Sobre la depresión

La depresión es un trastorno cuyo síntoma dominante es una profunda tristeza. Una intensa tristeza angustiosa que se traduce en el individuo en comportamientos tales como inmovilidad, lentitud en el pensar, repliegue sobre sí mismo, elusión del contacto con los demás, dificultad para encontrar placer en algo. A este cuadro se agrega una disminución del impulso hacia la actividad: las personas se lamentan de su incapacidad de rendimiento, sienten el profundo disgusto como sensación en el pecho y el cuerpo y ven ante sí un mundo gris, indiferente y desconsolado. De todo lo que perciben extraen lo desfavorable, lo desdichado; el presente sólo ofrece desgracia y el porvenir es espantoso ante ellos.






Manifiestan aparte un conjunto de malestares corporales tales como cansancio, insomnio, malestares digestivos y cardiovasculares, etc. Su aparición ocurre luego de un shock emocional que produce sentimientos de pérdida (abandono, infidelidad de la pareja, muerte de un familiar, pérdida de trabajo o situación social) y que obra como el principal factor desencadenante, aunque, por supuesto, cada individuo tiene una "estructura psíquica" que precede a esa patología y que es la que le permite desarrollarla.
Debido a los signos físicos que acompañan a toda depresión, es correcto un examen clínico completo aunque no abusivo, ya que si no, el paciente deambulará durante años por los consultorios de diversos especialistas buscando la causa de su "órgano enfermo" y alguna receta que le ayude a paliar su sufrimiento. La depresión no es algo que se pesque, como el sarampión o la gripe, sino más bien un desorden más profundo, un acontecer en el cual está comprometida toda la existencia del sujeto, y este dolor moral, sentido como una tragedia que invade por completo la vida, es el signo cardinal del estado depresivo.




Las alteraciones químicas del sistema nervioso no alcanzan a explicar el estado de ánimo triste, ya que el psiquismo no se puede reducir a fórmulas de laboratorio. Por eso los fármacos antidepresivos deben ser tomados con precaución y sólo como complemento de la psicoterapia. No hay ninguna pastilla que impida sufrir algunos acontecimientos penosos de la vida. Sólo su comprensión puede ayudar al conocimiento de lo que sucede y a la superación de desdichas que con frecuencia pueden ser evitadas. El bienestar no es imposible y es bien sabido que no se lo alcanza con drogas que anestesian el sufrimiento sino con el saber por qué el individuo cae en trampas que él mismo construyó. Por eso, el “conócete a ti mismo” es fundamental y está más vigente que nunca.

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