Los investigadores están analizando el comportamiento en línea para medir la salud mental pública. Los resultados no son positivos.
Credit...Monique Wray
Por Casey Schwartz
·
22 de octubre de 2020
·
¿Cuál ha
sido el día más triste de todos?
Quizá eso es
lo que te preguntas al pensar en las ruinas que 2020 ha dejado hasta ahora.
Hay muchos
contendientes que considerar: ¿Fue el jueves 12 de marzo, el día después de
que Tom Hanks anunció que estaba enfermo y
la NBA anunció su cancelación? ¿O
acaso fue el lunes 1 de junio, cuando lanzaron gases lacrimógenos contra los
manifestantes pacíficos para que el presidente estadounidense,
Donald Trump, pudiera realizar cómodamente una sesión fotográfica donde blandía
la Biblia?
En realidad, no fue ninguno de esos días, según el
Laboratorio de Historia Computacional de la Universidad de Vermont. En vez de
eso, el laboratorio ofrece esta respuesta: el domingo 31 de mayo. Ese no solo
fue el día más triste del año 2020 hasta ahora, sino también el más triste
registrado por el laboratorio en los últimos 13 años. O, al menos, el día más
triste en Twitter.
Los
investigadores lo llaman el Hedonómetro. Se trata de un invento de Chris Danforth y
su socio Peter Dodds, ambos matemáticos y científicos computacionales
capacitados y codirectores del laboratorio. El Hedonómetro ha estado en
funcionamiento durante más de una década, midiendo la elección de palabras en
millones de tuits, a diario, en todo el mundo, para obtener una medida de los
cambios en el bienestar.
De hecho, la
última vez que The New York Times visitó al equipo del Hedonómetro, en 2015, el
principal hallazgo que surgió fue nuestra tendencia hacia una positividad
implacable en las redes sociales. “Uno de los años más felices en
Twitter, al menos en inglés”, afirmó Danforth recientemente con un dejo de
lamentación. Ahora ese resultado parece provenir de una era antigua. “Desde
entonces ha sido un largo declive”.
Lo que ha
seguido siendo una constante es lo siguiente: “Es difícil ver la felicidad. Es
difícil de medir”, dijo. “No tenemos muchos datos acerca de cómo están las
personas”.
El
Laboratorio de Historia Computacional forma parte de un pequeño pero creciente
ámbito de investigadores que tratan de analizar nuestra salud mental nacional a
través del lente de la vida en línea. Después de todo, nunca habíamos tenido
una reserva tan asombrosa de datos en tiempo real —lo que se conoce como
nuestra “huella digital”— para elegir.
Y esa reserva de información jamás había sido tan
grande como ahora, en el verano de 2020: en los primeros meses de la pandemia,
Twitter reportó un aumento del 34 por ciento en el
promedio diario de crecimiento de usuarios. Sin nuestra vida social
habitual como antídoto y ancla, nuestras redes sociales ahora se parecen mucho
más a la vida real.
Desde 2008,
el Hedonómetro ha reunido al azar un 10 por ciento de todos los tuits públicos,
a diario, en una decena de idiomas. Así, la herramienta busca las palabras que
han sido clasificadas por su connotación alegre o triste, hace un conteo y
calcula una especie de promedio nacional de felicidad basado en las palabras
que dominan el discurso.
El 31 de
mayo, las palabras más usadas en Twitter en inglés incluían “terrorista”,
“violencia” y “racista”. Esto sucedió aproximadamente una semana después de que
George Floyd fue asesinado, cerca del inicio de las protestas que duraron todo
el verano.
Desde el
comienzo de la pandemia, las lecturas de tristeza del Hedonómetro han
establecido récords múltiples. Este año, “hubo un mes completo —y nunca se
había visto esto— hubo un mes completo en el que el Hedonómetro estaba
identificando expresiones más tristes que el día del Maratón de Boston”, explicó
Danforth. “Nuestra atención colectiva es muy efímera, así que fue realmente
notable que el instrumento mostrara, por primera vez, este estado de ánimo de
depresión continua, y luego empeoró aún más, cuando comenzaron las protestas”.
James
Pennebaker, un intelectual fundador del análisis del lenguaje en línea y
psicólogo social de la Universidad de Texas en Austin, se interesó en lo que
nuestra elección de palabras revela sobre nosotros mismos —nuestros estados de
ánimo y nuestro carácter— en el momento exacto en que el internet estaba
proporcionando por primera vez una reserva textual tan vasta de la que podría
extraerse información y analizarla.
“Esta huella
digital es un marcador del que no somos conscientes, pero deja marcas que nos
dicen hasta qué grado evitas situaciones y el grado en el que estás conectado
con la gente”, dijo Pennebaker, autor de The Secret Life of
Pronouns, entre otros libros. “Nos dice cómo le estás
prestando atención al mundo”.
Pero, según
Pennebaker, uno de los retos de esta línea de investigación es que el lenguaje
en sí mismo siempre está en evolución, y los algoritmos son notoriamente malos
para discernir el contexto.
Tomemos, por ejemplo, los insultos. “Las palabras
procaces han cambiado en los últimos diez años”, dijo, y señaló que ahora,
lejos de ser necesariamente una expresión de ira, el insulto puede ser
totalmente casual, o incluso positivo, usado para enfatizar un punto o expresar
entusiasmo. Él está actualizando sus diccionarios electrónicos en consecuencia.
Munmun De
Choudhury, profesora de la Escuela de Computación Interactiva de Georgia Tech,
también está analizando la información digital para comprender el bienestar. A
lo largo de los años, su trabajo se ha centrado no solo en estudios de
población, como el Hedonómetro, sino también en el individuo.
En 2013,
ella y sus colegas descubrieron que al analizar a las nuevas madres en las
redes sociales podían ayudar a predecir cuáles podrían desarrollar depresión
posparto, con base en sus publicaciones previas al nacimiento de sus bebés. Una
de las señales más reveladoras fue el uso de pronombres en primera persona del
singular, como “yo” y “mí”.
“Si hablo
constantemente de ‘mí’, significa que mi atención está centrada en el interior”,
señaló De Choudhury. “En el contexto de otros marcadores, puede relacionarse
con una enfermedad mental”.
Este
hallazgo surgió por primera vez en el trabajo de Pennebaker, pero De Choudhury
dijo que ese estudio en particular le “abrió los ojos”. “Nos sorprendió
gratamente que haya tantas señales en las publicaciones de las redes sociales
de una persona que puedan ayudarnos a hacer estas predicciones”, afirmó De
Choudhury.
El uso de
datos de redes sociales para el estudio de la salud mental también ayuda a
abordar el problema de lo WEIRD (raro, por su sigla en inglés): un acrónimo que
describe cómo la investigación en psicología suele estar compuesta
exclusivamente por sujetos que son occidentales (Western en inglés), educados, de países industrializados, ricos y
democráticos.
“Las redes
sociales proporcionan un enorme beneficio porque históricamente la mayor parte
de la investigación sobre salud mental ha sido autodeclarada, por lo que se han
realizado encuestas a la gente”, dijo De Choudhury. “Y las personas reclutadas
eran estudiantes universitarios o pacientes de una clínica. Ahora podemos
observar un abanico mucho más diverso de experiencias de salud mental”.
Al examinar los datos de Twitter durante los dos
primeros meses del brote pandémico en Estados Unidos, De Choudhury buscó signos
no solo de simple tristeza, como el Hedonómetro, sino también de ansiedad,
depresión, estrés y pensamientos suicidas. No es de extrañar que haya
encontrado que todos estos niveles eran significativamente más
altos que durante los mismos meses de 2019.
Tal vez te
preguntes si Twitter es un lugar verdaderamente representativo como para
comprobar el estado de la salud mental de la población en general. Después de
todo, muchos de sus usuarios anglohablantes suelen referirse a él con apodos
como “hellsite” (sitio infernal) y “sewer” (cloaca).
Algunos
estudios han demostrado que el uso frecuente de las redes sociales está relacionado con la depresión
y la ansiedad. ¿De verdad podemos distinguir nuestra felicidad
nacional con base en este entorno digital particular y la fracción de la
población —uno de cada cinco en 2019—
que utiliza Twitter de manera regular?
Angela Xiao
Wu cree que no podemos. Wu, profesora adjunta de Medios, Cultura y Comunicación
en la Universidad de Nueva York, argumenta que, en la prisa por recibir los
datos, muchos investigadores ignoran los efectos distorsionadores de esas
plataformas.
Sabemos que
los algoritmos de Twitter están diseñados para mantenernos enganchados a
nuestras cronologías, comprometidos emocionalmente con el contenido que se nos
presenta, engatusados para permanecer en un cierto estado mental. “¿Acaso los
científicos sociales toman tu estado final, después de todas estas
intervenciones que las plataformas te han mostrado, y determinan un estado de
ánimo nacional a partir de eso? Hay mucho de esa provocación de la plataforma
que está incrustada en la información, pero no se está identificando”, dijo.
De hecho,
Johannes Eichstaedt, científico social computacional de Stanford y fundador
del World Well Being Project, admite que los métodos como
los que utiliza su propio laboratorio están lejos de ser perfectos. “Yo diría
que tiene un 7/10 de calificación”, dijo. “No es tan preciso, pero es mejor que
nada”.
Lo más cerca
que estamos de mirar la salud mental nacional es a través de encuestas como las
que realiza Gallup y, hasta ahora, sus hallazgos están en línea con los
primeros resultados de Eichstaedt, De Choudhury y el equipo del Hedonómetro.
Según Gallup, este año los estadounidenses
reportaron los índices más bajos de satisfacción con la vida en más de una
década, incluyendo la recesión de 2008. Estas estadísticas son consistentes con
más observaciones de la vida real: por ejemplo, la experiencia de muchos
terapeutas que trabajan largas jornadas en Zoom para ayudar a los pacientes a
enfrentar la misma crisis que ellos atraviesan. “Nunca he estado más agotado al
final del día que ahora”, dijo Michael Garfinkle, un psicoanalista de Nueva
York.
Garfinkle señala que la depresión entre sus
pacientes ha aumentado notablemente desde el comienzo de la pandemia pero
también, de manera más amplia, “todos tratan de estimar cómo están los demás,
porque todos están en un estado de desorientación que cambia, pero no mejora”.
https://www.nytimes.com/es/2020/10/22/espanol/estilos-de-vida/redes-sociales.html
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