El Congreso en plena sesión plenaria |
La edición manejada es la siguiente:
Carl Schmitt, EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO (Texto de 1932). Ciencias Sociales, Alianza Editorial. Quinta reimpresión, 2009. Versión de Rafael Agapito
Lo político puede extraer su fuerza de los ámbitos más diversos de la vida humana, de antagonismos religiosos, económicos, morales, etc. Por sí mismo lo político no acota un campo propio de la realidad, sino sólo un cierto grado de intensidad de la asociación o disociación de hombres. (…)
(Carl Schmitt)
I. EL ESTADO Y LO POLÍTICO
Para Schmitt “el Estado representa un determinado modo de estar con el pueblo” (Pág.49) para sostener posteriormente que “el Estado se muestra como algo político, pero a su vez lo político se muestra como algo estatal” (Pág. 50-51). Es por ello que si bien el Estado es el modo de estar con un pueblo, lo político es el modo de estar con un Estado o el Estado es el modo de estar concreto con lo político. Pero esta concepción un tanto reduccionista parece no ceñirse a la realidad democrática, donde Estado y Sociedad interactúan. El propio Schmitt diría: «Así ocurría allí donde, como en el siglo XVIII, el Estado no reconocía "sociedad" alguna como antagonista, o al menos donde (como en Alemania durante el XIX y parte del XX) el Estado, como poder estable y distinto, se encontraba por encima de la "sociedad"» (pág. 53).
La ecuación Estado=lo-Político carece de la variante “sociedad”, a pesar de ser evidente que en el mundo moderno la sociedad juega un papel político. No obstante, la ecuación de Schmitt adquiere toda su plenitud en el momento que se consigue que la sociedad se identifique plenamente con el Estado. De esta forma el Estado conforma la unidad política sin fisuras y obtiene la autosuficiencia y la capacidad para constituirse en fuerza capaz de determinar quiénes son “amigos” y “enemigos” (endógena y exógenamente) y emprender la “lucha”. Sin duda, esta concepción tiene connotaciones totalitarias y sin duda este texto de Schmitt parece un aporte teórico y doctrinal del totalitarismo en ciertos aspectos. Pero en realidad no es así del todo, por lo que categorizar que Schmitt fue un ideólogo del totalitarismo es una temeridad intelectual, pues como veremos, no hay que analizar el concepto de unidad política bajo la premisa de identificación radical de la sociedad con el estado, lo cual no se da en las democracias, siendo éstas un medio de participación de la sociedad en lo político (siempre que hablemos de democracias parlamentarias con derecho a voto, pues bien sabemos que existen diversos modelos de democracia, algunos calificados de antidemocráticos por lo políticamente correcto) que no propician la cohesión social, demostrándose ineficientes para el desarrllo de una nación, al propiciar el auge de intereses particulares. Podemos decir que la democracia que conocemos -por ejemplo- en lo que ha devenido como Occidente –o así lo llaman- hace muy complicada la unidad política (España es un ejemplo perfecto), mientras que otros sistemas puede que sean mucho más democráticos, como ciertos totalitarismos, donde la plenitud de la sociedad, el pueblo, se reconoce en su estado, por lo que el significado etimológico de democracia (poder del pueblo) alcanza, paradójicamente, un significado más justo, pues seamos realistas: democracia no es que el pueblo decide quién debe tener el poder, sino que el pueblo se atribuye el poder.
Aunque lea y parezca buen lector, no es nuestro amigo |
II. LAS CATEGORÍAS POLÍTICAS: AMIGO Y ENEMIGO
Aunque lea y parezca buen lector, no es nuestro amigo
«Si se aspira a obtener una determinación del concepto de lo político, la única vía consiste en proceder a constatar y a poner de manifiesto cuáles son las categorías específicamente políticas. (…)
»Supongamos que en el dominio de lo moral la distinción dominio es la del bien y el mal; que en lo estético lo es la de lo bello y lo feo; en lo económico la de lo beneficioso o lo perjudicial, o tal vez de lo rentable y lo no rentable. El problema es si existe alguna distinción específica (…) que se imponga por sí misma como criterio simple de lo político; y si existe, ¿cuál es?
»Pues bien, la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo. (…)
» Si la distinción entre el bien y el mal no puede ser identificada sin más con las de belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio, ni ser reducida a ellas de una manera directa, mucho menos debe poder confundirse la oposición amigo-enemigo con aquéllas. (…) El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo, no hace falta que se erija en competidor económico, e incluso puede tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo. (…)» (págs. 56-57)
Carl Schmitt propone una concepción de lo político para su estudio y comprensión, pero sobre todo para clarificar y delimitar lo político. Schmitt quiere establecer los dominios de lo político y es ahí que lo encierra bajo el binomio amigo-enemigo. Y ¿qué es el enemigo?; bien claro lo deja Schmitt: lo extraño, lo diferente; simplemente eso, no es ni un competidor económico ni alguien moralmente malo. Analizando lo político desde esta perspectiva sin duda evitamos equiparar lo político a otro tipo de categorías, como las de bueno y malo, potestad de la moral. El análisis de lo político debe desmarcarse de lo emocional, no es un estado de ánimo ni forma parte del coto privado y personal (la política es cosa pública y por ello el enemigo es también público), sino que es aquello que establece y configura a diversos grupos de hombres en amigos y enemigos, ya surja esta confrontación de lo económico, de lo moral, de lo religioso... Es decir: sólo cuando un grupo de hombres consigue la suficiente fuerza como para poder organizarse en concepto de amigos y enemigos respecto a otros grupos de hombres análogos se alcanza la dimensión política; si por el contrario un grupo de hombres carece de la fuerza para confrontarse, para oponerse realmente a otra fuerza, la dimensión política no existe o al menos no es perceptible. Tal como explicaría el jurista prusiano sin circunloquios: “Todo antagonismo u oposición religiosa, moral, económica, étnica o de cualquier otra naturaleza se transforma en oposición política en cuanto gana la fuerza suficiente como para agrupar de un modo efectivo a los hombres en amigos y enemigos” (Pág. 67)
Sin embargo, es el concepto “enemigo”, más que el de amigo, el que marca la pauta de lo político, la posibilidad de una oposición: qué es la política sino oposición. Para Schmitt “es constitutivo del concepto de enemigo el que en el dominio de lo real se dé la eventualidad de una lucha”. Al incorporar en el terreno de lo político la “lucha” hacemos ya referencia al elemento volitivo de lo político, es decir, aquello que empuja a la acción. De esta forma podemos determinar que no existe lo político sin enemigos ni enemigos sin la posibilidad real de una lucha.
Imagen tomada tras finalizar la Guerra Civil española |
III. LA UNIDAD POLÍTICA Y LA GUERRA
Imagen tomada tras finalizar la Guerra Civil española
«Guerra es una lucha armada entre unidades políticas organizadas, y guerra civil es una lucha armada en el seno de una unidad organizada (que sin embargo se vuelve justamente por ello problemática).» (Pág. 62)
“La Guerra procede de la enemista”, sentencia Schmitt. En la guerra el concepto enemigo tiene su significado y sentido obvio pero en la misma lo referente a la “lucha” alcanza un significado pleno.
Como se vislumbra en la cita de más arriba, Schmitt hace una distinción de la guerra. Habla de “guerra” a secas contra otra unidad política, pero también de “guerra civil” dentro de la propia unidad política, lo que es un contrasentido, pues si algo revela una guerra civil es la ausencia de unidad política. Sin embargo, las reflexiones al caso son acertadas y en este momento conviene que así sean para mi posterior reflexión. En la exposición de Schmitt se hace evidente cómo equipara radicalmente política con estado: lo político es el estado y el estado es algo político, podría parafrasearse. También puede deducirse, ya sin confusión, que es el estado la unidad política organizada. Pero lo más importante: en el seno de la unidad política suprema (el Estado) puede sucederse la antítesis amigo-enemigo, es decir, constituirse otras unidades.
Volviendo al principio, hay que reconocer que el hecho de que dentro de un estado pueda darse la lucha armada, es decir, la constitución de diversos grupos de hombres según amigos y enemigos, resulta algo problemático si tenemos en cuenta que todo ello concurre dentro de una misma unidad política, por lo que creo que este asunto es merecedor de su análisis. Si bien en una guerra civil lo que está en juego es el poder del Estado, podemos sacar dos conclusiones:
1. Los dos contendientes luchan por hacerse con la unidad política suprema: el Estado. Lo cual refrendaría la reflexión de Schmitt.
2. Cada uno de los contendientes se constituyen como unidades políticas independientes, es decir, como dos estados. La unidad política sigue existiendo, pero relativo a cada contendiente: los dos contendientes nunca formarán una sola unidad política. La derrota de una de las partes decidirá qué unidad política, es decir, qué forma de estado, prevalecerá, concluyendo así la guerra civil.
-Imaginemos un púlpito sobre el que reposa una manzana. En el caso 1 dos contendientes luchan por hacerse con la manzana. En el caso 2 no hay manzana en el púlpito, cada contendiente tiene una manzana y luchan para que sea su manzana la que repose sobre el púlpìto. En el caso 1 el Estado parece inamovible, algo que siempre está ahí y que busca pretendiente. En el caso 2 el estado es algo mutable y sustituible por cualquier otro tipo de Estado. En el caso 1 luchan por hacerse con la manzana, en el caso 2 por su manzana.
No obstante, el hecho de que en una misma unidad política pueda darse lugar a la configuración de grupos de hombres según amigos y enemigos, y ya dicho esto desde un plano no bélico, deriva inevitablemente al “problema democrático” (que es una guerra civil no-violenta), aunque bien sabemos que en los estados no-democráticos (en realidad me molesta utilizar la palabra democracia para referirme al significado que ha adquirido actualmente según la neolengua) también existen luchas intestinas y agrupaciones de hombres según amigos y enemigos, lo que considero algo muy natural: poco valor puede tener aquello que no genera opositores.
http://lanaciondigital.blogspot.com/2011/02/carl-schmitt-y-el-concepto-de-lo.html
Breve Análisis del concepto de lo político de Carl Schmitt
Por: Adriana G. Alonso Rivera
El concepto de Estado supone el de lo político, comienza enunciando Carl Schmitt en esta obra. A primera vista pareciera que lo político se equipara con lo estatal y viceversa, en una ecuación de igualdad. Un segundo intento de reflexión nos dice más bien que dicha ecuación es producto de la lógica que supone al Estado como única arena de actuación colectiva, en tanto espacio o unidad política constituida que no permite la existencia de grupos antagónicos existentes fuera de sus límites. Tal igualdad a decir de Schmitt no satisface a nadie, ya que lo político, excede en dimensión a lo estatal, debido a que el antagonismo, conflicto y distinción amigo-enemigo, (características esenciales de lo político) no solamente se da dentro de la dimensión institucional del Estado, sino que permea todas las capas del cuerpo social. Lo político puede apropiarse por sí mismo de cualquier espacio, y por lo tanto su especificidad no depende de la creación de uno propio para desarrollarse. Lo político además, precede al Estado ya que fue precisamente el conflicto u antagonismo lo que propició la creación de un ente extraordinario que regulara la convivencia entre los hombres.
De esta manera podemos deducir que lo político se encuentra inmerso dentro y fuera de los límites institucionales de toda organización política constituida y así, el concepto de lo político supone al del estado y al de lo social con todas sus implicaciones al mismo tiempo.
Cabe mencionar que si bien la distinción amigo-enemigo es característica esencial de lo político, en tanto nos muestra el grado máximo de intensidad de unión o separación, de asociación o disociación, según el autor, no todos los antagonismos o conflictos pueden catalogarse de políticos ; que estén politizados por acarrear consigo una confrontación hostil es otra cosa. Schmitt es muy claro al enunciar que por enemigo debe entenderse un conjunto de hombres que se opone combativamente a otro. Es decir, el conflicto político es siempre grupal y el enemigo entonces será el enemigo público, nunca el privado. Es por ello que el autor apunta a que solo debe verse al enemigo como el otro, el extraño, el distinto que en algún momento amenaza en términos existenciales al grupo al que se pertenece, es decir, con la objetividad necesaria para evitar asignarle juicios de valor innecesarios. Es aquí en donde Schmitt puntualiza también que no todos los grupos son políticos. Pueden encontrarse dentro de esta categoría solo aquellos que reúnen dos características: Autonomía decisional en cuanto a la elección de a quienes tratar como amigos o enemigos y el modo en el que habrá de enfrentarlos siempre y cuando esté dispuesto el grupo a hacerlo.
Siendo entonces la alteridad y la amenaza existencial del contrario sobre nosotros las características esenciales de nuestro oponente, es necesario valerse de una estrategia de enfrentamiento. Dicha estrategia según Schmitt debe tener por principal cometido combatir más que eliminar, ya que el enemigo posee un carácter funcional y al mismo tiempo no hay que olvidar que su condición de enemigo es puramente contingente o circunstancial. Pero entonces ¿de qué manera es que el enemigo sirve a su oponente? El enemigo define a la agrupación en principio, es decir, inyecta sin querer una gran dosis de identidad e instinto de pertenecía. El enemigo cohesiona, une, le recuerda a los miembros del grupo contrario porqué es que están unidos, porqué es necesario construir alianzas, les recuerda su causa.
De igual forma que Schmitt da tratamiento al enemigo lo hace con el amigo. Los amigos políticos no necesariamente son amigos en el ámbito privado, también son de carácter circunstancial y finalmente poseen de igual modo un valor funcional. Por lo tanto, así como el enemigo sirve para crear alianzas entre amigos, los amigos fortalecen las alianzas del enemigo. Se es amigo y enemigo al mismo tiempo porque en el enfrentamiento político no hay buenos ni malos, claro, si se mira desde afuera.
Por todo lo anterior es que Schmitt afirma que el intercambio o proceso político varía según las relaciones y reagrupamientos que existan entre grupos de amigos o enemigos. Es interesante como establece el autor hasta cierto punto un parámetro en el que afirma que cuanto más se acerque la oposición o antagonismo al punto extremo se aproximará más a lo político. ¿a qué le llama Schmitt punto extremo? A la guerra, y es justamente este argumento el que ha causado tanto revuelo alrededor de su obra. Es por ello necesario mencionar que no se trata de asignar un enfoque bélico a lo político ni uno mortal al enemigo como Chantal Mouffe apuntó en algún momento. La guerra es una posibilidad real y latente dentro del escenario del conflicto, no el fin último u objetivo. Lo político a su vez tampoco posee un afán pacificador, ya que el conflicto mismo y sus implicaciones lo impiden. ¿Cómo pensar en lo político en un escenario ajeno a la posibilidad de la lucha?
Por otra parte, los fenómenos políticos, como ya se ha visto, se apropian de cualquier espacio, es por ello que Schmitt afirma que lo político puede extraer su fuerza de todos los ámbitos de la vida humana, esto es, de antagonismos de índole diversa capaces de agrupar personas y formar distintas causas de combate.
Es por ello que los partidos políticos son solo un ejemplo de fenómeno político, el cual puede encontrarse dentro de los límites institucionales del estado o fuera de ellos, en lo que Schmitt denomina política interior o exterior. De esto podemos concluir que al ser la dimensión de lo político tan extensa, no se reduce solamente a la política de partidos, ya que comúnmente suelen equipararse estos dos conceptos también. Es necesario precisar que al ser la distinción amigo-enemigo inherente a toda conducta política, se verá inmiscuido dentro del ámbito político todo antagonismo capaz de agrupar para el combate a los miembros de la sociedad en grupos abanderados con una causa común. Lo político puede insertarse en lo económico, lo religioso, lo moral, lo filosófico, lo estatal etc. Basta pensar en las distintas causas generadoras de lucha común, como la defensa de los derechos de las minorías como ejemplo .
Intentar definir y establecer los límites de lo que lo político y la política representan no es tarea fácil y no me atrevería a catalogar como errores algunas inconsistencias en la obra de Schmitt. La primera de estas es sin duda al abordar la distinción amigo- enemigo, en la cual se menciona que lo político solo atañe al enemigo público. Me parece que en principio para que el conflicto adopte tintes políticos o grupales este debió haber comenzado sin duda en el ámbito privado, lo que hace a dicho ámbito importante para dar tratamiento a la fase posterior que es justamente el antagonismo político. Y lo que hace casi imposible mirar de manera objetiva al oponente, es decir, sin evitar descalificarle, odiarle y asignarle juicios de valor negativos. En resumen la manera en la que Carl Schmitt pretender abordar el conflicto peca de civilizada aunque acarreé consigo la posibilidad latente de la guerra ya que se aleja del enfoque pasional natural e inherente a las relaciones sociales. Esto es más bien la manera en la que debería concebirse a lo político y no una descripción de lo que comúnmente opera en esos términos.
Otra inconsistencia se deriva de la afirmación que propone que cuanto más se acerque el conflicto al “grado máximo” de disociación, más político ha de volverse. Eso me parece una contradicción, porque al asegurar Schmitt que la guerra no es el objeto, contenido o fin último de lo político deja de sostener el argumento anterior. Además un conflicto no se vuelve menos político al existir mecanismos de negociación para neutralizarlo, al contrario, pugna por el tratamiento civilizado al que Schmitt le apuesta.
Por otra parte, al analizar el proceso político Schmitt se centra demasiado en los elementos amigo, enemigo dejando de lado el objeto de la discordia o disputa. Es claro que el autor dedica una breve reflexión al tema de qué conflictos son políticos o no. Pero me parece que le hizo falta ahondar más en este tema para desdibujar las posibles lagunas que pudieran quedar al respecto.
Finalmente en el transcurso de la obra se homologan sin querer conceptos como político y política. Tal vez se deba a la traducción al español cuando hablamos de “relaciones políticas” o “política de partidos” por ejemplo. Sin embargo, cuando Schmitt habla de “política social”, es entonces que existe una confusión dado que la diferencia entre política y político radica en que el segundo concepto excede en dimensión al primero y además se inserta en él, entonces, la “política social” que Schmitt asegura se da fuera de los límites gubernamentales podría confundirse con la que se da dentro de la dimensión institucional.
Finalmente concluyo brevemente puntualizando que el concepto de lo político más que encontrar su esencia en las categorías de amigo o enemigo lo hace más bien en el proceso de distinción, es decir, el proceso que engloba no solamente el conflicto y la posibilidad siempre presente de la guerra, sino el cual en el que la agrupación decide por sí misma a quien tratar como amigo o enemigo, elije si enfrentar o no y la manera en la que habrá de hacerlo.
Sin duda un gran esfuerzo de abstracción intelectual que si bien no logra la pureza conceptual aspirada nos recuerda los límites a los que debemos sujetarnos los estudiosos de la realidad social en cuanto a la terminología que utilizamos al tratar de abordarla y explicarla.
Tal vez el concepto de lo político de Carl Schmitt pueda ganar terreno dentro de los clásicos de la filosofía política en tanto que asume el tan afamado “cambio invariable” propio del tiempo de la política, y es justamente la distinción amigo-enemigo el combustible de la invariabilidad necesaria para lograr este cometido.Bibliografía:Schmitt Carl, El concepto de lo político, Alianza Editorial, México, 1987
Mouffe Chantal, el retorno de lo político, Paidós, Barcelona 1999
El concepto de Estado supone el de lo político, comienza enunciando Carl Schmitt en esta obra. A primera vista pareciera que lo político se equipara con lo estatal y viceversa, en una ecuación de igualdad. Un segundo intento de reflexión nos dice más bien que dicha ecuación es producto de la lógica que supone al Estado como única arena de actuación colectiva, en tanto espacio o unidad política constituida que no permite la existencia de grupos antagónicos existentes fuera de sus límites. Tal igualdad a decir de Schmitt no satisface a nadie, ya que lo político, excede en dimensión a lo estatal, debido a que el antagonismo, conflicto y distinción amigo-enemigo, (características esenciales de lo político) no solamente se da dentro de la dimensión institucional del Estado, sino que permea todas las capas del cuerpo social. Lo político puede apropiarse por sí mismo de cualquier espacio, y por lo tanto su especificidad no depende de la creación de uno propio para desarrollarse. Lo político además, precede al Estado ya que fue precisamente el conflicto u antagonismo lo que propició la creación de un ente extraordinario que regulara la convivencia entre los hombres.
De esta manera podemos deducir que lo político se encuentra inmerso dentro y fuera de los límites institucionales de toda organización política constituida y así, el concepto de lo político supone al del estado y al de lo social con todas sus implicaciones al mismo tiempo.
Cabe mencionar que si bien la distinción amigo-enemigo es característica esencial de lo político, en tanto nos muestra el grado máximo de intensidad de unión o separación, de asociación o disociación, según el autor, no todos los antagonismos o conflictos pueden catalogarse de políticos ; que estén politizados por acarrear consigo una confrontación hostil es otra cosa. Schmitt es muy claro al enunciar que por enemigo debe entenderse un conjunto de hombres que se opone combativamente a otro. Es decir, el conflicto político es siempre grupal y el enemigo entonces será el enemigo público, nunca el privado. Es por ello que el autor apunta a que solo debe verse al enemigo como el otro, el extraño, el distinto que en algún momento amenaza en términos existenciales al grupo al que se pertenece, es decir, con la objetividad necesaria para evitar asignarle juicios de valor innecesarios. Es aquí en donde Schmitt puntualiza también que no todos los grupos son políticos. Pueden encontrarse dentro de esta categoría solo aquellos que reúnen dos características: Autonomía decisional en cuanto a la elección de a quienes tratar como amigos o enemigos y el modo en el que habrá de enfrentarlos siempre y cuando esté dispuesto el grupo a hacerlo.
Siendo entonces la alteridad y la amenaza existencial del contrario sobre nosotros las características esenciales de nuestro oponente, es necesario valerse de una estrategia de enfrentamiento. Dicha estrategia según Schmitt debe tener por principal cometido combatir más que eliminar, ya que el enemigo posee un carácter funcional y al mismo tiempo no hay que olvidar que su condición de enemigo es puramente contingente o circunstancial. Pero entonces ¿de qué manera es que el enemigo sirve a su oponente? El enemigo define a la agrupación en principio, es decir, inyecta sin querer una gran dosis de identidad e instinto de pertenecía. El enemigo cohesiona, une, le recuerda a los miembros del grupo contrario porqué es que están unidos, porqué es necesario construir alianzas, les recuerda su causa.
De igual forma que Schmitt da tratamiento al enemigo lo hace con el amigo. Los amigos políticos no necesariamente son amigos en el ámbito privado, también son de carácter circunstancial y finalmente poseen de igual modo un valor funcional. Por lo tanto, así como el enemigo sirve para crear alianzas entre amigos, los amigos fortalecen las alianzas del enemigo. Se es amigo y enemigo al mismo tiempo porque en el enfrentamiento político no hay buenos ni malos, claro, si se mira desde afuera.
Por todo lo anterior es que Schmitt afirma que el intercambio o proceso político varía según las relaciones y reagrupamientos que existan entre grupos de amigos o enemigos. Es interesante como establece el autor hasta cierto punto un parámetro en el que afirma que cuanto más se acerque la oposición o antagonismo al punto extremo se aproximará más a lo político. ¿a qué le llama Schmitt punto extremo? A la guerra, y es justamente este argumento el que ha causado tanto revuelo alrededor de su obra. Es por ello necesario mencionar que no se trata de asignar un enfoque bélico a lo político ni uno mortal al enemigo como Chantal Mouffe apuntó en algún momento. La guerra es una posibilidad real y latente dentro del escenario del conflicto, no el fin último u objetivo. Lo político a su vez tampoco posee un afán pacificador, ya que el conflicto mismo y sus implicaciones lo impiden. ¿Cómo pensar en lo político en un escenario ajeno a la posibilidad de la lucha?
Por otra parte, los fenómenos políticos, como ya se ha visto, se apropian de cualquier espacio, es por ello que Schmitt afirma que lo político puede extraer su fuerza de todos los ámbitos de la vida humana, esto es, de antagonismos de índole diversa capaces de agrupar personas y formar distintas causas de combate.
Es por ello que los partidos políticos son solo un ejemplo de fenómeno político, el cual puede encontrarse dentro de los límites institucionales del estado o fuera de ellos, en lo que Schmitt denomina política interior o exterior. De esto podemos concluir que al ser la dimensión de lo político tan extensa, no se reduce solamente a la política de partidos, ya que comúnmente suelen equipararse estos dos conceptos también. Es necesario precisar que al ser la distinción amigo-enemigo inherente a toda conducta política, se verá inmiscuido dentro del ámbito político todo antagonismo capaz de agrupar para el combate a los miembros de la sociedad en grupos abanderados con una causa común. Lo político puede insertarse en lo económico, lo religioso, lo moral, lo filosófico, lo estatal etc. Basta pensar en las distintas causas generadoras de lucha común, como la defensa de los derechos de las minorías como ejemplo .
Intentar definir y establecer los límites de lo que lo político y la política representan no es tarea fácil y no me atrevería a catalogar como errores algunas inconsistencias en la obra de Schmitt. La primera de estas es sin duda al abordar la distinción amigo- enemigo, en la cual se menciona que lo político solo atañe al enemigo público. Me parece que en principio para que el conflicto adopte tintes políticos o grupales este debió haber comenzado sin duda en el ámbito privado, lo que hace a dicho ámbito importante para dar tratamiento a la fase posterior que es justamente el antagonismo político. Y lo que hace casi imposible mirar de manera objetiva al oponente, es decir, sin evitar descalificarle, odiarle y asignarle juicios de valor negativos. En resumen la manera en la que Carl Schmitt pretender abordar el conflicto peca de civilizada aunque acarreé consigo la posibilidad latente de la guerra ya que se aleja del enfoque pasional natural e inherente a las relaciones sociales. Esto es más bien la manera en la que debería concebirse a lo político y no una descripción de lo que comúnmente opera en esos términos.
Otra inconsistencia se deriva de la afirmación que propone que cuanto más se acerque el conflicto al “grado máximo” de disociación, más político ha de volverse. Eso me parece una contradicción, porque al asegurar Schmitt que la guerra no es el objeto, contenido o fin último de lo político deja de sostener el argumento anterior. Además un conflicto no se vuelve menos político al existir mecanismos de negociación para neutralizarlo, al contrario, pugna por el tratamiento civilizado al que Schmitt le apuesta.
Por otra parte, al analizar el proceso político Schmitt se centra demasiado en los elementos amigo, enemigo dejando de lado el objeto de la discordia o disputa. Es claro que el autor dedica una breve reflexión al tema de qué conflictos son políticos o no. Pero me parece que le hizo falta ahondar más en este tema para desdibujar las posibles lagunas que pudieran quedar al respecto.
Finalmente en el transcurso de la obra se homologan sin querer conceptos como político y política. Tal vez se deba a la traducción al español cuando hablamos de “relaciones políticas” o “política de partidos” por ejemplo. Sin embargo, cuando Schmitt habla de “política social”, es entonces que existe una confusión dado que la diferencia entre política y político radica en que el segundo concepto excede en dimensión al primero y además se inserta en él, entonces, la “política social” que Schmitt asegura se da fuera de los límites gubernamentales podría confundirse con la que se da dentro de la dimensión institucional.
Finalmente concluyo brevemente puntualizando que el concepto de lo político más que encontrar su esencia en las categorías de amigo o enemigo lo hace más bien en el proceso de distinción, es decir, el proceso que engloba no solamente el conflicto y la posibilidad siempre presente de la guerra, sino el cual en el que la agrupación decide por sí misma a quien tratar como amigo o enemigo, elije si enfrentar o no y la manera en la que habrá de hacerlo.
Sin duda un gran esfuerzo de abstracción intelectual que si bien no logra la pureza conceptual aspirada nos recuerda los límites a los que debemos sujetarnos los estudiosos de la realidad social en cuanto a la terminología que utilizamos al tratar de abordarla y explicarla.
Tal vez el concepto de lo político de Carl Schmitt pueda ganar terreno dentro de los clásicos de la filosofía política en tanto que asume el tan afamado “cambio invariable” propio del tiempo de la política, y es justamente la distinción amigo-enemigo el combustible de la invariabilidad necesaria para lograr este cometido.Bibliografía:Schmitt Carl, El concepto de lo político, Alianza Editorial, México, 1987
Mouffe Chantal, el retorno de lo político, Paidós, Barcelona 1999
POLÍTICAS DE LA “ENEMISTAD”: APROXIMACIÓN A CARL SCHMITT.
Para entender la forma en que Carl Schmitt desarrolla el concepto de lo Político a partir del Estado como Totalidad, es decir, como ente totalizador que se arroga para sí la posibilidad de distinguir entre “amigos” y “enemigos” tanto al interior como al exterior de sus alcances sociales, culturales y territoriales, es necesario remontarse a los orígenes históricos del denominado “Capitalismo Liberal” y a la forma en que, a través del Estado, la vida social (por ende, Política, económica y cultural) se regulaba de acuerdo con unas disposiciones de poder centralizadas. El Soberano, en tanto representante de los intereses de su Nación, tenía la libertad de “decidir” sobre las conveniencias adecuadas y los enemigos reales, además, dichas decisiones eran asumidas y respetadas por los ciudadanos de acuerdo con la legitimidad históricamente establecida del Poder soberano. Con el advenimiento y consolidación del laissez-faire, el Estado rompe con mucho de su poder sobre las relaciones políticas que, para esta época empiezan a ser consideradas como formas emergentes del liberalismo individual (de cuyos fundamentos doctrinarios, los desarrollos filosóficos de la modernidad empezaran a derivar el concepto político de la individualidad). Fue por tanto, solo hasta las crisis económicas del siglo veinte, cuando se reconsideró la necesidad del Estado como un organismo de Poder con mayores alcances en todas las esferas sociales; con base en estos nuevos pensamientos se establecieron en el viejo mundo las doctrinas políticas totalitarias como el Fascismo, y fue sobre este contexto histórico sobre el que escribió Schmitt. Como vemos, Schmitt parte su análisis de considerar el concepto de lo “político” como necesariamente vinculado con el Estado, “el concepto de Estado supone el de lo político” (Schmitt, 1928); y éste, como ente aglutinador de las consideraciones políticas de los individuos, es decir, como la materialización de la política a través de la distinción realizada entre los conceptos de amigo-enemigo. “pues bien -dice Schmitt- la distinción específica, aquella a la que pueden conducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo” (Ibíd.) En estos términos, vemos que, para Schmitt, el concepto de lo político y de su fundamento lógico (amigo-enemigo), se mueve por la posibilidad real de la guerra contra el Otro, contra aquél que está en contra de las decisiones tomadas por el Estado. Con esto, la democracia en Schmitt no puede considerarse como un “pluralismo”, en los términos en que conocemos actualmente la naturaleza del concepto, sino por el contrario, como la voluntad unitaria del pueblo (de sus individuos): debe considerarse aquí las posibilidades políticas que tiene el Estado para unificar los criterios y controlar la oposición a través del “uso legítimo de la violencia”.
El enemigo aparece pues, en esta teoría, como aquel conjunto de discrepancias políticas que puedan atentar contra la estabilidad del Estado y de sus individuos. Por tal motivo no puede considerarse al enemigo en términos morales, ideológicos o, en general, privados; por el contrario, cualquier consideración que caiga por fuera de los límites de la confrontación Estatal puede, como ya lo anotábamos, separarse de lo estrictamente político. Aun así, considera el autor, que pueden darse al interior del Estado discrepancias en cuanto a los criterios y decisiones del Estado. Tales fuerzas políticas pueden generar problemas de orden inestable que, de no ser contrarrestados por el uso de la violencia, pueden llevar a “guerras” internas o civiles que podrían establecer nuevos poderes estatales. Con todo, para Schmitt, el concepto de lo político, y con él el del Estado, están asociados siempre con el de la Guerra como su forma fáctica de realizarse. Es por esta misma unidad que el Estado tiene la posibilidad de determinar quien es el enemigo interno (público) y el enemigo externo (enemigo contra la soberanía); así como de disponer de la vida de sus individuos para acabar con las de sus enemigos. La guerra y la muerte del “otro” es la única forma de garantizar la fortaleza política del Estado y sus integrantes. Para Schmitt esto queda claro en los siguientes términos: “El Estado prohíbe al individuo el recurso a la injusticia, no para suprimir el recurso de ésta sino para asegurarse su monopolio”.
Según Schmitt, la validez de toda norma jurídica se apoya en la soberanía del Estado, el cual a su vez está legitimado para actuar ante la posibilidad de “situaciones” susceptibles de generar un conflicto crítico que no puede resolverse a partir de un sistema de normas preexistente, sino gracias a una decisión nueva y específica. La política, por tanto, se funda en la excepción, en el riesgo permanente de la guerra y en la distinción original entre “amigo” y “enemigo” ya mencionada, que paradójicamente crea las condiciones de “normalidad” en las que el Derecho adquiere eficacia.
POLÍTICAS DE LA ENEMISTAD: APROXIMACIÓN A CARL SCHMITT.
SOCIOLOGIA POLITICA I
UNIVERSIDAD DE CALDAS
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA Y SOCIOLOGÍA
PROGRAMA SOCIOLOGIA
MANIZALES, JULIO DE 2008
Aquí es preciso anotar que, si bien Schmitt no usa el concepto de Totalidad para definir el Estado -como si lo haría, por ejemplo Lévinas desde una perspectiva ética del análisis político-, en El Concepto De Lo Político el Estado aparece como una fuerte maquinaria que define y decide sobre la naturaleza de sus enemigos, así como dispone de sus elementos de Poder para eliminarlos.
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