Intercambios epistolares entre Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa

 

Una comida en 1972, entre otros, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez

"Las cartas del Boom", los intercambios epistolares entre Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa

Desde 1955 hasta 2012 -antes, durante y después del Boom latinoamericano-, cuatro de sus protagonistas, julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa intercambiaron cartas desde sus diferentes destinos, de México a París y Saignon, Londres o Barcelona. El volumen Las cartas del Boom (Alfaguara) reúne 207 misivas intercambiadas entre los cuatro

Entre los aficionados a la literatura están quienes buscan “escapar” de la historia, los contextos y la realidad cotidiana, y quienes quieren verse reflejados en otros espejos y entornos; nada más humano y natural. Pero las novelas también son historias (desde la etimología: nuevas, noticias) y no se escribe una sola línea sin contexto, sin presente y sin pasado. Cortázar describió a Fernández Retamar su creciente conciencia política en estos términos: “De la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad” (10 de mayo de 1967). La frase de Cortázar es más que una confesión política: es el reconocimiento –válido para nuestros cuatro autores- de que sus novelas intentaban responder a los estímulos de su entorno histórico, y de que sus actos buscaban tener en sus lectores una gravitación pareja a la de sus libros.

En el caso de nuestros autores, no hay dilema alguno entre vida y obra, sino el abrazo de ambas; una obra literaria y una obra “vital” que juntas iluminan una época. Las biografías de los miembros de este cuarteto representan un compromiso entre la literatura y la historia, una “tercera vía” que ellos entrevieron pero no podían realizar del todo, porque antes que escribir sobre los pormenores de sus vidas, priorizaron la creación y recreación de la imaginación y la lengua de su continente. Hay pruebas abundantes de que ellos sentían que la tarea biográfica y autobiográfica estaba pendiente. Años más tarde Fuentes anunciaría la llegada de ese postergado momento: “Hemos salido del boom y ahora entramos a lo que llamaría el Bio Boom. Algo muy extraordinario está pasando con la escritura latinoamericana. Por primera vez estamos muy preocupados con la autobiografía, con la crónica, con decir las verdades de nuestras vidas, nuestras sociedades, nuestro tiempo, tal y como fueron. A diferencia de los anglosajones y los franceses, no tenemos una gran tradición de memorias. Hemos sido muy parcos con esto, principalmente porque ha sido muy peligroso decir la verdad de lo que realmente aconteció en la vida y en la política”. Las cartas del Boom nos ofrece el privilegio de acercarnos a esas verdades, a esas memorias y a esas autobiografías.

Es bien conocida la boutade difundida por Borges según la cual la obra más importante de Flaubert es su epistolario. Probablemente nadie se atreverá a decir lo mismo de Las cartas del Boom, pese a ser uno de los libros fundamentales de sus autores –dicho esto desde la perspectiva que hoy tenemos de un libro que aparece varias décadas después de ser escrito-. Si los cinco tomos de Cartas de Cortázar son parte central de su obra tanto como Rayuela, lo mismo se podrá decir de este volumen, y de los epistolarios de Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa cuando se organicen. Las dimensiones de esos intercambios fueron recordadas por Vargas Llosa al admitir que “en los bonitos y exaltantes sesenta estoy seguro de haber producido –el verbo lo dice todo- casi tanta papelería como la que descargaba el cartero cada mañana en mi departamento de la Rue de Tournon, en París, o, luego, en el de Cricklewood, en Londres. Eran años de intensas conspiraciones políticas y formidables chismografías literarias”. La importancia de esa “papelería” fue remarcada, con su habitual hipérbole, por García Márquez: “Nuestro verdadero destino está en la literatura epistolar” (2 de noviembre de 1968). Para encontrar un ejemplo paralelo a Las cartas del Boom, y exagerando solo un poco (hay más lenguas), habría que imaginar a Joyce, Proust, Kafka y Faulkner involucrados en una intensa correspondencia en la década de 1920 sobre literatura y política, incluyendo las reacciones a veces instantáneas a las obras de cada uno.

Nunca faltaron ni faltarán críticos que descalifiquen al Boom como un espejismo publicitario, cuyas novelas no serían superiores a las de sus predecesores ni a las de una docena o una veintena de sus contemporáneos menos glamorosos o menos capaces de aprovechar la nueva ciencia de las relaciones públicas y la propaganda comercial. Sin embargo, los cuatro escribieron en ese momento clásicos latinoamericanos duraderos, además de una obra que se extendió a lo largo de varias décadas. La verdad más importante de todas, casi siempre ignorada por los revisionistas de los últimos cuarenta años, es que la novela latinoamericana fue la única literatura del planeta que reaccionó de forma plena a la coyuntura compleja y extraordinariamente fértil de la década de 1960, la época más apasionante desde la de 1920 y, desde las perspectivas política y cultural, el último gran momento utópico de Occidente. El Boom es llamativo de forma particular porque contradice varias perspectivas literarias, no solo la marxista, que da por entendido que la novela es una forma literaria incapaz, por su cercanía y parentela con la historia, de aprehender y representar la época presente. El Boom confrontó la perpetua problemática de la identidad latinoamericana, poniendo el acento en las emergentes políticas identitarias (no solo la nacionalidad y la clase social, sino la raza, la etnicidad, el género y la sexualidad), una operación intelectual y estética que, de manera simultánea, unió y separó los tres “mundos”: el capitalista, el comunista y el ex colonial en vías de desarrollo. Sus virtudes de narradores y el papel de portavoces de una sociedad y de una sensibilidad política e histórica que ellos se adjudicaron les permitieron mantenerse como los escritores latinoamericanos más influyentes y célebres durante décadas.

CARLOS FUENTES Y GARCÍA MÁRQUEZ

Negar o contradecir los logros y las virtudes del cuarteto central del Boom sería como argumentar que Proust, Joyce, Woolf, Kafka, Faulkner, Hemingway y Mann son nombres sacados de manera arbitraria de un sombrero crítico o canonizados según alguna agenda ideológica. La generación del 27 es un fenómeno en sí mismo, pero encontrar cuatro grandes escritores en un contexto histórico casi sin paralelo, comunicándose durante varios años para dialogar sobre novela, literatura en general, historia latinoamericana, sus propias biografías y la dinámica de sus ideas dentro de ese contexto, es absolutamente único. Las siguientes páginas cuentan esa historia.

Fragmento de la Introducción al volumen Las cartas del Boom, firmada por los editores: Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos.

 

> Algunos fragmentos de las cartas de los escritores del Boom

DE CARLOS FUENTES A JULIO CORTÁZAR

Querido Julio:

Resulta que nos cruzamos en Buenos Aires; no sé si Sabato o Pepe Bianco me dieron tus señas a última hora, cuando me disponía a volar de regreso a México, y ya no tuve oportunidad de verte. No entendí nada en tu país. Me parece una página secreta y póstuma de Lewis Carroll.

Julio: Las armas secretas es el tomo de cuentos más excelente que se ha escrito y publicado jamás en América Latina. No me canso de leerlo y releerlo, descubriendo cada vez nuevos secretos, significados lealmente perdidos para quienes no se brinden a sí mismos el deber placentero de leer una segunda y tercera vez, fugacidades aparentes que en realidad son eternidades ocultas, misterios imperceptibles para estar a la luz del día y en el centro de todas las miradas. Conocía y admiraba “Los buenos servicios” y “El perseguidor” –esa cumbre narrativa en nuestro idioma- ; ahora ya no llamo a los cuentos por sus nombres sino por otras referencias personales: el descubridor con su cámara, lo que puede fotografiar de esa pareja sorprendida, el terror de ellos, el terror mayor del fotógrafo que sabe que lo que en realidad “tomó” nunca será revelado; ¡qué historia misteriosa, magistral, inquietante: ya sentó reales en mis sueños, ya recurre y se abre como un abanico de posibilidades! Y una motoneta que va rumbo a un pabellón en las afueras de París a convertir en amor secreto todas las historias de faits divers… Quisiera encontrarte, hablar largo contigo de este libro maravilloso.

(México, 2 de octubre de 1962)

DE CARLOS FUENTES A MARIO VARGAS LLOSA

Querido Mario:

Imagino que ya estarás de regreso en París. ¿Cómo viste “Lima la horrible?” Todos tus amigos y admiradores mexicanos sentimos mucho que el viaje no te permitiera una escala aquí.

Buñuel está enloquecido con La ciudad y los perros. Dice que es una de las mejores novelas que ha leído en su vida, aunque para llevarla al cine le ve problemas casi insuperables de censura en cualquier parte del mundo. Por cierto, dime cuál es la situación de derechos cinematográficos de tu obra, cuándo aparece la edición norteamericana (esto, para dispararle oportunamente una reseña al New York Times Review of Books).

Es probable que te inviten al simposio de intelectuales latino y norteamericanos que tendrá lugar aquí en noviembre, organizado por el presidente López Mateos y la Fundación Interamericana para las Artes que encabeza mi amigo Robert Wool. Te tendré informado. Mientras tanto, un fuerte abrazo para ti y mi cariño para Julia.

(México, 25 de julio de 1964)

DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ A MARIO VARGAS LLOSA

Creo que nadie más que yo comprende el problema que tienes para reanudar la novela (se refiere a Conversación en la catedral) en Londres. Los cambios de ambiente son un desastre. Fíjate que La mala hora la empecé en París en 1955 y la terminé en México de cualquier modo en 1961 después de haberla empezado y armado y desarmado cinco veces –en Caracas y Nueva York—porque los viajes me enfriaban el material y la recalentada era verdaderamente sangrienta. Estuvo a punto de ocurrirme lo mismo con Cien años de soledad, porque a mitad de camino tuve que ir a Colombia por quince días, y cuando regresé descubrí que todo se me había desarmado. Esta vez lloré de rabia, escribí dos capítulos horrendos para retomar el hilo y luego los rompí y los rehice de nuevo con el brazo caliente.

Mi neurosis va más lejos. Cuando estoy escribiendo no puedo trabajar en nada más, aunque mi esposa y mis hijos se mueran de hambre. Me siento a la máquina a las nueve de la mañana y escribo sin interrupción hasta las cuatro de la tarde. A esa hora, con la cabeza como un bombo no tanto por el cansancio como por el cigarrillo, almuerzo cualquier cosa y trato de dormir hasta las seis. Luego empiezo a pensar en el plan de trabajo del día siguiente, tomando notas, hasta después de la medianoche. Para no interrumpir el ritmo, he copiado capítulos enteros sin necesidad cuando materialmente no me sale nada nuevo o tengo pereza de escribir. Más aún: siempre tengo que escribir en tiempos de calor. Cuando llega el frío, se me bloquea el cerebro y todo se va al diablo. No he podido adquirir la cachaza de Fuentes, que es capaz de escribir sentado en una cuchilla de afeitar. De modo que entiendo muy bien lo que me dices. Sin embargo, tienes la suerte de estar ahora en una ciudad que, por razones misteriosas, es la mejor para escribir, aparte de ser, para mi gusto, la mejor del mundo. Yo llegué allí en plan turístico, y algo me obligó a encerrarme en un cuarto donde materialmente se levitaba en el humo del cigarrillo, y escribí en un mes casi todos los cuentos de la mamá Grande. Perdí el viaje y me gané un libro. Estoy seguro de que, una vez pasado el desconcierto inicial, te sucederá lo mismo.

(México, 1 de octubre de 1966).

DE JULIO CORTÁZAR A MARIO VARGAS LLOSA

Mi querido Mario:

Llegamos hace dos días a Saignon, y entre dos metros cúbicos de cartas y paquetes me encontré con tu carta del 11 de junio que me dio como siempre una gran alegría. También había una del otro Mario, el uruguayo, en que me decía que los había visitado a ustedes en Londres, noticia que me produjo considerable envidia.

Aunque no demasiado de acuerdo con tu teoría sobre mi influencia sobre Antonioni, tu crítica de Blow-Up me gustó mucho por la cantidad de líneas de fuga y aperturas que tiende en todo sentido. Vi el film en Ámsterdam, volví a verlo en París, y me dejó las dos veces bastante frío. Objetivamente te digo que lo vi como si fuera cualquier otro film, sin que la mención de mi nombre en los títulos me situara en una perspectiva diferente. Claro está que una cosa es lo que uno pretende y otra lo que realmente ocurre en los planos más profundos; es posible que mi reacción haya tenido algo de resentimiento inconsciente. Solo inconsciente porque desde un principio A. y yo decidimos que él trabajaría por su cuenta, basándose tan solo en la idea central de mi cuento, pero ya he vivido demasiado como para no saber que en mí hay muchos, y que eso que llamamos una opinión es el producto misterioso de infinitos planos de los que solamente conocemos unos pocos, en general los menos importantes. Admiré el genio cinematográfico de A., su admirable manejo de cámara, y la secuencia de las ampliaciones de la fotografía me pareció lo mejor del film. Te diré que solo me reconocí en un brevísimo instante, que me conmovió mucho: cuando el fotógrafo vuelve al parque y descubre que el cadáver ha desaparecido, la cámara enfoca el cielo y las ramas de un árbol que el viento agita. Ahí, en esa toma que dura apenas dos segundos, sentí que había algo mío. El resto, quizá por suerte, es íntegramente de Antonioni.

Me has dejado estupefacto con tu referencia a un ensayo mío titulado “La situación de la novela”, publicado en Imagen. Primero no sé que jamás haya escrito ese ensayo, y segundo no conozco la publicación llamada Imagen. Hace diecisiete años escribí un ensayo bastante largo sobre la novela, que salió en Cuadernos hispanoamericanos, y que nadie o casi nadie leyó en ese entonces. ¿Lo habrán reproducido aprovechando que mis textos son más solicitados ahora? Si un día me mandas dos líneas (no lo hagas expresamente porque sé muy bien el trabajo que tienes y no quiero molestarte por tonterías), dime en todo caso de dónde es esa revista para procurármela.

Estuve unos días en París para ver La noche de los asesinos y encontrarme otra vez con Miriam Acevedo y José Triana. La pasé muy bien, y la obra fue estupendamente recibida por el público como se merece.

Muy regocijante tu anécdota sobre la conferencia de Asturias. Lo que pueden los años, las alienaciones de todo orden y las anteojeras. Lo más regocijante es que una de las cumbres literarias se llame Volodia Teitelboim. Es para creer que lo has inventado. En cuanto a la intervención de Madame Asturias, era previsible: hace años que hace de apuntador del marido, cuando no toma directamente la palabra como ha hecho ya en varios congresos de escritores para asombro de los circunstantes.

¿Tu novela avanza? Te deseo buen trabajo y que Patricia y Alvarito estén muy bien. Afectos de Aurora y un gran abrazo.

Julio.

María Callas "La Divina", la diva más grande de la historia

 Maria Callas - Ave Maria


Cautivadora e inimitable: qué convirtió a María Callas en "La Divina", la diva más grande de la historia

Maria Callas

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  • Author,Arwa Haider
  • Role,BBC Culture

Este mes se conmemora el centenario del nacimiento de una de las artistas más ilustres de la música: la soprano greco-estadounidense María Callas, nacida María Kalogeropoulos en Manhattan, en diciembre de 1923.

Callas se ganó el sobrenombre de "La Divina" con una carrera como cantante relativamente breve que proyectó al mundo su brillantez técnica, su pasión y estilo expresivo.

Ella también soportó las aplastantes presiones de ese estatus y tenía sólo 53 años cuando murió de un ataque cardíaco en su casa de París.

Muchos de los eventos del centenario son invariablemente de escala épica, incluidas celebraciones de la Unesco en lugares emblemáticos griegos y una gran cantidad de reediciones musicales.

"Trabajó tan duro que se convirtió en la diva más grande de la historia", explica Stella Kourmapana, archivista del Conservatorio de Atenas, en el programa “Maria Callas”, parte de la serie de la BBC “Llévame a la ópera”.

Callas unió la llamada alta cultura con la cultura pop, sin comprometer su repertorio.

Sus actuaciones causaron revuelo en instituciones de talla mundial como La Scala de Milán y la Ópera Metropolitana de Nueva York, y colaboró con artistas como Luchino Visconti, Franco Zeffirelli y Leonard Bernstein, así como con Pier Paolo Pasolini (quien la eligió para el papel principal, no cantando, de su película Medea de 1969, algunos años después de sus últimos conciertos).

También apareció en transmisiones de televisión en horario de máxima audiencia, como en The Ed Sullivan Show den 1956, donde cantó Vissi d'arte (Viví para el arte), un aria de la ópera Tosca de Giacomo Puccini de 1899.

Callas en Tosca

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Callas con Tito Gobbi y Renato Cioni en 'Tosca' de Puccini en la Royal Opera House de Londres en 1964.

Además, su vida privada de Callas atrajo altos niveles de publicidad e intrusión, intensificada por quienes deberían haberla protegido, pero en cambio explotaron sus talentos, incluidos sus padres y su hermana, su marido mucho mayor, y su amante Aristóteles Onassis (quien eventualmente se casaría con Jackie Kennedy, pero continuaría persiguiendo a Callas).

Estos dramas –y su transformación de "patito feo" en ícono de la moda, con unos ojos centelleantes y joyas deslumbrantes- han alimentado décadas de columnas de chismes y biografías.

Al final, incluso los retractores de Callas quedan en silencio ante su voz: cautivadora en lugar de simplemente bonita; ardiente, fogosa y tierna a la vez.

La diva definitiva

Aunque la noción de que la estrella debe sufrir por su arte, tiene muchas implicaciones, no existe ningún equivalente que coloque a un divo masculino expuesto a los mismos jucios que afectaron a Callas.

Como diva arquetípica, podría decirse que canalizó traumas y conflictos de la vida real en su interpretación musical.

Sus exigentes estándares apuntalaron una reputación de alto mantenimiento.

"Ten cuidado cuando dices 'gueto'... la música viene de ahí", le dijo al periodista francés Philippe Caloni en su última entrevista (1977).

"Casi nunca he visto a un gran músico que provenga de la clase alta. Hay algo bueno en los guetos porque si vienes de allí, eso te hace desear más. Te hace decir: 'Un día seré alguien'".

Callas es parte de una importante exposición colectiva, Diva, en el Museo V&A de Londres, abierta hasta abril de 2024.

La muestra reformula el concepto de "diva", desde las estrellas de ópera del siglo XIX hasta las celebridades contemporáneas, con aspectos destacados que incluyen el vestuario de la última actuación de Callas en la Royal Opera House, así como grabaciones legendarias.

La curadora de la exposición, Kate Bailey, le explica a BBC Culture: "Callas se ubica en este tipo de personificación de la 'diva' en un momento particular".

"A mediados del siglo XX tenemos esta segunda ola emergente de feminismo, donde la 'diva' explota en otros géneros musicales, pero también se inspira en la década de 1830, porque ella realmente volvió a poner de moda todo ese estilo de cantar de [bel canto]”, indica.

Medea

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El único papel cinematográfico de Callas fue el de Medea en la película de 1969 dirigida por Pier Paolo Pasolini

"El escrutinio de los medios, la moda y la tragedia realmente llegaron a otro nivel con Callas, pero ella estaba muy dedicada a lo mejor de su arte; era compromiso y trabajo duro, combinado con ambición y motivación.

"La gente hacía cola por kilómetros para verla y escuchar su voz sin amplificar.

"Hoy en día, hacemos lo mismo con Beyoncé, debido a su presencia en el escenario, pero es el poder musical y la empatía de Callas lo que realmente la llevan a un nivel emocional".

Muchas de las duras experiencias que enfrentó se han repetido a lo largo de generaciones de estrellas femeninas: censura hacia una mujer fuerte que sabe lo que vale; talentos femeninos enfrentados entre sí (Callas tuvo una disputa muy publicitada con la soprano italiana Renata Tebaldi); horarios de gira castigadores, incluso cuando claramente necesitaba tiempo para recuperarse de una enfermedad o agotamiento.

Callas mantuvo su aplomo frente a una crueldad asombrosa, y mucho antes de las nociones dominantes sobre el bienestar del artista o la positividad corporal.

Es difícil imaginar a la gente acampando para entrar a los espectáculos de Beyoncé o Gaga únicamente para burlarse o arrojarle verduras a las estrellas.

Callas, ridiculizada en su juventud por ser gorda, más tarde fue criticada por ser demasiado delgada. Se dijo que su pérdida de peso contribuía a su deterioro vocal, aunque la intensidad y variedad de su trabajo seguramente fueron un factor.

Maria Callas

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Callas unió la llamada alta cultura con la cultura pop, sin comprometer su repertorio.

Fue innegablemente una pionera, en el escenario y en los estudios de grabación.

El repertorio que grabó abarca desde su trabajo de finales de los años 40 hasta sus últimas apariciones, acercándose lo más posible a oyentes multigeneracionales.

Sin sucesora

En septiembre, Warner Classics lanzó "La Divina:", una caja expansiva que abarca a Callas en todos sus papeles.

Su curador, el musicólogo y escritor Michel Roubinet, es enfático sobre el legado perdurable de Callas.

"Sin lugar a dudas, su voz involucra todos los sentidos a la vez, hablando a la mente, el corazón y las profundidades de quienes la escuchan", dice.

Maria Callas

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"Resuena y vibra, y con su forma única de colocar la palabra en la nota, aporta una agógica sutil y sensible, dando aún más vida a la música y al drama.

"Evoca emociones, incluido el humor, aunque cantó muy poco en papeles cómicos, haciendo gala de un espíritu irresistible, siempre con un toque de ironía.

"Quizás Maria Callas, más allá de su genio como musicienne assoluta, tan atemporal y perpetuamente moderna en el impacto sensorial que tiene en el oyente, sigue fascinando porque en realidad no tiene descendientes verdaderos", afirma Roubinet.

Es inimitable, opina.

Tom Volf, director del aclamado documental Maria by Callas (2017), describió así lo que sintió cuando descubrió a Callas (en la "escena loca" de la ópera Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti) en YouTube: "Lo único veía o sentía sentir era algo increíble, indescriptible, atravesándome cuando la escuchaba", le dijo a NPR, la radio pública estadounidense.

Yo no crecí escuchando ópera, pero Callas también tuvo conexión con la cultura pop de mi adolescencia.

Estaba, por ejemplo, en la escena de la película Filadelfia (1993) donde el personaje de Tom Hanks traduce entre lágrimas el aria de Callas La Mamma Morta (de la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordano de 1896): "Soy divina... soy el olvido... ¡soy amor!"...

Y en una serie de comerciales de fragancias de Jean-Paul Gaultier, con banda sonora de Callas cantando Casta Diva (una de sus interpretaciones más famosas, de la ópera Norma de Vincenzo Bellini de 1831).

Recuerdo haber pensado en lo seductora y transformadora que se sentía su música.

Callas en Lucia de Lammermoor

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Callas en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti.

En el siglo XXI, Callas ha tomado la forma de un holograma durante una gira (aunque es poco probable que en la vida real la estrella perfeccionista hubiera aprobado una tecnología tan defectuosa), y ha sido interpretada por actrices como Fanny Ardant (en la película biográfica de Zeffirelli de 2002, Callas Forever) y Angelina Jolie (protagonista de la próxima película del chileno Pablo Larraín, María).

También inspiró la ópera homenaje de la conocida artista de performance Marina Abramović, 7 Deaths of Maria Callas.

En una entrevista de 2020 con The New York Times, Abramovic recordó haber escuchado por primera vez a Callas en una transmisión de radio cuando era adolescente ("Me erizó la piel"), y agregó que percibió paralelismos entre la experiencia de vida de Callas y la suya: "Y luego, también, esta increíble intensidad en las emociones, que puede ser frágil y fuerte al mismo tiempo".

Esa sensación nunca se desvanece. Callas sigue siendo identificable y revolucionaria: el sonido de mundos chocando.

Este artículo fue publicado en BBC Culture. Haz clic aquí para leer la nota en su versión original.


V. Camps: Una vida de calidad. Reflexiones sobre bioética.

 



Victoria Camps, catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, sostiene en este libro que la bioética, en tanto que “reflexión ética sobre los problemas que conciernen en la actualidad a la vida humana y a la vida en general”, no es algo meramente deducible de unos derechos fundamentales o principios éticos básicos. No es un sistema monológico, sino un proceso dialógico por el que intentamos descubrir y realizar colectivamente esos principios, y así definir paulatinamente lo que es la vida buena (esa “vida de calidad” aludida en el título). Pues no sólo queremos vivir, sino vivir bien. Y para vivir bien, como nos recuerda la autora en las citas que abren el libro, no basta con la regulación jurídica (porque ocurren mil cosas no contempladas por las leyes), pero tampoco basta con una regulación individual basada en el carácter ético de cada uno, pues nuestra época se caracteriza por su pluralidad.

El libro, de amena lectura, está estructurado en tres partes. En la primera, se parte del hecho de que nuestas sociedades son moral y políticamente liberales: el dejar hacer dominante provoca la neutralidad estatal respecto de las “doctrinas comprehensivas” (Rawls) y, con ella, la separación de lo justo y lo bueno, que se refugian respectivamente en la esfera pública y privada. Como buena feminista, la autora duda que esta dicotomía funcione; al menos en el ámbito de la justicia y la salud, lo público y lo privado se afectan mutuamente. La segunda parte describe esa “moral autorreguladora” que la autora considera adecuada para la bioética, contrastándola con los derechos humanos y con los cuatro principios clásicos de la bioética. Resalta la centralidad de la deliberación, y cómo se materializa ésta mediante los mecanismos de autorregulación colectiva propios de la moral institucionalizada (cómites, códigos, etc.), mecanismos de los que todos somos o debiéramos ser responsables.

En la parte final se retoma el objetivo inicial de la obra: aclarar el papel del profesional de la filosofía en este jaleo. Si en este ámbito todo es tan incierto y todo se hace sobre la marcha, ¿qué clase de saber puede “vender” o practicar el filósofo? La respuesta de la autora es modesta: el filósofo no puede aspirar a ser más (ni menos) que un hilvanador de diferentes discursos que pueda servir de puente entre las culturas humanística y científica. Y esto porque la bioética es una “obra en marcha”, algo que construimos entre todos mediante la autorregulación, y en esa tarea no puede haber expertos. Además, está la propia interdisciplinariedad de la bioética, que “es necesaria precisamente porque los problemas son éticos, lo que significa que no son reducibles a problemas médicos, técnicos, jurídicos o políticos. Son algo más, que afecta a todos y no es privativo de ninguna especialidad. [...] Que el filósofo, en principio, parezca más autorizado que otro especialista para abordar y plantear cuestiones morales, no significa que tenga más autoridad moral que los demás para hacerlo.”

Salta a la vista que, al tratar de elegir un marco para la bioética, Camps opta por una tercera vía que toma a las virtudes aristotélicas como modelo frente a los cálculos utilitaristas o a las deontologías de corte kantiano. Este marco rechaza tanto el principialismo como la casuística en una visión de la bioética como descubrimiento en la que el énfasis se pone en el proceso y no en el resultado. Es decir, la apelación a principios abstractos y el análisis cuantitativo de los casos dejan paso a las prácticas colectivas de autorregulación y a una mentalidad deliberativa que no contempla una sóla respuesta verdadera para cada problema. De hecho, la autora niega expresamente que la moral trate con verdades, y aunque reconoce que sí hay males absolutos (la pena de muerte, entre otros) también afirma que “es imposible demostrar, como quien verifica una ley de la física, que el terrorista o el nazi se equivocan cuando piensan que la razón está de su parte. La moral es un conocimiento, es un saber, pero un conocimiento de un orden distinto que el científico. Nada en moral es demostrable ni verificable.” Por eso aquí y allá Camps deja traslucir su simpatía última con el emotivismo, aunque en contra de sus versiones más escépticas sí sostenga que existe un cierto saber ético.

Ahora bien, ¿qué clase de saber ético es éste? La autora sostiene que en el ámbito de la bioética las decisiones (es decir, sus razones y también sus consecuencias) nunca son exclusivamente privadas, por lo que es preciso agregar las voluntades individuales a fin de evitar respuestas arbitrarias o parciales a los dilemas morales de nuestro tiempo. Se trata de ejercer una suerte de “autorregulación colectiva” que Camps compara con la virtud aristotélica que, según ella, maltraducimos como prudencia: “la sabiduría consistente en hacer lo que conviene en cada momento, lo justo en el momento justo”. Para ese saber no hay fórmulas ni procedimientos, ni tampoco una garantía de unanimidad al juzgar la calidad del resultado.

En su ya clásico estudio sobre La prudencia en Aristóteles, Pierre Aubenque afirmó que no es tanto esta virtud cuanto el prudente el que es el criterio ético recto. Pero, siguiendo con esta interpretación, el prudente no es invocado como juez más que porque tiene juicio, experiencia, en resumen, un “conocimiento”, incluso si no se trata de un conocimiento de lo trascendente. Aristóteles abandona así la trascendencia platónica, mas no para sustituirla por la trascendencia ilusoria de algo irracional (como a veces parece sugerir el emotivista), sino por la inmanencia crítica de la inteligencia. Se diría que, desde una inteligente lectura del debate liberal-comunitario, la autora socializa el individualismo ético de la interpretación de Aubenque, prestando especial atención a los mecanismos colectivos como sujetos de la virtud de la prudencia. De este modo, la autora revela la íntima conexión entre la libertad positiva y la negativa, entre el ámbito colectivo y el individual. (Al fin y al cabo, Camps ejerce tanto de filósofa política como de filósofa moral.)

En resumen: lejos de concebir la bioética como una ética light o un subproducto “bio” de la moral, la autora imagina la vida de calidad como una vida de creatividad e invención responsable, en contraste con otra imagen de la ética, más legaliforme, centrada en la obediencia a criterios externos al propio agente ético. Aunque hayan pasado unos años desde su publicación, este libro sigue siendo una de las mejores introducciones a la bioética en lengua castellana, ofreciendo al lector no especializado una perspectiva clara y comprometida con una solución democrática y abierta a los problemas de la vida humana en tiempos de incertidumbre moral y científica.


Cuatro tendencias que cambiaron la inteligencia artificial en 2023

 Interminables lanzamientos de productos, golpes de efecto en las juntas directivas, intensos debates políticos y una carrera en busca del próximo gran éxito: ha sido un año ajetreado. 

  • por Melissa Heikkilä
  •  
  • 27 Diciembre, 2023

Este ha sido uno de los años más convulsos para la IA en mucho tiempo. Interminables lanzamientos de productos, golpes de efecto en los consejos de administración, intensos debates políticos sobre la fatalidad de la IA y una carrera por encontrar la próxima gran novedad. También hemos visto herramientas y políticas concretas destinadas a conseguir que el sector de la IA se comporte de forma más responsable y exija cuentas a los poderosos. Eso me da esperanzas para el futuro de la IA.

2023 me enseñó lo siguiente:

1. La IA generativa salió del laboratorio con fuerza, pero no está claro cuál será su próximo destino.

El año empezó con las grandes empresas tecnológicas apostando fuerte por la IA generativa. El éxito arrollador de ChatGPT de OpenAI llevó a todas las grandes corporaciones a lanzar su propia versión. Puede que 2023 pase a la historia como el año con más lanzamientos de IA: LLaMA 2 de Meta, Bard y Gemini de Google, el bot Ernie de Baidu, GPT-4 de OpenAI y algunos modelos más, incluido Mistral, un aspirante francés de código abierto.

Sin embargo, a pesar de la expectación inicial, no hemos visto ninguna app de IA que se haya convertido en un éxito de la noche a la mañana. Microsoft y Google lanzaron potentes búsquedas basadas en IA, pero resultaron ser más un fracaso que una killer app. Los defectos fundamentales de los modelos lingüísticos, como la invención de datos, provocaron algunas meteduras de pata embarazosas. Y, seamos sinceros, son divertidísimas. Bing, de Microsoft, respondía con frecuencia a las preguntas de los usuarios con teorías conspirativas y sugirió a un periodista del New York Times que dejara a su mujer. Bard, de Google, generaba respuestas incorrectas para su campaña de marketing, lo que supuso un descenso de 100.000 millones de dólares (91.120 millones de euros) en el precio de las acciones de la empresa.

Ahora, hay una frenética búsqueda de un producto de IA popular que todo el mundo quiera adoptar. Tanto OpenAI como Google experimentan con permitir que empresas y desarrolladores creen chatbots de IA personalizados y dejen que las personas creen sus propias aplicaciones con IA, sin necesidad de conocimientos sobre codificación. Quizá la IA generativa acabe integrada en herramientas aburridas pero útiles que nos ayuden a aumentar nuestra productividad en el trabajo. Podría adoptar la forma de los asistentes de IA, quizá con capacidades de voz, y soporte de codificación. 2024 será crucial para determinar el valor real de la IA generativa.

2. Hemos aprendido mucho sobre el funcionamiento real de los modelos lingüísticos, pero aún sabemos muy poco.

Aunque las empresas tecnológicas ya están introduciendo grandes modelos lingüísticos en sus productos a un ritmo frenético, todavía hay muchos aspectos que no sabemos sobre su funcionamiento. Inventan tecnologías, y tienen graves sesgos raciales y de género. En 2023, también hemos descubierto que los distintos modelos lingüísticos generan textos con diferentes sesgos políticos y son herramientas excelentes para piratear la información privada de las personas. A los modelos de texto a imagen pueden pedirse imágenes protegidas por derechos de autor y fotos de personas reales, y pueden ser engañados con facilidad para generar imágenes perturbadoras. Ha sido estupendo que se hayan investigado los defectos de estos modelos, porque podría acercarnos a entender por qué se comportan como lo hacen y, en última instancia, solucionarlos.

Los modelos generativos pueden ser impredecibles, y en 2023 hubo muchos intentos para que se comporten como sus creadores quieren. OpenAI compartió que emplea la técnica de aprendizaje por refuerzo a partir de la retroalimentación humana, así utiliza las respuestas de los usuarios para guiar a ChatGPT hacia conclusiones más deseables. Un estudio de Anthropic, el laboratorio de IA, demostró cómo unas sencillas instrucciones en lenguaje natural pueden dirigir a los grandes modelos lingüísticos para que sus resultados sean menos tóxicos. Por desgracia, muchos de estos intentos acaban siendo soluciones rápidas y no permanentes. También hay enfoques erróneos, como prohibir palabras aparentemente inocuas, como placenta, en los sistemas de IA generadores de imágenes para evitar el morbo. Las empresas tecnológicas inventan este tipo de soluciones porque no saben por qué los modelos generan este contenido que generan.

También hemos podido conocer mejor la verdadera huella de carbono de la IA. Los investigadores de Hugging Face, la empresa de IA, y la Universidad Carnegie Mellon (Pensilvania, EE UU) han descubierto que generar una imagen con un potente modelo de IA consume tanta energía como cargar un smartphone. Hasta ahora, la cantidad exacta de energía que utiliza la IA generativa había sido una pieza faltante en el rompecabezas. Una investigación mayor sobre este tema podría ayudarnos a cambiar la forma en que utilizamos la IA para que sea más sostenible.

3. La fatalidad de la IA se generalizó.

Las conversaciones sobre la posibilidad de que la IA suponga un riesgo existencial para los humanos han sido cada vez más familiares durante este año. Cientos de científicos, líderes empresariales y responsables políticos se han pronunciado al respecto, desde Geoffrey Hinton y Yoshua Bengio -pioneros del aprendizaje profundo- hasta los CEO de las principales empresas de IA, como Sam Altman y Demis Hassabis. E incluso Ted Lieu, el congresista californiano, y Kersti Kaljulaid, la expresidenta de Estonia.

El riesgo existencial se ha convertido en uno de los mayores memes de la IA. La hipótesis es que un día construiremos una IA mucho más inteligente que los humanos, que podría acarrear graves consecuencias. Es una ideología defendida por muchos en Silicon Valley, incluido Ilya Sutskever, científico jefe de OpenAI, que desempeñó un papel fundamental en la destitución de Sam Altman, CEO de OpenAI (y su reincorporación unos días después).

Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta idea. Yann LeCun y Joelle Pineau, líderes de IA de Meta, aseguraron que estos temores son "ridículos" y que la conversación sobre los riesgos de la IA se ha "desquiciado". Otros protagonistas de la IA, como la investigadora Joy Buolamwini, afirman que centrarse en riesgos hipotéticos distrae de los daños reales que la IA está causando hoy en día.

No obstante, la creciente atención sobre el potencial de la tecnología para causar daños extremos ha suscitado muchas conversaciones importantes sobre la política de la IA y animó a legisladores de todo el mundo a tomar medidas.

4. Llega a su fin la época de Salvaje Oeste de la IA.

Gracias a ChatGPT, todo el mundo, desde el Senado de EE UU hasta el G7, ha hablado este año de política y regulación de la IA. A principios de diciembre, los legisladores europeos cerraron un ajetreado año político con la aprobación de la Ley de Inteligencia Artificial, que introducirá normas y estándares vinculantes sobre cómo desarrollar la IA más arriesgada de forma más responsable. También prohibirá ciertas aplicaciones "inaceptables" de la IA, como el uso policial del reconocimiento facial en lugares públicos.

Por su parte, la Casa Blanca presentó una orden ejecutiva sobre la IA, además de los compromisos voluntarios de las principales empresas de IA. Sus esfuerzos pretendían aportar más transparencia y normas para la IA, y daban mucha libertad a las agencias para adaptar las normas a sus sectores.

Una propuesta concreta sobre las marcas de agua suscitó mucha atención, es decir, señales invisibles en textos e imágenes que pueden ser detectadas por los ordenadores para señalar los contenidos generados por IA. Podrían utilizarse para rastrear plagios o ayudar a combatir la desinformación, y este año hemos visto investigaciones que han conseguido aplicarlas a textos e imágenes generados por IA.

No solo los legisladores estuvieron ocupados, sino también los abogados. Hemos asistido a un número récord de demandas, ya que artistas y escritores han alegado que las empresas de IA habían desechado su propiedad intelectual sin su consentimiento y sin compensación alguna. En una interesante contraofensiva, investigadores de la Universidad de Chicago (EE UU) desarrollaron Nightshade, una nueva herramienta que envenena los datos y que permite a los artistas defenderse de la IA generativa al alterar los datos de entrenamiento de forma que puedan causar graves daños a los modelos de IA generadores de imágenes. Se está gestando una resistencia, y espero que en 2024 haya más esfuerzos estructurales para cambiar el equilibrio de poder de la tecnología.

Aprendizaje aún más profundo

Ahora sabemos qué ha estado haciendo el equipo de Superalineación de OpenAI.

OpenAI ha anunciado los primeros resultados de su equipo de Superalineación, su iniciativa interna dedicada a evitar que una superinteligencia -una hipotética IA futura que pueda ser más inteligente que los humanos- se vuelva maliciosa. El equipo está dirigido por el científico jefe Ilya Sutskever, que formó parte del grupo que despidió a Sam Altman, CEO de OpenAI, en noviembre para restituirlo pocos días después.

A diferencia de muchos de los anuncios de la empresa, este no cuenta ningún gran avance. En un artículo de investigación bajo el radar, el equipo describe una técnica que permite a un modelo lingüístico menos potente supervisar a otro con mayor potencia, y sugiere que podría ser un pequeño paso hacia la forma en que los humanos podrían supervisar a las máquinas sobrehumanas. Más información gracias a Will Douglas Heaven.

Bits y Bytes

Google DeepMind utilizó un gran modelo lingüístico para dar respuesta a un problema matemático irresoluble

En un artículo publicado en Nature, la compañía afirma que es la primera vez que se ha utilizado un gran modelo lingüístico para descubrir la solución a un enigma científico de larga data, produciendo nueva información verificable y valiosa que no existía previamente.

Este nuevo sistema puede enseñar a un robot una sencilla tarea doméstica en 20 minutos

Dobb-E, un nuevo sistema de código abierto se entrenó con datos recogidos en hogares reales. Puede ayudar a enseñar a un robot a abrir una freidora de aire, cerrar una puerta o enderezar un cojín, entre otras tareas. También podría ayudar al campo de la robótica a superar uno de sus mayores retos: la falta de datos de entrenamiento. 

ChatGPT está convirtiendo internet en fontanería

El gigante alemán de los medios de comunicación Axel Springer, propietario de Politico y Business Insider, anunció una asociación con OpenAI, en la que la empresa tecnológica podrá utilizar sus artículos de noticias como datos de entrenamiento y las organizaciones de noticias podrán utilizar ChatGPT para hacer resúmenes de las noticias. Esta columna tiene un punto inteligente: las empresas tecnológicas se están convirtiendo cada vez más en guardianes de los contenidos online, y el periodismo solo es "fontanería para un grifo digital".

Conozca al ex funcionario francés que aboga por normas más laxas para la IA tras unirse a la startup Mistral

Un perfil de Cédric O, el cofundador de Mistral AI, que fue ministro digital de Francia. Antes de unirse al unicornio francés de IA, era un firme defensor de leyes estrictas para la tecnología, pero presionó con fuerza contra las normas de la Ley de IA que habrían restringido los modelos de Mistral, y tuvo éxito. Los modelos de la empresa no alcanzan el umbral de computación establecido por la ley, y sus modelos de código abierto también están exentos de las obligaciones de transparencia. (Bloomberg)


https://www.technologyreview.es/s/16021/cuatro-tendencias-que-cambiaron-la-inteligencia-artificial-en-2023