La economía mundial de comienzos del siglo XXI en perspectiva histórica de largo plazo.

 



1. La economía mundial de comienzos del siglo XXI en perspectiva histórica de largo plazo.

Disponemos ya de la suficiente perspectiva temporal para percibir los cambios ocurridos en la economía mundial durante el último siglo. La perspectiva histórica de largo plazo es necesaria para evaluarlos correctamente.

Si comparamos la economía mundial contemporánea con la de comienzos del siglo XX, caeremos en la cuenta del enorme progreso material experimentado por la humanidad desde entonces. Esta afirmación puede parecer grotesca a la vista de las imágenes de pobreza, enfermedad y analfabetismo que los medios de comunicación nos siguen trasmitiendo diariamente. A veces, los efectos de alguna catástrofe, natural (terremotos, huracanes, sequías, etc.) o no (guerras, limpiezas étnicas, etc.), evidencian con especial crudeza las graves carencias (alimentación, sanidad, vivienda, infraestructuras, etc.) que aquejan todavía a un sector nada despreciable de la humanidad.

Pese a ello, el progreso material experimentado por la humanidad durante el transcurso del siglo XX, en particular en su segunda mitad, resulta indiscutible, como prueban rotundamente las cifras disponibles: un número creciente de humanos ha accedido niveles de vida más elevados. La percepción de que, económicamente, las cosas empeoran es errónea y se basa principalmente en el desconocimiento de las auténticas dimensiones de la miseria padecida por la humanidad en el pasado, de la brevedad de la vida de nuestros antepasados y de sus dificultades para acceder a la alfabetización para la mayor parte de ellos, en especial para las mujeres. También responde a la solidaridad con el sufrimiento ajeno. Ahora bien, éste no va a disminuir con diagnósticos equivocados de la realidad económica mundial contemporánea. Más bien ocurrirá lo contrario. Tampoco serán de mucha ayuda los discursos triunfalistas.

Interrumpida durante el período de entreguerras, el relanzamiento a mediados del siglo XX de la globalización es inseparable de la extensión por el mundo de esa combinación de crecimiento demográfico y económico que estaba reservada a sólo unos pocos países antes de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1950 y 1980, la globalización se intensificó entre las economías más ricas de Europa, Norteamérica y Japón. Sin embargo, desde la década de los ochenta, países de bajo nivel de desarrollo se han incorporado a la economía global.

En temas anteriores se definía la globalización atendiendo básicamente a sus aspectos económicos. Sin embargo, por globalización puede entenderse al proceso de integración creciente a escala mundial no sólo de las economías sino también de las sociedades (ideas, costumbres, gustos, etc.). La globalización y sus efectos es una de las cuestiones actuales más polémicas. Sus defensores argumentan logros indudables como el rápido crecimiento y la reducción de la pobreza en China e India (ambos países representan algo más de un tercio de la población mundial), así como en otros países. Los oponentes a la globalización sostienen que genera una desigualdad en aumento y que favorece la degradación ambiental.

 La segunda globalización y sus resultados 

Autor: Rafael Dobado González

http://www.historiasiglo20.org/HM/10-1a.htm


1.1. La segunda globalización y sus resultados.

1) Entre 1913, cuando concluye la primera globalización, y 2000, la población mundial pasó de unos 1,8 a unos 6,1 millones de personas. Un crecimiento demográfico de una intensidad nunca antes conocida, especialmente desde 1950. Entre ese año y 2000, la población mundial se multiplicó por 2,5.

2) El PIB mundial creció aún más rápidamente. En 2000 era casi 20 veces mayor que en 1900. Sólo en la últimas cinco décadas del siglo pasado el PIB mundial se septuplicó. Ese crecimiento es de una magnitud sencillamente inimaginable para las generaciones precedentes.

3) Tal vez más espectacular si cabe es el aumento del PIB per capita, que se ha multiplicado casi por 5. Durante la primera mitad del siglo no llegó a duplicarse, mientras que en la segunda casi se triplicó.

4) El crecimiento probablemente sea mayor, pero queda oculto por un problema de medida. En efecto, un coche o un ordenador actuales ofrecen unos servicios (rapidez, seguridad, fiabilidad, etc.) incomparables a los de sus predecesores de hace, por ejemplo, 30 años. Este aspecto no queda convenientemente reflejado en la contabilidad nacional convencionalmente empleada para calcular el producto per capita y su crecimiento.

5) Es también cierto que el crecimiento económico es inseparable de una disminución de los recursos naturales disponibles (hierro, carbón, petróleo, etc.), que constituyen una variable “stock” y no, como el producto per capita, una variable “flujo” . Ahora bien, el volumen y la calidad del stock de recursos naturales disponibles no es independiente de la tecnología: –el carbón o el petróleo estaban ahí desde mucho antes de que pudieran ser utilizados. Tampoco de sus precios: algunos recursos sólo se exploran o utilizan cuando su precio o el los que los pueden sustituir alcanza un cierto nivel. Así, pues, no sabemos muy bien con cuántos recursos contamos en realidad. Ello no debería ser una invitación al despilfarro. Tampoco a la infrautilización. La experiencia histórica demuestra que el hombre, aunque no siempre ni a coste cero, ha ido encontrando soluciones a lo problemas de escasez. Pero no hay garantías de que siga siendo así en el futuro. Por tanto, convendría enfocar esta espinosa cuestión –tanto más cuanto más crezcan y consuman áreas muy pobladas del planeta que tienen pleno derecho a ello- desde posturas alejadas tanto del catastrofismo como del optimismo exagerado.


6) En 2004, 63 países, con una población de 1.275 millones de personas (20% del total mundial), eran clasificados por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) como de “desarrollo humano alto” por su nivel del IDH (0,8 o más). En el nivel medio de desarrollo humano (0,5-0,799) figuraban 83 países con casi 4.500 millones de habitantes (70% de la población mundial). Un IDH bajo (menos de 0,5) le corresponde “sólo” a los 570 millones de habitantes (menos del 10% de la población mundial) de 31 países, todos ellos africanos, excepto Yemen y Haití. Con respecto a 1975, el principal cambio es que la mayor parte (73%) de los nuevos 2.300 habitantes de la Tierra pertenecen a países de nivel de IDH medio. Si comparamos respecto al pasado lejano, el resultado es más obvio: a comienzos del siglo XX, ningún país alcanzaba un IDH alto y uno medio sólo una minoría de países europeos y americanos; la gran mayoría de la humanidad no lograba, pues, superar el nivel de desarrollo humano bajo. Entre 1975 y el presente, el IDH de los países medios y, auque en menor medida más bajos también ha aumentado, excepto en Zambia y Zinbawe En términos de desarrollo humano, las diferencias entre el 20% de la humanidad en la mejor situación y el 20% en la pero se han reducido de una ratio de 4,3 a otra de 1,8 entre comienzos y mediados del siglo XX.

7) El gran reto de la humanidad en estos momentos es encontrar la forma en que las grandes diferencias de renta entre unos y otros países, gracias al mayor crecimiento de estos últimos, se reduzcan sin hacer insostenible la existencia de 10.000 millones de habitantes en un planeta de recursos no infinitos. No es tarea fácil. No se logrará acabando con la globalización, sino, en todo caso, reorientándola y eliminado los obstáculos externos y, sobre todo, internos que impiden que algunos países (excomunistas, africanos, latinoamericanos y asiáticos) encuentran para hacer efectivas las ventajas potenciales de la globalización. Que ésta no es en sí misma perjudicial para el desarrollo económico lo prueba la trayectoria histórica de los primeros países globalizados, los occidentales, y la más reciente de algunos asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Malasia, etc., primero, y, más tarde, China e India).

             

Autor: Rafael Dobado González       

2. La población mundial.

En la segunda mitad del siglo XX, el comportamiento de la población mundial ha experimentado drásticos cambios: ha crecido muy rápidamente, se ha hecho más longeva, se ha urbanizado y ha emigrado de unos países a otros. Se trata, básicamente, de una globalización de los cambios experimentados entre mediados de los siglos XIX y XX por los países hoy desarrollados.

2.1. El crecimiento de la población: ¿explosión o contención?

La explosión demográfica, con el consiguiente temor a que los recursos disponibles no basten para la subsistencia de la especie humana, no es una preocupación contemporánea. El fantasma de la superpoblación ya preocupaba a Malthus hace dos siglo. Sigue preocupando en la actualidad. El gráfico se presenta la última revisión efectuada, en 2006, por Naciones Unidas.

Dentro de medio siglo la población humana rondará los 9.000 millones de personas. Hace cincuenta años éramos unos 2.500 millones. A comienzos del siglo XX, seríamos cerca de 1.700 millones. En 2000, superábamos por poco los 6.000 millones.

En el siglo XX se ha acelerado el crecimiento demográfico como nunca antes, especialmente en la segunda mitad. Sin embargo, las previsiones más fiables indican que el crecimiento se decelerará en la primera mitad de este siglo, como ya viene haciéndolo claramente desde comienzos de la década de 1970.

Por tanto, los temores al crecimiento explosivo de la población mundial resultan infundados. De hecho, es probable que el crecimiento de la población mundial se detenga por completo en algún momento de la segunda mitad de este siglo. Para entonces la población mundial podría no haber llegado a los 10.000 millones. Otra cosa es que ese número de habitantes sea compatible con los recursos disponibles. La experiencia histórica muestra que, al menos desde la Revolución Industrial, gracias al progreso técnico y científico, el crecimiento demográfico ha sido compatible con mejoras del nivel de vida para un número creciente de humanos. No hay razones para que no siga siendo así en el futuro, pero tampoco podemos estar plenamente seguros de ello. Además, buena parte del crecimiento demográfico de las últimas décadas ha tenido lugar en países de nivel medio o bajo de desarrollo. Para que las poblaciones de estos países mejoren su nivel se vida, es necesario, pues, que sus economías crezcan a ritmos muy rápidos, lo que no está ocurriendo en todos los casos.

   

Autor: Rafael Dobado González


2.2. La transición demográfica a escala mundial

El crecimiento demográfico rápido de la segunda mitad del siglo XX tiene por causas la ya conocida transición demográfica –Tema 2. La ralentización del crecimiento durante la primera mitad del siglo XXI, también. La globalización no esa ajena a uno y otra.

Las mejoras en nutrición, acceso a agua corriente, atención sanitaria y otros aspectos relacionados con la mortalidad han sido notables. Ciertamente, no han llegado a todo el mundo todavía, pero sí a muchas partes. De ahí que la mortalidad se haya reducido sustancialmente. La infantil se ha reducido casi a la mitad entre 1970 y 2004. La reducción ha sido especialmente intensa en los países de nivel medio de desarrollo: de 87 a 27 por mil entre ambos años. Lógicamente, la esperanza de vida media mundial ha aumentado, pasando de 60 años en 1970-1975 a 67 en 2000-2005. Una vez más, las diferencias son notables: 78,6 y 58,3 años en los países de altos y bajos ingresos, respectivamente. Sin embargo, en este caso, los avances han sido relativamente mayores en los países pobres. En cualquier caso, la esperanza de vida actual en esos países supera ampliamente a la de los europeos de comienzos del siglo XX (46 años).

Frente a un descenso relativamente rápido de la mortalidad, la natalidad, como era de esperar, ha retrocedido más lentamente. La fecundidad media mundial (número de partos por mujer) pasó de 4,5, en 1970-1975, a 2,7, en 2000-2005. La de los países menos desarrollados se ha reducido también, pero llegó a ser 6, en 1970-1975. Sólo recientemente ha llegado a 3,9, frente a 2,1 y 1,7 en los países de ingresos medios y altos, respectivamente. Los países más pobres de África mantienen todavía tasas de fecundidad en torno a 6, lo que, sin duda, representa un serio obstáculo al desarrollo económico.

2.3. Hacia el envejecimiento.

Junto a otros cambios, la población mundial está experimentando un intenso proceso de envejecimiento: en 1950, sólo el 8% era igual o mayor de 60 años; en 2000, ese porcentaje se había incrementado en más de un tercio, pues ese grupo de edad representaba el 11%; en 2050, esa proporción se habrá doblado, llegando al 22%.

La dimensión del fenómeno alcanza una escala antes desconocida y está asociada a la creciente longevidad de la población humana. Aunque la esperanza de vida media no llega a los 50 años en el África subsahariana no llega a los 50 años, la media mundial está casi en lo setenta. En los países desarrollados, ya un quinto de la población iguala o supera los 60 años, llegando a un tercio la que lo haga en 2050. Para entonces, los países menos desarrollados se hallarán donde se encuentran ahora los desarrollados: un quinto de su población contará con 60 o más años.

Paralelamente al envejecimiento, los grupos de edad inferior a 60 años se irán comprimiendo . En consecuencia, las pirámides población de los países menos desarrollados, en las que la base es claramente más ancha que la cima, se aproximarán a las de los desarrollados, donde las diferencias entre las cohortes más de edad menor no superan tan ampliamente a las de mayor edad.

En la actualidad, la edad mediana de la población mundial es 28 años, esto es, la mitad tiene más de esa edad y la mitad menos. Ahora bien, de nuevo, la distribución por países es muy desigual: la de Uganda es de 15 años y la de Japón de 43. Como consecuencia del envejecimiento de la población mundial en el futuro, la edad mediana mundial será 38 años en 2050. Pero, mientras que, en Burundi y Uganda, será 20 años, sobrepasará los 50 en Corea del Sur.

El envejecimiento de la población mundial tendrá efectos importantes sobre aspectos básicos de la sociedad humana. No sólo está siendo necesario crear los servicios requeridos por una población en proceso de envejecimiento envejecida, sino que la proporción entre la población potencialmente activa, la que tiene entre 15 y 64 años, respecto a la de más de 64 años ha bajado de 12 a 9 (25%) entre 1950 y 2007. Esa proporción descenderá aun más en el futuro, llegando a 4 en 2050. Las repercusiones económicas del envejecimiento de la población mundial serán, pues, muy importantes. Se trata de otro de los nuevos retos de los tiempos venideros.

 El crecimiento de la población                      Distribución espacial, urbanización y migraciones 

Autor: Rafael Dobado González


2.4. Los cambios en la distribución espacial

Entre 1950 y 2000, se registraron cambios de alguna importancia en la distribución espacial de la población mundial: algunas áreas del globo ganan en peso relativo mientras que otras lo pierden. Algo semejante ocurrirá durante la primera mitad del siglo XXI.

Durante la segunda mitad del siglo XX, Europa ha visto reducirse casi a la mitad su proporción en el total. Norteamérica también retrocede, pero menos. Por el contrario, Asia, que, a mediados del siglo pasado, acogía a más de la mitad de la población mundial, superaba, en 2000, el 60%. Mayor ha sido el crecimiento de África, que pasa de menos del 9% al 13. No tanto han aumentado las poblaciones de América Latina y el Caribe y de Oceanía.

Para 2050 se espera que Norteamérica y, especialmente, Europa hayan vuelto a perder peso en la población mundial. Asia y América Latina y el Caribe también retrocederán en beneficio de Oceanía y, sobre todo, de África, donde vivirán casi uno de cada cuatro habitantes de nuestro planeta.


2.5. Un mundo en tránsito a la urbanización

Hasta el presente, la población humana ha sido mayoritariamente rural. Sin embargo, esta característica de nuestra especie desde sus orígenes está a punto de desparecer. Por primera vez en la historia, en 2008, más del 50% de la población mundial, esto es, unos 3.300 millones de personas, vivirá en ciudades. Es éste un cambio de no poca importancia tanto como económica como política, social y cultural.

Tanto en cifras absolutas como relativas, la población urbana no dejará de crecer en las próximas décadas. Hacia 2030, la población urbana habrá aumentado hasta los 4.900 millones; es decir, casi el 60% del total. De hecho, la población rural del mundo no sólo no crecerá sino que disminuirá en unos 28 millones entre 2005 y 2030. Así, el crecimiento demográfico a escala mundial se concentrará en las ciudades. El crecimiento, en su mayor parte, tendrá lugar en los países en desarrollo. Especialmente, en África y Asia, donde la población urbana se duplicará durante las tres primeras décadas de este siglo. En América Latina y el Caribe, la población urbana no dejará de crecer, aunque lo hará a menor ritmo. En el mundo desarrollado, el crecimiento será más bien modesto: 16%.

En 2015, serán unas sesenta las aglomeraciones urbanas de 5 o más millones de habitantes. Un tercio de ellas superará los 10 millones.

En esencia, este fenómeno poco tiene de novedoso. Norteamérica y Europa pasaron por un proceso de urbanización básicamente idéntico entre mediados de los siglos XVIII y XX: la población urbana se elevó desde el 10 al 52% del total, mientras que el número de habitantes de las ciudades ascendió de 15 a 423 millones. La auténtica novedad de lo que la ONU denomina “segunda ola de urbanización” radica en su rapidez. Mientras que la “primera ola”, la que afectó a los países hoy desarrollados de Norteamérica y Europa, duró dos siglos, la “segunda” no ha necesitado más que 80 años para completarse: en los países menos desarrolladas, la población urbana ascendía, en 1950, a 309 millones de personas y llegará, en 2030, a 3.900 millones, pasando del 18 al 56%.

Pese a que las condiciones de vida en las ciudades del mundo menos desarrollado puedan parecernos de una dureza extrema, los emigrantes rurales las encuentran mejores que las del medio de procedencia. Éstas, no por menos conocidas que las urbanas, son frecuentemente insoportables. Sólo así se explica un continuo, y creciente, flujo migratorio que, de otra forma, resultaría incomprensible.

La adopción de políticas que hagan del medio urbano en los países menos desarrollados un lugar habitable constituye uno de los grandes retos del futuro.

2.6. Globalización y migraciones internacionales

Al igual que durante la primera globalización, la segunda, tanto en su primera fase, como en la actual, ha traído consigo una creciente movilidad internacional del trabajo, esto es, un aumento de las migraciones entre países. Mayoritariamente, éstas han consistido en el desplazamiento de personas en edad laboral desde países de renta media o baja a los más desarrollados.

Así, Europa y, especialmente, Norteamérica se han convertido en lugares de destino de importantes flujos demográficos.

En Norteamérica, los emigrantes extranjeros equivalen ya a casi el 15% de la población, mientras que, en Europa, se acercan al 10%. En Australia resulta particularmente elevado, pues se aproximaba al 25% en 2000-2001. El porcentaje de emigrantes internacionales respecto a la población nacional varía notablemente de unos países desarrollados otros: es mucho más alto en Canadá que en Estados Unidos o en Suecia que en Dinamarca.

Existe una migración de población activa cualificada, pero es más común que los emigrantes sean personas que ocupan los segmentos laborales peor retribuidos en las sociedades de acogida. La concentración de los emigrantes en determinadas zonas (centros urbanos, algunas comarcas agrícolas, etc.) está produciendo cambios perceptibles a simple vista en su composición étnico-cultural.

Aunque durante la primera globalización hubo desplazamientos importantes de población extra-europea (china e hindú, por ejemplo), durante la segunda globalización, particularmente en su fase actual, son mayoritarios los emigrantes procedentes de países no occidentales. Otra novedad contemporánea es que países sin tradición inmigratoria, como España, están recibiendo un alto número de emigrantes, a veces muy alejados culturalmente, en un tiempo relativamente breve.

La globalización, mediante el abaratamiento del transporte y la difusión de información a escala planetaria, ha favorecido los movimientos migratorios. Si bien los resultados económicos de la emigración son básicamente positivos para las sociedades que participan en ella, y así son generalmente percibidos, también genera nuevos conflictos (choques culturales, competencia por los empleos menos cualificados y por el acceso a los servicios sociales, racismo, etc.) que deberán encontrar solución.


                3. La heterogeneidad de la economía mundial contemporánea


En esta sección nos ocuparemos de la evolución de las diferentes áreas económicas del mundo desde finales de la “Edad de oro”. Comprobaremos que los resultados, aunque globalmente positivos, no han sido iguales para todos. Si, dado el alto nivel de partida, era esperable que las economías desarrolladas crecieran más lentamente que durante la “Edad de oro”, los resultados de economías emergentes, como China e India, han superado las expectativas más favorables. Sorprendentes, aunque, desgraciadamente, por la razón contraria, han sido los escasos logros económicos, aunque no necesariamente en campos como la salud y la educación, de otros muchos países del globo, particularmente en África.


3.1. Tendencias económicas de las tres últimas décadas: ganadores y perdedores, absolutos y relativos

La configuración económica del mundo ha experimentado algunas transformaciones importantes. Tal vez la principal de ellas sea la emergencia de algunas economías (China, India, Brasil, México, etc.) que han pasado de desempeñar un papel subsidiario a convertirse en protagonistas activos de un mundo globalizado. Aunque la predicción económica es un ejercicio arriesgado que conviene practicar con gran cautela, todo parece indicar que la “multipolarización” de la economía internacional seguirá su curso.

Durante la segunda fase de la globalización contemporánea, el tamaño relativo de las economías de países y áreas del mundo ha variado. En algún caso significativamente.

Si bien unos y otras ganan absolutamente, como corresponde a un mundo en crecimiento económico, sólo lo hacen proporcionalmente, y mucho, algunos países asiáticos (Corea del Sur, China e India, por este orden). También, aunque en mucha menor medida, México y Brasil. No así América Latina, que experimenta un muy pequeño retroceso. Algo mayor es el de África. En ambos casos, la globalización no ha tenido para ellos resultados comparables, ni de lejos, a los de Asia. De hecho, pese al crecimiento demográfico, no han podido aprovechar sus ventajas para ver, como sería deseable, aumentar su peso en la economía mundial. Era esperable que las economías que partían de niveles bajos hubieran crecido más rápidamente que las que eran de nivel alto o medio de desarrollo en 1973. Sin embargo, no así en todos los casos.

Aunque algunas economías europeas (Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y España) siguen figurando entre las diez mayores del mundo, el tamaño relativo de Europa Occidental ha disminuido apreciablemente (-20%). Especialmente llamativa es la caída de la antigua URSS como consecuencia de su desmembración y del colapso económico que siguió a su peculiar transición a la economía de mercado. Mientras que el peso económico de EEUU apenas se altera gracias a su crecimiento –alto en relación al de los restantes países desarrollados- en los últimos años. Australia y el mundo árabe apenas cambian al alza, si bien, por lo que respecta al último grupo de países, la explicación se encuentra en los precios del petróleo, por lo que las ganancias se reparten muy desigualmente dentro de él.

El panorama del crecimiento económico internacional se altera algo, no mucho, cuando atendemos a los resultados en términos per capita. Aquí conviene distinguir, lo que no siempre se hace, entre ganadores y perdedores absoluta y relativamente. Con los datos disponibles, la mayor parte de la humanidad ha crecido económicamente entre 1973 y 2001. Algo bien distinto es que el crecimiento haya sido suficiente para sacar a todo el mundo de la pobreza o que el mundo se haya vuelto más igualitario.

Un alto nivel de bienestar material, igual o mayor al que disfrutamos, por ejemplo, en España no ha dejado de ser patrimonio de una minoría de la humanidad. Los niveles más elevados de riqueza, o de desarrollo humano (IDH) siguen correspondiendo a los países occidentales (Norteamérica, Europa y Australia) y a Japón. Los más pobres continúan localizados en las restantes partes del mundo (Àfrica, Asia, América Latina y Oceanía). Pocos cambios, pues, a este respecto. Ahora bien, algunos países, que concentran buena parte de la población mundial, han conseguido pasar de la pobreza, extrema o no, a niveles medios o medios-bajos de riqueza. Y ésta sí es una importante novedad.

Probablemente, diste de ser casual que, salvo contadas excepciones, la riqueza tiene una distribución espacial que no parece ajena a la geografía. Casi todos los países de renta alta o media-alta se encuentran fuera de las zonas tropicales. Y viceversa. Este hecho podría deberse a la influencia acumulada a lo largo de los siglos de la menor insalubridad y las mejores condiciones agrarias de las zonas templadas del planeta. También se observa que los países sin salida fácil al mar y, por tanto, al comercio marítimo suelen tener menores niveles de renta. Esta aparentemente poderosa influencia geográfica en el nivel de desarrollo no tiene por qué ser eterna –en su contra actúa el progreso técnico-científico en la medicina, la agricultura, el transporte y las comunicaciones- pero puede que tampoco desaparezca a corto o medio plazo.

Tomando como indicador la media nacional, la mitad de la humanidad ha doblado su producto per capita entre 1973 y 2001. Dos tercios de ella han experimentado un crecimiento del 50%. Para un 15% de la población mundial, el crecimiento ha sido del 0 al 50%. El 15% restante ha visto como decrecía en términos absolutos. Económicamente, éstos son lo grandes perdedores de las últimas décadas. En 1973, al 50% de la humanidad le correspondía un producto per capita medio que no llegaba a 1.400 dólares internacionales de 1990. Al otro 50%, lo contrario. En 2001, el valor del producto per capita que divide en dos a la humanidad supera los 3.000 dólares, esto es, más del doble que en 1973.

Es posible que una desigual distribución de la renta en el interior de los países –que podría haber empeorado en los últimos tiempos- reduzca el número de beneficiarios respecto a los porcentajes calculados al operar con la media nacional. En cualquier caso, el crecimiento económico, aunque no demasiado o no a todas, ha favorecido a un considerable número de personas en todo el mundo, que tienen hoy unas condiciones materiales de existencia mejores que las existentes hace 30 ó 40 años.

A parte de Guinea Ecuatorial, un caso excepcional por muchas razones (descubrimiento y explotación de grandes yacimientos petrolíferos, pequeña población, distribución muy desigual de la renta, etc.), los grandes ganadores absolutos son cuatro países asiáticos (Corea del Sur, China, Taiwán y Singapur) y uno africano (Bostwana). Todos ellos han multiplicado por 3 o más su producto per capita. Entre los países que al menos lo han duplicado figuran varios asiáticos muy poblados (entre ellos Tailandia, India, Malasia Vietnam, Indonesia y Pakistán), algunos europeos económicamente “periféricos” hasta no hace mucho tiempo (Irlanda, Noruega, España y Portugal) y, sorprendente y afortunadamente, algunos africanos (Cabo Verde, Mauricio, Egipto, Lesotho y Túnez).

Entre los perdedores absolutos, encontramos a países africanos (República Democrática del Congo, Sierra Leona, Angola, Gabón, Togo, Liberia, etc.), excomunistas (Moldavia, Georgia, Ucrania, Azerbaiyán, Rusia, etc.), Corea de Norte y latinoamericanos (Nicaragua, Haití y Venezuela), que son los grandes perjudicados por recientes acontecimientos políticos y económicos (desmembraciones, guerras civiles, transiciones poco exitosas al capitalismo, etc.) de los que han salido muy mal parados.

El panorama de ganadores y perdedores relativos, esto es, el que ofrece, no el crecimiento de su producto per capita entre 1973 y 2001, sino la magnitud del cambio entre ambos años del puesto ocupado en una clasificación mundial de países según el tamaño de su producto per capita respecto a la media mundial, es un poco distinto. A la cabeza de los ganadores figuran básicamente los mismos países, aunque con algunos pequeños cambios de posiciones. Así los grandes ganadores absolutos y relativos vienen a coincidir, aunque no exactamente: por ejemplo, mientras que Irlanda permanece entre los grandes ganadores relativos, España y Portugal abandonan ese grupo. Lo mismo ocurre con los grandes perdedores: los países que más posiciones han perdido en la ordenación mundial por producto proporcional a la media mundial entre 1973 y 2001 son los que han experimentado crecimientos absolutos negativos. Aunque algunos países que no figuraban entre los perdedores absolutos sí están entre los perdedores relativos de alguna importancia. Ése es el caso de Argentina y Nueva Zelanda, países de alto nivel de desarrollo en 1973. Entre los perdedores relativos, aunque por escaso margen, entran también varios países europeos importantes que no son perdedores absolutos: Francia, Gran Bretaña y Alemania. En mayor medida, eso le ocurre a Suecia, que era, en 1973, uno de los países más ricos, y con una distribución de la renta más igualitaria, del mundo. Australia, Estados Unidos y Japón consiguen mantener, al igual que España y otras economías europeas pequeñas (Holanda, Bélgica, Dinamarca, Portugal etc.), ganancias relativas, aunque más bien modestas.


3.2. Los países desarrollados

En 2006, la UE es la mayor economía mundial. Especialmente después de sus últimas ampliaciones, ha aumentado el grado de heterogeneidad económica entre sus miembros: grandes diferencias de producto per capita separan Irlanda de Bulgaria. Sin embargo, todos ellos pertenecen al grupo de desarrollo humano alto. El avance de la integración se manifiesta no sólo a través de repetidas ampliaciones sino también mediante otros episodios tan llamativos como fue el inicio, en 2002, de la circulación de una moneda común en catorce países miembros. La UE-15, esto es, la anterior a las dos últimas ampliaciones, se caracteriza por contar con un amplio sector público y una elevada presión fiscal. De ahí unas generosas prestaciones sociales y una distribución de la renta más bien igualitaria. Estas características son menos acusadas en los países anglosajones que en los continentales. Toda Europa parece aquejada de un problema que podría tener consecuencias graves a largo plazo: la pérdida de impulso en el terreno de la innovación tecnológica, el principal componente del crecimiento económico, frente a EEUU y Asia.

Los EEUU han pasado a segunda posición por tamaño económico. No obstante, su producto per capita supera ampliamente a la media europea. Su modelo económico y social es más individualista y menos protector que el europeo. También es más flexible e innovador. Pese a las diferencias de renta entre los estados norteamericanos, la cohesión económica interna de los EEUU es mayor a la de la UE, incluso prescindiendo de Luxemburgo, el país más rico del mundo. En 2007, el producto per capita en PPA (paridad de poder adquisitivo) de Irlanda es casi cuatro veces mayor que el de Bulgaria. En 2004, la diferencia de renta disponible entre New Hampshire y West Virginia no llegaba dos.

Hasta mediados de los setenta, la UE convergió económicamente con EEUU, como prueba la aproximación entre sus respectivos productos per capita. Desde comienzos de la década de los noventa, la economía norteamericana ha vuelto distanciarse de la europea gracias a un mayor crecimiento. Una de las razones es que los norteamericanos trabajan más: crean más empleos, hay más activos y menos desempleados, empiezan antes a trabajar y se retiran más tarde. También son algo más productivos por hora trabajada. Las ventajas norteamericanas en productividad del trabajo se explican principalmente por la educación de la mano de obra, el esfuerzo en I + D y la inversión en TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones). Al mayor crecimiento norteamericano han contribuido también otros factores económicos y culturales que favorecen el esfuerzo y el espíritu empresarial y reducen la aversión al riesgo.

Pese a una cierta revitalización de la economía norteamericana en la década de los noventa, su futuro no está exento de sombras: rápido crecimiento del déficit fiscal y de la deuda pública, baja tasa de ahorro, gran endeudamiento externo y enorme déficit comercial.

La economía japonesa ha salido recientemente de una prolongada crisis que afectó seriamente a un país acostumbrado a altas tasas de crecimiento económico. En el origen de esa crisis, que se inicia en 1991, está la brusca caída de los precios de las acciones y de las propiedades inmobiliarias, que habían alcanzado niveles extraordinarios entre 1986 y 1990. Durante la década de 1990, el gobierno japonés fue incapaz de adoptar una política económica que sacase a Japón del estancamiento. No por ello ha dejado Japón de ser una potencia económica. Su economía es la tercera del mundo. Su capacidad, basada en la innovación tecnológica, para producir y exportar productos industriales cada vez más sofisticados está bien demostrada. Su producto per capita actual está por detrás de los países europeos más ricos.


3.3 China e India

La Republica Popular China cuenta con una extensión de 9,6 millones de km2 (6% de la superficie emergida mundial), que le convierten en el cuarto país más extenso. Y su población, 1.300 millones de habitantes en 2005, en el más poblado. Un PIB de más de 2,5 billones de dólares en 2006 hace de su economía la quinta de mayor dimensión. Sólo por detrás de las de la Unión Europea, EEUU, Japón y Alemania . Su PIB per capita en PPA rondaba, en 2005, los 7.500 dólares, esto es, un nivel medio. Pero es que su crecimiento en las últimas décadas constituye un record histórico: 8,5% anual entre 1975 y 2004. Nunca una economía había crecido a tal ritmo durante tanto tiempo.

China es ya no sólo una potencia política sino también económica. Y todo parece indicar que, si bien el crecimiento tenderá progresivamente a descender, el protagonismo chino en la economía internacional será aun mayor en el futuro. Especialmente competitiva resulta su producción industrial, que comienza a dar muestras de ser capaz de producir no sólo bienes industriales de baja calidad y poco precio.

En el origen del éxito chino se encuentran las reformas, inicialmente tímidas y posteriormente más ambiciosas, emprendidas tras la Revolución Cultural, que permitieron transitar del socialismo al capitalismo sin incurrir en los grandes costes económicos y sociales que ha soportado la URSS. La economía china destaca como exportadora de productos industriales a bajo precio.

China ha sido el principal beneficiario de la segunda fase de la globalización contemporánea., aunque sus resultados se han distribuido de manera desigual en términos sociales -las diferencias de renta y riqueza interindividual han crecido sustancialmente- y espaciales – también las de la costa pacífica frente al interior y la de las zonas rurales frente a las urbanas).

Las reformas que permitieron a India sumarse al tren del crecimiento económico rápido de otros países asiáticos se iniciaron a comienzos de los años noventa, cunado se abandonan las ideas socializantes que influyeron en tantos países que accedieron a la Independencia después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, la tasa de crecimiento hindú era sinónimo de incapacidad para adentrarse por la senda del progreso económico. Las reformas han seguido pautas bien conocidas: reducción de los controles gubernamentales sobre el sector privado, privatización de empresas públicas, liberalización del comercio exterior y apertura a las inversiones extranjeras. Las reformas han permitido a India beneficiarse también, aunque algo más tarde y en menor medida, de las ventajas de la globalización. En su caso, destaca la capacidad para crear un sector de servicios internacionalmente competitivo en las ramas más vinculadas a la informática y las comunicaciones. A ello contribuye decisivamente la disponibilidad de un abundante mano de obra barata pero bien instruida y que domina el inglés.

Pese a sus indudables logros recientes y su potencial futuro, India aún tiene un largo camino que recorrer para dotar a su economía de buenas infraestructuras y para reducir las desigualdades y la pobreza. Su producto per capita no llega a 4.000 dólares en PPA, es decir, algo más que la mitad del chino.


3.4. La persistencia del subdesarrollo

En contraste con las economías desarrolladas o en desarrollo, algunas áreas del mundo, en las que vive un porcentaje significativo de la población mundial, presentan unas perspectivas mucho más sombrías. En ellas, el desarrollo económico se convierte en un problema acuciante. En estos países, la globalización ha tenido pocos efectos positivos. Y ello, principalmente, porque no reúnen las condiciones previas necesarias para poder beneficiarse de ella (estabilidad política, gobiernos responsables, mínimos de salud e instrucción, etc). Ahora bien, la globalización ha tenido, al menos, una ventaja incontestable para los países más pobres del mundo. Se trata del gran aumento de la información y de la sensibilización acerca de sus problemas de desarrollo. Las campañas que viene impulsando algunas celebridades internacionales (cantantes, actores, políticos retirados, etc.) son buena prueba de ello. También organismos internacionales como Naciones Unidas, con su Programa del Milenio, que pretende obtener, en 2015, avances significativos en terrenos como el de la reducción de la pobreza, la universalización de la enseñanza primaria, la promoción de la igualdad entre los sexos y de la autonomía de la mujer, la reducción de la mortalidad infantil, el combate contra el SIDA, etc.

Otra cosa es que la ayuda internacional al desarrollo -la de individuos e instituciones públicas y privadas de los países ricos en favor de los pobres- haya sido todo lo intensa y eficaz que sería deseable. No ha sido el caso. Ahora bien, por voluminosa y eficaz que hubiese sido la ayuda, o que lo sea en el futuro, nunca podrá sustituir al crecimiento económico como mecanismo para asegurar ciertos umbrales de bienestar para las poblaciones de los países más pobres.


Autor: Rafael Dobado González

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