La fusión de la identidad

No estamos vivos sin un sentido de identidad (E. Erickson)
el grupo
Cualquier psicólogo conocerá a estas horas  el concepto de Eric Erickson, llamado “difusión de la identidad”, pero es posible que nunca haya oído hablar de este otro concepto, que en cierto modo es el contrario: la fusión de la identidad. La fusión de la identidad con el grupo, claro.
La definición que dio Erickson a su concepto de difusión fue éste: “un sentimiento subjetivo de incoherencia , una dificultad para asumir roles y elecciones laborales u ocupacionales y sobre todo en una tendencia a confundir en las relaciones íntimas los atributos, emociones y deseos propios con los de otra persona y temer por tanto la pérdida de la identidad cuando la relación termina”. Una especie de orfandad en cuanto a la identidad.
El concepto de “fusión de la identidad con el grupo” pertenece a Gomez y Morales (2005) y puede definirse diciendo que: “Cuando los miembros de un grupo perciben que dicho grupo es una externalización de si mismos, se considera que el grupo está fusionado con el individuo”. Individuo y grupo se vuelven una misma cosa. Esta fusión se manifiesta con una elevado compromiso del individuo con el grupo que no solo se refiere a la empatía e identificación con el grupo sino un fuerte “sentimiento del nosotros”.
Este proceso es en realidad un movimiento natural. Somos seres sociales y somos seres individuales, el tránsito de lo individual a lo grupal es siempre un movimiento de ida y vuelta, una fluctuación. Identidad social e identidad individual, suelen ir unidas en cada uno de nosotros, pero requieren de un resorte que opere como interruptor, un proceso: “la acción de pasar”.
¿Pero por qué necesitamos formar parte de un grupo?
Bueno, lo cierto es que los jóvenes tienen más necesidad de formar parte de algo superior a ellos mismo, mientras que los adultos somos menos sensibles a esta variable. Pero tenemos esta necesidad para disminuir la incertidumbre de la vida. En este sentido Hogg (2007) desarrolló una teoría llamada incertidumbre-identidad y estableció que la pertenencia a distintos grupos viene a resolver la incertidumbre de los sujetos acerca de quienes son y como este sentimiento “resuelto” se proyecta en las actitudes y conductas de cada sujeto.
De manera que lo que está debajo de esta necesidad de afiliación es la propia incertidumbre de la vida. Nos afiliamos para saber qué pensar, qué hacer, qué es bueno y que es malo. El mecanismo es el mismo tanto si pertenecemos a un grupo de aficionados al fútbol (ser del Barça o del Madrid) o a una secta. Todos se alimentan de nuestra ansia de formar parte de algo, de autotrascendencia y de verdad. Pero hay formas diversas de estar en el grupo, se puede ser un simple aficionado o un hooligan. Son dos maneras bien distintas de estar en el mismo lugar. Un lugar común para los fanáticos es el grupo paranoide del que ya hablé aquí a propósito del libro de Juan Cavero. El libro se centra sobre todo en el estudio de los fanatismos, las sectas destructivas, las políticas tiránicas, los nacionalismos excluyentes que afectan tanto a los Estados, como a, los grupos humanos y a las parejas que tienen en común sustratos y parámetros que comparten con la patología -la paranoia propiamente dicha- algunos de sus dinamismos psicológicos.
Dicho de otro modo la paranoia y la paranoidización son el destino común de aquellas personas que son captadas por estos grupos y se funden con ellos.
Un grupo es paranoide cuando:
Lo que caracteriza un vínculo paranoide son ciertos parámetros que se comparten con la psicopatología, y que podemos encontrar en los grupos paranoides, las sectas o las mismas mafias. Enumeraré los siguientes sin ánimo de ser exhaustivo:
  • Cohesión y adoctrinamiento.
  • Imposibilidad de abandono del grupo.
  • Culto a la personalidad del lider.
  • Cercanía e intimidad.
  • Aislamiento de la influencia externa.
  • Castigos a la disidencia y pedagogía de la lealtad.
  • Proyección de la amenaza al exterior del grupo.
  • Amor nepotista y etnocentrismo.
  • Dependencia.
  • Atmósfera de persecución
Es posible afirmar que lo que caracteriza una dinámica paranoide es la expectativa de traición y los mecanismos que se ponen a punto -control, escrutinio y posesión- para evitarla o si ya se ha producido para castigarla, usualmente a través del ostracismo cuando no de la pena de muerte.
Fundamental pues para entender el fenómeno de adoctrinamiento de estos grupos es conocer que: no hay inducido sin inductor, ni perseguido sin perseguidor. Nadie se radicaliza solo aunque a veces las RRSS puedan favorecer la difusión de ideologías o conductas que rápidamente son asimiladas por los individuos concretos, usualmente jóvenes que viven procesos de aculturación y que no se sienten encajar ni en el entorno donde viven ni en su entorno de origen.
El perpetrador de crímenes yihadistas por ejemplo es una victima de un contagio, es siempre una persona que busca certidumbres morales (si, he dicho morales) y que suele vivir en un mundo occidental trufado de valores nihilistas, donde el sexo fácil, las drogas, el alcohol, el consumo de bienes materiales son los supremos valores de cambio entre los individuos y de rituales de paso e iniciación en la adolescencia. Su problema es que estos valores se enfrentan a la perdida de otros valores irrecuperables en tanto que como ciudadano de un país occidental ya no puede recuperar sino regresando a otro lugar radical: allí donde pueda sentirse parte de algo aunque sea para morir, pues morir y matar tienen más significado que cualquier otra cosa.
El cierre cognitivo ha concluido su proceso provocando un sentimiento de pletórico sentido
paranoide

La cara oscura de la afiliación.-
La oxitocina es la hormona de la afiliación pero no todo es amor y buen rollo en la afiliación. El lector puede consultar en este post los experimentos de de Dreu con la oxitocina. La conclusión es que  se trata de una hormona de afiliación, si pero con lo propio. Fortalece los vínculos con el grupo o los parientes pero debilita los vínculos con los grupos extraños o ajenos. Es por eso que Carsten de Dreu ha hablado de que la oxitocina en realidad es una hormona que favorece el nepotismo por un lado y el etnocentrismo por otro. El etnocentrismo es enemigo del sociocentrismo y del mundocentrismo, y mucho más de la globalización.
En un reciente articulo aparecido en la plataforma academia.edu. Jaime Bellido ha publicado un trabajo de investigación titulado “La fusión de la identidad con el grupo predice disposición al sacrificio en favor del mismo: un estudio transversal”
Las conclusiones de este articulo son las mismas a las que ha llegado de Dreu en otro ángulo: las personas  más comprometidas (fusionadas) con el grupo muestran más tendencia a sacrificarse por el grupo, incluso con la propia vida. Sin embargo:
“Se establecía un segundo objetivo que trataba de comprobar si las personas que están identificadas o fusionadas con su grupo, están más dispuestas a mantener actitudes negativas y/o realizar comportamientos en contra de otros grupos (exogrupos). Pues bien, creo que para este segundo objetivo no tenemos información suficiente que nos permita concluir la falsación de la hipótesis nula, por lo que, a mi juicio, debe quedar sin resolver”.
Dicho de otro modo, los autores no se atreven a asegurar que loa valores de sacrificio dentro del propio grupo tienen una parte oscura en tanto que favorecen también la hostilidad con grupos rivales (nosotros-ellos). Esta es en esencia la investigación de Carsten de Dreu, pero queda abierta la posibilidad de que otros factores intervengan en la hostilidad intergrupal.
Bibliografía.-
Gómez, A.
 “Las raíces de la violencia en la adolescencia. Cuando el individuo está fusionado con el grupo”
.Obtenido el 3 de diciembre de 2014 de:  http://portal.uned.es/pls/portal/docs/PAGE/UNED_MAIN/LAUNIVERSIDAD/UBICACIONES/06/DUQUE_AHUMADA/PONENCIAS%20XIX%20SEMINARIO%20DUQUE%20DE%20AHUMADA/PONENCIA%20I%20ANGEL%20GOMEZ%20GUTIERREZ.PDF.
Íñiguez, L.
 “Identidad: de lo personal a lo social. Un recorrido conceptual” 

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