Hago una película como huyendo, Federico Fellini

 


Decir que mis películas son autobiográficas es una salida estúpida. Me he inventado mi propia vida. La he inventado a propósito para la pantalla. Antes de rodar mi primera película, lo único que hice fue prepararme para ser lo suficientemente alto y grande y cargarme de toda la energía necesaria para llegar a gritar un día la palabra acción. He vivido para descubrir y crear a un director: nada más. Y no recuerdo ninguna otra cosa, pasando por uno que vive su vida expresiva en los grandes almacenes de la memoria.

Nada es cierto. No hay nada de anecdótico, de autobiográfico en mis películas. Sin embargo sí está el testimonio de una determinada época que he vivido. En este sentido mis películas son autobiográficas: pero de la misma forma que cada libro, cada verso de un poeta, cada color de un lienzo, es autobiográfico.

Nada de lo que dicen es cierto. No quiero hacerme demasiadas ilusiones sobre mí, ni me interesa hacérmelas además.

No sé distinguir una película de otra; hablo de mis películas. Para mí siempre he rodado la misma película; se trata de imágenes y solo imágenes, que he rodado con los mismos materiales, quizá de vez en cuando empujado por distintos puntos de vista.

Lo que sé es que tengo ganas de recontar. No lo digo por coquetear con la modestia, sino porque francamente recontar es el único juego que vale la pena jugar. Es un juego necesario para mí, para mi fantasía, para mi naturaleza. Cuando lo juego me siento libre, me siento desembarazado. Y en esto soy afortunado: puedo jugar con este juego que es el cine.

Los estudios en penumbra, las luces apagadas, tienen para mí un encanto que debe tener que ver con una parte muy oscura de mí mismo. Levantar un bastidor con mis propias manos, maquillar a un actor, vestirlo, estimular un gesto, una reacción imprevisible, son cosas que me afectan, que absorben completamente toda mi energía.

Hago una película como huyendo, como una enfermedad que hay que padecer. Decido rodar, o llego al set a rodar, cuando estoy vencido por el odio, cuando caigo en el rencor. Es una creación que se inspira en signos de simpatía. Hago todo lo que sea necesario, puntillosamente, cada vez con más detalle, pero víctima de un estadio de fastidiosa rabia. Al final tengo que alejarme de la película y ¡ay! si no me alejo.

No quisiera hablar nunca de ella, pero hablar de la película que se ha rodado forma parte de un ritual de tipo comercial del que es imposible librarse. Las agencias de prensa se ponen en marcha, los teléfonos empiezan a sonar: llegado este momento es como tener delante un espejo. Sería mejor callarse.

Sin embargo me gusta todo ese circo del cine. Aunque con mis películas no mantengo buenas relaciones: es una relación de recíproco menosprecio.

Tengo complejo de criminal. No quisiera dejar huellas ni rastros de todo lo que me ha costado una película. Destruyo todo. Sólo tiene que quedar la película, desnuda y acabada. De la misma forma que no quisiera hacer confesiones.

Ahora, ya he visto esta dichosa película. Tiene algo que se asemeja mucho a mi naturaleza. Sin embargo…

Federico Fellini

Fellini por Fellini

Editorial: Fundamentos

Traducción: Paola Ungarelli y Augusto Martínez Torres


Foto: Federico Fellini


Hago una película como huyendo, Federico Fellini

¿Crees que la gente tendrá paciencia de leer? James Joyce

 

«Ya he terminado otro capítulo y ahora voy por el veinte. Ésta es una obra terrible: no sé cómo tengo paciencia de escribirla. ¿Crees que la gente tendrá paciencia de leerla?»

James Joyce

Carta a su hermano Stanislaus, hablando del Ulises

4 de abril de 1905

***

Ricardo Piglia: […] Los anuncios sobre los fines son en verdad anuncios sobre los sistemas de circulación de los textos. Sobre la circulación de los textos sí debemos estar preocupados, pero no sobre los sistemas de producción de los textos: seguimos escribiendo igual que como se escribía hace muchísimo tiempo, necesitamos un lápiz y un papel para ponernos a escribir. Se acostumbra poner en cuestión la experiencia de la literatura a partir del conflicto que se ha generado en la circulación de la literatura, en la distribución de la literatura, en todo lo que hace a ese universo –y por supuesto los escritores estamos preocupados e intervenimos ahí–, pero no consideramos que eso permita definir la literatura. La literatura no puede definirse por su modo de circulación. Me parece muy interesante, no lo había pensado, que en la gran tradición de la crónica –para hablar de una intervención literaria que está muy conectada con lo que está sucediendo–, las crónicas de Roberto Arlt publicadas en México, que Rose Corral ha rescatado, las crónicas de Monsiváis, las de Juan, las de Pedro Lemebel, de María Moreno, una escritora argentina que está haciendo unas cosas maravillosas, todos tienen mucha dificultad para incorporar eso en las estructuras que los periódicos se dan para divulgar o hacer circular la información. Hay una preocupación legítima por los modos en que está circulando la literatura, pero estamos menos preocupados por el modo en que persiste la literatura.

Juan Villoro: Esto nos lleva de manera natural a la lectura. La escritura es una exploración que no agota el sentido y, como dices, suspende el problema, le encuentra nuevos detonantes, lo expande. El otro componente del consumo de literatura es la lectura. En El último lector postulas posibilidades extremas de lectores absolutos, lectores terminales; a veces en un sentido literal, como el caso del Che Guevara, un hombre que va a morir leyendo y cuyos últimos gestos son gestos de lectura, o Don Quijote, que es el último lector de una tradición, el lector que clausura las novelas de caballería. De alguna manera, la literatura ha reclamado siempre la complicidad de este tipo de lectores, lectores que hacen mejores los libros, que sobreinterpretan en favor de los textos. Toda la escritura borgesiana, con sus falsas atribuciones y sus estrategias para traducir de manera deliberadamente falaz, representa una apropiación practicada por un lector extremo. Me parece que ahí está el ejercicio perdurable de la literatura que mencionabas. Al mismo tiempo, este tipo de lectura se opone a la circulación dominante. Sorprende la creciente proporción de libros destinados a las personas que normalmente no leen. En todas las épocas han existido libros para quienes sólo leen por excepción, casualidad, morbo o urgencia extrema; sin embargo, ahora la tendencia dominante consiste en hacer circular libros que deben cautivar a quienes normalmente no leen porque, naturalmente, son la mayoría. Es una situación enloquecida, como si los fabricantes de vino embotellaran para la gente que normalmente no bebe, o empezaran a hacer vino con sabor a chocolate o con sabor a té de hierbas, para que ésos tomaran vino. Este tipo de circulación es un fenómeno de los últimos tiempos al que tampoco somos ajenos como testigos.

Ricardo Piglia: No, desde luego. Cada uno tiene su manera de afrontar la situación. Pero me parece que importa incorporar la cuestión del lector, porque lo que estamos diciendo aquí es que nosotros no confundimos lectores con clientes. No confundimos una cosa con otra. Y este plural, que es muy singular como se sabe, al mismo tiempo incluye a los escritores con los que habitualmente converso. Me parece que nosotros siempre hemos tratado de escribir para lectores interesados en la literatura, y lo que hemos logrado es descubrir hasta dónde esos lectores son mucho más amplios de lo que cualquiera de nosotros podríamos imaginar. Yo creo que ésa es una de las muy buenas lecciones de Borges. Borges siempre hablaba como si su interlocutor supiera más que él. Nunca tuvo una actitud paternalista, de tratar de ser pedagógico, ni en sus textos ni en sus relaciones personales. Siempre pensó en un lector más inteligente y más culto, y trabajó con ese estándar, y me parece que ésa es una de las tradiciones que nosotros hemos tratado siempre de reivindicar frente a una tradición más paternalista, que tiende a pensar que hay que bajar el nivel, como se dice.


Conversación entre Ricardo Piglia y Juan Villoro

Letras Libres, septiembre de 2007

Conversación completa aquí


Foto: James Joyce

Quiero perderme por falta de caminos, César Vallejo

 

Cesar-vallejo-niza-1929

Quiero perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perderme definitivamente, no ya en el mundo ni en la moral, sino en la vida y por obra de la vida. Odio las calles y los senderos que no permiten perderse. La ciudad y el campo son así. No es posible en ellos la pérdida, que no la perdición, de un espíritu. En el campo y en la ciudad se está demasiado asistido de rutas, flechas y señales para poder perderse. Uno está allí indefectiblemente situado. Al revés de lo que le ocurrió a Wilde, la mañana que iba a morir en París, a mí me ocurre en la ciudad amanecer siempre rodeado de todo, del peine, de la pastilla de jabón, de todo. Amanezco en el mundo y con el mundo, en mí mismo y conmigo mismo. Llamo e inevitablemente me contestan y se oye mi llamada. Salgo a la calle y hay calle. Me echo a pensar y hay pensamiento. Esto es desesperante.

César Vallejo
Carnets
Editorial: Interzona

Foto: El poeta César Vallejo en Niza – 1929
(Archivo de la Biblioteca Nacional del Perú)

De Bannon a Musk: la década que convirtió la desinformación en la nueva normalidad

Por Actualidad RD  noviembre 24, 20242


De Bannon a Musk: la década que convirtió la desinformación en la
 nueva normalidad

“La verdadera oposición son los medios”, sentenció Steve Bannon mientras era jefe de estrategia de la Casa Blanca, en 2018, durante el primer mandato de Donald Trump. “Y la forma de lidiar con ellos es inundar el terreno con mierda”. Bannon señaló el camino y hoy Trump vuelve a la presidencia de Estados Unidos surfeando esa misma ola, esta vez agitada por su nuevo estratega jefe, Elon Musk, dueño de la red social X. “Ahora la prensa sois vosotros”, les dice a sus fieles tuiteros el magnate sudafricano que, como Bannon, desprecia a los medios y lo embarra todo: más de la mitad de sus tuits durante la campaña fueron “engañosos”, según la CBS. Los dos saben que hoy lo único importante es la narrativa, la guerra cultural. Con una diferencia: el cenagal informativo de entonces pilló por sorpresa al mundo, desde Reino Unido a Filipinas, cuando el uso político de herramientas como Facebook y WhatsApp generó una disrupción política inesperada. Pero ese ciclo disruptivo ya acabó: hoy es lo cotidiano. “No creo que la desinformación vaya a desaparecer”, afirma Sander van der Linden, experto de la Universidad de Cambridge, “lamentablemente, es la nueva normalidad”.

El caudal de mentiras tóxicas vivido en España tras las más de 200 muertes de la dana en Valencia confirma que vivimos en el mundo soñado por Bannon y Musk. Los bulos circulan sin freno por los móviles, las redes sociales diseminan veneno, los medios no parecen fiables y la ciudadanía, polarizada y desorientada, señala con el dedo al de enfrente acusándole de mentir. Porque el ecosistema informativo, más que nunca, ha dejado a la sociedad sin una realidad compartida sobre la que construir consensos o discusiones fructíferas. Como explica Renée DiResta, de la Universidad de Georgetown, tenemos una verdad cosida a medida para cada persona: “La colisión entre la maquinaria de propaganda y la fábrica de rumores ha creado una epistemología de ‘elige tu propia aventura’: algún medio ya ha escrito la historia que deseas creer; algún influencer está demonizando al grupo que odias”.

Los especialistas en desinformación coinciden en que lo sucedido con la dana no es casual, sino la consecuencia inevitable del nuevo sistema informativo que ha quedado tras dos lustros asediado por la doctrina Bannon. Tras las riadas, en dos semanas se concentró el mismo volumen de patrañas que se sufrieron en dos años de pandemia. “Nunca habíamos visto algo tan explícito y coordinado, pero lo vamos a ver más veces”, advierte Clara Jiménez, que lleva una década combatiendo mentiras al frente de Maldita. “La maquinaria de la desinformación ahora tiene más músculo, pero también tiene más adeptos, más gente escuchando esas cosas con normalidad”, desarrolla la periodista. El torrente de apoyos recibidos por Iker Jiménez tras varios días —o años— difundiendo bulos es una prueba descorazonadora. “En la última década, hemos visto asentarse la disfunción normalizada de la desinformación de nuestra sociedad”, ahonda Raúl Magallón, de la Universidad Carlos III. “Primero surgió en torno a la política, luego con la inmigración y más tarde, con la pandemia, con discursos anticientíficos. Y todo se ha condensado con la dana, que ha sido una tormenta perfecta. Además, las narrativas desinformadoras han bajado de escala a los adolescentes”, añade. La relación de los más jóvenes con la realidad y la información se está cocinando en este escenario confuso.

Steve Bannon, llega a una audiencia en el Tribunal Penal de Nueva York, tras ser excarcelado, el 12 de noviembre de 2024.Kent J. Edwards (REUTERS)

Es imposible identificar un momento concreto en el que nació este nuevo universo distorsionado, pero empezó a gestarse antes de que se hablara ingenuamente de posverdad. Bannon, al frente del portal ultra Breitbart, se dio cuenta de que había un público que demandaba realidades alternativas. E incorporó a su manual lo sucedido en 2014 durante el Gamergate, cuando una horda machista acosó desde las redes a las mujeres del mundo de los videojuegos. El que sería jefe de campaña de Trump descubrió que se podían dominar disputas políticas desde internet, activando con odio el comportamiento tribal e inundando las redes con ejércitos de trolls, según explica Joan Donovan, de la Universidad de Boston: “Bannon descubrió cómo enlazar lo superficial con lo profundo de una forma inédita, lo que le dio una influencia descomunal en la política de EE UU”. Los medios no supieron gestionar a Trump ni lo que significaba.

En esos años, las plataformas digitales, desde Google y Youtube hasta Facebook y Twitter, ganaron a los medios la batalla de la atención. Y también la de los ingresos, devorando casi por completo la tarta de la publicidad. Mientras la prensa se desangraba con cierres y despidos masivos, y las pocas cabeceras supervivientes se rendían a producir contenidos virales para las redes, esas mismas compañías tecnológicas desataban la fuerza de los algoritmos sobre los usuarios para mantener su crecimiento exponencial. Sin prestar atención a las consecuencias. Y empezaron a suceder cosas incomprensibles.

Uno de cada cuatro estadounidenses creyó que había sido una farsa la masacre de Sandy Hook, donde mataron a balazos a 26 personas, después de que el agitador Alex Jones comenzara en 2014 a alentar esa mentira para disparar sus ingresos. Un hombre acudió armado a una pizzería de Washington D. C. en 2016 convencido de que allí se ocultaba una trama de pederastia gestionada por políticos demócratas, el conocido Pizzagate. Las banderas de los seguidores de QAnon, una teoría de la conspiración horneada en las redes hasta convertirse en un culto sectario, ondeaban triunfales en el asalto al Capitolio de EE UU en enero de 2021. “QAnon no habría existido sin el inadvertido reclutamiento algorítmico en Facebook (…). En su peor versión, Twitter creó turbas y Facebook fomentó sectas”, escribe DiResta en su libro Invisible rulers (poderes invisibles).

El ruido que provocaron esos escándalos —como el intento de manipulación de voto de Cambridge Analytica, en cuya junta se sentaba Bannon— quedó en el pasado, así como el propósito de enmienda de los emperadores de Silicon Valley. Tras la terrible crisis de reputación de las redes sociales, sus dueños se disculparon y prometieron reformas a los políticos de medio mundo. Pero esa era ya pasó. “Ya no pido perdón”, sentenció Mark Zuckerberg en septiembre. Meta, X, TikTok y YouTube revocaron las políticas que habían prohibido la desinformación tras la covid o los discursos extremistas tras el asalto al Capitolio. Tras la dana, “las principales plataformas digitales y redes sociales no implementaron acciones relevantes y específicas para hacer frente a la crisis de desinformación”, denuncia Maldita en un informe. Los bulos y el odio circulan de nuevo sin freno.

“La dieta informativa de tiktoks y titulares en redes, con vídeos sin contexto, sin documentar y sin voces autorizadas, no tiene proteína. Así es más difícil presentar la veracidad de la información. El buen periodismo debe inmunizarse para no contagiarse con el mal hacer y las prisas”, resume Loreto Corredoira, al frente del Observatorio Complutense de Desinformación. Un fenómeno muy llamativo en la emergencia de la gota fría fue que entre los miles de testimonios que recogían las televisiones, a veces los damnificados repetían ante la cámara bulos surgidos de las cloacas de Telegram, y después ese vídeo volvía a difundirse desde los canales de desinformación como un éxito, como una prueba. “En un contexto de máxima incertidumbre y miedo, emergen los bulos, la batalla cultural, los relatos alternativos”, explica Magallón, “y la dana ha activado esas disfuncionalidades gracias a la falta de confianza en los medios y a unas redes sociales convertidas en un actor político con agenda propia”.

Donald Trump rodeado por los miembros de su Consejo de Tecnología, incluidos (de izquierda a derecha) el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, el director ejecutivo de Microsoft, Satya Nadella, y el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, el 19 de junio de 2017 en Washington. Chip Somodevilla (Getty Images)

Esto último es clave: las grandes tecnológicas llevaban meses acercándose a Trump. Jeff Bezos, jefe de Amazon y dueño del Washington Post, impidió que su periódico apoyara a Kamala Harris. Musk quiso convertir en escándalo que la anterior dirección de Twitter hubiera trabajado junto con el Gobierno de EE UU para frenar mentiras durante la pandemia; ahora, ha puesto su plataforma en manos de la maquinaria electoral republicana sin sonrojarse lo más mínimo. “El hombre más rico del mundo, dueño de su propia red de comunicación que llega a cientos de millones al instante, es una amenaza que los Estados deben vigilar”, señala Donovan, fundadora del Instituto de Estudios Críticos de Internet y autora de Meme wars (guerras de memes).

“Te dicen ‘nosotros poseemos la verdad y los medios te mienten’. Lo dice Musk, que no se tapa, pero también muchos otros. En España hay partidos políticos con ese discurso, famosos e influencers diciéndolo. Gota a gota, año a año, insistiendo en este mensaje”, señala Clara Jiménez. Y advierte: “Ese relato ha terminado calando en mucha gente, había cuajado hace mucho: estamos mucho más afectados de lo que creemos”.

El terreno era fértil, pero hay culpables: personas interesadas que plantan las semillas para la producción masiva de falsedades. ¿El objetivo? En muchos casos, el dinero, como señalaba un editorial de Nature: “El modelo de publicidad en línea, basado en subastas automatizadas de espacios publicitarios, ha impulsado la producción de desinformación, ya que muchos sitios que difunden falsedades se benefician de los clics en los anuncios”. Hay competencia entre los influencers de los bulos, ya sea por streaming o redes: a mayor barbaridad, más relevancia; cuanta más visibilidad, mayores ingresos. Y en muchos casos la avaricia coincide con la agenda política. “El modelo actual de influencers y algoritmos crea incentivos perversos para la circulación de desinformación”, advierte Van der Linden, autor de dos libros recientes sobre este problema (La psicología de la desinformación e Infalible).

La fábrica de engaños no descansa hasta dar en la diana, lanzando sin parar memes y mentiras para que alguna triunfe. Es lo que ocurrió tras el asesinato, este verano, de unas niñas en Southport (Reino Unido): una cuenta en X publicó que el criminal era un refugiado musulmán llamado Ali Al-Shakati y lo difundió toda la maquinaria del odio, engrasada como nunca. El Parlamento británico ha citado a Musk a declarar por la difusión de esas mentiras, que ya habían incendiado los ánimos y las calles para cuando se supo la verdad. Porque la industria del engaño siempre se afana en llenar los vacíos informativos con sus narrativas. No siempre les funciona: pocas semanas después de Southport, Alvise Pérez lo intentó tras la muerte de un niño en Mocejón (Toledo), pero no logró provocar esa reacción. En las elecciones estadounidenses, se pusieron en circulación millones de falsedades y cuajó una muy peculiar: los inmigrantes haitianos se están comiendo los perros y gatos domésticos de los vecinos de Springfield (Ohio). “La desinformación puede lanzar mil contenidos sin mucho esfuerzo y esperar a ver cuál se pega, qué narrativa engancha en el discurso: lanzo mil soldados a la batalla y alguno llega a la meta”, indica Jiménez. Como explica DiResta, un periodista puede tardar un par de días en investigar y publicar el desmentido sobre algo así: “Eso es una eternidad en la era de las redes sociales, para cuando se publica su versión de los hechos, los poderes invisibles ya han pasado a otra cosa”.

IN SHORT, DON’T LET THE CRYBABIES IN THE MEDIA DISSUADE YOU, FELLOW PATRIOTS.

KEEP THE CAT MEMES FLOWING.

— JD VANCE (@JDVANCE) SEPTEMBER 10, 2024

Pero para que la mentira llegue a la meta, hay un factor decisivo: las élites. Como repite una y otra vez Rasmus Kleis Nielsen, especialista del Instituto Reuters de Oxford: “La desinformación a menudo viene desde arriba”. La industria del bulo los libera sin parar, pero un reclamo absurdo como el de los gatos de Ohio solo cuajó de verdad cuando Musk, Trump y J.D. Vance se lo apropiaron. “Los estudios demuestran que la mayor parte de la desinformación viene de superesparcidores que, en el ámbito político, suelen ser las élites de los partidos”, asegura Van der Linden. El bulo del 11M, en tiempos más analógicos, cuajó entre la población de derechas porque la dirección de El Mundo y la del Partido Popular así lo decidieron. Trump apareció en su primera campaña en el show de Alex Jones, el de la conspiración de Sandy Hook, para alabar su “magnífica reputación”. Kamala Harris se reía de su rival cuando dijo lo de los haitianos durante su debate electoral, aunque a determinado nivel ya daba igual que fuera mentira. Vance reconoció que probablemente era falso, pero que lo importante era diseminar la narrativa (xenófoba): “No os dejéis disuadir”, tuiteó el futuro vicepresidente, “que fluyan los memes de gatos”. Les funcionaba como metáfora, para transmitir la idea de fondo: los inmigrantes son peligrosos y sus costumbres alteran el modo de vida americano. Finalmente, en casos como este, logran secuestrar el debate público.

¿Y por qué funcionan esas narrativas, aunque sepamos que son falsas? Porque las plataformas deliberada o fortuitamente, explotan a la perfección la psicología humana. Todavía se están tratando de entender todos los mecanismos, pero los estudios más recientes muestran que cuando no hay algoritmo las redes también son tóxicas y que incluso difundimos la desinformación a sabiendas. Porque es más poderoso el afán de pertenencia al grupo: al ver un reclamo dudoso, pero que beneficia a nuestra tribu, no se activa el cerebro reflexivo sino el social, pensando en qué dirán los míos. Al diseminar la foto falsa de un haitiano con un animal doméstico, nuestro bando se regocija y el contrario se indigna: win win, doble victoria.

Pero el fenómeno de la desinformación sigue siendo increíblemente complejo y ni siquiera los especialistas se ponen de acuerdo al acotarlo. El Chicago Tribune publicó en la pandemia este titular: “Un médico ‘sano’ murió dos semanas después de recibir la vacuna de la covid; las autoridades sanitarias investigan por qué”. El enunciado era correcto desde los hechos y lo publicó un periódico de calidad. Pero la industria del bulo lo aprovechó para sacarlo de contexto en Facebook y difundir su discurso antivacunas en el momento de mayor incertidumbre: ese titular se vio más de 50 millones de veces en EE UU. Esa y otras publicaciones similares provocaron que tres millones de estadounidenses dejaran de vacunarse, según un estudio publicado en Science. La clave la ofreció en esa misma revista científica la investigadora Kate Starbird, de la Universidad de Washington: “La desinformación no es una pieza de contenido. Es una estrategia”.

Falta mucho por aprender: en los últimos años se han publicado innumerables trabajos sobre el fenómeno, pero solo el 1% se ha realizado en entornos de la vida real y analizando el comportamiento posterior, tangible, de los individuos. Y no ayuda que los políticos polaricen el término, critican los expertos, al apropiarse de la agenda contra la desinformación. Sucedió hace años con el término “fake news”, que Trump lanzó sin parar contra los periodistas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, habló de la “máquina del fango” refieriéndose únicamente a medios de derechas y solo cuando le afectó personalmente, cuando abrieron diligencias previas contra su mujer por tráfico de influencias. Y durante la crisis de la dana, tanto los partidarios de Sánchez como de Carlos Mazón han hablado de bulos y desinformación en contextos de críticas legítimas. El 80% de los españoles lo considera un problema y el Consejo de Seguridad Nacional lo incluye entre las principales amenazas.

Exactamente el mismo día en que se desataban las riadas en Valencia, el 29 de octubre, Steve Bannon salía de la cárcel tras cuatro meses entre rejas por desacato al Congreso. Se sentía más “empoderado” que nunca, dijo, y “concentrado en la victoria” de los republicanos. Volvió a esparcir mentiras en su podcast y, una semana después, Trump volvió a ganar. Pero ya no fue una sorpresa: venció sin sobresaltos. Solo un síntoma más de la nueva normalidad.

https://actualidad.do/de-bannon-a-musk-la-decada-que-convirtio-la-desinformacion-en-la-nueva-normalidad/

Rose Wang, directora de operaciones de Bluesky: “La gente se ha cansado de que el algoritmo lo decida todo”

Por Actualidad RD noviembre 25, 2024

Rose Wang, directora de operaciones de Bluesky: “La gente se ha cansado de que el algoritmo lo decida todo”

Bluesky está en plena ebullición. Una semana después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EE UU, la plataforma había ganado un millón de usuarios. Durante la segunda semana, ha sumado un millón al día. El domingo alcanzó los 22 millones, y todo apunta a que este crecimiento no se detendrá gracias al descontento que genera la gestión de Elon Musk, dueño de X y paladín del presidente electo.

Rose Wang, de 33 años y residente en San Francisco, es la directora de operaciones de la red social de moda. Licenciada en psicología por la Universidad de Harvard, tiene experiencia en varias startups digitales y relacionadas con la inteligencia artificial. Dice que trabaja en Bluesky porque se lo propuso la directora general, Jay Garber, de su misma edad. “Creo que una cosa muy importante de que haya mujeres al mando es que ponen a otras mujeres a su lado. Cuando solo tienes un género o raza en la dirección, entonces la perspectiva del equipo no es completa”, explica por videollamada. La joven ejecutiva ve el futuro con optimismo y subraya que su equipo (son 20 trabajadores en total) es “dinámico, se mueve rápido y tiene mucha experiencia en el mundo de las redes sociales”.

Pregunta. ¿Por qué está creciendo tanto Bluesky?

Respuesta. Muchas redes sociales priman los contenidos de marcas o celebridades, han olvidado a los usuarios comunes. Nosotros no hacemos eso. Bluesky está hecho por la gente y para la gente. Aquí, los usuarios se relacionan con personas reales, tienen conversaciones divertidas, vuelven a hacer amigos. Estamos volviendo a lo básico. Tenemos 50.000 algoritmos o feeds [los contenidos que se le muestran al usuario] distintos entre los que elegir, es mucho más fácil encontrar a gente con intereses similares a los tuyos, mientras que en otras plataformas se ven atrapados en un único algoritmo que tiende a promocionar a ciertos usuarios sobre otros. Es por eso que sobre el 30% de nuestros usuarios publican contenido, frente al 1% de Twitter.

P. ¿A qué se refiere exactamente con que Bluesky está hecho por la gente y para la gente?

R. Bluesky está construido sobre un protocolo abierto, lo que permite que cualquiera lo pueda tocar, ya sea diseñando un feed propio o un servicio de moderación. Lo que digo es que, durante la última década, las APIs de las redes sociales han estado cerradas, los desarrolladores no podían modificarlas. Nosotros hemos cambiado eso, cualquiera puede entrar en Bluesky y desarrollar un Yellowsky o Greensky. El objetivo es que los usuarios puedan traerse a sus seguidores y llevárselos si deciden marcharse. Si no les gusta un feed, se van a otro.

P. ¿Cuáles son las ventajas en términos prácticos de tener ese protocolo abierto?

R. Creo que una buena metáfora es el email. Los correos electrónicos se crearon sobre un protocolo abierto: si escribo desde Gmail, puedo llegar hasta ti, aunque uses Yahoo! Estos servicios son interoperables, pueden relacionarse entre sí. Eso no pasa con las redes sociales: desde Facebook no puedo escribirte a tu cuenta de LinkedIn. Nosotros creemos que las redes sociales deberían ser como el email, una web abierta en la que los distintos servicios puedan hablarse los unos a los otros, que no seamos un jardín vallado. Estamos abriendo los datos sociales de manera que los usuarios puedan encontrarse y crear comunidades más cohesionadas en torno a la música que escuchan, los libros que leen o lo que sea. Y si no te gusta cómo funciona Bluesky, puedes coger a tu comunidad e invitarla a entrar en una plataforma que crees a tu gusto.

P. ¿Cómo son capaces de gestionar 21 millones de usuarios con solo 20 empleados?

R. Hemos contratado a muchos moderadores de contenidos y personal de apoyo para hacer frente a nuestro nuevo volumen de usuarios. Pero podemos funcionar con poco personal porque nacimos con esa idea. Ya hemos experimentado antes picos de incorporaciones: cuando Brasil prohibió X, recibimos cuatro millones de usuarios en dos semanas. No es tan importante cuánta gente tenemos en el equipo como quiénes son esos profesionales. Cada uno de nosotros tiene mucha experiencia. Por ejemplo, Aaron Roberts, nuestro responsable de confianza y seguridad, está aportando todo lo que aprendió en Twitter.

ES GENIAL VER QUE ALGUIEN COMO MARK ZUCKERBERG, QUE LLEVA DOS DÉCADAS EN LAS REDES SOCIALES, SE INSPIRA EN IDEAS NUESTRAS

P. ¿Pueden hacer frente a fallos en el sistema con un equipo tan reducido?

R. No hemos tenido caídas significativas hasta el momento. Pero, a diferencia de lo que pasó en X tras despedir Elon Musk a muchos desarrolladores, nosotros sí tenemos en el equipo a quienes escribieron el código, que pueden intervenir si pasa algo.

P. ¿Ampliarán plantilla? ¿Tienen pensado abrir oficina en Europa?

R. El objetivo es ampliar el equipo en el futuro, pero nos inspiramos en Instagram y WhatsApp, que mantuvieron un núcleo pequeño hasta tener centenares de millones de usuarios. Ahora mismo buscamos comunity managers e ingenieros para pulir nuestro algoritmo. En cuanto a las oficinas, no tenemos: trabajamos en remoto.

P. ¿Por qué cree que los usuarios de X se están yendo a Bluesky y no a otras opciones?

R. La gente se ha cansado de que el algoritmo lo decida todo. Creo que los usuarios no quieren comerse lo que les dan. Quieren feeds cronológicos, no organizados por una máquina. Al final estás en una red social por la gente que haya allí. Nosotros hemos empezado poco a poco, nuestros primeros usuarios fueron gente con mucha vida online. Luego se han ido incorporando distintas comunidades: artistas, músicos, urbanistas, periodistas… Tuvimos una lenta curación de esos espacios, seguida de la incorporación de usuarios a esas comunidades. Todo ello hace que la experiencia sea más auténtica y personalizable.

LO QUE LE PASÓ A TWITTER ES EL MOTIVO POR EL QUE EXISTE BLUESKY

P. Twitter empezó así, recogiendo a usuarios cansados de las dinámicas de Facebook. ¿Por qué deberíamos pensar que Bluesky no seguirá la misma deriva que X?

R. Lo que le pasó a Twitter es el motivo por el que existe Bluesky. Desde el primer día estamos convencidas de que el futuro de la compañía es nuestro posible adversario. Es normal que la gente piense que quienes dirigimos Bluesky podamos cambiar de opinión o de línea empresarial. Yo les digo: no confiéis en nosotros, sino en nuestra infraestructura. Bluesky es de código abierto, le hemos dado a los usuarios todas las herramientas que necesitan para recrear esta experiencia en caso de que nos volvamos locas. Creemos importante que haya varias capas de toma de decisiones, desde la nuestra hasta lo que puedan hacer los usuarios con el código.

P. El dueño de X, Elon Musk, quien gusta de publicar memes sobre cualquier tema, no ha mencionado Bluesky en las últimas semanas. ¿Qué le sugiere eso?

R. Creo que ha retuiteado comentarios de terceras personas sobre nosotros, así que no estamos totalmente fuera de su radar. Él tiene 200 millones de usuarios o más, nosotros 22, somos todavía muy pequeños. Pero estamos viendo que Threads, por ejemplo, está copiando algunas de las cosas que hacemos. Para nosotros es genial ver que alguien como Mark Zuckerberg, que lleva dos décadas en las redes sociales, se inspira en ideas nuestras.

Wang estudió Psicología en Harvard. La directora general de Bluesky, Jay Garber, le pidió que se uniera al equipo.

P. ¿Cómo enfocan la moderación de contenidos?

R. Tenemos un sistema centralizado que expandimos gracias a nuestras comunidades de usuarios. Creemos que la forma de afrontarlo es ir sumando capas, involucrando a más organizaciones y modificando continuamente lo que se acepta y lo que no. Hay que etiquetar comentarios cuando son tóxicos o rudos, pero también señalar a quienes contestan de forma creativa o inspiradora.

EL 30% DE NUESTROS USUARIOS PUBLICAN CONTENIDO, FRENTE AL 1% DE TWITTER

P. Entre sus inversores hay empresas relacionadas con el mundo de las criptomonedas. ¿Por qué?

R. La tecnología debería servir al usuario, y no viceversa. En Bluesky no usamos blockchain o criptomonedas, y nunca introduciremos tokens ni nada parecido en nuestra red. La razón por la que decidimos seguir adelante con esos inversores que mencionas es porque creen mucho en el mundo descentralizado que estamos construyendo, y eso es difícil de encontrar. Pero dinero no significa control. Sí, tenemos capital de esas empresas, pero las decisiones las toman Jay [Garber, la directora general] y su equipo.

P. ¿Cuáles serán los siguientes pasos de Bluesky?

R. Lo primero es mantener la web en funcionamiento [se ríe]. Puede parecer gracioso, pero nuestro director de tecnología dice que no es una broma. Queremos montar planes trimestrales, que incluyan por ejemplo lanzar una función para configurar tu feed desde la app, pero el aluvión de nuevos usuarios nos tiene bastante ocupados. En cualquier caso, el objetivo principal es seguir dándole herramientas a las comunidades que están surgiendo en Bluesky para que configuren espacios interesantes. También queremos convertirnos en una especie de escaparate o app desde la que los usuarios conecten con publicaciones o marcas. Y pondremos en marcha suscripciones.

P. ¿A qué darán derecho esas suscripciones?

R. Nunca pondríamos alguna función clave detrás de un muro de pago [como hizo X con la verificación de usuarios]. Estamos pensando en ofrecer opciones de personalización de avatares, más descargas de vídeos, mayor resolución y cosas así.

P. ¿Qué otras vías de monetización contemplan?

R. Estamos viendo que muchos usuarios pagan a otros a través de Patreon u otros sistemas por los contenidos que ofrecen o para agradecer un hilo o pack de iniciación. En el futuro queremos crear nuestra propia herramienta para gestionar esos pagos y quedarnos con un porcentaje de estos.


https://actualidad.do/rose-wang-directora-de-operaciones-de-bluesky-la-gente-se-ha-cansado-de-que-el-algoritmo-lo-decida-todo/

Jay Graber, la joven ingeniera detrás de Bluesky, la red social anti-Musk que quiere destronar a X

 La directora de la plataforma, con apenas 33 años, aspira a dar más libertad a los usuarios


Bluesky debería superar en las próximas horas el hito simbólico de los 20 millones de usuarios. La red social lanzada de forma independiente por el fundador de Twitter, Jack Dorsey, en 2021, como una alternativa a X, ha crecido de forma vertiginosa desde la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. La directora de la plataforma, Jay Graber, una ingeniera de 33 años, explica que la red aspira a “garantizar a los usuarios la libertad de moverse y a los desarrolladores la libertad de construir”.

La biografía de Jay Graber en Bluesky establece el tono: “Construyamos una república federada, empezando por este servidor”. La directora, que repostea imágenes de ciudades inteligentes agregando: “Este es el futuro que queremos”, ha explicado en una entrevista a The New York Times que quiere construir algo distinto a la mayoría de las redes sociales, que, según ella, tienen a sus “usuarios encerrados” y a sus desarrolladores bloqueados”.

Antes de sumarse al equipo de Twitter, la ingeniera Jay Graber había dirigido una startup de eventos y trabajado como desarrolladora en proyectos de criptomonedas. Cuando el entonces consejero delegado de Twitter, Jack Dorsey, organizó un concurso para desarrollar una tecnología capaz de hacer que las redes sociales funcionaran de forma descentralizada, -es decir sin posibilidad de entrar en contacto directo con los perfiles- contrató a Jay Graber para liderar su equipo.

El objetivo de Jack Dorsey era entonces inventar un sistema que permita una moderación más eficaz de las redes, pero creó una versión simplificada de Twitter que llamó Bluesky. Cuando Dorsey fue sustituido por Parag Agrawal al frente de la red en 2021, la nueva plataforma siguió su propio camino y se convirtió en una empresa independiente. Jay Graber empezó a dirigir Bluesky en 2021, mientras que Dorsey mantuvo un puesto en el consejo de administración de la aplicación. BlueSky dejó de ser financiada cuando Elon Musk compró Twitter a finales de 2022.

Según ha publicado eldiario.es, la plataforma llegó a establecer desde este momento un modelo de registro por invitación y abrió también rondas de financiación de 8 y 13 millones de dólares (7,60 y 12,35 millones de euros), en las que el peso de los inversores cripto ha sido clave. Bluesky ha hecho público que el líder de su última ronda de financiación, cerrada a finales de octubre, fue Blockchain Capital, una firma de capital riesgo influyente en la industria cripto. De momento, Bluesky no tiene publicidad, ni tampoco ofrece algoritmos por defecto. En la página de inicio, solo aparecen mensajes de las cuentas que los usuarios deciden seguir.

Crecimiento reciente por las elecciones en EE UU

Desde el 6 de noviembre y la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la nueva red social ha pasado de 40.000 usuarios a 19 millones, sin haber registrado antes ningún pico notable. Bluesky junta esencialmente a la comunidad artista, a los detractores de Elon Musk, y a todos quienes buscan más independencia y quieren alejarse de los bulos y la desinformación que han sido fomentados por la plataforma X.

El reciente auge de la aplicación es especialmente destacado en Estados Unidos, donde Bluesky encabeza la lista de las aplicaciones gratuitas más descargadas en la tienda de Apple y en Play Store de Google. En el país, varias figuras demócratas como Kamala Harris, Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez ya publican oficialmente en la plataforma.

Bluesky también observa un fuerte crecimiento en Canadá y en Reino Unido, según ha asegurado un portavoz de Bluesky citado por NBC News. El influyente diario británico The Guardian anunció la semana pasada que dejaba de publicar mensajes en X, por considerarla una plataforma “tóxica”, y al mismo tiempo, abrió una cuenta en Bluesky. En España también ha dejado la red de Musk el periódico La Vanguardia.

Auge relativo en Europa

En España, si bien el entusiasmo no alcanza el nivel de popularidad que tiene la red del otro lado del Atlántico, varios medios de comunicación como EL PAÍS publican diariamente en la red social. En cuanto a las principales personalidades políticas españolas, aunque Pedro Sánchez no dispone todavía de una página oficial, la vicepresidenta segunda del Gobierno de España y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz lleva dos meses publicando en la plataforma.

Sin embargo, el auge de Bluesky sigue relativamente moderado comparado con las otras redes sociales emergentes. Threads (adonde ha anunciado su mudanza desde X uno de los grandes y más mediáticos enemigos de Trump y Musk, el escritor Stephen King) afirma tener 275 millones de usuarios activos mensuales, 13 veces más que Bluesky, mientras que la antigua Twitter suma casi 400 millones de usuarios en el último registro realizado por Statista, 20 veces más que la nueva plataforma a la mariposa.


https://headtopics.com/es/jay-graber-la-joven-ingeniera-detr-s-de-bluesky-la-red-62182133

El multimillonario que renunció a su fortuna de 3.000 millones de euros y la donó por completo: quién es Yvon Chouinard

 El multimillonario que renunció a su fortuna de 3.000 millones de euros y la donó por completo: quién es Yvon Chouinard

Yvon Chouinard, el multimillonario que tiene como heredera a la tierra

La industria de la moda mueve millones cada año, impulsada por tendencias, publicidad y consumo masivo. Sin embargo, pocas marcas logran trascender al convertirse en referentes de sostenibilidad y responsabilidad social. Patagonia es una de ellas, gracias a la visión de su fundador, Yvon Chouinard.

Con una historia de vida que mezcla pasión por la naturaleza, ingenio empresarial y un compromiso único con el medio ambiente, Chouinard es el ejemplo de que el éxito financiero puede ser el medio, pero no el fin. Su decisión de donar 3.000 millones de euros asombró al mundo y dejó en claro que su legado trasciende las cifras. hizo su fortuna?

Nacido en 1938 en Maine, Estados Unidos, Yvon creció en una familia franco-canadiense. Desde pequeño, enfrentó desafíos, como el idioma y la adaptación tras mudarse a California. Aunque sus años escolares no destacaron académicamente, encontró en la naturaleza un refugio y una pasión que lo definirían.

A los 14 años, Chouinard se sumergió en el mundo de los deportes extremos. Más tarde, su interés por mejorar los equipos de escalada lo llevó a fabricar sus propios pitones. Para ello, adquirió una forja de carbón y comenzó a experimentar, sentando las bases de lo que años después sería un negocio multimillonario.

Además de escalar, el multimillonario tuvo experiencias inusuales en sus primeros años laborales, como detective privado para el excéntrico magnate Howard Hughes. Sin embargo, siempre regresaba a las montañas y al mar, donde encontró la inspiración para innovar. En 1973, junto a su esposa Malinda, fundó Patagonia, una marca inicialmente enfocada en equipos de escalada que pronto se diversificó hacia la ropa deportiva.

El éxito llegó casi por casualidad. el empresario vio el potencial de una camiseta de rugby importada de Escocia y la adaptó para el mercado estadounidense. Su visión revolucionó la moda al aire libre, posicionando a Patagonia como líder en funcionalidad y diseño. La marca también adoptó una postura firme en pro de la sostenibilidad, donando desde sus inicios el 1% de sus ventas a causas ecológicas.

A pesar de los desafíos económicos, como la recesión de 1991, Chouinard consolidó Patagonia como un modelo empresarial comprometido con el medio ambiente. Bajo su liderazgo, la empresa no solo prosperó, sino que se convirtió en un referente de responsabilidad social y ecológica.

Yvon Chouinard y un acto impensado

En 2022, Yvon sorprendió al mundo con un anuncio histórico: donaría el 100% de las acciones de Patagonia a entidades dedicadas a combatir la crisis climática. "La Tierra es ahora nuestro único accionista", expresó Chouinard, marcando un precedente en la historia empresarial.

La estructura de la donación fue minuciosamente diseñada. El 100% de las acciones con derecho a voto se transfirieron al "Patagonia Purpose Trust", asegurando que la empresa mantuviera sus valores. Por su parte, el 100% de las acciones sin derecho a voto fueron asignadas al "Holdfast Collective", una organización sin fines de lucro enfocada en la preservación de la naturaleza. Las ganancias de la empresa, una vez reinvertidas, serán destinadas a combatir la crisis climática.

"Cada año, el dinero que ganamos después de reinvertir en el negocio se distribuirá como dividendo para ayudar a combatir la crisis", explicó Chouinard en un comunicado. Con esta acción, evitó que la empresa se vendiera o saliera a bolsa, preservando así su misión original de proteger el planeta.

El legado de Yvon Chouinard va más allá de su generosidad. Representa un cambio de paradigma en el mundo de los negocios, donde el éxito no solo se mide en ganancias, sino en el impacto positivo que se puede generar. Su vida y decisiones son un recordatorio de que es posible construir un imperio sin perder de vista lo que verdaderamente importa.

https://www.ambito.com/negocios/el-multimillonario-que-renuncio-su-fortuna-3000-millones-euros-y-la-dono-completo-quien-es-yvon-chouinard-n6084510