Los arenques o las anchoas son ricos en ácidos grasos poliinsaturados que ayudan a reducir el riesgo de sufrir problemas cardiacos
Además de ser mejores para la salud, este tipo de pescados son los animales con el menor impacto medioambiental con relación a su valor nutricional. Su precio es clave en países con menos ingresos, donde se está viendo un gran incremento de enfermedades provocadas por la mala alimentación, en particular enfermedades cardiovasculares. A diferencia de la carne roja, los arenques o las anchoas son ricos en ácidos grasos poliinsaturados que, a través de un consumo moderado de pescado, ayudan a reducir el riesgo de sufrir problemas cardiacos.
El estudio publicado en la revista BMJ Global Health, liderado por Shujuan Xia, del Instituto Nacional de Estudios Medioambientales de Japón, calcula que este tipo de pescado solo podría sustituir, debido a que no hay más disponible, alrededor de un 8% de la carne roja que se come en el mundo. Sin embargo, ese incremento serviría para que la cantidad de pescado consumida a nivel global se acercase a los niveles recomendados. Los autores calculan que esta sustitución evitaría entre medio millón y 750.000 muertes prematuras y entre 8 y 15 millones de años de discapacidad acumulados, sobre todo en países con menos ingresos. “El pescado de forraje como alternativa a la carne roja podría doblar (o más) el número de muertes que se podrían evitar simplemente reduciendo el consumo de carne roja”, plantean los investigadores.
Este tipo de pesca supone el 30% de las capturas mundiales, sin embargo, solo una cuarta parte se dedican al consumo humano. El resto, incluida buena parte de lo pescado en países con problemas para alimentar a su población, se dedican a engordar en piscifactorías animales como el salmón o la trucha, que después se venden a consumidores con más poder adquisitivo. El artículo de Xia y sus colegas advierte que este uso del pescado de forraje “es ineficiente porque se retienen menos nutrientes”. “Por ejemplo, menos del 50% [de los ácidos grasos del pescado que se comen] se mantienen en el salmón escocés de piscifactoría”, escriben. Según otro estudio, publicado en Nature Food, una pequeña fracción del pescado que llega a los países del África subsahariana, menos del 20% total, serviría para cubrir las necesidades nutricionales de los niños menores de cinco años de la región.
Los autores del análisis han llegado a sus conclusiones planteando cuatro escenarios diferentes en cuanto a la distribución global del pescado en 137 países. Uno priorizaba el uso del pescado capturado en cada país en el consumo nacional y en sustituir el consumo de carne roja. El segundo plantea que se priorice un consumo adecuado de pescado y se priorice el acceso a este alimento en países con un nivel de consumo por debajo de las 40 kilocalorías diarias. Un tercer escenario plantea que se reemplace la misma cantidad de carne roja en todos los países, y un cuarto determinado por la disponibilidad del pescado de forraje. De todas estas opciones, la primera era la que menos muertes evitaría y la tercera la que más, aunque es probable que resulte más sencilla esa distribución del pescado en un modelo que en la realidad.
Jesús Francisco García-Gavilán, investigador en CIBERobn y profesor asociado de la Universidad Rovira i Virgili, ha afirmado en declaraciones a la plataforma informativa SMC España que “la aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional que favorecieran el consumo de pescado no solo produciría una mejora de la salud de la población española, sino que disminuiría el gasto sanitario y potenciaría el seguimiento de la dieta mediterránea y de la dieta atlántica, dos patrones alimentarios en peligro de extinción a pesar de ser mundialmente reconocidos como efectivos en la prevención de patologías”. Adrián Carballo, investigador en el Instituto Karolinska, en Estocolmo (Suecia), señala como principal limitación del trabajo que no permite “determinar si los teóricos beneficios de la sustitución de carne roja por pescado pequeño en un país determinado se podrían aplicar a una persona concreta de ese mismo país”, en una opinión recogida por el mismo portal.
Al tratarse de una predicción a treinta años, hay muchas incertidumbres. Una de ellas es el impacto del cambio climático sobre el tamaño de las capturas de pescado. Aunque los autores reconocen que no han considerado ese factor, análisis previos calculan que las cantidades de pescado de forraje variarán menos de un 3%. Para apoyar la producción sostenible de este tipo de pesca, los autores proponen adoptar estrategias como trasladar los lugares de pesca a zonas más favorables si las circunstancias cambian con el calentamiento global.
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