El filósofo francés Michel Onfray pretendería bajar del pedestal a Sigmund Freud
Odio hacia el psicoanálisis
Ingrid Galster
Neue Zürcher Zeitung
Traducido para Rebelión por Mikel Arizaleta. |
Nota preliminar del traductor: La catedrática alemana ya jubilada, doctora Ingrid Galster, dominadora del francés -no en vano escribió su tesis doctoral sobre La recepción del teatro de Sartre en el contexto político-cultural de la ocupación alemana de París (premio Estrasburgo en 1986) y entre otros libros autora también del excelente trabajo "Lope de Aguirre o La posteridad arbitraria"- escribió ya en el 2010 un artículo sobre el filósofo francés Michel Onfray, a raíz de la interpretación que hace de Sigmund Freud en su libro "Freud: el crepúsculo de un ídolo, la fábula freudiana".
Éste es el interesante artículo de la catedrática Ingrid Galster, publicado el 3 de julio de 2010 en el diario suizo “Neue Zürcher Zeitung” sobre el libro de Michel Onfray antes citado y que merece la pena que el lector castellano no lo desconozca.
Las "tesis"
Onfray comparte con Nietzsche la convicción de que toda verdad, que pretende ser universal, tiene siempre un origen autobiográfico. Y en su „psico-biografía“ de Freud intenta demostrar que esto mismo ocurre en el psicoanálisis, afirmando que las obsesiones de Freud habrían sido el fundamento de sus teorías.
¿El complejo de Edipo, la más famosa de las teorías freudianas? Se intuye su respuesta: Freud deseaba a su madre y odiaba a su padre. Soñaba en tener relaciones sexuales con una de sus hijas. "Torturó" durante años a su hija Ana, quien tuvo que contarle en el diván cómo se masturbaba, imaginándose ser golpeada por su padre. Con su cuñada, cuyo dormitorio se comunicaba con el del matrimonio Freud, mantuvo relaciones adúlteras durante cuarenta años. Su ama de llaves tuvo que coser sin cesar los agujeros de los bolsillos de sus pantalones, fruto de su masturbación obsesiva etc.
¿Los métodos de Freud? Antes de que sus pacientes se tumbaran en el diván -procedimiento económicamente rentable, eliminador de trabajo y no originario de él- lo intentó con cocaína, electroterapia, hipnosis y con la imposición de manos. Según Onfray, el supuesto desmistificador en realidad se entregó al pensamiento mágico.
¿La curación de los pacientes? Nunca hubo tal, puesto que Freud, a juicio de Onfray, falsificó conscientemente los resultados de sus terapias, ocultando también la muerte de más de uno de sus terapeutizados.
¿La actitud política de Freud? Apoyó el fascismo, con quien tendría afinidades su teoría de los instintos de muerte y por lo demás, aunque judío, fue antisemita. El que nuestra imagen no concuerde con su exposición se debe a que el "padre del psicoanálisis" mintió, destruyó documentos y se fabricó su propia leyenda. Sus discípulos hicieron lo necesario para que la verdad tampoco brillara tras su muerte.
Ésta y otras "tesis", que aparecen muy resumidamente en el preámbulo y la cubierta para facilitar la lectura, no resultan en su mayoría muy novedosas. Todavía en el 2005 se podían ojear, en las librerías parisinas, en un libro negro con aportaciones sobre todo del mundo angloamericano, provocando extrañeza y conmoción, dado que el psicoanálisis en la década de los sesenta y setenta -ya antes del "fin de las ideologías"- se había convertido para muchos en un sistema explicativo, al que aún se le atribuía últimas fundamentaciones.
Sin embargo Onfray lleva la crítica al extremo, como por ejemplo cuando afirma que Freud, por desconocer una separación categorial entre normalidad y patología y admitir tan sólo una gradual, habría colocado a la víctima y al verdugo -sus hermanas asesinadas en el campo de concentración y el comandante del campo de concentración Rudolf Höss- en el mismo plano.
Pero tampoco el estilo es el mismo que el del "Livre noir de la psychanalyse". Es muy evidente que se trata de textos, que Onfray ha expuesto antes en su Universidad popular, ya que la retórica tiene un fuerte carácter oral (y por eso lamentablemente muchas redundancias). Las intervenciones de Onfray son auténticas cascadas verbales, precipitados orales sobre sus oyentes, buscando el orador con numerosos pasajes plagados de puntos suspensivos la complicidad de su público. Onfray se reafirma como un monologuista, interesado en atraer la atención del oyente con ocurrencias divertidas despojadas de su contexto, se podría decir que cual demagogo presenta y ofrece a la consideración del público a un Freud previamente ridiculizado y caricaturizado.
Y la provocación, cuando está apoyada con fuerza por los medios como en este caso, tiene su efecto. Ha sido sobre todo Elisabeth Roudinesco, quien como historiadora del psicoanálisis y cronista desde hace numerosos años de "Le Monde" ocupa casi una posición de monopolio y ha sido varias veces mencionada por Onfray, la que ha asestado una réplica contundente a Michel Onfray. En una crítica extensa, aparecida primero en la red y ya un mes después de la panfletada de Onfray en Le Seuil en forma de libro, Roudinesco demostró y echó en cara al filósofo -que en tan sólo cinco meses de estudio se sintió ya especialista en Freud- desconocimiento y un numeroso cúmulo de errores. Y la risa y la mofa cambió de lado cuando ella calculó que por los datos aducidos por Onfray la cuñada de Freud habría quedado embarazada y abortado nada menos que a la edad de 58 años… También acusó a Onfray de haber trabajado con la peor traducción disponible de Freud. El compañero de la psicoanalista, que desde el inicio de 2010 dirige la editorial Le Seuil, es quien edita precisamente la nueva traducción de las principales obras de Freud.
¿Resentimiento?
El contrapanfleto de Roudinesco se presentó a finales de mayo del 2010 en presencia de algunos compañeros de armas, que aportaron textos breves, ante setecientas personas en la Universidad de Caen. Onfray, que aunque invitado no acudió, dejó escrito en su blog que a petición de Roudinesco se le denegaron las subvenciones para su Universidad popular, afirmación que inmediatamente después debió desmentir.
"¿Por qué tanto odio hacia el psicoanálisis?, se pregunta Roudinesco. Onfray parece dar en una entrevista inconscientemente su respuesta. El filósofo, a quien le gusta recalcar y dejar constancia de su origen humilde -es hijo de un agricultor y de una mujer de la limpieza-, se muestra en la provincia normanda en contra de lo que él considera la hegemonía del pensamiento elitista parisino.
Quizá la llave de su éxito y la venta de sus numerosísimos libros radique y se deba a que muchos comparten ese resentimiento suyo, haciéndose eco del mismo. En tan sólo dos meses la editorial Grasset dice haber vendido nada menos que 150.000 ejemplares.
Éste es el interesante artículo de la catedrática Ingrid Galster, publicado el 3 de julio de 2010 en el diario suizo “Neue Zürcher Zeitung” sobre el libro de Michel Onfray antes citado y que merece la pena que el lector castellano no lo desconozca.
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Michel Onfray piensa y habla muy aceleradamente, algo que se puede observar a menudo en la televisión francesa, que sin duda es un cotizado participante en debates. El filósofo de 51 años tras 20 años de enseñanza en un Instituto técnico dejó su vida de profesor para fundar una Universidad popular en Caen el 2002, fecha desde la que viene publicando entre cuatro y diez libros (sin contar las nuevas ediciones) por año, en los que expone a contrapelo toda la historia del pensamiento occidental. Su última víctima en el 2010 Sigmund Freud, fecha en la que publicó el libro “Le crépuscule d´une idole”.Las "tesis"
Onfray comparte con Nietzsche la convicción de que toda verdad, que pretende ser universal, tiene siempre un origen autobiográfico. Y en su „psico-biografía“ de Freud intenta demostrar que esto mismo ocurre en el psicoanálisis, afirmando que las obsesiones de Freud habrían sido el fundamento de sus teorías.
¿El complejo de Edipo, la más famosa de las teorías freudianas? Se intuye su respuesta: Freud deseaba a su madre y odiaba a su padre. Soñaba en tener relaciones sexuales con una de sus hijas. "Torturó" durante años a su hija Ana, quien tuvo que contarle en el diván cómo se masturbaba, imaginándose ser golpeada por su padre. Con su cuñada, cuyo dormitorio se comunicaba con el del matrimonio Freud, mantuvo relaciones adúlteras durante cuarenta años. Su ama de llaves tuvo que coser sin cesar los agujeros de los bolsillos de sus pantalones, fruto de su masturbación obsesiva etc.
¿Los métodos de Freud? Antes de que sus pacientes se tumbaran en el diván -procedimiento económicamente rentable, eliminador de trabajo y no originario de él- lo intentó con cocaína, electroterapia, hipnosis y con la imposición de manos. Según Onfray, el supuesto desmistificador en realidad se entregó al pensamiento mágico.
¿La curación de los pacientes? Nunca hubo tal, puesto que Freud, a juicio de Onfray, falsificó conscientemente los resultados de sus terapias, ocultando también la muerte de más de uno de sus terapeutizados.
¿La actitud política de Freud? Apoyó el fascismo, con quien tendría afinidades su teoría de los instintos de muerte y por lo demás, aunque judío, fue antisemita. El que nuestra imagen no concuerde con su exposición se debe a que el "padre del psicoanálisis" mintió, destruyó documentos y se fabricó su propia leyenda. Sus discípulos hicieron lo necesario para que la verdad tampoco brillara tras su muerte.
Ésta y otras "tesis", que aparecen muy resumidamente en el preámbulo y la cubierta para facilitar la lectura, no resultan en su mayoría muy novedosas. Todavía en el 2005 se podían ojear, en las librerías parisinas, en un libro negro con aportaciones sobre todo del mundo angloamericano, provocando extrañeza y conmoción, dado que el psicoanálisis en la década de los sesenta y setenta -ya antes del "fin de las ideologías"- se había convertido para muchos en un sistema explicativo, al que aún se le atribuía últimas fundamentaciones.
Sin embargo Onfray lleva la crítica al extremo, como por ejemplo cuando afirma que Freud, por desconocer una separación categorial entre normalidad y patología y admitir tan sólo una gradual, habría colocado a la víctima y al verdugo -sus hermanas asesinadas en el campo de concentración y el comandante del campo de concentración Rudolf Höss- en el mismo plano.
Pero tampoco el estilo es el mismo que el del "Livre noir de la psychanalyse". Es muy evidente que se trata de textos, que Onfray ha expuesto antes en su Universidad popular, ya que la retórica tiene un fuerte carácter oral (y por eso lamentablemente muchas redundancias). Las intervenciones de Onfray son auténticas cascadas verbales, precipitados orales sobre sus oyentes, buscando el orador con numerosos pasajes plagados de puntos suspensivos la complicidad de su público. Onfray se reafirma como un monologuista, interesado en atraer la atención del oyente con ocurrencias divertidas despojadas de su contexto, se podría decir que cual demagogo presenta y ofrece a la consideración del público a un Freud previamente ridiculizado y caricaturizado.
Y la provocación, cuando está apoyada con fuerza por los medios como en este caso, tiene su efecto. Ha sido sobre todo Elisabeth Roudinesco, quien como historiadora del psicoanálisis y cronista desde hace numerosos años de "Le Monde" ocupa casi una posición de monopolio y ha sido varias veces mencionada por Onfray, la que ha asestado una réplica contundente a Michel Onfray. En una crítica extensa, aparecida primero en la red y ya un mes después de la panfletada de Onfray en Le Seuil en forma de libro, Roudinesco demostró y echó en cara al filósofo -que en tan sólo cinco meses de estudio se sintió ya especialista en Freud- desconocimiento y un numeroso cúmulo de errores. Y la risa y la mofa cambió de lado cuando ella calculó que por los datos aducidos por Onfray la cuñada de Freud habría quedado embarazada y abortado nada menos que a la edad de 58 años… También acusó a Onfray de haber trabajado con la peor traducción disponible de Freud. El compañero de la psicoanalista, que desde el inicio de 2010 dirige la editorial Le Seuil, es quien edita precisamente la nueva traducción de las principales obras de Freud.
¿Resentimiento?
El contrapanfleto de Roudinesco se presentó a finales de mayo del 2010 en presencia de algunos compañeros de armas, que aportaron textos breves, ante setecientas personas en la Universidad de Caen. Onfray, que aunque invitado no acudió, dejó escrito en su blog que a petición de Roudinesco se le denegaron las subvenciones para su Universidad popular, afirmación que inmediatamente después debió desmentir.
"¿Por qué tanto odio hacia el psicoanálisis?, se pregunta Roudinesco. Onfray parece dar en una entrevista inconscientemente su respuesta. El filósofo, a quien le gusta recalcar y dejar constancia de su origen humilde -es hijo de un agricultor y de una mujer de la limpieza-, se muestra en la provincia normanda en contra de lo que él considera la hegemonía del pensamiento elitista parisino.
Quizá la llave de su éxito y la venta de sus numerosísimos libros radique y se deba a que muchos comparten ese resentimiento suyo, haciéndose eco del mismo. En tan sólo dos meses la editorial Grasset dice haber vendido nada menos que 150.000 ejemplares.
La historiadora y profesora francesa construye la biografía definitiva sobre Freud rechazando la leyenda negra que lo rodea y siguiendo al detalle cada uno de los pasos intelectuales del austriaco
Freud, retratado durante los años 30. (Hulton-Deutsch Collection/Corbis) |
AUTOR
Google no ha podido resistirse a homenajear a Sigmund Freud en el día que su cumplen 160 años de su nacimiento. Este neurólogo es el protagonista del doodle que este viernes 6 de mayo se puede ver al hacer click sobre el dominio del buscador más famoso del mundo. Sus gafas redondas y su barba blanca decoran la ilustración propuesta por Silicon Valley, dos características físicas muy reconocibles de este intelectual. Para recordar su importancia en el pensamiento del siglo XX, desde El Confidencial le proponemos que lea esta entrevista a la autora de la biografía del padre del psicoanálisis publicada a finales del año pasado.
La publicación en los albores del siglo XX de La interpretación de los sueños cambió para siempre el devenir del hombre occidental. Hábilmente, Sigmund Freud dató en 1900 su obra, como si de esa manera quisiera anunciar que iba a convertirse en la pieza angular del pensamiento del siglo XX, como explica la historiadora y profesora de la Universidad de Paris VII Elisabeth Roudinesco en Freud. En su tiempo y en el nuestro (Debate). Se trata de una nueva biografía sobre el psicoanalista austriaco que intenta desmentir algunas de las leyendas que rodean su vida, popularizadas por antiguos retratos del creador del psicoanálisis, al mismo tiempo que perfila la manera en que las ideas del autor evolucionaron gracias a la revisión de su correspondencia.
Alumna de Gilles Deleuze y amiga de Jacques Derrida, como ella misma recuerda, la autora de Nuestro lado oscuro: una historia de los perversos (2009) o Filósofos en la tormenta (Fondo de Cultura Económica de España) revindica la cultura como nuestra mejor herencia, el legado del hombre frente a una época “que piensa en eslóganes”. La autora ha explicado a El Confidencial quién fue, y sobre todo, qué significó Freud para el devenir del hombre.
PREGUNTA. Su libro pone en su sitio muchas de las leyendas y concepciones erróneas que han circulado sobre Freud desde hace décadas, algunas de las cuales son muy populares. ¿Cuáles son las más difundidas y dañinas?
RESPUESTA. Lo más sorprendente que se atribuye a Freud son las declaraciones que no hizo. Por ejemplo, desde hace 50 años se cree que cuando deja Viena escribe en el documento de partida una frase humorística: “Recomiendo la Gestapo a todos”. Es divertido, pero nunca lo escribió. Me pregunté por qué decenas y decenas de psicoanalistas podían imaginar que en un documento oficial de los nazis se pudiese escribir una broma como esa. Es absolutamente imposible, y yo lo sabía: cuando se encontró el documento se vio que no era cierto. Era una leyenda de un Freud tan genial que es capaz de hacer humor antinazi en un documento nazi, lo que no es posible.
Parece una anécdota, pero hay decenas de artículos que se escribieron con esta frase que Freud nunca dijo. Lo mismo ocurre con la idea de que cuando llega a Estados Unidos dice “no saben que les llevamos la peste”. Nunca lo dijo. Es Lacan el que lo inventó. El mito es fantástico, pero es una invención. Es el aspecto mítico de un hombre que pronunciaba frases fulgurantes. La idea del psicoanálisis como epidemia es graciosa, pero no lo dijo.
Hay leyendas doradas de heroización, pero también leyendas negras que no corresponden estrictamente a ningún hecho. Por ejemplo, que Freud habría tenido un contacto sexual continuo con su cuñada, la hermana de su mujer, y que la habría hecho abortar en 1923, cuando tenía 58 años. ¡58! Es imposible. La leyenda negra continúa. Se basa en que Freud tuvo una relación muy fuerte con su cuñada para transformarse en algo absolutamente loco, que la hiciese abortar a una edad en la que no podía tener hijos.
Hoy se considera a Freud un conservador, un viejo reaccionario, y se dice que no es científico y que no es capaz de curar
Otra leyenda bastante complicada. Se dijo durante mucho tiempo que las hermanas de Freud habrían sido deportadas a Auschwitz. No es Auschwitz, es Treblinka. En ese mito se habrían encontrado con Rudolf Hess, el comandante de Auschwitz. Algunos comentaristas hasta han llegado a imaginar un diálogo. Es una invención total. Que hubiese dejado de lado a sus hermanas entregándolas a la Gestapo es demasiado.
Otra cosa que me interesó es la negación del cáncer de Freud. Existen detalles de toda la enfermedad de Freud, de todos los tratamientos. Hay muchos negacionistas que imaginaron que no tuvo cáncer, que fueron los tratamientos los que lo provocaron y que, por lo tanto, fue asesinado por sus discípulos. Hay antifreudianos que inventaron que en sus terapias en Viena cobraba una cifra astronómica; se dijo que cobraba por una consulta el equivalente a 500 euros de hoy. Cuando se hace el cálculo, y pedí a un economista que lo hiciese a partir de la evaluación de la fortuna de Freud que realizaron los nazis, vemos que era tan rico como un gran psiquiatra parte de la burguesía enriquecida, pero para nada era Rockefeller. Se olvida que Freud hizo fortuna por su cuenta pero que mantenía a una familia de seis niños con servicio doméstico. El mito de la riqueza de Freud es también delirante. Habrá nuevas leyendas que aparezcan. Siempre las hay.
Freud con su hija Anna, durante los años 20. (Corbis) |
P. La mayor parte de esas leyendas lo demonizan, nunca lo santifican. Cuando se intenta demonizar a alguien, suele deberse a que esa figura resulta molesta para la sociedad. ¿Por qué esta demonización llega incluso hasta nuestros días?
R. Se produce en España y en Italia mucho más que en Francia, donde el movimiento psicoanalítico es muy potente. Pero no es así. Los libros contra Freud entre 1900 y 1940, mientras vivía, son de una violencia enorme. Pero en ellos la demonización es moral. Se le acusa de todo. De hacer que las mujeres se divorcien, de empujarlas a engañar a sus maridos… Hay una gran cantidad de libros antisemitas. La demonización no sólo proviene de la Iglesia: las instituciones conservadoras ven a Freud como una especie de bolchevique con el cuchillo entre los dientes.
Hoy es al contrario. Se le considera conservador, un viejo reaccionario, y se dice que no es científico. Es un estafador y, sobre todo, alguien que no cura. El ataque proviene de la ciencia, antes venía de la Iglesia. Es la misma violencia. Ocurre lo mismo con Darwin. También con Einstein. Seguro que no lo sabe, pero la teoría de la relatividad se asimila a una ciencia judía. Hoy en día, se acusa a Einstein, que tuvo un hijo esquizofrénico, de ser responsable de ello, y se cuenta que no fue él quien hizo sus trabajos, sino su mujer. Todos los personajes importantes que han inventado algo nuevo están sujetos a este tipo de invenciones. He comparado para intentar comprender, y me di cuenta de que ocurre con Freud, Darwin, Marx y Einstein. Al principio pensé que se debía a que eran judíos, pero está Darwin, así que no puede ser por eso.
El feminismo está en la misma situación hoy en día que el movimiento psicoanalítico, se ha convertido en un movimiento dogmático
P. Algunas de las críticas más duras hacia Freud provienen de la izquierda, que no tolera su conservadurismo, y del feminismo. ¿Hasta qué punto tienen razón?
R. En Francia eso se acabó. La izquierda es freudiana, y es algo a lo que yo misma he contribuido. ¿Sabe? El feminismo está en la misma situación hoy en día que el movimiento psicoanalítico, se ha convertido en un movimiento dogmático. Son eslóganes. Hay que elegir en el feminismo. Algunas parecen fanáticas, pero hay un feminismo maravilloso que ha sido muy liberador. Hoy en día todos los grandes movimientos de emancipación –freudismo, feminismo, socialismo–, son muy escleróticos.
Las feministas tienen razón al criticar el dogmatismo del psicoanálisis, pero no al ser anacrónicas. Freud no era feminista, es evidente, pero estaba a favor de la emancipación de las mujeres. Pero hay que leer a Freud de otra forma, y así es como está hecho mi libro. Hay que olvidar los propósitos aberrantes y anacrónicos y ver quién era: un conservador ilustrado favorable a la emancipación de la mujer. Por la época en que vivió, era un burgués conservador, pero educó a sus hijas de manera liberal. Estaba a favor de que la mujer trabajase y a favor de la despenalización de la homosexualidad pero aun así tenía una concepción muy romántica de la mujer. La mujer, para Freud, debía estar del lado de la naturaleza: tenía un lado naturalista romántico, de ser la compañera natural del hombre, debía ser madre a pesar de todo (pero no sólo). Dijo eso y al mismo tiempo favoreció tener discípulos mujeres, como su hija, y cuando quiso estudiar, la ayudó.
El movimiento feminista está tan esclerosado como el psicoanálisis. Hay feministas que consideran que llevar burka es una liberación, feministas que creen que todo debe ser construido… Hay de todo. Lo que me choca más es la esclerosis de los movimientos vanguardistas. No sé dónde vamos. Personalmente, soy absolutamente progresista y me he manifestado a favor del matrimonio homosexual, pero no puedo ser anacrónica. No estoy de acuerdo cuando psicoanalistas afirman que no se puede estar a favor del matrimonio homosexual y de Freud, pero tampoco con los que dicen que están a favor de él porque lo dice Freud. No, en Freud no hay nada de eso. No puede pensar un acontecimiento que no existía en su época. ¿Quién podría?
P. Algunos de los modelos tempranos de Freud provienen de los relatos míticos y religiosos, son personajes como Moisés, Aníbal o Napoleón. ¿Fue la gran aportación de Freud crear el hombre del siglo XX como un héroe, a la sombra de los grandes mitos?
R. Absolutamente. Estoy convencida. Freud fabrica mitos formidables, porque en el fondo es mucho más interesante ser Edipo o Aníbal que un enfermo neurótico. Por lo tanto, Freud es el único que te dice que pareces un héroe. Es una revolución, porque todo enfermo podía decir “soy Hamlet, mi vida tiene sentido”. Freud me aporta una novela, una historia. Puedo parecer un héroe, y no sólo un neurótico. Y eso es muy potente.
Hay muchas analogías entre el pensamiento de Lévi-Strauss, que no era muy freudiano, y Freud. Son conservadores ilustrados que retomaron el estudio de los mitos. Lévi-Strauss pensaba acertadamente que Freud había inventado nuevos mitos. Los psicoanalistas, cuanto más se hacen psicólogos y dejan de lado los grandes mitos, más pierden el psicoanálisis. No hay que dejar de lado esa dimensión trágica. Por eso no me gusta para nada el complejo de Edipo, pero me gusta mucho Edipo.
P. Vivimos en la era de la medicalización de los problemas mentales. Sin embargo, muchos psicoanalistas como Darian Leader, siguen defendiendo el método inaugurado por Freud como una manera de resolver el problema de raíz y no simplemente ocultando los síntomas. ¿Es posible hoy en día seguir aplicando sus terapias?
R. Le voy a sorprender. Creo que iremos hasta el final con el fracaso de la medicalización, ya que no se cambia nada más que cuando se ha experimentado. Desde 1960 se ha cambiado de paradigma en EEUU y desde los años ochenta en Europa: estamos convencidos de que todos los problemas psíquicos se pueden solucionar a partir de la biología. Perfecto, que se intente. Me da igual, porque yo no estoy de acuerdo, y lo he dicho. Para muchos compañeros psicoanalistas es difícil porque trabajan en psiquiatría y tienen problemas para sobrevivir, pero no se puede criticar ni impedir a la humanidad experimentar. Antes hablábamos del feminismo. Estamos en un período mundial excesivamente regresivo: crisis económica, tentaciones de curarlo todo con los psicotrópicos… es mundial. Estamos en una regresión democrática, y no hay más que ver el mundo. Pero soy militante, y combato la barbarie. No tengo la impresión de que se pueda impedir a la humanidad ir hasta el final de sus errores para criticarlos.
Freud fabrica mitos formidables, porque en el fondo es mucho más interesante ser Edipo o Aníbal que un enfermo neurótico
Un ejemplo. Para empezar a pensar la cuestión del cambio climático y la defensa del medio ambiente ha tenido que pasar mucho tiempo. Hay personas que ya lo habían dicho en 1950, pero es ahora cuando se toma conciencia de que el planeta está en peligro. Es lo mismo: el mundo entero va a drogarse con psicotrópicos a ultranza. Estoy en contra, después verán los efectos y habrá que corregirlo. No se puede impedir a las personas que se droguen, porque es eficaz, pero el problema no está ahí. El problema es que nos hacen creer que curan. No curan, ayudan. Por lo tanto se ha abandonado el enfoque psíquico porque es caro y menos fácil. Veremos qué pasa, pero el psicoanálisis no puede, como tal, oponerse a ese movimiento mundial.
Donde probablemente los psicoanalistas se equivocan es en no defender intelectualmente la herencia, en no discutir con las neurociencias. Yo lo hago, pero no de la misma forma. Tengo una buena relación con ellos, porque hago Historia. Pero los neurólogos no son antifreudianos, son ámbitos separados. Los más hostiles no son los neurocientíficos, sino los compartimentalistas. Están convencidos de que van a traer la felicidad a la humanidad. Los psiquiatras biologistas también están convencidos de que van a curar todas las enfermedades mentales, pero no funcionará más que el resto. Creo que no hay límite a la experiencia, sólo aprender sobre ello.
Elisabeth Roudinesco. (CC/Beckford) |
P. Para concluir, ¿qué puede aprender el hombre del siglo XXI de la lectura de Freud?
T. No, no se utiliza la cultura. Uno se cultiva. Es como si nos preguntásemos para qué sirve leer a Montaigne o Platón. No sirve para nada. Uno se cultiva y eso nos hace inteligentes. Que haya clínicos que hagan clínica, vale, pero ¿para qué sirve Freud? Para nada. Estamos en una época muy utilitarista. Hoy en día asistimos a un fenómeno terrible, que es que nos preguntamos '¿para qué sirve leer a Tolstói?' ¿Qué se puede responder? Lea a Tolstói, a Freud, lea mi libro, pero no con esa perspectiva utilitarista. Hay que leer a los grandes pensadores porque eso nos hace inteligentes. Si decidimos que no sirve para nada, moriremos idiotas.
P. Si hay algo que quiera añadir, es su momento.
R. Me gustaría que en España se transmita la idea de que Freud no pertenece ni a los psicoanalistas, que durante mucho tiempo se han apropiado de su obra, ni a sus detractores. Y me gustaría que se abriese la cuestión histórica. Me gustaría que la auténtica vuelta a Freud pasara por mi enfoque, por situarlo en su época y en la nuestra para hacer tabla rasa. Puede parecer pretencioso, pero hay que empezar desde cero para dejar de decir tonterías de una incultura total. Hay que releer a Freud y releer la historia, y que cada uno tome lo que quiera. Y es importante para España, porque aquí hay una gran división entre antifreudianos radicales y psicoanalistas dogmáticos (sean lacanianos o freudianos). Es algo mundial, lo hemos visto también en EEUU, y creo que hoy los historiadores que tienen una formación psicoanalítica como yo servimos para releer a Freud de otra manera. Mi procedimiento es el mismo que el de cualquier historiador que escribiría sobre Platón, Aristóteles o la literatura: uno debe situar a los grandes personajes en su tiempo.
¿Quién fue realmente Sigmund Freud?
6 Mayo 2016
JAVIER JIMÉNEZ
Sigmund Freud es una de las figuras más polémicas de la medicina y la psicología modernas. Aún hoy, cuando celebramos el 160 aniversario de su nacimiento, hay gente que lo ama y gente que lo odia .
Y es que Freud, como todas las figuras históricas que han tenido un impacto fuerte en la sociedad, ha dejado de ser una persona y se ha convertido en su personaje. Una lástima, porque con todos sus errores, Freud y su obra han sido elementos muy importantes en el desarrollo del mundo moderno. ¿Quién fue realmente Sigmund Freud?
El hombre que pensó los sueños
Freud nació en 1856 en Príbor, en la actual República Checa. Pocos años después se trasladaron a Viena, donde viviría la mayor parte de su vida y en cuya facultad, pese a las dificultades económicas de su familia, comenzó a estudiar medicina. Se graduó en 1881 y realizó sus primeros trabajos sobre las propiedades anestésicas de la cocaína (lo que le provocó, según cuentan, su propia adicción a ella).
En 1886, tras haber estudiado en París, creó una clínica privada para el tratamiento de la histeria mediante hipnoterapia. Pero a Freud no se le daba bien la hipnosis. Las técnicas hipnóticas requieren un dominio del tono de la voz que nuestro neuropsiquiatra no era capaz de dominar con soltura. Por ello, poco a poco fue abandonando estas técnicas y comenzó a desarrollar técnicas de 'asociación libre' e interpretación de sueños.
En 1899, se publicó La interpretación de los sueños que es considerada la mayor obra de Freud y, aunque evolucionaría mucho con los años, la base sobre la que se levantó el psicoanálisis. Una de las construcciones teóricas más influyentes del siglo XX.
El Tercer Reich lo declaró enemigo público en 1938, sus libros fueron quemados públicamente y aunque él consiguió escapar a Londres, sus hermanas murieron en los campos de concentración. Un año después moriría por un cáncer de paladar en la capital británica.
La verdadera importancia de Freud
El psicoanálisis nunca ha dejado de ser una teoría de la mente del siglo XIX. Pese a la dureza con la que se le trató intentaba solucionar problemas clínicos y sufrimientos reales que en ese momento no tenían respuesta ni desde la medicina ni desde ninguna otra disciplina científica. Pero aunque sus intenciones eran buenas, no fue suficiente con ellas.
Freud no fue ni Copérnico ni Darwin como él hubiera deseado. Nunca fue el revolucionario científico que siempre quiso ser. Fue otra cosa: es curioso que aunque el psiquiatra austriaco nunca recibió el nobel de medicina, sí ganó el Goethe de literatura.
Como dice uno de sus lectores más interesantes, Harold Bloom, Freud encontró una nueva forma de hablar del ser humano que empezaba a surgir a finales del XIX y principios del XX. En cierta forma el psicoanálisis fue los ruedines de bicicleta de la psicología y la neurociencia: fue fundamental de cara a romper tabús y empezar a pensar en el ser humano de forma científica, pero cuando la ciencia empezó a trabajar no sólo se volvió innecesario sino que supuso un fuerte impedimento al desarrollo de la misma.
CRÍTICA:MICHEL ONFRAY - FREUD. EL CREPÚSCULO DE UN ÍDOLO | LIBROS | ENSAYO
Una mitología poderosa
ISIDORO REGUERA
Ensayo. Onfray nos vuelve a recordar, brillantemente, las debilidades de Freud y de su pensamiento, que al parecer son las mismas. Ya desde Wittgenstein la mayoría están claras, Onfray les añade detalles, habilidad y picardía. Y ya el libro de Louis Breger, Freud, el genio y sus sombras (Vergara) las analizaba espléndidamente hace diez años. (Curioso que Onfray no lo cite en su abundante y comentada bibliografía). Lo sorprendente del pensamiento de Freud es que una psicopatología se haya tomado -por impulso inicial de su creador y sus discípulos- como una filosofía general de vida o una cosmovisión, incluso como una especie de religión. "Es un lugar común que todos hablamos hoy día en lenguaje freudiano, lo reconozcamos o no", dice con razón Peter Gay, cuyo libro Freud. Vida y legado de un precursor (1988) reedita ahora Paidós y sigue pasando como la biografía canónica de Freud: sin la hagiografía acrítica de Jones y sin la crítica considerada de Breger. Onfray es menos considerado, también con Gay, del que no reconoce más que una "fina dialéctica" para mantener lo mismo que Jones en el fondo. Desde luego Freud nunca tuvo a la naturaleza humana tumbada en su diván, aunque a veces parezca que sí. Se da a Freud, entre los "probos" y cultos de este mundo, una importancia que en otros no tiene. Si en éste no fuera un ídolo no sería crepuscular, y viceversa. De modo que al freudiano no le afectan de verdad críticas como las de este libro y al no freudiano simplemente le hacen gracia. Porque la tienen: al final no se entiende cómo un gran hombre era tan pequeño (merecedor de una "bella letanía" de "legítimos reproches": mentiroso, falsario, plagiario, simulador, propagandista, respetuoso simpatizante de dictadores, padre incestuoso, obsesionado con el sexo, los honores, el dinero, etcétera) o cómo un ser así pasa por ser un gran hombre; y, además, muchas de ellas conllevan detalles escabrosos... Onfray mismo peca repetidamente de freudiano: hace interpretaciones de Freud tan enrevesadas como las que acostumbraba el propio Freud, y sobre las que Onfray comprensiblemente ironiza. Curioso, pero no por ello deja de ser interesante este libro, al contrario, sobre todo si su propio morbo seductor (o rigor, si se quiere) se asimila también con unas pizcas de ironía. Hay que leerlo. ¿Qué críticas? Tampoco es tan original Freud: su psicoanálisis pertenece al ámbito de la psicología literaria, su inconsciente tiene honduras filosóficas bien claras. Es muy parcial: sin duda que los incidentes de la vida cotidiana y los sueños, las vías privilegiadas al inconsciente, tienen sentido, pero no en una perspectiva estrictamente libidinal y edípica. No es ciencia lo que hace: no pertenece al ámbito de la observación clínica, cuyos resultados Freud incluso falseó a veces para que coincidieran con sus inspiraciones; y la terapia psicoanalítica no cura psicopatologías, es una rama del pensamiento mágico y funciona nada más como efecto placebo. El psicoanálisis procede de la autobiografía de su inventor y vale para comprenderlo a él, y sólo a él, que habría transformado sus fantasías personales en verdades científicas universales: el complejo de Edipo, la piedra angular del sistema, no es universal, sólo manifiesta el deseo infantil de Freud, y sólo de él, por su madre. Es el "problema de un hombre, uno solo, que logra neurotizar a la humanidad entera con la loca esperanza de que su neurosis le parezca más fácil de tolerar, más ligera, menos penosa, una vez extendida a los límites del cosmos". En general: el mundo de Freud habría sido un mundo mítico y mágico. "Un universo de mitos, fábulas, ficciones, fantasmas", como si no se hubiera enterado de lo que sucedía fuera de su consultorio de la Berggasse. El país de las maravillas de una Alicia perversa, diríamos: "La farándula freudiana da vida a imágenes de un padre a quien hay que matar, deseos de acostarse con la madre, anhelos de incesto, apetencias homicidas, pruritos masturbatorios, úteros enloquecidos, escenas de padres en plena copulación, lactantes onanistas, banquetes caníbales, sueños en anamorfosis, niños golpeados". Etcétera. Freud, pues, no habría sido ningún racionalista ilustrado, más bien todo lo contrario. Wittgenstein sentenció hace mucho: Freud, fascinante pero no un grande; el psicoanálisis: una mitología poderosa.
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La pensadora e historiadora de la psiquiatría y del psicoanálisis, Élisabeth Roudinesco, plantea en “¿Por qué tanto odio?” un meticuloso debate y una exquisita respuesta intelectual al embate que Michel Onfray realiza contra Freud en su libro “El crepúsculo de un ídolo. La fabulación freudiana”. La autora intenta desmontar planteos que Onfray realiza y que ella define como falaces, basados en errores, con tergiversaciones no inocentes, al servicio de su ideología antifreudiana. Esta no es una afirmación gratuita y exagerada; Onfray describe a un Freud que, entre otras características, es reaccionario, misógino, homofóbico, incestuoso, corruptor de menores, admirador de Hitler y de Mussolini y alguien “amoral” que ha tenido un hijo con su cuñada en 1923 (¡cuando ella tenía 58 años!). Roudinesco lo acusa de tomar mitos sobre Freud como verdades incontrastables y de crear con ellos una impostura; lo describe como alguien que “proyecta sobre el objeto odiado sus propias obsesiones –los judíos, el sexo perverso, los complots- al punto de hacer de Freud un doble invertido en sí mismo, y del psicoanálisis la expresión de una autobiografía de su fundador transformado en fabulador. Frente a este alter ego enviado al infierno, el autor se ve a sí mismo como un libertador que ha venido a liberar al pueblo francés de su creencia en un ídolo del que anuncia su crepúsculo” (pág. 19). La autora entiende a “El Crepúsculo…” como un libro-síntoma de Onfray, en el que las falacias, rumores y obsesiones tomaron el lugar del pensamiento y la argumentación metódica; paradójicamente, trabajo específico de un filósofo. Pero el principal objetivo de esta publicación es intentar entender por qué la obra freudiana continúa despertando semejantes pasiones. En esta tarea también colaboran “otras voces”: Guillaume Mazeau, Christian Godin, Franck Lelièvre, Pierre Delion y Roland Gori. Desde sus inicios, el psicoanálisis despertó fuertes oposiciones y resistencias, ya sea por su teoría sobre la sexualidad, por el descubrimiento y desarrollos sobre el lugar y funcionamiento del Inconsciente en el sujeto, por su concepción sobre las pulsiones de muerte, etc. Roudinesco intenta dar cuenta de las complejidades del pensamiento freudiano, poseedor de contradicciones internas, pero generador también de sus propios recursos metódicos a fin de sostener una de las teorizaciones más revolucionarias que produjo la humanidad para explicar y transformar los fenómenos psíquicos. Onfray no solo no discute la actitud epistemológica de Freud, sino que tampoco discute el modelo, lo verdaderamente revolucionario; modelos metapsicológicos en revisión permanente, con teorías que Freud nunca considera completas y que se ofrecen permanentemente a su falsación en la clínica. Es en este terreno donde debe dirimirse la batalla: entre el método, los conceptos explicativos de la conducta humana, la teorización sobre el funcionamiento psíquico y la constatación constante en el campo clínico. En plena época de las ciencias al servició de la mercadotecnia, en pos del consumo, Onfray no discute la eficacia del método freudiano, discute al productor de este discurso. Y esto es lo que Elisabeth Roudinesco intenta desenmascarar eficazmente en este libro. https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=1556660987791068281#editor/target=post;postID=6253208342897155141 El asesinato enmascarado del psicoanálisis1 Por: Nathalie Jaudel En un número ya antiguo de la revista Diógenes, Marc Fumaroli deploraba la sustitución de las biografías de “Vidas” por las “científicas”. De la biografía erudita, decía: “El Grand Condé ya no es el Grand Condé, sino un producto de la vieja sociedad feudal fraguado con el empuje de la monarquía administrativa y, más exactamente todavía, es ese soldado que se imagina vadear el Rhin, pero al que el sentido de la historia arrastra, simple ocasión para que el historiador mida el estiaje del río y su velocidad.”[2] Desacreditar a los grandes hombres Me gustaría examinar la lógica de lo escrito por Elisabeth Roudinesco en la biografía de Lacan y después en la de Freud. Se trata de una operación en varios tiempos. No consiste solamente en una propuesta para desacreditar los estatutos de grandes hombres. Después de todo no eran semi-dioses, y en lo que concierne al primero de ellos, Jacques-Alain Miller ha señalado, a propósito del Crepúsculo de un ídolo de Michel Onfray, que la sacralización llevaba necesariamente a consecuencias agresivas y a la demonización como respuesta.(3) Lo importante es que lo que está en juego es un empeño por desacreditar sus obras, de tirar por el suelo la base misma sobre la que su pensamiento se ha elaborado. Tiempo 1, la biografía de Lacan: De lo que allí se trataba, como yo intenté demostrar en La leyenda negra de Jacques Lacan (4) era hacer resplandecer el brillo del primer Lacan –el del Nombre-del-Padre y el del retorno a Freud- para reducir mejor a nada la totalidad de su enseñanza después de 1965. Tiempo 2, la biografía de Freud (5): La primera lectura me ha impuesto la idea de que el objetivo de Élisabeth Roudinesco era eliminar a Lacan. No solamente la persona de Lacan (incluso aunque no le dedique más que un párrafo y, en notas, algunas menciones más o menos evaluadas de lo que aporta su lectura de Freud) sino mucho más allá, hacer imposible toda lectura lacaniana de la obra de Freud. Me explico: haciendo del inconsciente freudiano “el mundo subterráneo del caos y de los Titanes” [287] y de Freud un personaje gótico obsesionado por el ocultismo y lo irracional, salido directamente de Wuthering Heights, un romántico oscuro descendiente de las Luces tenebrosas, atrapado entre el ideal de la ciencia y lo que ella llama, en innumerables ocasiones, su “capacidad de dejarse hechizar por lo demoníaco, lo oculto, lo pharmakon y lo Unheinlich” [269], un hombre "encantado por la utopía telepática” [315],”desafiando las fuerzas oscuras propias de la humanidad para esclarecer los poderes subterráneos con el riesgo de perderse por allí.” 360¨], Elisabeth Roudinesco socaba minuciosamente todo lo que desde el inicio de su enseñanza, Jacques Lacan nos ha enseñado a valorar en la invención freudiana, es decir, el haber sacado el inconsciente de su caparazón romántico-mesmeriano para definir las leyes rigurosas de su funcionamiento. Incluso Jean-Bertrand Pontalis reconocía que el inconsciente freudiano no tenía nada que ver con el que se había definido antes: “El inconsciente freudiano no es el de los románticos o el de los místicos, ni el inconsciente cerebral. Tiene sus reglas de funcionamiento e incluso su lógica, produce fenómenos, de los que el sueño es el prototipo; es legible.”(6) Si, como nos dice Lacan, “Freud, de vez en cuando, se dejaba emocionar por los fenómenos psy” (7), poner esta tentación en un lugar central, es como eliminar la función de la palabra, y el campo del lenguaje. Eso es negarse a ver que no cesó de diferenciar el psicoanálisis de esos fenómenos (8) y que declaró a Jung que su teoría de la sexualidad era la única barrera posible contra “la marea de lodo negro del ocultismo”. (9). Desacreditar sus obras Describiéndole su proyecto a Marcel Gauchet, Élisabeth Roudinesco pretendía estar falsamente en contra de un doble movimiento: de un lado de los psicoanalistas que “rechazan examinar los hechos históricos y machacan los escritos históricos de Freud como un texto sagrado” y que cuando se interesan por su vida se dejan llevar por “interpretaciones totalmente azarosas”. Del otro, los antifreudianos, sobre todo d‟Onfray, que se dedicarían a los “ejercicios de destrucción repletos de errores de hecho” (10). No es erróneo decir que los psicoanalistas abordan los textos freudianos como textos sagrados, pero a condición de acordarse de que un texto sagrado es un texto que tiene reglas de lectura y de interpretación totalmente particulares, las cuales comportan claramente una atención extrema a la letra (11). Freud recomendaba algunas veces tomar los sueños como un texto sagrado. (12). Y en lo que concierne a las interpretaciones psicoanalíticas azarosas, es cierto que hay que desconfiar. Pero ¿quién ha escrito, por ejemplo, que “Lucian Freud tenía una relación casi-animalista con el cuerpo fantaseado de su abuelo” [518]? ¿Quién afirma que “eligiendo leer La piel de zapa en el portal de su muerte se confrontaba claramente a la imagen de su cuerpo descompuesto y a la agonía por inanición, sobre todo mostraba ante nuestra mirada la historia de una mala vida que hubiera podido ser la suya si él no hubiera sobrevivido a su combate contra el mismo” [512]? ¿Quién sostiene que “con apenas 40 años y sufriendo a veces de impotencia, [Freud renuncia] a toda relación carnal” [68], siendo “curioso que se librara de esta experiencia que excitaba su imaginación”? ¿Quién no vacila al declarar que “Freud busca con Marie Bonaparte una de las curas más logradas de su práctica” incluso “[sufriendo] el mismo dolorosas intervenciones, no tuvo los medios, en tal situación transferencial, para interpretar el goce experimentado por Marie al recurrir al bisturí” [389-390]? ¿Quién elucubra sobre el teléfono instalado por Berggasse en los apartamentos de Dorothy Burlingham y de Anna Freud haciendo “una asombrosa puesta en acto de la utopía telepática que atormentaba, en esta época perturbada, el imaginario de Freud y Ferenczi” [315]? Y ¿no habría tenido Elisabeth Roudinesco mejor inspiración que tratar la obra de Freud como un texto sagrado, y que escribir que “Malestar en la civilización” era un “Himno al amor, al progreso, a la ciencia y a la República platónica” [430]? ¿Que su “ambición Metapsicológica” no tuvo “jamás otra utilidad que la de servir de barrera a algunas propuestas de psicologización del psicoanálisis” [230]? ¿Que el psicoanálisis es una “terapéutica de la confesión” [103], situada en parte en un lugar extraño “entre saber racional e idea salvaje, entre medicina del alma y técnica de la confesión, entre mitología y práctica terapéutica” [108]? ¿Que si forja, a propósito de la sexualidad femenina, el sintagma “continente negro” es a razón de su pavor ante la sexualidad femenina, de la que declaraba especialmente: “cierto temor ante los chow-chows negros que le hacían “haber nacido negro” [379]? ¿Que el psicoanálisis trata las neurosis y no las psicosis y que en el fondo su eficacia no es comprobada más que “por los grandes burgueses intelectuales que arrastraban su melancolía por los sanatorios de la Europa de la Belle-Epoque”. (13)? Destruir el psicoanálisis Me di cuenta de que lo que aquí estaba en juego era otra cosa que impedir la lectura lacaniana de Freud: se trata simplemente de destruir el psicoanálisis mismo. Con el pretexto de “historizar” la cuestión es ordenarlo entre los fenómenos históricos en el magazín de los accesorios. Elisabeth Roudinesco pretende oponerse a Onfray, pero hace exactamente lo contrario: restableciendo la verdad histórica con ciertos excesos, en realidad dice lo mismo que él. Aún peor, niega al psicoanálisis toda actualidad. Veo como prueba de ello la elección misma del título: Freud en su tiempo y en el nuestro. Si bien la cuestión es contextualizarlo “en su tiempo” según la moda que denunciaba Fumaroli a propósito del Gran Condé (judío vienés hijo de las luces alemanas que inventa una extraña modernidad fundada en el retorno al pasado ancestral) ni una palabra dedicada a “en el nuestro”. También se declara silenciosamente el objetivo buscado: Freud, en nuestro tiempo es representado por el historiador por un…agujero. El autor de lo que ella llama “revolución de la intimidad” sin darle más contenido que el de una vasta y blanda cosa que chapotea en la frontera entre mitología y ocultismo, colocada, en efecto, en su tiempo, pero para relegarla y dejarla morir y en ningún caso para enseñarnos sobre lo que la práctica que él ha inventado guarda de actualidad, de modernidad, de subversión inacabada. Tal y como ella ha declarado recientemente a los Inrocks, “los psys de hoy, deberían hacer lo contrario de lo que de alguna manera hacía Freud: demandar a sus pacientes lo que pensaban de sus sueños, y escuchar, con empatía. […] Preconizo el retorno a las curas cortas para las neurosis, con los psicoanalistas que hablan y no permanecen mudos o arrogantes con sentencias incomprensibles en lugar de interpretaciones.” (14) Esta es la versión Roudinesco de la “Gran sustitución”: la del psicoanálisis por una vaga terapia empático-charlatana. Como ha escrito, en el site Edipe, nuestro colega Dominique Chancé: “Las curas son casi siempre un „fiasco‟ o medio-fracasos porque Freud no ve esto ni aquello, olvida, está ciego, etc. […] Se pregunta, finalmente, porque el psicoanálisis es un descubrimiento tan importante y genial, después de tantos errores y fracasos, de sombras y de locura, con todo el romanticismo negro, las fascinaciones faustianas” (15). He aquí mi hipótesis: si las biografía de Lacan y de Freud de Roudinesco tuvieron tanto éxito, si últimamente recogió tantos premios, quién en esta época que no lleva el psicoanálisis en su corazón, es porque subrepticiamente se ha puesto a la cabeza de la SAMCDA –la Sociedad de Asistencia Mutua Contra el Discurso Analítico (16). Notas: Esta intervención fue pronunciada en el Seminario de la Regla del Juego, “Freud, Lacan: como escribir sus biografía”, con Nathalie Jaudel, Éric Laurent, René Major et Catherine Millot, el 25 enero de 2015. Se citan entre corchetes las páginas del libro de Roudinesco. o disponible en el site: http://laregledujeu.org/2015/01/30/18887/video-freud-lacan-comment-ecrire-leursbiographies/ Leer también la intervencion de C. Millot en LQ 484 : « Du mésusage du témoignage ». 1 : Este título está inspirado por el libro de Agnès Aflalo, L’Assassinat manqué de la psychanalyse, Nantes, Éd. Cécile Defaut, 2009. 2 : Marc Fumaroli, «Des “Vies” à la biographie : le crépuscule du Parnasse», Diogène, n°139, «La biographie», 1987, p. 15. 3 : Cf. Jacques-Alain Miller, « Communiqué à propos du Crépuscule d‟une idole », 15 avril 2010. 4 : Nathalie Jaudel, La Légende noire de Jacques Lacan. Elisabeth Roudinesco et sa mé thode historique, Paris, Navarin–Le Champ freudien, 2014. 5 : Elisabeth Roudinesco, Sigmund Freud en son temps et dans le nôtre, Paris, Seuil, 2014. 6 : Jean-Bertrand Pontalis, «La route du lointain» in Sigmund Freud, Sigmund Freud présenté par lui-même, Paris, Gallimard, Folio bilingue, 2003, p. 14. 7 : Jacques Lacan, Le Séminaire, livre XXIV, «L í nsu que sait de l ú ne-bévue s á ile à mourre», leçon du 15 février 1977, inédit. 8 : Por ejemplo, Ernest Jones, La Vie et l’œuvre de Freud, III, PUF, p. 447-448 : “Cuando se alega ante usted que he caído en el pecado, responda calmadamente que mi conversión a la telepatía es un asunto personal, como el hecho de que sea judío, que fume con pasión, así como otras cosas más, y que el tema de la telepatía es, por esencia, ajeno al psicoanálisis”. Cf. igualmente, Jacques Lacan, Le Séminaire, livre XXI, « Les non dupes errent », leçon du 20 novembre 1973, inédit. 9 : Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Correspondance 1906-1914, Paris, Gallimard, 1992, note 5, p. 293. 10 : «Désacraliser Freud», entretien entre Elisabeth Roudinesco et Marcel Gauchet, Le Nouvel Observateur, n° 2600, 4 septembre 2014, p. 77. 11 : Cf. Jacques Lacan, Le Séminaire, livre II, Le Moi dans la théorie de Freud et dans la technique psychanalytique, Paris, Seuil, 1978, p. 152. 12 : Cf. Sigmund Freud, L’Interpré tation des rêves, Paris, PUF, 1976, p. 437. 13 : «Désacraliser Freud», op. cit., p. 77-78. 14 : Elisabeth Roudinesco, «Freud a construit un mouvement des Lumières», propos recueillis par Jean-Marie Durand, Les Inrocks, n° 981, 17 septembre 2014. 15: La recension de Sigmund Freud, en son temps et dans le nôtre por Dominique Chancé está disponible sur www.oedipe.org/fr/prixoedipe/2015/roudinesco 16 : Cf. Jacques Lacan, «Télévision», Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 519. (Traducción de: Maricruz Alba) http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-491_3.pdf |
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