ROBERTO BOLAÑO ESTÁ VIVO

ROBERTO BOLAÑO ESTÁ VIVO

Roberto Bolaño murió hace veinte años, a los cincuenta, demasiado joven, demasiado pronto, pero para la mayoría de nosotros nació en esa época. Lo descubrimos en esos años, después de la muerte, con las cosas ya escritas, con el escritor ya ido. Un Bolaño disuelto físicamente, tal como lo imagina su amigo Rodrigo Fresán para el escritor ideal en La parte inventada– sino literario recién nacido para los lectores, para todos nosotros, un escritor sin fecha límite, destinado a permanecer para siempre, incluso después de nosotros, mucho después de nosotros, después de los que vendrán. Roberto Bolaño está vivo en cada frase, párrafo, capítulo, cuento, novela, personaje, verso, soneto que ha escrito y es esto, nada más, con lo que sería feliz. El escritor chileno (pero también europeo) se interesó por la literatura -leer "siempre es más importante leer que escribir" y hacerlo- fuera de tiempos y géneros. ¿Sobre qué escribiste? Escribí literatura desde el primer día hasta el último.

Traté de permanecer inmortal entre las páginas, lo logré. Querido lector, mi nombre es Roberto Bolaño, fui escritor, te dejo estos libros, no importa quién soy, cuáles son mis historias, tal vez sirva de algo, tú y el tiempo -no necesariamente en ese orden- dirán si valen algo. Dijo, en sus libros, que consideraba aceptable a Amberesel único del que no se avergonzaba porque mantenía un margen de incomprensión. Le interesaba cierto tipo de misterio, mucho más que la verdad, o más bien le importaba una verdad construida a partir del sonido de las sentencias, que puestas allí una tras otra irían delineando el campo de la probabilidad. A Bolaño le interesaba lo esquivo, el punto donde el sueño se cruza con lo real, el momento en que la vida es atravesada por la pesadilla y seguidamente alcanzada por un momento de dulzura. Conoció las infinitas posibilidades de la novela y las de la poesía, las exploró sin descanso y al hacerlo creó otras.

Una sobre todo, que podríamos definir como la regla de Bolaño, dice así: No se distingue entre una novela y otra, entre una novela y un poema, entre un poema y un ensayo. Un libro no termina sino que continúa en otro. Y la continuación es equivalente a disolver. La obra es una sola y, con toda probabilidad, no termina, guarda en sí misma un margen, unas páginas en blanco que el lector podrá completar. El hilo rojo de Bolaniaño que lo mantiene todo unido, con los personajes de un cuento que se anticipan en un poema, los de una novela que vuelven en un cuento, en un ensayo. Un verso que recuerda el incipit de una canción famosa, un personaje de un cuento que en un diálogo recita un verso de un poema que leímos años atrás. El mapa de Bolaño, una geografía extensa, llena de agujeros, valles, cerros, mares, asesinatos, sexo, pesadillas, cuentos de hadas, nazis, asesinos, dictadores, putas, cantantes, sacerdotes, actores y tesoros. El mapa de Bolaño, el mapa de la felicidad para todo lector.

Respiró el aire de los suburbios de Santiago, el aire que era por excelencia el crepúsculo. Entonces miró a su alrededor, tranquila, serena, valiente a su manera, y vio su casa, la galería, el lugar donde se estacionaban los autos, la bicicleta roja. los árboles, el camino de tierra, la reja, las ventanas cerradas menos la que yo había abierto, las estrellas brillando a lo lejos, y él dijo que así se hacía literatura en Chile, agaché la cabeza y me fui. Mientras conducía de regreso a Santiago, pensé en sus palabras. Así se hace literatura en Chile, pero no sólo en Chile, también en Argentina y en México, en Guatemala y en Uruguay, y en España y en Francia y en Alemania y en la verde Inglaterra y en la alegre Italia. Así se hace literatura. O lo que nosotros, para no acabar en el vertedero,

Este pasaje que me sé casi de memoria –como varios otros de nuestro Roberto– está sacado de Notturno cileno , una de sus novelas que más amo, quizás incluso más que detective salvajes y 2666,las dos obras maestras. Hay muchas razones, la primera creo que es por el ritmo, La noche chilena es una novela que quita el aliento, que nunca se detiene desde el incipit hasta el final. No hay capítulos, los puntos son muy pocos en comparación con las comas, hay que contener la respiración antes de empezar a leer y luego soltarla para correr tras las palabras y la historia. Es un libro que juega y por eso, y por la rapidez con que se suceden las imágenes claras más nebulosas, y por el hecho de que la luz y la oscuridad siempre viajan juntas, y por el tipo de historia densa y loca que encierra: es un libro maravilloso. Así se hacía literatura en Chile, metiéndolo todo dentro y mezclándolo, mostrando cada faceta, cada posibilidad, sin titubear, sin miedo, poniendo el lenguaje y la imaginación en el centro de todo.

Si se trata de una cuestión de vida o muerte, como sabemos, para Bolaño esa cuestión sólo existe como hecho literario, esa y no otra su verdad. De nada sirve hablar de Pinochet en una conferencia, pero sirve hacerlo existir como personaje de novela, que es una de las cosas que pasan en Notturno CilenoEl protagonista es Sebastián Urrutia Lacroix, hombre de iglesia y poder, pero también es Ibacache, poeta y crítico literario. Todo el talento del escritor chileno que se despliega en una sola larguísima frase que dura todo un libro y que recita estos misterios por dentro, los de un anciano obligado -en un largo monólogo- a ordenar antes de partir. La vida de Sebastián estuvo llena de cosas, desde la amistad y protección que recibió de Adiós, el mayor crítico literario de Chile, hasta las noches dedicadas a enseñar marxismo a Pinochet y sus oficiales, en el más absoluto secreto. Un hombre que ha conocido a Neruda, que ha leído y estudiado mucho, que ha conocido a Parra, que ha visitado el mundo entero, que ha aprendido los secretos y la belleza de cada iglesia,

Un hombre que ha visto la llegada de Allende, y sus ganas de hacer cosas por el pueblo, ha visto pasar hambre a la gente, no ha entendido. Vio la llegada de Pinochet, el final de Allende, vio el toque de queda, lo tranquilizó la soberbia, no entendió, otra vez. Siempre ha escrito poemas, según él hermosos, otras veces, siempre según él, muy malos. Dormía solo. Rezaba y se burlaba de sí mismo. Asistía a veladas con escritores, de noche, durante el toque de queda, en casa de un rico aspirante a escritor, esposa de un norteamericano. ¿Quién era el americano? Él no lo entendió. En el sótano de esa casa torturaban a hombres opuestos al régimen, nadie lo sabía. Él, Sebastián, el gran crítico literario, el hombre que debió poseer la fuerza y ​​la verdad de la fe, sabiduría y conocimiento de la literatura, nunca se dio cuenta de nada. Y no se ha dado cuenta porque el poder está formado básicamente por hombres mediocres que deambulan, se conforman con él, sobreviven (mintiendo) creyendo que viven. Bolaño inventa un personaje extraordinario que personifica su idea de cómo construir un relato de lo que debe hacer la literatura y hacerlo en todas partes. Así se hace literatura, como decía Eduardo del teatro.Así se hace teatro, así lo hice yo . ¿Ves cómo está vivo Roberto? ¿Cómo es inalcanzable? Y no, no acaba en el vertedero, porque no sólo llama a la literatura por su verdadero nombre, sino que la ve, la inventa, la dirige. Él la ama.

Muchos de los personajes de Bolaño son un homenaje a la literatura misma, uno de ellos es sin duda Amalfitano, un protagonista lleno de encanto, culto y romántico, perdido, polémico y maravillosamente polémico. El traductor de Arcimboldi, el hombre dedicado a una obra que no puede agotarse (otra vez), el personaje que volverá en el libro Las penas del verdadero policía , como de hecho, el nombre de Arcimboldi será mencionado en Detectives salvajes . Dice no saber qué lo llevó a Santa Teresa -al comienzo de su parte en 2666- Amalfitano, y en ese no saber está todo lo que necesita para seguir, y está todo lo que necesita el lector.

Las primeras páginas que he leído de Bolaño son 2666 y sé exactamente el punto en el que entendí que este escritor sería el adecuado para mí, que leería todo lo que escribiera. La cuestión es esta: «Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en el que se usó diez veces la palabra destino y veinticuatro la palabra amistad. El nombre de Liz Norton fue mencionado cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París sonó en siete ocasiones. Madrid, ocho. La palabra amor se dijo dos veces, una vez cada una. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra alegría en una (la usó Espinoza). La palabra decisión sonó doce veces. La palabra solipsismo en las sectas. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, singular y plural, en nueve. La palabra estructuralismo en uno (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cena y desayuno y bocadillo en diecinueve. Las palabras ojos y manos y pelo en catorce», es un pasaje muy conocido enLa parte de los críticos , cuando lo leí, me habían regalado el libro por mi cumpleaños, comencé a saltar de casualidad como loco de alegría, porque eso pasa con la literatura -incluso en las más dolorosas- cuando la escritura es de un nivel tan alto, nos regocijamos. Luego, por supuesto, me enamoré de Liz Norton.

¿Y si éste fuera uno de los secretos de la literatura? haznos felices Nada mal. Y la literatura de Bolaño: un gran viaje entre la vida y la muerte, una infinita comedia humana, donde la muerte real no se separa de la inventada, donde la muerte del presente se conecta con la muerte del pasado, donde la vida y la muerte se confunden y se confunden como la ida y el regreso. Somos los pasajeros privilegiados que leemos de Nicola Di Bari, Nicanor Parra, Raffaella Carrà y Georges Perec, vivos y coleando e inventados por Roberto Bolaño.

Su poesía no puede separarse de la prosa, no porque la una sea preparatoria de la otra, sino porque para Roberto (stamme en buenas relaciones, cit.) eran una, formaban parte del acto de escribir, y una prevalecía sobre la otra según los tiempos, los momentos. De haber podido elegir a Bolaño sólo habría hecho al poeta y se habría equivocado, ha hecho al escritor que entiende al poeta y al narrador. Qué estúpida es esa distinción que a veces leemos en los periódicos o en las biografías: "Poeta y escritor", se lo dejamos a él.

¿Cómo podemos separar la poesía de la prosa cuando los protagonistas de Los detectives salvajesson poetas? No podemos y no lo hacemos. Muchas veces nos hubiera gustado ser los protagonistas de esa novela, una entre Arturo Belano y Ulises Lima, para hacernos parte del realismo visceral y luego lanzarnos en busca de la legendaria Cesárea Tinajero. Nos gustaría y estamos convencidos de que podemos serlo, porque esas páginas nos han convencido. “Hay literatura para cuando te aburres. Abundante. Hay literatura para cuando estés tranquilo. La mejor literatura, creo. Incluso hay literatura para cuando estás triste. Y hay literatura para cuando estás alegre. Hay literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay literatura para cuando estás desesperado. Esto último es lo que querían hacer Ulises Lima y Belano». Y esta es la literatura que hizo Bolaño, sin descuidar nunca -dentro de ella- el entretenimiento, porque nuestro chileno también es muy divertido, casi tan malo como puede ser. Es difícil después de haber terminado de leer uno de sus libros querer leer -al menos inmediatamente- otra cosa, a menos que quede un McCarthy, un Roth, una Silvina Ocampo por leer.

«Un chileno educado en México puede soportar cualquier cosa, / pensé, pero no era cierto.», un par de versos de un poema de Los perros románticos ; versos que recuerdan el incipit de un cuento dedicado a Enrique Vila-Matas, incluido en Chiamate TelefonicheUn ataque que dice así: «Un poeta puede soportar cualquier cosa. Lo que quiere decir que un hombre puede soportar cualquier cosa. Pero eso no es cierto: hay pocas cosas que un hombre puede soportar. soportar de verdad. Un poeta, en cambio, puede soportar cualquier cosa. Crecimos con esta creencia. La primera afirmación es cierta, pero lleva a la ruina, a la locura, a la muerte. ¿Que no es cierto? Pocas cosas aguanta un chileno formado en México, porque pocas cosas aguanta un hombre, pero si el hombre es poeta, ¿se cumple el supuesto? Debió haber un tiempo en que Bolaño debió pensar que a través de la poesía se podía soportar todo, la tortura, la lucha, el destierro; pero está claro que quería decirnos, y lo ha hecho con cada uno de sus libros, que la poesía puede ir más allá de todo, en todo, cavar donde ya nada cava, justo en la muerte, dando vida a la muerte, haciendo todo brillante. Hay algo en Bolaño y eso nos salva a los lectores, todo el tiempo.

La poesía es el desierto, es el lugar donde empiezas a imaginar, la prosa son las ciudades, la gente a la que poco a poco llegas. Para ello hay que pasar por todo, entrar y salir de pesadillas, sueños bonitos, morir y nacer todos los días. Los temas de la poesía de Bolaño son variados y se superponen, se mezclan. Versos llenos de pasiones, referencias e influencias literarias, de Burroughs a Jiménez, de Pascal a la ciencia ficción. El Chile de la dictadura, el país del que escapar. El México de la salvación, la esperanza, los detectives y la poesía. Barcelona sufrió y amó. El olvido, el sexo, la pobreza, la bebida, la terquedad, la terquedad. Maravilloso. Los poemas, pero toda su inmensa obra está entonces atravesada por la amistad y dejamos aquí estos cuatro versos fulminantes:

De sillas, de atardeceres extra,
de pistolas acariciando
a nuestros mejores amigos,
se hace la muerte.

Y la vida se hace, de la misma manera, un atardecer extra representa algo más, pero inevitablemente es algo menos, siempre es un día que termina. Como el personaje de uno de sus poemas y también de uno de sus cuentos, al marcharnos nos quedamos con la aventura y decimos: "Ha empezado a nevar, jefe", aún ahora que afuera el cielo está despejado y azul.

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Nota:

Todos los libros en prosa de Roberto Bolaño están publicados por Adelphi y traducidos por Ilide Carmignani, a excepción de Chiamate telefone , traducido por Barbara Bertoni. Todos sus libros de poesía son publicados por Sur y traducidos por Ilide Carmignani. Las citas indirectas del autor están tomadas de La última conversación , editada por Sur y traducida por Ilide Carmignani.

El libro La parte inventada de Rodrigo Fresán es publicado por Liberaria y traducido por Giulia Zavagna.

 

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