sábado, 10 de noviembre de 2018
Desde hace unos pocos años se viene instalando en las redes sociales un perfil de reaccionario que emplea el humor negro para hacer propaganda de su ideología. Y si bien constatar lo siguiente no es el objetivo primordial de este artículo, al menos no lo es personalmente, tengo la sensación de que usan el humor negro porque no son capaces de articular razonamientos más complejos ni de profundizar demasiado, por lo tanto, en las ideas que caricaturizan: que en el fondo creen agudas y cruciales las mistificaciones y simplificaciones de sus caricaturas cada vez más inoportunas e impotentes. No es sólo que su consustancial prepotencia humana ciegue sus consciencias sobre las mediocridades de sus palabras lo que, a fin de cuentas, nos sucede a todos de un modo u otro — lo advierte hasta la biblia, que en Mateo 7:5 dice: «saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano».— : es que además tienen miles de seguidores que aplauden por sistema su brutalidad.
El humorista reaccionario virtual se sabe, pues, los eslóganes del oponente, de esto no cabe la menor duda. Y es de estos eslóganes de donde extrae, o mejor dicho, imaginar que extrae, el contenido torticero de sus burlas; es decir, que para el humorista reaccionario virtual el humor es una especie de eslogan a la inversa: troca el chiste en propaganda y, en un último estadio de inescrupuloso retorcimiento, la propaganda en chisme. Y si bien puede decirse, con cierta razón, que todo chiste es una forma de propaganda —o que toda propaganda es una forma de chisme— no todo chiste opera su propaganda de la misma forma, es decir, mediante el sistema de fingir crítica al pensamiento dominante por la higiene de un sarcasmo cuando se hace propaganda del mismo pensamiento dominante por otros medios.
Su humor, el humor del humorista reaccionario virtual, aunque en apariencia prepotente pertenece al ámbito de lo agónico, con un tufillo agrio o simplemente pasivo-agresivo. Es frecuente que el chiste consista en un hombre “conservador” corrigiendo a otro hombre o, como suele ser el caso, a una mujer “progresista” —categorías dicotómicas que empleo únicamente por utilitarismo— donde éste segundo hombre o esta mujer terminen acorralados por la retórica —en el fondo mediocre— del primero y espetando, histéricos, alguna vaguedad injustificable. Son chistes esquemáticos, algunos más ingeniosos y otros menos, que dicen mucho sobre las necesidades afectivas y las ideologías de base de quienes los hacen.
Es una obviedad señalar que todo chiste necesita un aparato cultural que lo sustente, porque de otra forma no existirían chistes, como no existirían artes: no se puede, ni siquiera, hacer humor sin una preconcepción ideológica de la naturaleza. Esta cuestión es baladí, con la salvedad de su presunta negación: el humorista, no sólo aquí el reaccionario, se defiende a menudo negando que él esté reforzando o manipulando un estereotipo. Su humor es, entonces, un humor ex nihilo que sólo su mente demiúrgica engendra. O más que demiúrgica, porque el demiurgo platónico no era un creador, sino un arquitecto, un poeta del cosmos que empleaba material preexistente —la chóra— , se trataría de una mente divina en un sentido bastante solipsista. Esto no significa, por supuesto, que todo humor sea político en un sentido chato del término, sino que el humor recoge, manipula, reafirma o reniega de ideas que él no engendra: sobre las cuales él mismo es formado como individuo. Otro debate sería si el humorista reaccionario, por ejemplo, al menos del reaccionario inconsciente, refuerza las ideas conservadoras y los estereotipos, prejuicios, opresiones, etc., que utiliza en sus chistes o si, al contrario, alivia una tensión que existe más allá de sí y que sin este alivio explotaría por otro lado.
Cabe añadir, a este respecto, que el humor reaccionario no lo es porque escoja material, por ejemplo, misógino, sino porque los objetos de sus chistes son las mujeres violentadas: es de ellas de quienes se ríen. Se puede, por último y como escribimos en un artículo anterior sobre el humor negro, hacer chistes donde el material del humor sean atentados, violaciones, maltratos, muertes grotescas, enfermedades, etc., sin que el objeto de nuestro chiste sean las víctimas de los mismos, sino los verdugos. Es importante destacar esta diferencia, a fin de comprender mejor de qué estamos hablando al referirnos al humor negro reaccionario. Luego puede parecerle, a cada cual, de mejor o peor gusto, de más o menos calidad; pero en ningún caso el mensaje es el mismo. Lo transgresor, en este caso, no es sólo invertir el objeto del chiste, como cuando se hacen chistes sobre blancos del mismo modo que sobre negros, sino también es subversivo cuando se modifica el objeto del chiste y se traslada éste al verdugo o a la propia situación dramática sin meramente invertirlo.
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