¿Puede considerarse al genial suizo Carl Gustav Jung un hombre que se consideraba a sí mismo como el fundador de una nueva religión pagana, una suerte de mesías elegido que tenía la pretensión de salvar al mundo? Personalmente no lo sé, por lo que suspendo mi juicio al respecto, pero esta es la tesis que Richard Noll (1957), psicólogo clínico y profesor de Princeton, propone en sus dos obras en las que estudia a Jung, The Jung Cult: Origins of a Charismatic Movement (1994), y Jung: el Cristo Ario (1997).
Según Noll, tras estudiar numerosos documentos del médico suizo, Jung era un hombre obsesionado con su propia importancia, totalmente convencido de vehicular una misión cuasi salvífica al convertir el psicoanálisis en un culto cuasi religioso y dionisíaco —todo ello girando en torno a su personalidad carismática, que sin duda sí que tenía—, donde se abría así la posibilidad a sus seguidores de formar parte de una suerte de secta para una élite espiritual de pocos elegidos (lo típico).
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