Maldita "La mafia médica".

"La mafia médica". 
Entrevista a Ghislaine Lanctot, de Laura Jimeno



La autora de La mafia médica acabó sus estudios de Medicina en 1967, una época en la que –como ella misma confiesa– estaba convencida de que la Medicina era extraordinaria y de que antes del final del siglo XX se tendría lo necesario para curar cualquier enfermedad. Sólo que esa primera ilusión fue apagándose hasta extinguirse.

¿Por qué esa decepción?
Porque empecé a ver muchas cosas que me hicieron reflexionar. Por ejemplo, que no todas las personas respondían a los maravillosos tratamientos de la medicina oficial. Además, en aquella época entré en contacto con varios ‘terapeutas suaves’ –es decir, practicantes de terapias no agresivas (en francés Médecine Douce)– que no tuvieron reparo alguno en abrirme sus consultas y dejarme ver lo que hacían. Y llegué pronto a la conclusión de que las medicinas no agresivas son más eficaces, más baratas y, encima, tienen menores efectos secundarios.

Y supongo que empezó a preguntarse por qué en la Facultad nadie le había hablado de esas terapias alternativas no agresivas.
Así es. Luego mi mente fue más allá y empecé a cuestionarme cómo era posible que se tratara de charlatanes a personas a las que yo misma había visto curar y por qué se las perseguía como si fueran brujos o delincuentes. Por otra parte, como médico había participado en muchos congresos internacionales –en algunos como ponente– y me di cuenta de que todas las presentaciones y ponencias que aparecen en tales eventos están controladas y requieren obligatoriamente ser primero aceptadas por el ‘comité científico’ organizador del congreso. ¿Y quién designa a ese comité científico? Pues generalmente quien financia el evento: la industria farmacéutica. ¡Sí, hoy son las multinacionales las que deciden hasta qué se enseña a los futuros médicos en las facultades y qué se publica y expone en los congresos de medicina! El control es absoluto.

Y eso fue clarificador para usted…
Y tanto. Darme cuenta del control y de la manipulación a la que están sometidos los médicos -y los futuros médicos, es decir, los estudiantes- me hizo entender claramente que la Medicina es, ante todo, un negocio. La Medicina está hoy controlada por los seguros -públicos o privados, da igual- porque en cuanto alguien tiene un seguro pierde el control sobre el tipo de medicina al que accede. Ya no puede elegir. Es más, los seguros determinan incluso el precio de cada tratamiento y las terapias que se van a practicar. Y es que si miramos detrás de las compañías de seguros o de la seguridad social… encontramos lo mismo.

El poder económico.
Exacto, es el dinero quien controla totalmente la Medicina. Y lo único que de verdad interesa a quienes manejan este negocio es ganar dinero. ¿Y cómo ganar más? Pues haciendo que la gente esté enferma…. porque las personas sanas no generan ingresos. La estrategia consiste, en suma, en tener enfermos crónicos que tengan que consumir todo tipo de productos paliativos, es decir, para tratar sólo síntomas; medicamentos para aliviar el dolor, bajar la fiebre, disminuir la inflamación… pero nunca fármacos que puedan resolver una dolencia. Eso no es rentable, no interesa. La medicina actual está concebida para que la gente permanezca enferma el mayor tiempo posible y compre fármacos; si es posible, toda la vida.

Infiero que ésa es la razón de que en su libro se refiera al sistema sanitario como ‘sistema de enfermedad’.
Efectivamente. El llamado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Se practica una medicina de la enfermedad y no de la salud. Una medicina que sólo reconoce la existencia del cuerpo físico y no tiene en cuenta ni el espíritu, ni la mente, ni las emociones. Y que además trata sólo el síntoma y no la causa del problema. Se trata de un sistema que mantiene al paciente en la ignorancia y la dependencia, y al que se estimula para que consuma fármacos de todo tipo.

Se supone que el sistema sanitario está al servicio de las personas.
Está al servicio de quien le saca provecho: la industria farmacéutica. De manera oficial –puramente ilusoria– el sistema está al servicio del paciente pero, oficiosamente, en la realidad, el sistema está a las órdenes de la industria que es la que mueve los hilos y mantiene el sistema de enfermedad en su propio beneficio. Se trata, en suma, de una auténtica mafia médica, de un sistema que crea enfermedades y mata por dinero y por poder.

¿Y qué papel juega el médico en esa mafia?
El médico es –muchas veces de forma inconsciente, es verdad– la correa de transmisión de la gran industria. Durante los 5 a 10 años que pasa en la Facultad de Medicina el sistema se encarga de inculcarle unos determinados conocimientos y de cerrarle los ojos a otras posibilidades. Posteriormente, en los hospitales y congresos médicos, se les refuerza en la idea de que la función del médico es curar y salvar vidas, de que la enfermedad y la muerte son fracasos que debe evitar a toda costa y de que la enseñanza recibida es la única válida. Además se les enseña que el médico no debe implicarse emocionalmente y que es un ‘dios’ de la salud. De ahí que incluso exista caza de brujas entre los propios profesionales de la medicina. La medicina oficial, la ‘científica’, no puede permitir que existan otras formas de curar que no sean serviles al sistema.

El sistema, en efecto, pretende hacer creer que la única medicina válida es la llamada ‘medicina científica’, la que usted aprendió y de la que ha renegado. Precisamente en el mismo número en que va a aparecer su entrevista publicamos un artículo al respecto.
La medicina científica está enormemente limitada porque se basa en la física materialista de Newton: tal efecto obedece a tal causa. Y, por ende, tal síntoma precede a tal enfermedad y requiere tal tratamiento. Se trata de una medicina que además sólo reconoce lo que se ve, se toca o se mide y niega toda conexión entre las emociones, el pensamiento, la conciencia y el estado de salud del físico. Y cuando se la importuna con algún problema de ese tipo le cuelga la etiqueta de ‘enfermedad psicosomática’ al paciente y le envía a casa tras recetarle pastillas para los nervios.

Es decir, que a su juicio, la medicina convencional sólo se ocupa de hacer desaparecer los síntomas.
Salvo en lo que a cirugía se refiere, los antibióticos y algunas pocas cosas más, como los modernos medios de diagnóstico, sí.. Da la impresión de curar pero no cura. Simplemente elimina la manifestación del problema en el cuerpo físico pero éste, tarde o temprano, resurge.

A su juicio, pues, dan mejor resultado las llamadas medicinas suaves o no agresivas.
Son una mejor opción porque tratan al paciente de forma holística y le ayudan a sanar… pero tampoco curan. Mire, cualquiera de las llamadas medicinas alternativas constituyen una buena ayuda pero son sólo eso: complementos. Porque el verdadero médico es uno mismo. Y cuando uno es consciente de su soberanía sobre la salud deja de necesitar terapeutas. El enfermo es el único que puede curarse. Nadie puede hacerlo en su lugar. La autosanación es la única medicina que cura. La cuestión es que el sistema trabaja para que olvidemos nuestra condición de seres soberanos y nos convirtamos en seres sumisos y dependientes. En nuestras manos está, pues, romper esa esclavitud.

Y, en su opinión, ¿por qué las autoridades políticas, médicas, mediáticas y económicas lo permiten? ¿Por qué los gobiernos no acaban con este sistema de enfermedad, costosísimo por otra parte?
A ese respecto tengo tres hipótesis. La primera es que quizás no saben que todo esto está pasando… pero es difícil de aceptar porque la información está a su alcance desde hace muchos años y en los últimos veinte años son ya varias las publicaciones que han denunciado la corrupción del sistema y la conspiración existente. La segunda hipótesis es que no pueden acabar con ello… pero también resulta difícil de creer porque los gobiernos tienen el suficiente poder.

Y la tercera, supongo, es que no quieren acabar con el sistema.
Pues lo cierto es que, eliminadas las otras dos hipótesis, ésa parece la más plausible. Y si un Gobierno se niega a acabar con un sistema que arruina y mata a sus ciudadanos es porque forma parte de él, porque forma parte de la mafia.

¿Quiénes integran, a su juicio, la ‘mafia médica’?
A diferentes escalas y con distintas implicaciones, por supuesto, la industria farmacéutica, las autoridades políticas, los grandes laboratorios, los hospitales, las compañías aseguradoras, las Agencias del Medicamento, los colegios de médicos, los propios médicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) -el Ministerio de Sanidad de la ONU- y, por supuesto, el gobierno mundial en la sombra del dinero.

Tenemos entendido que para usted la Organización Mundial de la Salud es ‘la mafia de las mafias.
Así es. Esa organización está completamente controlada por el dinero. La OMS es la organización que establece, en nombre de la salud, la ‘política de enfermedad’ en todos los países. Todo el mundo tiene que obedecer ciegamente las directrices de la OMS. No hay escapatoria. De hecho, desde 1977, con la Declaración de Alma Ata, nadie puede escapar de su control.

¿En qué consiste esa declaración?
Se trata de una declaración que da a la OMS los medios para establecer los criterios y normas internacionales de práctica médica. Se desposeyó así a los países de su soberanía en materia de salud para transferirla a un gobierno mundial no elegido cuyo ‘ministerio de salud’ es la OMS. Desde entonces ‘derecho a la salud’ significa ‘derecho a la medicación’. Así es como se han impuesto las vacunas y los medicamentos a toda la población del globo.

Una labor que no se cuestiona.
Claro, porque, ¿quién va a osar dudar de las buenas intenciones de la Organización Mundial de la Salud? Sin embargo, hay que preguntarse quién controla a su vez esa organización a través de la ONU: el poder económico.

¿Cree que ni siquiera las organizaciones humanitarias escapan a ese control?
Por supuesto que no. Las organizaciones humanitarias también dependen de la ONU, es decir, del dinero de las subvenciones. Y, por tanto, sus actividades están igualmente controladas. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras creen que sirven altruistamente a la gente pero en realidad sirven al dinero.

Una mafia sumamente poderosa.
Omnipotente, diría yo. Ha eliminado toda competencia. Hoy día a los investigadores se les ‘orienta’. Los disidentes son encarcelados, maniatados y reducidos al silencio. A los médicos ‘alternativos’ se les tilda de locos, se les retira la licencia o se les encarcela también. Los productos alternativos rentables han caído igualmente en manos de las multinacionales gracias a las normativas de la OMS y a las patentes de la Organización Mundial del Comercio. Las autoridades y sus medios de comunicación social se ocupan de alimentar entre la población el miedo a la enfermedad, a la vejez y a la muerte. De hecho, la obsesión por vivir más o, simplemente, por sobrevivir ha hecho prosperar incluso el tráfico internacional de órganos, sangre y embriones humanos. Y en muchas clínicas de fertilización en realidad se ‘fabrican’ multitud de embriones que luego se almacenan para ser utilizados en cosmética, en tratamientos rejuvenecedores, etc. Eso sin contar con que se irradian los alimentos, se modifican los genes, el agua está contaminada, el aire envenenado… Es más, los niños reciben absurdamente hasta 35 vacunas antes de ir a la escuela. Y así, cada miembro de la familia tiene ya su pastillita: el padre, la Viagra; la madre, el Prozac; el niño, el Ritalin. Y todo esto, ¿para qué? Porque el resultado es conocido: los costes sanitarios suben y suben pero la gente sigue enfermando y muriendo igual.

Lo que usted explica del sistema sanitario imperante es una realidad que cada vez más gente empieza a conocer pero nos han sorprendido algunas de sus afirmaciones respecto a lo que define como ‘las tres grandes mentiras de las autoridades políticas y sanitarias’.
Pues lo reitero: las autoridades mienten cuando dicen que las vacunas nos protegen, mienten cuando dicen que el sida es contagioso y mienten cuando dicen que el cáncer es un misterio.

Bien, hablemos de ello aunque ya le adelanto que (…) no compartimos algunos de sus puntos de vista. Si le parece, podemos empezar hablando de las vacunas. A nuestro juicio, afirmar que ninguna vacuna es útil no se sostiene. Otra cosa, que sí compartimos, es que algunas son ineficaces y otras inútiles; a veces, hasta peligrosas.
Pues yo mantengo todas mis afirmaciones. La única inmunidad auténtica es la natural y ésa la desarrolla el 90% de la población antes de los 15 años. Es más, las vacunas artificiales cortocircuitan por completo el desarrollo de las primeras defensas del organismo. Y que las vacunas tienen riesgos es algo muy evidente; a pesar de lo cual se oculta. Por ejemplo, una vacuna puede provocar la misma enfermedad para la que se pone. ¿Por qué no se advierte? También se oculta que la persona vacunada puede transmitir la enfermedad aunque no esté enferma. Asimismo, no se dice que la vacuna puede sensibilizar a la persona frente a la enfermedad. Aunque lo más grave es que se oculte la inutilidad constatada de ciertas vacunas.

¿A cuáles se refiere?
A las de enfermedades como la tuberculosis y el tétanos, vacunas que no confieren ninguna inmunidad; la rubéola, de la que el 90% de las mujeres están protegidas de modo natural; la difteria, que durante las mayores epidemias sólo alcanzaba al 7% de los niños a pesar de lo cual hoy se vacuna a todos; la gripe y la hepatitis B, cuyos virus se hacen rápidamente resistentes a los anticuerpos de las vacunas.

¿Y hasta qué punto pueden ser también peligrosas?
Las innumerables complicaciones que causan las vacunas –desde trastornos menores hasta la muerte– están suficientemente documentadas; por ejemplo, la muerte súbita del lactante. Por eso hay ya numerosas protestas de especialistas en la materia y son miles las demandas judiciales que se han interpuesto contra los fabricantes. Por otra parte, cuando se examinan las consecuencias de los programas de vacunaciones masivas se extraen conclusiones esclarecedoras.

Le agradecería que mencionara algunas.
Mire, en primer lugar las vacunas son caras y le suponen a los estados un gasto de miles de millones de euros al año. Por tanto, el único beneficio evidente y seguro de las vacunas… es el que obtiene la industria. Además, la vacunación estimula el sistema inmune pero, repetida la vacunación, el sistema se agota. Por tanto, la vacuna repetida puede hacer, por ejemplo, estallar el ‘sida silencioso’ y garantizar un ‘mercado de la enfermedad’ perpetuamente floreciente. Más datos: la vacunación incita a la dependencia médica y refuerza la creencia de que nuestro sistema inmune es ineficaz. Aunque lo más horrible es que la vacunación facilita los genocidios selectivos pues permite liquidar a personas de cierta raza, de cierto grupo, de cierta región… Sirve como experimentación para probar nuevos productos sobre un amplio muestrario de la población y es un arma biológica potentísima al servicio de la guerra biológica porque permite intervenir en el patrimonio genético hereditario de quien se quiera.

Bueno, es evidente que hay muchas cosas de las que se puede hacer un buen o mal uso pero eso depende de la voluntad e intención de quien las utiliza. Bien, hablemos si le parece de la segunda ‘gran mentira’ de las autoridades: usted afirma que el sida no es contagioso. Y perdone, pero así como el resto de sus afirmaciones en este ámbito nos han parecido razonadas y razonables, no hemos visto que argumente esa afirmación.
Yo afirmo que la teoría de que el único causante del sida es el VIH o Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida es falsa. Ésa es la gran mentira. La verdad es que tener el VIH no implica necesariamente desarrollar sida. Porque el sida no es sino una etiqueta que se ‘coloca’ a un estado de salud al que dan lugar numerosas patologías cuando el sistema inmune está bajo. Y niego que tener sida equivalga a muerte segura. Pero, claro, esa verdad no interesa. Las autoridades nos imponen a la fuerza la idea de que el sida es una enfermedad causada por un solo virus a pesar de que el propio Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, co-descubridor oficial del VIH en 1983, reconoció ya en 1990 que el VIH no es suficiente por sí solo para causar el sida. Otra evidencia es el hecho de que hay numerosos casos de sida sin virus VIH y numerosos casos de virus VIH sin sida (seropositivos). Por otro lado, aún no se ha conseguido demostrar que el virus VIH cause el sida, lo cual es una regla científica elemental para establecer una relación causa-efecto entre dos factores. Lo que sí se sabe, sin embargo, es que el VIH es un retrovirus inofensivo que sólo se activa cuando el sistema inmune está debilitado.

Por cierto, usted afirma en su libro que el VIH fue creado artificialmente en un laboratorio.
Sí. Investigaciones de eminentes médicos indican que el VIH fue creado mientras se hacían ensayos de vacunación contra la hepatitis B en grupos de homosexuales. Y todo indica que el continente africano fue contaminado del mismo modo durante campañas de vacunación contra la viruela. Claro que otros investigadores van más lejos aún y afirman que el virus del sida fue cultivado como arma biológica y después deliberadamente propagado mediante la vacunación de grupos de población que se querían exterminar.

También observamos que ataca duramente la utilización del AZT para tratar el sida.
Ya en el Congreso sobre el sida celebrado en Copenhague en mayo de 1992 los ‘supervivientes del sida’ afirmaron que la solución entonces propuesta por la medicina científica para combatir el VIH, el AZT, era absolutamente ineficaz. Hoy eso está fuera de toda duda. Pues bien, yo afirmo que se puede sobrevivir al sida… pero no al AZT. Este medicamento es más mortal que el sida. El simple sentido común permite entender que no es con fármacos inmunodepresores como se refuerza el sistema inmunitario. Mire, el sida se ha convertido en otro gran negocio. Por tanto, se promociona ampliamente combatirlo porque ello da mucho dinero a la industria farmacéutica. Es así de simple.

Hablemos de la ‘tercera gran mentira’ de las autoridades: la de que el cáncer es un misterio.
El llamado cáncer, es decir, la masiva proliferación anómala de células, es algo tan habitual que todos lo padecemos varias veces a lo largo de nuestra vida. Sólo que cuando eso sucede el sistema inmunitario actúa y destruye las células cancerígenas. El problema surge cuando nuestro sistema inmunitario está débil y no puede eliminarlas. Entonces el conjunto de células cancerosas acaba creciendo y formando un tumor.

Y es en ese momento cuando se entra en el engranaje del ‘sistema de enfermedad’.
Así es. Porque cuando se descubre un tumor se le ofrece de inmediato al paciente, con el pretexto de ayudarle, que elija entre estas tres posibilidades o ‘formas de tortura’: amputarle (cirugía), quemarle (radioterapia) o envenenarle (quimioterapia). Ocultándosele que hay remedios alternativos eficaces, inocuos y baratos. Y después de cuatro décadas de ‘lucha intensiva’ contra el cáncer, ¿cuál es la situación en los propios países industrializados? Que la tasa de mortalidad por cáncer ha aumentado. Ese simple hecho pone en evidencia el fracaso de su prevención y de su tratamiento. Se han despilfarrado miles de millones de euros y tanto el número de enfermos como de muertos sigue creciendo. Hoy sabemos a quién beneficia esta situación. Como sabemos quién la ha creado y quién la sostiene. En el caso de la guerra todos sabemos que ésta beneficia sobre todo a los fabricantes y traficantes de armas. Bueno, pues en medicina quienes se benefician son los fabricantes y traficantes del ‘armamento contra el cáncer’; es decir, quienes están detrás de la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y toda la industria hospitalaria.

Sin embargo, a pesar de todo, usted mantiene que la mafia médica es una necesidad evolutiva de la humanidad. ¿Qué quiere decir con esa afirmación?
Verá, piense en un pez cómodamente instalado en su pecera. Mientras tiene agua y comida, todo está bien pero si le empieza a faltar el alimento y el nivel del agua desciende peligrosamente el pez decidirá saltar fuera de la pecera buscando una forma de salvarse. Bueno, pues yo entiendo que la mafia médica nos puede empujar a dar ese salto individualmente. Eso sí, habrá mucha gente que preferirá morir a saltar.

Pero para dar ese salto es preciso un nivel de conciencia determinado.
Sí. Y yo creo que se está elevando mucho y muy rápidamente. La información que antes se ocultaba ahora es pública: que la medicina mata personas, que los medicamentos nos envenenan, etc. Además, el médico alemán Ryke Geerd Hamer ha demostrado que todas las enfermedades son psicosomáticas y las medicinas no agresivas ganan popularidad. La mafia médica se desplomará como un castillo de naipes cuando un 5% de la población pierda su confianza en ella. Basta que ese porcentaje de la población mundial sea consciente y conectado con su propia divinidad. Entonces decidirá escapar de la esclavitud a la que le tiene sometida la mafia y el sistema actual se derrumbará. Tan sencillo como eso.

¿Y en qué punto cree que estamos?
Pues no sabría cuantificarlo pero pienso que probablemente en menos de 5 años todo el mundo se dará cuenta ya de que cuando va al médico va a un especialista de la enfermedad y no a un especialista de la salud. Dejar a un lado la llamada ‘medicina científica’ y la seguridad que propone para ir a un terapeuta es ya un paso importante. También lo es perder el respeto y la obediencia ciega al médico. El gran paso es decir no a la autoridad exterior y decir sí a nuestra autoridad interior.

¿Y qué es lo que nos impide romper con la autoridad exterior?
El miedo. Tenemos miedo a no acudir al médico. Pero es el miedo, por sí mismo, quien nos puede enfermar y matar. Nos morimos de miedo. Se nos olvida que la naturaleza humana es divina, es decir, concebida para comportarnos como dioses. ¿Y desde cuándo los dioses tienen miedo? Cada vez que nos comportamos de manera diferente a la de un dios nos ponemos enfermos. Esa es la realidad.

¿Y qué cree que pueden hacer los medios de comunicación para contribuir a la elevación de la conciencia en esta materia?
Informar sin intentar convencer. Decir lo que sabes y dejar a la gente hacer lo que quiera con la información. Porque intentar convencerlos sería imponer otra verdad y de nuevo estaríamos en otra guerra. Se necesita sólo dar referencias. Basta decir las cosas. Luego, la gente las escuchará si resuenan en ellos. Y si su miedo es mayor que su amor por sí mismos dirán: ‘Eso es imposible’. En cambio, si tienen abierto el corazón, escucharán y se cuestionarán sus convicciones. Es entonces, en ese momento, cuando quieran más, cuando se les puede dar más información.




en Discovery Salud, Nº 47, febrero, 2003


“La Mafia Médica” es el título del libro que escribio la doctora Ghislaine Lanctôt, que le costo su expulsión del colegio de médicos y la retirada de su licencia para ejercer medicina. El libro expone, por una parte, la errónea concepción de la salud y la enfermedad que tiene la sociedad occidental moderna, fomentada por esta mafia médica que ha monopolizado la salud pública creando el más lucrativo de los negocios.Además de tratar sobre la verdadera naturaleza de las enfermedades, explica cómo las grandes empresas farmacéuticas controlan no sólo la investigación sino también la docencia médica, y cómo se ha creado un Sistema Sanitario basado en la enfermedad en lugar de en la salud, que cronifica enfermedades y mantiene a los ciudadanos ignorantes y dependientes de él.
«Para realizar mi sueño hice la carrera de medicina. Durante varios años estuve convencida de seguir el buen camino. La realidad me demostró lo contrario. Los pensamientos y emociones, esos invisibles e impalpables traidores, boicoteaban insidiosamente mi riguroso trabajo científico. Entonces me volví hacia la salud global. Descubrí los beneficios de las medicinas suaves y de las terapias naturales. No obstante, la gente seguía sufriendo y muriendo. ¿Por qué? No sabía dónde buscar, así que buceé en lo más profundo de mí misma. ¡Allí me estaba esperando la salud ilimitada!»
Con más de 25 años de ejercicio de la medicina, Ghislaine Lanctôt nos explica por qué nuestros sistemas sanitarios occidentales están condenados al fracaso. Nos brinda la oportunidad de recobrar el control de nuestra salud y nuestra vida. Acceder a lo que nos pertenece por derecho -prosperidad, salud y vida ilimitada- significa liberarse del miedo, escuchar el alma e instaurar nuestra soberanía interior.

Chilenos en las Brigadas Internacionales

Así, se desenvolvieron en diversas batallas, allí donde les llamaron, acudieron a defender una patria que es universal, porque hay gente que es del mundo, y que siente cualquier injusticia en cualquier parte como propia.
Fueron miles los hombres y mujeres, de todo el mundo, que hace ocho décadas acudieron con coraje y fervor al llamado de la causa antifascista. Lo que se sabe poco es que entre ellos hubo un puñado de chilenos valientes. Y lo que se sabe menos aún es que muchos eran marinos y militares chilenos.
"Cuando pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: estamos aquí porque la causa de España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podéis iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de la solidaridad y universalidad de la democracia. No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz eche de nuevo sus hojas, ¡volved!". Con estas palabras, Dolores Ibárruri, La Pasionaria, despidió a las Brigadas Internacionales en Barcelona, una mañana de noviembre de 1938. Eran miles los hombres y mujeres, de todo el mundo, que acudieron con coraje y fervor al llamado de la causa antifascista, para combatir contra las tropas de Franco, los italianos de Mussolini y los alemanes de Hitler. Lo que se sabe poco es que entre ellos hubo un puñado de chilenos valientes. Y lo que se sabe menos aún es que muchos eran marinos y militares chilenos. Eran otros tiempos.
Miguel Álvarez Torres fue uno de ellos. Ex oficial de la Armada chilena y simpatizante comunista, se destacó en la dramática defensa de Madrid. Otro, inolvidable, es Alfredo Franco León, capitán de artillería, quien llega a España en septiembre de 1937 y se convierte en un combatiente infatigable y un formidable organizador. También destella la figura de Alejandro González Figueroa, capitán de Ejército en Chile, quien fuera capitán de la Cuarta División de las Brigadas Internacionales. Se guarda también celosa memoria de Luis Ángel Zendolla, capitán de Aviación, natural de Valdivia y secretario de seccional del Partido Socialista de Chile en esa ciudad. Hubo en las Brigadas varios ex oficiales de la Armada chilena participando como voluntarios internacionalistas en los más diversos frentes de esa horrenda guerra. Uno, del que sólo se recuerda su apellido, Córdova, logró regresar con vida tras la contienda, pese a su arrojo suicida, y se reintegró en nuestra Armada desarrollando una carrera de marino brillante, según recuerdan algunos testigos que lo vieron volver, marcado por la guerra y condecorado sólo por sus propios huevos. No tenía militancia política y sólo lo animaban sus simpatías hacia la causa democrática del bando republicano. Los archivos se los ha llevado el viento. Sólo se cuenta con el recuerdo de ex combatientes y el libro de un brigadista suizo, Gerald Gino Baumann, donde se menciona también a los chilenos Joaquín Almendros (militante PS), Francisco Arbos Siura (oficial), Emilio del Solar, Juan Gabelic Madrid, Gustavo Gaete (socialista y teniente del Ejército Republicano), Alejandro Gálvez, Raúl Galleguillos Molina (también socialista), Héctor y Pedro Hernández (este último caído en combate, socialista), Gustavo y Salustino Herrera Jarpa (socialista, oficial e integrante del Estado Mayor del Ejército Popular), Bernardo Ibáñez, George Lang, Félix López Cáceres (sindicalista de la francesa CGT Confederación General del Trabajo), Francisco Marín Marín (socialista), Alberto Miranda, Ciro Rivera Videla (capitán de artillería), Eustaquio Riveros Gómez (jefe del Estado Mayor de la Brigada Internacional CXXIX), Julián Rueda Nieto (miliciano), Rubén Soto Echenique (socialista y capitán del Ejército Republicano), Benito Torrente (enfermero), Luis Uribe Castro y Ernesto Villarroel (ambos socialistas), Juan Zardolla y Jorge Campillo. También figura en la lista del suizo una única mujer chilena en las filas republicanas: Mónica Milward (socialista), quien actuara como oficial de prensa en Barcelona.
La mayoría de esta información ha sido compilada por la excelente historiadora Olga Ulianova, quien ha seguido, hasta donde le ha sido posible, el levísimo rastro de estos compatriotas nuestros, de estos militares, marinos y aviadores chilenos, muchos anónimos, que no vacilaron un instante en jugarse la vida por la causa popular en España. Y a quienes rendimos desde aquí un emocionado homenaje que vuela más allá del óxido que el tiempo y la historia acumula sobre los hechos y las cosas de los hombres.
  • Miguel Álvarez Torres
  • Alberto Benito Mencha
  • José Efraín Gartez
  • Julio Cancino Labra
  • Manuel Cerda Muñoz
  • Enrique Cortizón Martínez
  • Manuel Ferrera Fernández
  • Alfredo Franco León
  • José Gardés Camps
  • Alejandro González Figueroa
  • Carlos Kern
  • Luis Ángel Zendolla
  • Plácido Martín Banús
  • Luis Moren Herrera
  • Arturo Domingo Piqué
  • Octavio Rojas Messeres
  • José Luis Ross Pino
  • Luis Vigué Vallade
  • José R. Vigué Vallade
  • Luis Villegas
  • Pedro Ventura Torra
  • César González Lavilla
  • Fernando Lozoya
  • José Mir Colomer
  • Ignacio González Álvarez
  • Miguel Amunátegui
  • Alejandro Martínez Sáenz
  • Manuel del Villar
  • Juan Guash Oliver
  • Guillermo Córdova
  • Luis Córdova
  • Hernán Barros Bianchi
  • Ernesto Silva
  • Pedro Henríquez
  • Agustín Plaza
  • José Uribe
  • Joaquín Almendros
  • Francisco Arbos Siura
  • Emilio del Solar
  • Juan Gabelic Madrid
  • Gustavo Gaete
  • Alejandro Gálvez
  • Raúl Galleguillos Molina
  • Héctor Hernández 
  • Pedro Hernández (fallecido en combate)
  • Gustavo Herrera Jarpa
  • Salustino Herrera Jarpa
  • Bernardo Ibáñez
  • George Lang
  • Feliz López Cáceres
  • Francisco Martín Marin
  • Alberto Miranda 
  • Ciro Rivera Videla
  • Eustaquio Riveros Gómez
  • Juan Rueda Nieto
  • Rubén Soto Echenique
  • Benito Torrente
  • Luis Uribe Castro
  • Ernesto Villarroel
  • Mónica Milward
El total de que se tiene registrado en el bando republicanos de ciudadanos chilenos es de 61, aunque se sabe de que hubieron muchos más de los cuales no se guarda registro alguno. Mas de la mitad de ellos esta representada por militares profesionales chilenos, oficiales que parten directamente desde Chile con militancia mayoritariamente socialista y algunos comunistas. Se trata de un grupo bastante nutrido y dado la importancia que tuvo la Guerra Civil Española en el imaginario colectivo de la izquierda en todo el mundo y en particular en Chile no podemos dejar de recordarles y saludar su aporte internacionalista, y hacemos justicia de un hecho que ha quedado en el olvido.
Combatientes chilenos en las Brigadas Internacionales del Ejercito Republicano. Honor y Gloria eterna!


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Rostros y voces de las Brigadas Internacionales


Laura González Flores*
aireazul@gmail.com

El dolor es una de esas llaves con que abrimos las puertas no sólo de lo más íntimo, sino a la vez del mundo. Cuando nos acercamos a los puntos en que el ser humano se muestra a la altura del dolor o superior a él logramos acceder a las fuentes de que mana su poder y al secreto que se esconde tras su dominio.
Ernst Jünger: Sobre el dolor, 1934

Adrián Bodek: Memorias vivas. Brigadas Internacionales, Madrid, La Oficina, 2014.
 

 
MIENTRAS QUE LA MEMORIA PERSONAL es una cuestión vital y significativa para cada uno de nosotros, la memoria colectiva es menos patente, sobre todo, cuando es dolorosa. A setenta y cinco años del fin de la Guerra Civil española, su recuerdo aún produce inquietud, y su mención, debate: es un asunto vivo que inevitablemente afecta a las generaciones de ambos bandos que heredaron el trauma de la guerra, dentro y fuera de España, tácita o implícitamente. Así, ante la publicación del libro Memorias vivas. Brigadas Internacionales de Adrián Bodek surge un argumento obvio y común: aquel que dice que después de un tiempo de ruptura social violenta y forzada como la que se dio en España entre 1936 y 1939, cualquier iniciativa de restauración de la memoria social no sólo es necesaria sino imperiosa. El esfuerzo de Bodek de realizar estas fotografías y entrevistas entre 2008 y 2010, cuando la mayor parte de los brigadistas superaba la novena decena de años, constituyó un intento desesperado de ganar la partida al tiempo: la muerte, aquello que persiguió pero no golpeó a estos personajes durante la guerra, aparece setenta y cinco años después como un mero proceso natural.
El libro de Adrián Bodek también encuentra su justificación en la balanza de la historia: ante el hueco de la memoria producido por la represión, censura o autocensura imperantes en los años posteriores a la guerra, el fotógrafo opone hoy un gesto activo para recuperar aquello que parecía perdido en el tiempo, incluso en su memoria familiar. Su caso es el de un miembro de la segunda generación de integrantes de familias golpeadas por la separación, la muerte y la emigración que acepta el reto de convertirse en agente de recuperación de los recuerdos familiares y sociales. Fotógrafo de profesión, Bodek decide construir su libro en torno al doble testimonio fotográfico y oral de algunos brigadistas a los que pudo contactar. Éstos, en ausencia del abuelo que murió durante la guerra, transmiten a Bodek su experiencia y se convierten, mediante sus palabras, en protagonistas sintomáticos de un proceso histórico.
 
Foto Bodek 01
Hilda Roberts (Filadelfia, 1915-). Foto: Adrián Bodek, 2009.
A primera vista, el trabajo fotográfico de Bodek podría entenderse como fotografía documental. Sus imágenes poseen esa cualidad evidente del medio de dejar constancia de algo que existió: a través de una sintaxis transparente y precisa, la fotografía funciona como una ventana hacia la realidad ahí representada. Sus imágenes parecen comprobar lo que dice Roland Barthes enLa cámara lúcida: la razón esencial de la fotografía –su “noema”, como él le llama– es el “esto ha sido”.[1]
Me gustaría cuestionar este argumento esencialista y realista de Barthes, mismo que ha servido para justificar la tradición de la fotografía documental humanista del siglo XX (es decir, la fotografía documental producida desde los años de la Depresión en Estados Unidos, y durante la Guerra Civil española y la segunda Guerra Mundial, hasta bien entrados los años cincuenta del siglo pasado). Si bien se da una dependencia necesaria de la fotografía con respecto a la realidad material que registra (no hay fotografía sin cosa retratada, al menos en la fotografía analógica), la mirada fotográfica es una toma de posición del ver, una “apuesta”, en palabras de André Rouillé:[2] más que develar una verdad en su registro de la realidad material, lo que hace la fotografía es construir un argumento de verdad mediante una visión construida y mediada de esa realidad. Siguiendo a Rouillé podríamos contestar a Barthes que la fotografía “construye” lo real por medio de la mirada.
 
Juan Miguel de Mora (Madrid, 1921-). Foto: Adrián Bodek, 2009.

Charles Kauffman (Chicago, 1912-). Foto: Adrián Bodek, 2009. 
Así, para comprender cómo funcionan las fotografías de Adrián Bodek es necesario analizar los fundamentos de su propuesta documental. Aquí me gustaría proponer la hipótesis de que a través de una aparente neutralidad de la imagen, Bodek logra hacer hablar a los personajes retratados. Me explico: el fotógrafo elige acallar voluntariamente los recursos expresivos de la fotografía –el dinamismo gráfico de la imagen, la captación instantánea del gesto, el uso subjetivista del tono por medio de los contrastes de luz– como estrategia para amplificar el carácter y la voz de las personas que retrata. En lugar de aprovechar la capacidad de captura instantánea de una imagen tan defendida por Henri Cartier-Bresson (“el momento decisivo”, la fotografía arrebatada al instante mediante el gesto oportuno y exacto pero predatorio y felino del fotógrafo/cazador), Bodek vuelve más lento su proceder, desacelerando el tiempo de la toma y abriéndose a la posible y voluntaria participación de la persona que tiene delante. Si en la mayoría de los retratos es importante la participación de la gente que aparece en la foto mediante la pose y el gesto, en el caso de las imágenes obtenidas por Bodek, en donde los sujetos parecen estar instalados en un tiempo más allá del tiempo, no sólo por su avanzada edad sino, sobre todo, por su afortunada y fortuita escapatoria de una muerte violenta durante la guerra, la más mínima participación de estos personajes resulta fundamental porque visibiliza una presencia censurada, acallada o desestimada por décadas.
La posición sutil de Bodek se comprende mejor si se compara con la de otros fotógrafos: su propuesta no corresponde a la imagen-acción que tiende al heroísmo como la fotografía del miliciano muerto de Robert Capa, o la del soldado soviético izando la bandera sobre el Reichstag en 1945 de Yevgeny Khaldei, imágenes de guerra ya clásicas (que pueden verse en el fondo del retrato de Juan Miguel de Mora).[3] Tampoco se trata del tipo de retrato-objeto de August Sander, quien aplicaba una estrategia de toma consistente para lograr una especie de catálogo social a partir de la suma de sus retratos; ni del retrato-sujeto de Richard Avedon, quien conseguía la implosión de la personalidad de los personajes retratados por vía de la provocación.
 
Capa
Robert Capa, Miliciano muerto, 1936.

Khaldei
Yevgeni Khaldei, Toma del Reichstag, 2 de mayo de 1945.
¿Cuál es la apuesta de la manera en que ve Bodek? A mí me gustaría proponer que sus imágenes aparentemente neutras son la suma de tres estrategias en la toma: uno, el acallamiento de la retórica de expresividad fotográfica; dos, ceder la decisión del escenario al sujeto retratado; y tres, la no intromisión en el cauce de la fotografía y el discurso. En cuanto a la primera estrategia, me gustaría subrayar que esa postura de Bodek de renunciar al uso de recursos como la composición gráfica-dinámica de la imagen o la graduación del tono mediante el control de la iluminación es una decisión consciente: si conocemos otras series del fotógrafo constataremos que una marca de su estilo es precisamente la tendencia a lograr imágenes dinámicas y abstractas por vía del manejo de la geometría y el tono. En esta serie de los brigadistas, Bodek utiliza dos recursos muy sutiles: el primero, un leve foco selectivo, mediante el cual resalta la figura del sujeto retratado y deja el fondo ligeramente fuera de foco. El segundo, un cambio de plano, o sea, de uno general pasa a un primer plano del sujeto, mediante lo cual produce dos fotografías que sugieren en su seriación un efecto de zoom, es decir, de acercamiento al personaje.
 
                 
August Sander, Retratos de judíos perseguidos, 1938-1942.

                 
Richard Avedon, Retrato de mi padre, Jacob Israel Avedon, 1969-1973.
Mientras que las fotografías en plano general nos dejan ver a la persona en su entorno privado y nos proporcionan información de su contexto social y de su personalidad a través de los elementos materiales que lo rodean, las fotografías en primer plano nos proporcionan la posibilidad de centrar nuestra mirada en sus rasgos físicos: vemos los surcos de la edad en su rostro, las cejas fuera de orden, la piel bien o mal rasurada, la mirada atenta o perdida, el pelo peinado o alborotado. La importancia de ambas imágenes que dialogan entre sí radica en que permiten construir un retrato con base en sutiles indicios de tipo circunstancial: inducimos el carácter del sujeto retratado por medio de nuestra interpretación del contexto y de los objetos que lo rodean, de la ropa que lleva y, también, del gesto que asume al posar para el fotógrafo.
 
Maynard Goldstein, (Bronx, Nueva York, 1917-). Foto: Adrián Bodek.
Aquí cabe hablar de la segunda estrategia de Bodek y de su relevancia para el resultado final: más que construir visualmente el escenario en el que toma las fotografías, el fotógrafo se acerca al personaje aceptando la situación en la que éste quiere o puede posar. Y si bien esto podría atribuirse simplemente al hecho de que está retratando personas de edad muy avanzada y con poca movilidad, si observamos cuidadosamente las fotografías caeremos en la cuenta de que en éstas es más patente la personalidad del que posa que la del fotógrafo: Bodek suprime cualquier intento de hablar por sus sujetos, aun cuando éstos son más frágiles que él. La postura del fotógrafo ante el acto fotográfico consistente en renunciar a manipular la representación para dejar que el sujeto retratado –a través de mínimos gestos que son los que controla una persona de edad avanzada– “hable” en su imagen.
 
Martin Sramek (Checoslovaquia, 1915-). Fotos: Adrián Bodek, 2009.

James Benet. Foto: Adrián Bodek.
Así, tímida o patentemente, los sujetos retratados comparten con nosotros, por mediación del fotógrafo, aquello que les interesa que veamos. El estadounidense Matti Mattson saca sus condecoraciones y las pone en la mesa delante de la cual posa. Maynard Goldstein posa con su fotografía de antaño en la que se le ve joven, bronceado y bien parecido, cargando un fusil. Español y mexicano, Juan Miguel de Mora posa frente a un librero lleno de volúmenes y fotografías (incluidas las ya mencionadas de Capa y Khaldei, así como un retrato del general Manuel Tagüeña). Al checo Martin Sramek, aquejado por el Alzheimer, el fotógrafo lo hace hablar a través del cuerpo, simplemente dejándonos ver ese espacio que deja la pierna que perdió en la guerra. Son sus ojos, aún expresivos y dirigidos al fotógrafo (y por ende, a nosotros los espectadores que quedamos en su sitio), los que parecen interrogar lo más hondo de nuestro pensamiento. James Benet, un estadounidense que terminó como reportero de la guerra de España para diarios de San Francisco, posa orgullosamente delante de un librero lleno de literatura clásica. El británico Sam Lesser también posa rodeado de libros, revistas y diarios: en su librero podemos ver una fotografía de algún homenaje a los inter-brigadistas. Adolf Vodicka, checo-alemán, se sostiene en su librero para mostrarse de pie ante el fotógrafo. El austriaco Gerhard Hoffmann se deja retratar junto a un tablero de ajedrez y un retrato de quien suponemos es su padre.
 
Sam Lesser (Londres, 1915-). Foto: Adrián Bodek, 2009.
En las imágenes es evidente que algunos personajes han preferido o requerido ser fotografiados sentados, mientras que algunos han elegido estar de pie: algunos sosteniéndose con un bastón, como Charles Kauffman; otros, con una andadera, como el serbio Milo Teofilovich, y, los menos, orgullosamente de pie, como Peter Schenrock, quien se coloca en el centro de una calle de un barrio suburbano de Lake Forest, en California, o Gerhard Hoffmann, quien hace un saludo militar también en el centro de una calle en Markt Piesting, Austria. Delmar Berg, un granjero de California que terminó la guerra como artillero en Valencia, hace ostentación de su increíble estado físico a los 94 años posando de pie en una habitación como dominándola toda. Con las manos en los bolsillos, Berg parece no darse cuenta de que sus pantalones deportivos están subidos de forma irregular, la pierna derecha más que la izquierda, mostrando sus pies cubiertos sólo con calcetines. Los pliegues de su ropa parecen hacer eco con el tapete descuidadamente plegado detrás de su figura, un detalle que denota ese relajamiento del orden que seguido muestran las habitaciones de las personas mayores.
Hasta aquí podemos aseverar que nada en las imágenes explica la historia particular de cada uno de los brigadistas: las fotografías sólo dejan constancia de la existencia (el “esto ha sido” de Barthes) de estas personas hasta una avanzada edad. Así, en conjunto, las imágenes hablan más acerca de la vejez que de la guerra, por lo que cabría preguntarse sobre la función de la descripción de la vejez como elemento significativo en el proyecto documental de Bodek. Según mi parecer, este factor sí es relevante en tanto ese “esto ha sido” enuncia el lapso que ha transcurrido después de la guerra, entre el final de ésta (en el que puede decirse que el brigadista sobrevivió al conflicto armado) y el presente que nos atañe. El testimonio de los brigadistas no sólo corresponde a su experiencia de la guerra, sino a la superación, asimilación y trascendencia de esa experiencia. Así, más que describir la identidad de las personas (como cabría en un retrato de “esto ha sido”), el tema central del proyecto de Bodek es el de la pluralidad de modos de experiencia ante la violencia.
 
Adolf Vodicka (Libocany, Checoslovaquia, 1913-). Foto: Adrián Bodek, 2010.

Gerhard Hoffmann (Viena, 1917-). Foto: Adrián Bodek, 2010.
Para visibilizar la heterogeneidad de las personas y la pluralidad de experiencias disímiles Adrián Bodek ha debido utilizar una tercera estrategia, que es la de no intromisión en el cauce de la fotografía y el discurso. A las dos estrategias fotográficas antes mencionadas –el acallamiento de la expresividad fotográfica y ceder la decisión del escenario al sujeto retratado–, Bodek agrega una tercera que atañe al proceso de entrevista. Ésta consiste en una escucha no mediada u orientada del discurso del sujeto retratado: en lugar de hacer preguntas dirigidas a obtener una respuesta concreta, el fotógrafo plantea una pregunta muy general, lo que le permite vagar por distintos momentos de la experiencia del brigadista en la guerra. Así, algunos entrevistados responden con discursos muy amplios, y otros, con unos muy sucintos. Algunos incluyen nombres de personas y lugares, otros no. Unos hablan muy emotivamente, y otros construyen su mensaje desde la ideología. En definitiva, el texto que acompaña a las imágenes y las acota también es un elemento en el que percibimos más al retratado que al fotógrafo. Éste, el fotógrafo-entrevistador, elige voluntariamente una actitud de escucha.
¿Qué importancia tiene este trabajo de Bodek hoy en día? A setenta y cinco años del final de la Guerra Civil su trauma aún persiste en una España dividida en posiciones antitéticas. Pero los tiempos son diferentes: los testimonios de los brigadistas dan cuenta de una época que aún estaba marcada por la modernidad. Por un lado, se tenía todavía fe en el progreso y la solidaridad, y por otro, la tecnología de la guerra no mostraba la cara más eficiente y devastadora que exhibió claramente durante la segunda Guerra Mundial. Los brigadistas eran jóvenes entre dieciséis y veinticinco años que compartían una posición antifascista: comunistas la mayoría, y los demás socialistas, progresistas o judíos, todos pensaban que era importante luchar en España porque se percibía que ahí se encontraba la posibilidad de contener el avance de Hitler, Stalin y Mussolini. Si viajaron para luchar por lo que parecía una idea abstracta, lo que movía a cada uno de ellos era una muy concreta preocupación por el futuro inmediato de sus familias (caso concreto de los brigadistas de Alemania o Europa del Este, como el húngaro Josef Eisenbauer, quien habla de “luchar contra el fascismo que nos robó la juventud”) o de los descendientes de éstas.
 
Peter Schenrock (Lessening, Pennsylvania, 1910-). Foto: Adrián Bodek, 2009.

Milo Teofilovich (Serbia, 1914-). Foto: Adrián Bodek, 2009.
Y si bien estas posiciones compartidas resultan evidentes al leer el conjunto de entrevistas, lo que es más significativo del libro es la heterogeneidad y pluralidad de posturas en torno a un mismo proceso histórico. Bodek construye una historia a partir de los detalles, de lo pequeño: una microhistoria que contempla aquello que se pierde en los relatos grandes, extensos, generalizadores y abstractos de la Historia. En su trabajo podemos escuchar versiones del pasado distintas de aquellas que han informado nuestra perspectiva, como la de Fritz Teppich, quien afirma lúcidamente que “la historia ha sido falsificada: la segunda Guerra Mundial no empezó con la invasión de Polonia; empezó con la guerra de España”.[4]
Es a través de esta suma de estrategias de acallamiento del discurso del fotógrafo que Adrián Bodek logra rescatar, tanto en la imagen como en el texto de la entrevistas, los pequeños datos de la microhistoria. A diferencia de los grandes reporteros humanistas como Cartier-Bresson o Sebastián Salgado, quienes han considerado el mundo como una escena que se ve a través del visor de la cámara –de lejos, “objetiva” y distantemente–, Bodek se acerca a sus sujetos con el fin de romper la distancia de espacio y tiempo, y para dialogar con ellos. El mundo deja de ser una escena que está allá para volverse un aquíque surge del proceso dialógico entre un ser humano y otro, y entre palabra e imagen. El modelo deviene un actor, un verdadero socio, un sujeto real en la producción de la imagen/palabra.[5] El ardid propio del fotógrafo/cazador de imágenes es sustituido por la capacidad de este fotógrafo de ganarse la confianza de sus modelos/socios.
 
Delmar Berg (Anaheim, California, 1915-). Foto: Adrián Bodek, 2009.
La lección con la que nos quedamos después de leer y ver el libro de Adrián Bodek es que, tal vez, deberíamos escuchar más. Quizá acallando los grandes discursos que hemos aprendido, podamos rescatar, de entre los fárragos del tiempo y el espacio, las pequeñas pero poderosas voces de las personas que, una a una como los brigadistas que lucharon en España, hicieron la historia.
México, abril de 2014.

*Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

Inserción en Imágenes: 19.05.14.
Imagen de portal: Hilda Roberts (Filadelfia, 1915-). Foto: Adrián Bodek, 2009.
Fotos: tomadas de Adrián Bodek: Memorias vivas. Brigadas Internacionales, 2014.
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[1] Roland Barthes, La cámara lúcida, Barcelona, Paidós, 1989, p. 121.
[2] André Rouillé, La photographie. Entre document et art contemporain, París, Gallimard, 2005, p. 49.
[3] Bodek, Memorias vivas. Brigadas Internacionales, pp. 18 y 19.
[4] Ibid., p. 122.
[5] Rouillé, op. cit., p. 238.
 http://www.revistaimagenes.esteticas.unam.mx/node/59