«Somos los creyentes de una religión erigida por el dinero»

 Antonio Muñoz Molina 


Miguel Ángel García Vega

Hace tiempo que las letras españolas visten el lazo negro de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019) y de Javier Marías (1951-2022). Quizás el último vértice de esta sucesión de talento sea Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956). Como Ferlosio o Marías, Muñoz Molina valora la importancia del arranque de un texto. Diez veranos ha estado tomando notas, apuntando frases de Don Quijote de la Mancha. En su memoria pervive el prólogo de 1605 y esa frase de incierta semántica: se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación. Hablamos con el autor sobre política, literatura y sobre su libro ‘El verano de Cervantes‘ (Seix Barral, 2025). 

La corrupción ha ocupado de nuevo las portadas. Este país parece que no se libra de vivir en el Crematorio de Rafael Chirbes: esa espléndida novela que recorría las raíces de esta España del engaño, la avaricia y la estafa.

El universo literario de Agustín Fernández Mallo | La March



Él le preguntó: ¿Qué ha causado todas estas heridas al paisaje? Ella le respondió: Cuerpos sin pasión, que también son paisaje .

Hablar de la escritura de Agustín Fernández Mallo es un reto, un verdadero placer. Significa inventar una historia a la altura de la narrativa que el escritor español desarrolla de libro en libro. Una narrativa que conecta sus libros, ya sean novelas, poesía o ensayos. Una forma de construir sintaxis, gramática, tiempos verbales y estados de ánimo que invita al lector a prestar atención, a responder a la invitación a la curiosidad, a renovarla.

Mallo te habla de sentimiento, de ciencia, de química, de puesta de sol, te explica el fin del mundo, pone un punto al pie de la página para recomenzar, te habla de dolor, de esperanza, de desierto, te ofrece agua, te dirige hacia un espejismo y te sugiere aceptarlo como el principio más original y sensato de la realidad. Mallo te enseña a renovar los modos y los tiempos de la escritura, te implora que te liberes de las formas y dejes que la sustancia se te escape entre los dedos. Te muestra poesía pero escribe como si fuera un ensayo, te habla como si fuera una novela; y, sin embargo, el sonido de las palabras nos recuerda versos queridos. Te habla del fin del mundo y desde ese mismo umbral, te hiere con la necesidad de sobrevivir. Te dice, pasa la página, desde aquí, desde el párrafo, desde el próximo amanecer comenzamos de nuevo. Él te lo dijo en el pasado y te lo dice hoy –de una manera diferente, o de la misma manera, o de otra manera diferente– en esta nueva novela publicada por Utopía, El libro de todos los amores , traducida por Silvia Lavina.

60 años del asesinato de Delgado Chalbaud

 


Milagros Socorro

Este sábado se cumplen 60 años del asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno, el lunes 13 de noviembre de 1950 en la quinta Maritza, de la urbanización Las Mercedes, en Caracas.

Con diferencia de pocas semanas, acaban de publicarse dos novelas sobre este personaje histórico: Sumario (Alfaguara, 2010), de Federico Vegas y Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud (Gráficas Acea, 2010), de Román Rojas Cabot. Y ambas han tenido un notable éxito de lectores.

Dr. Tinoco, una estrella fugaz

 


Milagros Socorro

El perfil biográfico del doctor Pedro Tinoco (1927-1993), que acaba de publicar Juan Carlos Zapata (Descifradolibros.com, Caracas, 2006), comienza con el relato del momento en que el periodista, entonces de 31 años, se armó de valor para proponerle al legendario banquero la idea de escribir un libro sobre su vida. Zapata cuenta que tenía muchas dudas con respecto al éxito de su diligencia pero que lo impulsaba el deseo de escribir aquella historia y la audacia de su juventud. En medio del diálogo, se quedó asombrado cuando el doctor Tinoco le preguntó: “¿Cuándo comenzamos?”. Se refería a las reuniones para sostener las entrevistas que serían el insumo principal del proyecto que entonces concebía Zapata. Y, efectivamente, las sesiones no tardarían en comenzar: serían entrevistas pautadas a las dos en punto, que se interrumpirían por algún viaje del testimoniante y por sus citas médicas; y que cesarían por la enfermedad del doctor Tinoco, cuya existencia el periodista y casi todo el país ignoraban. Pero el ex presidente del Banco Central de Venezuela sí se sabía próximo a la muerte y por eso aceptó aquella proposición.

Hoy, tras leer las casi seiscientas páginas de su retrato, podemos intuir el dramático debate interno que habrá despertado la invitación a confiar sus memorias para una publicación. Estoy convencida de que Pedro Tinoco vislumbró que de todo su señorío, de toda aquella inmensa ascendencia que tenía sobre los poderosos de su país, de su avasallante personalidad y del mito que llegó a construirse en vida, sólo quedaría esta saga recogida por un reportero. Y así ha sido. De ese hombre a quien consultaba todo aquel que se planteara hacer un negocio de importancia en Venezuela, cuyo parecer era tomado como el dictamen de un oráculo por presidentes de la República, capitanes de empresa y cabezas de grandes consorcios financieros, no queda más que un grueso volumen que no tardará en ser leído como novela, cuando hayan desaparecido todas las referencias reales de esta peripecia.

El libro de Juan Carlos Zapata se titula Dr. Tinoco Vida y muerte del poder en Venezuela. Y no podía tener más capacidad de síntesis. Haberlo llamado Dr. Tinoco -y no Pedro Tinoco o cualquiera de los rangos que resumían su gran poder- es más que sintomático: ¿de cuántos venezolanos puede decirse que son o han sido apelados siempre con un tratamiento respetuoso (porque lo era, no se trataba de un subterfugio irónico)? ¿El doctor José Gregorio Hernández? ¿El doctor Caldera? Rómulo Betancourt, con ser el gran político del siglo XX venezolano, es aludido como Rómulo; y lo mismo se aplica a relevantes personalidades, de indudable solvencia y honorabilidad, como Rómulo Gallegos, Arístides Calvani, Manuel Pérez Guerrero, Simón Alberto Consalvi, Ramón J. Velásquez (referido como Ramón J.), Miguel Otero Silva (recordado entre los periodistas como Miguel), Sofía Imber (a quien el país entero llama Sofía)… en fin, en un país donde el tratamiento de doctor se reparte con salero, lo sea o no el así distinguido, no abundan los individuos que jamás han sido  apelados sin anteponerle el título de doctor. Este es un rasgo que en Tinoco evidencia su determinación no sólo de acaparar poder sino de hacer de éste un blasón, una marca casi física, una manera de plantarse en el mundo, de formularse como diferente, inalcanzable. En una palabra, superior. Porque, de seguro, esa distancia era impuesta por el propio Tinoco, que logró ser percibido, a la vez, como el gran conciliador entre los contrarios y como una máquina de odios.

Al hacer un resumen de la fulgurante carrera de Tinoco, Juan Carlos Zapata dice que quien fuera presidente del Banco Central de Venezuela y líder del escritorio jurídico más importante del país, así como del grupo financiero Banco Latino, era “abogado, banquero, ministro, jefe de partido político, reformador del Estado, asesor de Gustavo Cisneros y del Grupo Cisneros, socio de empresas, socio, aliado y amigos de empresarios de primera línea, representante de bancos, petroleras, y mineras transnacionales, consejero de banqueros y empresarios venezolano, dirigente bancario, candidato presidencial, amigo de presidentes, consejero de presidentes y ex presidentes de la República”. Fue, concluye, más que un banquero y un político, un hombre de poder.

¿Y cómo se labró Tinoco esa encumbrada posición? Podría decirse –el libro de Zapata lo afirma- que fue educado para el poder, que su padre, Pedro Tinoco Smith, medio en broma y medio en serio, lo llamaba Presidente cuando era niño; y que, incluso el hecho de haber sido separado de la madre en la primera infancia y engañado por el padre para hacerle creer que la ausencia materna se debía a un embeleco según el cual la señora era una noble española desaparecida en un naufragio o algo así, reforzó sus ansias de poder por ese entramado psicológico de las personas que actúan como si el mundo estuviera en permanente deuda con ellos. El caso es que estamos ante un hombre de ésos de quienes puede afirmarse que tienen “buena cabeza”, lo que no es poco; y si a eso se añade una excelente educación (con primaria suiza y bachillerato norteamericano), dominio de lenguas, perspectiva internacional de los fenómenos, intuición para medir exactamente a quien tiene delante, sólida formación jurídica y fiscal, familiaridad desde muy joven con los negocios (por haber sido abogado de grandes empresarios nacionales) y, sobre todo, un hombre de un aplomo sin parangón.

Cuentan quienes lo conocieron que mantenía una expresión de piedra ante las situaciones más peliagudas y que, aún cuando era reverenciado y adulado por muchos, también recibía estridentes insultos, incluso difundidos en prensa, que no sólo no se molestaba en responder sino que daban la impresión de no perturbarlo. El mismo día en que aparecía publicado un destructivo libelo en su contra, circulaba en los cocteles del brazo de su adorada esposa sin señales de sentirse afectado y sin que nadie se atreviera a mencionar la afrenta.

¿Cómo se ponía en escena el poder de Tinoco? Muy sencillo. En este país no pasaba nada sin que él lo supiera. Era, de hecho, un insaciable consumidor de información y no movía una ficha sin antes saber el más mínimo pliegue relacionado con el asunto que lo ocupara. No dejaba nada al azar. Y tenía la ventaja de contar con legiones de informantes, todos de primera línea. Porque es que nadie se atrevía a hacer una transacción de impacto sin su aprobación.

-En la década de los 60, -apunta Zapata-, el Dr. Tinoco, con una edad comprendida entre treinta y cuarenta años, era un hombre de opinión consultada y respetada, y se hacía sentir en el movimiento empresarial; era opinión tomada en cuenta por capitales internacionales y respetada por políticos en el poder y por políticos de oposición; lo que opinara impactaba amplios sectores profesionales, medios y altos de la población venezolana, inmersa en uno de los períodos de cambio más dinámicos y productivos de la historia republicana.

¿Y qué hacía con semejante influencia? Sabemos que quiso ser presidente de la República y que para ello fundó un partido político e invirtió sus propios recursos (muchos) en el financiamiento de su campaña, en el año 1973. Una iniciativa asombrosa porque sabía que apostaba a perdedor (obtendría el 0.66 por ciento de los votos), pero dicen sus admiradores que lo hizo para construir una referencia de derecha en Venezuela, en la convicción de que ésta era necesaria para establecer un equilibrio político que sería provechoso para el país. Y se dice también que no era arrogante, que ejercía sus prerrogativas con sutileza de maestro en las artes del poder. Hay, asimismo, quien le atribuye grandes reconcomios y enorme tonelaje de intriga y venganza. En lo que sí hay unanimidad es en reconocer que Pedro Tinoco no ascendió hasta la cúspide para ostentar riqueza y poderío, que se daba sus gustos pero jamás incurría en vulgaridades ni exhibía la quincalla de sus posesiones. Baste decir que circulaba en un carro viejo… eso sí, el primer carro blindado que usó un civil en Venezuela.

Para Zapata, “uno puede asegurar que se trataba de un líder dispuesto a todo, dispuesto a ayudar en lo posible y lo imposible al sistema financiero, y de eso no debe quedarle ninguna duda a los banqueros viejos y nuevos, a los caídos y los mantenidos; y también era un líder, un jefe bancario que al actuar era capaz de joder a cualquiera. Y eso le venía de su elevado instinto de supervivencia. Por tanto, su prioridad estaba en el fortalecimiento de la banca para que no hubiese crisis y pudiera así respaldar al sistema productivo y defender el sistema político.”

Sin embargo, tras su muerte el Banco Latino sucumbió. Nadie le prestó el auxilio que Tinoco había concedido a otras instituciones financieras en apuros. Su poder estaba ligado a su personalidad, no era algo capaz de sobrevivirlo. Y hoy no hay una obra suya que persista. Sólo un libro, firmado por un periodista, donde se cuenta la peripecia de un hombre excepcional, cómo no, enredado en las intrigas de un pequeño país atribulado por lances de escandalosa mediocridad. El Dr. Tinoco ha debido atender a su vocación de lector y su pasión por la Historia (un vasto conocimiento que dejó impresionado a Fidel Castro). Al menos hubiera legado sus propios libros.

 

Publicado en la Revista Clímax, agosto de 2006

Juan Carlos Zapata entrevistado Milagros Socorro



–Mi papá –dice Juan Carlos Zapata- fue empleado público, era escribiente. Aunque estudió muy poco, tiene una letra maravillosa (cosa que yo no poseo) y, en aquel tiempo, el hecho de tener buena ortografía era importante, daba prestigio. Eso le abrió puertas para ser prefecto, juez, concejal, y presidente del Concejo Municipal. Se trata, además, de un hombre de un estrato social muy pobre que se hizo a sí mismo, trabajando. Tuvo dos mujeres (yo soy de la segunda), cada una de las cuales le dio diez hijos, así que somos veinte hermanos. Por el lado de mi mamá, tengo antecedentes de familia muy  peleadora. Como cuento en el último libro, mi bisabuelo estuvo al lado de Maisanta. Era uno de los financistas de la guerrilla que operaba en Apure, socio de Carmelo París. Tenían ganado entre Colombia y Venezuela porque entonces eran los venezolanos quienes se refugiaban en el Arauca, merced al ímpetu del régimen gomecista. En 1920, el 80% de los habitantes del Arauca eran venezolanos. Todavía en el Arauca quedan muchos apellidos originarios de Venezuela. Cuando uno ha hecho su primer mercado en Arauca, comprado el primer interior en el Arauca y tenido la primera mujer allí, ve esa situación de conflicto en la zona con otros ojos. Para uno, la frontera ha sido mágica, una bendición, una participación permanente, una convivencia; un espacio de compenetración, no de separación. Allí no ha habido fronteras, ni límites, ni siquiera el río. En Semana Santa tú estás bañándote en esta orilla del Arauca y, en la otra, están los colombianos, y uno dice: “Oye, pero aquella playa está mucho mejor, vámonos para allá”. Pasaba el puente, o nadaba, y en medio del río quedaban los grupos mezclados.

Shakespeare de quien se dice «El ser humano no verá nunca la realidad de forma más clara que él lo hizo » ;

 Puedes bajar gratis estos libros. 


Sir John Falstaff de Enrique IV representantes de la autosatisfacción

Dramas históricos (ed. Andreu Jaume)

Dramas históricos (ed. Andreu Jaume)
 
   
Generos:    
 
De entre todas las pasiones que Shakespeare retrató a lo largo de su extensa obra, la fascinación por el poder es quizá una de las más oscuras; y en ella se centran todos sus dramas históricos. Más allá del episodio anecdótico, generalmente referido a momentos clave del auge de la dinastía Tudor —de Ricardo II a Enrique VIII, de la Guerra de las Dos Rosas a los inicios de la reforma anglicana—, Shakespeare se interesa por el hombre que se oculta tras la máscara de un monarca.

Dramas históricos es el tercer volumen de una colección de cinco que reúne la obra completa de Shakespeare. Aquí se incluyen la trilogía de Enrique VIRicardo IIIEl rey JuanRicardo II, las dos partes de Enrique IVEnrique V y Enrique VIII. Esta edición, a cargo de Andreu Jaume, quien firma también la introducción, presenta las mejores traducciones contemporáneas, respetando el verso y la prosa originales. Un festín para todos los amantes de las buenas letras.


Otelo de Shakespeare*resentido y envidioso que manipula para su 

venganza* maneja con destreza lo común hoy en día de seres 

frustrados


Otelo, el moro de Venecia

Otelo, el moro de Venecia
 
   
Generos:       
 
La historia original del moro de Venecia, de Gianbattista Giraldi Cinthio (1565), sirvió a William Shakespeare para crear Otelo, la única de sus «grandes tragedias» basada en una obra de ficción. Contraviniendo la imagen isabelina del «moro», Shakespeare invierte los papeles de los protagonistas y otorga al moro Otelo el carácter de hombre noble y aristocrático, mientras que reserva para el italiano Yago la perversidad y la hipocresía, desarrollando en él uno de los estudios más profundos del mal. Otelo se presenta como la tragedia de la incomprensión, en la que luchan el amor puro, la pasión, el orgullo, los celos, la venganza..., y en la que al final, el protagonista, como un auténtico héroe trágico, consciente de su degradación y de su pérdida, escribe su propio epitafio, con la angustia del héroe destrozado. Si dijéramos que Otelo es la pasión, Yago la intriga, la envidia, y Desdémona la inocencia, el amor sencillo, diríamos verdad, pero omitiríamos lo que Shakespeare quiso transmitirnos: toda una filosofía del bien, del amor y del odio. Otelo es una terrible y estremecedora figura, cara y cruz de la vida. Otelo no es, simplistamente, una obra de teatro sobre la indefensa Desdémona que cae ante la crueldad de su esposo o sobre la traición de Yago. Es, en esencia, una obra sobre la fascinación: fascinación en el amor, fascinación y celos, fascinación y muerte. Los personajes centrales se ven atrapados en el aterrorizante círculo de sus propias acciones y quizás, de su propio deseo.

Hamlet representante del autodesprecio 

Hamlet, Príncipe de Dinamarca

Hamlet, Príncipe de Dinamarca
 
   
Generos:    
 
Obra en la que el genio de William Shakespeare brilla con especial fuerza. La tragedia de Hamlet traza el admirable retrato de un legendario príncipe de Dinamarca soñador y contemplativo, sumido en dudas e irresoluciones, que, obligado a esclarecer los motivos que llevaron a la muerte de su padre, sucumbe ante la fatalidad de las circunstancias. Poblada por una abundante y compleja galería de personajes secundarios, la obra ha gozado de una constante vigencia a lo largo del tiempo, que ha hecho que se incorporen al lenguaje común numerosas expresiones de la obra («ser o no ser», «palabras, palabras, palabras», «lo demás es silencio») que han llegado a hacerse emblemáticas. La ambigüedad, la ambivalencia y la desorientación del protagonista lo aproximan notablemente, por otro lado, a la sensibilidad de nuestra época.

Tartufo

Tartufo
 
   
Autor: 
Generos:    
 
Como nuestro Lope de Rueda, como Shakespeare, Molière fue todo un hombre de teatro: actor, empresario y autor. Nacido en París en 1622, sus obras conquistaron al público de su tiempo y se han venido representando ininterrumpidamente desde entonces.

El Tartufo es quizá su obra más famosa. Durante la vida de su autor tuvo un largo historial de prohibiciones, retoques y nuevos intentos de estreno. La figura del hipócrita está delineada con tal perfección que se ha convertido en todo un arquetipo literario, además de despertar frecuentes resquemores entre quienes, en distintas épocas y lugares, se han dado por aludidos.

Venezuela: tres décadas de campaña estadounidense para cambiar el régimen

David Fields     

21/12/2025 

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Este artículo intenta analizar el alcance, la evolución y los factores materiales que impulsan la prolongada campaña de Estados Unidos para el cambio de régimen en Venezuela. Sostiene que la política estadounidense, que abarca tanto a los gobiernos republicanos como a los demócratas, constituye una forma de guerra por los recursos —que oscila entre métodos de baja intensidad y agresiones abiertas— impulsada fundamentalmente por la necesidad imperiosa de asegurar y controlar los vastos recursos naturales de Venezuela.

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Quién es Larry Fink, el poderoso millonario que maneja BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo

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    • Autor,Redacción
    • Título del autor,BBC Mundo

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Nuevos archivos del caso Epstein contienen acusaciones de violación contra Trump

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Entre los nuevos archivos publicados por el Departamento de Justicia estadounidense sobre el caso del pederasta Jeffrey Epstein figura un testimonio captado por el FBI en el que se menciona a alguien que aseguró haber sido violada por el hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump, informa EFE.