Umberto Eco, filósofo pop, entre Kant, Pierce y el
ornitorrinco
Giuseppe Patella
Traducción Pedro Alzuru
Filósofo, semiólogo, escritor, profesor universitario, polemista, lingüista, periodista, bibliófilo, director editorial, autor televisivo, promotor cultural, traductor, massmediólogo e intelectual vanguardista, Umberto Eco ha sido todo esto y mucho más aún, logrando conjugar en su persona la cultura y la erudición del gran estudioso junto a la ligereza y a la ironía del gran comunicador.
Ha
sido justamente esta capacidad de abolir la frontera entre las diversas
disciplinas y de mantener juntos los más grandes sistemas filosóficos y los
fenómenos de la cultura popular, el análisis de los problemas culturales más
sofisticados y los eventos más banales de la vida cotidiana, lo que constituye
el rasgo distintivo de toda su intensa actividad intelectual. Y por esta
actitud suya a juntar, poner frente a frente y hacer interactuar
simultáneamente lo alto y lo bajo, lo erudito y lo popular, lo clásico y lo
contemporáneo, Umberto Eco puede ser desde mi punto de vista considerado una
especie de filósofo pop, en el
sentido positivo del término, es decir un pensador capaz de hablar a todos, a
todos los niveles, profundamente abierto a la contaminación y a la
experimentación en virtud de las cuales se puede decir que no hubo producto
cultural considerado banal o trivial que no haya suscitado su curiosidad,
merecido su atención y su consideración crítica, logrando al mismo tiempo
evitar tanto la simplificación como la pedantería.
En tal
sentido se podría también decir que él siempre interpretó la filosofía como una
teoría general de la cultura, donde la cultura no debe entenderse con C
mayúscula, considerando entonces sólo las obras artísticas y literarias
tradicionales y consolidadas, el canon clásico de la literatura o del
pensamiento, sino también todos los productos “menores”, populares, marginales,
de los cartoon a los filmes
comerciales, de la moda a los chistes, del deporte a los proverbios, de la
televisión a los lugares comunes. Y su producción puede ser considerada en su
conjunto como una verdadera y propia opera
aperta -como se titula un famoso libro suyo de 1962- estratificada y
plural, que se refiere a una amplia variedad de textos y temas, escritos y
discursos, géneros y estilos, adoptando una pluralidad metodológica e
interpretativa que une elementos históricos y filosóficos, semióticos y
literarios, políticos y sociales, pero dirigida a todos y atenta sobre todo a
implicar al lector y a su participación activa, el cual -según una muy conocida
teoría suya- contribuye de manera determinante a construir el sentido nunca
cerrado y univoco de la obra, que de esta manera está constitutivamente abierta
a una multiplicidad de lecturas y de interpretaciones.
Con el
coraje y la curiosidad intelectual que lo distinguían -Eco, nacido en
Alejandría en el Piedemonte el 5 de enero de 1932 de una familia de la pequeña
burguesía de provincia en un ambiente signado por la guerra y por la lucha de
resistencia antifascista- estaba de hecho en grado de sentirse perfectamente
cómodo entre la publicidad y los incunables medievales, el teniente Colon y
Santo Tomás, moviéndose con gran desenvoltura y no menos profundidad
especulativa entre Mickey Mouse y Athanasius Kircher, entre Charlie Brown y
Charles Sanders Peirce, entre el doctor Jekyll y Aristóteles, en coherencia con
su proyecto de cultural criticism, o
filósofo de la cultura, que se aplica a todo el conocimiento humano con igual
rigor, seriedad y al mismo tiempo ligereza, sin barrera o distinción
disciplinaria, pero sobre todo sin ningún sosiego.
Por
otro lado, fueron precisamente la audacia y la curiosidad intelectual las que
el año siguiente a su licenciatura en filosofía, obtenido en la universidad de
Torino en 1954, lo impulsaron a buscar trabajo en la RAI, la radiotelevisión
pública italiana, y a permanecer durante varios años como autor de programas
culturales en un momento histórico decisivo en el cual en la sociedad italiana
de postguerra la televisión se convierte en un instrumento fundamental de
comunicación, de difusión lingüística y cultural de masas. Y es la misma
curiosidad intelectual la que lo acerca, por un lado, al mundo editorial, en
una colaboración duradera y muy fructuosa con el editor milanés Valentino
Bompiani y la participación en revistas como “Il Verri”, “Rivista di
estética” o “Marcatre” y, por
otro lado, a la investigación sobre la vanguardia artística y literaria, en
particular en el movimiento del Gruppo 63, junto a algunos jóvenes
intelectuales y artistas contemporáneos como Nanni Balestrini y Alberto
Arbasino, en los cuales encuentra estímulo para una nueva investigación
estética bajo la insignia de la experimentación lingüística avanzada por
autores como Joyce, Borges, Gadda, Queneau, que volverán muchas veces en sus
investigaciones posteriores.
Pero
contemporáneamente a todo esto Eco se dedica a la enseñanza, después de haberse
licenciado en estética en Torino en 1954, bajo la guía de Luigi Pareyson,
maestro de una generación entera de filósofos italianos (entre los cuales Gianni Vattimo, Giuseppe
Riconda, Sergio Givone, Mario Perniola, Ugo Perone…) con una tesis sobre Tomás
de Aquino, publicada en 1956 con el título de Il problema estetico in San Tommaso (Torino, Edizioni di Filosofia,
republicada con el título Il problema
estetico in Tommaso d'Aquino, Milano, Bompiani, 1970). A partir de 1961
ensena tanto en Torino como en Milano, Florencia, en Boloña desde 1971, donde
en 1975 obtiene como profesor ordinario la catedra de semiótica que mantuvo
hasta el 2007 (en el 2008 es nombrado profesor emérito), pero al mismo tiempo
es invitado a ensenar regularmente en el exterior: Nueva York, Sao Paulo, San
Diego, Buenos Aires, Paris…
A la
nueva disciplina de la semiótica Eco dará una contribución esencial, fundando
primero “Versus”, una revista internacional de estudios semióticos, la primera
revista italiana dedicada a la disciplina, y luego sobre todo dando un fuerte
impulso teórico a la nueva ciencia de los signos entendiéndola no tanto como un
rígido canon metodológico sino más bien como modalidad y marca eminente de su
pensamiento inter y transdiciplinario para impulsar su reflexión a atravesar
los diversos niveles y estratificaciones de la cultura, de lo imaginario, de la
producción intelectual. Esta ciencia experimental, inaugurada por el semiólogo
francés Roland Barthes, se convierte así para Eco en un territorio de confines
siempre nuevos y por explorar, un espacio de confrontación animado por la
voluntad de conectar reflexiones teóricas y práctica literaria, investigación y
experimentación, alta cultura y expresiones populares.
En
volúmenes como La struttura assente.
Introduzione alla ricerca semiologica (1968), Il segno (1973) y Trattato di
semiotica generale (1975), se propone presentar una reflexión teórica
global sobre la ciencia de los signos, asumiendo primero en sentido general las
teorías estructuralistas en el campo de los análisis textuales -pero rechazando
inmediatamente la idea de una estructura originaria, apriorística
(Ur-estructura) que es de hecho declarada “ausente” en el mismo título- y
aproximándose sucesivamente a los problemas propios de la lingüística
estructural (Hjelmslev, Chomsky) en una perspectiva del estudio del signo que
se aparta de todo presupuesto ontológico y totalizante. Reelaborando de manera
más sistemática sus teorías, en el Trattato
distingue en particular una semiótica de la significación, que estudia los
contextos y los códigos de los signos, y una semiótica de la comunicación, que
se ocupa de los modos de producción de los mismos signos, llegando finalmente a
una verdadera y propia semiótica interpretativa, que derive de Peirce, según el
principio general de la interpretativa en los textos narrativos, desarrollado
luego con el libro Lector in fabula. La
cooperazione interpretativa nei testi narrativi (1979), donde son
desarrolladas verdaderas y propias reglas para resolver entre las posibles
estrategias textuales.
Una
especie de complemento-revisión de Trattato
di semiotica generale lo representa el célebre volumen de 1977 Kant e l’ornitorinco, que se presenta
como una compilación de ensayos que explorando algunos puntos cruciales no sólo
de la semiótica, sino también de las ciencias cognitivas, y más en general de
la filosofía de todos los tiempos, de Aristóteles a Heidegger, tocando los problemas
del ser, de la verdad, del realismo, de lo falso, de la objetividad del
conocimiento y de las conjeturas. La sugerencia del título se origina en el
experimento mental que Eco imagina si, en los tiempos de Kant, nos hubiésemos
encontrado con un animal como el ornitorrinco que no había sido todavía
descubierto por los naturalistas europeos, quienes después van a emplear casi
otro siglo antes de poder clasificarlo y colocarlo en el orden sui generis de
los mamíferos ovíparos. El problema filosófico del ornitorrinco es pues el de
comprender qué ocurre cuando nos encontramos frente a algo que escapa de
nuestras tradicionales categorías de pensamiento, de los esquemas
trascendentales kantianos, y que de algún modo a través del lenguaje regulan
nuestra capacidad de describir lo que nos circunda.
En
general la posición de Eco, luego siempre mantenida, es la que él mismo define
como “realismo contractual”, es decir de una posición que habla siempre de algo
porque algo es (realismo), y porque nos ponemos de acuerdo contractualmente con
la comunidad sobre cómo hablar sobre ello, acentuando en todo esto una fuerte
dimensión pragmática e intencional.
En el
volumen se desplaza del debate semiótico a cuestiones más propiamente de
filosofía del lenguaje; de la teoría de la referencia a la ontología formal; de
la epistemología al iconismo con el acostumbrado estilo del autor que sabe
alternar perfectamente pasajes técnicos y sugestivos momentos narrativos,
confirmando que es siempre posible -es su signo como hemos dicho varias veces-
mantener juntos lo alto y lo bajo, es decir hablar seriamente de filosofía
narrando también cosas divertidas a propósito de los caballos de los
conquistadores y de los unicornios-rinocerontes de Marco Polo, del arcángel
Gabriel y del capitán Ajax.
Pero
quizá sus contribuciones más interesantes en este sentido se refieren al
estudio semiótico de la cultura contemporánea, la investigación crítica sobre
el experimentalismo artístico y literario, el cruce entre cultura alta y
“baja”, entre el mundo de la investigación intelectual y el de la producción de
masas. Y esto emerge ya en la Opera aperta de 1962, que se convertirá en uno
de los manifiestos de la neovanguardia reunida el siguiente año en torno al
Gruppo 63, en el cual partiendo del análisis de algunos trabajos literarios
(entre los cuales el Ulises de Joyce)
y musicales, Eco alude a los conceptos de ambigüedad y polisemia que
caracterizan para él la fruición de los textos artísticos. Aquí él postula el
carácter ambiguo, mutable, abierto a una infinidad de interpretaciones, de todo
trabajo artístico. El texto es un objeto que no se define jamás, nunca completo
de una vez por todas, sino en sintonía con el carácter mismo del receptor (fruiteur, fruitore) de la obra de arte, quien a su vez tiene un rol activo,
de invención y de interpretación. El lector, de hecho, no puede limitarse a
consumir (fruir, fruire) pasivamente la obra, debe al contrario contribuir a
construir su sentido, lo que implica un trabajo continuo de enriquecimiento e
interpretación. Piénsese en el efecto intempestivo que tuvo una tesis como esta
en un país profundamente legado a sus tradicionales categorías estéticas e
interpretativas y en un contexto crítico todavía dividido entre crocianismo y
marxismo historicista. Y el discurso de Eco no se limitaba entonces sólo a la
forma, la estructura de la obra, sino que se desplazaba sino que se desplazaba
sobre la investigación semiológica y sobre sus interacciones.
El
tema de la relación entre autor y lector, en sintonía con la tendencia de la
“estética de la recepción” (Jauss, Iser) y del llamado Reader Response Criticism americano (Fish), volverá una vez más en
el volumen Lector in fabula, como
hemos visto, donde se sostiene que el texto por muy rico que sea en sí mismo no
logra nunca explicar todo, necesitando siempre la cooperación y la
participación activa del lector informado, y I limiti dell’interpretazione (1990), donde Eco se interroga sobre
la misma posibilidad de la interpretación, la cual para producir “sentido” debe
necesariamente imponerse limites y modelos. Si un texto puede sostener
cualquier tipo de sentido, entonces no está en condiciones de transmitir ningún
contenido determinado, dice todo y nada, entonces con el fin de que la
interpretación sea posible es necesario definir sus límites, ya que la
interpretación debe ser finita para producir sentido. De aquí Eco reflexiona
sobre las aplicaciones de los sistemas críticos y sobre los riesgos de aplanamiento
del texto, típicos de toda operación interpretativa. Seguidamente, bajo la
misma estela de problemas, en La ricerca
della lingua perfetta nella cultura europea (1993) Eco estudia los
proyectos que desde la tardo antigüedad hasta hoy se han propuesto la búsqueda
de una lengua ideal, única y perfecta, capaz de juntar a todos los europeos.
Una lengua universal que no sea una lengua aparte, original y utópica, artificial,
sino una lengua constituida idealmente por todas las lenguas, como por ejemplo
el esperanto, que se ha encontrado sin embargo con incomprensiones,
distorsiones, fracasos, con esperanzas y recaídas, a veces positivas, como en
el caso de las codificaciones de las lenguas formales o de la lingüística
comparativa. El tema de la lengua y el relacionado con la transmisión del
mensaje mediante la traducción será luego el centro del volumen Dire quasi la stessa cosa de 2003, donde
Eco reflexiona con el doble hábito de crítico/autor y de estudioso/observador,
es decir sea como autor de textos (narrativos) traducidos, sea como traductor
en primera persona de algunos autores de la novela moderna (Nerval, Queneau,
Joyce), sea finalmente como estudioso, afrontando cuestiones de traductología y
en particular de la traducción intersemiótica con las habituales referencias a
sus autores como Peirce, Hjelmslev, Jakobson, Greimas y los formalistas rusos.
Del
lado de los estudios sobre la cultura de masas, ya en 1964 Eco escribe Apocalittici e integrati. Comunicazioni di
massa e teorie della cultura di massa (nueva edición en 1977), un libro
determinante para la teoría de los mass
media que hizo escuela y continúa siendo utilizado y haciendo discutir
todavía hoy. El texto confronta las posiciones y las razones, por un lado, del
rechazo radical de la cultura de masas (“apocalípticos” a la Marcuse o a la
Adorno) -tendencialmente legado a una visión elitista de la cultura, desligada
del curso de la historia y de los fenómenos sociales- y, del otro, de la
aceptación optimista (“integrados” a la McLuhan), con frecuencia dispuesta a
acoger productos culturales de masas sin reflexionar suficientemente sobre su
función y su modo de producción. Eco indaga, comparándolas, los aspectos
positivos y negativos de las dos posiciones, evidenciando en el conjunto la
necesidad de un estudio sereno y analítico de los fenómenos culturales actuales
con una actitud que sea al mismo tiempo crítica y constructiva en relación al
presente. Y esta será en adelante la cifra eminente de su pensamiento.
Esta
constante atención suya al presente es evidente además en las paradójicas e
irónicas páginas sobre aspectos menores de la realidad recogidas primero en Diario minimo (1963) y luego con las “Bustine de Minerva”, una columna fija
que mantuvo en el semanario «l'Espresso» por más de 30 años, en el Segundo diario minimo, (1992), junto a
muchas de sus conferencias y de sus intervenciones ocasionales, en buena parte
humorísticas, y muchas polémicas (In cosa
crede chi non crede?, de 1996, y Cinque scritti morali, de 1997). Retomando
además de los proyectos iniciados para Bompiani desde finales de los años
cincuenta se dedica en los últimos años a personales síntesis sobre Storia della bellezza (2004) e Storia della bruttezza (2007) o a una Storia delle terre e dei luoghi leggendari (2013),
precedida por un sorprendente Vertigine
della lista (2009) en el cual da cuenta de la eterna pasión de los hombres
(desde Homero hasta nuestros días) de enumerar, ordenar, describir y hacer
listas, combinando el saber del erudito con la libertad del escritor con la
capacidad de conectar los más diversos campos del saber.
En su
producción Eco continuará siempre en esta doble vía: por un lado la atención a
la producción cultural más refinada, la historia del libro, el Medioevo, el
Humanismo; por el otro, la consideración de la cultura pop, el empeño y la
voluntad de interpretar los medios y en general los fenómenos sociales de
masas. Sus investigaciones lo llevan con frecuencia a detenerse en los géneros
considerados menores, como la novela policial o el folletón, de los cuales
analiza los procesos y las estructuras; indaga sobre los fenómenos típicos de
la cultura de masas como el deporte, la publicidad, la moda, el divismo,
concentrando su interés sobre los presentadores televisivos y soubrettes. En respuesta a quien
criticaba esta actitud suya, Eco afirmaba siempre no ser un fundamentalista, no
creer que Homero y Walt Disney eran la misma cosa, pero agregaba, “Mickey Mouse
puede ser perfecto, en el sentido en el que lo es el haiku japonés”. De aquí
también su participación en el debate público, tanto en escala nacional como internacional.
Pero
es con su actividad de novelista que Eco alcanza la notoriedad que lo convirtió
en los últimos treinta años en uno de los autores más citados y buscados en el
panorama literario internacional. Así, después de haber escrito numerosos
ensayos de estética medieval, de semiótica, lingüística y filosofía, en 1980
con la publicación de Il nome della Rosa,
su primera novela que se convierte pronto en un bestsellers internacional, Umberto Eco alcanza el éxito planetario.
A partir de entonces a la carrera académica y filosófica se agrega también la
de novelista y escritor reconocido que no dejará ya hasta su desaparición.
Novelas
como Il nome della rosa (1980) e Il
Pendolo di Foucault (1988) unen erudición, esoterismo, investigacion policial,
novela humorística, filosófica y de aventura y llegan a atraer lectores de
todos los niveles, gusto, cultura y procedencia social. En cada página la
sabiduría y la sagacidad del escritor exigen al lector con un enigma, una
alusión, un pastiche o una citación. Sus obras de ficción son, además, la
aplicación de las teorías propuestas en Opera
aperta o Lector in fabula. Se
trata en efecto de libros hechos con muchos otros libros que, en línea con la poética
de la “opera aperta”, ofrecen siempre al lector una multiplicidad de lecturas,
según que éste se apasione por la fábula, la intriga, el debate sobre las ideas
o la dimensión alegórica y literaria.
Ambientado
en la época medieval en una gran abadía del Norte de Italia en el siglo XIV al
tiempo en que ocurren controversias entre diversas órdenes religiosas y las
discusiones entre espirituales y conventuales, su primera novela tiene como
protagonista al monje detective Guglielmo da Baskerville, que indaga sobre una
serie de crímenes oscuros en un monasterio benedictino de la Italia
septentrional, con el fondo de un tiempo de crisis política y social, de
herejía y de inquisición. Aquí Umberto Eco, lector de Borges y de Sherlock
Holmes, estudioso de Aristóteles y de Tomás de Aquino, logra mezclar hábilmente
el debate de ideas, intriga, pasiones, citaciones filosóficas y produce una
obra maestra literaria que encuentra un éxito mundial sin precedentes, con 14
millones de copias vendidas y traducciones en más de cien lenguas, gracias
también a la versión cinematográfica de 1986 de Jean Jacques Annaud y con Sean
Connery como protagonista.
La
misma inspiración a medio camino entre erudición y capacidad de maniobrar los
mecanismos más típicos de la novela de género está en la base de Il Pendolo di
Foucault, típica novela de ideas, de las cuales Eco se inspira en para
desarrollar la historia de Léon Foucault, un físico francés del siglo XIX que
inventa un mecanismo capaz de demostrar la rotación de la tierra, para narrar
una historia tejida de humor que atraviesa los siglos hasta nuestros días,
sobre el fondo de terribles eventos sociales y políticos de los últimos
decenios, entre citaciones altas y bajas, densas referencias mágicas,
filosóficas y religiosas, continuas alusiones esotéricas a la Cábala, a
fórmulas matemáticas, a la alquimia, a
la teoría del complot. También con esta novela Eco logra atrapar el signo, a
fascinar a los lectores de medio mundo y a obtener un nuevo éxito literario.
Después
de estas dos novelas vendrán todavía otras. L’isola
del giorno prima (1994), su gran novela barroca ambientada en el Siglo de
oro; Baudolino (2000), una suerte de
novela picaresca con una estraordinaria crónica de los tiempos del emperador
Federico Barbarossa; La misteriosa fiamma
della regina Loana (2004), quizá la novela más autobiográfica y personal de
Eco en la cual la narración se funde con imágenes ilustradas de la infancia,
cuando las novelas de aventura francesas y comics estadounidenses se confundían
con la propaganda fascista. El cimitero di Praga (2010), en la cual el tema del
complot, siempre tan presente en su obra, está en el centro de una terrible
historia del siglo XIX, en la cual se entrecruzan hechos documentados y
personajes fantasiosos reconstruye la creación del famoso falso histórico de
los Protocolos de los Sabios de Sion
y desarrolla la cuestión general del prejuicio antisemita. Y finalmente Numero zero (2015), publicado todavía en
vida, fabula negra y feroz sobre los fracasos de la información contemporánea,
ambientada en la redacción imaginaria de un diario donde se encuentran amplias
referencias a la historia política, periodística y judicial italiana de los
últimos años.
Póstumo
y último publicado el libro, con una nueva casa editorial que él contribuyó a
fundar, con el título Pape Satan Aleppe
(Milano, La nave di Teseo, 2016), que recoge escritos e intervenciones
ensayísticas sobre temas culturales y de actualidad. Se trata de la última
compilación de parte de las famosas “Bustine di Minerva” que se refieren al
fenómeno de la llamada “sociedad líquida” y a sus síntomas: ocaso de las
ideologías, de las memorias, de la comunidad tradicional, sociedad de la
apariencia, etc. El título premeditadamente anodino, Pape Satán Aleppe, es una citación de Dante que no quiere decir
nada en específico, pero remite al subtítulo, “Crónica de una sociedad
líquida”, describiendo el carácter “líquido” que caracteriza la confusión de
nuestros tiempos, en los cuales se hace no obstante fundamental saber
orientarse y él, observador irónico y semiólogo advertido además de creativo,
ha siempre demostrado saber moverse en el presente logrando sintetizar
perfectamente el espíritu de los tiempos.
La
crítica no ha sido siempre generosa en referencia a su actividad de novelista,
acusándolo a veces de virtuosismo, de excesivo recurso al pastiche y de falta
de conclusión narrativa, pero se podría al contrario sostener que son
justamente las novelas las que cierran el éxito final y quizá el signo más
sustancial de su actividad cultural. Es decir su capacidad de ser una suerte de
Pico della Mirandola de los tiempos modernos, como ha dicho alguien, un
intelectual poliédrico, una especie de erudito curioso y fabulador (proverbial
era además su capacidad de contar chistes) con la capacidad de hablar a todos
con ligereza y sin sosiego, de suscitar continuamente maravillas logrando
reconstruir mundos imaginarios llenos de significados y de cruzar tiempos, historias,
lugares y recorridos de la mente los más disparatados en virtud de aquel
principio barroco del ingenio, por él siempre admirado y practicado, que
estimulado por la voluntad de tumbar toda barrera disciplinaria logra
sintetizar casi de improviso conexiones y sentido ahí donde los otros logran
ver sólo hechos sin relación y cosas sin significado.
Número Cero
De la estupidez a la locura
Estas palabras son un buen ejemplo de lo que nos ofrece, una serie de artículos que Umberto Eco publicó en prensa a lo largo de quince años y seleccionó personalmente poco antes de dejarnos. Por estas piezas se pasean hombres y mujeres de relevancia internacional, pero también algunos de los personajes de ficción más amados por Eco, como James Bond o los protagonistas de algunos de sus cómics favoritos. Y vuelve, como siempre, la nostalgia por el pasado perdido, la reflexión irónica sobre el poder y sus instrumentos, y la crítica a un consumismo que nos deja llenos de objetos y vacíos de ideas.
Genio, sabiduría y sentido del humor: de todo hay en este libro, una despedida digna de un gran maestro.
Obra abierta
Al tiempo que Eco publicaba su libro, otro semiólogo reconocido, Roland Barthes, proponía que la obra debe ser siempre abierta para que no muera.
En el libro de Eco, se encuentra también el término obra en movimiento en referencia a las obras abiertas donde el lector encuentra el sentido de una manera activa delante de la obra. Cabe decir que obra abierta no significa una falta de estructura, sino que existe una estructura detrás del texto que se adapta y soporta otras estructuras dentro. Su orden sería el rechazo de un orden singular por una pluralidad de órdenes. Tal concepción asume que la obra posee una polisemia y una polifonía propios del lenguaje. Por eso la obra es simbólica, ya que el símbolo no es imagen sino pluralidad de sentidos.
Esta proposición de abertura y polisemia de la obra introduce la consecuencia sostenida por Barthes: la muerte del autor.
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