Yo premedité alguna vez un examen de los precursores de Kafka. A éste, al principio, lo
pensé tan singular como el fénix de las alabanzas retóricas; a poco de frecuentarlo, creí
reconocer su voz o sus hábitos, en textos de diversas literaturas y de diversas épocas.
Registraré unos pocos aquí, en orden cronológico.
El primero es la paradoja de Zenón contra el movimiento. Un móvil que está en A (declara
Aristóteles) no podrá alcanzar el punto B, porque antes deberá recorrer la mitad del
camino entre los dos, y antes la mitad de la mitad, y antes, la mitad de la mitad, y así hasta
el infinito; la forma de este ilustre problema es, exactamente, la de El Castillo, y el móvil y
la flecha y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura. En el segundo
texto que el azar de los libros me deparó, la afinidad no está en la forma sino en el tono.
Se trata de un apólogo de Han Yu, prosista del siglo IX, y consta en la admirable Anthologie
raisonée de la littérature chinoise (1948) e Margoulié. Ese es el párrafo que marqué,
misterioso y tranquilo: "Universalmente se admite que el unicornio es un ser sobrenatural
y de buen agüero; así lo declaran las odas, los anales, las biografías de varones ilustres y
otros textos cuya autoridad es indiscutible. Hasta los párvulos y las mujeres del pueblo
saben que el unicornio constituye un presagio favorable. Pero este animal no figura entre
los animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no se presta a una clasificación.
No es como el caballo o el toro, el lobo o el ciervo. En tales condiciones, podríamos estar
frente al unicornio y no sabríamos con seguridad que lo es. Sabemos que tal animal con
crin es caballo y que tal animal con cuernos es toro. No sabemos como es el unicornio."
El tercer texto procede de una fuente más previsible; los escritos de Kierkegaard. La
finalidad mental de ambos escritores es cosa de nadie ignorada; lo que no se ha destacado
aún, que yo sepa, es el hecho de que Kierkegaard, como Kafka, abundó en parábolas
religiosas de tema contemporáneo y burgués. Lowrie, en su Kierkegaard, transcribe dos.
Una es la historia de un falsificador que revisa, vigilado incesantemente, los billetes del
Banco de Inglaterra; Dios, de igual modo, desconfiaría de Kierkegaard y le habría
encomendado una misión, justamente por haber avezado el mal.
El sujeto de otra son las expedientes al Polo Norte. Los párrocos habrían declarado desde
los púlpitos que participar en tales expediciones conviene a la salud eterna del alma.
Habrían admitido, sin embargo, que llegar al Polo es difícil y tal vez imposible y que no
todos pueden acometer la aventura. Finalmente, anunciarían, que cualquier viaje de
Dinamarca a Londres, digamos en el vapor de la carrera-, o un paseo dominical en coche
de plaza, son, bien mirados, verdaderas expediciones al Polo Norte, La cuarta de las
Prefiguraciones la hallé en el poema Fears and Scruples de Browning, publicado en 1876.
Un hombre tiene, o cree tener, un amigo famoso. Nunca lo ha visto y el hecho es que éste
no ha podido, hasta el día de hoy, ayudarlo, pero se cuentan rasgos suyos muy nobles, y
circulan cartas auténticas. Hay quien pone en duda los rasgos, y los grafólogos afirman la
apocrifidad de las cartas. El hombre, en el último verso, pregunta: "¿Y si este amigo fuera
Dios?".
Mis notas registran asimismo dos cuentos. Uno pertenece a las Histories désobligeantes
de León Bloy y refiere el caso de unas personas que abundan en globos terráqueos, en
atlas, en guías de ferrocarril y en baúles, y que mueren sin haber logrado salir de su
pueblo natal. El otro se titula Carcassonne y es obra de Lord Dunsany. Un invencible
ejército de guerreros parte de un castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga
los desiertos y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunque alguna vez la divisan.
(Este cuento es, como fácilmente se advertirá, el estricto reverso del anterior; en el
primero, nunca se sale de una ciudad; en el último, no se llega).
Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si no
me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo. En
cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si
Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría. El poema Fears and
Scruples de Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y
desvía sensiblemente nuestra lectura del poema. Browning no lo leía.
Como ahora nosotros lo leemos. En el vocabulario crítico, la palabra precursor es
indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de polémica o
rivalidad. El hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra
concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa
la identidad o la pluralidad de los hombres. El primer Kafka de Betrachtung es menos
precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o
Lord Dunsany.
Jorge Luis Borges. Kafka y sus precursores. Otras Inquisiciones.
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