universal que pueda fundamentar obligaciones para todos los humanos. Hay capacidades neuronales plásticas moldeadas por un aprendizaje cultural.

La neurociencia también revela una vulnerabilidad que escapa a nuestro control: las variaciones genéticas, los efectos del ambiente temprano, las consecuencias de un trauma, las influencias de la fatiga y el estrés determinan en parte quiénes somos desde el punto de vista moral. Williams llamó a esto «suerte moral constitutiva»: no elegimos nuestros cerebros ni nuestro carácter inicial, pero estos afectan nuestras capacidades morales.

La neurobiología sugiere así que tanto los defensores de la razón como los de la emoción capturaron aspectos esenciales de nuestra capacidad de evaluación moral. Es cierto que sin emociones careceríamos de motivación moral. Pero también es verdad que tenemos la capacidad de reflexionar sobre nuestras respuestas emocionales y, en ocasiones, superarlas mediante la deliberación. La corteza prefrontal dorsolateral nos permite considerar principios abstractos y evaluar sus consecuencias.

Las emociones sin razón llevan a prejuicios; la razón sin emoción produce una moralidad vacía

La imagen emergente es de una colaboración compleja entre la racionalidad y la emoción. Los juicios morales maduros requieren tanto una guía emocional como capacidad reflexiva. Las emociones sin razón llevan a prejuicios; la razón sin emoción produce una moralidad vacía.

La neurobiología confirma que buscar fundamentos para una ética filosófica es un error. La moralidad emerge de la interacción dinámica entre sistemas neurales múltiples, moldeados por la herencia evolutiva y el aprendizaje cultural.

Esta comprensión tiene implicaciones prácticas. La educación moral debe cultivar «percepciones» mediante prácticas, narrativas y reflexión sobre casos, no solo transmitir reglas. La atribución de responsabilidad debe reconocer la vulnerabilidad neurobiológica sin caer en el determinismo. Y las políticas públicas deben considerar cómo funcionan realmente los cerebros: los sesgos predecibles, los límites del control consciente, el poder de los hábitos.

Si bien la neurobiología no puede decirnos qué debemos hacer, ni tampoco validar teorías morales, sí puede iluminar el tipo de criaturas que somos: reflexivas pero vulnerables, racionales pero emotivas, universales en la arquitectura pero plásticas en las sensibilidades, capaces de formular principios abstractos pero dependientes de la percepción del contexto concreto. Y por ello parece ser la aliada adecuada de una ética sin fundamentos absolutos pero no sin sustancia.


Sandra Caula es filósofa, escritora y editora.  Pablo Rodríguez Palenzuela es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Politécnica de Madrid.

https://ethic.es/cerebro-ensena-sobre-juicios-morales?_gl=1*lj2hrk*_up*MQ..*_ga*NDM3MTU5MjY5LjE3NjI5Njc5MDU.*_ga_0LL6WCT924*czE3NjI5Njc5MDQkbzEkZzAkdDE3NjI5Njc5MDQkajYwJGwwJGgzMTI5MjY4MjM.

El Error de Descartes

El Error de Descartes
 
   
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¿Cuál es el error de Descartes? Para Antonio Damasio, uno de los más prestigiosos investigadores en neurofisiología, el de separar el cuerpo de la mente, con su tesis de que pensar es igual a ser, cuando se trata justamente de lo contrario: en el principio fue el ser, posteriormente el pensar; somos, luego pensamos. Creer que las operaciones más refinadas de la mente están separadas de la estructura y del funcionamiento del organismo biológico es un error, porque el cerebro y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales que se relacionan con el ambiente como un conjunto, y la actividad mental surge de esta interacción. Esta innovadora visión del hombre se desarrolla en un libro que es, a la vez, riguroso y accesible. Partiendo de casos reales y bien documentados, el autor nos lleva a comprender cómo se forman las imágenes que percibimos, cómo se depositan nuestros conocimientos, cómo opera la memoria, cómo actúan los mecanismos reguladores de nuestra vida, qué son las emociones y sentimientos y, en definitiva, nos proporciona los conocimientos esenciales sobre el funcionamiento del cerebro. Este libro que José Antonio Marina ha calificado de «relato intrigante» ofrece, en suma, la mejor síntesis disponible de los conocimientos neurológicos sobre un tema capital: la acción humana.


Sentir lo que sucede

Sentir lo que sucede
 
   
 

Tras el éxito inesperado de El error de Descartes, obra dedicada a la relación entre pensamiento y emoción, y con el respaldo de toda una vida de investigación en la materia, el admirado neurocientista y humanista Antonio Damasio acomete la última frontera en los estudios de mente y cerebro: el misterio de la consciencia.
¿Cómo sé que sé? ¿Cómo sé que el que estoy sintiendo soy yo y no otra persona? Basándose en un prolongado estudio de pacientes con extrañas condiciones debidas a ínfimas lesiones cerebrales —ataques de ausencia, coma vigil, anosognosia, visión ciega, cerebro dividido—, Damasio postula que la consciencia es bastante más que estar despierto, y que la sensación de self no depende de la memoria ni del razonamiento, ni aun del lenguaje. Depende de la habilidad del cerebro para retratar el propio organismo viviente en el acto de relacionarse con un objeto. Esa habilidad, por cierto, es resultado del involucramiento del cerebro en el proceso de regulación vital. La sensación de self nació como un dispositivo más dedicado a la preservación de la vida, pero, al generar la consciencia, que es la clave de una vida examinada, nos ha vuelto plenamente humanos.


El extraño orden de las cosas

El extraño orden de las cosas
 
   
 

La vida, los sentimientos y la creación de las culturas
De uno de los neurocientíficos más importantes del mundo nos llega el que sin duda será uno de los libros de referencia sobre el origen de la vida, la mente y la cultura, ofreciendo una nueva forma de entender la vida, la cultura y los sentimientos.
En este libro el autor nos aporta las claves para comprender qué son los sentimientos y qué relación tienen con nuestro cuerpo. Una vez más, nos demuestra que cuerpo y mente están íntimamente relacionados y que los sentimientos son los cimientos de nuestra mente, revelaciones del estado de la vida en el seno del organismo entero.
Damásio nos presenta una investigación única y pionera en la relación que se establece entre el hecho de sentir y su condición de regular la vida, conocida con el nombre científico de homeostasis. Deja claro que descendemos tanto a nivel biológico, como psicológico e incluso social de un largo linaje que comienza con tan solo unas pocas células vivas; que nuestras mentes y culturas están ligadas por un hilo invisible a la antigua vida unicelular; que hay una poderosísima fuerza de autoconservación que lo gobierna todo, inherente a la propia química de la vida.
La misteriosa naturaleza de las cosas nos ofrece una nueva forma de entender el mundo y también del lugar que nosotros ocupamos en él.


Sentir y saber

Sentir y saber
 
   
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La consciencia es la capacidad de la mente que ha permitido a la especie humana desarrollar una inteligencia única basada en el razonamiento y la creatividad, ayudándonos a entender el mundo que nos rodea. Pero esta maravilla de la evolución sigue siendo un misterio para científicos y filósofos y un reto mayúsculo para la investigación científica. Con un afán divulgativo admirable a la vez que riguroso, este ensayo analiza la evolución de la consciencia a través de un fascinante viaje desde las primeras bacterias hace cuatro mil millones de años hasta la creación de la inteligencia artificial en la actualidad. Antonio Damasio, uno de los neurocientíficos más reputados de nuestro tiempo, nos invita a asombrarnos ante el milagro de la inteligencia y a pensar sobre conceptos tan interesantes y enigmáticos como la mente, las emociones o el sistema nervioso. Así, comprenderemos cómo se desarrolló la consciencia, el papel de los sentimientos en la supervivencia humana o cómo se crearon los mecanismos que nos permiten experimentar las emociones a través de nuestro cuerpo, con el fin de entender aquello que verdaderamente nos hace humanos.


La monarquía del miedo: una mirada filosófica a la crisis política actual

La monarquía del miedo: una mirada filosófica a la crisis política actual
 
   
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La globalización ha producido sensaciones de impotencia en millones de personas en Occidente. Ese sentimiento de indefensión genera resentimiento y un afán por buscar culpables. Se culpa a los inmigrantes. Se culpa a los musulmanes. Se culpa a otras razas. Se culpa a la élite cultural.
Basándose en una combinación de ejemplos históricos y contemporáneos, Nussbaum desenreda en La monarquía del miedo toda esta maraña de sentimientos y nos proporciona así una hoja de ruta para que sepamos hacia dónde dirigir nuestros pasos a partir de aquí


Sin fines de lucro

Sin fines de lucro
 
   
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Alarmada por el grado en que el estudio de las humanidades está siendo abandonado —en todos los niveles de la escolaridad y en todos los países del mundo— en beneficio de aprendizajes más directamente vinculados con las actividades económicas, en esta breve y apasionada obra Martha C. Nussbaum hace un alegato en favor de las artes liberales. «Más un manifiesto que un estudio empírico», como ella misma afirma, «Sin fines de lucro» muestra que cuando se promueven las habilidades técnicas en desmedro del estudio de las humanidades se dota a los estudiantes de herramientas útiles para el desarrollo económico —lo que no necesariamente garantiza una mayor calidad de vida— pero se los priva de las habilidades necesarias para el ejercicio del pensamiento crítico. En este libro polémico y movilizador, Martha C. Nussbaum muestra por qué las humanidades, sin duda centrales para la educación de ciudadanos de los estados democráticos, son también fundamentales para garantizar que el futuro no sólo permita compartir valores esenciales sino también el bienestar material. «Nussbaum sostiene que la educación para obtener beneficios económicos desplazó a la educación para la ciudadanía, y que con la marginación de las humanidades de los programas de estudio se descuidan el pensamiento crítico, la empatía y la comprensión de la injusticia».

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