“La industria de la identidad de género es el último nicho de mercado de consumo compulsivo rentabilizado por las farmacéuticas, la biomedicina y la tecnología”

                                                                        Elena Armesto.

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Elena Armesto es una de las voces más activas de nuestro país en la denuncia del transgenerismo. Cada mensaje suyo en las redes sociales sensibiliza de realidades como la de que “ser trans es más que una moda convenientemente promocionada por el capital. Desafortunadamente es toda una industria: la de la identidad de género. Se trata de un mercado tan rentable que ha pasado de valer 8.000 millones de euros anuales a más de 3 billones de euros en tan solo cinco años. En una sociedad donde se consume compulsivamente, la última frontera, el último nicho de mercado por colonizar y explotar es el propio cuerpo y la identidad. La experiencia de las identidades de género se ha convertido en un producto más. Y uno muy rentable especialmente para las industrias farmacéutica, la biomédica y tecnológica”.

Una rentabilidad que, para esta licenciada en Bellas Artes con Diploma en Estudios Avanzados en Comunicación Audiovisual y Master en Marketing y Publicidad, cae por su propio peso. “¿Desde cuándo un movimiento por los derechos civiles ha recibido apoyo en bloque por parte de las grandes corporaciones? ¿Desde cuándo entidades financieras como Goldman Sachs, responsables de crisis económicas y pobreza extrema en todo el mundo, tienen tanto interés por apoyar un movimiento por los derechos de colectivos extremadamente marginados debido sus maniobras financieras?”, se pregunta irónicamente.



Maniobras financieras que como ya denunciaba Amparo Domingointegrante de la Coordinadora de la Confluencia Movimiento Feminista y representante en España de Women’s Declaration International, se han servido de hacer pasar a los Principios de Yogyakarta -que introducen las políticas identitarias en las legislaciones de todo el mundo- como un documento oficial internacional por haber sido presentado en Naciones Unidas aunque no represente o tenga fuerza vinculante alguna.

“Estos principios son el empuje final para crear políticas identitarias en las legislaciones de todo el mundo. Se trata de un documento redactado por un grupo de personas que se representaban a sí mismas pero que no representa a ningún organismo internacional Los Principios originales fueron redactados en 2006 para sufrir una ampliación en el 2017. En este documento se unieron por primera vez los conceptos de orientación sexual e identidad de género formando un binomio imposible, pues la identidad de género anula el significado de orientación sexual al convertir a personas homosexuales en heterosexuales y viceversa”.

Para Arnesto los Principios de Yogyakarta son puro sexismo. “Son una biblia casposa e increíblemente retrógrada. Es “transexismo” aplicado a través del evangelio de su “Guía del Activista. Estos “principios”, bajo el pretexto de la protección de la libertad de la orientación sexual e identidad de género tienen como objetivo último blindar leyes de auto identificación de sexo, para dibujar un panorama legislativo favorable a la industria de la identidad de género, borrando el sexo como categoría jurídica en el proceso. Entran en conflicto directo con la Convención de toda forma de Discriminación contra la Mujer – CEDAW (1979), los acuerdos de la Conferencia de Beijing (1995), el Convenio de Estambul (2011)- y otras legislaciones nacionales destinadas a combatir las desigualdades que sufrimos las mujeres por razón de nuestro sexo”.

Esta reconocida feminista echa mano de la propia definición que los Principios de Yogyakarta dan sobre lo que es la identidad de género. “No tiene desperdicio. Las expresiones de género incluyen la vestimenta, el modo de hablar y los modales. Esto es una oda a los más rancios estereotipos sexistas y retrotraernos décadas atrás en la lucha feminista. Recordemos, además, que los Principios de Yogyakarta son dos documentos redactados por lobbies y firmados a título individual por un pequeño y selecto grupo de personas.

No tienen validez en la jurisprudencia internacional a pesar de que se les mencionó en su día en el borrador de la Ley Trans del Ministerio de Igualdad de Irene Montero y otros textos. La Asamblea de Naciones Unidas, de hecho, los rechazó tanto por contenido cómo por haber sido presentados saltándose el procedimiento propio del Consejo de Derechos Humanos”.

¿Los medios de comunicación españoles están cogiendo carrerilla?

Los medios son al fin y al cabo el Cuarto Poder y esto la industria de género lo sabe y lo utiliza de forma muy eficaz. De hecho, algunos están directa o indirectamente subvencionados por los promotores de esta industria. Sin ir más lejos, la familia Soros -al frente de la OSF y que invierte cantidades millonarias a la causa trans- tiene, además de intereses en compañías farmacéuticas y biotecnológicas, diferentes plataformas de medios y de contenidos bajo su control. El Diario.es es uno de ellos. El grupo Prisa por otro lado, pertenece al selecto Foro Bilderberg, donde se coordinan diferentes acciones políticas, económica y sociales. La agenda trans está apoyada por esta élite económico-financiera. La estrategia por extender el mercado de la industria de género no solo pasa por modelar los cuerpos legislativos a su favor, sino también por controlar la opinión, el “mainstream”, que da soporte a las propuestas de leyes sobre auto identificación de sexo, tal y como se está viendo recientemente.

Esto no lo digo yo, es algo que los propios promotores de esta industria ya establecieron como objetivo estratégico en una convención organizada en 2008 por Arcus Foundation (perteneciente a Jon Stryker, uno de los mayores sponsors de la ideología trans y precursores de la industria de genero) con otros fondos de inversión social, donde se trazaron las acciones a seguir en el medio y largo plazo para favorecer un panorama social y legislativo favorable a la apertura de nuevos nichos de mercado enmarcados dentro de la industria de género.

Gracias a la promoción en medios, se ha extendido la idea y en concreto en nuestro país, de que los derechos trans sea lo que sea lo que significa ser trans hoy en día no se respetan. Cuando en España teníamos una de las leyes con más cobertura y con más garantías para las personas transexuales del mundo, además de legislación orientada a combatir los delitos de odio por identidad de género. Es como poco sorprendente que, en los últimos tiempos, los medios patrios que hacen de altavoz a esta ideología de las identidades de género, nunca se acuerden de nombrarla. Más sorprendente aún es que en 2018 España fuera considerado como uno de los mejores países del mundo para ser trans según un informe independiente de la consultora IPSOS. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿No será que se utiliza la problemática específica de las personas con disforia de género como excusa para legislar la auto identificación de sexo?

Mientras ser mujer es solo una cosa: ser oprimida, bajo el paraguas trans parece que hay una diversidad que se extiende al infinito y más allá y que está por encima del 52% de la población mundial.

Efectivamente. Se pretende legislar la “identidad de género” para favorecer la “diversidad” a través de “vivencia interna e individual” del género tal como cada persona la siente profundamente”. Según esta definición (recogida de los Principios de Yogyakarta), existen tantas identidades de género como personas en este mundo. Cualquiera puede ser trans. ¿Es una feminista, inconforme con los estereotipos sexistas que se impone a las mujeres trans o no binaria? ¿Es hombre que contrae matrimonio con una menor, también una persona trans porque vive su “género de forma interna e individual”, creyéndose con el derecho de forzar a niñas según su forma de entender su propia identidad de género enmarcada dentro de sus parámetros vivenciales y culturales?

Las teorías “generistas” que diría Alicia Miyares, no son más que la reacción virulenta del patriarcado por mantener su posición de poder disfrazado de “diversidad”. Todo este asunto de la multiplicidad de “géneros” o el “espectro del sistema sexo/género” no es más que un pretexto para eliminar de toda base legislativa la razón por la que el 52% de la población sufrimos desigualdad estructural, el sexo.

No olvidemos que todavía, hoy en día, existen millones de mujeres y niñas que no tienen acceso a ser alimentadas, educadas, formadas. Que son violadas, torturadas, prostituidas, casadas a la fuerza, solo por el hecho de haber nacido mujeres. En este sentido, el proyecto de Recomendación General 28 de 2010 de la Convención Contra la Discriminación de La Mujer (CEDAW) enfatiza que cambiar el “género” no cambia la posición social de una persona, en tanto en cuanto que las mujeres sufrimos discriminación por nuestro sexo.

¿Se habla de suministrar bloqueadores hormonales a menores de edad de incluso 10 años como el que se toma un cola cao?

La desinformación con respecto a este asunto es intencionada. La estrategia promocional de la que hablaba antes pasa por mostrar insistentemente a niños y niñas hablando de lo felices que son por haber empezado a “transicionar”, junto con sus orgullosos papás y mamas comentando cómo sus criaturas ya se mostraban inconformes con su sexo a edades entre los 3-5 años porque tenían unas preferencias de juego no “asociadas con su sexo”. Esto es demencial, como declara la doctora Isabel Esteva, “las hormonas no curan los estereotipos sexistas”.

Sin embargo, ninguno de los medios ha dado voz a personas expertas o se han hecho eco de estudios sobre disforia, sobre detransiciones o sobre las consecuencias irreversibles de los bloqueadores hormonales a menores. Mas aun cuando el caso de Keira Bell se ha convertido en un referente mediático, desgraciadamente, de las peligrosas consecuencias de aplicar terapias afirmativas e invasivas a menores, tal y como ha legislado Irene Montero. 

La estrategia está siendo muy cruel con una generación a la que primero se le induce una disforia para luego administrarle bloqueadores de la pubertad.

La idea de la industria de las identidades de género es la de fidelizar pacientes-consumidores de por vida. ¿Cómo se hace esto? Pues en primer lugar reforzando los estereotipos de género: en las escuelas a través de las guías co-educativas en “diversidad”; en la industria pornográfica -que también está presente en otros contenidos, como la industria musical, las redes sociales (OnlyFans es un buen ejemplo)-, etc. Esto deja a nuestras niñas en una posición especialmente delicada. ¿Qué adolescente quiere ser “mujer” sabiendo lo que le espera? La disforia de género entre niñas y adolescentes ha aumentado de forma exponencial en los últimos años. Este fenómeno se conoce provisionalmente como Disforia de Género de Inicio Rápido o Rapid Onset Gender Dysphoria (ROGD) y está siendo observado por la comunidad médica a nivel mundial.

En segundo lugar, y para asegurar el mercado, se está presionado para rebajar la edad en la aplicación de las llamadas terapias afirmativas, incluso bajo riesgo para los padres de perder la tutela de sus hijos si se oponen a la aplicación de estas terapias. Está además reportado, que una vez los y las menores inician el camino de la transición de los bloqueadores hormonales, y puesto que afectan a su desarrollo no solo físico sino también a su proceso madurativo, continúan hacia las hormonas cruzadas y cirugías y/o amputaciones como las mastectomías e histerectomías en un periodo muy corto. Lo que se traduce en un aumento de mujeres jóvenes que se arrepienten de haber transicionado al llegar a la veintena.

Y es que, según los estudios en la materia, la disforia de género, se supera hasta ente un 75-90% de los casos una vez superada la adolescencia. Aplicar terapias afirmativas sin tener este dato en cuenta, en una aberración ética y médica. Cabe señalar aquí, que el borrador del Ministerio de Igualdad, no recogía ni un solo punto que verse sobre este tema y cuáles deberían ser las medidas a tomar por parte de la Administración en el caso de que una persona deseara revertir su transición. Y ya se están reportando casos en nuestro país.

Hace poco decías que las “terapias afirmativas de género” (bloqueadores hormonales, hormonación cruzada y amputaciones o cirugías) son sinónimo de la mutilación femenina en Occidente.

Así es. En las sociedades donde se considera “normal” la mutilación genital femenina, ésta se practica atendiendo a “razones culturales” por las que la mujer debe ser privada de cualquier disfrute sexual y seguir un papel de sumisión frente al hombre. Renunciar a la corporeidad del sexo para encajar en una sociedad, la occidental, cada día más estereotipada sexualmente y que premia lo masculino, es exactamente lo mismo. Nuestras niñas, sobre todo aquellas que no encajan dentro de lo considerado actualmente como “femenino” y según los estándares promocionados por la industria de la identidad de género (redes sociales, pornografía industria audiovisual), no quieren ser mujeres y reniegan de su cuerpo justo en un momento donde están desarrollando su fisionomía como mujeres.

Judith Lorber en “Paradojas de Género” lo explicó de maravilla: “Los transexuales no retan la construcción sexual del género. Su objetivo es ser hombres masculinos y mujeres femeninas”. Nuestras niñas, y según desvelan los datos, están afrontando su desarrollo en un marco social donde lo “femenino” se construye bajo un ideal sexista muy difícil de soportar. A los ojos de una niña que afronta la crisis de identidad propia de la adolescencia, es más fácil ser o reconvertirte como hombre, que ser una mujer sumisa, sufrir discriminación por ser lesbiana o incluso ser agredida sexualmente.

¿La utilización de los suicidios y la precariedad laboral trans es otro de los falsos datos?

Sin duda. Apelar a lo emocional es una manera muy eficiente de hacer propaganda. Dentro de la literatura de promoción de la industria de la identidad de género es habitual hablar de las ratios de suicidios del colectivo trans, los cuales se han demostrado totalmente falsos. Según el Colegio Americano de Pediatras, los jóvenes con disforia de género sufren unos índices de intento de suicidio por debajo de otros grupos de riesgo (anorexia, depresión, autismo, u otros tipos de desórdenes mentales). De hecho, el 90% de las personas que comenten suicidio han sido previamente diagnosticadas con una enfermedad mental. En esta línea, los estudios revelan que las terapias afirmativas de género no mejoraran los intentos de suicidios. Lo que sugiere que las disforias de género diagnosticadas podrían ser consecuencia y no causa de otros trastornos preexistentes. No hay por otro lado ninguna evidencia científica que demuestre que los casos de suicidio cometidos por personas trans hayan sido debidos a causas relacionadas con la discriminación directamente asociada a su condición de transgénero.

La realidad es que el perfil del colectivo “trans” en España dista mucho de la imagen de lo que se nos presenta en medios. Según el estudio de la Agencia Fundamental de Derechos Fundamentales (FRA, por sus siglas en inglés) el perfil del colectivo transgénero es mayoritariamente joven y de sexo masculino; casi el 60% auto denominados no binarios, agéneros o género fluido; la mitad con estudios superiores o en proceso de conseguirlos y con una tasa de paro del 11%, muy por debajo del 80% que reiteradamente es mencionado por políticos y en medios.



https://www.cronicalibre.com/feminismo-y-sociedad/industria-identidad-genero-mercado-farmaceuticas/

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