Posted on 2025/04/22
La distinción. Criterios y bases sociales del gusto* Por Pierre Bourdieu
Introducción.
Lo ha dicho, mi querido caballero! Es conveniente que haya leyes que protejan el cuerpo del conocimiento adquirido. Tome uno de nuestros buenos pupilos, por ejemplo: modesto y diligente, de sus tempranas clases de gramática conserva un cuadernillo lleno de frases. Después de apoyarse en los labios de sus maestros por veinte años, es dirigido para edificar un capital intelectual ¿No le pertenece a él como si fuera una casa, o dinero?
Paul Claudel, Le soulier de satin, Día 111, Escena ii
He aquí una economía de los bienes culturales, pero ha tenido una lógica específica. La sociología hace un esfuerzo para establecer las condiciones en las cuales el consumidor de bienes culturales, y su prueba para ello, son producidos, y, al mismo tiempo, descritos como caminos diferentes del tal apropiamiento como de aquellos objetos considerados en un momento particular como un trabajo del arte, y de las condiciones sociales de la constitución del modo de apropiación que es considerado legítimo. Pero uno no puede comprender plenamente prácticas las culturales a menos que la ‘cultura’, en el sentido restringido, normativo del uso ordinario, se traiga nuevamente dentro de una ‘cultura’ en el sentido antropológico, y la prueba elaborada para los más refinados objetos es reconectada con la prueba elemental para los sabores del alimento. Mientras que la ideología del carisma prueba recordar a la legítima cultura como un talento de la naturaleza, observaciones científicas demuestran que las necesidades culturales son resultado de la crianza y la educación: estudios prueban que todas las prácticas culturales (visitas a museos, ir a conciertos, lectura, etc.) y preferencias en literatura, pintura o música, están estrechamente ligadas al nivel educativo (proporcionado por las calificaciones o duración de la escolaridad) y secundariamente al origen social1 . En última instancia, el peso relativo de casa y de la educación formal eficacia y duración, los cuales son estrechamente dependientes al origen social) varía según la extensión, a la cual las diferentes prácticas culturales están reconocidas y pensadas por el sistema educativo, y la influencia del origen social es otra-cosa más fuerte siendo igual-en cultura ‘extra-curricular’ y ‘avant-garde’. A la jerarquía socialmente reconocida de las artes, y dentro de cada uno de ellos, de géneros, escuelas o periodos, corresponde una jerarquía social de consumidores. Estas predisposiciones prueban funcionar como marcadores privilegiados de clase.
(la * Está traducción se ha hecho a partir de la versión electrónica inglesa publicada por sociología.de: http://www.forum-global.de/soc/bibliot/b/bsocialcrit.htm 1 P. Bourdieu et al, Un art moyen, essai sur les usages sociaux de la photographie, Paris, 1965 [Traducción al castellano: La fotografía: un arte intermedio, Trad. Tununa Mercado, México, Nueva Imagen, 1979, 381p.]. P. Bourdieu y A. Darbel, L’Amour de l’art, les musées et leur public, Paris, 1966
La manera en la cual la cultura ha sido adquirida, se vive por encima de cómo ha sido usada: la importancia imputada a las maneras pueden ser entendidas una vez visto que éstas son imponderables de prácticas, las cuales distinguen los diferentes —y categorizados— modos de adquisición cultural, tarde o temprano, familiar o escolástico, y las clases de individuos los cuales ellos caracterizan (como los ‘pedantes’ y mundanos). La cultura tiene también sus títulos que de nobleza —otorgados por el sistema educativo— y sus pedigríes, proporcionado por antigüedad en reconocimiento a la nobleza. La definición de nobleza cultural es la apuesta en una lucha la cual se ha perdido, incesantemente, desde el siglo XVII, al día de hoy, difiriendo sobre sus ideas de cultura y de la relación legítima para la cultura y para el trabajo del arte, y por cuanto difieren en las condiciones de adquisición, de las cuales aquellas disposiciones son el producto. Aun en el salón de clase, la definición dominante de los caminos legítimos de apropiación y trabajos de arte a favor de aquellos quienes han tenido antes acceso a la cultura legítima, en una casa aculturada, fuera de las disciplinas escolásticas, aun desde dentro el sistema educativo ha devaluado el conocimiento erudito e interpretación como ‘escolástico’ o aun ‘pedante’ a favor de la experiencia directa y de simple regocijo. La lógica de lo que es algunas veces llamado, en lenguaje típicamente ‘pedante’, la ‘lectura’de un trabajo de arte, ofrece un objetivo básico para esta oposición. Consumo es, en este caso, una etapa en un proceso de comunicación, que es un acto de desciframiento, decodificación, el cual presupone un conocimiento profundo o explícito de un monograma o código. En un sentido, uno puede decir que la capacidad de ‘ver’ es una función del conocimiento, o conceptos, es decir, las palabras, que están disponibles para nombrar cosas visibles, y las cuales son, como lo fue, programas para la percepción. Un trabajo de arte ha significado e interesado sólo para aquellos quienes poseen la competencia cultural, es decir, el código, dentro del cual eso es codificado. La implementación consciente o inconsciente de esquemas de percepción, explícitos o implícitos y apreciación, los cuales constituyen cultura pictórica o musical es la condición secreta para reconocer los estilos característicos de un periodo, una escuela o un autor, y, más generalmente, para la familiaridad con la lógica interna de trabajos que predisponen un disfrute estético. Un espectador que carezca de un específico código se siente perdido en un caos de sonidos y ritmos, colores y líneas, sin ritmo o razón.
[Traducción al castellano: El amor al arte: los museos europeos y su público, trad. de Jordí Terré, Paidós, 2003, 272 p.].
No teniendo instrucción para adoptar la adecuada disposición, se queda corto en lo que Erwin Panofsky llama las ‘propiedades sensibles’, percibiendo una piel como velluda o una obra de encaje como vaporosa, o en las resonancias emocionales despertadas por estos propietarios, atribuidos a colores ‘austeros’o una melodía ‘alegre’. Él no se puede mover de su ‘estrato primario de significación, que pueden alcanzar sobre la base de nuestra experiencia ordinaria’, al ‘estrato de significaciones secundarias’, esto es, ‘el nivel de significación de que es significado’ a menos que él sea el poseedor de los conceptos los cuales van más allá de las propiedades sensibles y las cuales identifican las propiedades específicamente estilísticas de la obra2 . Así, el encuentro con un trabajo de arte no es ‘amor a primera vista’, como generalmente se supone, y el acto de empatía, Einfuhlung, el cual es el placer del amante del arte, presupone un acto de cognición, una operación decodificadora, que implica la implementación de un conocimiento cognoscitivo, un código cultural. Esta teoría típicamente intelectualista de la percepción artística contradice directamente la experiencia de los más cercanos amantes del arte a la definición legítima; la adquisición de cultura legitimada por familiarización insensible dentro del círculo familiar tiende a favorecer una experiencia encantada de cultura la cual implica olvidar la adquisición y los instrumentos de la apropiación. La experiencia del placer estético puede ir de par con el malentendido etnocéntrico que produce la aplicación de un código impropio. Así, la mirada ‘pura’ que lleva sobre las obras el espectador cultivado de hoy no tiene nada o poco en común con ‘la mirada moral y espiritual’ de los hombres del Quattrocento, es decir, el conjunto de disposiciones a la vez cognitivas y evaluativas que estaban al principio de su percepción del mundo y de su percepción de la representación pictórica del mundo: preocupados, como lo muestran los contratos, de tener por su dinero, los clientes de los Filippo Lippi, Domenico Ghirlandaio o Piero della Francesca invertían en las obras de arte las disposiciones mercantiles de hombres de negocios diestros al cálculo inmediato de las cantidades y de los precios, recurriendo, por ejemplo, a criterios de apreciación sorprendentes, como la carestía de los colores — que coloca el oro y el azul de ultramar en la cima de la jerarquía3 . La mirada es un producto de la historia reproducida por la educación. Esto es propio del modo de percepción artística ahora aceptada como legítima, es decir, la disposición estética, la capacidad para considerar por y para ellos mismos, forma antes que como función, no sólo los trabajos designados para tal aprehensión, esto es, trabajos legítimos de arte, pero todo en el mundo, incluyendo objetos culturales los cuales no son aun consagrados —tal como, en un momento, artes primitivas, o, actualmente, fotografía popular o Kitsch— y objetos naturales. La mirada ‘pura’ es una invención histórica enlazada a la emergencia de un campo autónomo de producción artística, esto es, un campo capaz de imponer sus propias normas sobre ambos: la producción y el consumo de sus trabajos4 . El que un arte, como toda la pintura post-impresionista, sea el producto de una intención artística, que mantenga la primacía del modo de representación sobre el objeto de representación, exige categóricamente una atención a la forma que el arte anterior sólo demandaba condicionalmente.
2 E. Panofsky, “Iconography and Iconology: An Introduction to the Study of Rennaissance Art”, Meaning in the Visual Arts, New York, Doubleday and Co, 1995, p.28. 3 Cf. M. Baxandall, Painting and Expérience in Fifteenth Century Italy. A Primer in the Social History of Pictorical Style, Oxford, Oxford University Press, 1972. 4 Cf. P. Bourdieu, “Le marche des biens symboliques, L’année sociologique, Vol. 22, 1971, pp. 49-126; Élements d’une théorie sociologique de la perception artistique, Revue internationale des sciences sociales, XX, 4, 1968, pp. 640-664 [Traducción al castellano: “Elementos de una teoría de la percepción artística”, en Sociología del arte, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 43-80.].
La intención pura del artista es que del productor que intenta ser autónomo, es decir, enteramente el amo de su producto, tiende a rechazar no sólo los programas impuestos a priori por eruditos [scholars] y copistas [scribes], pero también —siguiendo la vieja jerarquía del hacer y decir— las interpretaciones (sobrepuestas a posteriori) sobre su trabajo. La producción de un ‘trabajo abierto’, intrínseca y deliberadamente polisémico, puede, así, ser entendido como la etapa final en la conquista de la autonomía artística por poetas y, siguiendo esos pasos, por pintores, quienes hace tiempo estuvieron confiados en escritores y esos trabajos de ‘enseñar’ e ‘ilustrar’. El defender la autonomía de producción es para dar primacía, por la cual el artista es amo, esto es, forma, manera, estilo, todo menos el ‘sujeto’, el referente externo, el cual supone subordinación a funciones-aun si lo único mas elemental, que de representación, significación, dice algo. También significa una negativa a reconocer cualquier otra necesidad más que se inscribe en la tradición específica de la disciplina artística en cuestión: el librarse de un arte que reproduzca el modo de ser natural de un arte que imite al arte, derivando de su propia historia la fuente exclusiva de sus experimentos y aun de su rompimiento con la tradición. Un arte en creciente aumento exige incluir la referencia a su propia historia para ser percibida históricamente; invita ser referido no a un referente externo, lo representado o designado [como] ‘realidad’, pero al universo de pasados y presentes trabajos de arte. Como producción artística, en que es generada en un campo, la percepción estética es históricamente necesaria dado que es diferencial, relacional, solícita a las divergencias que hacen estilos. Como el así llamado pintor ingenuo quien, operando fuera del campo y de sus tradiciones específicas, permanece externo a la historia del arte, el espectador ‘ingenuo’ no puede conseguir un alcance específico de trabajos de arte los cuales sólo tienen significado o valor-en relación a la historia específica de una tradición artística. La disposición estética demandada por los productos de un campo de producción altamente autónomo es inseparable de una competencia cultural específica. Esta cultura histórica funciona como principio de pertinencia el cual permite a uno identificar, entre los elementos ofrecidos a la mirada, todas las características distintivas y sólo aquello, para referirse a ello, conciente o inconscientemente, al universo de alternativas posibles. Este dominio es, para la mayor parte, adquirido simplemente por contacto con trabajos de arte-que es, a través de un análogo aprendizaje implícito a los que lo hacen posible para reconocer caras familiares sin reglas específicas o criterios-y ello, generalmente se queda en un nivel práctico: es que se hace posible para identificar al identificar estilos, es decir, modos de expresión característicos de un periodo, una civilización o una escuela, sin tener que distinguir siquiera claramente, o explícitamente la condición, las características que constituyen su originalidad. Todo parece indicar que aun entre valores profesionales el criterio que define las propiedades estilísticas de los ‘trabajos típicos’, sobre los cuales todas sus opiniones son basadas, por lo general queda implícito. La pura mirada implica un rompimiento con la actitud ordinaria hacia el mundo, la cual, dadas las condiciones en las que ésta es llevada a cabo, es también una separación social. Ortega y Gasset puede ser creído cuando le atribuye al arte moderno un rechazo sistemático de todo lo que es ‘humano’, es decir, genérico, común opuesto en cuanto a distintivo, o distinguido-a saber, las pasiones, emociones y sentimientos que la gente ‘ordinaria’ confiere a sus vidas ‘ordinarias’. Esto es como si la ‘estética popular’ (las comillas son aquí para indicar que esto es una estética ‘en sí mismo’ no ‘para sí mismo’) estuviera basada sobre la afirmación de la continuidad entre arte y vida, la cual implica la subordinación de la forma a la función. Esto es visto claramente en el caso de la novela y especialmente del teatro donde el público popular desecha cualquier clase de experimentación formal y todos los efectos que, para introducir una distancia de las convenciones aceptadas (respecto al decorado, trama etc.), tiende a distanciarse del espectador, previniéndose de una representación confusa e identificado plenamente con los personajes (Estoy pensando en la ‘alienación’ Brechtiana o la disrupción de la trama en la Nueva Novela. En comparación con la indiferencia y desinterés que la teoría estética recuerda como el único camino de reconocimiento al arte para que sea así, esto es, autónomo, selbstanding, la ‘estética popular’ ignora o rechaza la negativa de suposición ‘ligera’ y goce ‘vulgar’, una negativa que es la base de la prueba para experimentos formales. Y las opiniones personales de los pintores o fotógrafos se originan de una estética (en pies esto es un ethos) la cual es la oposición exacta de la estética Kantiana. Mientras que, en orden para alcanzar la especificidad del juicio estético, Kant pugna por distinguir que el que satisfaga del que agrade y, más generalmente, en distinguir desinteresadamente, el único garante de la calidad específicamente estética de contemplación, según el interés de la razón la cual define el Bien, gente de la clase trabajadora cuenta con cada imagen para desempeñar específicamente una función, si sólo quienes de un signo, y sus juicios hacen referencia, a menudo explícitamente, a las normas de moralidad o amabilidad. Ya sea que rechazando o elogiando, su apreciación tiene siempre una base ética. La prueba popular se aplica de los esquemas del ethos, las cuales permanecen en las circunstancias ordinarias de la vida, para legitimar los trabajos del arte, y de este modo ejerce una reducción sistemática de las cosas del arte a las cosas de la vida. La mera seriedad (o ingenuamente) de la cual esta prueba se invierte en ficciones y representaciones se muestra un contrario que la prueba pura ejerce una suspensión de la implicación ‘ingenua’ que es una dimensión de una relación ‘casi-lúdica’ con las necesidades del mundo. Los intelectuales podrían ser dichos para creer en la representación-literatura, teatro, pintura-más que en las cosas representadas, mientras que la gente cuenta principalmente con representaciones y las convenciones que los gobiernan para permitirles que crean ‘ingenuamente’ en las cosas representadas. La estética pura se arraiga en una ética, o más bien, en un ethos de la distancia electiva de las necesidades del mundo social y natural, las cuales pueden tomar la forma de agnosticismo moral (visible cuando la transgresión ética se vuelve un partido artístico) de un esteticismo que representa la disposición estética como un principio universalmente válido y se toma la negación burguesa del mundo social a su límite. La separación de la mirada fija pura no puede ser disociada de una disposición general hacia el mundo que es el producto paradójico del condicionamiento por una vida de necesidades económicas negativas de bienestar que tiende a inducir una distancia activa de la necesidad. Aunque obviamente el arte ofrezca las más grande promesa para la disposición estética, ahí no es área de práctica en la cual el propósito de purificación, refinamiento y sublimación de necesidades primarias e impulsos no pueden afirmarse así mismos en ninguna área en la que la estilización de la vida, que es, la primacía de la función excesiva de las formas, de la materia excesiva de la manera, no se producen los mismos efectos. Y nada es más distintivo, más distinguido que la capacidad para conferir estatus estético sobre objetos que son banales o ‘aun’ comunes (porque las personas ‘comunes’ los hacen suyos propios, especialmente para propósitos estéticos), o la habilidad para emplear los principios de una estética ‘pura’ para las mayores preferencias de la vida diaria, por ejemplo, al cocinar, al vestir o decorar, revirtiendo completamente la disposición popular que anexa la estética a la ética. De hecho, a través de las condiciones económicas y sociales cuál presuponen, los diferentes caminos concernientes a las realidades y ficciones, de creencia en ficciones y de las realidades que simulan, con más o menos distancia e independencia, están muy cercanamente ligado a la posible diferente posición en el espacio social y, consecuentemente, prosiga arriba, con los sistemas de disposiciones (habitus) características de las diferentes clases y fracciones de clase. El gusto se clasifica, y se clasifica el clasificador. Sometido socialmente, clasificado por sus clasificaciones, distinguidos así mismos por las distinciones que hacen, entre lo bello y lo feo, lo distinguido y lo vulgar, en las que su posición dentro de clasificaciones objetivas es expresada o traicionada. Y el análisis estadístico de hecho muestra que oposiciones similares dentro de la estructura para aquellos encontrados dentro de prácticas culturales también aparecen en hábitos de comida. La antítesis entre calidad y cualidad, sustancia y forma, corresponde a la oposición, ligada a diferentes distancias de la necesidad, entre la prueba de necesidad, cual sabores de mayor ‘satisfacción’ y la mayoría de los alimentos económicos, y la prueba de libertad —o lujo— que traslada el énfasis a la manera (de presentar, servir, comer, etc.) y tiende al uso de formas estilizadas para negar la función. La ciencia del gusto y del consumo cultural se inicia con una trasgresión que no está en un camino estético. Tiene que abolir el límite sagrado que hace de la cultura legítima un universo separado en orden al descubrimiento de las relaciones inteligibles que aparentemente, unen ‘selecciones’ inconmensurables, tal como preferencias en música y alimentos, pintura y deporte, literatura y peinados. Esta reintegración bárbara del consumo estético dentro del mundo del consumo ordinario anula la oposición, la cual ha sido la base de la estética suprema, desde Kant, entre la ‘prueba de sentido’ y la ‘prueba de reflexión’, y entre el placer fácil, placer reducido a un placer de los sentidos, y sentido puro, placer purificado de placer, el cual está predispuesto a convertirse en un símbolo de excelencia moral y en una medida de la capacidad para la sublimación la que define verdaderamente al hombre humano. La cultura resultante de esta división mágica es sagrada. (La consagración cultural confiere, de hecho, sobre los objetos, personas y situaciones tratadas, una especie de fomento ontológico semejante a la transubstanciación. Prueba de ello lo podemos hallar en las dos siguientes citas, que pudieron casi haber estado escritas para el deleite de los sociólogos: ‘Qué me pulsó más que esto: nada podría ser obsceno en la puesta en escena de nuestro teatro principal, y de las bailarinas de la Ópera, aun como bailarines desnudos, sílfides, trasgos o Bachea, conserven una pureza inviolable.’5 ‘Hay posturas obscenas: la cópula estimulante que ofende el ojo. Claramente, esto es imposible de aprobar, aunque la interpolación de tales gestos en las rutinas dancísticas le dé una calidad simbólica y estética que está ausente de las escenas íntimas del cine cotidiano que hace alarde ante los ojos de sus espectadores’… En cuanto a la escena del desnudo, ¿qué puede uno decir, a menos que sea breve y teatralmente no muy eficaz? 5 O. Merlín, “Mlle Thibon dans la vision de Marguerite, Le Monde, 9-2-1965. No diré que es casto o inocente, por nada comercial puede ser tan descrito. Digamos que no es tan aturdidor, y que la principal objeción es que se tenga como un truco de taquilla…. Falta a la desnudez de Hair al ser simbólico’6 . La negación de lo más bajo, poco fino, vulgar, venal, servil en un mundo, goce-natural, que constituye la esfera sagrada de la cultura, implica una afirmación de la superioridad de aquellos quienes pueden ser satisfechos con los placeres sublimados, refinados, desinteresados, gratuitos, distinguidos, por siempre cercados al profano. Ello se debe a que el arte y el consumo cultural están predispuestos, consciente y deliberadamente, o no, para cumplir una función social de legitimación de las diferencias sociales.
Traducción a cargo de Óscar Martínez Gómez
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales / Sociología
Capital simbólico y clases sociales” / Pierre Bourdieu
Ser noble es desaprovechar; es una obligación de aparecer; es estar sentenciado, bajo pena de degradación, al lujo y al gasto. Incluso hasta diría que esta tendencia a la prodigalidad se afirmó a sí misma a comienzos del siglo XIII como una reacción al ascenso social de los nuevos ricos. Para distinguirte de los canallas, debes desclasarlos mostrando que eres más generoso que ellos. El testimonio de la literatura es conclusivo en este punto: ¿qué opone al caballero del advenedizo? El último es tacaño, mientras que el primero es noble porque gasta todo lo que tiene, alegremente, y porque se está ahogando en deuda.Georges Duby,Hommes et structures du Moyen Âge, 1973.
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Manuel Blum, el venezolano que propuso "un protocolo para resolver problemas imposibles" y es el único latinoamericano en ganar el Premio Turing
- Autor,Margarita Rodríguez
- Título del autor,BBC News Mundo
Alice y Bob se divorciaron hace poco, viven en ciudades distintas y necesitan definir quién se quedará con el automóvil.
Lo decidirán lanzando una moneda al aire, pero hay un detalle: lo quieren hacer por teléfono.
"A Bob no le gustaría decirle a Alice CARA y oír a Alice (al otro lado de la línea) decir: 'Voy... Estoy lanzando la moneda... ¡Perdiste!'".
A Alice también le gustaría tener garantías de que la apuesta es justa.
Con ese escenario comienza un influyente artículo académico de 1981 que aborda un problema fundamental en criptografía, un campo de la informática que se enfoca en desarrollar un intercambio de información seguro y confiable.
Su autor, Manuel Blum, es considerado un pionero de la informática teórica.
Cuando era pequeño, una maestra en Estados Unidos le dijo a su madre que ni pensara que iría a la universidad, que "con suerte terminaría la secundaria".
"Mi pobre mamá respondió que yo era inteligente, solo que no hablaba inglés".
Para fortuna de su familia y de quienes usamos internet, esa maestra se equivocó.
No solo estudió en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology, MIT, sino que también ganó en 1995 el Premio A. M. Turing, considerado el Nobel de Computación.
"Las contribuciones de Manuel Blum a la informática son fundacionales, especialmente en áreas teóricas profundas, pero su influencia también moldea silenciosamente la tecnología de la que dependemos a diario", le indica a BBC Mundo Sheon Han, programador y escritor radicado en California.
A esos extraordinarios aportes, se suma su trayectoria docente. Ha sido mentor de ganadores del Premio Turing y de otros importantes galardones.
"Sus estudiantes son reconocidos como líderes en el campo y han plasmado el estilo de Manny de cuestionamiento agudo y análisis de fundamentos", le señala a BBC Mundo Ronald Rivest, profesor del MIT y ganador del Premio Turing en 2002.
Actualmente, Blum investiga la conciencia desde la perspectiva de la computación teórica.
Su interés en el cerebro se remonta, en parte, a ese niño que llegó a pensar que "la maestra tenía razón".
"Recuerdos lindos"
Los padres del ingeniero eran judíos asquenazíes originarios de Rumania.
"La comunidad judía sefardí puso el dinero para que mis padres pudieran llegar a Venezuela".
El que sus papás emigraran a ese país, lo considera "muy afortunado".

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"La familia de mi papá era pobrísima, no tenía ni para comer, pero en Venezuela, lo consiguió", le cuenta a BBC Mundo desde Estados Unidos.
Mientras otros miembros de su familia paterna se fueron a la nación sudamericana, la familia materna, que era más pudiente, decidió quedarse en Europa.
Pero, tiempo después, se produciría el ascenso del nazismo. "Los llevaron a un campo de trabajos forzados en Rumania. No tenían comida ni medicinas. No los mataron".
"Lograron sobrevivir y también se fueron a Venezuela".
El ingeniero, que nació en Caracas en 1938, tiene "muchos recuerdos lindos" de su infancia allá.
Años después, su familia lo llevaría a vivir al Bronx, en Nueva York. Los recuerdos de esa época "no son nada bonitos como los de Venezuela".
Sus padres, que le hablaban en alemán, decidieron empezar a hacerlo en español. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y en su nuevo país, "la gente no quería oír alemán".
Entender el cerebro
La predicción de su maestra de primaria, dice Blum, "no fue mala para mí".
"Yo quería ser más inteligente", evoca el profesor sobre esa época. Y, por eso, le empezó a preguntar insistentemente a su padre qué podía hacer para lograrlo.

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
"Un día me dijo: 'Si entendieras cómo funciona tu cerebro, podrías ser más inteligente'.
A mis 8 años, recuerdo haber pensado: '¡Qué idea tan magnífica!'. Eso era exactamente lo que yo quería: entender mi cerebro".
"Desafortunadamente, mis notas eran malísimas. En cuarto grado saqué U en todas las materias, excepto en matemáticas y ciencias, que saqué mi primera S".
No sabía que significaban esas letras y cuando le preguntó a su papá, le respondió que U era una buena calificación y "una S aún mejor".
Después se enteraría de que U era unsatisfactory y S, satisfactory.
La matemática
El lazo con Venezuela continuó. De hecho, sus padres volvieron y vivieron varios años en Caracas.
En una ocasión, con 14 años, pasó unas vacaciones allá.

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
"Un día, tocaron la puerta y cuando mi mamá abrió, recuerdo haber pensado: 'Esa es la muchacha más linda que he visto en mi vida'".
Al frente estaba Lenore Epstein, quien acompañaba a su madre a visitar a una amiga.
"Recuerdo lo mismo, también quedé impresionada con él", cuenta Lenore, quien se nos unió en la entrevista por Zoom.
Nacida en Estados Unidos, también vivió una época en la nación sudamericana y allí encontró su pasión por las matemáticas.
Ella es una leyenda.
"Ha realizado un trabajo influyente en lógica y criptografía, y formuló un modelo de computación completamente nuevo. Y aunque no se lo propuso, también ha dedicado gran parte de su tiempo a crear instituciones para ayudar a las mujeres a seguir sus pasos".
Así lo escribió Ben Brubaker en "The 'Accidental Activist' Who Changed the Face of Mathematics" ("La 'activista accidental' que cambió el rostro de las matemáticas") en Quanta Magazine.
Lenore y Manuel se casaron en 1961.
La moneda por teléfono
La pasión por la ciencia del joven Manuel aumentó y, con ella, vendrían muchos logros.
"Tuve la suerte de entrar al MIT. Allí aprendí a pensar".
Estudió ingeniería eléctrica en parte porque pensó que los circuitos eléctricos le ayudarían a comprender cómo funcionaba el cerebro. Después haría un doctorado en matemáticas.

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
En 1981, escribió el artículo académico con el que comenzamos esta nota: "Coin flipping by telephone. A protocol for solving imposible problems" ("Lanzamiento de monedas por teléfono: un protocolo para resolver problemas imposibles"), en el que plantea el dilema de Alice, Bob y el carro.
Sheon Han lo abordó en "How this Turing Award–winning researcher became a legendary academic advisor" ("Cómo este investigador ganador del Premio Turing se convirtió en un consejero académico legendario"), que publicó en la revista MIT Technology Review.
"¿Cómo pueden dos partes participar en intercambios confiables a través de un canal de comunicación de tal manera que ninguna pueda hacer trampa?
Blum demostró que esto se puede lograr mediante el concepto de 'compromiso'. En una analogía simplificada, la idea es que Alice le da a Bob una caja cerrada con su predicción dentro, pero sin la llave. Esto evita que Alice altere su predicción y que Bob descubra su suposición anticipadamente. Una vez que Bob lanza la moneda, Alice le entrega la llave para abrir la caja".
Cuando le pregunto al profesor cómo se le ocurrió ese artículo, me responde: "Necesitábamos un 'Lanzamiento de monedas por teléfono' equitativo porque casi todos los algoritmos de la criptografía requieren de tal lanzamiento".
En nuestro día a día
En 1995, el ingeniero recibió el Premio Turing "en reconocimiento a sus contribuciones a los fundamentos de la teoría de la complejidad computacional y su aplicación a la criptografía y la verificación de programas".
Es el único ganador de esa distinción nacido en América Latina.
La teoría de la complejidad, indica el profesor Rivest, es "el estudio de lo que las computadoras pueden y no pueden hacer con recursos limitados, por ejemplo, de tiempo o espacio".

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
Se trata de un área que, aunque puede parecer abstracta, tiene un impacto práctico impresionante, me indica Han: "Sustenta la criptografía moderna, protegiendo todo, desde los mensajes privados hasta las transacciones financieras y la infraestructura más amplia de seguridad en internet".
"Más allá de la teoría", dice el programador, Blum también ayudó a desarrollar unas pruebas que ahora nos resultan muy familiares y que "demuestran que eres un humano en internet".
Fue así como, en 2003, presentó -junto a otros tres investigadores- "CAPTCHA, una prueba automatizada que los humanos pueden pasar, pero los programas informáticos actuales no".
El niño curioso no se va
El niño que quería entender cómo funcionaba su cerebro no ha dejado de acompañar a Blum.
"Por eso, empecé mis investigaciones con Lenore".
Juntos, en 2024, firmaron el artículo académico: "AI Consciousness is Inevitable: A Theoretical Computer Science Perspective" ("La conciencia de la IA es inevitable: Una perspectiva desde la informática teórica").

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
Para el investigador, la "conciencia tiene que ver con la sensación fenoménica, en contraposición al mero conocimiento".
Desde muy joven, le llamaba la atención que podamos pensar y sentir.
Me dice que los robots de hoy en día pueden saber si tienen algo roto, dañado, pero no lo sienten.
"No es que quiera hacerlos sufrir", aclara.
Lo que quería, siendo joven, y lo que sigue "queriendo entender" es un sistema en el que "saber y sentir son dos cosas diferentes".
"Quería comprender qué tiene el humano en el cerebro que lo hace sufrir", es decir, qué es lo que posee que no se limita a saber que se ha lastimado. "¿Qué es lo que les falta a los robots para poder sufrir como los humanos?".
Un gran auditorio
Blum cita al filósofo David Chalmers, quien distingue entre un problema fácil y uno difícil.
En el caso del dolor, indica el profesor Blum, el problema fácil es construir un robot que sepa cuando está roto y el difícil es construir un robot que sienta dolor cuando se ha roto.
"Lenore y yo tenemos un modelo para entender la conciencia", afirma.

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
"Ese modelo es lo suficientemente simple como para explicarle a mi yo más joven, al niño de 10 años, lo que quería entender sobre lo que pasa dentro del cerebro".
"¿Y cómo se lo explicaría?", le pregunto.
"Le diría que dentro de la cabeza tenemos un auditorio grandísimo compuesto por unos 10 millones de personas que están mirando un escenario donde pasan cosas".
Esa es una idea que aprendió del psicólogo Bernard Baars, autor de "In the Theatre of Consciousness" ("En el teatro de la conciencia").
Ese libro de 1997, que combina la psicología y la ciencia del cerebro, presentó las ideas que científicos notables tenían sobre los procesos vinculados a la experiencia consciente y se centró en la metáfora de la mente como un teatro.
"Nuestro modelo matemático explica cómo trabaja ese auditorio", precisa el ingeniero.
"No es el modelo que un neurofisiólogo quisiera. Este es un modelo muy simple, el que un niño de 10 años hubiera querido tener y hubiera podido entender".
Con el micrófono
La cifra de 10 millones de personas en el auditorio que el profesor Blum nos invita a imaginar es porque en el cerebro hay 10 millones de columnas corticales, que son unas formaciones verticales que se extienden por la corteza cerebral.
"Cada columna tiene unas 1.000 neuronas y trabaja como un computador pequeñito", explica el investigador.
Pensemos que cada uno de esos computadores portátiles tiene una memoria cuya vida no supera los 50 años y que, al principio, no están conectados entre sí.
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"Si uno de estos computadores tiene algo que decir, va al escenario y se lo transmite a los 10 millones de computadores o personas. Si otro computador o persona quiere responder, va al escenario y lo hace".
"Si dos personas en el auditorio conversan lo suficiente, crecerá una conexión entre las dos y podrán comunicarse sin tener que subir al escenario".
Ahora piensa en este ejemplo que te sonará familiar: vas a una fiesta y empiezas a hablar con alguien que tienes la certeza de que conoces, pero no recuerdas su nombre.
Lo que pasa en el auditorio es que hay una persona que decide hacer algo:
"Sube al escenario, agarra el micrófono y les transmite a las 10 millones de personas un mensaje: '¡Qué vergüenza! No recuerdo el nombre de esta persona. ¿Cómo se llama? ¡Ayúdenme!'.
Y las personas en el auditorio se ponen a pensar en eso. Una sube y dice: 'No sé el nombre, pero sé que la conocí en la escuela', otra más sube y da otra pista y así sucesivamente".
Modelo matemático
Cuando sales de la fiesta y vas camino a casa, de repente, te acuerdas del nombre.
"Y eso es muy interesante porque indica que al menos una de esos 10 millones de personas siguió pensando en eso, alguien en ese auditorio dio con el nombre porque se puso a trabajar duro para encontrarlo y tú no lo sabías, ibas conduciendo. De hecho, se te había olvidado el asunto hasta que de repente la respuesta salió de ese auditorio".

Fuente de la imagen,History/Universal Images Group via Getty Images
La profesora Lenore explica que la persona que pidió ayuda, "al subirse al escenario y transmitirle al resto su inquietud, desencadenó otros recuerdos y así fue cómo salió el nombre".
"Eso es parte de nuestro modelo matemático que llamamos la Maquina Teórica de la Conciencia, the Conscious Turing Machine, que está inspirado en Turing, en la teoría moderna de la computación eficiente, y en la neurología".
El matemático inglés Alan Turing, considerado el creador de la informática moderna, ideó en los años 30 del siglo pasado la que se conoce como máquina de Turing, que es un modelo conceptual de computación, una máquina abstracta, no un aparato tangible.
"A pesar de su simplicidad, la máquina puede simular cualquier algoritmo informático, sin importar lo complicado que sea", señalan desde la Universidad de Cambridge.
En el ejemplo del auditorio, el profesor hace una comparación: cuando una persona está en el escenario transmitiendo una información a los otras 10 millones de personas "es igual a cuando uno le pone atención a algo y le surge un pensamiento".
"Aunque eso no explica cómo se siente el sufrimiento, sí permite saber que se tiene un dolor: la persona que sube al escenario dice, por ejemplo: 'Tengo un dolor terrible en mi pierna' y, así, todos en el auditorio saben que tiene ese dolor, aunque aún no lo padezcan. Entender cómo se sufre requiere más exploraciones en nuestro modelo".
El tema de la conciencia
El debate sobre qué es la conciencia es uno de los más antiguos e históricamente se asoció con la filosofía y la religión.
"Hubo una época en la que era un tabú en el ámbito científico estudiar la conciencia", cuenta la profesora Lenore.

Fuente de la imagen,Cambridge News/Mirrorpix/Getty Images
Pero 30 años atrás, gracias a la influencia de varios factores, se dio un giro.
En 1995, Francis Crick, Premio Nobel de Medicina de 1962, publicó "The Astonishing Hypothesis: The Scientific Search for the Soul" ("La Hipótesis Asombrosa: La Búsqueda Científica del Alma").
"En ese libro, dijo que los neurocientíficos debían empezar a estudiar qué pasaba en el cerebro para que surgieran los sentimientos, las emociones. Con ese libro, Crick dio cierta autoridad para estudiar la conciencia", indica la matemática.
A eso se suma que en los años 90 se desarrollaron los aparatos para estudiar el cerebro (las imágenes por resonancia magnética funcional) y Baars publicó su libro sobre la conciencia.
Así, neurocientíficos, filósofos e investigadores de procesos cognitivos abrieron un nuevo campo de estudio científico enfocado en la conciencia.
Y los matemáticos se unieron.
Más allá de la eficacia
"Hay gente que mira el tema desde una perspectiva puramente matemática. Nosotros lo vemos desde la ciencia de la informática teórica, que es un tipo de matemática interesada en la computación", precisa la profesora Lenore.
La teoría de Turing explica funciones que se pueden computar eficazmente, pero no necesariamente eficientemente.
"La teoría moderna requiere que la computación sea eficiente", señala el ingeniero.

Fuente de la imagen,Cortesía: Lenore y Manuel Blum
Fue en los años 60 que ese campo empezó a preguntarse qué era factible hacer y cuán rápido se podía hacer.
"En un frase: ¿qué es posible solucionar eficientemente, no solo efectivamente, en términos matemáticos y computacionales?", apunta la académica.
Así, la teoría de la complejidad es clave en el modelo que los esposos Blum han desarrollado: qué se puede hacer con recursos limitados.
Para el científico no hay duda: "se puede usar la matemática para comprender la conciencia".
"Brillantez y bondad"
Han me cuenta que cuando preparaba su artículo para la MIT Technology Review sobre el profesor Blum, le emocionó notar la admiración que sus estudiantes sienten por él. "Lo adoran".
"Hay algo profundamente sutil en eso: una especie de legado intelectual arraigado no solo en la brillantez, sino en una auténtica bondad".
Mi conversación con los profesores Blum duró poco más de una hora y media.
En medio de ideas y conceptos complejos, recuerdo la afabilidad de ambos.
El ingeniero me habló en español y no fue difícil darme cuenta de su sentido del humor.
Al principio me pidió por favor que no lo llamara ni profesor ni doctor y que si lo volvía a hacer me diría "doctora Rodríguez". ("Nada más alejado de la realidad", le respondí).
Como no pude evitar dirigirme a él como profesor, en más de una ocasión me llamó "doctora" y bueno… ¿quién le discute a un admirado Premio Turing?
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