Vida y obra Susan Sontag, sus dones y demonios


Apareció la primera biografía autorizada de la gran ensayista estadounidense, Sontag: Her Life and Work, de Benjamin Moser. La comenta la reconocida escritora Vivian Gornick, autora de Apegos feroces.

Vivian Gornick 06/12/2019 - 

Un hombre que fue compañero de clases de ella en la escuela primaria recuerda que un día Susan Sontag, por entonces de unos 12 años, lo abordó en el patio para preguntarle si se había inscripto en el programa para “chicos intelectualmente dotados”. Cuando él le dijo que sí, Sontag le preguntó si podía conversar con él “porque los chicos de mi clase son tan tontos que no se puede hablar con ellos”. Desde ese momento hasta el final de su vida, dos semanas antes de cumplir 72 años, Sontag sintió que mientras hubiese un igual con quien pudiera conversar, incluso si no podía hacer nada más, la vida valía la pena de ser vivida. La palabra clave aquí es “igual”.

Susan nació en 1933 en Nueva York, pero se crió en los suburbios de Tucson, Los Ángeles y otros lugares. El padre murió cuando ella tenía cinco años, dejando así que la educara una madre claramente desalmada: fría, hermosa, alcohólica; peor aún, irremediablemente burguesa. En la nueva biografía de Benjamin Moser, Sontag: Her Life and Work, nos enteramos de que muy joven, pero ya en plena posesión de un talento inclinado a los juicios despectivos, se sentía “en la villa miseria de mi propia vida”. Difícilmente sea “precoz” la palabra para lo que Susan Sontag fue.
Leía a los tres años y a los seis escribía; se graduó en la escuela secundaria a los quince y a los diecisiete se casó con un académico muy conocido. Al cabo de muchas aventuras mentales en las universidades de Chicago, Oxford y París, llegó a la ciudad de Nueva York en 1959 –ya divorciada y madre soltera– dispuesta a los veintiséis años a hacerse un lugar en un escenario cultural listo para recibir la tentativa, por parte de una crítica joven, de marcar el comienzo de “la nueva sensibilidad”, que pronto estaría proclamándose como una revolución de la conciencia.
Por mucho que adorara la alta cultura, Sontag se sintió obligada a explicar a sus mandarines este cambio radical de la sensibilidad estadounidense. Utilizando la forma de escritura que resultó ser su especialidad natural –el ensayo crítico– explicó que la práctica intelectualoide de interpretar una abstracción por medio de otra había llegado a su fin. Era la cosa en sí misma, sostenía Susan, la cosa en sus propios términos, lo que debía captar nuestra atención.
Los lectores serios –“serio” era una de sus palabras clave– debían tener en cuenta la música nueva, el arte nuevo, el apetito nuevo de experiencias directas. Tenían que consultar la sensualidad que llevaban dentro para ver más, escuchar más, sentir más.
Sontag consiguió que pensar fuera apasionante: ése fue su gran regalo al lector común. Los ensayos que constituyen la primera etapa de su carrera –que escribió hace más de 50 años– siguen vivos en nuestros días con el amor por la intelección que estuvo siempre en el corazón de su obra. Contra la interpretación, publicado en 1966, todavía proporciona un placer por leerlo que rara vez se da: no solo resulta estimulante la mente que hay detrás; el libro todo parece el testamento de una escritora en armonía con su momento.
Hacia 1968 Sontag estaba muy cerca de ser un símbolo internacional de la celebridad intelectual en su punto más respetable. Importaba también que fuera una mujer hermosa en una época en la que su belleza y su sexo la calificaban para la exótica situación de “excepción brillante”, figura digna de una exagerada consideración. Es difícil no pensar que su ascenso a la fama no hubiera sido tan notable de haber sido ella simplemente un hombre de aspecto agradable.
Por extraño que parezca, en relación con la sensualidad innata que tanto apreciaba, Susan misma parece haber sido defraudada. A lo largo de su vida se sintió toda mente y nada de cuerpo; nunca pudo establecer la diferencia entre lo que sentía realmente y lo que se suponía que debía sentir. En este aspecto le preocuparon continuamente tanto su atracción por las mujeres como su propia frialdad sexual.
Su biógrafo Benjamin Moser hace referencia a una hoja suelta en la que Sontag enumera las personas –mujeres y varones por igual, supongo– con las que se había acostado entre los 14 y los 17 años. La cantidad es 36. Una señal certera de que sentía muy poca cosa o nada. Mi sincera creencia es que se contuvo de salir del armario, hasta que lo hizo, no solo porque temía que la estigmatizaran sino porque en cuanto a su identidad sexual siempre fue una novicia.
La gente que no sabe lo que siente está poseída a menudo por una capacidad para la desinhibición que puede hacer insoportable el intercambio social. En el caso de Susan Sontag la situación podía ser mortal. Mil cuentos sobre ella describen que con frecuencia su conversación empezaba con algunos comentarios ligeramente desconsiderados que podían trepar rápidamente a un nivel de insulto que parecía demencial.
Moser menciona una cena en California en 1995 en la que, según la crítica Terry Castle, Susan hostigó verbalmente a un hombre que admiraba un ensayo de ella de treinta años atrás. ¿Por qué el tipo hacía preguntas sobre eso?, quería saber Sontag. ¿No había leído ninguno de mis otros trabajos?, quería saber. Qué estúpido de su parte traer eso a colación, sí, estúpido. De hecho, ahora que lo piensa realmente, ¿cómo pudo el tipo decir algo tan estúpido? “Nunca tendría que haber sacado el tema. Está desfasado, intelectualmente muerto.” Y siguió así, sin parar. Todo porque nunca se sintió real frente a sí misma y, por lo tanto, tampoco los demás revestían realidad para ella.
La anécdota me hizo querer reírme y llorar. En esos momentos, por doloroso que este tipo de comportamiento fuese para quienes eran su blanco inmediato, imagino a Sontag inconsciente, encerrada en un aislamiento frío y duro en torno a un corazón que ha perdido la esperanza de la conexión. La definición misma de exilio espiritual.
La cuestión acerca de qué es real y qué irreal –filosóficamente o con los pies sobre la tierra– está detrás de casi todo lo que Sontag escribió, ya fuera sobre escritores o filósofos, políticos o estetas, la enfermedad o la fotografía. Durante períodos de activismo político que la llevaron a zonas de guerra verdaderas –Vietnam y Sarajevo– se sintió en efecto directamente en contra de ella misma y pudo hacer causa común con todos aquellos a su alrededor que sentían lo mismo.
No obstante, nada –ni la guerra, ni el nuevo amor ni sus treinta años de lucha contra el cáncer– podría inducirla a redactar un fragmento mediante la utilización de su propia experiencia inmediata. Si bien siempre fue lo abstracto más que lo concreto lo que encendía su imaginación literaria –el teórico político Herbert Marcuse dijo una vez de Susan, en tono desdeñoso: “Puede crear una teoría a partir de una cáscara de papa”– fue esta misma pasión por la experiencia de lo abstracto lo que le proporcionó los temas a partir de los cuales glorificó una forma que había sido largamente desdeñada.
Pero lo cierto es que el poder generador del ensayo intelectual abandonó a Sontag a mediados de su vida y entonces, desesperada por rejuvenecer su obra, dio un giro (en opinión de esta crítica) decididamente equivocado. En su juventud había escrito dos novelas abstractas y después dejó de lado ese género.
Más adelante, en los años 90, decidió volver a la ficción y publicó dos novelas históricas, El amante del volcán y En América. En cada uno de estos libros la escritura es elegante y original, por momentos hasta brillante, pero no alcanza a bajar a la página una experiencia sentida. La única cosa que Susan anheló a través de los años –hacer arte– estaba más allá de sus facultades.
La biografía de Benjamin Moser constituye un libro de investigación hábil, vivaz, prodigioso, que en general ni encubre ni reprocha al personaje real: se esmera por hacer que el lector vea en Sontag a la persona profundamente compleja que fue. Pero Moser no la ama, y esta ausencia de conexión emocional plantea un problema serio para el libro. Debe existir un flujo fuerte de comprensión, vibrante, inclusive misterioso, entre el escritor y el personaje –por más antipático que el personaje pueda resultar– para escribir una biografía notable. Y me temo que esta biografía no lo es.
Durante el transcurso de las más de 800 páginas, Moser (que también escribió una biografía de Clarice Lispector) describe en detalle cada relación amorosa de Sontag, cada posición intelectual que adoptó, cada personalidad famosa que conoció, cada premio y galardón que recibió. La elogia por lo que es elogiable y, más o menos, la responsabiliza por lo que no lo es. Pero me impresiona que por no confiar en sus propias sensaciones no logre explorar todo lo que querríamos.
Hay momentos en que esta timidez de Moser distorsiona sus párrafos dándoles formas definitivamente extrañas. Por ejemplo, en su famoso ensayo sobre la pornografía, Sontag urde construcciones teóricas tan prolongadas que a menudo parecen distar mucho de cualquier cosa que se parezca a la experiencia verificable.
Así es como Moser trata esa dificultad: en un párrafo solo nos dice que Sontag escribe “La pornografía consiste, en última instancia, no en sexo sino en muerte”. Después Moser escribe “Parece cuestionable: la pornografía, al menos para la mayoría de la gente, consiste en sexo”. Pero si se lo piensa, dice, “la etimología relaciona la pornografía con los temas más vastos de la obra de Sontag. En griego, pornografía significa ‘representación de prostitutas’. Y no son las prostitutas sino su representación lo que relaciona la pornografía con la muerte. Las representaciones –imágenes– muestran vidas hacia su destrucción”. ¿Sí?
Si alguna otra queja tengo acerca del libro es que psicológicamente es algo reduccionista. Repetidas veces vuelve a la influencia negativa de la madre alcohólica –como si crecer siendo hija de una alcohólica pudiera explicar a una Susan Sontag– y, también repetidas veces, hace hincapié en la fama que más que gratificarla la acosó, sin dejar nunca que sus demonios descansaran. En cierto sentido, ninguna de estas exploraciones deja que Moser llegue más hondo. Como contrapartida, escribe vívidamente sobre una mujer de muy diversos atributos, decidida a dejar una marca en su época. Y nos hace sentir visceralmente qué grandes fueron sus atributos, la arrogancia, la inquietud, y su alcance. No es poca cosa.
© New York Times
Traducción: Román García Azcárate

Susan Sontag ante Diane Arbus y entre mujeres excepcionales

Las implacables de Deborah Nelson presenta sugestivos ensayos sobre la conexión entre la crítica y la fotógrafa estadounidenses, y sobre Hannah Arendt, Simone Weil, Mary McCarthy y Joan Didion.

Retrato de Sontag con su hijo, el hoy respetado ensayista David Rieff, fotografiados por Diane Arbus en Nueva York en 1965.


Sus retratados miran a cámara amenazante o cortésmente resignados, son ellos los que apuntan: a la fotógrafa y, al mismo tiempo, al desconocido que los contemplará con impunidad. Se saben frágiles candidatos a inmortales. “Son personajes de un cuento de hadas para adultos”, decía Diane Arbus de sus enanos, gigantes, maltrechos, prostitutas, retardados.
Habría que tocarle la puerta a un Werner Herzog para dar con familias emparentadas. Desafían, como los muertos enmarcados, a sostenerles la mirada. Dan la sensación de que la fotógrafa debía salir de foco para volver a hacer foco con el fin de verificar que la primera impresión fue justa, tal su perturbación. Hay en sus niños, hombres y mujeres una tenacidad y una orfandad inquebrantables. Y una extrañeza (hoy atenuada) que invita a jugar el juego de los susceptibles: mirar y no mirar.
Su elenco cubre todo el espectro: infancia, juventud y vejez. Arbus es experta en retratar edades (el estado mítico de una edad y sus deformaciones). Tentada por concentrarse en dos centros en el instante de la foto, se especializó en parejas (con un modo inverosímil de competir por la atención de la fotógrafa: sin actuar). Igual que las máscaras y antifaces que usan muchos en su nómina de desterrados, parecen estar mofándose de su arte, de su vano intento por captar lo que la psicología simplificada –que está del otro lado de sus vidas– llama una identidad.
En 1972, el MOMA de Nueva York montó una retrospectiva de Arbus que despertó el ojo crítico de Susan Sontag en toda su fastuosa ambigüedad. Las luces y sombras y entrelíneas de esa reacción están registradas en Las implacables de Deborah Nelson, un libro de amistades reales y virtuales entre Arbus, Sontag, Hannah Arendt, Simone Weil, Joan Didion y Mary McCarthy (cuya especialidad fueron, precisamente, los retratos de grupo). Un entramado de nombres y un entretejido de obras de mujeres porfiadas, intransigentes, de precaria fortaleza.
Uno de los centros posibles de esa seductora telaraña lo tienden Arbus y Sontag, y Nelson recuerda que fue la exhibición póstuma de la primera la que dio pie al clásico instantáneo Sobre la fotografía de la segunda, y repasa los términos de ese vaivén, que resuena en otros hilos de Las implacables. Una crítica que le lanzó a un colega demuestra que Arbus era perfectamente consciente del riesgo que asumía al inclinarse por esas criaturas: “El sujeto es mejor que la fotografía”.
Lo que Sontag no anticipó, y Nelson no subraya, es que en estos 50 años el tiempo modificó esas fotos juzgadas y redujo la graduación de su anomalía: hoy son igualmente tristes pero menos excéntricas, menos impactantes, sus protagonistas menos bizarros. Los méritos de Las implacables son otros, y no son pocos. Nelson lee y conecta, coteja y hermana.
Demasiado encandilada por la redondez de una oración, Sontag perseguía un solo objetivo –ser invariablemente brillante– y muy a menudo lo lograba. Pero a veces ese método la llevaba a montar una especie de sentenciosa autoridad, por medio de frases fuertes que la obligaban a inferir falacias: “Arbus fotografía a gente con diversos grados de inconsciencia en relación a su dolor, su fealdad”. El sufrimiento, la desdicha y sus registros, el autoborramiento (en Arbus, en Weil), la distorsión de la empatía y la compasión (y la autocompasión en Didion) son las materias rendidas por este plantel de primas adoptivas.
Sontag nunca optó por el camino fácil: hablar bien de fotografía es como pescar el modo de escribir sin escribir. Caminar por fuera del perímetro de un jardín en el que dos hermanas gemelas no hacen nada por esconder sus ojeras (de tanto mirar, de tanto hablar entre ellas en un cuarto oscuro la noche anterior).
Las implacables, Deborah Nelson. Trad. Teresa Arijón. Monte Hermoso Ediciones, 328 págs.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/susan-sontag-diane-arbus-mujeres-excepcionales_0_utk-0uO7.html

Fotos de Diane Arbus 















El hombre presente según Ronald D. Laing (Beppe Fragomeni)


(Pistas tomadas libremente de La politica dell'esperienza , Feltrinelli Editore, Milán, 1968).

Es necesario pretender que con este breve informe no pretendemos presentar una sisntesi del trabajo de Laing, sino destacar un rasgo particular de esto, hasta ahora ignorado por sus comentaristas: este famoso psiquiatra, este psicólogo y escritor conocido en todo el mundo. , coloca las más altas doctrinas espirituales como la base de sus teorías médicas. No se pretende proponer un solo caso; sin embargo, este es un caso muy raro, ya sea por el dominio que muestra en el uso de las doctrinas tradicionales, o por haber pensado en presentarlas en esta clave: ¡ las raíces de la vida para reorganizar la vida! Por lo general sucede lo contrario; y es cuando el estudiante de las cosas espirituales busca la confirmación de sus teorías en ciencias particulares. Ahora, aunque parezca inactivo, parece justo señalar que si bien la espiritualidad tiende a la unidad, las ciencias particulares tienden a dividirse, teniendo como datos fundacionales el análisis más preciso de lo que existe. Laing, por lo tanto, desvía su atención de la esfera social (externa), a la cual los estudiosos de su disciplina tienden a normalizar a sus pacientes, al "fondo del alma humana", a las raíces de la vida, donde, para los místicos. , Dios mismo habita y reina, como Lucas dice: ".El reino de Dios está dentro de ti" (17, 21); "Más bien busca el reino y el resto se te dará más" (12, 33).
     
                       El exterior, separado de toda iluminación proveniente del interior, vive en la oscuridad; la nuestra es una era de oscuridad: vivir en la oscuridad de la exterioridad es vivir en un estado de pecado, es decir, de alienación, de alejamiento de la luz interior
                                                                                                        RDLaing


Este libro comienza y termina con el tema de la persona.

¿Son los seres humanos capaces de ser una persona hoy?
¿Puede un ser humano realmente ser él mismo con otro hombre o mujer?


Antes de estar en condiciones de hacer una pregunta en octubre de la mística como la siguiente: "¿Qué es una relación entre las personas" Debemos que nos preguntamos si es posible una relación entre las personas; o, mejor, si, en nuestra situación actual, las personas son posibles.
Lo que nos interesa es la posibilidad del hombre, pero esta pregunta solo puede formularse en sus diversos aspectos: ¿es posible el amor? ¿Es posible la libertad?


De la voz de la persona,   el "Oxford English Dictionary"   ofrece ocho significados: - parte sostenida en una obra de teatro, o en la vida real - individuo de la raza humana - cuerpo de un ser humano vivo - individuo humano o persona jurídica o entidad legal con derechos y deberes reconocidos por la ley - en teología, cada una de las tres partes de la trinidad de Dios - en gramática, cada una de las tres clases de pronombres y las distinciones correspondientes en las formas verbales que sirven para denotar a la persona que está hablando , es decir, en primera persona, segunda persona, tercera persona, etc. - en zoología, cada individuo de un grupo o una colonia, cada espécimen individual.
Como estamos tratando con seres humanos aquí, los dos significados que más nos preocupan son los de la persona como personaje, máscara, papel teatral y en persona como el ser real .


Ya sea que todos los seres humanos, o solo algunos, o ninguno sean personas, deseo definir a la persona de una manera doble:
·      En términos de experiencia como centro de orientación del universo objetivo;
·      En términos de comportamiento como el origen de los actos.
La experiencia personal transforma un campo determinado en un campo de intenciones y acción: nuestra experiencia solo se puede transformar a través de la acción.

Es tentador y fácil considerar a las "personas" solo como objetos separados en el espacio que pueden estudiarse como cualquier otro objeto natural. Pero como Kirkegaard observó que no se puede encontrar la conciencia analizando las células cerebrales bajo el microscopio, por lo que no se puede encontrar a las personas si se estudian como meros objetos.

Una persona es ese yo o ese usted, ese él o ella de quien se experimenta un objeto
¿Estos centros de experiencia, estos orígenes de los actos viven en mundos totalmente ajenos a su composición privada?
En este punto, todos deben referirse a su experiencia personal. Mi experiencia y mi acción se implementan en un nivel social de interacción e influencia mutua.
Experimentarme, identificable como Ronald Laing por mí y por otros, como el objeto de la experiencia y los actos de otros, y que se refiere a esa persona a la que llamo "yo" como "usted" o "él", o que es parte de un grupo como "uno de nosotros", "uno de ellos" o "uno de ustedes".

Esta característica de las relaciones entre personas no es el resultado de la correlación del comportamiento de los objetos no personales. (...)
Se puede ver a las personas durmiendo, comiendo, caminando y hablando, etc. de maneras relativamente predecibles. No debemos estar satisfechos
solo una observación de este tipo. La observación del comportamiento debe extenderse por medio de inferencias para deducir atributos sobre la experiencia. Y solo cuando podemos hacer esto podemos realmente comenzar a construir ese sistema de experiencia y comportamiento que es la especie humana.

El hombre de hoy vive un estado de alienación "normal" del ser interior a favor de una exterioridad falsa y oscura.
El ser y el no ser constituyen el tema central de todas las filosofías, tanto orientales como occidentales: estas dos palabras no representan arabescos verbales, fatuos e inofensivos, que en el oficio de filosofar las décadas.

Tenemos miedo de abordar la falta inconmensurable e insondable de fundamento de todo, pero "no hay nada que temer" (..)

Nosotros experimentamos los objetos de nuestra experiencia como por ahí en el mundo; El origen de nuestra experiencia parece estar fuera de nosotros mismos.
En la experiencia creativa, el origen de las imágenes, formas, sonidos, lo experimentamos como algo interno y más allá de nosotros mismos : los colores provienen de una fuente de pre-luz en sí misma oscura, los sonidos del silencio, las formas de lo sin forma.

Esta luz preexistente, este pre-sonido, esta preforma, no son nada, sin embargo, constituyen el origen de todas las cosas creadas.

Estamos separados y unidos físicamente: las personas, como seres con un cuerpo, se relacionan entre sí en el espacio; y también estamos divididos y unidos por nuestros diferentes puntos de vista, por la diversidad de la educación, el medio ambiente, la organización social, por la adhesión a grupos, asociaciones, ideologías, intereses socioeconómicos de clase y por diferentes temperamentos.

Estas "cosas"  de naturaleza social que nos unen son al mismo tiempo muchas cosas, al igual que muchas ficciones sociales que nos separan.

Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos dejar de lado todas nuestras necesidades y contingencias y revelarnos mutuamente nuestra presencia desnuda? 
Si eliminamos el medio de todo, toda la ropa, máscaras, muletas, el truccature, y proyectos conjuntos, y esos juegos que nos fo r ne el pretexto para las circunstancias disfrazados de una serie de reuniones a nivel humano, si nos podían cumplir realmente , Si ocurriera tal evento, una feliz coincidencia entre los seres humanos, ¿qué nos separaría entonces?
Somos seres entre los  cuales no hay nada, no hay nada para unirnos, nada. Lo que realmente existe entre nosotros no se puede expresar con el nombre de las cosas que se interponen en el camino. El fra  es en sí mismo una nada.

Si dibujo una figura en una hoja de papel, realizo un acto que elijo según la experiencia de mi situación; ¿Qué tengo experiencia haciendo y cuál es mi intención?
Trato de expresarle algo a alguien (comunicación), estoy reconstituyendo los elementos de algún mosaico interior caleidoscópico (invención), ¿estoy tratando de revelar los personajes del nuevo Gestalten que emerge (revelación)?
¿Me sorprende que aparezca algo que no existía antes, y que estas líneas no existían en el papel antes de ponerlas allí? En este punto nos estamos acercando a la experiencia de la creación desde la nada.
Lo que se llama un poema es quizás una mezcla de comunicación, invención, fertilización, revelación, producción, creación. A través de la disputa de intenciones y motivos, ocurrió un milagro, hay algo nuevo bajo el sol; El ser ha surgido del no ser, un manantial ha surgido de una roca.

Nada hubiera pasado sin el milagro.

Las máquinas ya se están volviendo más capaces de comunicarse entre sí que los seres humanos.
La situación se vuelve cómica: el interés por la comunicación en sí mismo está creciendo y el interés por comunicarse disminuye.

No estamos muy interesados ​​en las experiencias de "llenar un vacío" en una teoría o conocimiento, en cerrar una falla, en llenar un espacio vacío:  no se trata  de poner algo en  nada, sino de crear algo de la  nada, ex nihilo . La nada de la que emerge la creación, en su mayor pureza, no es un espacio vacío, o un espacio vacío de tiempo.

Lleguemos al no-ser, nos encontramos fuera del alcance de lo que el lenguaje puede afirmar , pero podemos indicar , por medio del lenguaje, por qué el lenguaje no puede decir lo que no puede decir. No puedo decir qué es indescriptible, pero los sonidos pueden hacernos escuchar silencio. Permaneciendo dentro de los límites del lenguaje, es posible hacer que la gente entienda cuando la elipsis es necesaria ... Y sin embargo, al hacer uso de una palabra, una letra, un sonido, OM, uno no puede prestar un sonido al silencio o al nombre. el innombrable.

Ese silencio que precede a la formación y se expresa dentro y a través del lenguaje no puede ser expresado por el lenguaje; pero el lenguaje puede usarse para decir lo que no puede decir, a través de sus intersticios, su vacío y deficiencias, a través de la estructura de palabras, sintaxis, sonidos y significados. Las mutaciones de tono y volumen delinean una forma precisa sin proporcionar la información que falta en los espacios entre las líneas, pero sería un grave error intercambiar las líneas por la forma o la forma con lo que representa.

La frase "el cielo es azul" nos informa que hay un sustantivo "cielo" que es "azul". Esta secuencia de sujeto-verbo-objeto, en la que "es" actúa como una cópula que une el cielo y el azul, constituye un nexo de sonidos, sintaxis, signos y símbolos en los que estamos inquietos elegantemente y que, al mismo tiempo que pasa por alto ese inefable cielo-azul-cielo, nos separa de él. El cielo es azul y el azul no es cielo, entonces el cielo no es azul. Pero cuando decimos "el cielo es azul", también decimos "el cielo" "es": el cielo existe y es azul.
El "es" sirve para unir todo y al mismo tiempo no es ninguna de las cosas a las que se une.

Ninguna cosa unida por el "es" puede calificarse como "es"; el "es" no es esto, ni lo otro, ni nada, y sin embargo condiciona la posibilidad de todo. El "es" es aquello para lo que todo es; como no es nada, es para lo que son todas las cosas. Y lo que condiciona la posibilidad de que todo sea es que está relacionado con lo que no es.
Esto equivale a decir que la base del ser de todas las cosas es la relación que existe entre ellas; Esta relación es el "es", el ser de todo, y el ser de todo no es nada en sí mismo.

El hombre crea trascendiéndose a sí mismo revelándose a sí mismo, pero lo que crea, a partir del cual comienza y al que llega, arcilla, florero y alfarero, siempre es no yo: él es el testigo, el medio, el pretexto de un evento que el Lo creado se manifiesta.

El hombre no se dedica esencialmente al descubrimiento, a la producción, ni siquiera a la comunicación e invención de lo que encuentra:  su acto es permitir que el ser emerja del no ser.

La experiencia de ser realmente el vehículo de un proceso creativo continuo va más allá de las depresiones, persecuciones o vanagloria, más allá del caos y el vacío, dentro del misterio de ese continuo avance del no ser en el ser. y puede ser la ocasión de esa gran liberación que pasa de tener miedo a la nada a saber que no hay nada de qué temer.

En nuestra alienación "normal" del ser, una persona que es peligrosamente consciente del no ser de lo que confundimos ser   (las pseudo-necesidades, los pseudo-valores, la pseudo-realidad de ese engaño endémico de opiniones sobre el vida, muerte, etc.) nos proporciona, en la era en que vivimos, esos actos creativos que despreciamos y que necesitamos extremadamente.

Las palabras de una composición poética, los sonidos en movimiento, el ritmo que marca el espacio, son intentos de recuperar un significado personal y encerrarlo en un tiempo y espacio personal, fuera de los espectáculos y sonidos de un mundo despersonalizado y deshumanizado;  son cabezas de puente arrojadas al territorio enemigo , son actos insurreccionales.
Su fuente es ese silencio que está en el centro de cada uno de nosotros . En cualquier momento o lugar, tal constelación espacial o de sonido se establece en el mundo externo, la fuerza que contiene genera nuevas líneas de fuerza cuyos efectos se sienten durante siglos.
El aliento creativo "proviene de una región del hombre en la que el hombre no puede descender, incluso si Virgil mismo lo acompaña, porque Virgil no podría ir allí".
Esta región, la región de la nada, del silencio del silencio, es el origen: olvidamos que estamos allí por completo y en todo momento .

No es de extrañar que los arabescos que materializan misteriosamente verdades matemáticas que muy pocos puedan ver, tan hermosos y refinados como son, son la torpeza de un hombre que está a punto de ahogarse.

Los problemas que nos conciernen aquí son solo los del ser y el no ser, de la encarnación, del nacimiento, de la vida y la muerte.

La creación ex nihilo se ha considerado imposible incluso para Dios, pero estamos lidiando con milagros. Debemos escuchar, como dice Lorca, la música de las guitarras de Braque.

Para un hombre alejado de su fuente interna, la creación nace de la desesperación y termina en un fracaso ;  pero este hombre no ha recorrido el camino que lleva al final del tiempo y el espacio, al final de la oscuridad y la luz: no sabe que donde terminan todas estas cosas, allí comienzan.

Propongo (ahora) buscar la razón del estado de confusión en el que vivimos, en una oración de Heidegger:

                       "Lo terrible ya ha sucedido". (...)

Ya nos ha sucedido a todos: estamos en un mundo en el que el interior ya está separado del exterior.
Ciertamente no puede suceder que el interior se vuelva exterior y el interior exterior solo gracias al redescubrimiento del mundo "interior": constituye solo un comienzo.

Somos una generación entera de seres humanos tan alejados del mundo interior que hay muchos que afirman que no existe y que, incluso si existe, no vale la pena cuidarlo; que, incluso si tiene algún significado, no está hecho de material científico sólido y, por lo tanto, es necesario hacerlo sólido, medirlo y calcularlo; cuantificar el éxtasis y la agonía del corazón en un mundo donde, quand'a n que el mundo interior se descubrió por primera vez, no puede dejar de sentir engañados y sin ayuda, ya que sin el mundo exterior interior pierde todo significado y sin el exterior el interior pierde toda la realidad.

Necesitamos aprender sobre las relaciones y las comunicaciones, pero estos patrones de comunicación perturbados reflejan el desorden de nuestros mundos personales de experiencia en cuya represión se basa nuestra civilización.

Cuando sucede que nuestros mundos personales se redescubren y se les permite recomponerse, descubrimos en el primero un desastre :
- medio cadáveres, genitales disociados del corazón, corazones separados de la cabeza, cabeza separada de los genitales. Sin unidad interior, solo un sentido de continuidad, suficiente para afirmar la identidad , este objeto moderno de idolatría . Cuerpo, mente, espíritu, separados entre sí por contradicciones internas, arrojados en diferentes direcciones; El hombre se separó de su mente e igualmente se separó de su propio cuerpo, una criatura medio loca en un mundo loco.

Cuando lo Terrible ya ha sucedido, no podemos esperar otra cosa que no sea que el Objeto se   convierta en un eco externo de la destrucción que ya ocurrió internamente.

Para racionalizar nuestra devastación con una conciencia falsa y adicta, y para eliminar nuestra capacidad de ver claramente lo que está frente a nosotros e imaginar un poco más allá, tuvimos que destruir nuestra capacidad mental.

Comenzamos a hacerlo con niños; es necesario capturarlos a tiempo: sin el lavado de cerebro más completo y rápido, sus sucias mentes verían claramente en nuestro tráfico sucio. Los niños aún no son estúpidos, pero los hacemos tontos como nosotros, preferiblemente con altos cocientes de inteligencia.

Desde el momento del nacimiento, cuando un niño de la Edad de Piedra se encuentra frente a una madre del siglo XX, el niño está sujeto a esas restricciones ejercidas con violencia, que se llaman amor, como lo fueron su madre y su padre. , y sus padres, y los padres de sus padres. Estas presiones están destinadas precisamente a destruir la mayor parte de su potencial, una empresa que, en general, está coronada con éxito: en un momento en que el nuevo ser humano tiene unos quince años, nos encontramos con un ser similar a nosotros, con un criatura semi-loca, más o menos integrada en un mundo loco. Esta es, en nuestros tiempos, la norma ( estamos distantes de la psicología que, en cambio, busca la normalización del hombre en este mundo).

El amor y la violencia, estrictamente hablando, son polaridades opuestas. El amor permite que otros vivan, pero con interés y apego; La violencia intenta limitar la libertad de los demás, obligar a otros a actuar como queremos, pero en última instancia, con indiferencia e indiferencia hacia la existencia y el destino de los demás.

Con esta violencia enmascarada por el amor estamos logrando destruirnos.

(...) En muchos escritos contemporáneos sobre el individuo y la familia partimos del supuesto de que existe una confluencia no del todo ardua, por no mencionar una armonía preestablecida, entre la naturaleza y la educación. Las concesiones pueden ser necesarias en ambos lados, pero todo va bien para aquellos que solo piden seguridad e identidad (...).

(En la familia) el idioma es el de una junta directiva. Por ejemplo: “La madre puede invertir adecuadamente todas sus energías en el cuidado del niño cuando el padre proporciona la base económica, la posición social y la protección de la familia. Además, puede limitar mejor la carga psíquica de sus instintos maternos hacia su hijo si su marido satisface sus necesidades como mujer ".
"La metáfora económica cae por cierto: la madre" invierte "en su hijo. Pero lo que más ilumina es la función del padre, que debe proporcionar la base económica, la posición social y la protección, en el orden ".

Con frecuencia se menciona la seguridad y la estima de los demás. Se supone que, como razón de la vida, uno debería querer "obtener el placer de la estima de los demás", de lo contrario es un psicópata ( T. Lidz, La familia y la adaptación humana, Londres 1964)

"En cierto sentido, estas afirmaciones son ciertas: describen a la criatura asustada, domesticada y abyecta que se nos exhorta a ser si queremos ser normales , ofreciéndose mutuamente protección contra nuestra propia violencia ; la familia como "raqueta de protección".

Visto en estos términos, "la función de la familia es repeler a Eros, producir una falsa sensación de seguridad, negar la muerte evitando la vida, deshacerse de la trascendencia, hacer creer a la gente en Dios evitando la experiencia del Vacío, para crear, en resumen, el hombre con una dimensión; para alentar el respeto, el conformismo, la obediencia, poner a los niños fuera de acción, inculcar el miedo al fracaso, estimular el respeto por el trabajo (como fuente de ingresos), provocar el respeto por la "respetabilidad" (ganado según criterios anteriores).

Al hacerlo, "los hombres no se convierten en lo que la naturaleza (y Dios) los ha destinado a ser, sino en lo que la sociedad hace con ellos ...
Los sentimientos generosos son, por así decirlo, marchitos, cauterizados, desgarrados, amputados para que nos adaptemos a nuestro enfoque con el mundo (nunca con Dios), un poco como hacen algunos mendigos con sus hijos: los mutilan y los mutilan para que se ajusten. a su futura posición en la vida ".

                      
                       "Están jugando un juego
                       Están jugando no jugando un juego.

                       Si les muestro que los veo jugar,
                       Romperé las reglas y me castigarán.

                       Tengo que jugar su juego
                       no para ver que veo el juego ". 


La familia es ante todo el instrumento más utilizado para lo que se llama socialización, y consiste en hacer que cada nuevo recluta de la raza humana se comporte y experimente sustancialmente de la misma manera que aquellos que ya han estado en el mundo.

 Todos estamos reducidos a los  niños de la P rofezia invertida que han aprendido a morir en S pirito y a renacer en el carnaval.

Esto también se llama vender los derechos del derecho de nacimiento para un plato de lentejas ".

Nuestras acciones corresponden a nuestra experiencia del mundo : nos instalamos a la luz de lo que creemos que una situación implica o no implica; es decir, cada uno trata más o menos con la ontología, tiene opiniones personales sobre lo que es y lo que no.
(Por lo tanto) la fuente no se ha agotado, la llama aún brilla, el río continúa fluyendo, la fuente fluye, la luz no se ha desvanecido.

Pero entre nosotros y Dios hay un velo tan grueso como cinco metros de concreto reforzado sólido: Deus absconditus, es decir, Dios a quien hemos escondido.

Debemos intentar, a nivel intelectual, emocional, interpersonal, organizativo, intuitivo, teórico, abrirnos paso con dinamita a través de este muro masivo: en este lado del muro no hay certezas ni garantías (...).

Vivimos en un mundo en la tierra: para adaptarse a él, el niño abdica del suyo. L'enfant abdique son extase, Mallarmè).
El verdadero equilibrio implica de una forma u otra la disolución del ego normal, de ese falso yo que se adaptó hábilmente a nuestra realidad social ajena.

La mayoría se experimenta a sí misma y a los demás de una manera que definiré como egoica : es decir, experimentan el mundo y a sí mismos sobre la base de una identidad sólida, de un ego  opuesto a un  , en un tejido de ciertas estructuras fundamentales de la sociedad. espacio y tiempo, compartido por los otros miembros de su sociedad.

Esta experiencia anclada a la identidad, ligada al espacio-tiempo, ha sido estudiada en términos filosóficos por Kant, y luego por fenomenólogos, por ejemplo. por Husserl y Marleù-Ponty.

Su relatividad histórica y ontológica es algo que cualquier estudiante de la situación humana puede comprender plenamente; su relatividad cultural, económica y social se ha convertido en un lugar común entre los antropólogos e incluso en una banalidad para marxistas y neomarxistas.

Y, sin embargo, debido a las confirmaciones y consentimientos que brinda entre nuestros semejantes, nos da una sensación de seguridad ontológica cuya validez, según lo que experimentamos, es autosuficiente, a pesar del hecho de que conocemos bien, a través de la metafísica, la historia , ontología, economía social y el estudio de la civilización, ya que este valor aparentemente absoluto no es más que una ilusión.

El hecho es que todas las religiones y todas las filosofías de la existencia están de acuerdo en decir que esta experiencia egoica es una ilusión preliminal, una cortina, un velo de Maya: es un sueño para Heráclito y para Lao-tse, constituye la ilusión fundamental de todo el budismo, un estado de sueño, de muerte, de locura socialmente aceptada, un estado intrauterino en el que uno muere y del que debe nacer ”.




Ahora, para terminar, dos poemas de .Laing.



Primera pista

                      
                       "Aunque innumerables seres han sido conducidos al Nirvana
                       ningún ser ha sido llevado al Nirvana

                       Antes de pasar la puerta
                       también se puede saber que hay una puerta

                       Uno puede pensar que hay una puerta para cruzar
                       y lo buscas por mucho tiempo
                       sin encontrarlo

                       Se puede encontrar
                       y puede ser que no se abra

                       Si se abre puedes cruzarlo

                       pasar por esa
                       vemos que la puerta que se ha cruzado
                       fue el ego el que lo cruzó

                       Nadie ha pasado por la puerta
                       no había puerta para cruzar
                       nadie ha encontrado una puerta para cruzar
                       nadie ha encontrado una puerta
                       nadie ha entendido que alguna vez hubo una puerta.


Con este pasaje niega la realidad ontológica al ego y la importancia de sus bloqueos psicológicos: para el espíritu, "sin ego", "sin puerta", sin distancia para llenar.



Segunda pista

                      
                       En general

                       cada hombre en todos los hombres
                       todos los hombres en cada hombre
                      

                       Todos los seres en cada ser
                       cada ser en todo ser

                       Todas las cosas en cada cosa
                       cada cosa en todas las cosas

                       Todas las distinciones son mentes,
                       con la mente
                       de la mente
                       Sin distinciones no hay mente para distinguir ".

                      

El ser, como nexo, mantiene "todo en Dios". Las distinciones racionales (que afirmarían estructurar incluso el nirvana - estado de felicidad - con puertas y caminos obligados), no pueden estar de acuerdo con el hombre espiritual porque aún lo empujarían hacia la herejía de una visión unilateral entendida como todo.

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“Estamos viviendo en una ´epoca cuyos principios cambian continuamente y cuyos cimientos se tambalean. Quiz´a siempre ha sido as´ı, pero no puedo hablar de, otros tiempos y lugares. Lo que si sabemos es que actualmente est´a ocurriendo esto.” 
R.D. Laing.


 R.D. Laing. Ronald D. Laing pertenece a la corriente denominada “antisiquiatrıa”, otro de cuyos principales exponentes es su colega David Cooper. Sus planteamientos constituyen una crıtica de la sociedad a través del cuestionamiento de las terapias psicoanalíticas tradicionales; lo que ponen en duda es en ´ultima instancia la concepción´on del hombre que fundamentan dichos “medios de curación” y por lo tanto los conceptos de “normalidad” y “anormalidad” que se manejan."