El exterminio inteligente | por Franco Berardi

 

Las guerras del siglo XXI las combaten cada vez menos los seres humanos. Los seres humanos son las víctimas de las mismas, pero las ejecutoras del exterminio son máquinas. Máquinas manejadas a su vez cada vez menos por seres humanos, porque la tendencia implícita en los sistemas de inteligencia artificial, que se hallan dotados de capacidades de autoaprendizaje y de deep learning, es liberar a estos, que son organismos aleatorios a menudo dotados de conciencia y de sensibilidad, de la tarea de torturar, mutilar, matar y exterminar, y dejar esta tarea en manos de sistemas dotados de inteligencia.

La palabra «inteligencia» denota la capacidad de realizar una tarea, independientemente de su utilidad social, licitud ética, etcétera, y sobre todo independientemente de la emocionalidad. Inteligencia sin sensibilidad, inteligencia sin conciencia: la máquina inteligente exterminadora es el producto general del sistema capitalista en la era de la automatización inteligente. El nazismo del siglo XX tuvo que tener en cuenta los límites de la inteligencia emocional, como muestra Jonathan Little en su terrible novela Les bienveillantes (2006; Las benévolas, 2019). El tecno-nazismo del siglo XXI, del que los sionistas son el símbolo y la vanguardia, se emancipa de estos límites.

El trabajo de matar es agotador, como aprendimos leyendo esta novela sobre la fatiga psíquica de un SS: el organismo humano tiene límites físicos y psicológicos de los que la máquina inteligente se emancipa. Según nos enteramos por un reportaje de Haaretz y por otro de la CNN, la fatiga psíquica del exterminio está agotando los nervios de los exterminadores israelíes: el suicidio, los trastornos psíquicos postraumáticos y el autodesprecio afectan a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Mi predicción es que estos trastornos son tan solo el principio de un colapso psíquico generalizado de la sociedad israelí, que no podrá sobrevivir mucho tiempo tras el Holocausto palestino. El genocidio está provocando un proceso de desintegración mental del Estado sionista. Netanyahu, Ben Gvir, Smotrich han armado a Israel contra sí mismo.

El dron es la figura dominante en esta nueva fase del nazismo: la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza son el teatro de experimentación de esta nueva fase de la terminación, proceso que se desarrollará plenamente en el siglo XXI. El dron es una aeronave caracterizada por la ausencia de un piloto humano a bordo. Su vuelo está controlado por ordenadores que pueden ver, oír y ejecutar el exterminio. De los primeros modelos de gran tamaño, que tan solo poseían unos pocos ejércitos, la tecnología ha evolucionado hasta la construcción de modelos muy pequeños, operados en grupo (drones enjambre), que se hallan al alcance de cualquiera dado su bajo precio.

El genocidio israelí constituye la primera aplicación a gran escala de esta automatización del exterminio. No debemos pensar que se trata de un episodio aislado, no debemos pensar que después de este acontecimiento excepcional, la guerra volverá a sus antiguos rasgos deshumanamente humanos. La deshumanidad por fin se ha emancipado de lo humano y puede por fin proceder automáticamente. En la competición tecnomilitar, las máquinas de exterminio están destinadas a generalizarse. A partir de ahora, todos los conflictos armados, ya sean guerras nacionales, religiosas o civiles, recurrirán cada vez más a las técnicas del exterminio inteligente.

La revista israelí 972 publicó en abril de 2024 el informe más aterrador del que tengo memoria: describe la estructura epistémica y pragmática de un sistema de inteligencia artificial diseñado para detectar y atacar objetivos hipotéticamente hostiles. Estos objetivos pueden ser transeúntes inocentes, niños que vuelven del colegio, mujeres que van a por agua a la fuente. No importa. El exterminio automático funciona estocásticamente y la estocasticidad militar no puede ser demasiado sutil. El sistema de exterminio israelí, que lleva el garboso nombre de Lavender, es, como informa 972 (véase en castellano, ctxt).

Una máquina especial que puede procesar cantidades masivas de datos con el fin de generar objetivos potenciales para perpetrar ataques militares en el curso de una guerra. Esta tecnología resuelve lo que puede describirse como el cuello de botella verificado tanto en la identificación de nuevos objetivos como en la decisión de ejecutarlos.

Los seres humanos constituyen, por lo tanto, un cuello de botella, son un elemento de incertidumbre y de ralentización. Por muy despiadados y fanáticos que sean, los seres humanos siguen siendo máquinas indeterministas: la emocionalidad, la incertidumbre y la fatiga pueden limitar su competencia para matar. Es necesario que la máquina inteligente subsuma progresivamente la totalidad de la secuencia de las acciones que hacen posible el exterminio: detección visual y auditiva, catalogación, selección, eliminación. Y, finalmente, autocorrección y autoperfeccionamiento en pos del fin superior: instaurar el orden allí donde los seres humanos son el caos, eliminando en consecuencia todo elemento humano.


Lavender ha desempeñado un papel esencial en el bombardeo de la población palestina [...] su influencia en las operaciones del ejército israelí ha sido tan enorme que los militares han tratado la información de la máquina dirigida por inteligencia artificial como si fueran decisiones humanas [...]. El sistema identificó inicialmente a 37.000 palestinos como presuntos militantes y consideró sus hogares como objetivos de bombardeos aéreos [...]. El ejército israelí atacó sistemáticamente a los individuos seleccionados por Lavender en sus casas, sobre todo por la noche, cuando familias enteras estaban con ellos [...]. Según dos fuentes a las que interrogamos, el ejército decidió que por cada operativo de Hamás señalado por Lavender, se le permitía matar hasta quince o veinte civiles [...] en caso de que el objetivo fuera un oficial de Hamás, se le permitía eliminar a cien civiles [...].

La solución al problema, añade el oficial, es la inteligencia artificial. Tenemos una guía para construir una máquina de creación de objetivos, basada en algoritmos de aprendizaje automático. En esta guía, hay muchos ejemplos de características que permiten identificar a una persona como peligrosa, como estar en un determinado grupo de whatsapp, o cambiar a menudo de móvil, o cambiar con frecuencia de dirección [...].

En la guerra no hay tiempo para incriminar a todos y cada uno de los objetivos, así que tenemos que aceptar un cierto margen de error en el uso de la inteligencia artificial, debemos correr el riesgo de provocar daños civiles colaterales o de atacar a alguien por error y tenemos que aprender a vivir con ese conocimiento (live with it).

Este oficial, cuyas declaraciones recoge 972, concluye diciendo que después de matar a cientos, de hecho, a miles, de hecho, a decenas de miles de niños, de mujeres, de inocentes, hay que aprender a «live with it». Vivir con la conciencia de ser un exterminador. Una expresión abracadabrante que por sí sola nos dice hasta qué punto ha llegado la degradación ética y cuán profundo es el abismo de cinismo asesino en el que se ha hundido la totalidad de la población de Israel.

«B» (una fuente de 972) nos dijo que era normal que esta automatización generara un número mayor de objetivos que alcanzar. Si un día no había muchos objetivos, porque los criterios de definición eran insuficientes, teníamos que reducir el umbral de definición. Una y otra vez los soldados nos presionaban diciéndonos: «Dadnos más objetivos». En realidad, nos lo decían gritando. «Ya hemos acabado con todos los objetivos que nos disteis ayer […]». Lavender y sistemas similares, como el llamado Where's daddy, se combinan para lograr el efecto de matar a familias enteras.


Los órganos oficiales del ejército israelí comentan con satisfacción estos resultados de la máquina de guerra inteligente:


El Estado de Israel es un actor de altas competencias tecnológicas y utiliza estas como parte de su panoplia de herramientas diplomáticas para convertirse en el líder del diseño del sistema internacional de gobernanza tecnológica. La necesidad de supremacía tecnológica se deriva para Israel de las amenazas a las que se enfrenta [...].


La eliminación selectiva y la multiplicación de los asesinatos colaterales son el resultado de un perfeccionamiento técnico del que Israel es vanguardia, pero no debemos pensar que se trata de un fenómeno aislado y puntual. Todo Occidente debe dotarse de una gobernanza tecnológica guiada por la inteligencia artificial exterminadora.


Gaza nos ha revelado la verdad última de la historia humana: no hay salida a la repetición sin fin del ciclo violencia-venganza-violencia. Entonces, ¿por qué dudar? Es necesario esterilizar la inteligencia, es necesario disociar la inteligencia de la naturaleza indeterminista del inconsciente, de la emocionalidad. Únicamente así podemos entender la inteligencia artificial en el contexto de una competencia económica y militar generalizada. La guerra es la continuación lógica de la economía liberal y la guerra requiere el uso ilimitado de la inteligencia. Pero para poder eliminar los límites de la inteligencia, debemos saber lo que Yuval Harari señala en su libro Homo Deus (2016): la disociación de la inteligencia de la conciencia es la condición para proceder a un uso ilimitado de la primera. La conciencia, si es que esta palabra significa algo, es una limitación de la inteligencia. Me refiero a la conciencia ética, que significa conciencia sensible, incorporada. El trabajo de matar, que es el trabajo más importante de la actualidad, la inversión más importante de la economía terminal, deviene tanto más productivo cuanto más la inteligencia (homicida) se emancipa de la conciencia (ética).


Desde que el sionismo ha transformado a la población israelita en el corazón de las tinieblas del supremacismo contemporáneo, Israel se ha convertido en la Endlosung-Machine [máquina de la solución final]. Por ello sabemos que nunca habrá una posguerra. Ya nadie puede creer que habrá paz en momento alguno del futuro, porque el exterminio se ha incorporado a una máquina que se autocorrige, se perfecciona, se conecta y se expande, una máquina que nadie tiene la capacidad de desactivar. La emergencia de la inteligencia artificial se revela como la consecuencia de la obsolescencia humana y simultáneamente como la condición para la subyugación técnica definitiva de los seres humanos. Esta es la verdad esencial que hay que saber sobre la inteligencia artificial en la era de la guerra total asintótica. Todo lo demás es pura palabrería concebida para perder el tiempo.


Aviv Kochavi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, declaró que la metodología bélica israelí se inspira en la teoría rizomática de Deleuze y Guattari. La proliferación asimétrica de la guerra de micromáquinas es la mejor definición de la idea de convertir objetos cotidianos como buscapersonas y walkie-talkies en armas de destrucción masiva. Sólo los lectores ingenuos podían creer que la metodología rizomática de Deleuze y Guattari es una teoría para la liberación. En realidad, se trata de algo mucho más complicado y articulado: esa metodología conceptualiza primero el modelo económico basado en la distribución molecular del control capitalista. Después, la inscripción molecular de la guerra y el terror en cada fragmento de la vida cotidiana y de las cosas de uso común. La vida paranoica de Israel, un país que está permanentemente obsesionado por el odio de las poblaciones de su entorno y que siempre lo estará (durante los pocos años que le será concedido sobrevivir antes de que se suicide) está marcada por esta molecularización del terror.

La guerra de exterminio es, si me permiten el macabro juego de palabras, la killer application de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial puede haber nacido con intenciones puramente científicas, o puramente económicas, o incluso con ingenuas intenciones humanitarias. Pero su uso perfecto, específico y último es el exterminio. En los últimos años hemos oído hablar de regulación ética de la inteligencia artificial, hemos oído hablar de alinear la tecnología con los «valores» humanos. Son insustancialidades privadas de todo sentido. En primer lugar, ¿qué significan los valores humanos? ¿De qué universalidad estamos hablando? ¿De la universalidad del beneficio, de la competencia económica, del crecimiento ilimitado? ¿O de la universalidad de otra cosa? ¿Quién es el amo de la universalidad desde el momento en que toda la humanidad está culturalmente en guerra?

La idea del alineamiento de la inteligencia artificial con los valores humanos es exactamente lo opuesto de lo que ha ocurrido y está ocurriendo realmente en el mundo de la investigación y la aplicación de esta: nuestras facultades cognitivas se han alineado con el formateo digital del mundo, lo cual ha estado sucediendo durante los últimos cincuenta años, proceso que ha llegado ahora al paso final: alinear la inteligencia artificial con el imperativo del exterminio, que domina el inconsciente y la ferocidad de la selección natural. La totalidad de los discursos acerca de la ética de la inteligencia artificial son imbecilidades, porque se basan en la eliminación y el olvido del uso militar de la misma, que domina la investigación, la financiación y el uso de esta tecnología: inteligencia impulsada por la demencia, la psicosis, el horror.

https://www.bloghemia.com/2025/03/el-exterminio-inteligente-por-franco.html

Radiografía de la estupidez

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Las estadísticas nos cuentan que se ha disparado el consumo de ansiolíticos. En este estudio no se incluye el continente africano ni los países en banca rota, porque sus necesidades conviven con la miseria y no hay tiempo para pastillas ni dinero para vacunas. Los últimos análisis de las aguas residuales de nuestras ciudades revelan un aumento del consumo de alcohol y otras drogas que no pasan por el filtro de hacienda; vinagre para las heridas. Es una clara evidencia de que la felicidad artificial de nuestro primer mundo se está desmoronando, mientras la dicotomía entre economía y vida sigue sin resolverse.

De los efectos nocivos de la pandemia no se salva nadie. La menguante clase media, esa que apenas duerme ante la posibilidad de perder su estatus por la crisis económica, se aferra a un clavo ardiendo para poder continuar con el estilo de vida que les permita viajar a la costa, realizar compras compulsivas y engullir copiosas comidas. Y que  decir de los mochufas, subgénero de una clase reciente sin etiquetar todavía, que expanden a todo volumen sus conversaciones intrascendentes; negacionistas de la lucidez aspirando a formar parte de una nueva burguesía por la gracia de sus pequeñas propiedades y de sus coches de montaña para ciudad. 

Mientras tanto, las farmacéuticas, revestidas como salvadoras de la humanidad, se frotan las manos ante el inmenso botín que van a amasar vendiendo sus 'inventos' al mejor postor. Este virus está mostrando la realidad que solemos ignorar. En un momento donde la unión transversal global sería nuestro bote salvavidas, el egoísmo y la estupidez flotan como una mancha de aceite sobre el agua.

https://bloggerjr2001m.blogspot.com/2021/03/radiografia-de-la-estupidez.html

EL GRADUADO 1967 esta película era revolucionaria.

 

Para empezar a hablar de “El graduado con propiedad”, hay que reseñar que aunque hoy en día es un clásico del cine americano y siempre ha estado entre las diez de las mejores películas de la AFI, en su momento, parte de la crítica le dio la espalda. Entre otros Pauline Kael y Egbert. Es verdad, hasta los mejores críticos se equivocan. Pero a mí me parece que en esta película el error es doble, por una sencilla razón, y es que esta película era revolucionaria.

Cuando se estrenó, la sociedad estadounidense, en ese sentido era aburguesada, conformista, estamos hablando de los finales de los sesenta y no hablamos de europa. Los americanos, en esto no quiero generalizar, pero son unos puritanos de órdago. Sin ir más lejos, mirad el caso que se montó hace unos años por ver un seno al descubierto en una actuación musical de unos premios. Pues bien, imagináos eso unas casi cinco décadas en el pasado.


Hay gente que piensa que quizás está un poco sobrevalorada al tratarse de un simple drama, sí con momentos memorables, pero que tampoco merece la bola que se le ha dado a través del tiempo. Yo pienso que todo producto está sobrevalorado o infravalorado según las críticas, pero es muy dificil que cualquier producto se ajuste con justicia al estatus que debería obstentar.

En mi modesta opinión, "El graduado", está en este olimpo de películas porque entre otras cosas ha tenido matices muy transgresores para la sociedad en la que nace. No sólo por el hecho de contar una drama familiar, si no que ese drama nos crea un debate moral. Benjamin Bradock interpretado por Hoffman, es un yogurín, con una vida que ya no iba a estar esturcturada, ya nadie le tendría que mandar lo que hacer. En ese sentido, el experimenta un sentido existencial de vacio, de no saber por donde tirar, de inapetencia. En esas se le aparece una Señora mayor, amiga de sus padres y que el conoce bien, pero como en muchos de sus contextos trastornará su forma de ver el mundo, incluso la rechaza.

Es que esta película cambia los roles del "American Way Of life", donde la mujer se tenía que abstener, excepto exsecciones, bajo las convenciones sociales que la colocaban al mando de la familia, pero por debajo de su cabeza, que era el varón.



En esta película ella lleva los pantalones. En esta foto anterior, el cambio es evidente, el hecho de que lo tuvieran en cuenta en la publicidad de la película ya dejaba implícita una decidida declaración de intenciones.

Por eso y entre otras cosas pienso que había una clara decisión de hacer de esta película un icono cultural, no que como pretexto se construyese un icono alrrededor de la película. 

Claro que como producto de industria al fin y al cabo uno no sabe el alcance de su popularidad y mella entre el público, por eso puede sonar pretencioso el hacer unos postulados tales en aquella sociedad si no fuese desde una actitud valiente y creativa.

Esta tesitura nos pone ante el personaje de "Mrs. Robinson" , la señora Robinson, que quizás llegó a convertirse en icono de verdad, incluso por encima de la película.

Lo más seguro es que ni siquiera Anne Bancroft hubiese soñado con este papel, propio de una super estrella. Ella había tenido hace poco un exitazo con "El milagro de Ana Sullivan" que le valió el oscar de la academia, pero digamos que el perfil de la señora Robinson obedece más al perfil de un superpibón ya madurito, imaginaos a una Marilyn de cuarenta y cinco años. No digo nada más, porque no se trata de desechar el cuerpo de Anne Bancroft, no es el caso, pero en aquella época, se supone que para romper las reglas tendría que ser una atracción tan fuerte, y un cuerpazo ten exhuberante, que el pobre Benjamin no tuviese más remedio que caer en la tentación.

Pero no fue así, Mike Nichols, que afrontaba su sengunda obra, como director, quería hacer algo más inteligente, más rompedor. De hecho habían propuesto el papel antes a Doris Day y lo había rechazado, simplemente, como dijo ella - No entra en mi escala de valores. Yo tampoco pienso que Doris, más dulce a lo largo de su carrera se identificase con este personaje oscuro.

Es cierto que El personaje alcanzó cotas de mito sexual en las generaciones siguientes, ahora menos, porque ya a los jóvenes de ahora, si no entienden el contexto de la película, no les dice nada nuevo ni interesante. En cambio a los que se han sumergido en la película, la señora Robinson parece una gran araña que ha tejido una tela de la que no te puedes escapar, te va engullendo poco a poco.

Pues, todo esto, para que no os engañéis los que no lo sepáis, lo hizo Bancroft con 36 añitos. Esto da cuenta también de la talla interpretativa de estos actores. En realidad, y como curiosidad, Bancroft, sólo tenía seis años más que Hoffman en la vida real, Hoffman tenía treinta años cuando hizo el graduado.

Bueno, también, a partir de ahí, a Hoffman hemos podido verle en otras producciones donde ha tenido más oportunidades de explotar su talento.

Nada más tarde que al salir del estreno, una crítica que lo reconoció le dijo, más o menos, porque no me acuerdo de las palabras exactas. - Chaval, tienes un gran futuro.

Otra de las apariciones resaltables de la película es la de Katherin Ross, jovencísima y guapísima hija de la Señora Robinson, en este caso se entiende que sea tan dulce y pusilánime, para que en un principio, Benjamin no sucumba a sus encantos, más bien es que reniega de la señora Robinson. La hija representaba el futuro, esperanzador, salir de esa apatía y sin razón que Benjamin acusaba, cada vez que se encontraba con la madre. Al final, la señora Robinson tensó tanto la cuerda que se rompió.

Otro de los aspectos a mencionar de esta obra es la banda sonora a cargo de Simon and Gerfunkerl, y su tema Mrs. Robinson. Inmortalizaron la película.


https://cinemafilmesclub.blogspot.com/2011/07/el-graduado.html


Simon & Garfunkel - Mrs. Robinson (Audio)




La Base 5x115 | Donald Trump veta el petróleo venezolano

Las grandes mentiras de la guerra de Ucrania

 

Reunión entre el Consejo de la OTAN y Rusia en Bruselas a finales de enero de 2022, un mes antes de que empezara la guerra. / OTAN

Europa es la gran perdedora del conflicto, pero ahora parece empeñada en perjudicarse aún más profundizando en la marcha de la locura

Thomas Palley 29/03/2025

En el libro La marcha de la locura: la sinrazón desde Troya hasta Vietnam, la historiadora Barbara Tuchman aborda la desconcertante cuestión de por qué a veces los países promueven políticas radicalmente opuestas a sus intereses. Esta pregunta vuelve a cobrar relevancia ahora que Europa ha decidido empeorar aún más la marcha de la locura sobre Ucrania. Continuar con esta marcha tendrá graves consecuencias para Europa, pero abandonarla plantea un desafío político colosal que obliga a explicar cómo la Unión Europa ha resultado perjudicada por su política ucraniana; cómo es evidente que, si redobla esa apuesta, va a verse aún más perjudicada; cómo se ha vendido políticamente esa marcha de la locura; y, por último, por qué el poder político porfía en esa idea.

Los costes político-económicos de la locura

A pesar de no haber intervenido directamente en el conflicto ucraniano, Europa –y, sobre todo, Alemania– se ha convertido en uno de los grandes perdedores de la guerra debido a las sanciones económicas, que han tenido un efecto bumerán en la economía europea. La energía barata procedente de Rusia ha sido reemplazada por energía cara procedente de Estados Unidos. Esto ha tenido un impacto negativo sobre el nivel de vida de la sociedad y la competitividad del sector manufacturero; asimismo, ha influido en el aumento de la inflación en el territorio europeo.

A lo anterior se suma la pérdida de un mercado importante como es el ruso, en el que Europa vendía productos manufacturados y obtenía inversiones y oportunidades de crecimiento. Además, Europa se ha quedado sin el fastuoso gasto de las élites rusas: la combinación de estos factores ayuda a esclarecer el estancamiento de la economía europea. Por si fuera poco, su futuro económico está gravemente comprometido por la marcha de la locura, que amenaza con hacer permanentes esos efectos.

Europa se ha quedado sin el fastuoso gasto de las élites rusas

La llegada masiva de refugiados ucranianos también ha tenido consecuencias adversas: ha aumentado la competencia a la baja de los salarios; ha agravado la escasez de viviendas, lo que ha subido el precio de los alquileres; el sistema escolar y los servicios sociales se han sobrecargado, y el gasto público se ha incrementado. Aunque estas consecuencias han repercutido sobre el conjunto del territorio europeo, Alemania se ha llevado la peor parte. Esto, sumado a los efectos económicos adversos, ha contribuido a enturbiar el clima político, lo que ayuda a explicar el ascenso de la política protofascista, sobre todo –de nuevo–, en Alemania.

La gran mentira y cómo se vende la locura

La “gran mentira” es una idea que Adolf Hitler formuló en Mein Kampf (Mi lucha). Viene a decir que, si una mentira descarada asociada a un prejuicio popular se repite muchas veces, terminará por aceptarse como verdad. Joseph Goebbels, propagandista nazi, logró perfeccionar la teoría de la gran mentira en la práctica. Es innegable que muchas sociedades la han usado en cierta medida, y el poder político europeo ha recurrido a ella con total libertad para vender ahora la marcha de la locura.

La primera gran mentira es el resurgimiento de la narrativa sobre los acuerdos de apaciguamiento de Múnich de 1938, que afirma que Rusia invadirá Europa central si no es derrotada en Ucrania. Esa mentira también se alimenta con los restos de la teoría del dominó de la Guerra Fría, según la cual la conquista de un país desencadenaría una oleada de colapsos en otros países.

La narrativa de apaciguamiento motiva, asimismo, comparaciones sumamente desacertadas entre el presidente Putin y Hitler, avivadoras de una segunda gran mentira: el moralismo maniqueo que presenta a Europa como la encarnación del bien y a Rusia como la encarnación del mal. Este marco impide reconocer la responsabilidad de Occidente en la gestación del conflicto, por medio de la expansión de la OTAN hacia el este, y la propagación del sentimiento antirruso en Ucrania y otras repúblicas exsoviéticas.

La tercera gran mentira atañe a la capacidad militar de Rusia: se argumenta que su poderío militar representa una amenaza existencial para Europa central y oriental, y esto aporta credibilidad a la acusación del expansionismo ruso. Ninguna ecuación matemática podría desmentirlo; sin embargo, los antecedentes en el campo de batalla indican lo contrario, al igual que el análisis de su base económica, relativamente exigua en comparación a la de los países de la OTAN, sin olvidar el envejecimiento demográfico que padece.

El “apaciguamiento de Múnich”, el “expansionismo ruso”, “Rusia como encarnación del mal” y la “amenaza militar rusa” son imágenes ficticias que se utilizan para deslegitimar a este país y, a la vez, justificar y encubrir las agresiones occidentales. Nunca existieron pruebas de que Rusia tuviese la intención de controlar Europa occidental, ni durante la Guerra Fría ni hoy en día. Al contrario, la intervención de Rusia en Ucrania fue motivada principalmente por el miedo –en términos de seguridad nacional– que desató la expansión de la OTAN por parte de Occidente, de la que Rusia se ha quejado repetidamente desde la desintegración de la Unión Soviética.

La gran mentira emponzoña la posibilidad de paz, porque no se puede negociar con un adversario que encarna el mal y constituye una amenaza existencial. Con todo, y a pesar de su naturaleza engañosa, las mentiras ganan terreno entre la opinión pública; por un lado, porque se conectan con una dilatada historia de sentimiento antirruso, que incluye la Guerra Fría y el miedo a los rojos de los años veinte; por otro, porque apelan a la soberbia pretensión de superioridad moral, uno de los emblemas de la marcha de la locura.

Cortina de humo: el establishment europeo intensifica la marcha de la locura

La gran mentira ayuda a explicar cómo el poder político europeo ha vendido la marcha de la locura, pero invita a preguntarnos por qué. La respuesta es tan simple como compleja. La parte simple del análisis advierte que el establishment político europeo ha fracasado en la política interior y se asoma al abismo: adoptar la locura con mayor ahínco es un intento de salvación.

El establishment político europeo ha fracasado en la política interior y se asoma al abismo

Ejemplo de ello es Francia, con un presidente, Macron, bastante impopular y menguante legitimidad democrática. La estrategia de guerra exterior actúa como cortina de humo redirigiendo la atención de los fracasos en la política interna hacia un enemigo externo. Así, Macron apela al nacionalismo militarista y se posiciona como defensor de La France.

En la misma línea, Keir Starmer, primer ministro británico, ha redoblado la apuesta por la estrategia política de la triangulación, de modo que los laboristas siguen los pasos del partido conservador. Starmer y su partido han llevado la estrategia tan al extremo que de laboristas ya solo les queda el nombre, e incluso han superado a los conservadores con su postura belicista en Ucrania. Ahora bien, estas decisiones lo han hundido políticamente. En un escenario en el que lo único que ofrece son medidas conservadoras, los votantes de derecha eligen la marca original y los de centroizquierda se abstienen cada vez más. Como respuesta, Starmer ha optado por ampliar la intervención de Reino Unido en Ucrania y ha participado en sesiones fotográficas acordadas con fines militares en un intento de evocar las figuras de Winston Churchill y Margaret Thatcher.

Pero es que, si observamos el panorama general, comprobaremos que los socialdemócratas europeos tienden a una postura aún más militarista que los conservadores. En parte, esto se debe al fenómeno de mimetización derivado de la triangulación, que fuerza a estos grupos a tratar de superar a sus rivales constantemente. De igual manera, se debe al infame abandono de la oposición al nacionalismo militarista que ha definido a la izquierda desde los horrores de la I Guerra Mundial. En otras palabras: muchos socialdemócratas se han convertido ahora en amigos de la locura.

La animadversión de Europa contra Rusia y las largas raíces de la locura

La parte compleja de por qué Europa ha adoptado el paradigma de la locura se arraiga en las largas y enmarañadas raíces de esta, que se remontan a muchos años atrás. Esa historia ha sembrado la animadversión institucionalizada contra Rusia que ahora impulsa la marcha de la locura europea. Hace setenta años que Europa carece de un enfoque independiente en materia de política exterior. En su lugar, se somete al liderazgo de Estados Unidos y designa a personas afines a los intereses estadounidenses para ocupar los cargos de defensa y política exterior que ostentan el poder.

Este sometimiento se propaga a las élites de la sociedad civil –laboratorios de ideas, universidades prestigiosas y grandes medios de comunicación– y al complejo industrial-militar y el empresariado, que han secundado este posicionamiento con la esperanza de abastecer al ejército de Estados Unidos y conseguir acceso a los mercados estadounidenses. Todo esto ha desembocado en el secuestro del pensamiento político europeo en materia de política exterior y la conversión de Europa en un actor subordinado a la política exterior estadounidense, una situación que sigue vigente.

Dada la falta de autonomía en política exterior, Europa se ha mostrado dispuesta a apoyar la expansión hacia el este de la OTAN comandada por Washington en la era posterior a la Guerra Fría. El objetivo de Estados Unidos era crear un nuevo orden mundial en el que se consolidaría como potencia hegemónica sin que ningún país pudiese disputar su dominación, como había hecho la Unión Soviética. El proceso comprendía tres pasos, siguiendo el plan maestro articulado por Zbigniew Brzezinski, exconsejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Primero, expandir la OTAN hacia el este para incorporar países del antiguo Pacto de Varsovia; segundo, expandir la OTAN hacia el este para incorporar repúblicas exsoviéticas; tercero, concluir el proceso con la división de Rusia en tres estados.

El sometimiento de Europa al liderazgo estadounidense también permite explicar la urgencia paralela de la Unión Europea por expandirse hacia el este. Habría sido muy sencillo acceder a las ventajas económicas del mercado por medio de acuerdos de libre comercio, que, además, habrían posibilitado el aprovechamiento de la mano de obra barata procedente de Europa central y oriental por parte de las empresas europeas. Lejos de eso, se optó por la ampliación –a pesar de resultar sumamente costosa en términos económicos y de que Europa del Este carecía de una tradición política democrática común–, porque así se afianzaba a los Estados miembro en la órbita occidental y se acorralaba a Rusia; esto es, la expansión hacia el este de la UE complementaba la expansión hacia el este de la OTAN.

Por último, también existen factores idiosincráticos propios de cada país que sirven para explicar la adopción de la locura por parte de Europa. Uno de los casos que ilustran la histórica animadversión contra Rusia es el de Reino Unido, cuya antipatía se origina en el siglo XIX, cuando veía la expansión rusa en Asia central como una amenaza a su dominio en India. A esto se sumó el miedo a que Rusia ganase influencia ante el declive del Imperio Otomano, lo que propició la Guerra de Crimea. Hoy en día, la animadversión británica contra Rusia se asienta en la Revolución bolchevique de 1917 y el establecimiento del gobierno comunista, la ejecución del zar y su círculo familiar, y el incumplimiento de pago por parte de la Unión Soviética de los préstamos que Reino Unido había concedido en el marco de la I Guerra Mundial. En 1945, menos de seis meses después de la firma del Acuerdo de Yalta con la Unión Soviética, Winston Churchill propuso la Operación Impensable, un plan que incluía el rearme de Alemania y la continuación de la Segunda Guerra Mundial contra Rusia. Afortunadamente, el presidente Truman lo rechazó. Tras la Segunda Guerra Mundial, el servicio secreto británico apoyó un levantamiento en la Ucrania soviética comandado por el ucraniano Stepan Bandera, fascista y colaborador nazi. Este trazado histórico clarifica el alcance de la animadversión de la clase gobernante británica contra Rusia, un sentimiento que perdura en la concepción de la política y la seguridad nacional del presente.

La expansión hacia el este de la UE complementaba la expansión hacia el este de la OTAN

Todo lo que se sembró en este largo e intrincado recorrido histórico se está cosechando ahora con el conflicto ucraniano. Dada su condición de actor subordinado, Europa se posicionó de inmediato con la respuesta estadounidense, a pesar de los costes en términos económicos y sociales y de que el conflicto apelaba a la hegemonía estadounidense, no a la seguridad europea.

Peor aún: debido a la expansión previa de la OTAN y la UE, estas instituciones han anexado Estados –a saber, Polonia y los países bálticos, entre otros– con una profunda y activa aversión hacia Rusia, lo que los convierte en firmes partidarios de la marcha de la locura. Como miembro de la OTAN, incluso antes de la intervención militar rusa en Ucrania, Polonia acogió con agrado el despliegue de instalaciones para misiles que podrían suponer una amenaza directa a la seguridad nacional de Rusia. En el mismo orden de ideas, y con anterioridad a la intervención en Ucrania, los países bálticos habían insistido en el despliegue de más fuerzas de la OTAN en su territorio.

En cuanto a la UE, ha elegido mandatarios rusófobos deliberadamente, como Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea. El último nombramiento en ese sentido ha sido el de la estonia Kaja Kallas, nacionalista extremista designada como alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Kallas ha pedido abiertamente la disolución de Rusia y, durante su mandato como primera ministra de Estonia, promovió con vehemencia políticas contra la población de etnia rusa.

Más papista que el papa: los amargos frutos político-económicos de la locura

Paradójicamente, es Estados Unidos, bajo el gobierno de Trump, el que ha roto con la estrategia de seguridad nacional estadounidense del aparato bipartidista que abogaba por cercar a Rusia y escalar la tensión cada vez más. Esta ruptura abre una oportunidad para que Europa se libre de la trampa en la que ha caído por su falta de visión política. No obstante, se muestra más papista que el papa; leal al Estado profundo estadounidense que vela por la seguridad nacional.

Tanto el presidente Macron como el primer ministro Starmer hablan del envío unilateral de efectivos militares franceses y británicos a Ucrania. No hay duda de que eso escalaría drásticamente el conflicto, además de evocar la estupidez de los eventos que condujeron a Europa a la I Guerra Mundial. El Gobierno laborista de Starmer también habla de una “coalición de los dispuestos”, ignorando que esa expresión hace referencia a la invasión ilegal de Estados Unidos en Irak.

Mientras tanto, la Unión Europea, con la aprobación del establishment político europeo, impulsa un mastodóntico plan de gasto militar de 800.000 millones de euros, financiado a través de bonos. La facilidad con la que se diseñó un plan con un presupuesto de este calibre dice mucho sobre el carácter de la UE. El dinero para el keynesianismo militar se dispone con prontitud; el dinero para las necesidades de la sociedad civil nunca está disponible por razones de responsabilidad fiscal. Reino Unido, Alemania y Dinamarca, entre otros países, también han presentado propuestas para incrementar su propio gasto militar.

Esta deriva augura la consolidación de una economía impulsada por la guerra

El giro hacia el keynesianismo militar generará un impacto macroeconómico positivo, ya que está respaldado por el complejo industrial-militar europeo, uno de los grandes beneficiarios. Eso sí: fabrican cañones, no mantequilla. Peor todavía, esta deriva augura la consolidación de una economía impulsada por la guerra, sin espacio para la política fiscal; es decir, sin espacio para la inversión pública en ciencia y tecnología, educación, vivienda o infraestructura, áreas que realmente aportan bienestar.

Por otro lado, el giro hacia el keynesianismo militar traerá consecuencias políticas negativas, ya que reforzará la posición y el poder políticos del complejo industrial-militar y de los partidarios del militarismo. La celebración del militarismo, por otra parte, va calando paulatinamente en la percepción del electorado, de forma que promueve el desarrollo de movimientos políticos reaccionarios más amplios.

En definitiva, los frutos político-económicos de la marcha de la locura se anuncian amargos y tóxicos. La única manera de evitarlos es que los liberales y los socialdemócratas europeos recuperen el sentido común, pero me temo que el panorama es desolador.

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Thomas Palley es economista. Miembro de Economics for Democratic and Open Societies.

Texto traducido por Cristina Marey Castro.

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La marcha de la locura

La marcha de la locura
 
   
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«La marcha de la locura» incluye cuatro ensayos en los que Barbara Tuchman, presenta ejemplos de la insensatez de los gobernantes: la guerra de Troya, con su famoso caballo que rompiera la resistencia de la ciudad; la actitud de los papas del Renacimiento, motivo en gran medida de la separación protestante; la pérdida de las trece colonias por parte de Inglaterra y la guerra de Estados Unidos contra Vietnam.

¿Qué está pasando en Turquía?

En La Base Comanche Laura Arroyo, Raúl Sánchez Cedillo y Lorenzo Tecleme analizan lo que está pasando en Turquía donde las protestas continúan hace ya nueve días pese a la represión estatal y la censura que incluye detenciones de periodistas que cubren estas movilizaciones. ¿Es sostenible la crisis política en Turquía? ¿Se abre un escenario de elecciones anticipadas? ¿Liberaran al opositor Imamoglu? Hoy nos planteamos estas preguntas con la participación de Marta Moreno, periodista.

La izquierda demócrata de EE. UU. capitaliza la frustración por los recortes de Trump...

Soundtracks: Sacrificio (1986) de J.S. Bach, Watazumido-Shuso y Elin Lisslass.

 Por Antonio Miranda.



No hay en ‘’Offret’’ detalle artístico dejado de la intención como así resulta, igualmente, el lado musical, inquietante y estratégicamente aplicado por el director. Los lazos artísticos, como digo, y simbólicos pueden causar un bloque único de fuerte influencia en el inicio de la obra de tal forma que, sin darnos cuenta, la globalidad de la imagen se convierta en cómplice de la también unidad filosófica, ambas compuestas y pintadas rápidamente por el genial artista ruso. Vayamos con la complejísima función que, aquí, cumple la música.

Nos encontramos, en seguida, con tres vertientes, todas ellas fundamentales e intensamente relacionadas entre sí: la música religiosa de J.S. Bach en su ‘’Pasión según san Mateo’’, los cánticos tradicionales suecos, interpretados por Elin Lisslass y la flauta japonesa de bambú por Watazumido-Shuso. Vayamos con la primera.


El aria de Bach ‘’Erbarme dich, mein Gott’’ (‘’Apiádate de mí, Dios mío’’) abre la historia. Su carácter estrictamente religioso e importancia en la película no le otorga a ésta, no obstante, una atmósfera radicalmente devota; es más, los otros dos motivos musicales sirven de fuerte contraste al primero. El aria suena dos veces, abrazando a la obra justo al principio y al final, pero existe un detalle exquisito que, prácticamente inapreciable, ofrece una riqueza extra al filme y que no debemos pasar por alto: pocas veces, en la historia del cine, ha sonado la música compuesta o aplicada a una escena una hora y quince minutos antes de verla. Alexander, el protagonista de ‘’Offret’’, cada vez más muerto por dentro debido a la llegada del fin para el Mundo, del fin de su vida o, incluso, de su pensamiento, ofrece un sacrificio al mismísimo Dios como si del propio Cristo se tratase. En la secuencia, exactamente a mitad de metraje, no suena nada, escuchamos simplemente la voz suplicante del hombre, pero lo hacemos, irremediablemente (y extasiados por el detalle inteligentísimo de Tarkovsky) oyendo las notas del ‘’Apiádate de mí, Dios mío’’ (‘’Ten piedad de mí, Dios mío/ advierte mi llanto/ mira mi corazón/ mis ojos que lloran amargamente ante ti/ ¡ten piedad de mí!’’). El texto del aria, sonando en este instante en boca de Alexander y con sus notas de fondo, habría sido una experiencia exquisita. Tarkovsky, obedeciendo a la singularidad de su cine, presenta la escena y la ‘’compone’’ para nuestros oídos setenta y cinco minutos antes, al inicio de la obra, en un ejercicio habilidoso de presentación primera de la secuencia, tal vez, más importante de la historia. Magistral. El aria vuelve a escucharse ya al final, cuando el niño cuida ‘’religiosamente’’ de su árbol. El pensamiento que me atrevo a ofrecer es el siguiente: la historia, la vida, los acontecimientos en ‘’Sacrificio’’ no son religiosos, tal vez son tan reales y vitales que el propio director así los quiso plasmar, envueltos (por supuesto) en principio, mitad y fin por el deseo creyente y penitente representado por la música de Bach y significando, realmente, su propios anhelos. Vayamos ahora con las otras dos propuestas musicales.


Los cánticos pastorales y la flauta shakuachi (tantas veces usada en la historia del cine) configuran el lado contrario al ya analizado: Alexander mantiene una postura escéptica, analítica, filosóficamente pesimista y de una vitalidad pobre (seguramente de ahí terminara ofreciendo sus bienes a Dios). Estos dos conjuntos de piezas musicales se enredan magistralmente entre sí y dan lugar a una estructura compleja y difícil de captar en su visionado. Alexander y Otto, los dos amigos, inician el filme con sus diálogos sobre la vida y la existencia del Hombre. No se escucha música. Sólo cuando uno de los dos se marcha y el otro queda solo, disertando bien consigo mismo (Alexander) o con los familiares (Otto), el director decide insertar los sonidos y caracterizar el momento mediante el canto agudo y etéreo de Elin Lisslass (que más tarde adquirirá un sentido enorme y crucial en la historia; lo veremos). La voz aparece como una aguja fina e hiriente, trascendente y vital al tiempo. La identificación y unión del Hombre con la Naturaleza (no olvidemos la relación con ella de este tipo de cánticos y la que establece el director igualmente, desde el inicio, situando a personajes y argumento en un entorno natural bellísimo y significado) queda, así, fuertemente enraizada mediante la base atemporal de una música que no puede ser más fiel a los orígenes profundos de la raza humana. Este triple sentido de los cantos tradicionales (hemos descubierto ya dos, el significado naturalista y el acercamiento al lado más filosófico del protagonista; el tercero, que surge en la zona final de la historia, en seguida lo veremos) se une directamente, enlazando con una nueva interpretación, ahora sobre la función de la flauta shakuachi. Su primera aparición se asienta con fuerza en la secuencia posterior a las citadas antes, cuando ambos amigos charlaban y, a continuación, quedaban el uno sin el otro. El sentido y energía casi hirientes que les ofrecía la voz pastoral se fusiona ahora en pantalla, apareciendo ambos personajes juntos y ya divagando con fuerza, y pasa de ser algo ‘’comprimido’’ y extraño a un cuerpo mucho más presente, evocador, firme y directo como es el sonido de la flauta. Esta relación del instrumento de Watazumido-Shuso con la voz de Elin Lisslass, culminada en la imagen de Alexander Y Otto, se inicia en la misma secuencia, justo cuando la imagen se centra, segundos antes, en la marcha de María, la sirvienta, de casa de Alexander a la suya. Suena la shakuachi. Es complejísimo lo que analizamos pero, sin duda, presente y trascendental en el entendimiento de la figura de los personajes y la partitura. La flauta da, ahora, cuerpo y vida mayor a la individualidad del canto pastoral que antes identificaba, por separado, a los dos hombres. Es, también ahora, cuando nos daremos cuenta de la aparición del personaje de María, repleto de guiños y sentidos musicales, a la que Tarkovsky aplicará ya la voz de Lisslass, por supuesto no como reclamo del ganado (atentos a los animales que luego, en casa de ella, van de un lado a otro; sin duda, asociados a la figura de la mujer y los cánticos pastorales) y sí como llamada vital y salvadora para con Alexander, que terminará por acudir a su casa. El sentido y estudio artístico de la música, si ya resulta difícil, no acaba aquí. Llegamos a una secuencia celestial, exquisita y sobrecogedora para cualquier amante de la música en el cine: Alexander y María se unen carnalmente para salvar las penurias, sean estas de cualquier tipo que el espectador deduzca. Atención: suenan ahora los cantos tradicionales y la flauta juntos, por vez primera (y única), y agudizando el ingenio nos damos cuenta que, al tiempo de la unión de los dos humanos, ¡también los dos instrumentos se juntan como si de otro paralelo y evidente acto de amor se tratara! ¡Clara muestra de la teoría que estamos explicando!


Todo deriva, por fin, y concluye, en la segunda escucha del aria de Bach. Suena ahora bajo la fe del niño, que con creencia (¿tal vez ignorante creencia?) cuida el árbol como su padre le enseñó.

En definitiva, partitura no original para la película pero que, sin duda por el estudio minucioso de un genio, consigue una estructura tan sólida que su simple escucha dejaría mucha riqueza sin degustar en una obra tan grande como lo es ‘’Sacrificio’’. Imprescindible para un completo entendimiento de ‘’Offret’’.