La actriz, víctima de una violación cuando tenía 17 años, se convirtió en una férrea defensora de la emancipación de la mujer.

- Alejandro Hortal
Madrid-
En octubre de 2017, Hollywood vivió un seísmo. Las acusaciones de abuso sexual contra el todopoderoso productor Harvey Weinstein provocó un aluvión de denuncias en las que decenas de actrices expusieron -quizá por primera vez y de forma tan masiva- episodios personales de acoso, abuso y agresión sexual que habían sufrido durante años a manos de hombres de la industria. Nació el movimiento MeToo, y a la mayor fábrica cinematográfica del mundo le siguieron todas las demás. En Italia, Claudia Cardinale alzó la voz para apoyar a sus compañeras estadounidenses.
El MeToo, aunque lejos geográficamente, tuvo un importantísimo eco en la actriz, que en aquellos días ofreció una entrevista al diario italiano Corriere della Sera, donde admitió haber sido víctima de una violación a los 17 años, en su Túnez natal. "Un hombre que no conocía, mucho mayor que yo, me obligó a subir a un coche y me violó", relataba la actriz, que fruto de aquel episodio quedó embarazada del que sería su primer hijo, Patrick.
Sin el apoyo de su familia, la carrera de Cardinale quizá no hubiera sido tan exitosa. Sus padres, de origen siciliano, decidieron criar a Patrick como "un hermano pequeño" a ojos de los demás y así la intérprete se convirtió en una de las grandes actrices del cine italiano de los 60. Su belleza la convirtió en un icono que cautivo a directores de la talla de Federico Fellini o Sergio Leone, llegando a protagonizar varias de las películas más famosas de la historia del cine, como 8 1/2 o El Gatopardo.
Su carrera, no obstante, no fue un camino de rosas. En un ataque de celos, el productor italiano Franco Cristaldi, con quien Cardinale había mantenido una relación, convenció a todos sus socios en la industria para que no trabajasen más con la actriz. Esto provocó que durante la década de los 70, Cardinale fuese condenada al ostracismo y prácticamente a la ruina económica. No sería hasta 1977 que el director Franco Zeffirelli le ofreciese un papel en su Jesús de Nazaret que la actriz volvería a convertirse en una figura de la industria.
La relación con Cristaldi, como contaba la propia Cardinale, fue complicada casi desde el principio. El productor quería mantener en secreto a Patrick, hasta el punto de pedirle a la actriz que el niño no viviera con ellos. Ella reconoció sentirse como "una empleada, una rehén" y Cristaldi llegó a organizar una boda sobre la que no dijo nada a la actriz y que, cuando ésta se enteró, canceló inmediatamente.
"Quizás los hombres aún no han aprendido a aceptar nuestra emancipación, el derecho a la independencia que nos hemos ganado con tantas batallas", diría en otra entrevista en 2018, esta vez para Il Messaggero, a raíz del movimiento MeToo y que sin lugar a dudas se retrotraía a su propia experiencia. La violencia contra las mujeres marcó a Cardinale, quien se convertiría en una férrea defensora de los derechos de las mujeres, de los niños y del colectivo LGTIBIQ+, hasta el punto de ser nombrada embajadora de la UNESCO.
Fumadora sin complejos y un espíritu libre hasta el fin de sus días -desde el episodio con Cristaldi, decidió no casarse jamás-, Claudia Cardinale falleció este martes, 23 de septiembre, a los 87 años en su casa de la villa francesa de Nemours, tras más de 60 años de carrera.
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