Con más de 2.5 millones de copias vendidas, El capital en el siglo XXI (2013) de Thomas Piketty revolucionó el debate económico global. Basado en 15 años de investigación con datos de 20 países, el economista francés demostró que la desigualdad no es un accidente del capitalismo, sino su consecuencia estructural. Su análisis de registros fiscales desde el siglo XVIII reveló que el 1% más rico captura el 20% del ingreso en economías avanzadas (World Inequality Database, 2023).
La ley fundamental del capitalismo
Piketty formula que cuando r > g (el rendimiento del capital supera al crecimiento económico), la desigualdad se dispara. "Entre 1980-2020, r fue del 4.3% anual vs. un g del 1.6%. Esto explica por qué el 0.1% más rico quintuplicó su patrimonio", declaró en The New York Times (2022). Sus datos muestran que en EE.UU., la participación del 1% en el ingreso nacional pasó del 11% en 1980 al 20% en 2021 (Saez & Zucman, 2022).
Capitalismo patrimonial vs. meritocracia
El libro destruye el mito meritocrático: "El 60% de la riqueza en Francia hoy viene de herencias, no de trabajo. Volvemos a la sociedad rentista del siglo XIX", advierte Piketty. Un estudio posterior del Banco de Francia (2023) confirmó que el 10% de familias controlan el 61% del patrimonio nacional, replicando patrones previos a la Primera Guerra Mundial.
La obra compara épocas: "En 1910, Europa tenía desigualdades similares a las actuales. Las guerras mundiales y políticas progresistas las redujeron, pero desde 1980 el reloj gira hacia atrás", explica el economista Emmanuel Saez en el documental Capital in the 21st Century (2017).
Soluciones polémicas
Piketty propone un impuesto global progresivo al patrimonio (hasta el 90% para fortunas >$1 billón) y herencias. "Sin redistribución radical, llegaremos a niveles de desigualdad que destruirán la democracia", argumenta. Cuando España implementó un impuesto al patrimonio en 2022, la recaudación superó expectativas (€1.2 mil millones), pero generó fuga de capitales (El País, 2023).
Sus críticos, como el Nobel Angus Deaton, replican: "Los impuestos confiscatorios ahogan la innovación. El problema no es la riqueza, sino la pobreza" (Journal of Economic Perspectives, 2021). Sin embargo, 18 países ya aplican versiones de la "tasa Piketty", incluidos Noruega (1.1% a fortunas >$1.7M) y Argentina (2.25% sobre activos globales, 2023).
El libro inspiró movimientos como Occupy Wall Street y programas políticos. "Sin Piketty, no habríamos puesto la desigualdad en el centro del debate", reconoció la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en 2021.
Una década después, sus pronósticos se cumplen: el 1% más rico acaparó el 63% de la nueva riqueza global desde 2020 (Oxfam, 2024). ¿Estamos condenados a repetir los errores de la Belle Époque?
Fuentes:
- Piketty, T. (2013). El capital en el siglo XXI. FCE.
- World Inequality Database (2023). World Inequality Report. wid.world
- Oxfam (2024). Survival of the Richest. oxfam.org
El capital en el siglo XXI
El lector encontrará en estas páginas un muy detallado análisis de cómo se han distribuido el ingreso y la riqueza en el mundo, desde el siglo XVIII y hasta nuestros días. A partir de una rica base de datos económicos de una veintena de países —disponible en línea para quien quiera profundizar en tal o cual asunto— y con certeras pinceladas literarias —Balzac y Austen sirven para dar ejemplos de cómo las sociedades han entendido su relación con el dinero—, Piketty hace un minucioso recorrido histórico y estadístico para identificar ciertos patrones en el proceso de acumulación del patrimonio en las principales economías. Para el investigador de la École de Economie de Paris, cada nación ha respondido de manera diferente a una ley básica del capitalismo, según la cual el rendimiento del capital suele ser superior, a veces por mucho, a la tasa de crecimiento de la economía, lo que puede estimular la concentración de la riqueza y agravar la inequidad; queda a los Estados decidir, individual o colectivamente, cómo influir en esa fuerza polarizante.
El capital en el siglo XXI ha despertado animadas polémicas en prácticamente todo el orbe, en parte por reintroducir entre académicos, políticos, comentaristas y público en general la preocupación sobre las desigualdades sociales; en parte por su propuesta de establecer políticas fiscales de alcance global que moderen la disparidad — impuestos a la riqueza y a la herencia—; en parte por su visión amplia de lo que deben ser hoy las ciencias sociales, y en parte porque ofrece argumentos sólidos, frescos, para que gobiernos y sociedades combatan de manera frontal el flagelo de la desigualdad.
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