La doctrina ‘neocon’ del Make America Great Again (MAGA) podría haber iniciado su maniobra de despegue económico sin suficiente combustible en los depósitos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla en Mar-a-Lago (Palm Beach, Florida, EEUU), el 18 de febrero de 2025.REUTERS |
Diego Herranz
Madrid-09/03/2025
El temido término de la estanflación (dícese, en la jerga económica, de un periodo gris de bajo crecimiento con elevadas tensiones en los precios) ha reaparecido con virulencia entre los analistas, que empiezan a ver con preocupación que la escalada arancelaria, los bruscos recortes federales y el exceso regulatorio que ha activado la Administración Trump puede dar al traste con la senda de dinamismo en la que se había instalado el PIB estadounidense. Las señales de alarma han aparecido sin alcanzar siquiera los 100 días de gracia que agentes económicos, inversores y oposición política suelen conceder a cada nuevo gobierno para que empiece a desarrollar su actividad ejecutiva.
Pero nunca, desde la campaña electoral, la versión Trump 2.0 ha dejado resquicio alguno a una tregua o espacio de concordia. La beligerancia está en el ADN del inquilino de la Casa Blanca, que no parece beber de las fuentes de influencia tradicionales de Washington, sino que ha desplazado su centro de gravedad a Florida, en su mansión de Mar-a-Lago, y dado rienda suelta a la imaginación neoliberal de Elon Musk. Todo, además, bajo la hoja de ruta ideada en el llamado Project 2025 de la ultraconservadora Heritage Foundation.
Pero al mes y medio de su proclamación, las fuerzas del mercado parecen haber abandonado la euforia inicial por el golpe de timón del trumpismo, cuando se afanaban en ensalzar el poder negociador del presidente americano y su enorme capacidad para alterar a su antojo los activos y la primera economía del mundo. Sin embargo, las alertas sobre la fórmula heterodoxa de subir los aranceles y ahondar en el proteccionismo comercial e industrial empiezan a pasar factura a la producción industrial, la confianza de los consumidores, a los valores tecnológicos y, muy en especial, a la actividad (que empieza a perder impulso), así como a la inflación, que podría protagonizar escaladas y dificultar y retrasar la esperada (aunque cada vez más incierta) rebaja de tipos de la Reserva Federal.
Varias voces de prestigiosos economistas, que ya avisaron durante la campaña de los daños que una Administración Trump podría acarrear, ven ahora que sus diagnósticos ganan credibilidad.
Una de ellas es la Premio Nobel Paul Krugman, que no daba crédito a las preferencias de los votantes por el dirigente republicano, cuando había “pleno empleo, la inflación estaba bajo control, los salarios crecían y el PIB tiraba por encima de cualquier predicción”. A Krugman, que entonces se preguntaba si esta conciencia social era por “obcecación o ignorancia”, se le unió Stephen Roach, docente en Yale y expresidente de Morgan Stanley en Asia, quien achacó este comportamiento “erróneo” de la sociedad civil americana al “arrollador salto de los precios en 2023, que redujo cualquier esfuerzo por drenar la inflación” y que, “desafortunadamente (como también apuntó Joseph Stiglizt, otro laureado Nobel), provocó una cruzada por hacer pagar al culpable más que por debatir soluciones o por aportar estrategias de futuro”.
Puede que estos tres destacados economistas (no precisamente acólitos de Trump) se regodeen ahora viendo resurgir con cierta virulencia el fantasma de la estanflación. Porque el país no parece estar en disposición de exhibir el músculo que heredó de Joe Biden, y que llevo a decir al FMI que la economía de EEUU era la única potencia global con “capacidad para adentrarse en un súper-ciclo” por su excelente ratio de productividad y su efervescente competitividad global, alimentadas por sus avances tecnológicos y su ambiciosa carrera por la Inteligencia Artificial (IA).
Los aranceles empujan a EEUU a los números rojos
A este coro de economistas se ha unido Barry Bannister, con fama de gurú de Wall Street, a quien de hecho se le conoce como el profeta del apocalipsis entre los analistas del mercado. Bannister, que ve un “escenario catastrófico” para la economía americana, ha sido uno de los primeros en invocar el parón de actividad ligado a una espiral de precios. Un fenómeno que achaca sin tapujos al modelo arancelario de Trump. Se desmarca, así, de la tesis del mercado que ve un repunte del PIB con control paulatino de la inflación: “Es absurdo que la genta asuma que el IPC volverá a bajar al 2%. No lo hará sin recesión -declaró a Business Insider- porque la espiral arancelaria deshace cualquier intento de aplicar paños calientes sobre el encarecimiento de la cesta de la compra”.
Pero el informe de su firma de inversión, Stifel, va aún más allá. Estima que el S&P 500 acabará el año en los 5.000 puntos, cuando en la actualidad roza los 5.800. En contra de casi la totalidad de los pronósticos, los valores europeos se están comportando mejor que los estadounidenses desde el inicio del año. Tan solo un 0,1% el índice de referencia de EEUU frente al 8,4% del Stoxx 600 europeo. En especial, desde que la Administración Trump anunció sus subidas arancelarias. Los expertos de su gestora consideran que el espectro de la estanflación aparecerá en el ecuador de 2025, porque “ya existen señales tempranas” de aterrizaje de la actividad con despegue del IPC.
Los expertos consideran que el espectro de la estanflación aparecerá en el ecuador de 2025.
En Stifel apuntan a varias de ellas. El gasto de los consumidores, que supone el 70% del vigor del PIB, ha comenzado a caer, al igual que las ventas minoristas, mientras la productividad se viene desacelerando de forma drástica desde el último tramo de 2024, coincidiendo con la campaña y las elecciones presidenciales. Desde el 7% de finales de la Gran Pandemia hasta el 1,5% con el que concluyó el pasado año.
También desde instituciones independientes constatan esta oleada de pesimismo. El índice de confianza de los consumidores de la Universidad de Michigan (al que suele seguir con celo la Fed para determinar su estrategia de tipos antes de su reunión de Mercados Abiertos) se desplomó repentinamente en febrero hasta su nivel más bajo de 2023, cuando los precios energéticos por la guerra de Ucrania superaron durante meses los 90 dólares a uno y otro lado del Atlántico, en los barriles Brent -de referencia en Europa- y West Texas Intermediate (WTI), en EEUU.
De igual modo, The Conference Board acaba de emitir un descenso notable en su barómetro de expectativas de los consumidores hasta rozar el nivel que anticipa una contracción inminente.
El espectro de la inflación ataca de nuevo
A todo ello se une, en este caso, la consideración casi unánime del mercado de que las barreras comerciales decretadas a golpe de orden ejecutiva por Trump acarrearán inflación por doquier.
En especial, en las industrias manufactureras, que trasladarán a hogares y empresas sus gastos adicionales por la mayor carestía de entrada de importaciones procedentes de Europa, Canadá, México o China y por su esperpéntica medida de los aranceles recíprocos que buscan equilibrar los gravámenes de entrada de EEUU con cada país de forma bilateral.
A juzgar por la interpretación de los analistas, los consumidores ya emiten muestras de pérdida de confianza. Las empresas, que vienen de registrar un último trimestre de 2024 -y, en general, de todo el ejercicio- de notables beneficios en sus cuentas de resultados, podrían recortar sus inversiones en proyectos corporativos de 2025. Las ventas al por menor ya se retrajeron en enero, el gasto del consumo retrocedió un 0,5% en términos reales (la mayor caída en casi cuatro años) y aparecen las primeras grietas en el mercado laboral con un repunte de 242.000 en las solicitudes del seguro de desempleo en la última semana de febrero.
Los consumidores ya emiten muestras de pérdida de confianza y las empresas podrían recortar sus inversiones en proyectos corporativos de 2025
Y todo ello con el petróleo por debajo de los 70 dólares debido a las perspectivas de un alto el fuego en Ucrania. Es decir, que en esta ocasión no se puede culpar, con la lógica en la mano, a la factura energética de un encarecimiento de los niveles de vida.
Pero, quizás, la alarma más sonora es la que surge desde el propio núcleo duro de la Fed, porque la Reserva Federal de Atlanta ha publicado un indicador de alta frecuencia sobre el crecimiento del PIB que registra una contracción en este primer trimestre. El cambio de orientación del índice es “abrupto” según sus expertos, que, sin embargo, matizan que sus datos al inicio de cada año suelen ser "volátiles y, en ocasiones, imprecisos”.
"Si la confianza del consumidor se resiente, en algún momento comienzas a preocuparte de que el consumo siga su estela", enfatiza Ajay Rajadhyaksha, jefe de investigación en Barclays. Sobre todo, si los aranceles, como acaba de oficializar Trump con Canadá y México, entran finalmente en vigor tras la tregua de un mes.
El diagnóstico de los empresarios también desvela preocupación. El director ejecutivo de Ford, Jim Farley, afirma que los aranceles del 25% asignados a sus socios norteamericanos del antiguo Nafta norteamericano “abrirían un agujero” en la industria automotriz estadounidense. Mientras, las pymes del país han congelado sus planes de expansión y aumentado precios para no rebajar sus márgenes de beneficios e ingresos. Casi seis de cada diez ciudadanos de EEUU dicen esperar que los aranceles de Trump insuflen una nueva burbuja inflacionista, según un sondeo de Harris para Bloomberg.
Los economistas, por su parte, temen un retorno al control férreo de los precios por parte de la Fed, como en los años ochenta, cuando elevó los tipos de interés hasta niveles excepcionales en detrimento de la creación de empleo y de la economía. La encuesta de Bloomberg a su panel de analistas corrobora un aumento repentino de los números rojos, una visión desconocida desde el inicio de 2023. Diane Swonk, economista jefe de KPMG, sintetiza esta predicción: “Puede que la Fed fuese lenta en la adopción, desde 2023, de sus sucesivos incrementos de tipos para paliar la inflación, pero un episodio de estanflación, que bloquea las estrategias monetarias de cualquier banco central, es un juego al que la Reserva Federal no debería jugar ni permitir que se instale en la coyuntura del país”.
Por mucho que alguno de ellos confíe en que la doble y agresiva nueva rebaja impositiva de Trump -sobre las rentas personales y los beneficios empresariales- y el proceso de desregulación de los sectores más poderosos -el bancario y el tecnológico-, inicialmente, puedan espolear la actividad. Tal y como se apresura a señalar Stephen Miran, el candidato de Trump a presidir el Consejo de Asesores: “EEUU puede tener una economía fabulosa incluso con aranceles altos”.
Torsten Sløk, economista jefe de Apollo Global Management, dijo a Bloomberg TV que cree que los ingredientes para la estanflación “pueden ya estar presentes" y señaló que "el comercio global estará más fragmentado, habrá un aumento de la inmigración en todo el mundo y unas políticas industriales con competencia limitada” para hacer frente al proteccionismo americano. “Todo esto podría aumentar los precios”, dice.
The Economist también se apunta a esta teoría con un argumento que elude el barniz ideológico: “Independientemente de quién ostente el poder, todas las tendencias [que ha implantado la Administración Trump] habrían presagiado un crecimiento más lento”. Ante de apuntalar que “con el proteccionismo de corte agresivo y errático de la Casa Blanca, la desaceleración podría manifestarse antes y de una manera más pronunciada”.
https://www.publico.es/economia/agresiva-politica-arancelaria-trump-deja-primeras-senales-debilidad-economia-eeuu.html#google_vignette
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