¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? DOSSIER




Este libro cambiará para siempre nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnologías.

«¿Google nos vuelve estúpidos?» Nicholas Carr condensó así, en el título de un célebre artículo, uno de los debates más importantes de nuestro tiempo: mientras disfrutamos de las bondades de la Red, ¿estamos sacrificando nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad? En este libro, Carr desarrolla sus argumentos para crear el más revelador análisis de las consecuencias intelectuales y culturales de Internet publicado hasta la fecha.

Nuestro cerebro, como demuestran las evidencias científicas e históricas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Además, cada tecnología de la información conlleva una ética intelectual. Así como el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su ética es una ética industrial, de la velocidad y la eficiencia.

La Red nos está reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos más hábiles para manejar y ojear superficialmente la información pero menos capaces de concentración, contemplación y reflexión. Este libro cambiará para siempre nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnologías.

Nicholas Carr: “Google socava nuestra capacidad de pensar de manera profunda”

El divulgador tecnológico critica en la entrevista la evolución que han tenido las redes sociales y sostiene que las nuevas tecnologías contribuyen a una mayor banalidad de los razonamientos



Controversia y polémica son dos sustantivos que acompañan a Nicholas Carr (Estados Unidos, 1959) desde que, en 2003, criticara en un artículo en la Harvard Business Review la evolución adquirida por las tecnologías de la información. Lo mismo discutía con directivos de Microsoft que de Intel. Para este divulgador tecnológico, internet ha convertido al ser humano en un animal superficial. Alejado de la profundidad que se le presuponen a sus razonamientos. Las redes sociales tampoco han escapado de sus dardos cargados de crítica. En la publicación de su último libro, La pesadilla tecnológica (Ediciones El Salmón), escribe que Twitter no es más que un sitio para expresar minucias personales. “Ofrece, por tomar prestada la frase del filósofo John Gray, un refugio para la insignificancia”, argumenta.
¿Por qué piensa que las redes sociales ejercen un papel tan pernicioso para la sociedad?
 ¿Acaso hay alguien todavía que no critique a Facebook y al resto de redes? Hemos perdido nuestra inocencia con respecto al reino digital. Nos hemos desilusionado. No creo que nadie, salvo acosadores o sádicos emocionales, obtenga demasiado placer de una red social si es que alguna vez la obtuvieron. Nos inscribimos a ciegas en sus servicios y ahora estamos habituados a ellos. Dependemos de ellos. Los tejimos en la trama de la sociedad, pero usamos las redes como un alivio de los rigores de la comunicación y el pensamiento. Como una forma de evadir nuestra mente.
¿Existe alguna posibilidad de revertir esta situación para que las redes sociales no parezcan un sitio tan vacío como describes?
¿Alguien se siente satisfecho, intelectual o socialmente, cuando las usa? No lo creo. La mayoría de gente siente ansiedad y vacío. Es importante recordar que las redes sociales, como Facebook y Twitter, se diseñaron para conversaciones informales, como charlas amistosas, ligar o intercambiar rápidamente mensajes. Nada que ver ni con la seriedad ni con conversaciones sutiles. Y, sin embargo, gracias a una combinación de pereza personal y manipulación empresarial, las hemos llegado a utilizar cada vez más para hablar en público y el debate político.
¿Cuáles son las consecuencias de que dominen el debate público?
Las redes han engendrado superficialidad y polarización. También han fomentado la propaganda y el auge de las llamadas fake news. Creo que esto último es una de las mayores tragedias de las redes sociales. Las usamos para unas formas de comunicación completamente inadecuadas.
Nicholas Carr
P
En el libro describes a Facebook como una empresa que solo hace negocios con datos privados y anuncios. ¿La gente es consciente de su modelo?
Si todavía hay personas que están bajo la ilusión de que Facebook es una herramienta benigna para la armonía social, deben llevar años dormidas. Deberían despertar, apagar su teléfono y leer un periódico. Facebook es un negocio basado en espiarnos y manipularnos. Esto es tan obvio que creo que incluso Mark Zuckerberg lo admitiría.
¿La tecnología, por sí misma, es un problema o más bien depende del uso que le demos?
La tecnología la crean y usan humanos, por lo que al final somos responsables de ella. No es algo que caiga por arte de magia del cielo. Es un tontería pensar que la tecnología es neutral. Tiene un sesgo, nos empuja a comportarnos y a pensar de una manera determinada. Cuando adoptamos una nueva herramienta, también adoptamos sus sesgos. Por ejemplo, internet está sesgado hacia la distribución de información de alta velocidad en diferentes formatos, como audio, texto o imágenes. Esto significa que es un medio de gran distracción, que socava el pensamiento profundo. Así que, cuando nos conectamos, intercambiamos profundidad por amplitud, contemplación por estimulación.
¿Por qué aseguras que Google ha cambiado la forma en que razonamos y pensamos?
La visión de Google de la mente humana es industrial. Se trata de la eficiencia con la que nuestro cerebro procesa la información. Por esta razón, Google y otras compañías ponen tanto énfasis en la velocidad y el volumen de consumo de la información. Lo que les falta es una apreciación de la forma en que el cerebro transforma los fragmentos de información en conocimiento de calidad. Al bombardearnos, socavan nuestra capacidad de pensar de manera profunda, crítica y conceptual. Formas de pensar que requieren atención y reflexión. Hay evidencias científicas que demuestran que los medios digitales nos empujan hacia un pensamiento superficial y lejos del rigor. Y todo es mucho peor desde que llevamos encima un smartphone todo el tiempo.
Si todavía hay personas que están bajo la ilusión de que Facebook es una herramienta benigna para la armonía social, deben llevar años dormidas". 
Estás preocupado por las filtraciones de datos y la privacidad. ¿Las redes sociales han fomentado que los casos hayan aumentado?
Algo que las redes han dejado claro es que los puntos de vista de muchas personas están mal informados, son banales o, simplemente, erróneos. De esta forma, lograr que alguien se exprese es una bendición mixta. Todos estaríamos mejor si pasáramos más tiempo pensando críticamente sobre nuestros puntos de vista y menos en expresarlos a todo el mundo. Creo que un sentido de privacidad es esencial para desarrollar una vida intelectual rica, por lo que la forma en que las redes sociales nos han robado el refugio de la privacidad empeora todos estos problemas.
¿Cómo de cercana es la relación que mantienen actualmente las redes sociales y la política?
Las redes sociales son inadecuadas para el discurso político. Fomentan la superficialidad sobre la profundidad, la emoción sobre la razón y el pensamiento grupal por encima del crítico. Su diseño auspicia que se extienda rápidamente la propaganda y la desinformación. Los políticos han adoptado las redes sociales porque les brinda una forma fácil de llamar la atención y entusiasmar a sus bases. Resulta difícil observar efectos positivos en el movimiento del discurso político y el debate público hacia las redes.
¿Alguien se siente satisfecho, intelectual o socialmente, cuando las usa? No lo creo. La mayoría de gente siente ansiedad y vacío.
Steve Bannon, estratega de campaña de Donald Trump, entre otros, es un ejemplo de cómo la política se ha adaptado a internet. ¿La extrema derecha lleva ventaja al resto de partidos?
En Estados Unidos, la derecha tiene una perspectiva externa. Se ven a sí mismos luchando en una batalla contra las élites políticas y académicas que consideran que controlan la cultura. Creo que es por eso que personas como Bannon apreciaron desde el principio cómo las redes sociales podrían ser un arma efectiva para la guerra cultural y política. Pero no veo que las redes tengan ningún sesgo político en particular. Pueden usarlas tanto déspotas de izquierdas como de derechas.

¿Qué le pasa a tu cerebro si dejas Facebook?

No hay consenso sobre el impacto de las redes sociales en nuestras rutinas y comportamiento. Pero dos estudios publicados recientemente concluyen que 'desaparecer' de Facebook reduce los sentimientos depresivos y mejora nuestro bienestar


El Homo sapiens de hace 300.000 años le habría encantado Facebook. Su supervivencia y reproducción dependía de poder contarse dónde cazar bisontes y qué zonas eran peligrosas, cuenta Yuval Noah Harari en Sapiens, pero también “de saber quién de su tropilla odia a quién, quién duerme con quién, quién es honesto y quién es tramposo”. El chismorreo es una de las teorías que explica el origen del lenguaje en los humanos.
Facebook con 2.300 millones de cuentas activas, nos ayuda a conectar y a compartir nuestra vida con nuestros amigos/conocidos. Somos animales sociales y relacionarnos con los demás es una de las fuentes de felicidad del ser humano pero, ¿cuál es el impacto de las redes sociales en nuestra actitud, nuestras rutinas, nuestro comportamiento, nuestro humor...? Dos estudios han tratado de responder a estas preguntas haciendo desaparecer temporalmente a unos cuantos usuarios.
“Un mes fuera de Facebook aumenta el bienestar general, reduce la ansiedad, la depresión y el tiempo dedicado posteriormente a esta red social”, según la investigación de la Universidad de Nueva York y de Stanford. Se trata del mayor análisis realizado hasta la fecha sobre los efectos de Facebook en nuestras vidas diarias y hábitos.
¿Cómo lo han averiguado? Con el mismo método que utilizan las farmacéuticas para saber si funciona una medicina: escogieron a un grupo de 2.844 usuarios que cumplían los requisitos y los dividieron aleatoriamente. A unos les dieron el tratamiento, un mes de abstinencia de Facebook, y al otro, el grupo de control, les dejaron seguir conectados. El experimento consistió en monitorizar las diferencias entre los dos grupos.
Más felices y menos ansiosos
“Los aumentos en el bienestar general son pequeños pero muy significativos”, aseguran los autores liderados por Hunt Allcott. La gente fuera del mundo del “me gusta” contestaba a los investigadores que se encontraba más feliz, más satisfecha con su vida y con menos depresión y ansiedad. Esta mejora equivalía al 25%-40% de los beneficios que reporta una terapia psicológica.
¿Cómo se explica esto? Una posibilidad es la teoría de la comparación social. Facebook puede alimentar sentimientos de envidia y frustración si decidimos que el valor de nuestra vida social y personal varía en función de cómo le va al resto. Porque seamos sinceros, la mayoría tiende a compartir su mejor momento o foto del día y esto puede generar la falsa idea de que la vida de nuestros amigos es maravillosa y la nuestra un sinsentido.
Menos polarización
Son muchos los usuarios que utilizan la redes sociales para mantenerse informados, por eso no sorprendió que los que desactivaron su cuenta de Facebook estuvieran menos al tanto de las noticias. Tampoco se tomaron la molestia de conectarse a otros canales tradicionales como la radio, televisión o periódicos.
Pero en este apartado de preguntas del estudio, el impacto más relevante se registró en la polarización. En el grupo de usuarios abstemios se redujo la división de opiniones respecto a cuestiones políticas. Resulta que aumentaba la capacidad para entender al del otro partido. Para hacerse una idea de este impacto, si el nivel de polarización en la sociedad estadounidense aumentó 100 puntos entre 2006 y 2016, un mes fuera de Facebook redujo este indicador en 42 puntos.
Este resultado pone todavía más de relieve el papel de esta red social en la sociedad, más allá de su polémico rol en la difusión de las noticias falsas. Las democracias se basan en una ciudadanía bien informada, asegura Cass Sunstein, ex asesor de Barack Obama en su libro #Republic. Este experto en regulación cree que las redes sociales deberían introducir cierta serendipia en sus algoritmos. Si solo nos recomiendan noticias que creen/saben que nos van a gustar al final lo que están generando son cámaras de eco en las que la única opinión que escuchamos es la nuestra. Con esta visión de la realidad es muy complicado entender a alguien que no piense como nosotros, de ahí la polarización a la que parece contribuyen las redes sociales.
Una hora libre al día
Quizá el mayor regalo personal que suponía dejar Facebook eran sesenta minutos liberados al día. Los usuarios desconectados pasaron más tiempo con los amigos, la familia, salieron a cenar fuera más veces y también pasaron más rato viendo la televisión solos. En general ocuparon su nuevo tiempo libre en actividades más saludables y eso repercutió en su estado de ánimo.
Sorprendentemente menos Facebook no se tradujo en más tiempo en otras redes sociales o delante de la pantalla. Es más, se redujo la atención a otras aplicaciones como Spotify o Tinder. Si no hay muro, tampoco hay visitas a todos esos sitios que nos sugieren nuestros amigos.
Vivir alejado del muro
En el grupo de usuarios abstemios se redujo la división de opiniones respecto a cuestiones políticas.
El 43% de los que se desconectaron, frente al 22% del grupo de control, se propusieron prestarle menos atención a su muro en el futuro y lo consiguieron: 12 minutos menos. De hecho, nueve semanas después de que terminara el experimento, un 5% del grupo de tratamiento seguía sin reactivar su cuenta. “A mayor tiempo desconectado, más valoraban los efectos”.
¿Cuánto vale Facebook?
Aquí es cuando terminan las malas noticias para la compañía de Mark Zuckerberg. Cuando se les pregunta a los usuarios cuánto dinero les tendrían que pagar para que desactivaran su cuenta de Facebook durante un año la respuesta ronda entre 1.000 y 2.000 dólares. Multipliquen eso por número de usuarios en Estados Unidos... La gente valora mucho la experiencia de poder estar en contacto con sus amigos con tanta facilidad. Vale, eso es porque no han probado lo maravillosa que puede ser su vida igualmente si desactivan sus cuentas, ¿verdad?
No. Los que aceptaron desaparecer durante un mes pidieron 102 dólares por hacerlo. Después de esos días, de mayor bienestar general, menos depresión, hábitos más saludables, les volvieron a preguntar: ¿Cuánto por otro mes fuera? La cifra solo cayó hasta 87 dólares. ¿Cómo es posible? Puede que la gente aprecie mucho saber lo que están haciendo sus amigos, qué leen, de qué hablan... aunque les genere cierto estrés, explican los autores del primer estudio.
En el caso del experimento de desactivación durante una semana, la cantidad que pidieron los usuarios por estar otros siete días fuera de la red social aumentó un 15% (de 10,7 a 12,3 dólares). En este caso los investigadores proponen otra explicación. “La respuesta es consistente con la retirada de los efectos de un bien adictivo. Si estar en Facebook genera adicción, entonces una semana fuera de la red debería incrementar el deseo de volver a ella”.

¿Qué está haciendo INTERNET con nuestras mentes?

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ENTREVISTA

Un mundo distraído

La tercera parte de la población mundial ya es ‘internauta’. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?’ El experto advierte de que se “está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma”.

 
El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: “Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!”. Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. “Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme”. Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
“Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro”

Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales…(antes publicó los polémicos El gran interruptorEl mundo en red, de Edison a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva?), “una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan”. Apoyándose en múltiples estudios científicos que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan “el medio es el mensaje”, Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.

Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, “¡lo confieso, me has cazado!”. Su oficina está en su residencia, una casa sobre las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.
PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times,quien defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la atención que concentrarla en una sola cosa.
RESPUESTA. Más primitivo o más natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ¿por qué va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilización de nuestra mente que no existía cuando teníamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atrás. Quizás no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento más profundo.
P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas dos décadas hubiera sido impensable.
R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una máquina de interrupciones constantes.
P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección personal?
R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.
P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una herramienta valiosísima para compartir información.
R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.
P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnologías merman nuestra libertad como individuos…
R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.
P. Entonces… ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?
R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984.Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.
P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez años…
R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.
P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto…
R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función de snippets,pequeños fragmentos de información. No le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables,atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro.
P. ¿Cuánto falta para eso?
R. Creo que tardará entre cinco y diez años.
P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones…
R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.
P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases medias. ¿Está de acuerdo?
R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del software ha afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra Mundial se está revirtiendo claramente.
P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?
R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.
P. ¿Hay alguna receta para salvarnos’?
R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.

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