






A los 16 años me convertí en anciano,me entere décadas después; no puede impunemente un niño ver tantas cosas hermosas,sentir tanto arte como haber visto a esa edad uno de los mejores coreógrafos y bailarines del mundo Roland Petit en el Cyrano de Bergerac , La Opera de Pekin; considerada como una de las máximas expresiones de la cultura China; escuchar cantar a Paul Robenson y Ella Fitzgerald. Ver la la Oesterreichische Galerie (la Galeria austriaca) en donde está la mayor colección de obras de Klimt – entre las que se encuentra el famoso, “Der Kuss” (El Beso). Desde los puentes de Viena ver las azules aguas del río Danubio. Entrar a la Staatsoper, teatro de la Ópera de Viena, Los palacios. Jardines. Descubrir el amor. Todo eso no fue gratuito; el destino me impuso una condena de por vida a tener buen gusto. Inútilmente he tratado de recuperar mi juventud. La belleza penetro en cada uno de mis poros exhumando una terca, tiránica estética impidiéndome solazarme en lo común, en lo cotidiano que me ha circundado,sobre todo en estos últimos 40 años.
Una de las más bellas ciudades del mundo Urbino ayudaron a cristalizar esos sentimientos estéticos sembrados en Viena. Gustos elegantes que son como una camisa de fuerza.
0 Comentarios