Superficiales (+Descargar libro)
El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: “Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!”. Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. “Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme”. Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
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Acabo de leer la siguiente noticia en un diario digital, con el titular ‘en Cuba muchos usan Facebook, pero desconocen que es la internet’. De una encuesta en este blog (ver a la derecha) se desprende que el 87% de los usuarios cubanos cuando acceden a la red de redes reconocen navegar por dicha red social como su principal actividad. Otros asocian la experiencia de la red a los buscadores estilo Yahoo o Google. Ese desconocimiento disminuido del internet es posible sea un síntoma más de lo que describe Nicholas Carr en su polémico ensayo “¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes. Superficiales?”
Para muchos Internet es el mayor canal de información, entretenimiento y acceso al conocimiento que existe en el mundo. Se emplea una considerable cantidad de horas al día para ‘navegarla’. Revisar correos, leer noticias e informarnos, escuchar música, incluso ver contenido multimedia, conversar, o leer y escribir blog personales.
La comunicación es lo que nos hace humanos.
La red se ha convertido en un gigantesco filtro de esa realidad física -y hasta psicológica y emocional- que nos llega en forma digital. ¿Cuál será su influencia? Para algunos podría disminuir nuestras capacidades intelectuales, nuestro cognitivismo profundo experiencia que nos distingue como homos, otros estiman que el acceso a las tecnologías de la información exponencialmente expanderá nuestra capacidad intelectual, generando sociedades del conocimiento globales; y, eventualmente, el acceso a las comunicaciones globales será nuestro próximo paradigma evolutivo.
Uno de los más recientes debates sobre estos temas implica el libro de Nicholas G. Carr experto norteamericano en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). El mismo describe en su libros los síntomas…antes se sumergía en un libro y era capaz de zamparse páginas y páginas hora tras hora. Pero ahora sólo aguanta unos párrafos. Se desconcentra, se inquieta y busca otra cosa que hacer: “La lectura profunda que solía suceder de forma natural se ha convertido en un esfuerzo”.
Sus páginas son una catarata para deslizarnos en uno de los temas más polémicos sobre el uso de las tecnologías de las comunicaciones en la era digital. La comunicación es lo que nos hace humanos. La habilidad de trasmitir información de un individuo a otro, de una generación a otra generación; primero en forma oral, después mediante símbolos en soportes que van desde el papiro y el papel hasta los bits dentro de una memoria USB o una fibra óptica.
Escribe Carr: “[Los medios] Suministran el material del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensar”.
“Creo que la mayor amenaza es su potencial para disminuir nuestra capacidad de concentración, reflexión y contemplación… Mientras Internet se convierte en nuestro medio universal, podría estar re-adiestrando nuestros cerebros para recibir información de manera muy rápida y en pequeñas porciones. Lo que perdemos es nuestra capacidad para mantener una línea de pensamiento sostenida durante un periodo largo”.
El planteamiento de Carr fue como un terremoto en los foros y chat especializados, como en la revista científica online Edge.org. Y de allí a los medios masivos de todo el mundo.
Los neurólogos científicos sostienen que todas las actividades mentales influyen a un nivel biológico en el cerebro. “El cerebro evolucionó para encontrar pautas. Si la información se presenta en una forma determinada, el cerebro aprenderá esa estructura”. Es lo que sucede por ejemplo con los matemáticos, los músicos, o los lingüistas. Lo que queda por ver es si esa influencia va a ser negativa, como vaticina Carr, o si va a ser el primer paso para integrar la tecnología en el cuerpo humano y ampliar las capacidades del cerebro a escalas nunca imaginadas.
Nuestras herramientas definen la propia naturaleza del homo sapiens en su evolución.
La tecnología per se es otra de las ‘formas’ de nuestra propia experiencia cognitiva y una extensión de nuestras rutinas como especie, desde la conquista del fuego o el invento de la rueda o la agricultura al buscador de Google o de Facebook. Nuestras herramientas definen la propia naturaleza del homo sapiens en su evolución.
Por su parte Carr en su texto se alarma de la extensión de esa influencia tecnología en nuestra psicología y neurología. Y nos explica lo que para él será un gran salto en nuestros hábitos de lectura y aprendizaje comparados quizá al eco que tiene en nuestra civilización la imprenta de Gutenberg, con la consecuencia de socialización de la lectura, la alfabetización de las sociedades, la democratización del conocimiento y la universalizacion de la pluralidad humana.
Carr nos explica nuestro cambio para enfrentar la leer y comunicarnos como especie en un contexto digital y global. Hoy para cualquier persona con acceso a las redes y los dispositivos tecnológicos sus lecturas digitales estarán sobre el 80% de todo lo que lee en el día. Aunque amo los libros e intento luchar por el papel impreso y por condiciones geográficas y tecnológicas no soy de la primera ‘generación digital” puede que al finalizar mi jornada el 90% de todo lo que lea esté en algún formato digital. Expertos inciden en que se trata de un cambio vertiginoso.
“La Red ha provocado que la gente se comporte de una manera bastante diferente con respecto a la información. Esto podría parecer contradictorio con las ideas aceptadas de la biología y la psicología evolutivas de que el comportamiento humano básico no cambia de manera súbita”.
Al parecer nuestras respuestas evolutivas si cambian de manera brusca. Ese poder de las nuevas redes de comunicación resulta abrumador, en el sentido único, que pueden contener todas las formas conocidas de comunicación humana. “Nunca un sistema de comunicaciones ha jugado tantos papeles en nuestras vidas o ejercido semejante influencia sobre nuestros pensamientos, como Internet hace hoy”, explica Carr. “Aun así, a pesar de todo lo que se ha escrito sobre la Red, se ha prestado poca atención a cómo nos está reprogramando exactamente”.
En su ensayo reconoce que una de las peores influencias de la digitalización es el modo de “lectura superficial”. Y no solo de lectura, si no de comunicación, de debate político o social, asimilación de arte y contenidos de entretenimiento o difusión de pensamiento y experiencias psicológicas, de introspección y contemplación. Y como ello afectará lo que define como ‘pensamiento profundo’.
El debate está sobre la mesa. ¿Cómo afectará las redes de telecomuniciones globales nuestros procesos de cognición y de interacción a nivel individual y social? ¿Cómo afectará nuestro ‘pensamiento profundo’?
Kurzweil un experto en inteligencia artificial expresa un punto de vista completamente opuesto al de Carr. “Cuanto más confiamos en la parte no biológica (es decir, las máquinas) de nuestra inteligencia, la parte biológica trabaja menos, pero la combinación total aumenta su inteligencia”. Otros desdicen de esta predicción.
Edward Tenner en “Our own devices: how technology remake humanity (Nuestros propios dispositivos: cómo la tecnología rehace a la humanidad), comparte las críticas de Carr. “Coincido con la preocupación por el uso superficial de Internet, pero lo considero como un problema cultural reversible a través de una mejor enseñanza y un mejor software de búsqueda, y no como una deformación neurológica”.
Usuarios de ‘corta y pega’ o el medio es el mensaje.
El libro de es una sinfonía en contra del “corta y pega” o una afirmación de que ‘el medio es el mensaje’. Nos provoca al pensamiento creativo que no tiene un fin, no tiene como fin el lucro u otra manifestación elitista o materialista… El pensamiento como expresión de reflexión y contemplación de nuestro mundo y nuestra propia experiencia humana, ya sea social o individual.
En una reciente entrevista Nicholas Carr ante la pregunta ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano? Contestó. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en “Un mundo feliz” que a lo que describió Orwell en “1984”. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.
Al final todo se reduce al ‘influir en nuestras decisiones’ mediante el corta y pega o cuando los medios son el mensaje.
El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: “Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!”. Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. “Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme”. Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
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Acabo de leer la siguiente noticia en un diario digital, con el titular ‘en Cuba muchos usan Facebook, pero desconocen que es la internet’. De una encuesta en este blog (ver a la derecha) se desprende que el 87% de los usuarios cubanos cuando acceden a la red de redes reconocen navegar por dicha red social como su principal actividad. Otros asocian la experiencia de la red a los buscadores estilo Yahoo o Google. Ese desconocimiento disminuido del internet es posible sea un síntoma más de lo que describe Nicholas Carr en su polémico ensayo “¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes. Superficiales?”
Para muchos Internet es el mayor canal de información, entretenimiento y acceso al conocimiento que existe en el mundo. Se emplea una considerable cantidad de horas al día para ‘navegarla’. Revisar correos, leer noticias e informarnos, escuchar música, incluso ver contenido multimedia, conversar, o leer y escribir blog personales.
La comunicación es lo que nos hace humanos.
La red se ha convertido en un gigantesco filtro de esa realidad física -y hasta psicológica y emocional- que nos llega en forma digital. ¿Cuál será su influencia? Para algunos podría disminuir nuestras capacidades intelectuales, nuestro cognitivismo profundo experiencia que nos distingue como homos, otros estiman que el acceso a las tecnologías de la información exponencialmente expanderá nuestra capacidad intelectual, generando sociedades del conocimiento globales; y, eventualmente, el acceso a las comunicaciones globales será nuestro próximo paradigma evolutivo.
Uno de los más recientes debates sobre estos temas implica el libro de Nicholas G. Carr experto norteamericano en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). El mismo describe en su libros los síntomas…antes se sumergía en un libro y era capaz de zamparse páginas y páginas hora tras hora. Pero ahora sólo aguanta unos párrafos. Se desconcentra, se inquieta y busca otra cosa que hacer: “La lectura profunda que solía suceder de forma natural se ha convertido en un esfuerzo”.
Sus páginas son una catarata para deslizarnos en uno de los temas más polémicos sobre el uso de las tecnologías de las comunicaciones en la era digital. La comunicación es lo que nos hace humanos. La habilidad de trasmitir información de un individuo a otro, de una generación a otra generación; primero en forma oral, después mediante símbolos en soportes que van desde el papiro y el papel hasta los bits dentro de una memoria USB o una fibra óptica.
Escribe Carr: “[Los medios] Suministran el material del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensar”.
“Creo que la mayor amenaza es su potencial para disminuir nuestra capacidad de concentración, reflexión y contemplación… Mientras Internet se convierte en nuestro medio universal, podría estar re-adiestrando nuestros cerebros para recibir información de manera muy rápida y en pequeñas porciones. Lo que perdemos es nuestra capacidad para mantener una línea de pensamiento sostenida durante un periodo largo”.
El planteamiento de Carr fue como un terremoto en los foros y chat especializados, como en la revista científica online Edge.org. Y de allí a los medios masivos de todo el mundo.
Los neurólogos científicos sostienen que todas las actividades mentales influyen a un nivel biológico en el cerebro. “El cerebro evolucionó para encontrar pautas. Si la información se presenta en una forma determinada, el cerebro aprenderá esa estructura”. Es lo que sucede por ejemplo con los matemáticos, los músicos, o los lingüistas. Lo que queda por ver es si esa influencia va a ser negativa, como vaticina Carr, o si va a ser el primer paso para integrar la tecnología en el cuerpo humano y ampliar las capacidades del cerebro a escalas nunca imaginadas.
Nuestras herramientas definen la propia naturaleza del homo sapiens en su evolución.
La tecnología per se es otra de las ‘formas’ de nuestra propia experiencia cognitiva y una extensión de nuestras rutinas como especie, desde la conquista del fuego o el invento de la rueda o la agricultura al buscador de Google o de Facebook. Nuestras herramientas definen la propia naturaleza del homo sapiens en su evolución.
Por su parte Carr en su texto se alarma de la extensión de esa influencia tecnología en nuestra psicología y neurología. Y nos explica lo que para él será un gran salto en nuestros hábitos de lectura y aprendizaje comparados quizá al eco que tiene en nuestra civilización la imprenta de Gutenberg, con la consecuencia de socialización de la lectura, la alfabetización de las sociedades, la democratización del conocimiento y la universalizacion de la pluralidad humana.
Carr nos explica nuestro cambio para enfrentar la leer y comunicarnos como especie en un contexto digital y global. Hoy para cualquier persona con acceso a las redes y los dispositivos tecnológicos sus lecturas digitales estarán sobre el 80% de todo lo que lee en el día. Aunque amo los libros e intento luchar por el papel impreso y por condiciones geográficas y tecnológicas no soy de la primera ‘generación digital” puede que al finalizar mi jornada el 90% de todo lo que lea esté en algún formato digital. Expertos inciden en que se trata de un cambio vertiginoso.
“La Red ha provocado que la gente se comporte de una manera bastante diferente con respecto a la información. Esto podría parecer contradictorio con las ideas aceptadas de la biología y la psicología evolutivas de que el comportamiento humano básico no cambia de manera súbita”.
Al parecer nuestras respuestas evolutivas si cambian de manera brusca. Ese poder de las nuevas redes de comunicación resulta abrumador, en el sentido único, que pueden contener todas las formas conocidas de comunicación humana. “Nunca un sistema de comunicaciones ha jugado tantos papeles en nuestras vidas o ejercido semejante influencia sobre nuestros pensamientos, como Internet hace hoy”, explica Carr. “Aun así, a pesar de todo lo que se ha escrito sobre la Red, se ha prestado poca atención a cómo nos está reprogramando exactamente”.
En su ensayo reconoce que una de las peores influencias de la digitalización es el modo de “lectura superficial”. Y no solo de lectura, si no de comunicación, de debate político o social, asimilación de arte y contenidos de entretenimiento o difusión de pensamiento y experiencias psicológicas, de introspección y contemplación. Y como ello afectará lo que define como ‘pensamiento profundo’.
El debate está sobre la mesa. ¿Cómo afectará las redes de telecomuniciones globales nuestros procesos de cognición y de interacción a nivel individual y social? ¿Cómo afectará nuestro ‘pensamiento profundo’?
Kurzweil un experto en inteligencia artificial expresa un punto de vista completamente opuesto al de Carr. “Cuanto más confiamos en la parte no biológica (es decir, las máquinas) de nuestra inteligencia, la parte biológica trabaja menos, pero la combinación total aumenta su inteligencia”. Otros desdicen de esta predicción.
Edward Tenner en “Our own devices: how technology remake humanity (Nuestros propios dispositivos: cómo la tecnología rehace a la humanidad), comparte las críticas de Carr. “Coincido con la preocupación por el uso superficial de Internet, pero lo considero como un problema cultural reversible a través de una mejor enseñanza y un mejor software de búsqueda, y no como una deformación neurológica”.
Usuarios de ‘corta y pega’ o el medio es el mensaje.
El libro de es una sinfonía en contra del “corta y pega” o una afirmación de que ‘el medio es el mensaje’. Nos provoca al pensamiento creativo que no tiene un fin, no tiene como fin el lucro u otra manifestación elitista o materialista… El pensamiento como expresión de reflexión y contemplación de nuestro mundo y nuestra propia experiencia humana, ya sea social o individual.
En una reciente entrevista Nicholas Carr ante la pregunta ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano? Contestó. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en “Un mundo feliz” que a lo que describió Orwell en “1984”. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.
Al final todo se reduce al ‘influir en nuestras decisiones’ mediante el corta y pega o cuando los medios son el mensaje.
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