Visiones de Anaïs Nin : " La Casa del Incesto" Libro

 


Navidad 2019 | Visiones de Anaïs Nin : " La Casa del Incesto"

@ Simona Almerini (12-06-2019)

Recuerdo mi primer nacimiento en el agua. Una transparencia sulfurosa me rodea, y mis huesos se doblan como si fueran de goma. Me balanceo y me balanceo, sobre puntillas deshuesadas, esforzándome por captar sonidos distantes, sonidos que el oído humano no puede oír, por ver cosas que los ojos humanos no pueden discernir. Nací con el recuerdo de las campanas de la Atlántida. Siempre escuchando sonidos perdidos y buscando colores perdidos, siempre apoyado en el umbral como alguien atormentado por recuerdos, camino nadando. Corto el aire con anchas aletas y nado a través de habitaciones sin paredes. Expulsado de un paraíso de silencio, las catedrales se mecen al pasar un cuerpo, como música sin sonido.

Anaïs Nin escribió La Casa del Incesto en pocos días, bajo la influencia de un inusual hechizo creativo. El día y la noche se desdibujaron para ella. Los sueños se enredaron con la realidad, y ya no reconocía la dimensión en la que se encontraba. Se había inspirado en la escritura de Breton y Rimbaud; pero no se trataba solo de una cuestión literaria. Algo más profundo había emergido, como si su sangre española, nutrida durante generaciones por Eros y Tánatos, hubiera estallado repentinamente, inundándola por completo.

Todo comenzó cuando conoció a June, la esposa de Henry Miller. La primera vez que la vio, notó de inmediato su palidez contrastando con sus ojos vivos y ardientes. Tan alta, hermosa y sofisticada, parecía una estrella de Hollywood. La mujer más hermosa que jamás había visto. Anaïs deseaba a June incluso antes de conocerla. Miller le hablaba constantemente; estaba obsesionado con ella. Había huido a Europa precisamente para alejarse de ella, pero no podía sacársela de la cabeza ni siquiera cruzando el océano. La describió como una especie de sirena que lo tenía cautivo con seducción y engaño. Pero como Anaïs descubriría más tarde, las mentiras de June no eran mentiras en absoluto, sino flechas disparadas desde su órbita con la fuerza de su imaginación. Para alimentar ilusiones. Para destruir la realidad.

Tras mis mentiras, dejo que se desenrolle el hilo dorado de Ariadna, porque el mayor placer es desandar las propias mentiras, regresar al origen y dormir, una noche al año, purificado de toda superestructura. Estoy atrapado en mis mentiras y quiero ser absuelto. La verdad sería un intercambio mortal, y prefiero los cuentos de hadas. Estoy envuelto en mentiras que no penetran mi alma. Como si mis mentiras fueran ropajes fantásticos.

Junio ​​Miller, 1933

 

Con June, Anaïs experimentó una nueva forma de amar, una que le abrió las puertas de su percepción. Nunca había escrito nada parecido. Hasta entonces, se había limitado a escribir el ensayo en defensa de la obra de Lawrence. Pero fue en aquellos días, en el verano de 1932, cuando Anaïs cruzó el umbral de un nuevo mundo, que continuó rondando en sus escritos. Era un universo de alegorías y simbolismo, donde se perdió y del que regresó con las manos llenas de perlas. No eran conceptos expresables de forma lógica, sino recuerdos de visiones, como los que quedan a la mañana siguiente de un sueño. A través de otra mujer, Anaïs experimentó una nueva cara del amor: la del reflejo. Quien ama crea al amado, que es, por tanto, una proyección, una parte de sí mismo. Por eso insertó la palabra «incesto» en el título, que originalmente era Alraune , otro nombre de June, que luego se transformó en Sabina.

Dejaré que me lleves a la fecundidad de la destrucción. Elegí entonces un cuerpo, un rostro, una voz. Me convierto en ti. Y tú te conviertes en mí. Podrás ver el amor que había sido excluido por las pasiones que despertaba, y yo podré ver las pasiones excluidas por el amor. Despréndete de tu imagen y descansa en el centro de tus verdaderos deseos. Detén tu vagar por un momento. Alivia la tensión furiosa e indomable. Lo tomaré todo sobre mí. Ahora estamos inextricablemente unidos. Corrí tras ti como tu sombra, recogiendo lo que habías esparcido en amplios cofres. Nuestros rostros estaban soldados por un cabello suave, y, soldados, muestran dos perfiles de la misma alma. Me prestaste tu evidencia, y gracias a ti, dejé mi huella en el mundo. ESTE ES EL LIBRO QUE ESCRIBISTE, Y TÚ ERES LA MUJER QUE SOY.  

https://www.scriptandbooks.it/2021/05/20/natale-2019-le-visioni-di-anais-nin-la-casa-dellincesto/


Diarios amorosos

Diarios amorosos
 
   
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Pocos escritos exploran la vida amorosa de una mujer con tanto detalle y sutileza como estos diarios no censurados de Anaïs Nin. En ellos se abordan abiertamente los aspectos físicos y psicológicos de esta autora que buscó actuar con plena libertad desde sus deseos sexuales y emocionales.
En Incesto (1932-1934) aparecen por primera vez todos los fragmentos omitidos en publicaciones anteriores de sus diarios. Destaca la decisiva transgresión que supuso el incesto con su padre, y que subyace en la mente de una mujer en apariencia tan libre de ataduras y prejuicios.
En Fuego (1934-1937), Anaïs Nin prosigue el apasionante relato de su vida. Esta vez la acción transcurre entre París y Nueva York, y aborda sus ya conocidas relaciones con Henry Miller y el psicoanalista Otto Rank. También escribe en estos diarios sobre la guerra civil española, Rafael Alberti, Alejo Carpentier o Constantin Brancusi.


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