El periodista británico Tim Smedley, autor del libro 'Clearing the air' |
La calidad del aire que respiramos se ha convertido en un asunto central del debate público. Por todo el planeta, los ciudadanos han cobrado conciencia de que están respirando veneno y que la proliferación de vehículos de combustión está empeorando su calidad de vida. En su libro “Clearing the Air” (“Limpiando el aire”), el periodista británico Tim Smedley, colaborador habitual de medios como el Financial Times, The Guardian o la BBC, recorre el planeta para conocer qué medidas se están adoptando en las distintas ciudades y cuáles son los principales riesgos y soluciones a los que nos enfrentamos en el futuro. Vozpópuli ha charlado con él por vía telefónica desde Oxford.
Supongo que está siguiendo las noticias recientes sobre la contaminación en Delhi, ¿está incluso peor que la última vez que la visitó?
Sí, es interesante ocupa los titulares todos los meses de noviembre, debido a que sufre la combinación de quemas agrícolas en los alrededores, el cambio de tiempo que refresca y obliga a encender más fuegos para calentarse, más el efecto del tráfico de coches que aumenta cada año. Por eso cada noviembre es peor y es desalentador verlo, porque sabemos lo qué lo causa y aún hay disputas políticas en India sobre cómo resolverlo.
Es un ejemplo de una ciudad que lo hizo bien en algún momento y luego volvió hacia atrás.
Sí, es verdad, pero para ser justos hay que decir que hay una larga lista de ciudades que han seguido el mismo camino que Delhi en algún momento. Pekín a principio de los años 2000 era igual de horrible que Delhi, si no peor, debido a la proliferación de centrales de energía dentro de la ciudad, la rápida industrialización, el rápido incremento de transporte… Si tienes un crecimiento de todas estas cosas, tienes muy mal pronóstico. Pasó con México DF, Los Angeles y Londres.
También es un ejemplo de que no se trata solo de los coches, que hay otros factores que empeoran la calidad del aire.
En realidad se trata de las fuentes de combustión, las fuentes de humo, de la gasolina que se quema dentro de los motores de vehículos que circulan por la calle. Pero en algunas ciudades tienen estas fuentes extras, como el humo de las calderas, como sucede en Europa. Otras fuentes pueden ser las incineradoras de basuras e incluso las cocinas de los restaurantes y las casas. Solemos olvidarlo, pero lo cierto es que son otras fuentes de contaminación.
Dado que la contaminación no se queda en un sitio, ¿no es poco efectivo cerrar la circulación solo en una zona muy pequeña del centro como ha pasado con Madrid Central?
Bueno, en ciudades como Madrid el tráfico es de lejos el mayor generador de la contaminación a la que estamos expuestos. Así que como en Madrid Central, aunque es una parte pequeña, lo mejor que puede hacer una ciudad es copiar ese modelo y expandirlo, aumentar el número de gente que vive en esa zona con menos tráfico.
Hay muchas ciudades siguiendo modelos similares en el mundo, ¿hay razones para ser optimista?
Sí, yo soy bastante optimista en general. Estamos viendo a muchas ciudades s están moviendo en la buena dirección. Madrid ha sido un buen ejemplo, ojalá Madrid Central no sea completamente cancelado. París está siguiendo un programa más activo con pegatinas, similar al que hizo la ciudad de México y es una alternativa a la idea de coches con matrículas pares e impares. Cerrar calles importantes al tráfico es lo que marca la diferencia y muchas ciudades están siguiendo ese camino.
Pero en París ofrecen ayudas y bonos de transporte público a quienes deciden dejar su coche diésel, ¿es la igualdad una cuestión principal para el éxito de estas políticas?
Es un problema. El principal mensaje que hay que trasladar es que las personas que más están sufriendo los daños de la contaminación es la población más pobre. Y además no se pueden permitir un coche eléctrico. Muchos tienen un coche diésel que las autoridades le dijeron hace diez años que era la opción más ecológica. Pero en este tiempo los coches de gasolina han mejorado y los diésel siguen emitiendo muchísimas más partículas de PM 2.5 y NOX que los de gasolina. Esto se conocía entonces, pero ahora está quedando más claro. Y sí creo que es imperativo que los gobiernos centrales y locales ayuden financieramente a las personas con un vehículo diésel a cambiar sus opciones de transporte. No creo que haya dejar a la gente sin poder entrar en las ciudades sin darles una alternativa. En París se están ofreciendo estas ayudas para dejar tu coche viejo. Hay que hacer estas cosas y la manera que tienen los gobiernos de hacerlo es multando a los peores emisores. Estados Unidos ha multado a Volkswagen y Europa debería hacer lo mismo, por cierto. Es una manera de devolver esos fondos a la gente y que se puedan permitir un coche eléctrico.
¿No le parece que a Volkwagen le ha salido demasiado barato el ‘Dieselgate’?
Sí, tengo una opinión sobre eso, y ese capítulo de mi libro fue revisado por abogados, así que te remito a lo que digo allí (risas). Ya en serio, sí creo que Volkswagen escapó de rositas en Europa y no fue la única que usó la picaresca para esquivar los tests de emisiones. Otras compañías también lo hicieron. Pero sí, en general las compañías de automóviles deberían ser obligadas a poner dinero público para mejorar la calidad del aire de nuestras ciudades.
Con estos escándalos y cambios de criterio mucha gente piensa que los gobiernos y empresas les mienten y el diésel no es tan contaminante.
Creo que en parte se debe a que la gente ha dejado de confiar en muchas cosas, entre ellos los fabricantes de coches y los gobiernos y más después de que se promoviera el uso de diésel y ahora se vaya en el sentido opuesto. A la gente hay que recordarle que la contaminación del diésel es especialmente dañina, porque generan muchas más partículas y dióxido de nitrógeno, y estas partículas causan cuatro de cada cinco muertes por contaminación. Y ya no hablamos solo de asma o dificultades para respirar, estamos hablando de enfermedades cardiacas. Casi la mitad de la muertes atribuidas a la contaminación, según la OMS, son ataques al corazón e infartos, y un tercio de todos los accidentes vasculares son causados por la contaminación. Si estás conduciendo un coche diésel, estás mucho más expuesto a todos estos problemas de salud.
Porque el peor sitio para estar en una ciudad no en una acera sino dentro de un vehículo diésel, ¿verdad?
Sí, porque una cosa que mucha gente no sabe es que circulan sentados en una especie de burbuja de contaminación, con los tubos de escape del coche de delante echando el humo directamente a sus vehículos. Seguido de la gente que va en los autobuses, los ciclistas y los peatones.
Usted viaja con un medidor de contaminación portátil, ¿recomendaría hacerse con uno?
Sí que los recomiendo, sigo teniendo el mío con el que viajo por el mundo. Y cada vez hay más modelos nuevos que pueden medir el dióxido de nitrógeno y las partículas. Es algo caro, pero te dan una visión de tu exposición personal cada día. Es verdad que la mayoría de ciudades tienen aparatos que miden la contaminación, pero no nos pasamos la vida cerca de ellos, lo que te daría una idea exacta de tu exposición.
Después de leer su libro me queda claro que la solución no son más coche eléctrico sino menos coches en general.
No podemos prohibir todos los coches de una vez, pero podemos cerrar cada vez más carreteras y crear redes peatonales. La respuesta no son los coches eléctricos, tienes razón, sino prescindir de los coches cada vez más y mejorar el transporte público y favorecer caminar o ir en bici como vías para moverse. También están las opciones de micromovilidad como los patinetes y la bicis eléctricas, que ahora están dando algunos problemas. Y la mejor sin duda son los autobuses eléctricos, en China hay millones, no es una tecnología que hay que inventar, sino que ya existe. En Europa deberíamos copiarlos.
Pekín también ha sido un ejemplo de que se puede cambiar en poco tiempo a mejor si hay voluntad política.
La velocidad a la que ha mejorado China es impresionante, aunque hay un pequeño problema a la hora de compararse con China y es que tenemos una forma de gobierno bastante diferente (risas). Ellos pueden tomar decisiones muy rápidas y no deberíamos copiar su forma de gobierno, pero es verdad que se puede cambiar muy rápido. Pekín aún tiene que mejorar, pero cuando yo visité la ciudad para mi investigación en 2014 y 2015 Pekín era incluso peor que Delhi. Ahora han cambiado totalmente las tornas porque las autoridades chinas tomaron medidas para limpiar su aire como cerrar las centrales de carbón, mover muchas fábricas fuera de la ciudad, nuevas regulaciones de tráfico o introducir autobuses eléctricos. México hizo algo parecido a finales de los años 90, Londres también. Y la solución es siempre la misma, quitar y reducir las fuentes de combustión.
En su libro recuerda que los humanos empezamos a contaminar desde que hacíamos fuego en las cavernas. ¿Somos el Homo pullutans? ¿Es consustancial a nuestra naturaleza?
Es una buena pregunta. Sí y no. Nacimos como contaminantes en el sentido de que descubrimos el fuego como un medio para cocinar nuestra comida y luego para quemar combustibles para calentarnos y después para modificar el combustible para usos tecnológicos. Pero hemos ido refinando nuestra tecnología y hemos llegado a un punto en el que no necesitamos contaminar. Ahora tenemos la elección de contaminar o no.
Me interesan los dilemas morales que supone dejar de contaminar. Como el caso de Helsinki, donde prefieren seguir usando la leña para calentar las saunas aunque sepan que es muy contaminante.
Sí, al final se trata de líneas rojas culturales. Los finlandeses han decidido seguir usando el fuego para calentar sus saunas, frente a las saunas eléctricas, aunque saben que reducirán unos meses su esperanza de vida. Pero está bien si como sociedad toman esas decisiones siendo conscientes, pero creo que en la mayoría de las sociedades es difícil llegar a esos acuerdos. En el Reino Unido tenemos ahora mismo una discusión similar con las cocinas de leña, que son altamente contaminantes y dañan los pulmones.
Es posible que alguien llegue a su casa en el coche de cero emisiones y encienda a continuación la chimenea para respirar un montón de contaminantes.
Sí, eso pasa y sin duda yo he visto en algunas casas como esas. Y una vez más es una decisión cultural, pero me pregunto qué derecho tienes a perjudicar a los niños y ancianos que viven alrededor por esta decisión.
Se habla de coches eléctricos que nos llevarán de un lado a otro como si fueran ‘suites’ de lujo, ¿cómo imagina el futuro?
Sí, esas propuestas son fascinantes, pero los coches autónomos me preocupan. Hay beneficios como que son conductores más seguros que los humanos, tienen menos accidentes, pero sin embargo si tienes un coche privado que te trae y te lleva, ¿por qué vas a hacer cola en el transporte público? Irías en coche a todas partes.
Al final quizá es un problema del diseño de la vida urbana y las largas distancias, ¿habría que diseñar nuevas ciudades?
Bueno, entiendo lo que dices, pero no veo sostenible ecológicamente reconstruir todas las ciudades (risas). Lo mejor es mejorar las infraestructuras que ya tenemos y hacerlo de la forma más sencilla, cortar parte de ellas a los coches, como ha hecho Barcelona con los superbloques, dejando que en algunas zonas solo pueda circular transporte público. Además, cualquier ciudad que se tome en serio su calidad del aire tiene que apostar por el transporte público, y fomentar el modelo de transporte en bicis, que se ha usado durante mucho tiempo en ciudades muy antiguas como Amsterdam. Esto ya se ha hecho muchas veces y se puede hacer en otras ciudades como Madrid.
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