Sombras en el circuito cerrado medio millón de cámaras de vigilancia


El señor S. lleva una vida de fantasma silencioso. Cada vez que sale de su casa, pasea por las calles, o se sube en el autobús, varias decenas de cámaras registran cada uno de sus movimientos. Un realizador cargado de paciencia podría reconstruir su biografía cortando y pegando los pedazos de esa vida paralela que traza cada día en los monitores, cuando pasa por delante de las tiendas, los bancos o los ojos que la policía de Londres tiene en cada esquina.
La capital británica cuenta con alrededor de medio millón de cámaras de vigilancia, de las que unas 10.000 pertenecen a la policía metropolitana. El resto han sido colocadas por empresas, tenderos o compañías de transporte. Reino Unido es hoy día el país más vigilado del mundo con casi cinco millones de cámaras, lo que equivale a alrededor de una cámara por cada 12 habitantes.
El pasado mes de junio, en la localidad de Northampton, una pareja que intentaba practicar sexo en la vía pública fue sorprendida por una voz fría y lejana, como venida del más allá:
- Depongan su actitud y circulen.
Los dos protagonistas salieron escopetados y todavía se están recuperando del susto.
Las cámaras británicas no solo tienen la capacidad de hablar (se han colocado altavoces en lugares estratégicos) sino que algunas cuentan con sofisticados sistemas para “prevenir” el delito. En Portsmouth, por ejemplo, se está probando un programa informático que permite detectar el crimen antes de que se cometa, como en aquella pesadilla futurista de Minority Report.
Como resulta imposible seguir todas y cada una de las grabaciones, el ordenador detecta los movimientos inesperados de los transeúntes (cuando aceleran el paso, caminan más despacio o se detienen a hablar con otro sujeto) y envía una alerta a los vigilantes, por si los protagonistas estuvieran infringiendo alguna ley.
En la misma línea, científicos de la Universidad de Portsmouth están trabajando en un sistema que detecte los sonidos sospechosos, como la rotura de un cristal o la alarma de un coche. El sistema es capaz de aprender a escuchar, así que no hace falta tener mucha imaginación para pensar que, en malas manos, puede ser programado para escuchar las conversaciones y monitorizar a aquellos ciudadanos que hablen de asuntos inconvenientes o pronuncien determinadas palabras.
Por si el asunto no resultaba suficientemente escalofriante, la empresa Internet Eyes anunciaba hace unos días la puesta en marcha de un sistema que invita a los usuarios a participar desde sus casas en la vigilancia. Sentados cómodamente frente al ordenador, los participantes observan las imágenes tomadas en comercios, bares u oficinas durante las 24 horas del día y avisan a la central si detectan algún comportamiento “sospechoso”. Aquellos que ayuden evitar un delito serán recompensados por las horas de vigilancia y optarán cada mes a un premio de hasta 1.000 libras.
Cuando se publicó, hace unos años, que en los alrededores de la antigua casa de George Orwell en Londres había más de treinta cámaras de vigilancia, algunos ciudadanos, como el señor S., apenas le dieron importancia. Tampoco se alarmaron demasiado cuando se supo que las autoridades de Poole Borough habían utilizado las cámaras para vigilar a un matrimonio y sus tres hijos, a los que siguieron durante días para comprobar si realmente vivían cerca de la escuela para la que pedían una plaza.
“¿Qué tiene que temer alguien como yo, que nunca ha infringido la ley ni piensa hacerlo?”, pensó entonces el señor S. Como él, algunos confiados ciudadanos del barrio londinense de Croydon acaban de permitir a la policía que coloque cámaras de seguridad dentro de sus casas con el objeto de vigilar las conductas antisociales de los vecinos. De momento, las cámaras están camufladas en las ventanas y vigilan lo que sucede fuera. Que se den la vuelta, y empiecen a mirar hacia dentro, es sólo cuestión de tiempo.
Antonio Martínez Ron | 23 de noviembre de 2009

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