Jorge Luis Borges textos (DOSSIER)


El 24 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación, nace en Buenos Aires Jorge Luis Borges en casa de Isidoro Acevedo, su abuelo paterno. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela materna de origen inglés.


Georgie, como es llamado en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. A los siete años escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijote; a los nueve traduce del inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde.

En 1914, y debido a su ceguera casi total, el padre se jubila y decide pasar una temporada con la familia en Europa. Debido a la guerra, se instalan en Ginebra donde Gerorgie escribirá algunos poemas en francés mientras estudia el bachillerato (1914-1918). Su primera publicación registrada es una reseña de tres libros españoles escrita en francés para ser publicada en un periódico ginebrino. Pronto empezará a publicar poemas y manifiestos en la prensa literaria de España, donde reside desde 1919 hasta 1921, año en que los Borges regresan a Buenos Aires. El joven poeta redescubre su ciudad natal, sobre todo los suburbios del Sur, poblados de compadritos. Empieza a escribir poemas sobre este descubrimiento(1), publicando su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires (1923). Instalado definitivamente en su ciudad natal a partir de 1924, publicará algunas revistas literarias y con dos libros más, Luna de enfrente e Inquisiciones, establecerá ya en 1925 su reputación de jefe de la más joven vanguardia.


En los treinta años siguientes, Georgie se transforma en Borges; es decir: en uno de los más brillantes y más polémicos escritores de nuestra América. Cansado del ultraísmo (escuela experimental de poesía que se desarrolló a partir del cubismo y futurismo) que él mismo había traído de España, intenta fundar un nuevo tipo de regionalismo, enraizado en una perspectiva metafísica de la realidad. Escribe cuentos y poemas sobre el suburbio porteño, sobre el tango, sobre fatales peleas de cuchillo ("Hombre de la esquina rosada" (2),"El Puñal"(3)). Pronto se cansará también de este ismo y empezará a especular por escrito sobre la narrativa fantástica o mágica, hasta punto de producir durante dos décadas, 1930-1950, algunas de las más extraordinarias ficciones de este siglo (4) (Historia universal de la infamia,1935; Ficciones, 1935-1944; El Aleph, 1949; entre otros).

En 1961 comparte con Samuel Beckett el Premio Formentor otorgado por el Congreso Internacional de Editores, y que será el comienzo de su reputación en todo el mundo occidental. Recibirá luego el título de Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la Insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico y el Premio Cervantes, entre otros numerosísimos premios y títulos.
Una encuesta mundial publicada en 1970 por el Corriere della Sera revela que Borges obtiene allí más votos como candidato al Premio Nobel que Solzhenitsyn, a quien la Academia Sueca distinguirá ese año.


El 27 de Marzo de 1983 publica en el diario La Nación de Buenos Aires el relato "Agosto 25, 1983", en que profetiza su suicidio para esa fecha exacta. Preguntado tiempo más tarde sobre por qué no se había suicidado en la fecha anunciada, contesta lisamente: "Por cobardía". Ese mismo año la Academia sueca otorga el Premio Nobel a William Golding; uno de los académicos denuncia la mediocridad de la elección. Todos siguen preguntándose por qué Borges es sistemáticamente soslayado. El premio a Golding parece dar la razón a los que dudan de que los académicos suecos sepan realmente leer. Jorge Luis Borges murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986.


Ilustración: El Tomi (Télam)


[Foto Daniel Mordzinski]

Si se constata que la primera obra que escribió Jorge Luis Borges en 1905, a la edad de seis años, y con el permiso expreso de su padre, haya sido un resumen en lengua inglesa de la mitología griega, tendremos la justificación del título de este trabajo.

Habiendo aprendido a leer primero en inglés, gracias al influjo que sobre él tuvo Fanny Haslan, su abuela paterna, Borges ejercita su vacilante pluma en un texto flagrantemente intertextual. Es más, si su producción ya largamente extendida por el siglo se coloca en dos extremos y si se revisa el tipo de libros que escribió cuando empezaba y ahora que termina, constatamos dos libros, uno del principio de su carrera, Historia universal de la infamia, fechado en 1935, y Libro de sueños, aparecido en 1976, por tanto del final. Ambos son presentados en sus prólogos como "ambiguos ejercicios" sobre los cuales no se tiene mayor derecho que el que podría tener un traductor o un lector. Es decir, su actividad escrituraria es concebida como un ejercicio que permite luego pasar a una "trabajosa composición" de ficciones.

Ficción e intertextualidad, pues. Borges escribe ficciones que se inscriben en el universal ámbito de lo intertextual y su filiación es ampliamente declarada y su participación como escritor denigrada y soslayada. En efecto, en el mismo prólogo que antecede la impresión de sus historias infames, Borges añade las siguientes palabras:
"(Estas historias) son el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias. De estos ambiguos ejercicios pasó a la trabajosa composición de un cuento directo -"Hombre de la esquina rosada"- que firmó con el nombre de un abuelo de sus abuelos, Francisco Bustos, y que ha logrado un éxito singular y un poco misterioso". Enmascarado y defendido por "uno de esos abuelos" que combatieron en las luchas de independencia de la Argentina y que Borges tanto admira, este joven tímido e irresponsable se lanza a la tarea de "falsear y tergiversar" ajenas historias. Es decir que tanto en el nombre como en la acción que le da sentido al nombre, Borges se esconde detrás de alguien o de algo. Este esconderse que se traduce por falsearse determina, a pesar de la ambigüedad aparente de los términos empleados, un nuevo concepto explícito de la escritura. Una confesión expresa de la intertextualidad, una relación con lo escrito antes, una negación de la individualidad del escritor, una corroboración de la escritura como saber colectivo. Si a esta constatación añadimos el título que ostentan los libros mencionados la corroboración se magnificará: Historia universal de la infamia testifica en su capacidad abarcadora el mundo, expresado en su universalidad, y el intento de compilar el saber o registrar los hechos humanos que connota la palabra historia. Si a este título agregamos el de Historia de la eternidad, libro que continúa cronológicamente el de la infamia, esta constatación se vuelve en sí misma una hipérbole.

La intención de intertextualidad es delirante y así se nos declara en la vociferación implícita del título que llevan los libros y los cuentos mismos, en los prólogos con que empieza cualquiera de sus impresiones -y que ahora ha publicado con ese título, Prólogos- en las alusiones falsas de sus textos, en el aparato crítico falaz y sin embargo académico que los sustenta, en la minuciosa pero a la vez rápida incursión por las erudiciones, en su continuo tránsito por las enciclopedias que inician sus relatos y que encarnan su andamiaje, en su pertinaz relación con autores del pasado, en su obsesiva visita a las filosofías. Es más, la intertextualidad es el cuerpo de la ficción.
Si entendemos por intertextualidad el hecho de que "todo texto es absorción y transformación de una multiplicidad de otros textos" (Kristeva, Todorov, Barthes) cualquier obra analizada estará "trabajada" por la intertextualidad. Pero la obra de Borges explícita esta relación, ya lo he dicho, la utiliza como fundamento de la ficción y sobre ella se construye. Analicemos el origen de la infamia:

En 1933, el periódico de Buenos Aires, Crítica, lanza un suplemento sabatino impreso en colores y ofrece a sus lectores tiras cómicas, crucigramas, cuentos, reseñas de cine, y libros, etc. Borges es uno de sus directores y en el primer número publica bajo el rubro Historia universal de la infamia, la biografía ficticia de "El espantoso redentor Lázaro Morell". A partir de esta fecha hasta el 23 de junio de 1934, irán apareciendo, algunos sábados, las ficciones contenidas en ese libro de ejercicios ambiguos. Estas ficciones han sido construidas a partir de múltiples datos extraídos de muy diversas fuentes: Un libro de Mark Twain, la Enciclopedia Británica, una historia de la piratería, otra sobre los gangsters de New York, textos de Swedenborg, Las Mil y una noches, El Libro del Conde Lucanor, etc.

Estas dispares fuentes se unifican en un procedimiento, el empleado por Marcel Schwob para construir sus vidas imaginarias: "Inventó biografías de hombres reales de los cuales poco o nada quedaba registrado, dice Borges. En cambio yo leí a cerca de personas conocidas y deliberadamente varié y distorsioné los datos a mi capricho". La erudición alimenta una construcción que, aunque apoyada en datos fidedignos, los distorsiona y en los intersticios de la distorsión se fundamenta la invención. Pero no para allí el procedimiento. El suplemento semanal que insertó las historias infames se nutre de literatura popular que sirve para entretener y los relatos de Borges se entregan como un producto de subliteratura. La construcción empieza a volverse laberíntica.

La característica principal del laberinto, marca esencial de la ficción borgiana, es su complejidad, pero también su aparente sencillez. Y esa sencillez se inicia en el título "que aturde con su infamia" al colocar en la historia universal un dato contradictorio que la pone al revés: una heroicidad de signo contrario, como también lo ha sido el hecho de plantear una imitación de Schwob pero utilizando su mismo procedimiento a la inversa.

Al reconocimiento de un saber universal que determina una ficción se agrega un contexto popular que la vuelve cotidiana a pesar de todas las referencias librescas. Los "ejercicios ambiguos" empiezan a adquirir un relieve muy especial. Son ejercicios de erudición y de concentración histórica que revelan un saber enciclopédico y por ello total. Pero su totalidad se apoya no sólo en el intento por reducir lo universal a unas cuantas vidas infames, sino por acercarlas a un público que las contemple como productos de literatura popular. El laberinto que es la ficción misma empieza a construirse: literatura popular más literatura universal, más conocimientos enciclopédicos, más invención. Pero, ¿cómo concentrar en unas cuantas páginas la historia universal? Usando a la vez la concentración y la proliferación. Borges mismo lo declara: "Estos ejercicios... abusan de algunos procedimientos: las enumeraciones dispares, la brusca solución de continuidad, la reducción de la vida entera de un hombre a dos o tres escenas". Los datos eruditos que se manejan como intertextualidad se disuelven en ficción: las imágenes fundamentales determinan la concentración.
Un movimiento específico acompaña al personaje y lo deja instalado como imagen: Billy the Kid marca en su revólver las muertes que lo han vuelto legendario, sin contar entre ellas a los mexicanos, y Monk Eastman "por cada pendenciero que serenaba hacía una marca en el brutal garrote". Este acto repetitivo fija al personaje y lo graba en el relato de la acción, cumpliendo así literalmente la repetición.

La repetición se da en este nivel pero se reitera mediante la enumeración. El conocimiento es múltiple, abarcador, enciclopédico, y ocupa sólo el espacio abreviado de la reiteración, otra de las piezas para la construcción del laberinto.
Colección de 24 números en pdf de la revista Ultra (poesía-crítica-arte), editada en Madrid entre 1921 y 1922 como portavoz delmovimiento ultraísta,donde colaboró, entre otros, Jorge Luis Borges.
La palabra enciclopedia convoca la idea de monumentalidad, sin embargo las enciclopedias concentran en apartados, pulcramente separados por un orden alfabético, vastas cantidades de conocimiento. Borges procede de la misma manera, pero, además de concentrarlo, lo representa y la historia se reduce al comentario resumido de unas cuantas vidas infames que descuellan por su turbulencia, pero sobre todo por ciertos actos narrados que destacan como imágenes: "Los hilos de un relato se entrelazan de vez en cuando y forman una imagen en la trama; de vez en cuando los personajes adoptan una actitud, entre ellos o hacia la naturaleza, que deja grabado el relato como una ilustración. Crusoe retrocediendo ante la huella de un pie, Aquiles clamando contra los troyanos, Ulises doblando el gran arco, Christian que corre con los dedos en los oídos: cada uno de éstos es un momento culminante de la leyenda, y todos ellos han quedado impresos para siempre en el ojo de la mente" (Stevenson citado por Borges). Así la historia se desdobla, es, por una parte, como dice la Real Academia, "Narración y exposición verdadera de los acontecimientos pasados y cosas memorables" pero también fábula, cuento. Y como cuento que descansa en imágenes "impresas en el ojo de la mente" se acerca al cine.
La invención se vuelve plástica en su representación y reitera imágenes y al concentrar en un acto su signo determinante acude a otro tipo de intertextualidad que ya no es el texto escrito. Recordemos que el periódico que publica los cuentos infames publica también tiras cómicas y reseñas cinematográficas y en honor de la verdad éstas están mucho más cercanas al cine que aquéllos.
Su colorido y su movimiento sucesivo es un sustituto del cine épico que a Borges le gusta reseñar en artículos también sucesivos. Esos tan reiterados "ambiguos ejercicios" han sido inspirados como lo confiesa Borges "en sus relecturas de Stevenson y de Chesterton y aún de los primeros films de von Stenberg..."
La realidad que la historia quiere que se capte no es vaga "pero si nuestra percepción general de la realidad"; para contrarrestar esa débil percepción se manejan imágenes tajantes que nos la devuelven clarificada y sintetizada, de ahí el peligro de justificar demasiado los actos o de inventar muchos detalles. Hasta aquí la concentración que permite realizar el paso de la Historia como narración verídica, de los hechos a la historia como fábula o como cuento. El arte individualiza lo que la Historia generaliza y procede por imágenes discontinuas como el cine.
Lo escénico otra vez, otra vez el gusto de contemplar la imagen. En esa inclinación Borges parece acercarse a una intertextualidad que la lleva a lo popular: Tira cómica, historias truculentas y antiheroicas, cine épico, western, novela policiaca, contrastan con la erudición, con lo que el saber concentrado es realmente enciclopédico; pero si uno de los niveles de la lectura de este autor es esencialmente popular porque engloba todos esos aspectos asimilándolos gracias al procedimiento de la concentración y la proliferación, éste también nos conduce a otro significado de la imagen, su significado metafísico. "Los doctores del Gran Vehículo, advierte Borges al finalizar el prólogo que antecede la reimpresión de sus historias infames en 1953, enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa mínima parte del universo que es este libro. Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes..."
Y el cine es también sólo superficie de imágenes, cuando la proyección cesa la pantalla no refleja nada, es como un espejo que carece de fondo y cuya realidad es el vacío. También la palabra escrita evoca imágenes que impresas simulan una percepción visual, "ocular". Su realidad es tan falsa como el rostro del profeta velado, cuento con el que termina el ejercicio ambiguo y se inicia la composición de un "verdadero relato" en esta compilación de historias infames. El tintorero enmascarado Hakim de Merv es el más imaginario de sus infames, es el invento más total de esta galería de imágenes discontinuas que venimos trabajando. Su intertextualidad aparente es menor, más diluida y su más cercano antecedente es El rey de la máscara de oro de Marcel Schowb y ciertos elementos históricos obtenidos en la descripción topográfica e histórica de Boukhara escrita por Abu-Bak Mohammad ibn Dja' far Narshakhi.
Borges mismo cita cuatro fuentes pero muchos de los elementos principales han sido inventados por él. Lo importante es advertir que Borges ha incluido, en la cita antes leída, a su libro como parte del universo y su profeta velado invoca, para validar su superchería, una herejía gnóstica; además el profeta tiene relaciones con la alquimia: es tintorero, combina ácidos, conoce los metales y su cara se ha trasmutado por la lepra.
Esta trasmutación de lo narrado en invención enfrenta una cosmogonía herética a una realidad desfigurada. El profeta es invulnerable y su rostro ciega a quien lo mira; la máscara, el velo son usados como intermediarios de una invulnerabilidad que causa la ceguera a quien la enfrenta, pero el verdadero rostro es el espejo descarnado del leproso, mirarlo es como experimentar el vitriolo, ácido que el tintorero emplea en sus experimentos.
El Dios que postula la cosmogonía de Hakim es un Dios espectral: "Esa divinidad carece majestuosamente de origen, así como de nombre y de cara. Es un dios inmutable, pero su imagen proyectó nueve sombras que, condescendiendo a la acción, dotaron y presidieron un primer cielo. De esa primera corona demiúrgica procedió una segunda, también con ángeles, potestades y tronos, y éstos fundaron otro cielo más abajo, que era el duplicado simétrico del inicial. Ese segundo cónclave se vio reproducido en uno terciario y ése en otro inferior, y así hasta 999. El señor del cielo del fondo es el que rige -sombra de sombras de otras sombras- y su fracción de divinidad tiende a cero."

Oda intima a Buenos Aires - Astor Piazzolla/Edmundo Rivero/Luis Medina
La famosa frase que convoca a Tlön aparece ya aquí, la subrayo: "La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia. Los espejos y la paternidad son abominables, porque la multiplican y afirman." La cosmogonía gnóstica así enunciada se guarda en el relato. El velado rostro del profeta huye de los espejos y de su reflejo; su invulnerabilidad es una parodia que enmascara, oculta, y sus artes mágicas derivan de la alquimia. La intertextualidad se amplía y se dirige a una zona esotérica, patrimonio iniciático pero también popular. Todo el saber se conjunta agregándose concentrado y repetitivo en páginas breves. Y al conjuntarlo y hacer de su libro una parte del universo entramos en la máxima sintetización mediante otra combinación alquímica.
Borges intertextualiza su creación y sus ensayos prefiguran sus ficciones. El ejercicio ambiguo que desemboca en la composición se inicia en la metafísica que para Borges es una rama de la literatura fantástica. Imaginar a Dios y hacerlo protagonista de diversos relatos míticos que se consignan en las cosmogonías es la máxima ficción, concebida como invención y, como construcción Borges reseña las cosmogonías, las relata traduciéndolas a su lenguaje y luego las incorpora a su ficción, pero al incorporarlas se inserta dentro del relató mítico. El profeta velado se contamina de la herejía de Basílides, analizada en Discusión, libro anterior al de la infamia. Y en el título de su ensayo aparece como imagen predominante la figura enmascarada: "Una vindicación del falso Basílides".
Borges y Julio Iglesias

El padre del popular cantante español Julio Iglesias, un médico ginecólogo, fue secuestrado en 1981, siendo rescatado con éxito después de 19 días. Durante ese tiempo Borges estaba en Venezuela; había mucha gente en una librería donde firmaba autógrafos y una joven le preguntó al escritor a qué se debía el secuestro del padre de Iglesias; Borges respondió: "Creo que para que el hijo no siguiera cantando".
Esta proliferación de la intertextualidad se asemeja a la cópula y a los espejos y se aproxima a la contaminación del libro. El libro sin embargo parece trasmutarse y desaparecer como un sueño al tiempo que se le concibe simultáneamente como un libro total, como una posibilidad de lectura cifrada de lo cósmico. El libro de sueños aparecido en 1976 es una antología textual de sueños donde se insertan algunos textos firmados por Borges. El puro hecho de seleccionar el material se convierte en una autoría y todos los textos se asimilan a un solo autor polivalente, el propio Borges. Así se aniquila su individualidad al tiempo que se resalta. La intertextualidad se agiganta pero también se desvanece dentro del contexto de lo soñado, que equivale de nuevo a un reflejo en el espejo: lo soñado nos vincula con un rostro que se esfuma en cuanto la vigilia amenaza la noche.
La ambigüedad evocada en el "ejercicio" de una ficción preparatoria invade la composición total. A la precisión de ciertas imágenes tajantes responde la imprecisión de lo soñado. Pero la composición, la ficción, que se fundamenta en la intertextualidad y que se encarna en ella, nos conduce a un concepto que abarca todo lo anterior. La intertextualidad es el Libro, pero el libro es concebido como una escritura cifrada del universo, como un espacio donde se conjunta la palabra y la escritura y por tanto como un espacio sagrado. Julia Kristeva dice en Texto de la novela: "La escritura es concebida como una red de marcas para cuya sustancia escritural y valor fonético de MATERIA es tan importante como el contenido expresado". El reflejo vacío del espejo, la irrealidad del universo se conjuran en la escritura y en la palabra revelada, en el verbo encarnado, en la escritura y en ese espacio donde convergen palabra como sonido y palabra como grafía, se recupera el universo, es más, se concentra el universo.

El libro, combinación de letras y de números, es concebido como revelación, como otra forma de la herejía gnóstica, la cabalística: Esa ciencia oculta que mediante combinaciones puede crear hombres imperfectos como el Golem o sueños perfectos como el tigre asiático. La composición combinatoria de palabras que preside a la ficción ordena el mundo y lo enfrenta así ordenado, dentro del espacio que la grafía condensa, "al desorden asiático de la realidad".

La intertextualidad borgiana abre el camino a la lectura plural, a la reescritura de lo leído. En Borges converge el autor universal y desaparece el escritor que el individualismo romántico nos ofrece como estereotipo. Firmar un texto o antologarlo viene a ser lo mismo y en su escritura Borges convoca a la vez el problema mismo de la escritura y de su teoría, o mejor, de la composición del relato.

Monstruos de Borges
Por José Pablo Feinmann

Hay un cuento (poco conocido y nunca acabadamente estudiado) que Borges y Bioy escriben o, al menos, fechan en noviembre de 1947. Como sea, lo habrán escrito durante esos días, días en que gobernaba Perón y ellos se erizaban de odio ante el espectáculo desaforado del populismo. ("Este relato --dirá años después Bioy y Matilde Sánchez-- está escrito con un tremendo odio. Estábamos llenos de odio durante el peronismo"). Rodríguez Monegal ofrece algunos datos más: "Uno de los textos clandestinos de Borges fue escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares y sólo circuló en manuscrito durante el primer gobierno de Perón. Pertenece a la serie de relatos atribuidos a H. Bustos Domecq, pero a diferencia de la mayoría de aquéllos, éste es radicalmente político, lo que explica que haya sido publicado (por mí, en Montevideo y en el semanario Marcha), después de la caída de Perón" (Ficcionario, Antología de textos de Borges, FCE, p. 458)

El cuento es La fiesta del Monstruo y está encabezado por una estrofa del poeta unitario Hilario Ascasubi. El poema de Ascasubi se llama La refalosa y narra, por medio de un mazorquero, el martirio y degüello de un unitario. La estrofa que utilizan Borges - Bioy dice: "Aquí empieza su aflición". Ya Echeverría, en El matadero había descrito los horrores del degüello federal: "Tiene buen pescuezo para el violín. Mejor es la resbalosa". Hay, así, una trilogía: El matadero (Echeverría), La refalosa (Ascasubi), La fiesta del Monstruo (Borges - Bioy. La fiesta... toma el naturalismo brutal de Echeverría y recurre a la narración en primera persona de La refalosa. Tanto en Ascasubi como en Borges - Bioy quienes narran son los bárbaros: un mazorquero en Ascasubi, un "muchacho peronista" en Borges - Bioy.

Así como en una nota anterior ("Borges y la barbarie") expuse la delicada y profunda concepción de la barbarie que Borges explicita en el Poema conjetural, corresponderá hoy la visión cruel, despiadada, unidimensional, sobrepolitizada que, junto con Bioy, presenta del Otro, del "bárbaro", en La fiesta del monstruo. El narrador, queda dicho, es un militante peronista. Le narra a su novia, Nelly, los avatares de una jornada en la que irán a la plaza a escuchar un discurso del Monstruo, nombre que, en el cuento, se le da a Perón. "Te prevengo, Nelly, que fue una jornada cívica en forma". La noche anterior el "muchacho" descansa como se debe. "Cuando por fin me enrosqué en la cucha, yo registraba tal cansancio en los pieses que al inmediato capté que el sueñito reparador ya era de los míos (...) No pensaba más que en el Monstruo, y que al otro día lo vería sonreírse y hablar como el gran laburante argentino que es". (Borges intenta recrear el lenguaje popular, pero se acerca más a Catita que a los obreros peronistas.) En suma, hay que ir a la Plaza: "hombro con hombro con los compañeros de brecha, no quise restar mi concurso a la masa coral que despachaba a todo pulmón la marchita del Monstruo (...) No me cansaba de pensar que toda esa muchachada moderna y sana pensaba en todo como yo (...) Todos éramos argentinos, todos de corta edad, todos del Sur". Otra vez la presencia del Sur como el territorio de la barbarie. Pero éste no es el Sur de Juan Dahlmann, el Sur en que Dahlmann descubre que el coraje es superior al miedo y la enfermedad, que el Sur es la llanura, el cielo abierto, la muerte heroica; tampoco es el Sur en que Narciso Laprida descubre su destino sudamericano, un destino que se trama entre los libros, los cánones y la intimidad del cuchillo bárbaro, es otro Sur. Es el Sur del odio clasista. Un Sur absolutamente irrecuperable para Borges. Un Sur injuriado por la jauría fiel y desastrada del Monstruo.
Borges en la antigua Biblioteca Nacional de la calle México, 1973, foto Sara Facio
El Sur de los muchachos que marchan hacia la Plaza. De pronto, dice el narrador a Nelly, encuentran un inconveniente: "hasta que vino a distraernos un sinagoga que mandaba respeto con la barba". A este "sinagoga" los muchachos del Monstruo lo dejan seguir; tal vez por la barba. "Pero no se escurrió tan fácil otro de formato menor, más manuable, más práctico, de manejo más ágil". ¿Cómo es este sinagoga? Sólo los panfletos del Reich habrán ofrecido una descripción tan horrenda de un judío (pero éste era el propósito de Borges: ya que el Monstruo era, sin más, nazi, nazis debían ser sus adictos o comportarse como tales): "Era un miserable cuatro ojos, sin la musculatura del deportivo. El pelo era colorado, los libros bajo el brazo y de estudio". El "sinagoga" es algo torpe: "Se registró como un distraído que cuasi se llevaba por delante a nuestro abanderado, el Spátola". Los muchachos le exhiben la figura del Monstruo: "Bonfirraro, le dijo al rusovita que mostrara un cachito más de respeto a la opinión ajena, señor, y saludara la figura del Monstruo". (El símil con El matadero es clarísimo: también, la "chusma del Restaurador", le exige al unitario el uso de la divisa punzó, que éste, con valentía y soberbia, abomina.) El "sinagoga" se niega: "El otro contestó con el despropósito que él también tenía su opinión. El Nene, que las explicaciones lo cansan, lo arrempujó con una mano (...) Lo rempujó a un terreno baldío, de esos que el día menos pensado levantan una playa de estacionamiento, y el punto vino a quedar contra los nueve pisos de una pared sensa finestra ni ventana". Así, "el pobre quimicointas" queda acorralado. Lo que sigue es un despiadado asesinato callejero. Tal como el unitario de Echeverría era aniquilado por los federales del Matadero, el judío de Borges cae destrozado por los muchachos de Perón. (Observemos que es la derecha oligárquica quien inventa la línea nacional Rosas - Perón del revisionismo de los setenta, la "primera" y la "segunda" tiranía.) "El primer cascotazo (...) le desparramó las encías y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté una oreja y ya perdí la cuenta de los impactos porque el bombardeo era masivo. Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua. Cuando sonaron las campanadas de Monserrat se cayó porque ya estaba muerto. Nosotros nos desfogamos un poco más con pedradas que ya no le dolían. Te lo juro, Nelly, pusimos el cadáver hecho una lástima (...) Presto, gordeta, quedó relegado al olvido ese episodio callejero (...) Nos puso en forma para lo que vino después: la palabra del Monstruo. Estas orejas lo escucharon, gordeta, mismo como todo el país, porque el discurso se transmite en cadena" (Cfr. Ficcionario, ed. cit. pp. 259/269).

Por desdicha, las opciones políticas de Borges fueron impulsadas por el odio unidimensional, racial y clasista, de La fiesta del Monstruo y no por las honduras conceptuales del Poema conjetural. Si no hubiese sido así, escasamente habría adherido, como lo hizo, a las dictaduras militares que devastaron nuestro país. Sobre todo a la más horrenda, la de Videla. Si no hubiese sido así, el Premio Nobel, como lo deseaba, habría sido suyo.

17/07/99 Página|12  |  Descargar La fiesta del monstruo



Jorge Luis Borges, otro argentino brillante y contradictorio

Por Eduardo Pérsico *

Pero el Borges ciudadano fue un tipo insufrible…
[Foto: El autor con Jorge Luis Borges en un encuentro en 1983] 

Jorge Luis Borges, acaso el escritor más representativo de la literatura argentina, fue casi desconocido en nuestro país hasta que desde Europa nos advirtieran de su calidad poética y narrativa; y como aguardar la valoración ajena sea una tendencia nacional, se le atribuye ese reconocimiento al crítico francés Roger Caillois. Episodio que en parte se repetiría con Carlos Gardel, un cantor popular que luego de su éxito en los Estados Unidos fuera en más un imbatible ídolo nacional. Igualmente, tanto Borges como Gardel son exponentes de nuestra comarca y si fueron publicitados lejos y estimados luego aquí, antecedieron lo sucedido más cerca en el tiempo con Julio Cortázar y Astor Piazzolla, también valiosos exponentes pero acaso menos contradictorios.

Creemos que uno de los perfiles literariamente más atractivos de Borges consistía en que él ‘escribía como si estuviera escribiendo’, sin que lo presionara mucho la formalidad y hasta usando la complicidad del lector. Con su manera lúdica al bromear sobre otros escritores, como al decir de Federico García Lorca ‘que era un andaluz profesional’, o de Leopoldo Lugones, un referente argentino una vez sentenció ‘es un hombre que se toma demasiado en serio’. Pero la fantástica veta literaria de Borges no fue apenas libresca sino que le llegó del propio país, y él la adornó con inflexiones de un indudable escritor argentino. El mismo que al leerlo en voz alta se lo puede imaginar diciendo ‘vea, yo le voy a contar, eso sucedió por esos años en cierto arrabal de corralones y compadres’; fraseo casi lindante entre la porteñidad y lo gauchesco. Y sin duda Borges fue un auténtico relator de nuestro país tan signado por lo europeo, sin jungla en una geografía casi transparente y con una escasa literatura rural que la describiera. Un escritor también muy advertido de que nuestro aspecto nacional radicaba más en el modo de contarnos que en lo descriptivo, y así el Borges narrador poco exhibe los entornos pero se le adivinan. Y cuando usaba la primera persona exhibía cierta miga coloquial para mejor identificarnos con la misma sencillez que usaba en el trato personal. Esa manera que a rachas nos pareciera estar oyendo a un compadrito porteño, sobrador y canchero y en mi caso, al fin describirlo en un cuento como un payador de boliche: ‘un tal Borges, el Inglesito que contrapunteara por milonga en un boliche de Turdera’.

INSTANTES
"Si pudiera vivir nuevamente mi vida comería más helados", dice entre otras encantadoras y elementales puerilidades el poema Instantes, que irrespetuosamente le adjudican a Borges, texto ampliamente difundido en Internet. Generalmente la gente que admira y reproduce ese horrible poema no leyó la obra de Borges. De haberlo hecho se hubieran percatado al instante -valga la ironía- que Borges jamás pudo haber pensado y escrito esa berretada literaria.

Cuando lo conocí, por 1970, él aún polemizaba que para escribir bien en castellano debíamos leer al mexicano Alfonso Reyes, que al fin no era ninguna broma en tanto Borges también era un implacable corrector. Como luciera en el cuento El Aleph que confesara haberse demorado varias tardes entre ‘Beatriz Viterbo de frente al trinchante, o reflejada en el trinchante’ hasta decidir de pronto ‘Beatriz Viterbo de perfil en colores’. Y del Hombre de la Esquina Rosada, que en un principio lo publicó como Hombres Pelearon en el suplemento de Crítica, luego hizo otra versión oculta y recién por su tercer intento obtuvo el cuento definitivo. Y era su verdad ‘ hay que publicar para no seguir corrigiendo’.

La primera vez que hablamos fue por 1973; yo escribía en la revista literaria Ateneo, de Lanús, y solía visitar la Biblioteca Nacional de la calle México cuando él la dirigía. Por entonces había un gran fervor por el retorno peronista al gobierno, y José Edmundo Clemente que entonces renunciara a la Vice dirección y en 1976 llegada la dictadura militar fue nombrado Director, dejó todo a cargo de Borges. Hasta el trato con los delegados gremiales, muy inquietos por aquel tiempo con quienes prontamente debió hacer una reunión. Contaron el señor Zolezzi y otra persona llamada Amón, empleados de la biblioteca, que los gremialistas le plantearon Borges cosas que ellos mismos creyeron que lo aterrarían, pero que al finalizar la reunión el mismo Borges les dijo ‘hay que atender más seguido a estos muchachos; yo estoy de acuerdo con ellos en muchas cosas’. Algo dentro de libreto para quienes no estimaran en Borges a un reaccionario absoluto, en tanto en toda su obra él jamás descalificara al orillero, al gaucho, al negro o a un laburante cualquiera.

Pero el Borges ciudadano fue un tipo insufrible. Un feroz contradictor que ostentaría su equívoco contra el peronismo más por la fuerza convocante que por lo ideológico de ese movimiento, en una pose que lo crucificó a esa retardada y medieval mística de la clase media alta argentina. Y aunque los escritores se valoran por lo mejor de su obra, el peronismo arrinconó a Borges y a otros ‘ilustrados’ en la idea de presenciar una copia del Fascismo italiano pero ajeno al franquismo español, tan coloreado de una religiosidad confesional más potable a la clase pudiente. Pero bué, a ese enfoque acotado y reaccionario que jamás acepta la movilidad del tejido social y la liberación psicológica del obrero ante el patrón, él se asoció negando que a esa actualización histórica de la sociedad se alcanzó con el peronismo. Más otras certezas que el viejo Borges en 1983 y última vez en verlo, me indicó a media sonrisa que le repitiera como diciendo ‘no me haga caso, señor, que yo estoy hablando en joda’. Y esa imagen con más la de guitarrero de corbatín y saco oscuro son mis favoritas de un Jorge Luis Borges, un escritor sin duda incuestionable y excelente.


* Eduardo Pérsico, narrador y ensayista, publicó libros de cuentos, seis novelas, poemarios y la tesis “Lunfardo en el Tango y la Poética Popular”. Nació en Banfield y vive en Lanús, de Buenos Aires, Argentina. 
www.eduardopersico.blogspot.com

                                                 


"Jorge Luis Borges, escritor que enorgullece  la Argentina fue enviado a inspeccionar gallinas"

Diario El Plata, Montevideo, 25 de julio de 1946
Bajo estos mismos títulos dice un diario porteño:

"Ha sido comentado en los más diversos tonos en los ambientes artísticos, la medida adoptada por las autoridades edilicias contra el escritor Jorge Luis Borges, quien desde hace dieciocho años desempeña un puesto importante en una biblioteca del municipio. No es necesario abundar acá en consideraciones acerca de los sólidos méritos del prestigioso escritor a quien de cierta manera puede considerárselo como jefe de una escuela: "el borgismo ", que de ciencia cierta existe, pero que algún día será analizada ampliamente. La producción, la obra y la acción de Borges son, asimismo, tan vastamente conocidas dentro y fuera del país, que no es necesario que nos detengamos a analizarlas en estos momentos. Pero el escritor es quien va a hablar.

—¡Hola, don Jorge Luis! ¿Cómo le va?

—Ya lo ve, vivito y coleando.

—¿ Y qué le pasó en la Municipalidad que se cuentan las cosas más dispares acerca de su traslado, cesantía o lo que fuere?

—Nada; una cosa muy sencilla. Yo toda la vida he tenido dos "hobbyes" (sic) por no decir dos debilidades: los libros y firmar. Cuando chico firmaba en las paredes. ¿Se acuerdan ustedes de aquellos poemas murales? Me ha gustado siempre firmar lo que escribo y a veces, cuando algo de un amigo me gusta mucho, también lo firmaría.

—Sí, bueno, está bien; pero eso ¿qué tiene que ver con el asunto de la Municipalidad?

—A eso iba. Como a mí me da por firmar todo lo firmable, resulta que firmé cuanto manifiesto me trajeron los amigos. Esos manifiestos ingenuos en que se afirma que la verdad debe triunfar y que la libertad es libre, como dice el paisano.
—Bueno, pero ¿qué pasó, entonces?

—Un momento; en los poemas no hay que pegar saltos. Hace pocos días me mandaron llamar para comunicarme que había sido trasladado de mi puesto de bibliotecario al de inspector de aves —léase gallináceas— a un mercado de la calle Córdoba. Aduje yo que sabía mucho menos de gallinas que de libros y que si bien me deleitaba leyendo "La serpiente emplumada", de Lawrence, de ello no debe sacarse la conclusión que sepa de otras plumas o diferenciar la gallina de los huevos de oro de un gallo de riña. Se me respondió que no se trataba de idoneidad sino de una sanción por andarme haciendo el democrático ostentando mi firma en toda cuanta declaración salía por ahí. Comprendí, entonces, que se trataba de molestarme o de humillarme simplemente. Naturalmente que si, como ustedes dicen, me hubieran trasladado a las funciones de agente de tránsito, a lo mejor me da por calzarme el uniforme, y ya me hubieran visto allá arriba en la garita armando un verdadero despatarro.

— Y usted, ¿qué actitud adoptó?

—Ninguna; me fui a casa. Tenía un libro de Elouard y otro de Vercors para los cuales no encontraba manera de roer tiempo a otras cosas y leerlos. Y me puse a leer y me olvidé del mundo. Pero al día siguiente, la realidad me dio un vuelco; de la Municipalidad me comunicaban que hacía veinticuatro horas que estaban esperando mi renuncia y que estaba ya en mora. Estaban, pues, plenamente convencidos de que no iba a aceptar la situación y que iba a renunciar. Me conocían, ¿verdad?

—Indudablemente.

—Eso es todo; la verdad, nada más que la verdad, sólo la verdad."
Nota: El 15 de agosto de 1946, la revista Argentina Libre publica el discurso pronunciado por Leónidas Barletta, en la comida de desagravio que la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.) ofrece a Borges, a raíz de su destitución del cargo de bibliotecario. 
En: Jorge Luis Borges, Textos Recobrados 1931-1955.

                              


                                     

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