Sueco/Sweden I Subs:Castellano/English
90 min
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Un escritor muy ocupado va a pasar unos días con sus hijos, un chico adolescente y una joven con problemas mentales, casada con un médico que la trata con gran ternura. Los días de estancia en una isla durante el bonito verano se convierten en un momento de crisis para todos y especialmente para el padre, que es confrontado con su incapacidad de dar a su familia lo que de él se requiere. El problema familiar asume poco a poco componentes metafísicos y la pregunta sobre Dios se formula a través del amor.
Uno de los temas más recurrentes en la cinematografía de Ingmar Bergman, genio del cine sueco, es el de la cuestión religiosa. A través de sus concepciones sobre Dios y la fe intentó reconstruir el significado de la vida, derruido inescrupulosamente por el rigorismo protestante del momento. Un cine que buscaba en medio de imágenes nítidas y limpias un nuevo acercamiento con Dios. Su propósito quizás fue el de criticar la religión que él padeció –es muy sabida la descomunal inclemencia de su padre, el pastor protestante- y restablecer a lo humano la grandeza de su valía. En algunas de sus primeras obras como Un Verano con Mónica se vislumbra la sensualidad de la vida por medio del amor de unos jóvenes. Una obra maravillosa en la cual Bergman juega con el posible significado del verano para un nórdico, un verano que apenas dura poco más de un mes, pero en el cual se revelan la libertad y el erotismo como ventanas de una nueva comunión entre los hombres. El Séptimo Sello, quizás la más emblemática de sus películas, crítica con una rudeza sutil la verticalidad grisácea y culposa de la religión. A Bergman se le hizo intolerable ver como la Iglesia, a través de un maniqueo concepto de Dios, buscaba rebajar al hombre a algo poco menos que miserable. Otra película fundamental es Fresas Salvajes, en la cual reaparece el tema del hombre y su deseo de vencer a la muerte. Después de soñar con la muerte, durante un largo viaje en auto que lo lleva a recibir un premio académico, el Dr. Isaac Borg aprovechará para reconciliarse con la vida, ayudado –otra vez– por el encuentro con los jóvenes que levanta a dedo y le devuelven su juventud. Pero antes deberá soportar el reconocimiento de sus faltas, tal como lo muestra un sueño en el que se nos revela la fuente de su infortunio y de su indiferencia frente a los demás. En él, al veterano profesor le toman examen y no logra cumplir con las órdenes. Entonces, uno de los examinadores que lo desaprueba le dice el veredicto: "Usted es culpable de culpabilidad". El castigo es "la soledad". Pero en ninguna otra de sus obras se vislumbra mejor tales manifestaciones religiosas como en la Trilogía del Silencio de Dios”. Esta trilogía está compuesta por las películas: Como en un Espejo, Luz de Invierno y El Silencio. La primera de la trilogía, Como en un Espejo, Bergman hace una analogía con una de las Cartas de San Pablo a los Corintos, la cual plantea que así como un espejo es nuestra visión actual de las cosas de Dios y que llegará un momento, superadas muchas instancias, en las que podremos verlas cara a cara. En Luz de Invierno, Bergman arremete irónicamente contra la película anterior de la trilogía. La película se basa en un pastor cuya esposa fallece y este acontecimiento le crea una crisis de la fe, además de revelarle que esa misma fe se sostenía sobre la base de ciertos miedos infantiles. Sin embargo, a partir de esas distorsiones, el pastor probablemente inicie una apertura hacia una fe renovada y más real. Esto logra operarse en el pastor gracias a un elemento que sistemáticamente aparece en la obra del sueco, el amor humano. Un amor humano que se plante desde una horizontalidad con los valores religiosos afianzados en la posible participación del amor de Dios. La última película de la trilogía es El Silencio. En ésta, una de las películas más abstractas y simbólicas de Bergman, vuelven a exhibirse los temas que tanto lo obsesionaran: el arte como liberador (simbolizado por Bach y los enanos de circo que viven en el hotel), el conflicto para la comunión, la sexualidad y la culpa. Y todo en un marco físico donde gobiernan el calor, la excesiva luz y el silencio que nace de la incomunicación. En esta atmósfera, Dios podría ser el gran ausente. En las películas de Ingmar Bergman se opera un tránsito a través del dolor para acceder a la luz que se sintoniza con su concepto de la esperanza. En medio de ese tránsito, Dios se proyecta por medio de los hombres que interactúan en cada film. Para Bergman la ventana hacia lo divino sólo puede ser abierta sólo si se consolida una profunda y verdadera restauración de lo humano porque, una vez regeneradas las redes entre los hombres así como el valor y la riqueza de las personas, recién ahí podemos empezar a hablar de la posibilidad de la existencia de Dios. Antes necesitamos el retorno a la vida, la comunicación y la comunión humanas. (Predicado)
El título del film Como en un espejo es una citación de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los corintios: “Pues ahora vemos a ocuras, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora sólo conozco de forma fragmentaria; pero entonces conoceré así como soy conocido”. El tema es aquí, otra vez, la cuestión central de Bergman en esa época: ¿existe un Dios? Pero también una película sobre las relaciones interpersonales. La estructura, escogida muy conscientemente del Kammerspielfilm –referente al cine expresionista–, indica esta intención. Del miedo generalizado descrito en El séptimo sello, Bergman pasa a los problemas concretos de un pequeño grupo, de la familia. Sus cuatro personajes son como los instrumentos de un cuarteto y toda la película consiste en las relaciones entre ellos, que surgen simultáneamente o sucesivamente. Además, ya que el eje central del universo bergmaniano es la mujer, es natural que todo parta de ella. Karin es una mujer de una enorme fragilidad, hija de una enferma mental y sometida a problemas hereditarios. Es víctima de la esquizofrenia, pero el caso patológico tiene también una dimensión moral. Karin es prisionera de su familia: está decepcionada por la frialdad de su marido, por el egoismo de su padre, de quien sabe que es un fracasado, de la joventud de su hermano, ocupado con problemas pertenecientes a la pubertad. Su sensibilidad, reforzada por la enfermedad, la lleva a buscar contacto con los otros. Se ha refugiado en el sueño de un Dios del Amor y choca contra el muro de las palabras y los gestos insuficientes y, finalmente, entregándose a Minus, su hermano, intenta acabar con la soledad y el silencio que la circundan. Si la locura de Karin es muy realista tiene, no obstante, un carácter simbólico. Es el motor de la crisis en la que se encuentran los cuatro personajes. Al inicio de Como en un espejo aparecen las palabras “Para Käbi, mi mujer”, raro ejemplo de dedicatoria en la obra de Bergman. Esta es una invitación a interpretar la obra en una clave muy personal para su autor.(Cinèpatas)
"Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor." San Pablo
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