El kitsch es
un concepto estético y cultural que en su origen ironizaba con la relación arte
barato y consumismo: hoy designa la inadecuación estética en general y permite
comprender en gran medida las formas de la cultura y el arte contemporáneos,
llenos de producciones alternativas que se relacionan constantemente con el
kitsch promoviendo efectos baratos, sentimentales y muchas veces dirigidos para
el consumo masivo.
El término
kitsch comenzó a utilizarse entre 1860 y 1870 en la jerga de pintores y comercian-tes
de Munich para designar material artístico barato. Algunos autores creen que
esta palabra intraducible de origen alemán deriva de la palabra inglesa sketch
“diseño”,“esbozo”, “bosquejo”,“boceto”,“croquis”, mal pronunciada por los
artistas de Munich y aplicada a esas imágenes baratas compradas como souvenirs
por los turistas angloamericanos. Otra interpretación sostiene que su origen
debe buscarse en el verbo alemán verkitschen, que en dialecto mecklenburgués
significa “fabricar barato”. También se lo asocia con el verbo kitschen que al
sudoeste de Alemania significa “recoger basura de la calle y también hacer
muebles nuevos a partir de los viejos”.
Es en la
primera década del siglo XX que kitsch se convierte en un término internacional
que implica la noción de inadecuación estética. Por ejemplo, una estatua griega
reducida al tamaño de una chuchería, o un auténtico Rembrand colgado en el
ascensor de la casa de un millonario, muestran dos extremos: el del arte
auténtico reducido a significar riqueza y el del patente no arte vestido de
prestigio estético.
Las
paradojas estéticas envueltas en el concepto de kitsch son similares en la
noción española de cursi, la francesa de camelote o style pompier; en inglés y
hebreo schlock o schmaltz, y en ruso poshlust que, según Nabokov, la “primera o
es tan grande como el plop de un elefante al caer en un charco de barro y tan
laredonda como los pechos de una belleza bañándose en las postales alemanas”
(Calinescu 1991: 229).
El kitsch se
asocia al desarrollo del mercado de consumo masivo, tanto así que los teóricos
e intelectuales lo ven como el hijo natural de la modernidad. Lo kitsch aparece
en la historia en el momento en que la belleza en sus diversas formas es
distribuida socialmente, igual que cualquier otra comodidad sujeta a la ley del
mercado, de la oferta y la demanda. Oscar Wilde dijo que la naturaleza solía
imitar al arte; en el siglo XIX algunas puestas de sol llegaron a parecer
pintadas por Corot. Hoy a la naturaleza no le quedaría otra elección que la de
imitar las reproducciones en color, ser más bella que una postal.
Calinescu en
su libro Cinco caras de la modernidad cita algunas definiciones sobre el
kitsch:
fueEn 1917
el dramaturgo y poeta alemán Franz Wedekind escribió que “lo kitsch es la forma
contemporánea de lo gótico, rococó, barroco" (221). Esa fue la primera vez
en que la esencia de la modernidad se identificaba como kitsch.
Años más
tarde Clement Greenberg confirma la existencia de la ecuación entre modernidad
y kitsch. “Donde existe una vanguardia, generalmente, también encontramos una
retaguardia. Cosa cierta –con la entrada de la vanguardia– apareció un segundo
fenómeno cultural nuevo en el occidente industrial, aquella cosa a la que los
alemanes llamaron kitsch... kitsch es experiencia sustitutiva y falsa
sensación” (221).
A fines de
1950 Harold Rosenberg declara en un artículo publicado en The tradition of the
new: “Lo kitsch ha capturado todas las artes... Cuando el pintor X o el
dramaturgo Y comienzan a producir Xs e Ys para su instruida audiencia:
kitsch... En la actual organización de la sociedad sólo lo kitsch puede tener
una razón social de ser” (222).
La
modernidad es el presente antitradicional, el experimento, la novedad del “make
it new” de Pound, es el compromiso con el cambio de las vanguardias, y también
es un producto kitsch que sugiere repetición, banalidad, vulgaridad.
Calinescu
sostiene que “la relación entre el kitsch o arte de consumo y el desarrollo
económico es tan estrecha, que se puede decir que la presencia de lo kitsch en
países de segundo o tercer mundo es un signo indiscutible de modernización”
(222).
Alexis
Toqueville es el primer historiador y sociólogo que analiza los efectos de la
democracia moderna sobre las artes e intenta dar una explicación de por qué la
democracia conduce necesariamente a un descenso en los estándares de creación y
consumo. Cualquier edad imita la virtud, pero la hipocresía de la lujuria
pertenece más particularmente a la era de la democracia, porque el número de
consumidores aumenta, pero los consumidores opulentos y escrupulosos empiezan a
escasear. En la confusión de todas las categorías, todo el mundo espera parecer
lo que no es, así los artesanos y artistas son inducidos a producir con rapidez
mayor número de comodidades imperfectas u objetos de arte. En las democracias,
según Toqueville, la gente no cree que los placeres de la mente constituyan el
encanto principal de sus vidas, pero se consideran recreos necesarios y
transitorios entre las serias labores cotidianas (232).
Para
Thorstein Veblen la sociedad moderna preserva la característica básica de la
cultura rapaz, donde los valores incluyendo los estéticos son simples símbolos
y medios de diferenciación económica entre castas. En la modernidad toda la
cultura sería la consecuencia del progresivo exhibicionismo del ocio y el
consumo conspicuo (223).
La primera
guerra mundial determinó un rápido crecimiento del kitsch patriótico, y los
grandes crímenes de nuestro siglo han tenido lugar tras un velo kitsch. La
propaganda de la Alemania nazi y de la Rusia revolucionaria, se articula en
función del sentimentalismo, los clichés mecánicos y la constante pretensión de
que una vida mejor y más noble se pueden obtener sólo con ponerse un uniforme.
La mejor descripción del realismo socialista, el nacional socialismo nazi, las
marchas de Nüremberg, fue dada por un escritor checo que en ese tiempo
trabajaba en el underground, las definió como “kitsch con dientes” (Scruton
1999).
Calinescu
asevera que por escasas que fuesen las experiencias estéticas, la necesidad de
arte y el deseo de prestigio son entidades sicológicas diferentes. Los amantes
de lo kitsch pueden buscar prestigio, pero sus placeres no acaban ahí: “Lo que
constituye la esencia de lo kitsch es su abierta indeterminación, su vago poder
alucinógeno, su espuria ensoñación, su promesa de una fácil catarsis” (224).
Kitsch es imitación, falsificación, copia y todo aquello que llamamos estética
de la decepción y el autoengaño; kitsch es una forma específicamente estética
de mentir.
La
posibilidad de uso de elementos kitsch por la vanguardia y, viceversa, del
kitsch haciendo uso de divisas de la vanguardia, indica cuán complejo es el
concepto de kitsch. El poeta soviético Evguenei Evtuchenco intentó transmitir
un mensaje político llano y predecible por medio del lenguaje poético futurista
de Mayakovsky (227). El contenido político del poema se vuelve kitsch al asumir
una falsa identidad y disfrazarse de poesía. La falsificación estética consiste
en el uso de los medios expresivos de la vanguardia para presentar como
producto artístico algo que contiene un puro mensaje ideológico.
Andy Warhol
es considerado el gran maestro del kitsch del siglo XX. Su obra incorpora lo
kitsch dentro del arte. Al hacerlo de manera deliberada lo transforma en una
parodia sofisticada. Este tipo de kitsch le pone cremillas al kitsch y así
propone salvar sus credenciales artísticas. Este tipo de kitsch ofrece una
emoción falsa y al mismo tiempo una sátira falsa de las cosas que ofrece. El
artista pretende que se está tomando en serio, los críticos pretenden juzgar su
producto y la vanguardia pretende promoverlo. Al final todo es pretensión y
alguien que no sabe discriminar entre arte y propaganda, finalmente decide que
vale la pena comprarlo (Scruton).
En relación
a la literatura se pueden distinguir dos categorías: kitsch producido para la
propaganda y kitsch producido para el entretenimiento. En esta última el kitsch
asume la característica de ser arte para el recreo y entretención, de fácil
acceso, con efectos rápidos y predecibles, capaz de responder a la necesidad
sicológica del lector que busca escapar del aburrimiento de la vida cotidiana.
Los autores aspiran a la ejecución rápida, más que a la perfección del detalle.
Las producciones pequeñas son más comunes que los libros voluminosos y el
objetivo del autor es sorprender más que agradar y remover las pasiones más que
encantar el gusto.
Umberto Eco
define mal gusto, en arte, como “prefabricación e imposición del efecto” (1995:
83). Eco analiza un pastiche escrito por Walter Killy en su libro Deustcher
Kitsch (1962) utilizando fragmentos de autores alemanes, cinco productores
famosos de mercancía literaria de consumo, más el poeta Rilke. El propósito es
“provocar un efecto sentimental”, es decir, ofrecerlo ya provocado y comentado,
ya confeccionado, de modo que el contenido objetivo de la anécdota sea menos
importante que la Stimmung básica.
Susurra a lo
lejos el mar y en el silencio encantado el viento mueve suavemente las rígidas
hojas. Una túnica opaca de seda, recamada de blanco marfil y oro, se agita
sobre su cuerpo y permite dejar al descubierto su suave cuello sinuoso, sobre
el que reposan unas trenzas color fuego. No había aún penetrado la luz en la
solitaria estancia de Brunilda, las palmeras se alzaban como sombras oscuras y
fantasmales sobre los delicados jarrones de porcelana china: en el centro
blanqueaban los cuerpos marmóreos de las estatuas antiguas, como fantasmas, y
sobre las paredes se entreveían apenas los cuadros, en sus anchos marcos de oro
de apagados reflejos. Brunilda estaba sentada ante el piano y recorría con sus
ágiles manos el teclado, sumergida en un dulce ensueño. Surgía del instrumento
un mortecino largo, como surge el velo de humo de las cenizas incandescentes y
revolotea en extraños giros, alejándose de la llama. Lentamente, la melodía
ascendía, estallaba en potentes acordes, volvía a sí misma con voces
infantiles, suplicantes, encantadas, increíblemente suaves, con coros de
ángeles, y susurraba sobre bosques nocturnos y quebradas solitarias, amplia,
apasionada, bajo las estrellas, en torno a cementerios campestres abandonados.
Se abren prados claros, las primaveras juegan con figuras legendarias, y ante
los otoños está sentada una anciana, una mujer perversa, en torno a la cual van
cayendo las hojas. Llegará el invierno, grandes ángeles deslumbrantes, que no
hollarán la nieve, altos como el cielo, se inclinarán sobre los pastores, y
cantarán con ellos la gloria del fabuloso niño de Belén.
El encanto
celeste, ahito de los secretos de la Santa Navidad, teje alrededor de los
campos invernales que duermen en la más profunda paz, una maravilla, como si se
oyesen a lo lejos las notas de un arpa, estremeciéndose con los rumores del
día, como si el secreto mismo de la tristeza cantase su origen divino. Y,
fuera, el viento nocturno acaricia con sus suaves manos la casa de oro, y las
estrellas vagan por la noche invernal (Killy 1962 en Eco: 86).
La intención
de Killy en este texto es crear una atmósfera lírica. Para conseguirlo utiliza
expresiones ya cargadas de forma poética, o elementos que posean en sí una
capacidad de noción afectiva (viento, noche, mar). La capacidad evocadora de
las palabras se aumenta con palabras accesorias que reiteran y garantizan el
efecto sentimental. Por ejemplo, al “silencio en que susurra el mar se le añade
encantado”. Además de esta técnica de la reiteración del estímulo, según Killy,
éste debe ser absolutamente fungible, redundante y fácilmente comestible. Los
verbos (susurra, agita, vuela y vaga) contribuyen a reafirmar el carácter
líquido del texto, condición de su lirismo, de modo que en todas y cada una de
las frases del escrito prevalece el efecto momentáneo, destinado a extinguirse
en la fase sucesiva.
Al
articularse como una comunicación artística en la que el proyecto fundamental
no es involucrar al lector en una aventura de descubrimiento activo, sino
simplemente obligarlo con fuerza a sentir un determinado efecto, creyendo que
en esa emoción radica la fruición estética, el kitsch se nos presenta como una
forma de mentira artística.
Para Umberto
Eco, desde una perspectiva histórica, el hecho de que una obra tienda a
provocar un efecto no implica necesariamente su exclusión del reino del arte.
Bástenos pensar en la función del arte en otros contextos históricos; para los
griegos, el arte tenía la función de provocar efectos sicológicos, y tal era la
misión de la música y de la tragedia según Aristóteles. Pero este estímulo del
efecto se convierte en el kitsch en un contexto cultural, donde el arte es
considerado no como técnica inherente a una serie de operaciones diversas, que
es la noción griega y medieval, sino como forma de conocimiento operada
mediante una formatividad en sí misma, que permita una contemplación
desinteresada. El fragmento reproducido es kitsch no sólo porque estimula
efectos sentimentales, sino porque tiende continuamente a sugerir la idea de
que, gozando de dichos efectos, el lector está perfeccionando una experiencia estética
privilegiada.
Por lo
tanto, para caracterizar lo kitsch no sólo intervienen los factores
lingüísticos internos del mensaje, sino también la intención con que el autor
lo vende al público y cómo el público lo recibe. Es en este sentido que el
kitsch no hace tanto referencia al arte, como a un comporta-miento vital,
puesto que el kitsch no podría prosperar si no existiera un kitsch-Mensch, que
nece-sita una forma tal de mentira para reconocerse en ella. La situación
antropológica de la cultura de masas se configura como una dialéctica entre
propuestas innovadoras y adaptaciones homologadoras, las primeras continuamente
traicionadas por las segundas: con la mayoría del público que disfruta de las
homologaciones, cre-yendo estar disfrutando de las innovaciones vanguardistas.
Calinescu
dice que lo que caracteriza al hombre kitsch es su idea hedonista de lo que son
lo artístico y lo bello. Siendo la clase media una clase activa, su hedonismo
se reduce a la utilización del tiempo libre, su placer es la relajación y es de
naturaleza compensatoria. El hombre kitsch desea llenar su tiempo libre con la
máxima excitación a cambio de un mínimo esfuerzo, por esta razón lo kitsch
puede definirse como un intento sistemático de huir de la realidad cotidiana.
En el contexto de la cultura de masas kitsch significa “falsa conciencia
estética”, lo que Adorno ha denominado como “parodia de conciencia estética o
una parodia de catarsis” (Calinescu: 235).
Para Hermann
Broch el kitsch es el elemento del mal en el sistema de valores del arte. La
maldad que supone esa general falsificación de la vida (Eco: 87; Calinescu:
252).
En la
actualidad estamos rodeados de kitsch: la música pop, los comics, las tarjetas
navideñas y todas las rutas de escape, es decir, aquello que fluye desde la
sociedad de consumo a los santuarios de las religiones de la nueva era, los
muros decorados con clichés y la música de fondo que nos llega desde Vangelis y
Rabi Shankar. El arte de los museos está lleno de kitsch abstracto y las salas
de concierto han sido colonizadas por un minimalismo tonal que sufre de la
misma enfermedad.
¿Podemos
escapar del kitsch? Para aventurar una respuesta y abrir la discusión cito a
Andy Warhol: “Nos dicen que el tiempo cambia las cosas, pero la verdad es que
usted tiene que cambiarlas”.
Bibliografía
Calinescu,
Matei. 1991. “Kitsch”. Cinco caras de la modernidad. Madrid:
Tecnos.
Scruton, Roger. 1999. “Kitsch and the modern
predicament”. City
Journal Winter.
Eco,
Humberto. 1995. “Estructura del mal gusto”. Apocalípticos e integrados.
Barcelona: Lumen. 83-140.
http://humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=48
Para citar este artículo :
Elena Moreno. 2003–2004 . «La cara kitsch de la modernidad».Documentos Lingüísticos y Literarios 26-27: 23-26
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=48 (Dirección Electrónica)
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=48 (Dirección Electrónica)
El kitsch segun Kundera : la negación absoluta de la mierda
"A
pesar de que el término se viene usando desde hace muchos años. Fué Adorno
quien abrió oficialmente el debate sobre el análisis filosófico del kitsch. Su
definición sigue siendo usada: el kitsch es lo bello menos su parte fea. Bajo
ese mismo principio fue en tiempo reciente que Milan Kundera escribió:“En el
transfondo de toda fé, religiosa o política, está el primer capítulo del
Génesis, del que se desprende que el mundo fue creado correctamente. . . . A
esta fé la llamamos acuerdo categórico con el ser. El desacuerdo con la mierda
es metafísico. El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo
inaceptable de la creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (y entonces no
cerremos la puerta del baño!), o hemos sido creados de manera inaceptable.
De esta
manera se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es
un mundo donde la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese.
Este ideal estético se llama kitsch. El kitsch es la negación absoluta de la
mierda; en sentido literal y figurativo. El Kitsch elimina desde su punto de
vista todo lo que en la existencia humana pudiera considerarse
inaceptable.”
Milan Kundera, " La insoportable levedad del ser" , 1984
http://hiperkitsch.blogspot.com/2009/09/el-kitsch-segun-kundera-la-negacion.html
La insoportable levedad del kitsch
La insoportable levedad del kitsch
Hay quienes
dicen que las cucarachas serán la próxima especie en
dominar el
planeta. A pesar de pesticidas, zapatazos o gente que se
propone
exterminarlas comiéndolas como papitas fritas, las cucaramacaras
son una
especie imposible de exterminar. El kitsch es como
las
cucarachas. Por mas que los teóricos, manifiestos, criticos y
diseñadores
hablen hasta el cansancio de la calamidad del kitsch, de
la peste que
todo contamina, de la basura sentimental u otros
terminos; el
kitsch sigue vivo y parece que incluso ha aumentado de
talla.
Pero ¿qué es
el kitsch?
"el
kitsch o cursilería es lo bello menos su contraparte fea.
Portanto el
kitsch, la belleza purificada, se vuelve vulnerable a
un tabú
estético que en nombre de la belleza, declara al kitsch
como feo. El
kitsch es una parodia de dicha catársis, donde se
vuelve
imposible trazar una linea entre lo que es verdadera
ficción
estética (arte) y lo que es meramente basura
sentimental
(kitsch).”
Theodor Adorno
A pesar de
que el término se viene usando desde hace muchos
años. Fué
Adorno quien abrió oficialmente el debate sobre el análisis
filosófico
del kitsch. Su definición sigue siendo usada: el kitsch es lo
bello menos
su parte fea. Bajo ese mismo principio fue en tiempo
reciente que
Milan Kundera escribió:
“En el
transfondo de toda fé, religiosa o política, está el primer
capítulo del
Génesis, del que se desprende que el mundo fue
creado
correctamente. . . . A esta fé la llamamos acuerdo
categórico
con el ser. … El desacuerdo con la mierda es
metafísico.
El momento de la defecación es una demostración
cotidiana de
lo inaceptable de la creación. Una de dos: o la
mierda es
aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del
baño!), o
hemos sido creados de manera inaceptable.
De esta
manera se desprende que el ideal estético del
acuerdo
categórico con el ser es un mundo donde la mierda
es negada y
todos se comportan como si no existiese. Este
ideal
estético se llama kitsch. . . . kitsch es la negación
absoluta de
la mierda; en sentido literal y figurativo. El Kitsch
elimina desde
su punto de vista todo lo que en la existencia
humana
pudiera considerarse inaceptable.”
Milan Kundera, 1984
Lo curioso es
que vuelve a existir la contradicción: En un mundo
políticamente
correcto deberían coexistir tanto lo muy bello como lo
totalmente
desagradable y ambos ser aceptados de igual forma, sin
predilecciones
ni favoritismos.
En un mundo
imperialista la cosa sería más fácil: si decretamos ilegal
la existencia
de objetos bellos, no habría la posibilidad de la belleza
purificada; es
decir, no existiría el kitsch. Pero la pregunta es ¿en
realidad hay
que deshacernos del kitsch? Uno de los grandes
placeres que
disfrutan los Franceses (y en general del resto de la
humanidad)
además del sexo (que en general también disfrutan
algunos franceses),
es la comida. No podremos negar el placer de
disfrutar un
delicioso platillo. Pero no podemos evitar lo inaceptable
de las
consecuencias como diría Kundera. Si queremos placer
estético,
también debemos aceptar la existencia de sus desechos
tóxicos.
Con esto no
me refiero a que debemos “acariciar” al kitsch… !que
asco! Me
refiero simplemente a aceptar su existencia como parte del
desperdicio o
el escombro que se genera para poder llegar a los
o.bjetos que
valen la pena.
Lo difícil es
pensar en el grupo de la población que se regozija
acariciando
al kitsch. No quiero ni hablar de las opiniones que he
escuchado
sobre un famoso restaurant de cabrito. Mientras algunos
critican ese
tipo de “Art Raegió” (como ya lo bautizaron), hay
quienes
increíblemente lo defienden alegando asuntos de
“identidad”,
“arte popular”, etc. La verdad es que no existe algo así
como arte
popular. Existe lo popular y existe el arte, pero este último
no se
determina por la CANTIDAD de personas que lo aprecia, sino
en función
del simbolismo y la interpretación estética. Pretender
confundir los
desechos con la comida es algo que simplemente
denota
ignorancia, o mal paladar!
“El Kitsch es
pretención, pero no toda pretención es kitsch. El
kitsch pide
que uno sea parte del juego. En el verdadero
kitsch lo que
es imitado no puede ser imitado. De esta
manera la
pretención es mutua. Se es cómplice a sabiendas.
Lo opuesto al
Kitsch no es sofisticación sino inocencia. El
kitsch es
arte pretendiendo tener un significado. Y uno, al
aceptarlo,
está pretendiendo sentirlo y entenderlo. Por lo
tanto el
kitsch se basa en clichés y códigos que que
convierten
las emociones en una forma pre-digerida –la
forma que
puede ser imitada más fácilmente. Igual que
comida
procesada, el kitsch evita todo tipo de energía en el
organismo que
demande algo de moral. De esta manera
pasa de
comida chatarra a ser mierda, sin requerir uan sola
pizca de
nutrientes.”
Roger Scruton, 1999
Disculpen
amigos lectores tanta cita y pocas nueces. Pero creo que
al leer esos
textos queda claro que el kitsch no existe por cuenta
propia. El
kitsch no es un estilo, ni una moda. Tampoco es un virus o
una
enfermedad. El kitsch es parte de los desechos naturales que
generamos los
diseñadores y debemos reconocer lo que es. Mi unica
sugerencia al
respecto es: bajen la tapa del escusado, jalen la
palanca,
lávense bien las manos y no coman mucha fruta y verdura.
Mejor coman
algo de fibra.
Fernando
Vallejo
Notas para
los correctores:
Por favor respeten estos términos: cucara-macara y Art Raegió (ojo, lleva acento),
Milan no lleva acento. Milán es la ciudad en Italia, Milan es un nombre Checo.
Gracias
http://www.fvallejo.com/downloads/kitsch.pdf
MILAN
KUNDERA Y EL “HOMBRE KITSCH”…
La necesidad de kitsch del “hombre kitsch”: es
la necesidad de mirarse en el espejo del engaño embellecedor y reconocerse en
él con emocionada satisfacción” (p. 159).
Cuando leí
esta obra, hace más de un mes, la frase me pareció curiosa y la guardé. Kitsch
se aplica a la estética que resulta de mal gusto o pasada de moda pero que
pretende ser elegante, distinguida y moderna imitando objetos o estilos
artísticos ya superados. En consecuencia, el “hombre kitsch” es el hombre que
se autoengaña siempre en positivo, que cree poseer belleza allí donde solo hay
mal gusto, que se emociona con su engañosa percepción y considera que está a la
última en su eterno desfase. Se trata de hombres engreídos y convencidos de su
importancia y originalidad……….. alguno he conocido.
MILAN
KUNDERA, El arte de la novela. Este ensayo lo compré porqué, en uno de esos
largos intercambios de comentarios que tengo con Arystos Veyrud, mencionó que
mi resistencia a lo irracional (y a la exploración del papel que desempeña en
nuestras decisiones y en nuestra vida) era, sin embargo, una de las grandes
exploraciones de la novela europea, tal y como Kundera señala en esta obra (p.
79).
El arte de
la novela, publicado en 1987, tiene 194 páginas divididas en siete partes que
corresponden a siete textos que se escribieron, se publicaron o fueron
pronunciados como conferencia. La primera parte se titula, “La desprestigiada
herencia de Cervantes”, afirmando orgullosamente Kundera que no se siente
“ligado a nada, salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes”. Las otras
seis partes son una reivindicación de dicha herencia en las que expone su
manera de entender la novela europea, su pasado y su futuro. El título del
libro se desprende de esta explicación.
Milan Kundera nació en Brno, Reública Checa,
en 1929. Su padre, el musicólogo y pianista Ludvík Kundera, era director de la academia
de música. Al término de la Segunda Guerra Mundial, Kundera se afilió al
Partido Comunista, del que fue expulsado tras los sucesos de 1948 en que dicho
partido tomó el poder. Tuvo que ganarse la vida con diversas ocupaciones,
particularmente como pianista de jazz, instrumento que su padre le había
enseñado a tocar a muy temprana edad. Aquel mismo año terminó sus estudios
secundarios y comenzó a estudiar literatura y estética en la universidad de
Praga, pero después de dos semestres se pasó a la Facultad de Cine de la
Academia de Praga. En 1956 se reintegró en el Partido Comunista del que fue
expulsado definitivamente en 1970. Cinco años después emigró a Francia donde se
instaló a vivir.
Ha publicado
diversas novelas entre las que destaca La insoportable levedad del ser, que se
convirtió en una referencia importante a la hora de intentar comprender la
disidencia vivida en la Europa oriental durante la Guerra Fría.
Afirma
Kundera que la novela acompaña al hombre desde el comienzo de la Edad Moderna y
que la “pasión por conocer” se ha adueñado de ella para que escudriñe la vida
concreta del hombre y la proteja contra “el olvido del ser”; para que mantenga,
en definitiva, “el mundo de la vida” bajo una iluminación perpetua. Por esa
razón sería tan necesaria, hoy, la existencia de la novela. Considera el autor
que la novela, por situar como objetivo fundamental “el ser del hombre”, entra
en contradicción con el espíritu de nuestro tiempo y si quiere progresar,
tendrá que hacerlo en contra del progreso del mundo. Este planteamiento lleva a
Kundera a reflexionar sobre el arte de la composición novelesca, la creación de
personajes y otros aspectos que considera claves para que este género literario
mantenga su importancia. De esta manera considera que la novela ha descubierto
por sus propios medios, los diversos aspectos de la existencia:
(…) con los contemporáneos de Cervantes se
pregunta qué es la aventura; con Samuel Richarson comienza a examinar “lo que
sucede en el interior”, a desvelar la idea secreta de los sentimientos; con
Balzac descubre el arraigo del hombre en la Historia; con Flaubert explora la
terra hasta entonces incognita de lo cotidiano; con Tolstoi se acerca a la
intervención de lo irracional en las decisiones y el comportamiento humanos. La
novela sondea el tiempo: el inalcanzable momento pasado con Marcel Proust; el
inalcanzable momento presente con James Joyce. Se interroga con Thomas Mann
sobre el papel de los mitos que, llegados del fondo de los tiempos, teledirigen
nuestros pasos. Et caetera, et caetera” (p. 15).
También expresa con meridiana claridad el
carácter reduccionista de la sociedad moderna:
La unificación de la historia del planeta, (…)
va acompañada de un vertiginoso proceso de reducción. Es cierto que las
termitas de la reducción carcomen la vida humana desde siempre: incluso el más
acendrado amor acaba por reducirse a un esqueleto de recuerdos endebles. Pero
el carácter de la sociedad moderna refuerza monstruosamente esta maldición: la
vida del hombre se reduce a su función social; la historia de un pueblo, a
algunos acontecimientos que, a su vez, se ven reducidos a una interpretación
tendenciosa; la vida social se reduce a la lucha política y ésta a la confrontación
de dos únicas grandes potencias planetarias. El hombre se encuentra en un
auténtico torbellino de la reducción…(p. 29-30).
RECOMENDACIÓN:
este ensayo resulta muy interesante para quien desee conocer una profunda
reflexión sobre la visión implícita de la historia de la novela que tiene Milan
Kundera, así como su idea de lo que es la novela.
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