Lucía Tolosa
Ese fue el punto de partida. A mí desde pequeña me ha parecido rarísima nuestra forma de existir y cómo normalizamos que todo sea tan fugaz y a la vez irreversible, porque realmente el tiempo solo se mueve en una dirección: hacia delante. Me interesaba esa extrañeza ante el paso del tiempo y cómo lo aceptamos porque es la única opción que conocemos. También me inquieta mucho la forma tan diferente en la que percibimos el paso del tiempo según la edad que tenemos. Cuando eres niña ves a la gente adulta y te parece lejanísima la posibilidad de ser como ellos, pero cuando te haces mayor, lo que parece imposible es haber sido niña.
Eso conecta con lo que siente la protagonista, que es incapaz de vivir el tiempo presente y parece anclada en el pasado. ¿Es un síntoma de nuestro tiempo?
Se está hablando más de ello últimamente, se ha popularizado el término de la disociación. La gente se siente un poco fuera de plano mientras vive las cosas, como si lo que están ejecutando fuera parte de una película que están observando desde fuera. Era un buen inicio para ir mostrando la complicada relación que tiene Renata con sus vivencias y la relación tan particular que tenemos los humanos con este tema. El presente es algo que casi no existe, apenas lo mencionas y ya se ha ido, es como si fuéramos incapaces de atrapar lo que nos está ocurriendo. El tiempo me daba cabida para tocar un montón de asuntos, los personajes también evidencian los cánones que como sociedad hemos construido en torno a qué debe ser lo correcto, lo que se espera de nosotros para cada edad.
Tengo la impresión que tus personajes tienen un aire tardoinfantil, como si estuvieran desajustados con el paso a la edad adulta y no quisieran crecer.
No es tanto que no quieran crecer, es más bien que entran en conflicto con el concepto de adulto entendido como esa persona que está completamente adaptada al mundo. Mis personajes no han perdido la mirada crítica que se tiene en la infancia y la adolescencia, cuando miras a la adultez dándote cuenta de que hay muchas cosas que no tienen sentido, que el mundo adulto es un sitio indeseable porque está lleno de fingimiento, de obligaciones y de sacrificios. De hecho, cuando los adultos están en confianza, muchas veces se quitan ese disfraz en el que aparentan tenerlo todo controlado y muestran su vulnerabilidad. Mis personajes conservan aún la mirada crítica de los que dudan de ese papel que se nos asigna cuando eres adulto.
«Me interesan los personajes desubicados que muestran su fragilidad, que rompen el hielo y no entienden por qué la sociedad funciona de este modo»
En ellos también está presente cierto desajuste con la realidad, como si nunca llegaran a entenderse con el mundo. ¿Hay cierta parte autobiográfica?