El relato de Borges que se anticipó a la física cuántica.
El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo —sostiene Jorge Luis Borges, y luego añade— esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre.
Jorge Luis Borges se jactaba de su proverbial desconocimiento de la física, cuestión que no logró impedir que el autor argentino anticipara una de las principales teorías de la física cuántica, casi quince años antes de su formulación.
El pronóstico cuántico de Borges, por llamarlo de algún modo, se produjo en el relato El jardín de senderos que se bifurcan, publicado en la antología homónima de 1941, y posteriormente reeditado en Ficciones, de 1944.
En el universo de la física cuántica se deduce que todas las partículas que conforman el cosmos pueden moverse en cualquier dirección y estar en múltiples lugares al mismo tiempo. En otras palabras: el universo se expande en infinitas alternativas posibles, como si se repitiera a sí mismo pero con ínfimas variaciones. Hugh Everett, en 1957, sostuvo que frente a una infinita serie de alternativas una partícula las elige todas a la vez.
Esto significa que existe una cifra inconcebible de universos paralelos. Algunos de ellos son notablemente distintos al nuestro; otros, en cambio, se diferencian únicamente por una molécula desubicada en un recóndito galpón de Caseros.
Para ponerlo en términos más humanos, supongamos que nos levantamos una mañana cualquiera y que debemos decidir entre tomar un café o salir de casa en ayunas, o bien vestirnos con una camisa o una remera. Esas decisiones son nuestras y pertenecen a nuestra línea temporal; sin embargo, la física cuántica deduce que existen incontables universos paralelos en los que todas las decisiones descartadas se concretan.
Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa, me pasa a mí.
Esto se aplica a las grandes decisiones del ser humano, por ejemplo, al elegir entre una carrera u otra; así también como a ínfimas variaciones en la materia y el tiempo. Hay un universo en donde somos todo lo que en éste deseamos ser, y otros en los que ni siquiera existimos [ver: Borges y el horror cósmico en «La Biblioteca de Babel»]
Cada partícula elige todas las opciones a la vez. Y si bien existe una cifra finita de partículas en el universo, las posibles combinaciones son tan altas que tienden a intimidar a cualquiera.
Quince años antes de que Hugh Everett formulara su teoría de la física cuántica, Borges propuso algo similar en El jardín de los senderos que se bifurcan; esto es: el universo como un laberinto que se bifurca sobre sí mismo, es decir, que crea porvenires distintos a medida que el sujeto va tomando decisiones.
Cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta —simultáneamente— por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan.
A cada segundo de nuestra vida tomamos decisiones; algunas de ellas son miserables, como elegir entre una camisa o una remera, y otras esenciales. En definitiva, todos debemos optar por algo y, al mismo tiempo, descartar otros porvenires.
Para la física cuántica, tanto las partículas como los seres que las integran en su materia, toman todas las opciones posibles al mismo tiempo. Lamentablemente, solo se nos permite habitar en un universo a la vez; lo cual significa que jamás podremos conocer al yo que se decidió por el ayuno matutino y la camisa.
No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.
Tanto Hugh Everett como Jorge Luis Borges conciben esos múltiples universos que van generando individuos alternativos que no se conocen entre sí; que viven, en última instancia, en universos paralelos.
A diferencia de Newton y de Schopenhauer, no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas la posibilidades.
Resumen y Análisis “El jardín de los senderos que se bifurcan”
Resumen
Situado en el contexto de la Primera Guerra Mundial, el cuento comienza con un narrador que cita la página 242 de Historia de la Guerra Europea, de Lidell Hart. En ella se menciona un ataque británico contra las líneas alemanas en Serre-Montauban, planeado para el 24 de julio de 1916, que terminó postergándose hasta el 29. A continuación, el narrador presenta el relato en primera persona de Yu Tsun, un catedrático inglés en una escuela alemana de Tsingtao, China, que parece arrojar luz sobre esa demora en la ofensiva.
Al relato le faltan las primeras hojas, por lo que la información que se le otorga al lector comienza con una llamada que Yu Tsun hace al alemán Viktor Runeberg, pero que es atendida por Richard Madden. Esto significa una cosa: Madden, irlandés a las órdenes de Inglaterra, estaba tras los espías alemanes y había alcanzado ya a Runeberg. El siguiente en la lista es el propio Yu Tsun, por lo que al colgar el teléfono piensa rápidamente una táctica para escapar de su perseguidor.
Yu Tsun tiene información valiosa para Alemania: conoce el emplazamiento de un parque de artillería británica que es necesario bombardear. El problema está en cómo hacer llegar esta información desde Inglaterra hasta Berlín con Madden pisándole los talones. Tras una larga reflexión que deriva en los pensamientos más variados, Yu Tsun decide su estrategia. Abandona su locación y toma un tren hacia Ashgrove, aunque saca un pasaje para una estación más lejana, para despistar a Madden. El tren sale y, ya en movimiento, Yu Tsun ve a su perseguidor llegar corriendo hasta el anden. Por el momento, le ha ganado.
Durante el trayecto, el espía al servicio de Alemania reflexiona sobre su vida y su cobardía. Al llegar a la estación, unos muchachos le preguntan si él se dirige a la casa del doctor Stephen Albert y le indican que, para llegar, tiene que seguir el estrecho camino de tierra y girar siempre hacia la izquierda. Yu Tsun recuerda que estas son las mismas indicaciones que dan ciertos laberintos a quienes desean encontrar su centro. Tal consideración le merece una reflexión sobre un antecesor suyo, ts’ui Pên, quien fue gobernador de Yunnan, entre otros títulos, pero se retiró para llevar a cabo dos propósitos: construir un laberinto en el que se perdieran todos los hombres y escribir una novela. Trece años después, ts’ui Pên murió asesinado y dejó tan solo una serie de escritos que fueron rescatados y publicados por un servidor suyo, pero que nadie logró comprender.
Al fin llega a un portón herrumbrado y siente una música china que le llega del interior de la propiedad. Un hombre que porta un farol lo atiende y lo hace pasar, preguntándole si ha venido a ver el jardín de los senderos que se bifurcan. Yu tsun reconoce que se trata del jardín de su antepasado, ts’ui Pên, e ingresa en la propiedad.
Dentro lo recibe Stephen Albert, quien comienza a hablar de ts’ui Pên y su obra, a la que ha dedicado años de estudio. Albert tiene allí, incluso, el libro publicado por ts’ui Pên, y todas las traducciones que ha conseguido. Yu Tsun sabe que su perseguidor tardará todavía una hora, como mínimo, en llegar, por lo que escucha a su interlocutor con interés. Albert entonces revela una simpleza que nadie hasta el momento ha parecido comprender: cuando ts’ui Pên hablaba de escribir una novela y edificar un laberinto, se refería a una misma tarea: esos escritos publicados son su laberinto, y el enigma que esconden es el enigma del tiempo.
Albert llegó a esta conclusión a partir de una nota escrita por ts’ui Pên: “dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan” (p. 111). Esta idea de dejar a algunos porvenires y no a otros empujó a Albert a revisar de nuevo la obra de ts’ui Pên, y detectó que la palabra "tiempo" no figura en ella en ningún momento. Entonces, poco a poco, comprendió el postulado de ts’ui Pên sobre la realidad: el tiempo no es uno y unívoco, sino que es una dimensión múltiple e infinita. La metáfora del jardín de los senderos que se bifurcan es adecuada para el tiempo: cada sendero es una línea temporal que a su vez se ramifica en infinitos senderos más. Esto explica por qué hay elementos en la novela que parecen tan contradictorios, como que el héroe muera en el capítulo 3 y esté vivo en el 4.
Yu Tsun está fascinado por las explicaciones de Albert, y hasta siente la presencia en ese cuarto de innumerables personas que van y vienen, como fantasmas, por líneas temporales paralelas. Sin embargo, también siente, mucho más real y efectivamente, la llegada de Madden a la casa. Entonces pide ver el libro a Stephen Albert y, cuando este se da vuelta, le dispara por la espalda. Albert muere en el acto; momentos después, Yu Tsun es capturado por el irlandés.
Mientras espera su condena a muerte, Yu Tsun dicta las palabras que el narrador del cuento presenta al lector. Ha logrado cumplir su cometido, y Alemania ha bombardeado la base de artillería inglesa. La noticia del asesinato de Stephen Albert ha salido en todos los periódicos y, al leerla, los altos mandos alemanes comprendieron que se trataba de la indicación del nombre de la ciudad que estaban buscando. Así, Yu Tsun muere habiendo cumplido con su objetivo.
Análisis
“El jardín de los senderos que se bifurcan” es un cruce excepcional entre el relato policial y el fantástico. Se trata de un cuento en el que Borges desarrolla una reflexión metafísica sobre el tiempo, en la que muchos científicos han encontrado una prefiguración de la física cuántica. Estos “senderos que se bifurcan” funcionan como una metaforización de la existencia de múltiples líneas temporales que se abren en cada momento del presente.
El tiempo ha sido una temática muy explorada por Borges en toda su obra, desde sus primeros poemas en Fervor de Buenos Aires, pasando por su ensayística (con ensayos como “Nueva refutación del tiempo”, en Otras inquisiciones) hasta sus cuentos, entre los que “El jardín de los senderos que se bifurcan” es el más destacado por su complejidad filosófica. En otro texto famoso, "Historia de la eternidad", Borges decía: “El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica...” (Obras completas, tomo 1, p. 353). Esta problematización de orden filosófico, en Borges se vuelve hipótesis y materia para sus relatos fantásticos.
El cuento se presenta, en un comienzo, como un relato policial que articula muchas voces y una serie de textos. En verdad, el relato principal en primera persona es un documento legal: el dictado que hace Yu Tsun a las autoridades inglesas antes de ser ejecutado por espía. Dicho relato es recopilado por un editor (el narrador del inicio del cuento) que encuentra en él una explicación para el retraso del ataque británico a las líneas alemanas en Francia: el bombardeo de una base de artillería británica en la ciudad de Albert. El relato dentro del relato es un procedimiento muy utilizado por Borges, y se ha visto también en cuentos como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
Las dos voces del relato presentan apreciaciones muy diferentes sobre los hechos. El narrador que menciona al historiador Lidell Hart expresa que la demora de las tropas británicas se debió a intensas lluvias y que, finalmente, no fue “nada significativa” (p. 100). Sin embargo, la declaración de Yu Tsun presenta algo muy diferente: ese retraso se debe al bombardeo de la base militar británica en Albert, y es suficientemente significativo como para justificar la muerte del espía. Esta divergencia de opiniones puede ser interpretada de formas diversas. La primera, y más simple, es pensar que, a los ojos de un historiador inglés, reducir a “demora nada significativa” el triunfo del espía alemán es una forma de desprestigiarlo e, incluso, borrarlo de la historia. Por otro lado, por supuesto que para el espía que ha sacrificado su vida esa demora es importantísima.
Pero hay también otra explicación posible, más arriesgada y solo esbozada en el relato: “El jardín de los senderos que bifurcan” postula la posibilidad de la existencia de un sinfín de líneas temporales que se ramifican como diferentes senderos que puede tomar la historia. Yu Tsun escucha la explicación del sinólogo (esto es, especialista de la cultura china) Stephen Albert y puede percibir, vagamente, esa bifurcación de senderos temporales. Así, un lector maravillado con este juego de posibilidades podría aventurar dos líneas temporales diversas: en una de ellas, Yu Tsun ha triunfado y la destrucción de la base militar británica ha sido un duro golpe para Inglaterra, mientras que, en otra línea, esto no se ha producido y son las lluvias las que causan esa demora insignificante. Las dos líneas temporales emergen en momentos distintos del relato y dan sustancia a la paradoja temporal. Tal visión puede resultar inverosímil, pero cabe recordar que el mismo Borges ha postulado a la ambigüedad como una de las mayores riquezas de la literatura, por lo que no sería del todo descabellada una lectura que contemplara la bifurcación del tiempo en el propio relato.
En el análisis del relato “Examen de la obra de Herbert Quain”, Borges ha postulado la posibilidad de una ficción que se ramifique a partir de su primer capítulo. Esta estructura bosquejada en dicho relato es la que le corresponde a “El jardín de los senderos que se bifurcan”: mediante la postulación que Stephen Albert realiza a partir de la novela de Ts’ui Pên, puede considerarse la ramificación infinita de líneas temporales que exploren todos los finales posibles para la misión de espionaje de Yu Tsun. Así, es nuevamente el lector quien puede tomar protagonismo y completar todos los sentidos que se desprenden de la obra, una vuelta ya pronosticada en Herbert Quain.
Si así fuera, el relato sería infinito, y esa clave de lectura es la que se propone a partir de la obra de Ts’ui Pên: “Ts'ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto” (pp. 110-111). Ese laberinto debía ser estrictamente infinito. Transformado en libro, produce “El jardín de los senderos que se bifurcan”. “El jardín de los senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo” (p. 115), explicita el relato. Y es aquí donde se introduce esa concepción tan particular del tiempo como una ramificación infinita:
El jardín de los senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton o Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en las infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos ejemplos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted. En otros, los dos. En este, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa. (p. 116)
Aplicada esta clave de lectura al propio cuento de Borges, obtenemos un sinfín de posibilidades en las que el argumento diverge hacia infinitos argumentos secundarios, y otras en las que los argumentos convergen y se solapan. Así, podemos tener, naturalmente, dos finales posibles al problema del retraso de las tropas británicas: uno que se ajuste al relato inglés y otro al del espía alemán.
A modo de conclusión, cabe pensar esta paradoja a partir de un conocido postulado de la mecánica cuántica, el principio de la incertidumbre, de Erwin Schrödinger. En el sistema propuesto por Schrödinger, un gato dentro de una caja cerrada está expuesto a una botella de veneno y a un dispositivo que contiene una sola partícula radioactiva que tiene una probabilidad del 50% de desintegrarse. Si lo hace, el veneno se libera y el gato muere. Al terminar el tiempo establecido, la probabilidad de que el gato esté muerto es de un 50%, y la probabilidad de que esté vivo es de otro 50%. Según la mecánica cuántica, la descripción de ese sistema es la superposición de los dos estados posibles, por lo que el gato estará vivo y muerto hasta que se abra la caja y un observador externo lo contemple. De esta manera, se ilustra una propiedad de los electrones de estar en dos sitios al mismo tiempo, pudiendo así ser detectados por dos receptores, generando la idea de que el gato puede estar vivo y muerto a la vez. Ahí radica la paradoja. Antes de la intervención del observador, el sistema estará en un estado de superposición. Con las posibilidades de “El jardín de los senderos que se bifurcan” se postula una situación similar: en el texto convergen al mismo tiempo las dos posibilidades: que la lluvia haya retrasado a los soldados británicos, o que esto haya sido consecuencia del bombardeo alemán. Esas posibilidades, en la convergencia temporal que plantea el cuento, conviven y se superponen hasta que un observador las separa (Lidell Hart por un lado, Yu Tsun por otro, y el lector, finalmente, aportando su propia perspectiva).
Por este tipo de juegos metafísicos Borges ha ganado fama mundial, no solo en el ambiente literario sino también en el científico, y ha inspirado a intelectuales de las disciplinas más diversas. Por esta razón, “El jardín de los senderos que se bifurcan” es considerado uno de sus cuentos fundamentales, y un hito en la historia del siglo XX que abre el paso a la posmodernidad.
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