Existen
testimonios de grandes personajes del mundo universitario y cultural que
conocieron a Mircea Eliade o recibieron la influencia de su saber, tales como
Edgar Morin, Gilbert Duránd, Paul Barba-Negra, o Claude-Henry Rocquet. Cuarenta
días después de su muerte, acaecida en Chicago en abril de 1986, se realizó en
París una «ofrenda de palabra». Los textos de aquel homenaje póstumo, junto a
las entrevistas realizadas por Fernando Schwarz a los personajes mencionados,
conforman el presente artículo.
Su vida y obra
Mircea Eliade, de nacionalidad rumana, nació el 9 de marzo de 1907.
Estudió Filosofía, y tuvo como maestro a un profesor de Lógica y Metafísica,
Naë Ionescu; su naturaleza inquieta de eterno buscador le llevó a sus veintidós
años a la India, en donde practicó yoga con Sri Sivananda, y profundizó en las
doctrinas védicas con Dasgupta. De regreso a su país, se dedicó a sus trabajos
literarios como novelista y a su labor como profesor en la Universidad de
Letras en Bucarest.
Escribió monografías sobre la iniciación, la alquimia, el chamanismo, el
tantra y el yoga, comenzando una ingente labor como compilador de la historia
de las religiones. Se vinculó a posturas políticas nacionalistas, pero, una vez
decepcionado, se centró en posiciones demócratas, siendo nombrado consejero
cultural de la embajada rumana en Londres y Lisboa. A partir de aquí escribirá
artículos y dará conferencias en prestigiosas universidades europeas, siendo
reclamado por la Universidad de Chicago para impartir clases sobre Historia de
las Religiones, hasta su muerte en abril de 1986.
Mircea Eliade destacó en varios campos del saber, profundizando tanto en
el campo literario, con sus cuentos fantásticos y novelas, como escribiendo
arduos tratados sobre las religiones y la imaginación simbólica.
De su obra, compuesta por cientos de artículos, volúmenes y
conferencias, merecen destacarse libros como Herreros y alquimistas, Aspectos del mito, Nostalgia de los orígenes, El mito del eterno retorno, Tratado de historia de las religiones o su
monumental obra Historia de las creencias y de las ideas
religiosas.
Dotado de una memoria prodigiosa, aunaba a su gran capacidad de trabajo
una preocupación por lo espiritual poco común. Quienes le conocieron lo
describían como una persona modesta, «poco orgulloso de sus capacidades», capaz
de preocuparse de todo lo que les ocurriera a los demás. Como buen conocedor de
las carencias del hombre moderno y de sus necesidades evolutivas, Mircea Eliade
desarrolló una profunda conciencia de la Humanidad.
La importancia de su obra
Mircea Eliade, del cual se cumplieron cien años de su nacimiento en
2007, fue uno de los grandes investigadores del estudio comparado de las
religiones, el cual, con una inmensa labor, recopiló documentos y, sobre todo,
aportó claves para comprender las raíces profundas de las diversas creencias
religiosas, situando las bases y señalando la metodología para comprender el
significado profundo de los símbolos, ritos y mitos que cada religión elabora.
Puntualizaba Eliade que el objeto del estudio de la historia de las
religiones es «lo sagrado», lo cual no es baladí, pues tal como expresa Paul
Barba-Negra, «lo que hace que nuestro siglo sea verdaderamente importante no
son los grandes descubrimientos científicos, ni los grandes cambios en las
relaciones sociales, ni las grandes revoluciones (…); el descubrimiento de lo
sagrado, es decir, el descubrimiento de la importancia capital que tiene en
toda nuestra existencia humana, esta es la gran revolución de este siglo».
Intentando descubrir los caminos interiores recorridos por los seres
humanos en todos los tiempos, Mircea Eliade trazó con sus ideas un nuevo
itinerario conciencial para el desarrollo espiritual del hombre. Pero su gran
importancia reside en el descubrimiento mismo de «lo sagrado» y de los símbolos
en que se manifiesta, así como del imaginario, ese lugar en que se almacenan
las imágenes que utiliza el hombre, y que son el pozo del cual se nutre el
pensamiento humano.
No surgió Mircea Eliade en un momento histórico demasiado favorable a
sus ideas, pues tal como dirá Edgar Morin, «en Francia, hemos vivido de una
antropología racionalista durante mucho tiempo, [en que] se pensaba que todas
estas manifestaciones de lo sagrado (mitos, ritos, símbolos…) estaban bien para
las poblaciones arcaicas, para los “primitivos”, poblaciones infantiles o para
civilizaciones muy atrasadas donde las gentes no habían tenido la suerte de
conocer el racionalismo occidental (…) en donde las mentes estaban demasiado
encerradas en sus disciplinas». Pero con su aporte –dirá Gilbert Durand–,
renovó la antropología, no solo por sus estudios comparativos, sino creando una
«antropología profunda» que permitió «la lectura real del comportamiento
humano, detrás de todos los avatares y los accidentes, de las localizaciones
geográficas, culturales e históricas. Ha restituido la imagen de un hombre, de
una especie de Adam Kadmón, de un hombre primordial, de un hombre esencial que
está detrás de todas estas formas».
Por ello –concluye G.Durand–, «una obra tan considerada, tan científica
—insisto mucho en esta palabra—, hecha de experimentaciones y de
confrontaciones minuciosas, metódicas y no ideológicas, una obra tal es un
modelo por adelantado, científico, para los estudiantes de las ciencias del
hombre».
El espacio y el tiempo sagrados; la
geografía sagrada
Para Eliade, la experiencia religiosa modifica la percepción del espacio
y del tiempo. La sacralización del lugar en que se instauran los templos y se
realizan las ceremonias lo convierte en un «espacio sagrado», del mismo modo
que la repetición periódica de los ritos convierte el tiempo lineal en un
tiempo cíclico, transformando el tiempo profano en un tiempo sagrado. Por otra
parte, al rememorar los hechos míticos, la conciencia se sustrae al tiempo
presente, insertándose en un tiempo suspendido, arquetípico, vivenciando los
sucedido en el origen primordial.
De este modo, la experiencia religiosa crea una «geografía sagrada», en
donde cada lugar se transforma en un lugar sagrado en la medida en que
reproduce las gestas y los eventos atemporales recogidos en los mitos. Para el
hombre arcaico, el territorio se cargaba así de una profundidad inmaterial, al
dotarlo de un contenido mítico.
Dirá también Fernando Schwarz que el valor de Mircea Eliade está en
proponer «en el desierto cultural de nuestro fin de siglo (XX) (…) una
oportunidad de transformación a los hombres alejados de toda actitud sectaria»,
y además, «un comportamiento activo fundado en una vivencia interior», lo cual
coloca a Mircea Eliade en armonía con las ideas del mundo clásico, que tenía a
gala pensar, sentir y actuar del mismo modo.
Esta actitud, tan alejada de lo estrictamente contemplativo, sitúa a
este sabio en una posición de vanguardia, en una posición de compromiso total
con su tiempo.
Como una campana que tañe sin cesar aunque nadie la escuche, Mircea
Eliade mantuvo su son sin desmayo, para admiración de quienes se acercaron al
itinerario espiritual que propuso, a las fuentes del conocimiento tradicional.
https://www.revistaesfinge.com/culturas/mitologia/item/1374-mircea-eliade-el-hombre-que-convirtio-el-espacio-y-el-tiempo-en-algo-sagrado
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