La experiencia humana está marcada por diversas dificultades emocionales y psicológicas, como el miedo al rechazo, la envidia y la comparación social.
«Vivir es sufrir», sostenía Friedrich Nietzsche. La cotidianeidad está marcada por pequeñas batallas que obligan al ser humano a enfrentarse a sus miedos. El terror de ser rechazado es una angustia universal de la que usualmente surgen los tormentos psicológicos más comunes. Sin embargo, la resiliencia es tan connatural al ser humano como el sufrimiento, por lo que estos no tienen por qué limitar la vida. Más bien todo lo contrario: pueden contribuir al autoconocimiento, a la superación y a una mayor conciencia de qué es lo importante en la vida.
Tal y como asegura el psiquiatra David D. Burns en su libro Sentirse bien, «puedes aprender a cambiar la forma en que piensas sobre las cosas. Y cuando lo haces, a menudo experimentas cambios en tu estado de ánimo, perspectiva y productividad». «Nuestra investigación ha demostrado que los pensamientos negativos que causan tu malestar emocional casi siempre contienen distorsiones importantes. Aunque estos pensamientos parecen válidos, aprenderás que en realidad son irracionales o simplemente erróneos, y que el pensamiento distorsionado es una de las principales causas de tu sufrimiento», advierte Burns.
Comparación en redes sociales
El investigador Jonathan Haidt ha incidido en numerosos estudios sobre el efecto comparación que las redes sociales provocan en los usuarios, especialmente entre los más jóvenes, y sus consecuencias: una sutil y a veces inconsciente tendencia al autodesprecio y a considerar inferior la propia vida.
Síndrome del impostor
Este término fue acuñado en 1978 cuando las investigadoras Pauline Rose Clance y Suzanne Imes publicaron su estudio The Imposter Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention. Ellas denominaron como «fenómeno del impostor» a la sensación persistente de duda sobre las propias capacidades y la creencia arraigada de no merecer el éxito laboral, como si se estuviera engañando a los demás. La propia Clance ha matizado que esto se trata de una «experiencia» bastante común y en ningún caso de una patología.
Miedo escénico
El miedo a hablar en público acompaña a las personas desde las primeras interacciones escolares hasta la cúspide de las jerarquías empresariales. La angustia de enfrentarse a una audiencia que juzgará cada palabra, el miedo al fracaso y la vulnerabilidad de verse solo ante un público están detrás de este temor.
Envidia
La envidia es destructiva, advierte el psicoanalista Gabriel Rolón. Esta surge del deseo de impedir que otro disfrute de algo. En la envidia se produce el «síndrome de la madrastra de Blancanieves», que consiste desear lo que otro tiene y resentir que uno mismo no lo tenga.
Celos
En los celos, por su parte, hay un miedo a perder algo que se valora frente a otra persona. El que sufre no quiere que una persona que le importa «le dé a un tercero lo que quiere para sí», explica Rolón. El celoso «deposita tanto amor en el otro que queda desprovisto de amor hacia sí mismo».
Perfeccionismo
Burns afirma que la experiencia de la vida parece llevar a elegir entre cruzar la puerta de la perfección y la de la mediocridad. Y, por supuesto, nadie quiere ser mediocre. «Así que intentas pasar por la puerta de la “perfección” y siempre encuentras una pared de ladrillos al otro lado. Mientras insistes en tratar de atravesarla, solo terminas con la nariz lastimada y dolor de cabeza. Déjame explicarte por qué: la “perfección” es la ilusión máxima del ser humano. No existe en el universo. No hay perfección. En realidad, es la mayor estafa del mundo; promete riquezas y genera sufrimiento. Cuanto más te esfuerzas por alcanzar la perfección, peor será tu decepción porque es solo una abstracción, un concepto que no encaja con la realidad», subraya.
Procrastinación
«No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» es un refrán lleno de sabiduría que no es tan fácil de llevar a cabo en la práctica. La procrastinación consiste precisamente en el retraso voluntario de aquello que se sabe que se debería hacer a pesar de ser consciente de que esta postergación tendrá repercusiones negativas. En Hábitos atómicos, James Clear ofrece una clave para dejar de postergar las tareas que quieres o debes hacer: empezar por un sencillo gesto que no lleve más de dos minutos. Es decir, no se trata de salir a correr una maratón, sino de ponerte las zapatillas de deporte. Centrarse en una meta más sencilla y asequible acaba haciendo más fácil el camino hacia las metas más ambiciosas.
FOMO
Patrick J. McGinnis es el creador del concepto fomo (Fear of Missing Out), que describe el miedo a estar perdiéndose una experiencia gratificante que el resto está viviendo. Frente a esta angustia, en la última década ha cobrado fuerza el concepto de jomo (Joy of Missing Out), que describe la tranquilidad de perderse algo y de no sentir la necesidad de estar en todo, descrita por Christina Crook en su The Joy of Missing Out: Finding Balance in a Wired World.
Rumiación mental
El estilo rumiativo es un mecanismo de afrontamiento que se caracteriza por focalizar la atención en los aspectos difíciles o negativos de una manera repetitiva. «En la obsesión, la experiencia de la realidad es mental y suele estar focalizada solo en algún aspecto concreto de esta: se produce una pérdida de la visión general o global de la situación. El pensamiento se fija en algún detalle, aspecto o momento, a veces inconsecuente, y el resto de elementos vitales está ausente», advierten estudios al respecto.
Ansiedad anticipatoria
Desde que los seres humanos han tenido sentido del tiempo, han sufrido por eventos venideros con una angustia muchas veces desproporcionada. En este fenómeno pueden jugar un papel clave la incertidumbre y el miedo al fracaso y ya lo describió Séneca cuando afirmó que «a menudo sufrimos más en nuestra imaginación que en la realidad».
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