Angosta:
novela que nos contiene
Naudín Gracián Petro
“Si en
Colombia saliera ahora por primera vez
un libro tan
importante como la Ilíada, nadie diría nada”.
Manuel Mejía Vallejo
Manuel Mejía Vallejo
“¡Y lo peor
es que todos vivimos en Angosta!”, puede ser el suspiro desesperanzado de quien
termina de leer esta novela de Héctor Abad Faciolince.
Angosta es
Medellín, Bogotá, Barranquilla, Estados Unidos, Israel, el Medio Oriente,
África...; porque Angosta es una novela totalizadora, de esas que intentan
contener el mundo en sus páginas, a la manera de Cien años de soledad, Hijos de
nuestro barrio, El callejón de los milagros y La peste. Y, como el mundo,
Angosta tiene personajes heroicos, depravados, humanistas, egoístas,
inolvidables, anodinos; están los que dan ganas de abrazar, felicitar o
proteger, y a los que provoca de hacer picadillo; como sucede en la vida, a
veces un mismo personaje incita reacciones contrarias en diferentes instancias
de esta novela. Porque, aunque tenga muchos personajes, el protagonista de esta
novela es el ser humano con sus vicios, egoísmos, generosidades, luchas,
fracasos, miedos, posibilidades, limitaciones y, sobre todo, con su increíble
capacidad de violencia irracional.
A medida que
leemos Angosta vamos identificando sitios, episodios, personas: la mimetización
de la realidad dentro de la ficción; o lo contrario: es mucha más la realidad
que la ficción. Se divierte uno pensando: “¡Qué verraquera! Esto fue lo que
sucedió en Medellín a finales de los ochenta y principios de los noventa, esto
otro es el enfrentamiento de israelíes y palestinos; esto de acá es lo que
sucede en la frontera de México; lo que se cuenta aquí es lo de Sudáfrica; acá
está lo de Cuba, más adelante, Kosovo; allá aparece lo de las torres gemelas,
las torturas en Guantánamo, los rumores sobre lo que hace la CIA, las reuniones
del G7; aquí la lucha por el petróleo y el uranio...”. Y no solamente eso, sino
que uno va pensando: “Este tipo es como fulano, aquel otro se parece a mi
padre, este soy yo; esto le pasó a mi tío, esto podría haberme pasado a mí”.
En esta
novela nada es gratis ni impune, o sea que ningún episodio o circunstancia está
sólo para ambientar o simplemente para entretener, sino que cada suceso y
personaje es una metáfora de un aspecto de la sociedad: Candela, Carlota,
Potrero, Lince, Dan, Andrés, Gastón, Burgos, el Check Point, el Bedrunco; F, T
y C; Versalles, la Comedia, el Bei Dao: cada personaje, sitio y episodio
refleja un género de persona, un espacio del planeta, un momento histórico, una
clase social; muchas veces con ironía, otras con la alegría de las cosas buenas
de la vida, luego con desesperanza, allá con rebeldía ante la injusticia, acá
con el miedo. Lince tiene una esposa de Tierra Fría para poder retratar en la
novela la relación de la clase alta con la media; tiene una amante de Tierra
Caliente, para poder mostrar la vida de la gente pobre; una hija en Tierra
Fría, para hacer un estudio de cómo se forja la mente de los ricos frente a la
institucionalización de las injusticias sociales; tiene una librería, para
mostrar la relación de cada clase social con la cultura, tiene una amante hija
de un poderoso, para poder mostrar la corrupción y los atropellos de los
gobernantes; se van de paseo a una hacienda, para mostrar los enormes
desequilibrios entre las clases sociales; se pierde en Tierra Caliente, para
retratar la vida infrahumana de los que no tienen oportunidad; aparece un
mafioso, para mostrar sus aberraciones y relaciones con el gobierno.
Todo
descrito y narrado como si se tratara de un texto futurista, sacado de la
imaginación, pero enganchado a cada centímetro con episodios, lugares y
circunstancias reconocibles para cualquier lector avisado y que le va diciendo
al oído: “Recuerda que todo esto tan cruel no tiene el paliativo de ser
producto de la fantasía: este es el mundo en que vives”.
Angosta es
una novela de luchas, desesperanzas, amores, lealtades, traiciones, erotismo y
más que todo de política, pues las denuncias de las violaciones a los derechos
humanos y la corrupción en el poder que ha forjado este desequilibrio tan
inhumano que nos contiene, es el clima y el aire que se respira en toda ella.
Uno se
pregunta qué pensarán y sentirán los gobernantes y poderosos de nuestro país y
del mundo leyendo esta obra. Uno piensa que a Héctor Abad le podría pasar como
a sus personajes el doctor Burgos y Andrés, que trataron de denunciar los
desafueros de los gobernantes de Angosta y fueron asesinados impunemente. Pero
qué va, en este país y en casi todo el planeta se ha llegado a una alta
expresión de la democracia que la ha caricaturizado: somos tan democráticos que
todo el mundo puede decir lo que quiera pues al fin y al cabo nadie escucha.
Hace poco un amigo me llamó alarmado pues acababa de ver en la televisión una
denuncia que lo llevaba a hacer esta conclusión: “Si en este país las leyes se
respetan, el presidente tiene que renunciar o, si ese tipo está mintiendo, lo
tienen que meter a la cárcel”.
Yo le
contesté que no iba a pasar ni lo uno ni lo otro pues eso ya todo el mundo lo
sabía y no había pasado nada. Y no pasó nada. Como dijo un político disidente:
“A mí el gobierno me necesita para demostrar que en este país sí hay
democracia, que sí se puede hablar en contra de los gobernantes”.
Entonces, si
vemos con lupa, nuestra realidad es peor que la de Angosta porque en esta
novela la lucha y la denuncia todavía tienen razón de ser, mientras que en
nuestra realidad la injusticia está tan inmersa en nuestra conciencia que a
veces hasta nos parece absurdo que alguien luche contra ella. En Angosta la
gente lee las acusaciones del doctor Burgos y el gobierno les teme y hace lo
posible por acallarlas; en nuestra realidad incluso libros tan dicientes como
esta novela de Faciolince pasan desapercibidos.
En fin,
Angosta, la novela, cumple a cabalidad con el precepto que debe observar toda
excelente obra artística: es el espejo que refleja nuestra realidad, a la que
casi siempre preferimos no ver. Porque Angosta, la ciudad, es el mundo. Por
eso, al final de la novela, cuando Lince y Candela escapan, uno se pregunta: ¿a
dónde van?, pues como sostiene Isaac Bashevis Singer en el cuento “Cuando
Shlemiel fue a Varsovia”: “Aquellos que abandonan a Chelm / Terminan en Chelm /
Aquellos que permanecen en Chelm / Ciertamente están en Chelm / Todos los
caminos conducen a Chelm / El mundo entero es un gran Chelm”.
http://www.letralia.com/212/articulo07.htm
Héctor Abad explora en 'Angosta' la exclusión en el mundo globalizado
RAQUEL GARZON Madrid 22 ABR 2004
Angosta mete miedo: una ciudad de tres niveles, tres castas económicas y tres climas, encallada en un valle de los Andes, en la cual rige una política de apartamiento que mantiene a cada quien en su sitio. "Es un sitio de ficción, pero con mucho de real", se apresura a explicar el escritor y periodista colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958), que ha inventado este mundo "a medio camino entre la ciencia-ficción y el hiperrealismo social".
En Angosta (Seix Barral), su cuarta novela, Abad recrea las exclusiones del mundo globalizado e imagina una tierra en la cual, a medida que el nivel de vida decae, sube la temperatura. "La ciudad de los ricos está protegida por un muro que intenta contener la invasión de los millones de habitantes de la Tierra Caliente. Lo de Tierra Caliente es un concepto muy claro para los colombianos, pero es también una referencia al sur del mundo", sostiene.
La literatura atraviesa, con valor simbólico de "resistencia", toda la novela. Los personajes de Angosta giran en torno a un hotel decadente que lleva el literario nombre de La Comedia. Jacobo, un amante de los libros que por necesidad ha convertido su biblioteca en librería de viejo, y Andrés, un poeta que anota en cuadernos retazos de su vida, protagonizan la historia. A ellos se suman escritores de carne y hueso (Enrique Vila-Matas y Rosa Montero, entre otros) invitados por Abad a escribir una especie de entremés literario, "como sucede entre el cura y el barbero en el capítulo sexto del Quijote".
Ganador en 2000 del I Premio Casa de América de Narrativa Innovadora por Basura, en Angosta Héctor Abad no renuncia al humor, una seña de estilo de sus historias. "A veces un malo es tan grotesco, tan burdo, que su descripción es inevitablemente humorística", dice.
Más muros
Angosta denuncia la realidad de un mundo cada vez más violento y cerrado. "Leí que las autoridades de Río de Janeiro han propuesto construir un gran muro alrededor de las favelas. Y lo que hay en la frontera de Tejas y México se parece muchísimo a uno". De "muro virtual" califica Abad "las dificultades sin nombre que todos los tercermundistas tenemos para poder viajar a Europa". En 2001, el escritor prometió no volver a España hasta que se elimine la exigencia de visado a los colombianos.
Lejos de la "fundación mítica y mágica de Hispanoamérica" que propuso el boom, pero también de McOndo, el movimiento que en 1996 "quiso rechazar ese mito, que le parecía pueblerino", Héctor Abad tienta su propia visión de América Latina. "Intento reflejar otra sensibilidad: la de un mundo superpoblado y globalizado. En Angosta yo quisiera regresar a la comida lenta de una literatura cocinada en la gran tradición literaria del castellano, no del spanglish"
.http://elpais.com/diario/2004/04/22/cultura/1082584802_850215.html
Héctor Abad Faciolince
Angosta (fragmento)
" Decía
que los seres humanos somos muy raros. Que a todo el mundo le importa más su
propio dolor de muelas que la muerte de cien mil personas, por hambre, en
África o en Corea del Norte. Que era más dolorosa la muerte del propio perro
faldero que la masacre de cien niños en Uganda. Que lo que intentaban hacer los
dirigentes de Angosta era alejar a la población pobre de la ciudad de arriba,
para no verlos ni sentirlos y así evitar el compromiso y el remordimiento. Ojos
que no ven, corazón que no siente. Los tierrafrías como ellos, decía necesitan
aislar abajo a los pobres de Angosta para poder bañarse en las piscinas sin
sentirse tan miserable.Había hecho la fundación para no sentirse tan miserable,
y luchaba contra el Apartamiento para no sentirse un pedazo de mierda. Estaba
dispuesto a ir a nadar a una piscina pública, y a ceder el jardín de su casa,
aunque con gran dolor, decía. Doña Cristina dijo que ellos vivían así, pero que
no era una vergüenza porque ellos luchaban porque las cosas mejoraran también para
los demás que ella no regalaría su jardín ni su piscina, pues para ella los
lujos no eran vergonzosos, siempre y cuando todos tuvieran lo mínimo. Las
diferencias no eran horrendas si la parte más pobre de la sociedad vivía bien.
"
Biografía
Héctor Abad
Abad nació
en Medellín (Colombia), donde inició estudios de Medicina, Filosofía y
Periodismo que finalmente no concluiría. Posteriormente, el escritor se decantó
por estudiar Lengua y Literatura contemporáneas en la Universidad de Turín
(Italia). Ha ejercido el periodismo de opinión en muy diversos medios: así, ha
trabajado como columnista de Semana, Cromos, Cambio, El Colombiano y El
Malpensante, y en la actualidad en el periódico El Espectador, donde es además
asesor editorial, y en El Nacional de Caracas. Galardonado en su país con el
Premio Nacional de Cuento (1981), la Beca Nacional de Novela (1994) y el Premio
Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998). En el año 2000 obtuvo en España
el I Premio Casa de América de Narrativa Innovadora con la obra Basura (Lengua
de Trapo, 2000). Y en 2005 recibió en China el Premio a la Mejor Novela
Extranjera del Año por Angosta (Editorial Seix Barral, 2004). Su libro El
olvido que seremos, ha sido elegido por unanimidad este mes de septiembre con
el Premio de Literatura Casa da America Latina/Banif (Lisboa), otorgado a la
mejor obra de autor de América Latina publicada en Portugal en el año 2008 y
2009. Ha traducido a autores italianos como Umberto Eco, Lampedusa e Italo
Calvino y publicado numerosos ensayos de tipo académico para revistas de uno y
otro lado del Atlántico. También ha participado con frecuencia como
conferenciante invitado en eventos literarios de muy diversos países. Junto a
las ya mencionadas, son obras destacadas de su producción literaria, traducida
a varios idiomas: Malos Pensamientos (Editorial Universidad de Antioquia,
1991); Asuntos de un hidalgo disoluto (Alfaguara, 1994); Tratado de culinaria
para mujeres tristes (Alfaguara, 1996); Fragmentos de amor furtivo (Alfaguara,
1998); Palabras sueltas (Seix Barral, 2002); Oriente empieza en El Cairo
(Mondadori, 2002); El olvido que seremos (Seix Barral, 2005); El amanecer de un
marido (Seix Barral, 2008) y su último libro Traiciones de la memoria
(Alfaguara, 2009).
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