Infocracia: El Nuevo Paradigma de Dominación en la Era Digital, según Byung-Chul Han

 José Daniel Figuerajulio 23, 2025

La democracia, tal como la conocemos, se enfrenta a una crisis existencial impulsada por la digitalización. Esta es la premisa central de Byung-Chul Han en su obra “Infocracia”, un profundo análisis sobre cómo el tsunami de datos y la omnipresencia de la información están reconfigurando el poder, la sociedad y hasta nuestra propia percepción de la libertad. Han desentraña las complejidades de un nuevo régimen de dominación, donde la transparencia y la conectividad se convierten en herramientas de control.

El Régimen de la Información: Del Cuerpo a la Psique

Han introduce el concepto de “régimen de la información” como una nueva forma de dominio que difiere radicalmente del “régimen de la disciplina” foucaultiano. Mientras que este último explotaba cuerpos y energías, el régimen actual se nutre de información y datos, utilizando algoritmos e inteligencia artificial para moldear procesos sociales, económicos y políticosEl poder ya no reside en los medios de producción, sino en el acceso a la información, empleada para la vigilancia psicopolítica y la predicción del comportamiento.



A diferencia del panóptico disciplinario, que mantenía a los individuos dóciles mediante el aislamiento y la visibilidad forzada, el régimen de la información opera en redes abiertas, donde la vigilancia se ejerce a través de la comunicación y la generación de datos. Paradójicamente, las personas no se sienten vigiladas, sino libres, y es esta sensación de libertad la que asegura la dominación. La transparencia, lejos de ser un signo de apertura, es el imperativo sistémico que exige que todo se presente como información, convirtiendo la sociedad de la información en una sociedad de la transparencia donde las personas están atrapadas por los grilletes de la comunicación constante y la autoproducción.

El autor destaca cómo el capitalismo de la información adopta técnicas de poder neoliberales, que no coaccionan, sino que incentivan positivamente, explotando la libertad en lugar de suprimirla. Los smartphonessmarthomes y smarter apps se convierten en informantes eficaces que registran minuciosamente nuestra vida cotidiana, camuflando la vigilancia bajo la apariencia de “conveniencia” y bienestar. Los influencers son un claro ejemplo de este poder sutil, promoviendo el consumo como una vía de autorrealización, donde la identidad misma se mercantiliza. Consumimos para realizarnos, en una “eucaristía digital” donde el “like” es el amén y compartir es la comunión.

Han también compara el “dataísmo” con el totalitarismo clásico. A diferencia de las ideologías totalitarias que ofrecen una “explicación total” del mundo y eliminan la incertidumbre mediante relatos, el dataísmo busca un conocimiento total a través de operaciones algorítmicas, sustituyendo lo narrativo por lo numérico. Es un totalitarismo sin ideología, que no trasciende la inmanencia de los datos, lo “dado”. Además, el régimen de la información aísla a las personas en “enjambres digitales”, a diferencia de la masa obediente del totalitarismo tradicional. En este nuevo escenario, el “soberano” no es quien dispone de las ondas de radio, sino quien “manda sobre la información en la red”.

Infocracia: La Degeneración de la Democracia

La digitalización somete nuestra percepción y convivencia a un cambio radical, llevando a la democracia a degenerar en lo que Han denomina “infocracia”Si en los albores de la democracia el libro y el público lector eran esenciales para el discurso racional ilustrado, los medios electrónicos han destruido este discurso, produciendo una “mediocracia” donde la pasividad del receptor es la normaLa política se vacía de sustancia y se convierte en un espectáculo telecrático de imágenes, donde lo que importa es el mejor espectáculo, no los argumentos.

La información en la infocracia se convierte en un arma, y las campañas electorales son guerras de información donde los algoritmos más inteligentes prevalecen sobre los argumentosLa comunicación digital favorece lo visual (memes) sobre lo textual, lo que dificulta el discurso democrático, ya que las imágenes no argumentan ni justificanLa “infodemia”, la difusión viral de información, perjudica gravemente el proceso democrático, pues la información, incluyendo las noticias falsas, tiene su propia lógica más allá de la verdad o la mentira, corriendo más rápido que la verificación.

La psicometría, o “psicografía”, juega un papel crucial, permitiendo la creación de perfiles de personalidad detallados a partir de datos, prediciendo el comportamiento individual de manera más precisa que amigos o compañeros. El smartphone se erige como un dispositivo de registro psicométrico que alimenta constantemente esta capacidad de control. Herramientas como los “dark ads” (anuncios invisibles al público) contribuyen a la polarización social y socavan la autoobservación democrática.

El Fin de la Acción Comunicativa: La Desaparición del Otro

Han explora la crisis de la acción comunicativa, esencial para la democracia, en la era digital. Critica la visión de una “democracia digital en tiempo real” que licuaría la democracia representativa mediante la comunicación incesante, transformando el smartphone en un parlamento móvil. Sin embargo, esta comunicación digital, ampliada por los medios sociales, carece de comunidad; no se puede formar un público político a partir de influencers y followersLas “communities digitales” son commodities, incapaces de acción política genuina, y las fuerzas centrífugas de la red desintegran el público en “enjambres fugaces e interesados”.

La crisis de la acción comunicativa se profundiza con la “desaparición del otro”, lo que lleva al fin del discurso y priva a la opinión de racionalidad comunicativa. El “autoadoctrinamiento” y la “autopropaganda” refuerzan las “infoburbujas autistas” y las “cámaras de eco”, donde el individuo solo se escucha a sí mismo. El discurso requiere separar la opinión de la identidad, una capacidad que se pierde cuando las opiniones se aferran desesperadamente como parte de la identidad, volviéndose impermeables a la críticaHan argumenta que la desintegración de la esfera pública no es meramente un problema técnico de personalización algorítmica, sino una consecuencia de la atomización y narcisificación de la sociedad que nos vuelve sordos a la voz del otro, perdiendo la empatía.

La creciente “desfactificación” y “descontextualización” del mundo de la vida, aceleradas por la digitalización y la globalización, destruyen el “fondo holístico” necesario para la comunicación orientada al entendimiento. Esto lleva a la tribalización de la red, donde las pretensiones de validez son absolutas, carentes de racionalidad comunicativa y de referencia a los hechos. En este “universo posfactual”, la creencia y la adhesión reemplazan al discurso.

Racionalidad Digital: El Algoritmo como Oráculo

Los dataístas sostienen que la complejidad de la sociedad de la información y la masa de datos hacen obsoleta la acción comunicativa, ya que la “racionalidad limitada” de los individuos es superada. Postulan una “racionalidad digital” que prescinde de la comunicación y el discurso, oponiéndose a la racionalidad comunicativa habermasiana, que implica la disposición a aprender y la capacidad de argumentar y corregir errores.

Desde esta perspectiva dataísta, el conocimiento digital total hace superfluo el discurso. La minería de datos y la inteligencia artificial encuentran soluciones “óptimas” a los problemas sociales, concibiendo la sociedad como un sistema predecible. Estas decisiones algorítmicas se presentan como más “inteligentes” y “racionales” que las que los individuos podrían tomar por sí solos. Cuando la sociedad alcanza una amplia conformidad, la acción política enfática, que busca crear nuevas realidades sociales, deja de ser necesaria.

En “Infocracia”, Byung-Chul Han nos invita a reflexionar críticamente sobre el impacto de la digitalización en la democracia, revelando cómo lo que percibimos como libertad y conectividad puede ser, en realidad, una sofisticada forma de dominación. Su obra es una advertencia urgente sobre los peligros de una sociedad donde la información, en lugar de empoderar, se convierte en el cimiento de un nuevo control psicopolítico.



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La digitalización avanza inexorablemente. Aturdidos por el frenesí de la comunicación y la información, nos sentimos impotentes ante el tsunami de datos que despliega fuerzas destructivas y deformantes. Hoy la digitalización también afecta a la esfera política y provoca graves trastornos en el proceso democrático. Las campañas electorales son guerras de información que se libran con todos los medios técnicos y psicológicos imaginables.
Los bots —las cuentas falsas automatizadas en las redes sociales— difunden noticias falsas y discursos de odio e influyen en la formación de la opinión pública. Los ejércitos de trolls intervienen en las campañas apuntalando la desinformación. Las teorías de la conspiración y la propaganda dominan el debate político. Por medio de la psicometría y la psicopolítica digital, se intenta influir en el comportamiento electoral y evitar las decisiones conscientes. El nuevo ensayo de Byung-Chul Han describe la crisis de la democracia y la atribuye al cambio estructural de la esfera pública en el mundo digital. También le da un nombre a este fenómeno: infocracia.

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