La vida de los otros a partir de la sonata para un hombre bueno
por Acosta, Jorge Ariel, Martínez, Alejandra Gabriela
Título original: Das Leben der Anderen
Florian
Henckel von Donnersmarck / Alemania / 2006
Para el presente escrito realizaremos un análisis de la
película “La vida de los otros” dirigida por Florian Henckel Von Donnersmarck y
estrenada en el año 2006. Ambientada en la convulsionada Berlín oriental del
año 1984, La vida de los otros plantea como eje de conflicto un interrogante
difícil de resolver, si es que no se apela a una escala de grises: cómo
mantener cierta postura moral en medio de circunstancias aterradoras (léase
represión, censura).
Tras las Segunda Guerra Mundial, Alemania queda dividida por
las dos grandes potencias de EEUU y Rusia. La historia se desenvuelve en la
parte Este de Alemania, es decir la llamada “República Democrática de Alemania”
(RDA) cuyo sistema político y la ideología central era la del comunismo o
democracia popular. Para ese entonces estaba prohibida la comunicación entre
ambas Alemanias debido a las discrepancias que tenían con respecto a su forma
de gobierno
En ese marco, la policía secreta del partido de la RDA (la
Stasi) tenía como objetivo, más que proteger y servir a los ciudadanos,
mantenerlos en línea con la doctrina y desbaratar cualquier actividad
subversiva. El film nos introduce en una atmosfera de vigilancia extrema de la
misma manera que podemos leer en el libro 1984 de Orwell y su Gran Hermano.
La película se centra en tres personajes principales y las
consecuencias que acarrea la conexión entre sus vidas. Wiesler, miembro de la
Stasi, la siniestra policía secreta de la Alemania Democrática, Dreyman,
exitoso dramaturgo y director y su novia Christa María Sieland.
Wiesler, alías HGW XX/7, es un funcionario pulcro y efectivo
con su trabajo, y uno de los mejores agentes de la Stasi. Un experto en espiar
vidas ajenas, en redecorar las casas con micrófonos y cables escondidos, y en
hacer que la palabra intimidad carezca de sentido. A lo largo de todo el film
podemos ver un personaje frio, incapaz de realizar ninguna demostración de
afecto y por demás solitario.
George Dreyman es un prestigioso escritor de la Republica
Democrática Alemana (RDA). Aunque no simpatiza con el opresivo régimen
comunista, se las arregla para sobrevivir congraciándose con las autoridades, y
no significándose demasiado. Así, se le permite cierto margen a la hora de
expresarse, y no se le reprocha su amistad con algún intelectual claramente
disidente. Dreyman vive con la célebre actriz Christa-María Sieland, y cree
estar lejos de la vigilancia de la Stasi, la policía secreta del ministerio del
interior.
Sin embargo un alto miembro del régimen comunista ha puesto
los ojos en su mujer, Christa, y encarga al capitán Wiesler, un estrecho
seguimiento de ella y Dreyman, no porque le preocupe una posible actividad
subversiva, sino porque desea a la actriz. Sin embargo, Weisler con su olfato
para descubrir subversivos, cree que deben vigilarlos. Siendo un funcionario
capaz de descubrir traidores, Wiesler se aplica a la tarea, escuchando durante
horas las conversaciones que retransmiten los micrófonos colocados en el
apartamento de Dreyman.
De este modo comienzan a vigilar todos sus movimientos, las
24 horas en turnos divididos de 12 horas de los cuales una mitad le “pertenece”
a Wiesler. Y es de este modo que analizaremos al personaje de Wiesler y las
vicisitudes en su vida que trae aparejada meterse en la vida de los otros.
El comienzo de la película nos ubica en el personaje de
Wiesler mostrándolo como un individuo completamente obediente, de facie
inmutable, alienado a los significantes de un Otro que se muestra como
completo: ese modelo estatal que es el supremo gobernante, que cuida a sus
ciudadanos, ese sistema de gobierno que siempre tiene razón y al que no se le
discute.
Esta sociedad, como todo régimen totalitario, no funciona
como soporte de lo universal-singular sino que tiene una función de
aplastamiento de la singularidad y por ende, de la subjetividad; al presentarse
a sí misma como un universo completo, se hace impensable la emergencia de un
exceso. O se está con el sistema o se está en contra, no hay otra posibilidad.
Es una sociedad que funciona íntegramente en la lógica de la demanda. Wiesler,
al igual que muchos de sus compatriotas, cree ciegamente en ese Otro completo
que garantiza hasta el último detalle de cada momento de sus vidas, quiere
pertenecer a él y ser parte de esa ilusoria completud. Por esto cumple con su
deber. Trabaja, arresta e interroga a los “traidores”, sin cuestionarse jamás
por sus acciones.
Calligaris (1987), introduce una forma específica de
alienación del sujeto: la instrumentalización. La misma es considerada por el
autor como el triunfo de la técnica. Dicho triunfo, solo es tal en la medida en
que los hombres son los que funcionan como parte de esa técnica convirtiéndose
en instrumentos. Ser instrumentos de un saber sabido y compartido es la salida
más fácil ya que, de esta manera, no se interpelan ni se responsabilizan de sus
actos. Solo funcionan como instrumentos de una gran maquinaria, de una gran red
que les envía órdenes. Es por eso que dicho sistema es necesariamente
totalitario, ya que debe extenderse. Para el autor, cualquier lazo asociativo
que puedan mantener estos sujetos es inercialmente totalitario y perverso. Esta
forma de alienación la encontramos tanto en Wiesler como en sus compañeros de
trabajo. Wiesler se levanta todos los días y realiza su trabajo de manera
autónoma, consiente y no se detiene a cuestionar ni su accionar ni los alcances
de la misma. Es más, se considera un trabajador ejemplar por cumplir
perfectamente su trabajo en pos del régimen al que adscribe fehacientemente.
Hemos comentado el carácter solitario y sombrío del
personaje, sin capacidad para hacer empatía con otra cosa que no sean los
designios del régimen pero existe un momento en que Wiesler cambia su posición
moral. Esa que lo hacía obediente a los designios del régimen.
Podemos identificar entonces, un momento dentro del film en
el cual Wiesler es interpelado. Esta interpelación va a resultar muy singular,
ya que el sujeto será interpelado a través de la música. Consideramos que esta
interpelación va más allá de las fronteras del yo, ya que se sustenta en la
noción de sujeto del inconsciente.
¿Porque consideramos que Wiesler cambia su posición moral?
Creemos que Wiesler realiza un pasaje desde una posición moral, de total
adscripción a un régimen totalitario, a una rectificación subjetiva. Esta nueva
posición, y el nuevo sujeto que adviene, le permite hacerse responsable,
responsable de lo que hasta ese momento desconocía de sí. Es decir, veremos qué
motivó a Wiesler a hacer algo más allá de la voluntad del yo. A esto llamaremos
responsabilidad subjetiva que debemos diferenciar de la responsabilidad moral
que era a la que respondía Wiesler.
Dreyman tiene muchos amigos que se mueven dentro del
circuito artístico, pero tiene uno en particular al que aprecia mucho. Su
nombre es Jerska, director artístico de muchas de las obras de Dreyman.
Dreyman, al tener contacto con funcionarios importantes
dentro del régimen pide que se revea la situación de las listas negras a
ciertos artistas a los que no se les permite trabajar, particularmente a su
amigo Jerska. Éste acude al cumpleaños de su amigo Dreyman y le obsequia un
regalo que tendrá consecuencias impredecibles: una sonata que se titula “Sonata
para un hombre bueno”. En todo este discurrir, Wiesler sigue escuchando cada
palabra, cada movimiento y cada situación que acontece en la casa de Dreyman,
buscando algún elemento que comprometa a Dreyman y que pueda ser relevado a sus
superiores.
Pasado un tiempo, Dreyman se entera que su amigo Jerska se
ha suicidado por no poder seguir dirigiendo. Jerska en un pasaje del film
sostiene: “¿Que es un director al que no lo dejan dirigir? No es nada”. Ante
tal noticia Dreyman no emite palabra alguna, y con el abatimiento sobre sus
hombros se sienta al piano y comienza a tocar la “sonata para un hombre bueno”
en conmemoración a su fiel amigo. Es la primera vez que podemos ver en el
rostro de Wiesler algo diferente a lo sombrío de su rostro, su expresividad y
porqué no, de su carácter. Podemos ver un rostro conmovido, sorprendido y
perplejo. Consideramos que esta reacción es un claro indicador de que algo se
ha producido en el sujeto, algo de la vida le devuelve y le hace ver que algo
de lo que hizo pudo no estar tan bien y es por eso que afirmamos que la música
lo ha interpelado. Este momento coincide con la pregunta que Dreyman le realiza
a su mujer: “¿Puede alguien que haya escuchado esta música, seguir siendo una
mala persona?”
No basaremos el análisis en términos de bondad o maldad en
las personas, dado que eso implicaría un análisis moral de la situación. Y no
es esa la lectura que pretendemos promulgar en el presente escrito.
Pero podemos ir más allá, y reformular la pregunta en favor
de nuestro análisis. ¿Puede alguien que haya escuchado esta música, escuchado
de verdad, no ser interpelada? En el caso del personaje que analizamos diremos
que no. Este es el momento de inflexión de la película y es donde ubicaremos el
tiempo dos del circuito de la responsabilidad subjetiva. Wiesler se muestra
conmovido por la situación, y movilizado por como un hombre responde frente a
la muerte de su gran amigo a manos de un régimen totalitario (del que el mismo
Wiesler es parte). Dreyman responde con arte, con música y eso interpela la
posición moral de Wiesler sostenida hasta ese momento. Lo que consideramos como
el primer tiempo del circuito de la responsabilidad, aquel donde el sujeto
realiza una acción que considera se agotará en los fines para los que fue
concebida. En el caso de Wiesler, consideramos que se corresponde con la
confluencia de una serie de actos aparentemente cotidianos y sin conexión entre
sí acaban en ese momento. Estos momentos se corresponden con el trabajo que
realiza Wiesler de escuchar y espiar a diferentes personajes considerados
peligrosos para el régimen para luego brindar dicha información a sus jefes.
Sin embargo hay sucesos que nos llevan a un segundo tiempo
que marca una interrogación, una pregunta que resignifica lo acontecido
previamente y ubica una inconsistencia que ya parece señalar una emergencia de
lo singular: Implica algo que no estaba en la intención del yo, algo que escapa
a su proceso secundario, una irrupción del sujeto, que pone de manifiesto una
inconsistencia del yo. Se abre aquí el segundo tiempo del circuito de la
responsabilidad, el que pone en marcha el mismo. Ahora el primer tiempo es
resignificado y puesto en un lugar que compromete la integridad del yo del
sujeto y sacude la completud de ese “universo” particularista que lo sostiene.
Decimos que la interpelación lo lleva a resignificar el tiempo 1, ese tiempo de
la posición moral en la que estaba ubicado Wiesler, la resignificacion del
régimen y la culpa hacen resignificar el tiempo 1. Esa hiancia llama al sujeto
a responder. Puede que el circuito quede dentro del tiempo 2 si Wiesler no es
capaz de responder conforme a su deseo subjetivo.
Sin embargo Wiesler, esta vez, decide abandonar la seguridad
de la lógica de la demanda e ingresar en un mundo inseguro y sin garantías, sin
Otro completo que provea los significantes necesarios para dirigir la
existencia: ha elegido el camino del deseo, y esto lo ha hecho ingresar en la
dimensión de la responsabilidad subjetiva. En esta acción Wiesler ha devenido
un nuevo sujeto, sujeto deseante, barrándose a sí mismo y al Otro en el
proceso. El acto de Wiesler entra en la dimensión de acto ético, que trasciende
lo particular, porque no es un acto destinado o dirigido al Otro, no se juega
en la lógica de la demanda, sino que está completamente guiado por el deseo.
Es, por ende, un acto en soledad, un acto que implica una fuerte apuesta
subjetiva y frente a la cual no hay garantías. No hay significantes previos
capaces de inscribir este acto ni de predecir sus alcances. Se ha inaugurado
así el tercer tiempo de la responsabilidad, en el que el sujeto barrado toma
posición frente a su acto, ingresando en la dimensión de la responsabilidad
subjetiva, en la que se hace responsable de su deseo.
Aquí encontramos una respuesta que no le rinde cuentas a
nadie más que a sí mismo. Es la culpa la que ob-liga a responder ante una
deuda. ¿De que modo creemos que Wiesler responde ante esa culpa? Culpa que se
deriva por la posición moral sostenida hasta entonces. La culpa ob-liga a la
retroacción desde ese tiempo 2 hasta la resignificacion del tiempo 1 y a dar
una respuesta frente a esto. La respuesta detendrá o no el circuito de la
responsabilidad. La respuesta podrá ser moral o podrá ser ética. El modo de
responder de Wiesler es la de un sujeto que se ha resignificado subjetivamente.
Es por esto que sostenemos que hay responsabilidad subjetiva, hay sujeto en
acto y por ende, tiempo 3.
Esta interpelación que hizo aflorar sus deseos más
inconscientes a través de la música, ob-ligandolo a retornar sobre la acción o
las acciones, acontecidas a lo largo del film. Sin embargo este acto se demuestra
a su vez como incompleto, porque puede ser revertido en cualquier momento. Es
por ello que este tercer tiempo no se agota aquí, ya que el acto ético no es de
una vez y para siempre, es una apuesta que requiere ser sostenida y reafirmada
continuamente, y esta necesidad se le presenta a Wiesler a partir de ahí, cada
vez con mayor frecuencia. Y en cada ocasión él renueva y refuerza la apuesta,
no sin cierta vacilación y por supuesto, no sin angustia.
Wiesler ha tomado una decisión, a partir de ese momento comenzara
a encubrir a Dreyman. En lo que parecía ser una combinatoria de azar (el hecho
de que haya sido Wiesler el que escucha la sonata en el contexto en la cual
está enmarcada y no el otro hombre encargado de las escuchas) y necesidad ( el
determinismo inflexible del régimen totalitario) se ha generado una grieta
donde el deseo ha encontrado su lugar para manifestarse, y Wiesler, confrontado
con él mismo decide abandonar la seguridad de la lógica de la demanda e
ingresar en un mundo inseguro y sin garantías, sin Otro completo que provea los
significantes necesarios para dirigir la existencia: ha elegido el deseo, y
esto lo ha hecho ingresar en la dimensión de la responsabilidad subjetiva. La
responsabilidad se ubica en la grieta entre la necesidad y el azar y es aquello
que interpela al sujeto a responder por su acto, a hacerse cargo de éste.
Como hemos dicho la interpelación no acaba en ese momento,
tiene efectos duraderos que responsabilizan a Wiesler de su decisión en cada
momento que se sienta a escuchar a Dreyman. El momento en que se entera que
Dreyman consigue una máquina de escribir clandestina con la cual escribe un
artículo en contra del régimen, lo vuelve a encubrir. La posición ética es
reafirmada en cada uno de esos momentos. Y llega a su máxima expresión cuando
Wiesler es obligado a interrogar a la mujer de Dreyman y ésta, al no soportar
la presión, delata a su novio diciendo donde es que esta escondida la máquina
de escribir. Si pudiéramos poner el acto ético en términos de valencia, esta alcanzaría
su máxima expresión en este momento. Wiesler sale antes que todos los oficiales
que requisarán la casa de Dreyman pero con un propósito singular: sacar la
máquina de escribir y terminar de encubrirlo por completo. Es éste acto, más
que ningún otro, el que inscribe a Wiesler en el campo de la ética, es éste
acto el que lo hace verdaderamente responsable de su deseo: el acto que no
puede ser anulado, el acto que lo transforma completamente como sujeto, el acto
que anula las dudas y la angustia experimentadas anteriormente. Eso es tomar
una posición ética y sostenerla
En el tiempo 1, Wiesler es un hombre que se maneja desde el
circuito de la demanda, de forma que no establece lazos profundos con nadie.
Sólo se dedica a satisfacer su demanda. A causa de esto, no despliega su deseo
Wiesler se nos presenta en un primer momento como un
personaje completamente tomado por la lógica de la demanda, completamente
alienado a los significantes del Otro que se muestra como completo. Un sistema
sin fallas y al cual él es completamente obediente. Sus métodos torturantes de
interrogación y el hecho de desestimar a cualquiera que este opuesto al régimen
dan cuenta de esto. Por ejemplo, cuando tacha el nombre de un estudiante por
cuestionar su método interrogatorio y tildarlo como inhumano. Wiesler toma
estas actitudes porque “así es como se hace” en ese régimen. No hay lugar para
la pregunta, para la duda. Se está a favor o se es un traidor. La posición
moral tapona toda asunción del deseo y eso es lo que ubicamos como postura en
el tiempo 1 del circuito de la responsabilidad. Si hay un Otro que es completo,
todas las respuestas vendrán de Él y pareciera que eso satisface la necesidad
del yo consciente de Wiesler, sin embargo siempre hay un más allá si hay una
obligazon.
Referencias
Ariel, A. (1994). Moral y Ética. Una poética del estilo. En
El estilo y el acto. Ediciones Manantial, Buenos Aires
Calligaris, C. (1987). La seducción totalitaria. En Psyché.
Freud, S.: (1925) La responsabilidad moral por el contenido
de los sueños. En Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños
en su conjunto. Obras completas. Tomo XIX, Amorrortu editores. 1984
Michel Fariña, J. (1998) Ética: un horizonte en quiebra.
Eudeba, Buenos Aires.
Salomone, G. Z.; Domínguez M. E (2006) La transmisión de la
ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Letra Viva, Buenos Aires.
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