Noches Blancas (1957) - Luchino Visconti Obra Maestra Película completa









Título original
Le notti bianche
Año
Duración
97 min.
País
 Italia
Dirección
Guion
Suso Cecchi d'Amico, Luchino Visconti (Novela: Fedor Dostoievski)
Música
Nino Rota
Fotografía
Giuseppe Rotunno (B&W)
Reparto
, , , , , 
Productora
Coproducción Italia-Francia; Vides Cinematografica / Intermondia Films / Cinematografica Associati
Género
RomanceDrama | Drama romántico
Grupos
Adaptaciones de Fiódor Dostoievski
Sinopsis
En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su corazón al misterioso forastero. Adaptación cinematográfica de la novela homónima de Dostoievski. (FILMAFFINITY)
Premios
1957: Venecia: León de Plata


Noches Blancas (1957) - Luchino Visconti

El excepcional Luchino Visconti nos presenta una estupenda cinta, que se sitúa entre dos momentos, sus iniciales trabajos neorrealistas, y su posterior estilo de distinta directriz y depuración. Ossessione (1943) y La Terra Trema (1948), los exponentes que mejor encajan en el mencionado primer movimiento italiano, han quedado atrás, y si bien Visconti se sitúa siempre entre los más ilustres representantes neorrealistas, su estilo fue notablemente diferenciado a los otros dos gigantes referentes, Vittorio De Asica y Roberto Rossellini. Siendo su estilo diferenciado, y habiendo quedado atrás su etapa neorrealista, el presente ejercicio comentado, Le Notti Bianche, es un trabajo excelente, en el que aún quedan algunos resquicios de su inicial etapa, pero en la que ya comienza a tomar nuevos senderos. Basándose en la conocida novela corta del gran Fedor Dostoievski, narra a su particular manera la historia de un solitario individuo, que toda su vida ha vivido solo, aislado de la gente, sin conocer el amor, y menos la felicidad, y que ve modificada su solitaria existencia cuando conoce a una bella jovencita, con la que parece que al fin se pondrá fin a su soledad, con la que parece que su mutua compañía será a la vez mutuo alivio, pero con lo que no cuenta es que ella ya tiene dueño, un misterioso individuo al que ella esperará incansablemente. La historia, con la salvedad del cambio cultural de una cultura rusa a la italiana, que abordaré posteriormente, está interpretada remarcablemente por el genial Marcello Mastroianni, la bella Maria Schell, y el legendario francés Jean Marais, en una cinta definitivamente imperdible, recomendable y muy disfrutable.
          

La historia se inicia en territorio italiano, no especificado cuál, es una fría noche, en la que un personaje (Mastroianni) camina, deambula solitariamente por la calle, parece buscar compañía, sin encontrarla, completamente solo, hasta que pasa por un puente, y estando debajo del mismo, avista a una mujer (Schell), solitaria también, que solloza. El hombre se acerca a la dama, e inesperadamente son hostigados por patanes en motocicleta, de quienes él la defiende. Reacia al inicio, el hombre consigue persuadirla de acompañarla a su casa la cual está muy cerca al puente, e incluso se citan para el día siguiente. Curiosamente, cuando él se ha retirado, ella sale nuevamente al puente, como esperando algo. Después, el hombre, Mario, despierta en la pensión donde vive solo, y su único contacto es la gritona casera. En la noche, cercana la hora de la cita, Mario avista a la joven, que lo espía clandestinamente, y luego escapa de él, llegando al extremo de ocultarse en un gallinero, pero Mario logra hallarla. Indignado, Mario desea irse, pero la chica le pide disculpas, y entablan conversación. Se llama Natalia, vive con su abuela desde niña, y afirma que espera a alguien, llora por un hombre que no llega, mientras le cuenta su historia. De origen eslavo, una vez acomodadas, ahora vive solo con su abuela, rentando habitaciones. Uno de los inquilinos fue un sujeto que la deslumbró completamente, ella incluso entró a su cuarto, quería saber más de él, aunque casi siempre permanezca muda. El personaje misterioso también se siente atraído por ella, y la lleva con su abuela a la ópera.




Ella sigue embelesada, y entablan una muda pero intensa relación, que se ve amenazada cuando al día siguiente, él afirma que debe marcharse, debe irse por un año, y que si al volver, ella sigue dispuesta, podrán consumar su amor. Mario es ahora su amigo confidente, pero él la ama, y va perdiendo la paciencia por una espera interminable, la convence de escribirle una carta, pues, inauditamente, ella hasta sabe dónde vive, pero está esperando que él dé el primer paso, y Mario afirma que él mismo llevará la misiva. Pero Mario rompe la carta, nunca la entrega, y no siente ningún remordimiento por ello. Luego, a la siguiente noche, es él quien la evita, pero se encuentran nuevamente, y tras dejar atrás inhibiciones, ríen, y van a un bar, donde realizan un frenético e intenso baile. Después, finalmente parece que la pareja se consolida, Mario parece plenamente feliz, e incluso ella también, pero de pronto, ella se aparta de él, se desvanece, insiste con su interminable espera de su inquilino, le pide a Mario que se marche. Mario se harta, pierde la paciencia y se va, busca refugio inútilmente en una mujer de la calle. Más tarde, esa misma noche, vuelven a encontrarse, y ella parece finalmente abrir los ojos, entiende que no vendrá su amado inquilino, pasean en bote con Mario, que al fin cree encontrar la felicidad, e incluso nieva. Cuando todo parece perfecto, de pronto aparece el inquilino, que al fin regresó, y ella, sin dudarlo demasiado, se va con él, dejando nuevamente solo al solitario y resignado Mario.




Terminada la acción de la cinta, procederé a comentar primero los aspectos técnicos del filme, en el que resalta nítidamente, la estupendamente bella escenografía, repleta de poderosos claroscuros, fuertes contrastes de blanco y negro que genera una atmósfera surreal, de ensueño, una ciudad onírica que Visconti se encarga de generar magistralmente, hace un uso maestro de difuminación, la omnipresente niebla, la perenne bruma, lo ocupan todo, lo cubren todo, que gradualmente se funden con la oscuridad, y también nos plasman ese mundo que parece un sueño. Y ciertamente es un enigma, pues la ciudad nunca es determinada, si bien he leído alguna tentativa de identificarla como Livorno, el ambiente de los canales, las perennes aguas en movimiento, los botes a modo de rústicas góndolas, le dan inevitablemente un pintoresco y bohemio toque de Venecia, incrementando el atractivo y misterio de la ciudad, y de la película. A ese ambiente de envolvente ensueño, colabora decididamente un juego de luces y sombras tan inteligente como poderoso, en el que las sombras generalmente lo ocupan todo, generando los fuertes contrastes mencionados con las luces, pero un detalle singularmente impresionante es la forma en que las sombras se vuelven móviles, como es el caso del momento clímax, cuando Mario le declara fervientemente su amor a Natalia, es entonces que vemos, literalmente, a las sombras de la ciudad moverse, mecerse, delirantes movimientos que convierten a la ciudad en un auténtico espectáculo surreal, cual onírica alucinación, pues hasta se mueven para generar imposibles proyecciones, se mueven hasta para reflejar el agua de los canales, reflejos también dinámicos, es un trabajo de ambientación estupendo, remarcable. Otro elemento que colabora a una atmósfera casi irreal del filme es la delgada y por momentos inexistente línea divisoria entre realidad y recuerdo, entre pasado y presente, que por momentos se fusionan, excelentes transiciones del presente a recuerdos, parecen planos indivisibles, pues vemos una misma habitación que alberga ambos tiempos, o a Natalia hablándole al inquilino, y en la misma secuencia, sollozar en el hombro de Mario, fusión temporal que potencia la irrealidad, lo surreal del filme.




Mencionadas las maestrías de la puesta en escena, es pertinente señalar que toda la cinta fue rodada completamente en estudio, la maravillosa ciudad onírica y todos los efectos de ese envolvente ambiente surreal fueron fabricados artificialmente, hecho que distancia un mundo entero al filme del neorrealismo, y es clara muestra de uno de los detalles que vuelven a Visconti un neorrealista sumamente complejo, distinto y diferenciado de los demás, y al que los críticos dedicaron no pocas líneas estudiando. Abordando ahora las interpretaciones de los protagonistas, mencionaré antes que nada que lo que se está presenciando es una versionada italiana de una historia rusa, es más que obvio que, la transición de una cultura a otra, implicará modificaciones sensibles, expresivas, y lo que más interesa en este caso, culturales e interpretativas actoralmente, puesto que se reemplaza la gélida naturaleza humana del gigante país ruso, por el fuego del alma latina italiana, es natural que, el personaje frío y completamente melancólico de Mario en la novela de Dostoievski, no sea el más adecuado para un actor de las características histriónicas de Mastroianni, sin que esto signifique que su actuación sea floja, ni mucho menos. Simplemente la diferencia y distancia de una cultura a otra hace más que evidente que el personaje sufrirá también modificaciones, menciono esto por alguna crítica que he leído a la representación del genial Marcelo, pues, repito, es obvio que interpreta una versión italianizada de Mario, no se debe cometer el error de atizarle extremas gesticulaciones, o fuego intenso, pues evidentemente es una versión italiana, de una historia rusa. Dicho todo esto, la actuación de Mastroianni me parece más que aceptable, una de sus primeras actuaciones serias, empezando a ganarse a la crítica y a los directores, el italiano es excelente en su papel del solitario en busca de amor, completamente cegado por su necesidad de felicidad, de compañía, la misma que lo lleva a  luchar por un amor que será imposible.






Un caso completamente diferente me parece el de Maria Schell, encantadora y juvenil, que en ese aspecto sí que encaja con el papel de Natalia, pero a la que sí considero que se le puede acusar de excesivas sonrisas, excesivas realmente, y quizás la actriz lo hizo para realzar las características de un personaje con evidentes desequilibrios emocionales, que se traducen en súbitos desórdenes y cambios de actitudes, yendo de un extremo a otro, casi bipolar, escondiéndose en un gallinero, para segundos después caminar con el pobre Mario, y por supuesto, sin perder jamás esa demasiado omnipresente sonrisa. Cierto es que se trata de un personaje de una jovencita, ingenua, insegura, que vive, literalmente pegada a las faldas de su abuela, y esa inexperiencia es la que la convierte en un ser tan maleable y voluble, sin embargo, considero que la Schell pudo haberle dado otra dimensión al personaje, sin la necesidad de estirar el rostro de oreja a oreja tan a menudo. Para terminar con el apartado de actores, completa el tándem el excelente actor francés Jean Marais, que aunque aparece efímeramente, sin duda realza la cinta, con su distinguida presencia, y claro, su actuación, el misterioso, lejano y casi hierático inquilino que tiene más que embelesada a Natalia, completando un triángulo amoroso donde siempre tuvo las de ganar. Para terminar, hay una secuencia que resalta entre las demás, la secuencia del frenético y salvaje baile de Mario, en un ambiente en el que todos son jóvenes, vestidos informalmente, todos bailan como en un ritual sin palabras, en el que irrumpe un al inicio inseguro Mario, y ahí es que vemos al genial Mastroianni, en una competencia sexual, desafiando a la juventud, silencioso ritual de cortejo, que realiza algo torpe, histérico, explosivo, se cae, se levanta, brinca, marca su territorio, y se lleva a su chica. Minutos animalescos, donde la canción "Thirteen Woman", de Bill Haley ambienta auditivamente de excelente forma tan singular e intenso momento, un tema de rock bohemio y sensual. Necesaria cinta para el buen cinéfilo, no solo para el fanático de Visconti, sino el del buen cine, en una estupenda adaptación de una buena novela. Imperdible.











NOCHES BLANCAS: DÓNDE HABITA LA SOLEDAD



Fiodor Dostoievski (1821 - 1881) es uno de los grandes escritores de la historia, entre sus grandes obras podemos encontrar la mítica Crimen y castigoEl idiotaLos hermanos KaramazovHumillados y ofendidos, etc. Varios directores han tratado de llevar sus obras al cine - algunos han logrado crear ese sublime universo y otros no - entre ellos podemos encontrar a Josef Von SternbergAki KaurismakiGeorges Lampin, Pierre Chenal (entre otros) que realizaron su versión de Crimen y castigo (entre ellos también podemos nombrar a Woody Allen en Match Point en la cuál realizó una libre interpretación de Crimen y castigoRichard Brooks también llevo al cine Los hermanos Karamazov y Akira Kurosawa El idiota... y así podríamos continuar con una larga lista. Noches blancas es una novela corta que Dostoievski escribió en el año 1848 y su título proviene del fenómeno que acontece durante el solsticio de verano en el mes de Julio - específicamente en las áreas de latitud alta - periodo en el cual las puestas de sol son tardías, los amaneceres más temprano, por lo tanto la oscuridad nunca es completa. La historia ocurre durante ese período. De esta novela se pueden encontrar tres versiones cinematográficas, la del maestro Robert Bresson (Cuatro noches de un soñador - 1971), la libre interpretación del director Hindú Sanjay Leela Bhansali (Saawariya - 2007) y la versión del gran director italiano - y de la cual voy a hablar - Luchino Visconti llamada con el nombre original de la novela. Visconti llevo al cine Noches Blancas en 1957 y teniendo como actores principales a Marcello Mastroianni y la bella Maria Schell. El film fué rodado en una escenografía al aire libre montada en Cinecittà y fué ganador del León de Plata en el festival de Venecia.



La historia transcurre en una ciudad de provincias. Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, encuentra una noche solitaria a una joven llorando llamada Natalia, en cuyo rostro se refleja una profunda tristeza. Le da conversación para animarla y luego de lograr que ella entre en confianza con él, Natalia le cuenta como su vida - gris y aburrida en la casa donde vive con su abuela ciega - cambió con la llegada de un apuesto inquilino del cuál ella se enamoró. Pero un día el inquilino tuvo que marchar, prometiéndole que volvería para casarse con ella, y por eso cada noche acude al mismo sitio para esperar su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario vive una intensa experiencia emocional con Natalia, esperando sustituir en su corazón al misterioso inquilino. Esta es la premisa pero al margen de esta maravillosa y sencilla historia, el universo que crea Visconti - respetando bastante al de Dostoievski - es realmente perfecto. La ciudad en ruina son los claves rasgos de un italia destruida por la guerra, la gente carga en sus ojos y en sus pasos desganados profundas tristezas y por dónde uno mire encuentra soledades buscando el calor de otro cuerpo. Una ciudad fría pero romántica, oscura pero blanca, todo eso acompañado por una espesa bruma que envuelve al aire, los puentes y a los personajes. La ciudad - que nos recuerda a Venecia - es como un laberinto al que se ven inmerso los personajes por medio de calles finas y canales venecianos. Natalia no encuentra el camino para volver a reencontrarse con su amor y Mario no encuentra el camino para llegar al corazón de ella. Mario en un momento le dice que no cree en cuentos de hadas, pero bien que su amor a primera vista y el querer rescatarla carga con la magia de un cuento de hadas. Natalia es una versión italiana de Penélope esperando a que vuelva su amor, sin querer engañarlo ni mucho menos enamorarse de otro hombre. Entre humos de cigarrillos, bruma, bares, prostitutas, frío y suburbios, Mario lucha por conseguir romper el caparazón inquebrantable que tiene el corazón de Natalia. En cambio Natalia no deja de hablar de aquel misterioso hombre que, con tan sólo mirarla, logró llevarse su amor prometiéndole el resto de sus vidas juntos.



La soledad está en cada paso, en cada lugar y en cada mirada. Esa gente que aparece durante estas extrañas noches en las que se encuentran Mario y Natalia, son seres buscando un amor o tan solo un poco de calor, son cuerpos fríos en busca de alguien que logre sacarlos de ese estado patoso que nos hace ingresar la soledad. La soledad es el motor de esta ciudad, de su gente y de nuestros protagonistas. Visconti logra con esta puesta de escena hacernos sentir parte de este universo táctil, un mundo que se siente a flor de piel a medida que nos vamos adentrando a los suburbios y a la oscuridad. Todo esto es logrado con una mirada lejana, pero que a medida que la relación se va volviendo amistosa o de complicidad, nos vamos acercando mucho más a estas dos soledades. Pero todo cambia cuándo en la relación comienza a jugar la seducción, allí Visconti nos muestra a Mario y a Natalia desde lejos y casi siempre interrumpidos por alguna ventana empañada o una puerta que se abre y se cierra. Hay un momento bellísimo del film que es cuando comienza a nevar de la nada en el mismo momento en que Natalia se resigna a la espera del inquilino misterioso para entregarse a Mario. La magia que resplandece en esos pocos minutos de nevada es realmente sublime. Cuándo el calor del amor comienza a aparecer entre Natalia y Mario, el clima se vuelve mucho más frío y la nieve comienza a caer por acto de magia. La música, de Nino Rota (El padrino, 1973), sugiere sentimientos románticos, melancólicos y de intriga. Añade el rock Thirteen Woman, de Bill Haley, que acompaña el baile, y una referencia operística (El barbero de Sevilla, Rossini). La fotografía, en B/N, de Giuseppe Rotunno (El gatopardo, 1963), crea imágenes de fuerte contraste, con predominio de tonos oscuros y luces irreales. Noches blancas es una inolvidable obra sobre la soledad en tiempos de carencia de amor y de tristeza. Tiempos en dónde la confianza y el ayudar al prójimo había sido remplazado por la tristeza y el dolor de una guerra que hacia pocos años había culminado. Un film que dota de una maravillosa magia y una lírica poesía que hace que cada escena sea memorable y única. Una historia que se regodea entre lo real y lo onírico, una obra que se sitúa entre el neorrealismo de las primeras obras de Visconti y la depurada estilización de sus últimos films. En lo personal, una película dolorosa, que da una mirada lúgubre del amor y que nos deja con un escaso sentimiento de felicidad. Noches blancas me recuerda lo eterno de aquellos momentos efímeros que marcan a uno para siempre. El dolor puede quedarse en uno toda una vida, en cambio la felicidad es efímera. Bien claro lo deja Luchino Visconti en este gran film llamado Noches Blancas.

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