La actriz y cantante francesa en la posguerra fue considerada "musa de los existencialistas" por el misterio que rodeaba su imagen esbelta.
La actriz y cantante francesa Juliette Gréco, que en la posguerra fue considerada "musa de los existencialistas" por el misterio que rodeaba su imagen esbelta, casi siempre entubada en un vestido negro, y la sensualidad innegable de su voz, cumplirá 90 años este martes 7 de febrero, en su refugio parisino junto a su esposo, el músico Gérard Jouannest, ya lejos del mundo y los personajes que le rindieron honores. Nacida como Marie-Juliette Gréco en Montpellier, departamento de Hérault, cerca del Mediterráneo, el 7 de febrero de 1927, era hija de un padre corso y de una madre que participó en la Resistencia y la abandonó cuando ella tenía 19 años para radicarse en Indochina, entonces un protectorado francés.
Radicada en el barrio parisino "clave" de Saint-Germain-des-Prés en 1946, con un país todavía herido por la guerra y la aún reciente ocupación nazi, no tuvo dificultades para vincularse en los cafés con gente como Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau y Boris Vian y llamar la atención del músico Miles Davis, con quien bebió conocimientos sobre el jazz y otras materias.
Como se consideraba antes que nada actriz -había rodado "Cautivas del destino", de Julien Duvivier, y "Orfeo", de Cocteau-, tuvo cierta resistencia a incursionar en el canto y se dice que fueron Sartre y la escritora Anne-Marie Cazalis quienes la convencieron de hacerlo, aunque debieron conseguirle un repertorio a su gusto, ya que Juliette deploraba el tipo de canciones que escuchaba por la radio, con excepción de las de Yves Montand.
jazzman Miles Davis, l’un des grands amours de sa vie. |
Quizá sin darse cuenta, Gréco y su mentor inauguraban un nuevo momento de la música gala: con la ayuda del músico Joseph Kosma crearon canciones sobre poemas de Raymond Quenaeu ("C'est bien connu"), del uruguayo-francés Jules Laforgue ("L'éternel féminin", todo un clásico) y hasta del propio Sartre ("La rue des blancs manteaux", sobre un poema incluido en "A puerta cerrada").
Sus primeras actuaciones fueron en el cabaret Le Boeuf sur le Toit durante 1949 y el éxito no se hizo esperar; en 1950 ganó el premio de la industria francesa del disco por "Je hais les dimanches" (Odio los domingos) y dos años después se integró a la revista "April in Paris", que recorrió Estados Unidos y Brasil y contribuyó a la fama de su estilo lánguido, que se destacaba en medio de plumas y cuerpos semidesnudos.
En 1965, durante una cena organizada por Télé7jours, se enamoró de Michel Piccoli , quien sería su esposo hasta 1977. |
En 1954 ya estaba consagrada y su debut en el Olympia de Paris sirvió para confirmarlo, tras lo cual comenzó a buscar nuevos músicos y compositores que respondían a los nombres de Jacques Brel, Léo Ferré y Serge Gainsbourg, quienes luego tuvieron sus propias carreras y reconocimientos.
El cine la contuvo en algo más de una veintena de títulos, aunque nadie supo preservar su misterio y su "sex appeal" como lo hizo el maestro Jean Renoir en "Las extrañas cosas de París" (Elena et les hommes, 1956), donde personificó a una gitana que además cantaba.
Nunca tuvo papeles protagónicos -en algunos casos fue segunda, como en "Una grieta en el espejo" (1960), junto a Orson Welles- pero su imagen jamás pasó inadvertida, como sucedió en "Cuando leas esta carta" (1953), de Jean-Pierre Melville, "Secuestro de mujeres" (1956), "Y ahora brilla el sol" y "Bonjour tristesse" (1957), de Otto Preminger, "Las raíces del cielo", de John Huston, y "Semillas de pasión" (1958), "Torbellino de pasiones" (1959), "La cabaña del Tío Tom" (1965) y "La noche de los generales" (1967), de Anatole Litvak, junto a Peter O'Toole y Omar Shariff.
Estuvo casada con los actores Philippe Lemaire (1953-1956), padre de su hijo Laurence-Marie, y Michel Piccoli (1966-1977) y desde 1988 comparte el techo con Gérard Joaunnest, hombres realmente afortunados, y se le atribuyeron romances con Miles Davis, el escritor británico Patrick Leigh Fermor y el productor Darryl F. Zanuck.
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