Se considera que fue el químico estadounidense Van Renselaar Potter el que dio forma a lo que hoy conocemos como bioética, aunque el fondo de su propuesta no ha sido apreciado en su totalidad.
Por: Juan Manuel Rodríguez Caso
Cuando hablamos de bioética normalmente se habla de discusiones relacionadas con temas bien identificados: aborto, eutanasia, experimentación con embriones, entre otros. En general, temas relacionados con la práctica médica. Esto se puede explicar si consideramos que fue dentro de la comunidad médica en donde se dieron las discusiones que derivaron en el establecimiento de la bioética moderna en la década de 1970. Se considera que fue el químico estadounidense Van Renselaar Potter el que dio forma a lo que hoy conocemos como bioética, aunque como veremos el fondo de su propuesta no ha sido apreciado en su totalidad.
Es particularmente interesante que, en el trabajo de Potter, “Bioethics, the Science of Survival”, aparece una referencia con la que deja claro, en sus propias palabras, de quién toma la inspiración para hacer su propuesta. Hay que decirlo, es una referencia que puede pasar inadvertida para muchos, pero que, al mismo tiempo, es extraña por diferentes razones. Potter menciona que su visión sobre qué debe ser la bioética estaba inspirada en la obra de Pierre Teilhard de Chardin, un sacerdote jesuita francés y paleoantropólogo, conocido y duramente criticado por sus trabajos que buscaron establecer puentes de diálogo entre su particular visión del catolicismo y la teoría evolutiva, esto a mediados del siglo XX.
En sus propias palabras, “bioética, como yo la concibo, debe intentar generar sabiduría, el conocimiento sobre cómo utilizar el conocimiento para el bien social a partir de un conocimiento realista de la naturaleza biológica del hombre y del mundo biológico”, una búsqueda que debía combinar perspectivas tanto reduccionistas como holistas, dentro de un marco humanista y ecológico.
Para Potter, esa inspiración estaba en la obra de Teilhard de Chardin, concretamente en libros como El fenómeno humano (1955) y El futuro del hombre (1959), aunque es cierto que su propuesta se concibe en términos humanistas. El punto a destacar es que al final su intención es combinar la biología con valores humanos en el sentido de lograr el mejor futuro posible para la humanidad, de la misma manera que Teilhard proponía la convergencia progresiva de todos los seres hacia un punto común en la búsqueda de un mejor futuro, además de que ambas propuestas coincidían en una crítica al creciente militarismo y al impacto del capitalismo en la sociedad. Es en este último punto donde se recupera la idea de la sobrevivencia, es decir, la creciente necesidad de que la vida se mantenga en el planeta, a pesar del continuo ataque que hacemos en su contra.
Si ponemos atención en estas palabras –aunque hay que señalar que el resto del escrito enfatiza y amplía esa intención– Potter proponía una nueva manera de hacer ciencia, con la biología como ejemplo, en la que se debía dar una comprensión realista de los alcances de la propia práctica científica al cuestionar la idea de que ciencias y humanidades se mantuvieran alejadas. Por el contrario, sostenía que debían unirse en la búsqueda de soluciones para problemáticas que nos atañen a todos como seres humanos. La concepción de Potter, en este sentido original, va mucho más allá de los alcances de las ciencias biomédicas: parece recordar a una ecoética, o como el mismo Potter lo reformuló en 1988, una ética global.
Es este último punto el que vale la pena destacar, ya que podemos recordar el llamado hecho por el filósofo, teólogo y escritor brasileño Leonardo Boff, quien en varias de las pláticas que hizo durante su reciente visita a México, recordó y enfatizó la creciente necesidad de que la sociedad en general promueva soluciones a los problemas ambientales. En mayor o medida todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, y el recordatorio que hizo en su momento Potter, inspirado en Teilhard -y que encuentra fuerte eco en la postura de Boff- es que es necesario superar diferencias ideológicas y políticas, ya que, aunque podemos -y debemos- discutir las mejores formas de solución, el fondo del problema nos incumbe a todos sin excepción.
27 de julio, 2016
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