A esta edad somos más felices (según Harvard)

 



A esta edad somos más felices (según Harvard)

 

“La soledad mata. Es tan poderosa como fumar o el alcoholismo”. Palabra de Robert Waldinger, el último responsable del estudio sobre la felicidad más ambicioso de la historia: 80 años y tres generaciones de personas cuya vida ha sido analizada por investigadores de Harvard para tratar de encontrar el secreto de la felicidad

Y pese a que un estudio tan amplio también tiene sus limitaciones (como veremos al final), no cabe duda de que arroja conclusiones interesantes incluyendo una propuesta sobre la edad a la que seríamos más felices… así como la edad más infeliz. Pero el estudio está en permanente revisión porque continúa actualmente con una nueva generación: los nietos de los participantes originales.  

Felices después de los 60, infelices a finales de los 40 

Un trabajador - Fuente: Pexels
Un hombre – Fuente: Pexels

Una de las publicaciones de la propia Universidad de Harvard ya se refería a un estudio sobre el bienestar psicológico en los Estados Unidos que mostró sus conclusiones antes de que Waldinger y su equipo mostraran las suyas unos años más tarde. Y a la postre, ambos coinciden, más o menos. 

El estudio de Stony Brook y Princeton publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en 2010 analizó las respuestas de casi 350.000 estadounidenses en dos aspectos del bienestar: la satisfacción general con la vida (bienestar global) y las experiencias cotidianas de determinadas emociones (bienestar hedonista).  

Los analistas concluyeron que ambos tipos de bienestar logran su momento de mayor armonía tras los 50 años, cuando las personas son aparentemente más felices y viven menos estresadas: “nos sentimos cada vez mejor con nuestra vida, incluso en la vejez”. 

El estudio de Harvard, por su parte, situó la felicidad más plena un poco más tarde, más allá de los 60, cuando se experimenta un reconocimiento de los límites de la vida y la percepción real de la muerte, dándose una liberación de las obligaciones no deseadas, como las amistades consideradas tóxicas, concentrando los esfuerzos en las relaciones sociales más satisfactorias, creando conexiones afectivas que refuerzan la salud mental y física combatiendo la soledad

La otra cara de la moneda es la cuarentena, especialmente en su segunda mitad cuando, siempre según el estudio de Harvard, la vida está marcada por obligaciones, preocupaciones e incertidumbre que impedirían que la persona pudiese percibir un bienestar global en su vida mientras el bienestar hedonista se ahoga en un mar de responsabilidades.  

Vigila más tus relaciones y menos tu genética, colesterol y trabajo 

Dos mujeres - Fuente: Pexels
Dos mujeres – Fuente: Pexels

“Las personas que estaban más satisfechas en sus relaciones a los 50 años eran las más sanas a los 80 años”. Waldinger y su equipo llegaron a esa conclusión tras obtener los primeros resultados del Estudio de Harvard sobre el Desarrollo de Adultos que arrancó en 1938 con un objetivo: “ayudar a las personas a vivir más contentas, pacíficas y satisfechas en cuerpo y mente a través de un mejor conocimiento de cómo usar y disfrutar de todas las cosas buenas que el mundo tiene para ofrecerles”. 

En este sentido, las bases del estudio de la primera generación fueron: 

  • ¿Qué contribuye a una vida feliz y significativa? 
  • ¿Podemos predecir quiénes se convertirán en octogenarios activos y vigorosos y quiénes envejecerán mal? 
  • ¿Qué opciones de estilo de vida están relacionadas con cuánto tiempo vivimos? 
  • ¿Cuál es el impacto de importantes acontecimientos sociales como la Segunda Guerra Mundial y la agitación de la década de 1960 (en Estados Unidos) en el desarrollo de los adultos? 

Para la segunda generación, los investigadores de Harvard (que incluyeron a las esposas y los hijos de los miembros de la primera generación) añadieron estas preguntas: 

  • ¿Los matrimonios prósperos de los padres predicen matrimonios prósperos entre sus hijos? 
  • ¿Qué relatos de la infancia predicen mejor la salud de la mediana edad: los relatos de los testigos presenciales de los padres o los recuerdos reconstruidos de la infancia de los niños? 

Actualmente, los investigadores se hallan en una “vuelta a la segunda generación” con nuevas preguntas a responder que tratan de adaptarse a los cambios sociales que hemos vivido en las últimas décadas: 

  • ¿Cómo cambia una crisis global como la pandemia de COVID-19 nuestra visión de nosotros mismos y de lo que es importante para nosotros? 
  • ¿Qué actitudes y experiencias (en la familia, con los compañeros, en el trabajo) promueven la inversión en el bienestar de la comunidad y la nación? 
  • ¿Qué puede decirnos la investigación sobre que ayudaría a las familias, los proveedores de medios y otros a maximizar el valor positivo de los medios electrónicos en las relaciones? 

Así pues, tomando como base del estudio las respuestas a estas preguntas, los investigadores de Harvard concluyeron que lo que realmente contribuye al bienestar son dos aspectos: la salud y las relaciones.


Es algo que puede parecer obvio, pero no lo es tanto el hecho de que ambos aspectos estén íntimamente relacionados, como dice Waldinger: ¿cómo podrían las buenas relaciones predecir que serías menos propenso a padecer enfermedad de las arterias coronarias, diabetes tipo 2 o artritis? ¿Cómo entran las relaciones en nuestros cuerpos y realmente cambian nuestra fisiología? A pesar de las dudas de los investigadores, las buenas relaciones han sido el predictor más fiable sobre quién sería feliz y saludable a medida que envejecería. 

En este sentido, no se trata solo de poner tanto énfasis en cuidar la salud olvidándote de todo lo demás, sino también en el hecho dedicar más de media vida a labrar una carrera profesional, dejando de lado, a menudo, a amigos y familiares: “Lo que descubrimos es que las personas más felices no estaban aisladas. No eran adictos al trabajo que no prestaban atención a sus relaciones. Esas personas fueron algunas de las más tristes de nuestro estudio y se arrepintieron cuando tenían 80 años y les pedimos que recordaran sus vidas”. 

¿Son las parejas más felices que los ‘singles’? 

Una pareja - Fuente: Pexels
Una pareja – Fuente: Pexels

Un aspecto que se trató en el estudio con la segunda generación arroja algunas conclusiones que pueden suponer cierta polémica en nuestro contexto social actual. Una vez que las esposas de los primeros investigados se incluyeron en el estudio se analizó la vida en pareja concluyendo que “la satisfacción conyugal tiene un efecto protector sobre la salud mental de las personas”. 

En este sentido, Waldinger señala un estudio propio paralelo para concluir el papel de la felicidad conyugal en la protección de la felicidad de los adultos mayores de las fluctuaciones diarias en la salud física percibida y la influencia de las conexiones sociales en la promoción de la felicidad en las vidas de dichos adultos.  

En este sentido, las personas que tuvieron matrimonios felices a los 80 años informaron que su estado de ánimo no se vio afectado incluso en los días en que tenían más dolor físico. Por su parte, aquellos que tuvieron matrimonios infelices sintieron más dolor físico y emocional. Lo que el estudio no señala es si es mejor estar solo que mal acompañado. Suponemos que sí. 

¿Son los hombres blancos privilegiados de Boston más felices? Las limitaciones del estudio 

Uno de los problemas que afronta este estudio en su concepción es que en la primera generación solo analizó hombres blancos de Harvard “excelentes y honrados” según sus decanos. El propio Waldinger no niega la limitación sobre este planteamiento: “Es la muestra más políticamente incorrecta que jamás hayamos podido tener, pero en 1938 eso era lo que teníamos”, porque, entre otras cosas, la presencia de mujeres en Harvard aún no estaba permitida

Posteriormente incluyeron 456 estudiantes en “situación de grave desventaja“, niños reclutados de los barrios más pobres de Boston para ofrecer una visión más amplia y poder establecer relaciones con los estudiantes de Harvard.


Más adelante tuvieron a bien incluir los hijos y esposas de los primeros analizados para finalmente lograr en la actualidad un equilibrio de género, así como también de raza sacando conclusiones como esta: “las mujeres que se sentían apegadas a sus parejas estaban menos deprimidas y más felices en sus relaciones y también tenían mejores funciones de memoria que aquellas con conflictos matrimoniales frecuentes”. 

El hecho de ocuparse de personas que podían costearse la universidad también es un sesgo muy importante. Desde luego, el dinero no da la felicidad ni garantiza la salud, pero si hablamos de atención médica sanitaria en Estados Unidos, el dinero que tengas para costeártela influye en la salud y, por lo tanto, en la felicidad.  

Pero al analizar también la evolución de los niños de los barrios más empobrecidos, 25 de los cuales también fueron a la universidad y se graduaron (lo cual fue “extraordinario”), se percibió que vivieron, de promedio, como la muestra de la Universidad de Harvard, y eso no se explica por “el diploma universitario”, según Waldinger.

Para el psiquiatra de Harvard, la razón de la longevidad de aquellas personas con menos posibilidades económicas está en la educación: “leyeron más y estuvieron más en contacto con los avances culturales”. Y esa la razón por la que “los privilegios, y en particular la educación, confieren algún beneficio a la longevidad”.  

Así mismo, un estudio particular inspirado en el estudio general de Harvard también encontró que las familias con mayor educación y/o movilidad del padre así como estabilidad marital tendían a tener hijos con las experiencias tempranas más óptimas, independientemente de lo que su padre experimentó en sus primeros años de vida. 

Por último, hay que tener en cuenta que estamos hablando de estadounidenses de Boston, no somalíes, ni turcos ni andaluces cuya historia y cultura son un poco diferentes entre sí.

En este sentido, los 45 años de un blanco privilegiado de Boston pueden ser los 55 de un asturiano, básicamente porque la emancipación en España se retrasa considerablemente con respecto a países como Estados Unidos: así, si la liberación de las obligaciones no deseadas que le llega a un excelente y honrado hombre bostoniano está situada en los 60, con suerte le llega a un albaceteño a los 70, por muy honrado y excelente que sea.

Nadie es feliz todo el tiempo y nunca es tarde para ser feliz 

Motivos del deterioro de la memoria
Un hombre en un banco – Fuente: Unsplash

De cualquier forma, y a pesar de las innegables limitaciones y arbitrariedades del estudio, es evidente que se pueden obtener conclusiones muy valiosas, especialmente en relación a lo que Waldinger señala en relación a la felicidad, aunque sea “obvio” como el propio psiquiatra afirma: “nadie está feliz todo el tiempo. Ninguna vida está libre de dificultades y desafíos”. 

Y Waldinger ahonda en esta idea basándose en su estudio de miles de vidas: “ninguna vida está exenta de giros, vueltas y desafíos. Con las redes sociales nos mostramos unos a otros estas vidas seleccionadas que ciertamente no son toda la verdad de ninguna vida. Puede parecer que todos los demás tienen la vida resuelta menos yo mirando los feeds de Instagram pero esa no es la verdad de la vida para nadie”.  

Además, nunca es demasiado tarde para nadie: “En nuestro estudio tuvimos personas que se dieron por vencidas y luego, cuando menos lo esperaban, sucedieron cosas nuevas (…) Según nuestros datos, si crees que es demasiado tarde para ti, piénsalo de nuevo: no lo es”. Según nuestros datos, tampoco lo es.


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