La vida de Natalia Ginzburg, la escritora italiana "audazmente tímida" de prosa sensible y afilada

 Cristina Pérez                      05.11.2024 


Dos veces viuda, madre de familia numerosa, su escritura íntima brilla en sus novelas

Maja Pflug, traductora al alemán de Natalia Ginzburg, le dedica una hermosa biografía

Natalia Ginzburg nació en la via della Libertà en Palermo en 1916, un 14 de julio, un azar biográfico que marcó su destino. La libertad de pensamiento de la escritora italiana fue siempre su bandera y la mantuvo hasta el final. De la vejez solo temía "el fin del asombro".

Publicado por Siglo Veintiuno editores, Audazmente tímida. La vida de Natalia Ginzburg, de Maja Pflug, su traductora al alemán, recoge la trayectoria vital de una mujer que fue un pilar de la editorial Einaudi. Autora teatral, correctora de textos, traductora, ensayista, articulista, se movía en el reducido ámbito reservado a una minoría cultivada, pero mantenía la esperanza de alcanzar el éxito:

"Solo querría preguntarte si es posible agregar una cláusula que permita que, en el caso totalmente improbable de que algún día uno de mis libros tenga un éxito increíble, ustedes me den algo más de dinero, pongamos que a partir de la segunda o tercera edición; y esto solo para mantener esas esperanzas de riquezas imprevistas que, como sea, deben sostener a un escritor".

La fuerza de la modestia ( "Qué hábil, que lista, que desgarradora que puede llegar a ser Natalia Ginzburg")


Qué hábil, que lista, que desgarradora que puede llegar a ser Natalia Ginzburg. Lo demuestra ampliamente en Vida imaginaria , un volumen que recoge una selección de los artículos que publicó en La Stampa y en el Corriere della Sera entre 1969 y 1974. El libro apareció publicado por primera vez en 1974, y además de los artículos incluía un texto entonces inédito, titulado justamente «Vita immag. He leído la traducción al castellano de Ana Ciurans Ferrándiz, publicada por Lumen en 2023.

George Steiner escribe a Lucien Rebatet

El 1 de diciembre de 1963 un joven George Steiner publica en el Sunday Times el artículo «The regeneration of giants», en el que se encarama la novela de Lucien Rebatet Les Deux Étendards al considerarla una de las grandes obras de la literatura francesa de las últimas décadas. La noticia llega a Rebatet con unos meses de retraso por medio de un amigo. Cuando lee el artículo, eufórico, decide escribir a Steiner para agradecerle las palabras y, de paso, hacerle llegar algunas puntualizaciones sobre aspectos que, según Rebatet, el crítico no ha terminado de tratar del todo bien. La respuesta de Steiner es inmediata, y el efecto que tiene la lectura de la carta sobre Rebatet, devastadora. De hecho, Rebatet no entiende nada, no logra comprender nada de lo que le dice o le reprocha Steiner. Tan sólo consigue anotar en el periódico que se siente profundamente triste y —lo que no es fácil de asumir para el lector— plenamente confirmado en sus ideas antisemitas. Esta es una muestra clara de que ni la condena a muerte ni la cárcel hicieron cambiar de idea a Rebatet, la confirmación de que el monstruo bicéfalo sigue vivo: el escritor brillante y el finísimo crítico de arte por un lado, el fascista antisemita adorador de Hitler por el otro. Esta dualidad es lo que no puede concebir Steiner, lo que intenta contarse con todas sus fuerzas.

El inicio de la carta es ya toda una declaración de intenciones. Sin embargo, leída hoy no deja de hacer daño, también, porque nuestra cabeza se va hacia Gaza. La humanidad no ha dejado de mostrarse en cualquier época capaz de lo mejor y de lo peor; pero quizá de lo mejor cada vez en dosis más pequeñas, de lo peor a chorro hecho y sin reparos.

La Acción Paralela "uno de los mayores libros que se hayan escrito nunca. "

 

Encima del Atlántico se encontraba un mínimo barométrico. Se desplazaba hacia el este, en la dirección de un máximo estacionado sobre Rusia, sin manifestar todavía la tendencia de esquivarlo dirigiéndose hacia el norte. Las isotermas y las isóteras cumplían su deber. La temperatura del aire guardaba la proporción debida con la media anual, tanto en la temperatura del mes más frío como en la del más caluroso, así como en la fluctuación mensual aperiódica de la temperatura. La salida y puesta del Sol, de la Luna, las variaciones de la luz de la Luna, de Venus, de los anillos de Saturno y muchos fenómenos significativos más correspondían a las previsiones de los anuarios astronómicos. El vapor de agua del aire alcanzaba su máxima presión y la humedad del aire era ligera. O, por decirlo de una manera que lo describe bien, aunque esté un poco pasada de moda: era un bonito día de verano del año 1913.

Así, y no de otro modo, comienza una de las más grandes novelas del siglo XX: El hombre sin cualidades , de Robert Musil. Y desde el primer párrafo ya podemos intuir de dónde debían venir las objeciones que, según Musil, siempre le hacían: que explica demasiado y demasiado poco. Pues bien, este explicar-demasiado-y-demasiado-poco-al mismo tiempo es el principio motor que hace avanzar esta novela prodigiosa, colosal, desmedida…, inacabada. Thomas Bernhard decía que Musil cultivaba la prosa absoluta , seguramente admirado por la cantidad de recursos que despliega, por la ambición con la que se plantea el hecho de escribir y por los riesgos que asume en cada página.

Todo esto —ese esfuerzo, esa ambición—  no querría decir nada si el resultado no fuera una obra de mérito. El hombre sin cualidades es, como ya hemos dicho en otras ocasiones, un monstruo, una obra imperfecta, inacaba porque es inacabable, y sin embargo es uno de los mayores libros que se hayan escrito nunca. Desgraciadamente, en catalán sólo disponemos de los dos primeros libros, de los cuatro de los que consta la novela, traducidos por Ramon Monton (MOLU/s.XX, Edicions 62, 1993). Quizás es por eso que la entrada de Wikipedia sobre la novela sólo menciona la acción de los primeros dos libros y se olvida de un personaje primordial que no aparece hasta el tercer libro: Agathe, la hermana de Ulrich, el hombre sin atributos. Y es una lástima porque esta segunda parte de la novela es para quien escribe estas líneas una cima de la literatura.

El joven Ulrich, que de hecho tiene muchas cualidades —el problema es más bien que no las pone en juego— , se encuentra de repente involucrado en una empresa descomunal, una Gran Acción Patriótica con la que se quiere conmemorar el jubileo del emperador de Cacania (un imperio que retira mucho al Imperio Austrohúngaro). Esta empresa, en la que participan un sinfín de personajes y estamentos del Estado, es conocida como la Acción Paralela (he aquí…). Todo ello sirve a Musil para hacer una cuidada disección de su época por medio de la reflexión, la ironía ya menudo, también, el humor más inteligente. Los personajes implicados en la Acción Paralela analizan los hechos más insignificantes, discuten, conversan, reflexionan. El espíritu de la época, la moral, la relación del individuo con el estado, las relaciones entre los distintos protagonistas, todo ello forma el grueso de una obra que sorprende al lector tanto por el planteamiento como por la ejecución. Musil describe el derrumbe del mundo tal y como lo conocían sus contemporáneos, y —algo únicamente al alcance de los genios— nos adelanta una descripción del mundo tal y como será más adelante: el nuestro. Una muestra de esto:

A veces, hoy en día no se puede evitar la impresión de que los conceptos y las reglas de la vida moral no son más que alegorías esterilizadas, en torno a las cuales flota el insoportablemente graso tufo de cocina de la humanidad, y si aquí es lícito hacer una digresión, sólo puede servir para decir que esta vaga sensación de que se extendía de todas las cosas. calificar francamente de veneración de la bajeza. Porque hoy en día se miente menos por debilidad que por la convicción de que un hombre que domina la vida debe poder mentir. Se hace uso de la violencia porque, después de muchos discursos inútiles, la claridad de la violencia da la impresión de una liberación (…). Esto tiene mucho menos que ver con la cuestión de si el hombre es bueno o malo que con la de si ha perdido la noción de elevación y planicie. Otra consecuencia contradictoria de este derrumbe es, también, el recargo espiritual con el que hoy en día se adorna la desconfianza hacia el espíritu. El ensamblaje entre la filosofía y actividades que no la soportan demasiado, como la política; la manía general de convertir enseguida un punto de vista en una convicción y de considerar toda convicción un punto de vista; la necesidad que experimenta todo fanático de cualquier tendencia a reproducir a su alrededor, como en un gabinete de espejos, el conocimiento que le ha tocado; todos estos fenómenos tan corrientes no representan lo que pretenden, un esfuerzo a favor de la humanidad, sino un quebranto.

YA NO HAY MERCADO Del neoliberalismo a las grandes empresas tecnológicas

 El poder de las grandes empresas tecnológicas no solo se debe a su tamaño, sino al hecho de que recopilan, controlan y monetizan la información que necesitamos para que los mercados funcionen. Se han convertido en mercados en sí mismos. Para controlarlas será necesario realizar un análisis que trascienda la regulación.

En sus inicios, el lema original de Google era “No seas malvado”. Hoy en día, la empresa no es capaz de honrar este noble principio, como lo ha demostrado ampliamente un juicio pendiente en su contra. El documento más reciente relacionado con el litigio afirma que “intenta asegurar que Google deje de ser malvado”. Aunque esta demanda no es muy conocida, nos da una idea no solo de cómo actúa Google, sino también de la estructura que las grandes empresas tecnológicas han construido en los últimos diez años y que progresivamente ha asumido el control de las economías y socavado los mercados.

El juicio contra Google fue entablado por el estado de Texas, junto con otros dieciséis estados de los Estados Unidos. Se trata de una demanda antimonopolio titulada In re: Litigio contra el monopolio de Google respecto de la publicidad digital (enlace externo), que fue anunciada en 2020 por el Fiscal General de Texas, y cuya versión más reciente fue publicada en enero de 2022.1 El juicio tiene lugar al mismo tiempo que la demanda(enlace externo) antimonopolio que el Departamento de Justicia entabló contra Google a finales de 2020.2

El capitalismo digital es una mina, no una nube Maximilian Jung PRIMERA PARTE



Explorando las bases extractivistas de la economía de datos

A través de las abstracciones de la "nube", las grandes empresas tecnológicas pretenden ocultar el agotamiento de la naturaleza y la explotación y vigilancia del trabajo que constituyen el núcleo de su proyecto de mercantilización de los datos.

24 Noviembre

El mayor centro de datos de la ciudad de Berlín (Alemania) se encuentra en un edificio anónimo y gris entre una oficina de pago de impuestos, dos negocios de venta de coches usados y un almacén de materiales en el barrio de Siemensstadt. Satisface su alta demanda energética a partir de la central térmica de carbón de Reuter West, que nutre de electricidad a más de un millón de hogares en Berlín, y que no está lejos del centro. Desde afuera, no se asemeja, ni mucho menos, a esa representación hipertecnológica de la nube como un espacio digital irreal y etéreo. Dentro del edificio, hay innumerables pilas de servidores, ronroneando y consumiendo grandes cantidades de agua y de electricidad de origen fósil para permitir la circulación de un flujo masivo de datos.

Parece improbable que este lugar, operado por la compañía japonesa de telecomunicaciones NTT, pudiera tener alguna conexión con la historia del barrio, que fue levantado por el gigante industrial Siemens para la producción y el alojamiento de sus trabajadores hace ya más de ciento veinte años. Y aun así, este edificio y la infraestructura que representa están detrás de las más ricas y poderosas compañías del mundo. Se trata de una manifestación de la explotación de las personas y del extractivismo que está devastando al planeta y que crecientemente intenta colonizar nuestras vidas y relaciones sociales en forma de datos.

A las grandes compañías tecnológicas, como Alphabet, Amazon, Apple, Microsoft o Meta, al igual que sus equivalentes chinas como Alibaba, Tencent y Weibo, les gusta decir que los datos son las nuevas materias primas que están ahí para extraerse. Una reserva que espera a ser descubierta por actores capaces de hacerlo, que aprovecharán todo su potencial para el beneficio de la humanidad. El último giro lingüístico del director de finanzas de Google, por ejemplo, ha sido el de abandonar la metáfora de los datos como el nuevo petróleo y emplear, en su lugar, la de la radiación solar, implicando que los datos son un recurso “recargable, inagotable (especialmente en comparación con el petróleo finito) y sin dueño, que puede ser recogido de modo sostenible” (Couldry y Mejias, 2019b).

El capitalismo digital es una mina, no una nube SEGUNDA PARTE

 

La extracción de datos

Solo cuando observamos el capitalismo (digital) a través de las lentes coloniales somos capaces de entender esos procesos de extracción y desposesión, así como la frontera contemporánea de la expansión capitalista. En el impulso por abrir nuevos mercados, generar nuevo crecimiento y aprovechar cada vez más lo que está afuera, el capitalismo se ha dirigido hacia el interior. Las compañías digitales que maximizan sus beneficios han penetrado en cada vez más capas de la vida humana englobando y colonizando tiempo y espacio privado previamente no mercantilizado (Couldry y Mejias, 2019a).

Volviendo a Polanyi, esta transformación tiene toda su lógica. Si mientras que, con la mercantilización de la tierra, el trabajo y el dinero, la economía de mercado naciente podría existir solo en una sociedad de mercado, la mercantilización de los datos también requiere su propia transformación social violenta y disruptiva hacia una sociedad datificada. Esta transformación se expresa mediante las distintas formas que se han discutido aquí.

s relevante aún, las relaciones sociales ya no están solamente incorporadas a un sistema económico, sino que “se transforman en sistema económico, […] la vida humana se convierte en la materia prima para el capital a través de los datos” (Polanyi, 1957, p. 117). La experiencia humana y las relaciones sociales se reducen a un insumo productivo y se transforman de modo que generan más datos, que pueden ser extraídos, abstraídos, agregados y vendidos.

Este es el fin último de las grandes tecnológicas: convertir todo en datos que finalmente generen un beneficio. Incluso si la violencia de la recolección misma de los datos no es tan evidente y grosera como lo fue durante el colonialismo histórico, la masa de datos capturados y mercantilizados, particularmente a través de su procesado automático y los algoritmos, tiene profundos efectos sobre las actuales formas de opresión racial, de género y de clase. Todo se justifica bajo la ideología de conocer el mundo a través de la objetividad de los datos.

El doble movimiento: gobernanza de datos emancipatorios y desmercantilización

Ninguna transformación a gran escala ni nuevo orden social o económico emergente ha estado libre de formas de contestación. Polanyi describe esto como un doble movimiento: las sociedades no esperaron sentadas a la mercantilización del trabajo, la tierra y el dinero. Las personas colonizadas resistieron contra la violencia colonial. La mercantilización del trabajo, la tierra y el dinero dio lugar a una reacción de creación de instituciones y reglas que protegían a la sociedad de los efectos de una mercantilización desenfrenada. Gran parte de esta regulación, como es el caso de la protección de los trabajadores o los estados de bienestar, están volviendo a ser atacadas por la mercantilización de la información y la transformación de la sociedad a través del colonialismo de los datos (Cohen, 2019). Igualmente, las comunidades que se encuentran en la línea de este frente, en la actualidad resisten diariamente a las empresas que tratan de destruir su medio ambiente y transformarlo en zonas sacrificables. Los políticos y activistas por los derechos digitales de todo el mundo luchan continuamente contra el poder de las grandes empresas tecnológicas. Que el futuro digital sea social, ecológico y justo significa afrontar la mercantilización de los datos, y también las crisis derivadas de la mercantilización del trabajo, la tierra y el dinero.

¿Cómo podemos encontrar formas de dirigir los datos y su infraestructura material de un modo más democrático? Una respuesta legal muy popular es el reforzamiento del derecho a la privacidad como, por ejemplo, en la Unión Europea con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), o la prohibición de la recolección de datos y publicidad dirigida, con la Ley de Servicios y Mercados Digitales.

Sin embargo, concebir la mercantilización de los datos simplemente como un problema que afecta a los individuos frente a las empresas no es verdaderamente emancipatorio. Salomé Viljoen, profesora de la Facultad de Derecho de Michigan, propone reconceptualizar la gobernanza de los datos de un modo más democrático, de tal forma que se considere el conocimiento generado a nivel de población, porque, incluso si hubiera formas de retirar el consentimiento individual a la extracción de los datos por parte de empresas o estados, el conocimiento sobre aquel individuo podría seguir siendo inferido de los datos agregados recolectados a partir de personas categorizadas dentro del mismo grupo demográfico.

Ser conscientes de estas relaciones entre datos y entender la gobernanza de los datos de este modo abre la puerta a concebir los datos como un bien común o de utilidad pública. Los datos tendrían que ser recopilados y usados solo por instancias que tengan una legitimidad democrática previa y cuando beneficien a los ciudadanos. Esto permitiría construir un contrapoder y reducir drásticamente la extracción de datos (Viljoen, 2021). Esto permitiría un modelo de propiedad de los datos a través de fideicomisos públicos o propiedad común, formas que están emergiendo de abajo hacia arriba (Micheli et al., 2020). Los datos existentes y los datos que están siendo recolectados por parte de las empresas privadas deberían ser transferidos al dominio y las instituciones públicas, igual que cuando finalizan los derechos de propiedad intelectual antes de que se extingan completamente (Sadowski, Viljoen y Whittaker, 2021). Un fideicomiso como este actuando en nombre de las personas dueñas de los datos, si existe una cierta pluralidad, aseguraría el empoderamiento social frente a las poderosas empresas bajo el sistema actual.

Las aproximaciones al tratamiento de los datos como un bien común –que implica una contribución, acceso, uso y empoderamiento del ciudadano– se están implementando de modo exitoso en Barcelona (España), donde los funcionarios públicos subrayan la necesidad de transparencia, medición y confianza, y podría ser escalado (hacia arriba) a escala nacional a través de la propiedad común, instituciones públicas sujetas a vigilancia científica y fiscalización democrática que actúen independientemente de las instituciones judiciales o militares (Bria, 2018; Hind, 2019; Delacroix y Lawrence, 2019). Este empuje hacia regulaciones diferentes y creación de estructuras comunitarias para la participación en la gobernanza de los datos puede complementarse con “experiencias utópicas actuales” (“nowtopias”), espacios donde el futuro deseable esté siendo ya implementado, tales como proyectos subversivos de “comunes digitales” o a través de “una política contenciosa de activismo digital” (Beraldo y Milan, 2019).

El problema con la economía digital no reside exclusivamente en la capacidad de ciertas empresas poderosas de extraer información para su beneficio, sino más bien en la lógica colonial y extractiva sobre la cual descansa el capitalismo. Así pues, la respuesta de cualquier movimiento radical y transformador tiene que ser más amplia, más exhaustiva, y desafiar las relaciones de poder inherentes a la economía digital y al capitalismo en general, a la vez que representa también la pluralidad y la heterogeneidad de toda la realidad.

Esto requerirá luchas en áreas muy distintas. Los trabajadores de todo el mundo ya han expresado esta resistencia a través de huelgas, buscando y construyendo la solidaridad y el poder de la clase trabajadora a través de los sindicatos, pero también mediante un amplio abanico de estrategias (Piasna y Zwysten, 2022; Qadri y Raval, 2021). Desde esos movimientos de oposición emergen nuevos modelos de propiedad en la economía digital, tales como el de las plataformas cooperativas. Más que dar apoyo a estas florecientes cooperativas locales a pequeña escala, los legisladores deberían tratar de socializar las plataformas existentes (Kwet, 2022). Esto último también incluye a (la infraestructura de) internet, que tiene que ser orientada a servir como bien público y para el bien público en lugar de tener una columna vertebral financiada con publicidad.

Aunque estas propuestas no supondrían un fin inmediato del fenómeno de la mercantilización de la información, nos situarían en el camino hacia su desmercantilización. Esta desmercantilización tiene que realizarse junto con la reducción del consumo material de la economía (digital), una reorientación hacia la suficiencia en lugar de hacia la eficiencia. Las propuestas decrecentistas identifican acertadamente la imposibilidad de desacoplar la intensidad de recursos (y emisiones) del crecimiento de la economía y la necesidad de asegurar un bienestar global (Hickel y Kallis, 2019). Es necesario establecer objetivos vinculantes para reducir la extracción de recursos. Las comunidades indígenas y locales deberían tener una verdadera capacidad de participación en las consultas sobre los proyectos extractivos que les afectan.

Los partidarios de la desmercantilización de la información deberían buscar alianzas entre ellos y aprender de los grupos de justicia climática y ambiental que se encuentran a la cabeza de las luchas locales contra los proyectos extractivistas y por un modelo posextractivista que afronte la lógica colonial que requiere la economía digital y que está devorando el medio ambiente a lo largo y ancho del planeta, con el objetivo de llegar a un futuro solidario en el que sea posible la sostenibilidad de los ecosistemas globales.

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