17 de junio de 2022
El compositor de “Heroes”, “Changes” y otros clásicos
David Bowie: Ziggy Stardust, el disco que inventó el amor moderno
Cumple 50 años el álbum con el que Bowie, como Rimbaud, “fue otro”. Producido por un ingeniero de sonido de Los Beatles, visibilizó la cultura queer en una Inglaterra conservadora.
Nada es casual. Ziggy Stardust & the spiders from Mars de David Bowie y piedra angular del rock comienza con “Five years” (5 años). La letra de la canción, narra una distopía: sólo falta un lustro para el fin de la tierra y la humanidad.
Un comienzo oscuro para uno de los discos más esperanzadores, luminosos y vanguardistas de la historia. Un álbum de los 70, como un cuerpo: desnudo y maquillado a la vez (no hay oxímoron). Glam, fantasía sexual y ciencia ficción se juntaron para derretir con su pistola de rayos laser roquera los nudos de la heteronormatividad en Inglaterra. Ese disco hoy cumple 50 años.
5 años de Rimbaud y de Bowie
Apenas 5 años transcurrieron entre que Arthur Rimbaud, poeta francés, escribió las subversivas Cartas del vidente en 1871 y abandonó para siempre la escritura. En ese texto liminar de la poesía moderna escribió “yo soy otro”. Y también diagnosticó que la escritura debía “alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos", la meta de toda creación. En apenas un lustro de fulgor creativo y despedida, Rimbaud vivió un romance con Paul Verlaine, cruzó los Alpes a pie, se enlistó como mercenario del ejército, desertó en la Isla de Java y escribió Una temporada en el infierno e Iluminaciones. Tenía 23 años.
También apenas 5 años transcurrieron entre el álbum debut de Bowie (una gema del brit-folk: David Bowie, de 1967) y su implosión como estrella mundial en el rock. En ese periodo compuso “Space oddity”, su primer clásico (que el astronauta canadiense grabó en la Estación Espacial Internacional, en 2013), sacó un álbum en que se lo veía andrógino y con un vestido pre-rafaelita, The man who sold the world (que signaría muchos años al Kurt Cobain que usaba vestidos en sus shows) y aún, otro álbum extraordinario, Hunky Dory que incluye canciones como "Changes", "Oh! You Pretty Things" y "Life on Mars?". En 1972 publicó Ziggy Stardust y declaraba a la prensa inglesa: “Soy gay y siempre lo he sido”. Tenía 25 años.
Ser otro: David Bowie y lxs queers del planeta tierra
Acaso la idea rimbaudiana de ser otro para ser más uno mismo siempre estuviera en el ADN de David Bowie. "I could make a transformation as a rock & roll star” canta Bowie en “Star”. Trans 'n roll, y de eso se trata el disco, como una autobiografía musicalizada en tiempo real. Pero Bowie se contaba como otro. Un alien hermoso, bisexual y alienígena: Ziggy Stardust.
Y la identificación fue total: los músicos del álbum y el espectáculo teatralizado eran los “Spiders from Mars”. Bowie ya no era ni siquiera David Jones (de nacimiento), era Ziggy (inspirado en su admirado Iggy Pop, con quien tejería una amistad y colaboración fundamental en el rock junto también a Lou Reed).
El disco fue producido por el mismo Bowie y por Ken Scott, que entre otros había sido ingeniero de sonido de los Beatles, Pink Floyd y la Mahavishnu Orchestra. Scott encontró el equilibrio perfecto para las composiciones de Bowie.
Entre su voz —“nunca trabajé con un músico que cantara con ese nivel de perfección, casi todas las canciones fueron primeras tomas”, narra en el documental de la BBC David Bowie and the Story of Ziggy Stardust narrada por Jarvis Cocker— y la guitarra angular y sexuada de Mick Ronson. Éste era un dotadísimo músico que podía unir la dulzura glam de Bowie con la fiereza hard-rock de Led Zeppelin o Black Sabbath.
Ziggy Stardust: para escuchar a máximo volumen y con el cuerpo
El resultado no fue un disco glam. Fue otra cosa. Para Bowie, según confiesa en el libro Bowie por Bowie, el glam (“padre” del revoltoso punk inglés) debía ser más que, como diría Soda Stereo, cuero, piel y metal; carmín y charol. Para el hombre de la pupila dilatada, el espíritu del glam era “la suma de la obra Cabaret con la película Metropolis”.
Así, Bowie/Ziggy crearon un disco conceptual en que la estrella mesiánica, rockera y sexualmente desprejuiciada terminaba, según las letras del disco, despedazada por los músicos y por el público. Una alegoría que también tomaría Pink Floyd, con The Wall, pero 7 años después. La estrella que venía de un cuerpo celestial desconocido, invitaba a escuchar el disco desarreglando los sentidos y la sexualidad normada. Es que Ziggy Stardust debe escucharse “a máximo volumen” como reza la contratapa del disco original ("To be played at maximum volume"). O sea, con el cuerpo.
Desde el comienzo, con la percusión y el piano in crescendo de la percusión de “5 Years”, Ziggy palpita. Está vivo, acaba de nacer. Como ese bebé del tamaño de un planeta que observa a la tierra en 2001: odisea en el espacio. Es una batería que marca el ritmo como un latido. Un mundo como una internet pretérita: “teléfonos, óperas, melodías favoritas / niños, juguetes, planchas eléctricas y televisores / mi cerebro duele como un almacén de cosas / y ya sin espacio de sobra / tuve que meter tantas cosas”. Es a las claras, el mundo de un autor único.
Y continúa: “Y toda la gente gorda, flaca / toda la gente alta, petisa / Y toda los nadies / Y todos los alguien” canta Bowie. Para terminar, lírico, confesional y humano, demasiado humano: “Nunca pensé que necesitaría tanta gente’’, con ese toque de swing (“so many people”) como si percibiéramos, sin verla (el desarreglo de los sentidos de Rimbaud) la sonrisa amarga de nuestro Pierrot espacial.
Luego, con “Soul love”, el cuerpo de quien lo escuche no podrá evitar moverse al son del ritmo ídem y del solo de Ronson doblado por el saxo de Bowie. “Moonage daydream” es un puro glam-rock a piano (otra vez el genio de Ronson) donde la ambigüedad llega con la primera estrofa. El cuerpo se desdobla: “Soy un lagarto, soy mamá y papá que vienen a buscarte”. Bowie se mete en el cuerpo de otro en “It Ain’t Easy” porque es la única canción que no es de su autoría en todo el disco.
El lado B comienza ya no como Ziggy, sino como "Lady Stardust", una balada brillante para que el cuerpo felino de Bowie descanse. Y nos canta, autorreferencial: “La gente miraba el maquillaje en su cara / se reía de su largo pelo negro, de su gracia animal” y emergen chicos de blue jeans y femme fatales para ver a esta criatura bella que es Lady Stardust.
Y nada ya podrá detener el cuerpo con las imparables “Star”, “Hang on to yourself” y la canción que da título al disco. Hay pocos comienzos como esta canción en la historia de la música. El gemido de “Je T'aime,...Moi Non Plus” de Serge Gainsbourg, el terrorífico “Right! now ha, ha”, preámbulo de “Aanarchy in the Uk” de los Sex Pistols. Bowie gime, guita e implora al mismo tiempo: “Oh!… oh yeaaaaaa!” y es lo más furioso del disco y allí la mejor frase de rock que Freud jamás escribió: “Hacer el amor con su ego”. Todo finaliza con una metáfora de mitología de crecimiento, madurez y transición: “cuando los niños mataron al hombre, tuve que disolver la banda”
Ziggy: esa estrella era mi lujo
Haciendo historia, Ziggy / Bowie, la estrella rockera, luminosa y ambigua, fue el catalizador de la reprimida sexualidad británica. Bowie como un Zeitgeist Stardust de una Inglaterra de buenas costumbres, victoriana y (aún) de posguerra. El disco se lanzó en 1972 y, nuevamente, apenas habían pasado cinco años desde que en 1967 en Gran Bretaña la homosexualidad había dejado de ser prohibida por la ley y despenalizada mediante la ley de delitos sexuales (Sexual affences act). Léase: se podía ser gay, trans, queer, pero sólo en privado. What a surprise!
Y Bowie (¿o Ziggy?) mostró en público, en el mismo país que prohibió durante años la película La naranja mecánica, a un personaje o persona que era gay (“siempre lo fui” había dicho) que era hombre y que era mujer. O poco menos que un extraterrestre. Durante la promoción del disco Bowie se presentó en el programa que ningún adolescente se perdía, Top of the Pops, e interpretó “Starman”. Basta ver a Bowie, vampiro diurno coloreado de todos los colores primarios, coquetear con Mick Ronson. Lo mira, le pasa la mano por el hombro, se sonríen. ¿Pueden dos hombres heterosexuales hacer eso? ¿Hacen eso los amigos?
Podemos ser héroes cantaría Bowie unos años más tarde, pero en ese momento de la TV inglesa fue un semidiós (un semi-alien) con un mensaje para un millón de chicos y chicas. Bowie sonríe, señala y (nos) mira a cámara. Para peor (¡para mejor!) en un recital en el que Bowie se agachó para tocar la guitarra de Ronson con su boca, una fotografía lo captó en el justo ángulo en el que parece que el cantante le hiciera una felación al guitarrista. Es una de las imágenes más perfecta del rock. Lo que se dice un guitar héroe.
El legado y el lenguaje de Ziggy Stardust
Cada generación, cada país, cada cultura (que es un mundo) descubre y se descubre en y con canciones. Patti Smith narra en sus memorias que nunca escuchó a nadie decir una frase tan real como Bob Dylan al comienzo de su canción “Positively 4th street”: “Hay que tener cara para decir que sos mi amigo / cuando yo estaba hundido te quedaste ahí, sonriendo”.
Muchos argentinos supieron gracias a una canción sutilmente transgresora y de aroma a secreto como “Algo contigo”, que un amigo podía ser, justamente, mucho más que un amigo. Inglaterra (y luego el mundo) halló en ese avatar llamado Ziggy, alter-ego de Bowie, que toda máscara podía quitarse incluso usando maquillaje. No hacía falta pintarse un rayo en la frente o teñirse el pelo de furioso naranja mermelada.
Bowie, antes de ser el protagonista de Laberinto, condujo (sin ser Hamelin ni bajar línea), a través del caos y la confusión de la vida cotidiana. Viajó de la contracultura de sus comienzos hacia la subversión estética y sexual. Más que "camaelónico", fue queer antes de queer. Fue muchas cosas y todas difíciles de clasificar. Y lo que no es simple de ordenar, causa un terror. Como una cosa de otro mundo.
Hoy el 20 % de los millenials se autoperciben queer. Es una lucha simbólica y política. Y adolescentes de Buenos Aires, Londres o Tucumán lucen igual a Ziggy Stardust: uñas de negro y el pelo naranja mermelada. O lila, o verde manzana con zapatillas y bolsos con logos de Hello Kitty.
Bowie pudo ser otro. Para ser más sí mismo. Y con Ziggy inventó, además de una música contra las prohibiciones de turno, una gramática nueva. Que terminó convirtiéndose en materia. Se hizo alienígena para conquistar, con amor moderno, el terreno de lo simbólico en las relaciones en este mismo planeta tierra. Para toda la gente, alta o baja, en la calle o en las aulas. Una acción (política) a todo color.
Hay que celebrar entonces los 50 de Ziggy Stardust. En todo el mundo, sí; pero aún más aquí. Porque aunque su apellido se pronuncie y se exprese correctamente como “ba-güi”, termina al fin con la vocal “-e”. La mejor manera de expresar a toda la gente.
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