El libro contra la muerte (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2017) fue el proyecto más ambicioso del escritor búlgaro y también el más dilatado. Ofrecemos una entrevista con el responsable de la edición al español
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Cuenta el filólogo, crítico y editor español Ignacio Echevarría (Barcelona, 1960) que Elias Canetti dejó a su muerte, en 1994, un inmenso legado manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional de Zúrich sobre gran parte del cual pesaba el veto de abrirlo y consultarlo antes de 2004, fecha que ya se ha cumplido. Sin embargo, agrega, hay un veto más, relativo a los diarios, que no pueden ser consultados hasta 2024.
“Entretanto”, expone Echevarría, “el grueso del legado de Canetti ya es de acceso público, y con él están trabajando sus editores alemanes desde hace años”. Fruto de esa labor es la edición de El libro contra la muerte, aparecido en Alemania en 2014, resultado, indica Echevarría, “de cribar, primero, y luego seleccionar, entre los apuntes tanto inéditos como entre los ya publicados en vida de Canetti (varios miles en total), los que se refieren a la muerte”.
El libro contra la muerte, observa Echevarría, responsable de la edición en español que esta primavera acaba de publicar el sello Galaxia Gutenberg, “viene a ser como un gran montón de ladrillos: los que Canetti fue acumulando para construir la que, concluido Masa y poder (1960), iba a ser la gran tarea de su vida: el libro contra la muerte, que se propuso escribir ya en 1937, cuando murió su madre. Pero se trata de eso, de un montón de ladrillos: centenares de apuntes ordenados cronológicamente, desde 1942 a 1993. Nada sabemos de los planos del edificio, ni de cómo hubiera sido. Este montón es cuanto tenemos”.
La obra de Canetti representa un capítulo singular en la historia del pensamiento contemporáneo. En ese sentido, Echevarría expone en entrevista exclusiva con Laberinto que “cuando se publicó Masa y poder muchos de sus comentaristas señalaron, escandalizados, que Canetti no citaba a ninguno de los grandes pensadores que habían discurrido sobre las materias de las que trataba el libro, empezando por Marx y Freud, entonces muy en boga. Masa y poder viene a ser como un enigmático monolito en la historia del pensamiento europeo del siglo XX, un objeto inclasificable, con toques sapienciales, más próximo a veces a la antropología o a la historia de las religiones que a la filosofía política. Es imposible encuadrar a Canetti en ninguna constelación de pensadores del siglo XX. Es un francotirador, un autodidacta nómada que actuó siempre en solitario y que no se adscribió a ninguna escuela ni tendencia. Ni siquiera su condición de judío sirve para afiliarlo. Además, Canetti tendía a ocultar sus fuentes, y es difícil calibrar hasta qué punto leyó en profundidad a autores como Walter Benjamin o Paul Valéry, que seguro conocía pero de los que apenas habla. La obra de Canetti, en su conjunto, queda fuera de coordenadas. Es la de un apátrida intelectual”.
Como escribe Peter von Matt en su “Postfacio” a El libro contra la muerte, el estilo de Canetti es el del “apunte”, la “frase dispersa”. Al respecto, Echevarría comenta que “el apunte breve no constituye tanto un estilo como un género de escritura, en el que Canetti, gran admirador de los presocráticos, de los filósofos chinos, de Lichtenberg, alcanzó una maestría casi insuperable. Pero el estilo de Canetti es poliédrico, como corresponde a un escritor que sostenía que la capacidad de metamorfosearse era la mayor riqueza del ser humano. Así y todo, cabe destacar la tersura de una lengua jamás barroca, afilada, educada en la escuela de Karl Kraus”.
Así, como observa Von Matt, “se despliega ante nuestros ojos un paisaje inabarcable de saber, ingenio y sabiduría, de amor y odio, de rabia y melancolía, un espectáculo del pensamiento y de la poesía que difícilmente encontrará parangón”, y para Canetti representa “el cumplimiento de su existencia como escritor”. No obstante, Von Matt señala que una lectura más reflexiva perfila varios “temas” dentro de este libro “que cobran peso al margen del proyecto de lucha contra la muerte”, entre ellos el del hombre que mata, la supervivencia del difunto en la memoria del superviviente, la muerte en los mitos y en las crónicas de la antropología cultural, bosquejos de antiteología, la muerte y los animales, la muerte en el discurso de escritores y filósofos, las caricaturas grotescas, la muerte en el aforismo fantástico o la reflexión de experiencias privadas y personales.
Echevarría explica que “lo característico de Canetti como pensador es que, toda vez que se propuso abordar un tema, quiso hacerlo desde cero, sin servirse del trabajo previo de otros pensadores. Se trata de un método enormemente lento, en el que se arriesga a repetir caminos trillados. Pero, en contrapartida, se aventuran también caminos nuevos, a menudo insólitos. Así ocurrió con los temas de la masa, del poder, de la muerte. Pero también con asuntos nucleares en la obra de Canetti que no llegaron a formalizarse en forma de ensayo o tratado sistemático, como su teoría del drama o el concepto de metamorfosis, al que ya he aludido. Quizá sea este último concepto el que me parece que brinda una mayor riqueza de perspectivas y el que está más pendiente de ser explotado por otros pensadores. Según Canetti, lo que hizo al hombre fue su capacidad de metomorfosearse en otros animales, ya fuera para darles caza, ya en los ritos celebratorios, para apropiarse de sus potencialidades. Más adelante, esa capacidad de metamorfosis fue el motor de las grandes creaciones y conquistas de la humanidad. Lo fundamental, para Canetti, es romper el cerco de la unidimensionalidad del individuo y aceptar que uno mismo puede ser muchas cosas en el transcurso de una vida. Se trata de eso, de agotar hasta donde sea posible todas las posibilidades de la vida. De ahí se nutre la fiera resistencia de Canetti contra la muerte”.
En su “Nota a la edición española”, Echevarría señala que El libro contra la muerte pertenece a la legendaria lista de grandes proyectos inconclusos de la modernidad, en espera de construcción. Precisamente sobre lo que podríamos esperar que resulte de esa construcción y cuál era el edificio que Elias Canetti aspiraba a construir, Echevarría indica que no lo sabemos. “Ni él mismo llegó a saberlo nunca. En la misma nota digo que el ‘argumento’ de El libro contra la muerte lo constituyen los intentos de Canetti por encontrar una forma para ese libro imposible. Hay algo patético y conmovedor, casi trágico, en esa lucha desesperada por oponer a la muerte un texto capaz de despojarla de su fatalidad y de su prestigio. Probablemente El libro contra la muerte jamás hubiera llegado a adquirir forma, por muchos años más que Canetti hubiera vivido. Ese es su heroísmo, su virtud, su fracaso”.
Por último, en cuanto a lo que uno puede acabar entendiendo qué significa la muerte a partir de la lectura de El libro contra la muerte, Echevarría aclara que “es importante advertir al lector que se enfrenta a un libro extraño, que leído sin la suficiente atención puede dar lugar a malentendidos. Ya de partida, la idea de refutar la muerte, de resistirse a ella, de negarla, parece algo insensato, cosa de locos. El mismo Canetti admite que pueda ser tomado por tal. A pesar de lo cual no ceja en su empeño. Y es que, como él mismo recuerda en algún lado, la aceptación de la muerte es un hecho culturalmente tardío en la historia de la humanidad. En las culturas primitivas la muerte no era considerada en absoluto como algo natural. Era considerada siempre como una especie de accidente, como una maldición, como un crimen. Los ritos funerarios trataban de consolar al muerto de lo ocurrido, de indemnizarlo. Para Canetti, la aceptación de la muerte constituye el primer paso para insensibilizarse respecto de ella y abrir la puerta al asesinato. Desde su punto de vista, las religiones y la filosofía, con su trabajo de naturalización de la muerte, han contribuido a que nos volvamos indiferentes respecto a ella, que nos resignemos a padecerla. Cuando lo propio, según Canetti, es seguir pensando hasta el fondo, hasta el final, que se trata de una calamidad, que la vida de cada individuo constituye una pérdida irreparable que por todos los medios habría que evitar. Si así ocurriera, ¿seríamos tan insensibles a las guerras, a las hambrunas, a los exterminios?”
https://www.milenio.com/cultura/ignacio-echevarria-canetti-nomada-actuo-solitario
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