Frantz Fanon, 100 años descolonizando la mente

Paco Peris
Un grupo de personas participa en una manifestación antirracista por la capital, a 13 de noviembre de 2021, en Madrid.Carlos Luján / Europa Press

Publicado el21 julio 2025 

El colonialismo y el imperialismo no saldaron sus cuentas con nosotros cuando retiraron de nuestros territorios sus banderas y sus fuerzas policíacas.

Durante siglos, los capitalistas se han comportado en el mundo subdesarrollado como verdaderos criminales de guerra. Las deportaciones, las matanzas, el trabajo forzado, la esclavitud han sido los principales medios utilizados por el capitalismo para aumentar sus reservas en oro y en diamantes, sus riquezas y para establecer su poder». Frantz Fanon (1925-1961).


Ellos, los condenados de la tierra, caminando sin rumbo, sin saber quiénes son, con sus orígenes borrados y anhelos destruidos. Temerosos, acorralados, sin salida, anestesiados, abducidos por la maquinaria conquistadora del hombre blanco, víctimas de una estructura esclavizadora, más allá de la explotación física del individuo, más allá de lo visible, cómplice de la violencia. La sutileza del oprobio maquillada por la crueldad y la agresividad de lo inhumano. La colonización del hombre negro supera los límites de los territorios, de los recursos naturales para entrar directamente en la manipulación del inconsciente, para falsificar la intuición y doblegar la voluntad. La lobotomización del pensamiento. En esto consistía todo, en la extirpación forzosa de la mente original con el objetivo de alterar el comportamiento, inferiorizarlo y así convertir a las poblaciones nativas en esclavos sumisos e indefensos.

El colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de naturaleza”. 

Con esta afirmación, Fanon expresó con contundencia la brutalidad inherente al sistema colonial. Fue un pensador que explicó magistralmente el trauma de la colonización y el complejo proceso de descolonización, especialmente en los países francófonos de África.

Nacido hace justo 100 años, en la Martinica francesa, tomó conciencia desde muy joven del peso del color de su piel. Cuando tenía 19 años, Francia se rindió ante la Alemania Nazi en 1940 y las tropas navales de la Francia de Vichy se establecieron en la isla. Las prácticas abiertamente racistas, los abusos sexuales y el trato vejatorio hacia la población negra no fueron simplemente incidentes aislados: fueron la manifestación visible de una estructura colonial profundamente enraizada. La violencia, lejos de ser una excepción, era la norma.

Este clima de opresión forjó en Fanon una conciencia crítica que le acompañaría toda su vida. Obligado, como tantos otros, a replegar su dolor, a silenciar su indignación, Fanon comenzó a comprender que el colonialismo no solo subyuga cuerpos, sino que también deforma subjetividades. El colonizado, decía, sufre una alienación ontológica: se ve a sí mismo a través del espejo del colonizador, fragmentado, inferiorizado, defectuoso, desposeído de su propia voz.

Se graduó como psiquiatra en 1951 y, en 1953, fue nombrado Jefe de Servicio del Hospital Psiquiátrico Blida-Joinville en Argelia. Allí revolucionó la atención psiquiátrica al introducir prácticas de terapia social que otorgaban un papel central a los factores culturales, tanto en la salud mental como en la enfermedad. Su hospital atendía por igual a torturadores y víctimas, lo que le permitió observar de cerca las secuelas psicológicas de la violencia colonial.

En noviembre de 1954, Fanon se unió en secreto al Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia. Continuó trabajando como psiquiatra, pero también brindó apoyo activo a los combatientes independentistas. Su participación en la lucha por la liberación de Argelia y su experiencia directa con la violencia colonial marcaron profundamente su pensamiento y sus obras más influyentes.

La teoría de Frantz Fanon nos ayuda a entender las fracturas, las perturbaciones y las profundas heridas psicológicas infligidas por el colonialismo. Un sistema opresor y alienante que internaliza el racismo y quiebra la identidad.

En su primer libro, Piel negra, máscaras blancas (1952), Frantz Fanon explora la enajenación del sujeto negro en una sociedad dominada por los blancos, a través de observaciones clínicas. A lo largo de su obra, diagnostica los síntomas patológicos del racismo cotidiano, revelando las dinámicas neuróticas mediante las cuales el concepto de raza se reproduce, se impone y se naturaliza.

Para el hombre negro existe sólo un destino. Y es blanco”. Fanon desentraña una civilización en la que el sujeto colonizado se ve obligado a adoptar las máscaras blancas del opresor, a asumir los significados impuestos por la blanquitud y a renunciar a los propios, ligados a la negritud. En este proceso de alienación, todos quieren parecerse al blanco, atrapados en un conflicto de identidad. El colonizado internaliza el desprecio del colonizador. Aprende a verse con ojos blancos, a buscar aprobación en lo extranjero, a rechazar sus raíces para sentirse aceptado. “El negro no es un hombreporque aún tiene que convertirse en humano a los ojos del blanco”. Fanon revela en esta frase la violencia simbólica que deja la colonización: la idea de que ser uno mismo no basta, de que hay que ser otro para tener valor.

Descolonizar la mente, en el pensamiento de Frantz Fanon, significa arrancarse las “máscaras blancas” impuestas por el colonialismo. Es desenmascarar las ficciones del racismo, la supuesta superioridad cultural y el complejo de inferioridad que impiden a los pueblos oprimidos reconocerse como sujetos plenos y autónomos. Fanon no solo denuncia el trauma psíquico que deja el colonialismo en los cuerpos y las conciencias; también llama a una transformación radical: rehacer el pensamiento, romper con los moldes coloniales y forjar nuevas formas de ser, más allá de la lógica binaria del amo y el esclavo.

Su obra ha dejado una huella profunda en numerosos intelectuales y movimientos del siglo XX, desde Jean-Paul Sartre y Edward Said hasta el Black Power, Malcolm X y la Teología de la Liberación. Su pensamiento fue clave para articular discursos revolucionarios en el Tercer Mundo —en América Latina, Asia y África— y también influyó en el espíritu contestatario del Mayo del 68. Su libro póstumo, Los condenados de la tierra (1961), sigue siendo hoy un marco de referencia imprescindible para comprender las luchas identitarias, antirracistas y decoloniales que sacuden nuestro mundo. Hoy, países como Bélgica y Francia han comenzado a descolonizar sus museos y libros de texto, con el propósito de reescribir sus relatos históricos y cuestionar la noción de “grandeur”. En 2017, Emmanuel Macron reconoció que la colonización fue “un crimen contra la humanidad”, marcando un hito en la revisión crítica del pasado colonial europeo.

No a la indignidad del hombre. A la explotación del hombre. Al asesinato de lo que hay más humano en el hombre: la libertad”. Fanon considera que es posible otra historia y otra sociedad, pero es necesario que el ser humano decida liberarse y no haga depender sus acciones de la historia o de la raza. Pero también de la ideología. Descolonizar la mente, emanciparse de la opresión de las doctrinas dominantes. De una manera u otra, todos hemos sido colonizados, nuestra razón ha sido conquistada por la falsa idea que nuestro mundo es inamovible, que todo “es” porque existe y que nada puede ser diferente. Aceptamos lo impuesto, las desigualdades, la subordinación, las guerras, acatamos nuestro destino como si fuera inevitable, atrapados en un conflicto de identidad, hemos internalizado el desprecio de la doctrina económica imperante, abducidos por el espectro del deseo consumista. El neoliberalismo como sistema absolutista, que normaliza la precariedad y la explotación, que promete libertad cuando impone un molde, que convierte en siervos los que son expulsados del privilegio, esclavos de una jerarquía donde unos pocos hombres blancos, occidentales, subyugan los otros: los desheredados de la tierra.

Esta narrativa penetra profundamente en la subjetividad contemporánea: nos dice que valemos lo que producimos, que todo lo que no es rentable es prescindible, y que el sufrimiento individual se debe a una falta de esfuerzo o talento, no a causas estructurales.

La paulatina instalación en nuestras sociedades occidentales de un régimen del inconsciente colonial, patriarcal y capitalista impone un pensamiento único y hace de la alteridad un objeto de explotación o violencia. Suely Rolnik, filósofa brasileña, ha buscado la manera de cómo podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. Es decir, como transformarnos para abandonar nuestra identidad narcisista y crear una forma de vida que reconozca y cuide de la presencia de los otros. Suely Rolnik nos incita a descolonizar el inconsciente: no solo a pensar de otro modo, sino a desear de otro modo. Porque solo con una nueva política del deseo podremos liberar nuestra potencia creativa de su secuestro neoliberal y así hacer germinar un futuro diferente.

Descolonizar la mente es un proceso de desaprendizaje. Implica cuestionar el sistema, desafiar los relatos dominantes y recuperar la memoria histórica que nos fue negada. Significa volver a mirar el mundo desde nuestros propios ojos, recuperar los relatos que nos pertenecen, reivindicar un estilo de vida basado en la belleza y el disfrute, en oposición a la tiranía de la productividad y el trabajo. Significa resistir la lógica del consumo y del desarraigo, desenmascarar las ficciones del bienestar y reconstituir vínculos con la naturaleza, con la comunidad, con los ancestros.

Hoy, descolonizar la mente es más que un ejercicio teórico: es una urgencia política y espiritual. En tiempos en que los discursos hegemónicos se renuevan a través de la globalización, las redes sociales, el populismo, el espejismo del crecimiento ilimitado y el negacionismo climático, necesitamos defender los espacios donde la pluralidad del pensamiento aún respira, donde el amor renace, sin máscaras virtuales.

No hay que intentar atar al hombre, pues su destino es ser soltado”. Frantz Fanon nació hace 100 años y sus ideas perduran hasta nuestros días. La colonización de naciones enteras se perpetúa todavía en la actualidad. El capitalismo necesita el sistema colonial para existir, para esclavizar mano de obra barata y para expoliar recursos naturales o tierras raras imprescindibles en la economía de futuros. La resistencia no ha cesado. La lucha de los pueblos por su liberación permanece, tanto como persiste el sistema que los oprime. Mientras no cambiemos de raíz este orden impuesto, las desigualdades no solo continuarán: se profundizarán. Por eso, despojarnos de las imposiciones sistémicas no es una opción, sino una necesidad.

Descolonizar la mente y su mirada es abrir paso a soñar un mundo más justo. Un porvenir en el que la diversidad no sea tolerada sino celebrada, en el que podamos caminar con dignidad sin tener que pedir permiso para existir. Es imaginar el futuro desde las raíces, no desde el vasallaje, donde la cooperación, el cuidado, el ocio y la comunidad no sean vistas como debilidades. La colonización neoliberal nos impone un marco mental, nos hace creer que no hay alternativa. Pero la hay. Y comienza por pensar de otro modo, sentir de otro modo, imaginar otros mundos posibles.

Una lucha que moviliza todas las capas del pueblo, que expresa las intenciones y las impaciencias del pueblo, que no teme apoyarse exclusivamente en ese pueblo, es necesariamente victoriosa”. Frantz Fanon

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