"Seguimos viviendo en la Edad Media", dice Jacques Le Goff

Entrevista a Jacques Le Goff por Luisa Corradini


    

LA NACIÓN. Miércoles 12 de octubre de 2005

Discípulos y colegas llaman al francés Jacques Le Goff "el ogro historiador". Es una referencia al desaparecido Marc Bloch, cofundador de l'Ecole des Annales, quien afirmaba que un buen historiador "se parece al ogro de la leyenda: allí donde huele carne humana, sabe que está su presa".
De un ogro, Jacques Le Goff tiene la estatura y el apetito. También tiene una insaciable curiosidad que lo llevó a transformarse en una referencia mundial sobre la historia de la Edad Media, período al cual el hombre contemporáneo le debe muchas de sus conquistas, dice.
A los 82 años, Jacques Le Goff sigue trabajando, a pesar de la profunda tristeza que le provocó la reciente muerte de su esposa -después de casi 60 años de vida en común- y de una caída que desde 2003 lo mantiene recluido en su departamento de París.
Con cualquiera de sus libros -tantos que podrían formar una biblioteca- todo lector se siente inteligente y erudito.
Aún más que sus condiscípulos George Duby, Emmanuel Le Roy Ladurie y François Furet, Le Goff recurrió a todas las disciplinas para estudiar la vida cotidiana, las mentalidades y los sueños de la Edad Media : antropología, etnología, arqueología, psicología? Sus obras mezclan conocimiento y perspectivas. Con ellas es posible introducirse en un medioevo fascinante, donde se estudiaba y se enseñaba a Aristóteles, Averroes y Avicenas, las ciudades comenzaban a forjarse una idea de la belleza y los burgueses financiaban catedrales que inspirarían a Gropius, Gaudi y Niemeyer. En esa Edad Media masculina, la mujer era respetada, las prostitutas, bien tratadas y hasta desposadas, y solía suceder que las jovencitas aprendieran a leer y a escribir.
-Los historiadores no consiguen ponerse de acuerdo sobre la cronología de la Edad Media. ¿Cuál es la correcta, a su juicio?
-Es verdad que no todos los historiadores coinciden en esa cronología. Para mí, la primera de sus etapas comienza en el siglo IV y termina en el VIII. Es el período de las invasiones, de la instalación de los bárbaros en el antiguo imperio romano occidental y de la expansión del cristianismo. Déjeme subrayar que Europa debe su cultura a la Iglesia. Sobre todo, a San Jerónimo, cuya traducción latina de la Biblia se impuso durante todo el medioevo, y a San Agustín, el más grande de los profesores de la época.
-Usted, gran anticlerical, jamás deja de destacar el papel de la Iglesia en los mayores logros de la Edad Media.
-¡Pero no es necesario ser un ferviente creyente para hablar bien de la Iglesia ! También soy un convencido partidario del laicismo: principio admirable, establecido por el mismo Jesús cuando dijo: "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pero, volviendo a la cronología, la segunda etapa está delimitada por el período carolingio, del siglo VIII al X.
-El imperio de Carlomagno fue, para muchos, el primer intento verdadero de construcción europea?
-Falso. En realidad se trató del primer intento abortado de construcción europea. Un intento pervertido por la visión "nacionalista" de Carlomagno y su patriotismo franco. En vez de mirar al futuro, Carlomagno miraba hacia atrás, hacia el imperio romano. La Europa de Carlos V, de Napoleón y de Hitler fueron también proyectos antieuropeos. Ninguno de ellos buscaba la unidad continental en la diversidad. Todos perseguían un sueño imperial.
-Usted escribió que a partir del año 1000 apareció una Europa soñada y potencial, en la cual el mundo monástico tendría un papel social y cultural fundamental.
-Así es. Una nueva Europa llena de promesas, con la entrada del mundo eslavo en la cristiandad y la recuperación de la península hispánica, que estaba en manos de los musulmanes. Al desarrollo económico, factor de progreso, se asoció una intensa energía colectiva, religiosa y psicológica, así como un importante movimiento de paz promovido por la Iglesia. El mundo feudal occidental se puso en marcha entre los siglos XI y XII. Esa fue la Europa de la tierra, de la agricultura y de los campesinos. La vida se organizaba entre la señoría, el pueblo y la parroquia. Pero también entraron en escena las órdenes religiosas militares, debido a las Cruzadas y a las peregrinaciones que transformarían la imagen de la cristiandad. Entre los siglos XIII y XV, fue el turno de una Europa suntuosa de las universidades y las catedrales góticas.
-En todo caso, para usted, la Edad Media fue todo lo contrario del oscurantismo.
-Aquellos que hablan de oscurantismo no han comprendido nada. Esa es una idea falsa, legado del Siglo de las Luces y de los románticos. La era moderna nació en el medioevo. El combate por la laicidad del siglo XIX contribuyó a legitimar la idea de que la Edad Media , profundamente religiosa, era oscurantista. La verdad es que la Edad Media fue una época de fe, apasionada por la búsqueda de la razón. A ella le debemos el Estado, la nación, la ciudad, la universidad, los derechos del individuo, la emancipación de la mujer, la conciencia, la organización de la guerra, el molino, la máquina, la brújula, la hora, el libro, el purgatorio, la confesión, el tenedor, las sábanas y hasta la Revolución Francesa.
-Pero la Revolución Francesa fue en 1789. ¿No se considera que la Edad Media terminó con la llegada del Renacimiento, en el siglo XV?
-Para comprender verdaderamente el pasado, es necesario tener en cuenta que los hechos son sólo la espuma de la historia. Lo importante son los procesos subyacentes. Para mí, el humanismo no esperó la llegada del Renacimiento: ya existía en la Edad Media. Como existían también los principios que generaron la Revolución Francesa. Y hasta la Revolución Industrial. La verdad es que nuestras sociedades hiperdesarrolladas siguen estando profundamente influidas por estructuras nacidas en el medioevo.
-¿Por ejemplo?
-Tomemos el ejemplo de la conciencia. En 1215, el IV Concilio de Latran tomó decisiones que marcaron para siempre la evolución de nuestras sociedades. Entre ellas, instituyó la confesión obligatoria. Lo que después se llamó "examen de conciencia" contribuyó a liberar la palabra, pero también la ficción. Hasta ese momento, los parroquianos se reunían y confesaban públicamente que habían robado, matado o engañado a su mujer. Ahora se trataba de contar su vida espiritual, en secreto, a un sacerdote. Tanto para mí como para el filósofo Michel Foucault, ese momento fue esencial para el desarrollo de la introspección, que es una característica de la sociedad occidental. No hace falta que le haga notar que bastaría con hacer girar un confesionario para que se transformara en el diván de un psicoanalista.
-Usted habla de emancipación de la mujer en la Edad Media. ¿Pero aquella no fue una época de profunda misoginia?
-Eso dicen y, naturalmente, hay que poner las cosas en perspectiva. Yo sostengo, sin embargo, que se trató de una época de promoción de la mujer. Un ejemplo bastaría: el culto a la Virgen María. ¿Qué es lo que el cristianismo medieval inventó, entre otras cosas? La Santísima Trinidad , que, como los Tres Mosqueteros, eran, en realidad, cuatro: Dios, Jesús, el Espíritu Santo y María, madre de Dios. Convengamos en que no se puede pedir mucho más a una religión que fue capaz de dar estatus divino a una mujer. Pero también está el matrimonio: en 1215, la Iglesia exigió el consentimiento de la mujer, así como el del hombre, para unirlos en matrimonio. El hombre medieval no era tan misógino como se pretende.
-La invención del purgatorio, a mediados del siglo XII, parece haber sido también uno de los momentos clave para el desarrollo de nuestras sociedades actuales.
-Así es. Curiosamente, lo que comenzó como un intento suplementario de control por parte de la Iglesia , concluyó permitiendo el desarrollo de la economía occidental tal como la practicamos en nuestros días.
-¿Cómo es eso?
-La invención del purgatorio se produjo en el momento de transición entre una Edad Media relativamente libre y un medioevo extremadamente rígido. En el siglo XII comenzó a instalarse la noción de cristiandad, que permitiría avanzar, pero también excluir y perseguir: a los herejes, los judíos, los homosexuales, los leprosos, los locos... Pero, como siempre sucedió en la Edad Media , cada vez que se hacían sentir las rigideces de la época los hombres conseguían inventar la forma de atenuarlas. Así, la invención de un espacio intermedio entre el cielo y el infierno, entre la condena eterna y la salvación, permitió a Occidente salir del maniqueísmo del bien y del mal absolutos. Podríamos decir también que, inventando el purgatorio, los hombres medievales se apoderaron del más allá, que hasta entonces estaba exclusivamente en manos de Dios. Ahora era la Iglesia la que decía qué categorías de pecadores podrían pagar sus culpas en ese espacio intermedio y lograr la salvación. Una toma de poder que, por ejemplo, permitiría a los usureros escapar al infierno y hacer avanzar la economía. También serían salvados de este modo los fornicadores.
-Pero hasta la aparición del sistema bancario reglamentado, en el siglo XVIII, tanto la Iglesia como las monarquías sobrevivieron gracias a los usureros. ¿Por qué condenarlos al infierno?
-Porque así lo establecían las escrituras, como en la mayoría de las religiones. En el universo cristiano medieval, la usura era un doble robo: contra el prójimo, a quien el usurero despojaba de parte de su bien, pero, sobre todo, contra Dios, porque el interés de un préstamo sólo es posible a través del tiempo. Y como el tiempo en el medioevo sólo pertenecía a Dios, comprar tiempo era robarle a Dios. Sin embargo, el usurero fue indispensable a partir del siglo XI, con el renacimiento de la economía monetaria. La sed de dinero era tan grande que hubo que recurrir a los prestamistas. Entonces la escolástica logró hallarles justificaciones. Surgió así el concepto de mecenas. También se aceptó que prestar dinero era un riesgo y que era normal que engendrara un beneficio. En todo caso, y sólo para los prestamistas considerados "de buena fe", el purgatorio resultó un buen negocio.
- La Edad Media también inventó el concepto de guerra justa, vigente hasta nuestros días, como lo demostraron los debates en la ONU sobre la guerra en Irak. Curioso, ya que el cristianismo es portador de un ideal de paz. Hasta se podría decir que es antimilitarista.
-Es verdad. Ordenándole a Pedro que enfundara su espada, Cristo dijo: "Quien a hierro mate, a hierro morirá". Los primeros grandes teóricos cristianos latinos eran pacifistas. Pero todo cambió a partir del siglo IV, cuando el cristianismo se transformó en religión de Estado.
-En otras palabras, los cristianos se vieron obligados a cristianizar la guerra.
-En esa tarea tendrá un papel fundamental San Agustín, el gran pedagogo cristiano. Para él, la guerra es una consecuencia del pecado original. Como éste existirá hasta el fin de los tiempos, la guerra también existirá por siempre. San Agustín propuso, entonces, imponer límites a esa guerra. En vez de erradicarla, decidió confinarla, someterla a reglas. La primera de esas reglas es que sólo es legítima la guerra declarada por una persona autorizada por Dios. En la Edad Media , era el príncipe. Hoy es el Estado, el poder público. La segunda regla es que una guerra es justa sólo cuando no persigue la conquista. En otras palabras: las armas sólo se toman en defensa propia o para reparar una injusticia. Esas reglas siguen perfectamente vigentes en nuestros días.
-¿Se podría decir que el hombre medieval trataba de preservar la cristiandad de todo aquello que amenazaba su equilibrio?
-Constantemente. Déjeme evocar como ejemplo el que para mí fue el aspecto más negativo de la época: la condena absoluta del placer sexual, simbolizado por el llamado "pecado de la carne". La alta Edad Media asumió las prohibiciones del Antiguo Testamento. Desde entonces, el cuerpo fue diabolizado, a pesar de algunas excepciones, como Santo Tomás de Aquino, para quien era lícito el placer en el acto amoroso. Frente a la opresión moral, la sociedad medieval reaccionó con la risa, la comedia y la ironía. El universo medieval fue un mundo de música y de cantos, promovió el órgano e inventó la polifonía.
-Hace un momento hizo referencia a los fornicadores que tuvieron un lugar en el purgatorio. ¿Cómo fue esto posible en una época de tanta represión sexual?
-Hay una anécdota que ilustra perfectamente la dualidad medieval. El rey Luis IX de Francia, que después sería canonizado como San Luis, tenía una vitalidad sexual desbordante. En los períodos en que las relaciones carnales eran lícitas (fuera de las fiestas religiosas), el monarca no se contentaba con reunirse con su esposa por las noches. También lo hacía durante el día. Esto irritaba mucho a su madre, Blanca de Castilla, que en cuanto se enteraba de que su hijo estaba con la reina intentaba introducirse en la habitación para poner fin a sus efusiones. Luis IX decidió entonces poner un guardián ante su puerta, que debía prevenirlo y darle tiempo de disimular su desenfreno. Ese hombre lleno de ardor tuvo once hijos y cuando partió a la Cruzada , en 1248, llevó a su mujer, a fin de no privarse de sus placeres sexuales. ¡No imaginará usted que la Iglesia podía enviar a San Luis a arder en el fuego eterno del infierno!
-¿También podríamos decir que la Edad Media inventó el concepto de Occidente?
-La palabra "Occidente" no me gusta. Pronunciada por los occidentales, tiene un contenido de soberbia para el resto del planeta.
-Pero entonces, ¿cómo definir, por ejemplo, a América, heredera de Europa?
-América ha dejado de ser la heredera de Europa. Lo fue hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando tanto Estados Unidos como el resto del continente dejaron de tener al hombre como centro de sus preocupaciones.
-Usted es un apasionado estudioso de la imaginación colectiva de la Edad Media. ¿Por qué eso es tan importante?
-Felizmente, las nuevas generaciones de historiadores siguen cada vez más esa tendencia. La imaginación colectiva se construye y se nutre de leyendas, de mitos. Se la podría definir como el sistema de sueños de una sociedad, de una civilización. Un sistema capaz de transformar la realidad en apasionadas imágenes mentales. Y esto es fundamental para comprender los procesos históricos. La historia se hace con hombres de carne y hueso, con sus sueños, sus creencias y sus necesidades cotidianas.
-¿Y cómo era esa imaginación medieval?
-Estaba constituida por un mundo sin fronteras entre lo real y lo fantástico, entre lo natural y lo sobrenatural, entre lo terrenal y lo celestial, entre la realidad y la fantasía. Si bien los cimientos medievales de Europa subsistieron, sus héroes y leyendas fueron olvidados durante el Siglo de las Luces. El romanticismo los resucitó, cantando las leyendas doradas de la Edad Media. Hoy asistimos a un segundo renacimiento gracias a dos inventos del siglo XX: el cine y las historietas. El medioevo vuelve a estar de moda con "Harry Potter", "La guerra de las galaxias" y los videojuegos. En realidad, la Edad Media tiene una gran deuda con Hollywood. Y viceversa. Pensé alguna vez que provocaría un escándalo afirmando que el medioevo se había prolongado hasta la Revolución Industrial. La verdad es que ha llegado hasta nuestros días.
-¿Se podría decir entonces que seguimos viviendo en la Edad Media?
-Sí. Pero esto quiere decir todo lo contrario de que estamos en una época de hordas salvajes, ignorantes e incultas, sumergidos en pleno oscurantismo. Estamos en la Edad Media porque de ella heredamos la ciudad, las universidades, nuestros sistemas de pensamiento, el amor por el conocimiento y la cortesía. Aunque, pensándolo bien, esto último bien podría estar en vías de extinción.


Le_Goff_Jacques_ ... - Ateneo de la Infancia

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Meclia ubellar, que los niños y jóvenes adoran y (luc krs ¿rdultos ... Y, en definidva, Europa nació en la Edad Media, ('pocrr en la que se .... 12 I Lc Goff, [:n busc't t]e lu hddd lúcdit. 41. 'fh. ...... LA EDAD MEDIA EXPLICADA A LOS JOVENES.

BAJO EL VOLCÁN [UNDER THE VOLCANO] (1984) DE JOHN HUSTON Pelicula y libro PDF


De todos los directores que se iniciaron en el Hollywood clásico durante los años 30 y principios de los 40, John Huston es probablemente el que tuvo un final de carrera más digno y reseñable. En plenos años 70 Huston no solo realizó una magnífica película de aventuras de aroma clásico como El Hombre que Pudo Reinar (1975) sino que además sorprendió con un drama como Fat City (1972) que por estilo sintonizaba más con una forma de hacer cine alejada del clasicismo donde él se había situado. Llegando aún más lejos, en el antepenúltimo film de su carrera Huston se atrevió con una adaptación de la novela Bajo el Volcán de Malcolm Lowry. Este film puede vincularse con la anterior Sangre Sabia (1979) al ser dos de las obras más llamativas de su carrera por desafiar frontalmente las estructuras narrativas clásicas y centrarse en un estudio de sus excéntricos protagonistas sin crear para ello un conflicto claro, de forma que son films que dan la sensación de que navegan sin rumbo.
El protagonista es Geoffrey Firmin, un excónsul británico asentado en México que malvive solo y alcoholizado tras haber sido engañado por su mujer Yvonne con su propio hermano Hugh. Sin embargo Yvonne realiza una inesperada visita para intentar reconciliarse con Geoffrey y rescatarle de esa mala vida. Pese a que Geoffrey parece seguir queriéndola, sus intenciones no parecen muy claras pese al esfuerzo de Yvonne y de Hugh por salvarle.
 

Huston a esas alturas de su carrera ya era un especialista en filmar películas protagonizadas por perdedores, pero en el caso de Bajo el Volcán se sirvió de la novela de Malcolm Lowry para mostrarnos a un perdedor que ha escogido esa forma de vida y que no parece interesado en resucitar. Ese es el motivo por el que a algunos espectadores les puede resultar algo desconcertante el visionado del film, puesto que muestra a un protagonista en una situación patética que, aún así, parece querer aferrarse a su propio infierno personal. En una de las últimas frases que pronuncia a Hugh e Yvonne, Geoffrey dice directamente “prefiero el infierno, el infierno es mi lugar preferido” y por ello echa por tierra cualquier intento de su exmujer y su hermano de reformarse. No hay conflicto pues en el hecho de no verse correspondido por Yvonne o en no poder superar su situación, sino que su comportamiento está determinado por su instinto autodestructivo (por ejemplo, cuando él e Yvonne planean momentáneamente volver a empezar juntos en una región del norte, Geoffrey explica todo el idealizado plan a su hermano hasta que repentinamente vuelve a emerger la bestia y acaba echando en cara a Yvonne su infidelidad).

 
El personaje de Geoffrey funciona igualmente gracias a la soberbia interpretación de ese gran e infravalorado actor que es Albert Finney, quien se apodera golosamente del film eclipsando al resto del reparto con un personaje que sabe aprovechar hasta el más mínimo detalle. Los papeles de alcohólicos son muy agradecidos para cualquier actor carismático, pero más allá de eso, Finney le da vida a Geoffrey, haciendo que sea un personaje totalmente creíble pese a su incomprensible y lastimoso comportamiento.
En ese contexto, su hermano Hugh representa por contra el idealismo desencantado de un joven aventurero que quiso formar parte de la Guerra Civil Española para luchar por el bando republicano y que acabó abandonando demasiado pronto. Lo único que le queda son los recuerdos de un amigo comunista que conoció al cual rememora nostálgicamente con pequeños detalles como su afición a la lectura o su perro llamado Harpo. Eso y su irrupción en una corrida de toros, momento que le proporciona ese instante de gloria que tanto anhela con el que pueda demostrar su valentía.

 
El tramo final de la película tiene lugar en un bar de mala muerte, al que Geoffrey se deja conducir para hundirse en su propia perdición tras haber rechazado la oferta de Yvonne de huir juntos de ese país. La eficaz dirección de Huston le da a ese entorno una imagen asfixiante y maléfica, es el último paso del protagonista en su descenso a los infiernos, sus últimos pasos hacia su autodestrucción total prefiriendo a una prostituta antes que volver a brazos de su mujer y enfrentándose a los delincuentes que frecuentan el bar.

Lejos de ser una historia de redención, Bajo el Volcán es un descenso sin frenos hacia las entrañas y los rincones más oscuros de su protagonista.

https://elgabinetedeldoctormabuse.com/2011/10/18/bajo-el-volcan-under-the-volcano-1984-de-john-huston/









Bajo El Volcán
por Sara E Rodríguez

  Jorge Semprún dijo en el prólogo al libro “El Volcán, El Mezcal Y Los Comisarios” que la lección moral que podemos aprender de Malcolm Lowry (Gran Bretaña, 1909-1957) es que su vida y su obra nos ayuden a destruir la funesta concepción de la literatura como vocación de servicio: que nos ayuden a comprender que un escritor no debe tomarse en serio […] que lo único que hay que tomarse en serio es la literatura misma.

Lowry ya lo advirtió a su editor, Jonathan Cape: si El volcán parece tedioso al principio o no, dependerá del estado de ánimo del lector, y de su preparación para comprender el libro y la verdadera intención del autor. Lowry se atrevió, incluso, a decir que el libro es mucho mejor de lo que pueda pensar el lector y que él no tiene la culpa de que éste no capte algunos de sus niveles más profundos.

Esta novela se fragmenta en doce capítulos, los cuales constituyen en sí mismos una unidad, pero al mismo tiempo están conectados e interrelacionados; siendo el capítulo VI el corazón del libro. La novela gira sobre su propio eje y fue escrita de tal modo que puede leerse un indefinido número de veces sin agotar todos sus sentidos.

Parafraseando a Edmon Wilson (cuando habla de Gogol) Malcon Lowry dijo que esta novela se refiere a ciertas fuerzas existentes en el interior del hombre que le producen terror de sí mismo. También se refiere a la culpa del hombre, al remordimiento, a su ascenso incesante hacia la luz bajo el peso del pasado, y a su destino último.

Esta obra, escrita durante la década de los treinta se desarrolla en Cuernavaca (México) a donde Lowry viajó en 1935 y donde se inspiró para escribir su obra maestra, la cual está considerada como una de las mejores novelas del siglo XX. A pesar de ello, y como suele ocurrir con las obras universales, “Bajo El Volcán” no consiguió el reconocimiento de crítica y público hasta después del fallecimiento del autor.

“Bajo El Volcán” es el relato del último día de la vida del cónsul inglés Geoffrey Firmin. El cónsul (trasunto de Lowry) está ebrio durante toda la novela, consiguiendo que su borrachera y su locura sea la del lector, quien no encuentra un momento de cordura y serenidad a lo largo de las páginas. Pero el escritor quiere ir más allá con la ebriedad del cónsul: no ha de tomarse como un estado permanente del autor y del protagonista, pues simboliza la ebriedad universal de la humanidad durante la guerra o el período precedente. Malcolm Lowry estaba convencido de que “Bajo El Volcán” amplía nuestro conocimiento del infierno. No hay paz que deje de pagar pleno tributo al infierno.

Una advertencia: éste no es un libro fácil de leer. A veces da la sensación de encontrarse el lector un poco ebrio, por lo que es difícil encontrar la cordura y el sentido. Una novela compleja, pero brillante.

Bajo el Volcán - Ignacio Darnaude

www.ignaciodarnaude.com/.../Lowry,Malcolm,Under%20the%20volcan...

de M Lowry - ‎Citado por 21 - ‎Artículos relacionados
Bajo el Volcán de. Malcolm Lowry tr. de Raúl Ortiz y Ortiz. Era, México, [1964, 1970] 1974. A Margerie, mi esposa. ¡De cuantas maravillas / pueblan el mundo, la ...

El por qué la leche pasteurizada está destruyendo tu salud

La leche es la única bebida que 

es todavía agresivamente promocionado 
para el consumo del niño como un 
alimento promotor de la salud cuando 
es exactamente lo contrario 
– un alimento promotor de la 
enfermedad. Beber leche pasteurizada
 no es tan bueno para la salud 
en general, como la industria 
láctea nos quiere hacer creer.




De hecho, este cuento de hadas de que “la leche hace un cuerpo sano” está siendo expuesto con mayor frecuencia por muchos científicos e investigadores independientes que han tenido suficiente de la propaganda.

Extrayendo hasta la ultima gota

Muchos nunca lo han pensado, pero la vaca produce leche sólo después de dar a luz a un becerro, para que la leche sea utilizada para alimentar al pequeño animal en el período de destete después del cual la vaca deja de producir leche porque ya no es necesario.
Una vez que una vaca ha alcanzado la madurez sexual, en torno a la edad de dos años, una vaca “lechera” es inseminada artificialmente por primera vez. Una vaca tiene un período de gestación de nueve meses. Poco después de nacer, la cría es generalmente separado de su madre y se cría en estrechos cubículos. La madre del ternero puede mostrar un comportamiento alterado incluso después de días de la separación. Desde el nacimiento de la primera cría, la vaca se lo ordeña dos o incluso tres veces al día. Pero no es el ternero el que va a obtener la leche, sino el humano. Con el fin de que las vacas produzcan leche constantemente, estas deben ser preñadas reiteradamente. Se aspira a tener un ternero al año, una lactancia de 305 días, con una fase “seca” de unos 60 días. La vaca “lechera” esta por lo tanto, en un permanente estado de embarazo la mayor parte de su vida.
Más avanzado es el embarazo en una vaca, más hormonas aparecen en su leche. La leche de una vaca en la etapa final del embarazo contiene hasta 33 veces más de un compuesto del estrógenos (estrona sulfato) en comparación con la leche de una vaca después del embarazo, así como niveles mucho más altos de otras hormonas.
En la mayoría de las empresas productoras de leche de vaca son hoy en día de “alto rendimiento”. Algunas vacas “dan” más de 10.000 litros de leche por año, lo que corresponde a casi 33 litros por día (otros informes dicen que algunas llegan a dar 60-70 litros). Para alimentar a una cría de vaca debería dar sólo 8 litros. El problema de las vacas de “alta producción” es muy dificultoso, si no imposible, proporcionarles toda esa energía (alimento) que necesitan para la producción de estas cantidades de leche. Es por eso que las vacas consumen sus reservas físicas para seguir produciendo leche.
Eso resulta en las Operaciones Concentradas de Alimentación de Animales (CAFO) modelo de crianza de vacas en las granjas industriales que producen leche con niveles peligrosamente altos de sulfato de estrona, un compuesto del estrógeno relacionado con elcáncer de testículo, próstata y mama.

Lleno de cáncer

Un estudio de la Universidad de Harvard dice que la leche pasteurizada producido a nivel industrial se asocia con la causa de tumores dependientes de hormonas, debido al ordeñando de las vacas durante todo el embarazo.
El Dr. Ganmaa Davaasambuu, Ph.D., y sus colegas identificaron como los culpables específico a la “leche de las industrias lácteas modernas”, en referencia a las operaciones de confinamiento donde las vacas se ordeñan 300 días al año, incluido el período de embarazo.
Evaluando los datos de todo el mundo, el Dr. Davaasambuu y sus colegas identificaron un vínculo claro entre el consumo de leche con una alta concentración de la hormona y la alta tasa de tumores dependientes de la hormona.
En otras palabras, la leche procesada de la ganadería industrial no es un producto saludable, y está directamente involucrado en la causa de cáncer.
“La leche que bebemos hoy es muy diferente de lo que bebían nuestros antepasados”, sin daño aparente durante 2.000 años, así dice el Dr. Davaasambuu en la Revista de la Universidad de Harvard.
“La leche que bebemos hoy en día no es un alimento totalmente natural.”
Mientras tanto, la leche cruda de vacas alimentadas con hierbas, ordeñado a su debido tiempo está relacionado con la mejora de la digestión, en el tratamiento de enfermedades autoinmunes y el aumento de la inmunidad general, ayudando en la prevención de cáncer.

La leche pasteurizada causa osteoporosis y fracturas óseas

La industria de los lácteos ha estado trabajando duro en los últimos 50 años para convencer a la gente que los productos lácteos pasteurizados como la leche o el queso aumenta los niveles de calcio biodisponibles. Esto es totalmente falso. El proceso de pasteurización sólo crea carbonato de calcio – que es una forma inferior de calcio, que no tiene absolutamente ninguna manera de entrar en las células sin un agente quelante. Así que lo que el cuerpo hace es extraer el calcio de los huesos y otros tejidos con el fin de amortiguar el carbonato de calcio en la sangre. Este proceso realmente causa la osteoporosis.
El lácteo pasteurizado contiene demasiado poco magnesio necesario en la proporción adecuada para absorber el calcio. La mayoría estaría de acuerdo en que una proporción de calcio y magnesio de 2 a 1 es la adecuada y preferiblemente si es 1 a 1. Así que, la leche en una proporción de Cal / Mag de 10 a 1, tiene un problema. Puedes poner 1.200 mg de calcio de los lácteos en tu boca, pero serás afortunado si tu sistema absorbe realmente un tercio de la misma.
Más del 99% del calcio del cuerpo está en el esqueleto, donde proporciona rigidez mecánica. Los productos lácteos pasteurizados obliga a una ingesta de calcio inferior a la normal y el esqueleto se utiliza como reserva para satisfacer las necesidades. El uso a largo plazo de calcio del esqueleto para satisfacer estas necesidades conduce a la osteoporosis.

La pasteurización disfraza la leche de baja calidad y destruye los nutrientes y enzimas

¿Por qué los seres humanos todavía beben leche? Porque piensan que es seguro debido a lapasteurización. Sin embargo, el calor destruye un gran número de bacterias en la leche y por lo tanto oculta la evidencia de la suciedad, pus y las sucias prácticas lácteas. Es más barato producir leche sucia y matar a las bacterias por el calor, que mantener una lechería limpia y mantener a las vacas sanas. Para combatir el aumento de los agentes patógenos la leche pasa por la ‘clarificación’, ‘filtrado’, “bactofugación” y dos tratamientos de “desaireación”. Cada uno de estos tratamientos utiliza calor que van desde 100 hasta 175 grados Fahrenheit. La industrias lácteas cuentan con muchos tratamientos térmicos para enmascarar sus condiciones sanitarias inferiores: leche llena de pus, estiércol y residuos.
La pasteurización también destruye la vitamina C y vitaminas B solubles en agua que disminuyen el valor nutritivo de la leche. El calcio y otros minerales se hacen disponibles por la pasteurización. La reacción de Maillard, una reacción química entre proteínas y azúcares, se produce en series mayores y causa el pardeamiento, decoloración de la leche.
Los fermentos lácteos, proteínas, anticuerpos, así como hormonas beneficiosas son asesinados por la pasteurización de la leche resultando en una desvitalizada leche “sin vida”. Los fermentos lácteos ayudan a digerir la lactosa y ambas enzimas y proteínas de la leche ayudando a absorber las vitaminas. Las enzimas protectoras en la leche son inactivados, por lo que es más susceptible al deterioro.
Incluso si todo esto va a ser ignorado por los medios de comunicación, la leche no es el mismo – la forma en que se crían las vacas, cuando son ordeñadas, y cómo se maneja y procesa la leche hace una diferencia, si el producto final favorece a la salud o a la muerte.
La industria busca perpetuar la mentira de que todas las leches son lo mismo. En lugar de fomentar el crecimiento de las vacas de pastoreo, el cual les permite alimentarse de hierba, un alimento nativo que sus sistemas pueden procesar, la industria láctea prefiere fomentar los estrechos métodos de contención obligando a las vacas a comer alimento genéticamente modificado (GM), y otros alimentos no muy saludables, lo que hace que se enfermen.
En general, la leche pasteurizada no es una bebida que puede ser recomendado para mantener o fomentar la salud. No tiene ningún valor nutricional importante y hay un riesgo mucho mayor al consumirla en lugar que no. Existe también un montón de alternativas, incluyendo la leche de coco, la leche de nuez (es decir, almendras, anacardo) y la leche de cáñamo que superan con creces a la leche de vaca convencional en términos de nutrición y propiedades promotoras de la salud.
Ecoportal.net
Reconquistando el Eden

Mario Bunge: "Las religiones atraerán a la gente mientras haya miseria"


Con 92 años, el filósofo argentino Mario Bunge está en plena forma. Acaba de publicar varias obras y su lengua está tan viva y mordaz como siempre. Lo comprobó nuestro colaborador Gabriel Arnaiz.



A sus 92 años, el filósofo argentino Mario Bunge todavía se mantiene en plena forma. En estos últimos años acaba de publicar varias obras importantes, por ejemplo, Filosofía política, Matter and Mind y Las pseudociencias, ¡vaya timo! Con más de 50 a sus espaldas y medio millar de artículos, Bunge sigue siendo un pensador poco conocido y apreciado en nuestro país, a pesar de haber recibido 19 doctorados honoris causa y el Premio Príncipe de Asturias en 1982.

Con más de 50 libros a sus espaldas y medio millar de artículos, Bunge sigue siendo un pensador poco conocido y apreciado en nuestro país, a pesar de haber recibido 19 doctorados honoris causa y el Premio Príncipe de Asturias en 1982. Por esta razón, Editorial Laetoli ha decidido publicar, en colaboración con la Universidad Pública de Navarra, una nueva colección dedicada enteramente a este autor: la Biblioteca Bunge. Por el momento está prevista la publicación de cinco títulos: la reedición de Materialismo y ciencia, Pseudociencia e ideología y Racionalidad y realismo, que ya estaban agotados y eran prácticamente inencontrables, y la traducción de Materia y mente. Bunge no tiene pelos en la lengua a la hora de criticar duramente algunas de las teorías más populares del momento (del psicoanálisis, al posmodernismo, pasando por el feminismo, la economía neoclásica o la psicología evolutiva, por citar sólo unos pocos), a las que tilda de pseudocientíficas, y es de agradecer su esfuerzo por ser siempre claro y pedagógico. Tengo la sensación de estar entrevistando al último gran filósofo vivo del siglo XX y no puedo evitar la tentación de preguntarle también sobre algunas cuestiones actuales.

En un artículo incluido en Vistas y entrevistas cuenta usted cómo su hija Silvia, que entonces tenía 11 años, le hizo la fatídica pregunta a la que todo filósofo debe enfrentarse tarde o temprano: ¿por qué se dedica usted a la filosofía? 
Porque me fascinan los problemas filosóficos, tales como “¿qué es el tiempo?”, “¿qué es la mente?” y “¿qué es la vida?”. De chico pasaba horas tratando de formar seres vivos disolviendo sulfato de cobre en agua y observando los “árboles” que van emergiendo.
(Recordemos que Mario Bunge se doctoró en ciencias físicas por la Universidad de la Plata en 1952 con una tesis doctoral sobre la cinemática del electrón relativista y que hasta 1963 fue profesor de física y filosofía en la Universidad de Buenos Aires).

En un artículo reciente, usted ha escrito “que la filosofía política no es un lujo, sino una necesidad”, ¿podríamos también decir lo mismo de la filosofía en general?

La filosofía interviene tanto en la formación de cosmovisiones como en la de políticas estatales. Lo primero es obvio, ya que una concepción del mundo puede ser materialista o idealista, laica o religiosa, individualista o globalista, egoísta o altruista, etc. En cuanto a la intervención de la filosofía en el diseño de políticas económicas y culturales, recuérdese que toda política de ese tipo se basa tanto sobre datos sobre el estado actual de la sociedad como sobre alguna ideología, y que el corazón de toda ideología es filosófico, ya que la ideología es la parte de la cosmovisión que se ocupa de asuntos sociales. Por ejemplo, la ideología que inspira al neoliberalismo es individualista, elitista y autoritaria, mientras que la que inspiró a las socialdemocracias fue sistémica, inclusivista y democrática. El que muchos ideólogos no sean consecuentes, es harina de otro costal. Por ejemplo, Friedrich Hayek ensalzó la libertad y también el régimen fascista del general Pinochet. Y se proclamó individualista, al punto de procurarle a Margaret Thatcher su famoso principio: “No hay sociedad: sólo hay individuos”. Pero en otras publicaciones Hayek ha afirmado que el mercado es mucho más sabio que cualquier experto, con lo que admitió tácitamente que el mercado tiene mente, hipótesis de neto cuño globalista (holista). En resumen: rásquese una concepción general cualquiera y se descubrirá una o más filosofías. Se puede ignorar la filosofía, pero no se la puede evitar.

En España triunfa Más allá de la vida, un programa de televisión en el que una médium entra en contacto con un familiar muerto de una celebridad y le transmite a éste lo que aquél supuestamente le comunica. ¿Por qué cree usted que, a pesar de vivir en una sociedad altamente tecnológica, la mayoría de la gente cree en la existencia de fantasmas, pagan a personas para que les “lean” el futuro y confían en que haya una vida después de la muerte?
Las supersticiones siguen siendo populares porque la ciencia suele enseñarse mal, como una lista de recetas en lugar de enseñar a investigar problemas.

Bunge defiende el escepticismo metodológico, que “es una posición tanto metodológica como práctica y moral. En efecto, quienes lo adoptan creen que es tonto, imprudente y moralmente erróneo afirmar, practicar o predicar ideas importantes que no hayan sido puestas a prueba o, peor aún, que hayan mostrado de manera concluyente ser totalmente falsas, ineficientes o perjudiciales” y “a la vez, estamos dispuestos a abandonar toda creencia que pruebe carecer de fundamentos”, explica en Las pseudociencias...

¿Qué son las pseudociencias y por qué les ha dedicado usted tanto tiempo y esfuerzo?
Una pseudociencia es un cuerpo de creencias incompatibles con el fondo de conocimiento científico. Le he dedicado mucho tiempo a esta cuestión porque me asombra y alarma el que haya tantos científicos y filósofos crédulos. Creo que es un indicador de que se puede ser muy competente en un rincón del saber y tonto en cuestiones fundamentales, porque los conocimientos científicos suelen enseñarse de a uno, y porque no se los acompaña de reflexión metodológica, o sea, no se habitúa al estudiante a preguntarse cómo se sabe tal o cual cosa.

¿Por qué afirma que “el psicoanálisis es tan pseudocientífico como la parapsicología”?
Porque ambos rehúyen la contrastación experimental y son incompatibles con la neurociencia cognitiva, que enseña que los procesos mentales son cerebrales.

En Las pseudociencias, ¡vaya timo! afirma usted que la crisis financiera que empezó en el 2008 es producto de una filosofía económica errónea. ¿Podría explicarnos esta afirmación?
La teoría económica estándar afirma que la economía está en todo momento en equilibrio, o sea, en el estado en que la oferta es igual a la demanda (teorema de Debreu). Esta teoría ignora, pues, los desequilibrios (en particular, los desequilibrios financieros). La teoría es un mero ejercicio matemático, sin relación con la realidad.

En el libro citado, Bunge es un poco más explícito: “En resumidas cuentas, las políticas económicas que condujeron a la crisis económica actual fueron inspiradas por varias teorías económicas defectuosas. A su vez, esas teorías están basadas en una filosofía errónea y esta filosofía es responsable, en gran medida, de la crisis económica de 2008.”)

En ese mismo libro usted defiende un escepticismo metodológico o moderado, y lo contrapone al dogmatismo y al escepticismo radical. ¿Podría explicarnos en qué consiste ese escepticismo moderado?
El escéptico moderado no rechaza la totalidad del conocimiento, sino que pone en duda un pedazo por vez. Cada vez que se critica una idea lo hace asumiendo otras ideas.
En Las pseudociencias... dice: “No todas las creencias son equivalentes: unas son más verdaderas o mejores que otras. El dogmático es esclavo de creencias que no ha examinado críticamente, de modo que se arriesga a obrar mal. El escéptico radical, el que nada cree, no está al abrigo de toda creencia, sino que es víctima de creencias ajenas. En cambio, el escéptico moderado, el que sopesa cada idea antes de adoptarlas o rechazarlas, está en condición de actuar racional y eficazmente”.

En Filosofía política (Gedisa, 2009) propone usted una alternativa al capitalismo y al socialismo que denomina “democracia integral”. ¿Sería tan amable de explicarnos en qué consistiría y ponernos algunos ejemplos?
En una democracia integral, todos comparten la riqueza, la cultura y el poder político. Cuando un grupo monopoliza alguno de estos recursos, no sólo excluye a la gran mayoría, sino que también termina por apoderarse de los demás recursos. Esto ocurre tanto con el capitalismo como con el socialismo autoritario. Por esto preconizo la combinación de la democracia (o autogobierno) con el cooperativismo.

Según la opinión filosófica dominante, Wittgenstein y Heidegger serían los dos grandes filósofos del siglo XX, el primero para los filósofos analíticos y el segundo para los filósofos continentales. Según este dictamen, hoy no podemos hacer filosofía si ignoramos las aportaciones de estas dos luminarias. ¿Qué opinión le merece este análisis?
Para evaluar una filosofía hay que preguntarse qué problemas contribuyó a resolver. Wittgenstein negó la existencia de problemas filosóficos, y Heidegger no hizo sino juntar palabras. Wittgenstein es popular porque es trivial, y Heidegger porque es hermético.

En La relación entre la filosofía y la sociología (EDAF, 2001) usted se reconoce heredero de la Ilustración y rechaza tanto las tres olas románticas que han invadido la filosofía como la “charlatanería académica” que se ha impuestos en las facultades de humanidades. ¿Podría explicarnos qué quiere decir con esto?
Entiendo por “charlatanería académica” la que se produce en ciertas universidades, consistente en una mezcla de sinsentidos, falsedades y perogrulladas enunciadas en lenguaje hermético y más o menos bombástico. El primero y peor de todos esos charlatanes fue Hegel, a quien no se habría tomado en serio si hubiese escrito en castellano o en catalán desde un villorrio español. Su prosa fue tan opaca que generó dos o quizá tres alas de “intérpretes” que se disputaron su legado. Hoy día el charlatanismo académico proviene principalmente de París, urbe que, de “Ciudad de la Luz” hacia 1750 pasó a ser “Ciudad de las Tinieblas” dos siglos y medio después, gracias a Sartre y demás discípulos de Heidegger. Por fortuna, el charlatanismo académico no se practica en las facultades serias: las de ciencias, ingeniería, medicina, farmacia y agronomía. En ellas hay que fundamentar lo que se afirma y aclarar cada vez que alguien admita no entender lo que se dice.

Los pensadores materialistas del XIX como Feuerbach, Comte o Freud pensaron que la religión desaparecería con la extensión de la educación científica. ¿Cree usted que las religiones desaparecerán en un futuro cercano? 
Las religiones seguirán atrayendo a la gente mientras haya miseria, guerra e ignorancia, porque ellas proveen algo que la ciencia no da: consuelo e ilusión de seguridad.

¿Qué opinión le merece el movimiento de los indignados de Madrid, que ahora se ha extendido a otros países, como EE UU?
Muy interesante como síntoma de insatisfacción con el orden social imperante, pero inútil porque no va acompañado de organización política.

¿Nos podría decir en qué está trabajando ahora mismo?

Estoy revisando mi próximo libro Evaluando filosofías y en este momento estoy en China, dando conferencias en las que critico al marxismo osificado, ataco a la dialéctica por confusa y políticamente suicida, e insto a los marxistas a aprender ciencias y a investigar problemas, en lugar de seguir repitiendo y comentando a sus clásicos. En el informe que ha escrito sobre su estancia en este gran país (y que puede consultarse en la web de Laetoli), podemos leer que “en China la filosofía no se ha movido junto con la economía, la técnica y la ciencia. En efecto, el núcleo de su filosofía, la dialéctica, es falso en el mejor de los casos y en el peor es confuso, y por tanto, incapaz de ser debatido racionalmente”. ❖ Gabriel Arnaiz

Albert Camus : Discurso por el recibimiento del Premio Nobel

ALBERT CAMUS: DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO NOBEL DE LITERATURA, AÑO 1957



Estocolmo, 10 de diciembre de 1957

Al recibir la distinción con que ha querido honrarme su libre Academia, mi gratitud es más profunda  cuando evalúo   hasta qué punto esa recompensa sobrepasa  mis méritos personales.  Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer su decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, a plena luz? ¿Con qué ánimo podía recibir ese honor al tiempo que, en tantos sitios, otros escritores, algunos de los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce una desdicha incesante?

He sentido esa inquietud, y ese malestar. Para recobrar mi paz interior me ha sido necesario ponerme de acuerdo con un destino demasiado generoso. Y como era imposible igualarme a él con el único apoyo de mis méritos, no he hallado nada mejor, para ayudarme, que lo que me ha sostenido a lo largo de mi vida y en las circunstancias más opuestas: la idea que me he forjado de mi arte y de la misión del escritor. Permitanme,  aunque sólo sea en prueba de reconocimiento y amistad, que les diga, lo más sencillamente posible, cuál es esa idea.

Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de cualquier cosa. Por el contrario, si me es necesario es porque no me separa de nadie, y me permite vivir, tal como soy, a la par de todos. A mi ver, el arte no es una diversión solitaria. Es un medio de emocionar al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de dolores y alegrías comunes. Obliga, pues, al artista a no aislarse; le somete a la verdad, a la más humilde y más universal. Y aquellos que muchas veces han elegido su destino de artistas porque se sentían distintos, aprenden pronto que no podrán nutrir su arte ni su diferencia más que confesando su semejanza con todos.

El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo hacia los demás, equidistante entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso, los verdadero artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar. Y si han de tomar partido en este mundo, sólo puede ser por una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.

Por lo mismo el papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si en ello consiente. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones,  en el otro extremo del mundo,  basta para sacar al escritor de su soledad,  por lo menos, cada vez que logre, entre los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trate de recogerlo y reemplazarlo, para hacerlo valer mediante todos los recursos del arte.

Nadie es lo bastante grande para semejante vocación. Sin embargo,  en todas las circunstancias de su vida, obscuro o provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre para poder expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva, que le justificará sólo a condición de que acepte, tanto como pueda, las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio a la verdad, y el servicio a la libertad. Y puesto que su vocación consiste en reunir al mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira ni a la servidumbre porque, donde reinan,  crece el aislamiento. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la resistencia ante la opresión.

Durante más de veinte años de historia demencial, perdido sin remedio, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones del tiempo, sólo me ha sostenido el sentimiento hondo de que escribir es hoy un honor, porque ese acto obliga, y obliga a algo más que a escribir. Me obligaba, especialmente, tal como yo era y con arreglo a mis fuerzas, a compartir, con todos los que vivían mi misma historia, la desventura y la esperanza. Esos hombres nacidos al comienzo de la primera guerra mundial, que tenían veinte años  en la época de instaurarse, a la vez, el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, Y que para completar su educación se vieron enfrentados a la guerra de España, a la segunda guerra mundial,  al universo de los campos de concentración, a la Europa de la tortura y de las prisiones, se ven hoy obligados a orientar a sus hijos y a sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Supongo que nadie pretenderá pedirles que sean optimistas. Hasta llego a pensar que debemos ser comprensivos, sin dejar de luchar contra ellos, con el error de los que, por un exceso de desesperación han reivindicado el derecho al deshonor y se han lanzado a los nihilismos de la época. Pero sucede que la mayoría de entre nosotros, en mi país y en el mundo entero, han rechazado el nihilismo y se consagran a la conquista de una legitimidad.

Les ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos catastróficos, a fin de nacer una segunda vez y luchar luego, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que se agita en nuestra historia.

Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sábe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en si misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que se corre el riesgo de que nuestros grandes inquisidores   establecezcan para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura, y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la Alianza.

No es seguro que esta generación pueda al fin cumplir esa labor inmensa, pero lo cierto es que, por doquier en el mundo, tiene ya hecha, y la mantiene, su doble apuesta en favor de la verdad y de la libertad y que, llegado el momento, sabe morir sin odio por ella. Es esta generación la que debe ser saludada y alentada dondequiera que se halle y, sobre todo, donde se sacrifica. En ella, seguro de vuestra profunda aprobación, quisiera yo declinar hoy el honor que acabais de hacerme.

Al mismo tiempo, después de expresar la nobleza del oficio de escribir, querría yo situar al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros, de lucha, vulnerable pero tenaz, injusto pero apasionado de justicia, realizando su obra sin vergüenza ni orgullo, a la vista de todos; atento siempre al dolor y a la belleza; consagrado en fin, a sacar de su ser complejo las creaciones que intenta levantar, obstinadamente, entre el movimiento destructor de la historia.

¿Quién, después de eso, podrá esperar que él presente soluciones ya hechas, y bellas lecciones de moral? La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir, como exaltante. Debemos avanzar hacia esos dos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino. ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse orgulloso apóstol de virtud? En cuanto a mi, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, indudablemente ella me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y también a mantenerme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad, y por la esperanza de volverlos a vivir.

Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos limites, a mis dudas y también a mi difícil fe,  me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabais de hacerme. Más libre también para decir que quisiera recibirla como homenaje rendido a todos los que, participando el mismo combate, no han recibido privilegio alguno y sí, en cambio, han conocido desgracias y persecuciones. Sólo me  falta dar las gracias, desde el fondo de mi corazón, y hacer públicamente, en señal personal  de gratitud, la misma y vieja promesa de fidelidad que cada verdadero artista se hace a si mismo, silenciosamente, todos los días.


Texto original, en francés

En recevant la distinction dont votre libre Académie a bien voulu m’honorer, ma gratitude était d’autant plus profonde que je mesurais à quel point cette récompense dépassait mes mérites personnels. Tout homme et, à plus forte raison, tout artiste, désire être reconnu. Je le désire aussi. Mais il ne m’a pas été possible d’apprendre votre décision sans comparer son retentissement à ce que je suis réellement. Comment un homme presque jeune, riche de ses seuls doutes et d’une œuvre encore en chantier, habitué à vivre dans la solitude du travail ou dans les retraites de l’amitié, n’aurait-il pas appris avec une sorte de panique un arrêt qui le portait d’un coup, seul et réduit à lui-même, au centre d’une lumière crue ? De quel cœur aussi pouvait-il recevoir cet honneur à l’heure où, en Europe, d’autres écrivains, parmi les plus grands, sont réduits au silence, et dans le temps même où sa terre natale connaît un malheur incessant ?
J’ai connu ce désarroi et ce trouble intérieur. Pour retrouver la paix, il m’a fallu, en somme, me mettre en règle avec un sort trop généreux. Et, puisque je ne pouvais m’égaler à lui en m’appuyant sur mes seuls mérites, je n’ai rien trouvé d’autre pour m’aider que ce qui m’a soutenu tout au long de ma vie, et dans les circonstances les plus contraires : l’idée que je me fais de mon art et du rôle de l’écrivain. Permettez seulement que, dans un sentiment de reconnaissance et d’amitié, je vous dise, aussi simplement que je le pourrai, quelle est cette idée.
Je ne puis vivre personnellement sans mon art. Mais je n’ai jamais placé cet art au-dessus de tout. S’il m’est nécessaire au contraire, c’est qu’il ne se sépare de personne et me permet de vivre, tel que je suis, au niveau de tous. L’art n’est pas à mes yeux une réjouissance solitaire. Il est un moyen d’émouvoir le plus grand nombre d’hommes en leur offrant une image privilégiée des souffrances et des joies communes. Il oblige donc l’artiste à ne pas se séparer ; il le soumet à la vérité la plus humble et la plus universelle. Et celui qui, souvent, a choisi son destin d’artiste parce qu’il se sentait différent apprend bien vite qu’il ne nourrira son art, et sa différence, qu’en avouant sa ressemblance avec tous. L’artiste se forge dans cet aller retour perpétuel de lui aux autres, à mi-chemin de la beauté dont il ne peut se passer et de la communauté à laquelle il ne peut s’arracher. C’est pourquoi les vrais artistes ne méprisent rien ; ils s’obligent à comprendre au lieu de juger. Et s’ils ont un parti à prendre en ce monde ce ne peut être que celui d’une société où, selon le grand mot de Nietzsche, ne règnera plus le juge, mais le créateur, qu’il soit travailleur ou intellectuel.
Le rôle de l’écrivain, du même coup, ne se sépare pas de devoirs difficiles. Par définition, il ne peut se mettre aujourd’hui au service de ceux qui font l’histoire : il est au service de ceux qui la subissent. Ou sinon, le voici seul et privé de son art. Toutes les armées de la tyrannie avec leurs millions d’hommes ne l’enlèveront pas à la solitude, même et surtout s’il consent à prendre leur pas. Mais le silence d’un prisonnier inconnu, abandonné aux humiliations à l’autre bout du monde, suffit à retirer l’écrivain de l’exil chaque fois, du moins, qu’il parvient, au milieu des privilèges de la liberté, à ne pas oublier ce silence, et à le relayer pour le faire retentir par les moyens de l’art.
Aucun de nous n’est assez grand pour une pareille vocation. Mais dans toutes les circonstances de sa vie, obscur ou provisoirement célèbre, jeté dans les fers de la tyrannie ou libre pour un temps de s’exprimer, l’écrivain peut retrouver le sentiment d’une communauté vivante qui le justifiera, à la seule condition qu’il accepte, autant qu’il peut, les deux charges qui font la grandeur de son métier : le service de la vérité et celui de la liberté. Puisque sa vocation est de réunir le plus grand nombre d’hommes possible, elle ne peut s’accommoder du mensonge et de la servitude qui, là où ils règnent, font proliférer les solitudes. Quelles que soient nos infirmités personnelles, la noblesse de notre métier s’enracinera toujours dans deux engagements difficiles à maintenir : le refus de mentir sur ce que l’on sait et la résistance à l’oppression.
Pendant plus de vingt ans d’une histoire démentielle, perdu sans secours, comme tous les hommes de mon âge, dans les convulsions du temps, j’ai été soutenu ainsi : par le sentiment obscur qu’écrire était aujourd’hui un honneur, parce que cet acte obligeait, et obligeait à ne pas écrire seulement. Il m’obligeait particulièrement à porter, tel que j’étais et selon mes forces, avec tous ceux qui vivaient la même histoire, le malheur et l’espérance que nous partagions. Ces hommes, nés au début de la première guerre mondiale, qui ont eu vingt ans au moment où s’installaient à la fois le pouvoir hitlérien et les premiers procès révolutionnaires, qui furent confrontés ensuite, pour parfaire leur éducation, à la guerre d’Espagne, à la deuxième guerre mondiale, à l’univers concentrationnaire, à l’Europe de la torture et des prisons, doivent aujourd’hui élever leurs fils et leurs œuvres dans un monde menacé de destruction nucléaire. Personne, je suppose, ne peut leur demander d’être optimistes. Et je suis même d’avis que nous devons comprendre, sans cesser de lutter contre eux, l’erreur de ceux qui, par une surenchère de désespoir, ont revendiqué le droit au déshonneur, et se sont rués dans les nihilismes de l’époque. Mais il reste que la plupart d’entre nous, dans mon pays et en Europe, ont refusé ce nihilisme et se sont mis à la recherche d’une légitimité. Il leur a fallu se forger un art de vivre par temps de catastrophe, pour naître une seconde fois, et lutter ensuite, à visage découvert, contre l’instinct de mort à l’œuvre dans notre histoire.
Chaque génération, sans doute, se croit vouée à refaire le monde. La mienne sait pourtant qu’elle ne le refera pas. Mais sa tâche est peut-être plus grande. Elle consiste à empêcher que le monde se défasse. Héritière d’une histoire corrompue où se mêlent les révolutions déchues, les techniques devenues folles, les dieux morts et les idéologies exténuées, où de médiocres pouvoirs peuvent aujourd’hui tout détruire mais ne savent plus convaincre, où l’intelligence s’est abaissée jusqu’à se faire la servante de la haine et de l’oppression, cette génération a dû, en elle-même et autour d’elle, restaurer, à partir de ses seules négations, un peu de ce qui fait la dignité de vivre et de mourir. Devant un monde menacé de désintégration, où nos grands inquisiteurs risquent d’établir pour toujours les royaumes de la mort, elle sait qu’elle devrait, dans une sorte de course folle contre la montre, restaurer entre les nations une paix qui ne soit pas celle de la servitude, réconcilier à nouveau travail et culture, et refaire avec tous les hommes une arche d’alliance. Il n’est pas sûr qu’elle puisse jamais accomplir cette tâche immense, mais il est sûr que partout dans le monde, elle tient déjà son double pari de vérité et de liberté, et, à l’occasion, sait mourir sans haine pour lui. C’est elle qui mérite d’être saluée et encouragée partout où elle se trouve, et surtout là où elle se sacrifie. C’est sur elle, en tout cas, que, certain de votre accord profond, je voudrais reporter l’honneur que vous venez de me faire.
Du même coup, après avoir dit la noblesse du métier d’écrire, j’aurais remis l’écrivain à sa vraie place, n’ayant d’autres titres que ceux qu’il partage avec ses compagnons de lutte, vulnérable mais entêté, injuste et passionné de justice, construisant son œuvre sans honte ni orgueil à la vue de tous, sans cesse partagé entre la douleur et la beauté, et voué enfin à tirer de son être double les créations qu’il essaie obstinément d’édifier dans le mouvement destructeur de l’histoire. Qui, après cela, pourrait attendre de lui des solutions toutes faites et de belles morales ? La vérité est mystérieuse, fuyante, toujours à conquérir. La liberté est dangereuse, dure à vivre autant qu’exaltante. Nous devons marcher vers ces deux buts, péniblement, mais résolument, certains d’avance de nos défaillances sur un si long chemin. Quel écrivain, dès lors oserait, dans la bonne conscience, se faire prêcheur de vertu ? Quant à moi, il me faut dire une fois de plus que je ne suis rien de tout cela. Je n’ai jamais pu renoncer à la lumière, au bonheur d’être, à la vie libre où j’ai grandi. Mais bien que cette nostalgie explique beaucoup de mes erreurs et de mes fautes, elle m’a aidé sans doute à mieux comprendre mon métier, elle m’aide encore à me tenir, aveuglément, auprès de tous ces hommes silencieux qui ne supportent, dans le monde, la vie qui leur est faite que par le souvenir ou le retour de brefs et libres bonheurs.
Ramené ainsi à ce que je suis réellement, à mes limites, à mes dettes, comme à ma foi difficile, je me sens plus libre de vous montrer pour finir, l’étendue et la générosité de la distinction que vous venez de m’accorder, plus libre de vous dire aussi que je voudrais la recevoir comme un hommage rendu à tous ceux qui, partageant le même combat, n’en ont reçu aucun privilège, mais ont connu au contraire malheur et persécution. Il me restera alors à vous en remercier, du fond du cœur, et à vous faire publiquement, en témoignage personnel de gratitude, la même et ancienne promesse de fidélité que chaque artiste vrai, chaque jour, se fait à lui-même, dans le silence.
Albert Camus

Fotografía de Camus por Loomis Dean