Critica.cl.
30.10.2014
Como suele ocurrir con la
mayoría de los escritores, las circunstancias que los rodean suelen afectar sus
entornos como autores para producir sus literaturas. Roberto Bolaño fue un escritor muy atento a
las circunstancias que condicionan a los escritores en el momento de la
escritura, dado que este autor suponía que encontraría no pocos esperas
infructíferas en lo que parecía ser el camino que lo llevaría a la literatura.
Otros autores tuvieron las mismas expectativas y conformaron un grupo que, como
diría Bolaño: “[…] a primera vista componemos un grupo lamentable de treintañeros
y cuarentañeros y uno que otro cincuentañero esperando a Godot, que en este
caso es el Nobel, el Rulfo, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Rómulo
Gallegos” (2004b: 312). Es ardua la tarea de los escritores latinoamericanos y
sobre todo de algunos condenados al fracaso por las condiciones adversas en las
cuales intentan producir y publicar sus obras. Muchos escritores
latinoamericanos no encuentran el camino que los lleve finalmente a ser
reconocidos por lo que necesitan de modelos o referentes literarios para
subsistir a pesar de todo en la escena local y no olvidar así sus objetivos
principales en torno a sus quehaceres literarios.
Referentes literarios: entre
la perfección y el endiosamiento
Los referentes literarios se
asumen a veces como posturas teóricas y otras como modelos a seguir que
persisten de manera consciente o inconsciente en los enfoques literarios de los
escritores. Suponemos casi con seguridad que algo de esto hay en las
adquisiciones literarias de Bolaño, quien reconoció dos referentes en repetidas
ocasiones de los cuales hizo prevalecer su afecto por la segunda figura que
cita, y sobre los que habló en estos términos: “Decir que estoy en deuda
permanente con la obra de Borges y Cortázar es una obviedad”(Manzoni, 2002: 204).
De algún modo, Bolaño asume
sus propias fantasías y sus anhelos al creer que Borges (1) había sido un
hombre que amó y apreció el valor (Bolaño (2) había depositado su fe en los
valientes), y en función de ello afirmó: “Para mí Borges es el más
grande escritor en lengua española del siglo veinte, sin la menor duda. El
escritor total. Es una gran poeta, un gran prosista, un gran ensayista, es
perfecto. Borges es una barbaridad. Borges es Borges” (Gras Miravet, 2000:
60). Y con respecto al otro escritor argentino, Julio Cortázar, dijo: “-A mí me encanta Cortázar.
Lo conocí, además en México, hace muchísimos años. Para mí fue como conocer a
un dios. Además, parecía un dios: era guapísimo, altísimo, jovencísimo. [...]
Cortázar para mí es como hablar de Papá Noel” (Gras Miravet, 2000:
61).
He ahí pues que Bolaño solía
narrar como una anécdota aquella vez que conoció a Cortázar en México. Lo vio
en la calle con Carlos Fuentes y sus respectivas mujeres, él y los poetas
infrarrealistas (3) odiaban a Fuentes, así que cuando lo vieron siguieron de
largo pero luego se dieron cuenta que estaba Cortázar con Fuentes, y entonces
se volvieron para hablar con él mientras esperaba un taxi. Fue una experiencia
única para Roberto Bolaño y para los poetas infras.
El “perfecto” Borges y el “dios” Cortázar constituyen
dos lugares comunes de referencia en la obra de Bolaño. Y en el caso de Borges,
es imprescindible decir que la sola mención del escritor argentino encierra una
suerte de forma cifrada o fórmula en la poética bolañiana. Borges significa
para Bolaño el punto de partida desde el cual es posible fundar su literatura,
cuyos pilares estéticos son la invención del arte y la persuasión de un modelo:
la figura de Borges es el lugar hacia dónde mira para su creación literaria y
el lugar hacia dónde va para alcanzar la perfección en la calidad literaria de
su obra.
Otros modelos cercanos al
precipicio
La mera definición de
constituirse en un heredero del boom es algo que disgustaba a Roberto Bolaño a quien le
quisieron atribuir cierto designio heredado de ese movimiento literario. Como
puede verse, el autor respondió sin titubeos ante tal imposición: “No, no, no
me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de
hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores
muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy” (García-Santillán, 2002:
n.p.), pero no se quedó conforme con esas declaraciones y agregó:
El boom, al principio, como
suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia
del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García
Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro.
[...] ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En
fin corramos un tupido velo. (García-Santillán, 2002: n.p.)
Independientemente de los
juicios de valor del autor, lo que pareciera querer transmitir Bolaño es que
los escritores portadores de una herencia literaria cualquiera sea ésta,
similar o no a la del boom, no son figuras que posean una
configuración positiva para los escritores venideros. Puesto que, como afirma
Bolaño: “Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos
abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no
queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces,
cosa que tampoco garantiza nada” (García-Santillán, 2002: n.p.).
Es imposible dejar de pensar
en la tradición o en las tradiciones que Bolaño pone en discusión por estrategia
o capricho cuando encontramos en sus libros un gran número de reflexiones y de
lecturas sobre los clásicos. Las innumerables referencias a los autores leídos por
Bolaño que el autor transfiere a su ficción, impulsarían un análisis
pormenorizado de su literatura dentro del sistema literario y del significado
de la construcción de un canon literario.
Y es obvio que tanto empeño
literario por parte de Bolaño con el manejo de referencias literarias y no
literarias, de citas directas e indirectas y con la circulación generosa de
datos suministrados por bibliotecas universales -que Bolaño consultaba a
diario-, termine por ratificar el velado compromiso textual del autor con su
literatura.
Estos avatares
estético-literarios han influido en la reconfiguración del perfil de autor y de
su concepción sobre la naturaleza artística de las letras, dado que señalan el
advenimiento de tiempos mejores para su literatura. Ésta estaría encauzada por
el exceso de confianza depositado en su trabajo (Bolaño creía en la calidad de
su literatura) y por cumplir con la pretensión de habernos presentado una
suerte de aglomerado poético-narrativo reducido a unas líneas en sus libros que
llegan a saturar textualmente por la enumeración de autores que funcionan en
algunos casos como una especie de homenaje y en otros como una crítica.
En cuanto a las conexiones
con esas referencias a autores, se propagan a través de hilos narrativos que
quedan unidos a las historias o las microhistorias en sus ficciones y que
conducen principalmente a esa clase de relatos tan característico de este autor
alrededor de las experiencias vitales de los escritores. La vida de los
escritores, y sobre todo de los poetas, es un tema que subsiste en su prolífica
obra como una marca estilística del autor.
Y al intentar acotar la producción literaria de Bolaño a partir de una selección personal de calidad para diagramar su perfil de escritor, proponemos en un primer nivel de observación el reconocimiento de tres libros principales en su obra: 2666(2004a) (novela inconclusa), Los detectives salvajes (1998) yEstrella distante (1996b), y en un segundo nivel, aceptamos con agrado literario sus libros de relatos: Llamadas telefónicas (1997)-sobre todo la primera parte que lleva el nombre homónimo del libro- y el irregular Putas asesinas (2001) en el cual se encuentra una breve historia inolvidable para cualquier lector:“El Ojo Silva”.
Mientras que en El
gaucho insufrible (2003), los últimos textos:“Literatura + enfermedad =
enfermedad” y “Los mitos de Cthulhu”(4) son muy
propicios para discernir el pensamiento bolañiano; el no apreciado -por la
crítica y por algunos escritores como el mexicano Jorge Volpi- Monsieur
Pain (1999b)tiene un aire poeiano. Esa novela nos
recuerda el relato “El caso del Señor Valdemar”(5) (1845) de Edgar Allan Poe por ciertas similitudes: en
el argumento, en el modo de narrar y en la focalización de la historia (un
paciente evidentemente enfermo, dos médicos que lo atienden, un especialista
que quiere curarlo por medio del hipnotismo -que se presenta como un simulacro
de ciencia popular-, la promesa de la cura y la muerte inminente).
Bolaño fue capaz de
trasladar ese poder creativo que demandaban sus textos a la construcción de una
figura de autor que respalde una prosa que pueda dejar de lado cualquier
criterio teórico que apunte a derribarla. No se queda simplemente conformándose
con el trabajo realizado, sino que se atreve a plasmar todo su universo vital
en su literatura. Y entonces se cumple con el compromiso que tiene Bolaño con
su manera de sentir como autor e identificarse con su obra, además con su
vocación de escritor que puede ser vista,independientemente de las
elecciones o los gustos personales que versen sobre su forma de ser escritor,
como un modo para contrarrestar cualquier postura que íntimamente no remita a
su situación de escritor. Sus elucidaciones literarias, con interminables
rastreos que lo llevan a resultados diversos en sus textos, constituyen su
aporte que se centra en la búsqueda de la verdadera literatura,
cuyo corte prioritario se basa en el aspecto cultural de la sociedad.
Por eso Bolaño nos remite
una y otra vez a todos esos nombres de autores en su obra para poner en
funcionamiento -con la referencia constante- un mecanismo de defensa,
legitimación e individuación de su producción literaria en el campo de las
letras. Si bien Bolaño pretende rebajar ficcionalmente las individualidades
autorales para desarticular los lazos sociales que unen o desunen a los escritores,
lo que hace es afianzar su imperio de autor al abrir el camino hacia una nueva
intimidad literaria con manifestaciones más viscerales.
Manifestaciones que lo protegerían de sus enemigos (los escritores
consagrados), de las particiones polémicas con otros colegas por sus registros
crítico-narrativos que acusan ciertos lineamientos en la vida de algunos
autores que se alejan de la supuesta santidad del oficio.
Y ahora más cerca de la
aceptación y alejado de las disputas,“Bolaño trasciende las marcas de identidad regional,
mostrando un cuño de signo claramente transatlántico, panhispánico” (Lago,
2005: n.p.). Esta perspectiva identitaria de Bolaño está sujeta a las estadías
voluntarias en diferentes países como México y España, y también en su país de
origen en donde fue testigo ocasional del inicio de la larga agonía social que
padecieron los chilenos por el Golpe Militar a la presidencia de Salvador
Allende -episodio histórico que presenció en su juventud-.
Pero fue la fidelidad a sus
propias convicciones y la valentía que tuvo para hacer realidad su vocación lo
que lo salvaría de una vida alejada de una carrera literaria. Aunque el autor
afirmó en una entrevista que ya sólo creía en los niños y en los guerreros,
todo lo que le ocurrió en la vida le ayudó a seguir creyendo en la literatura.
Y suponemos que quizá por eso, coincidiendo con Javier Cercas, “[...] decidió vivir
como si ya estuviera muerto; es decir: decidió escribir como si ya estuviera
muerto” (2003: 8).
Sin embargo, no deja de
sorprender cómo se revierte la situación de Bolaño quien fue prácticamente un
desconocido hasta mediados de los noventa. Este autor fue ocupando posiciones
en diferentes épocas y dejando sus huellas en la escena literaria que
involucran ciertos pasajes que lo unen con tiempos difíciles, con momentos
desesperados y desesperanzados, como fines de los setenta y los ochenta cuando
sólo contaba con sus sueños de poeta, y otros más felices y tranquilos, como
los noventa, con su plena realización como novelista. Y por esto se hace
necesario redescubrirlo pero sin olvidar su pasado.
El último Bolaño que
conocimos podría ser visto quizás como un Musil latinoamericano, ya que Roberto
Bolaño así como Robert Musil -no sólo hay coincidencia con los nombres de pila
de los autores- quien nunca acabó su larga novela: El hombre sin
atributos(6) (1930, 1933, 1943) -compuesta por dos libros y una
parte de ésta se publicó póstumamente-, tuvo la intención de terminar la suya: 2666 (publicada
póstumamente) para ser editada en cuatro libros. Bolaño pretendía
incluir en el final del cuarto libro al personaje principal de otra novela Los
detectives salvajes: Arturo Belano. No pudo concluir con su tarea (por el
avance de su enfermedad con el desenlace fatal que provocó el fallecimiento del
autor), al igual que Musil con la suya. Pero este tipo de procedimiento, con
ese grado de entrega -escribió hasta sus últimos días de vida- para
desenvolverse como autor, demuestra que Bolaño asume una faceta de escritor
comprometido que no se distrae fácilmente de su menester.
Así sus obsesiones por la
escritura lo llevarían a la desmesura pública cuando acusa y critica sin
reparos a sus colegas y se niega a hacer la vida social que hacen otros
escritores: al decidir no ir a todos los lugares ni a todos los viajes de
promoción que lo invitan. Bolaño se dedicó a su propia literatura para obtener
la preciada calidad que pretendía en su obra, y trabajó en ella hasta su
muerte. Una parte de su producción literaria que fue publicada por sus
herederos y otra que permanece inédita en cuadernos originales, exige una
terminación que el autor nunca le pudo dar ni tampoco le podrá dar. Su
desaparición física -como suele ocurrir con algunos escritores- ayudó a
convertir sin pasaje previo su figura de autor en mito.
Luego de su muerte, los
comentarios de algunos críticos sobre aquel perfil de autor polémico que había
asumido Bolaño, consustanciado con su crítica literaria, se vieron suavizados por un tamiz de análisis
más benevolente que afectaba más a su obra que a su figura. La escena
contemporánea latinoamericana, y sobre todo chilena, parecía perdonar a Bolaño
por sus atropellos. Aunque también es posible que, y de acuerdo con Rodrigo
Pinto: “Se trata de
una herencia que irá creciendo en el tiempo; como se sabe, todos los muertos
son buenos, y los que lo ignoraron o le negaron su condición de chileno tendrán
ahora que agachar cabeza y, a lo menos, leerlo” (2003: n.p.).
Hablar de este autor implica
reconocer la trayectoria de un escritor que se construye a sí mismo en fases
simultáneas de formación -como poeta, cuentista, novelista- (algunas más
logradas que otras), cuyas desventuras vitales no afectaron profundamente su
vocación pero sí su recorrido autoral. Desventuras que quisieron alardear las
voces opositoras de las instituciones académicas y de los medios culturales
cuando intentaron dejarlo expuesto públicamente al reconocerlo no por su
excelencia profesional sino por los escándalos, las artimañas y las intrigas,
en los que la mayoría de los escritores -por lo general- se ven envueltos en el
marco de las letras por la supervivencia del más fuerte.
Sin lugar a dudas que ningún escritor queda a resguardo de los vaivenes críticos de las distintas áreas
cultural-literarias que impiden asegurar la permanencia (con la aceptación
unánime) en el ámbito académico, puesto que, para colocarse o recolocarse allí,
implica una tarea compleja que incluso va más allá de las luchas desesperadas y
agotadoras de los escritores para lograrlo. Si éstos pueden o logran reconocer
que la literatura es un ejercicio o un juego de resistencia, no de fuerza o
presión, recién ahí estarán en condiciones de superar las dificultades. Y con
esto reconocemos una verdad casi inmediata que se vincula de manera directa con las palabras
del crítico francés Roland Barthes, quien solía decir que el poder está
presente en los más finos mecanismos del intercambio social (las modas, los
espectáculos, los juegos, los deportes, las opiniones corrientes y las
relaciones familiares y privadas), porque se adueña del goce de escribir así
como de todo goce para manipularlo y convertirlo en “un producto gregario”
(2008: 103).
Es por ello que Bolaño no
quiso prestarse al servilismo con el que comúnmente los escritores se manejan
en sus relaciones íntimas con la academia literaria, sometiéndose a sus ritmos,
tonos y expectativas, porque en esa dinámica institucional algunos profesionales
terminan malogrando sus carreras por el artilugio de la estructura oficial que
procura sólo comprometerse con sus invenciones figurativas
-escritores- (inventa o produce sus propios sujetos), y que se aleja de
aquellas figuras cuyas realidades personales no le interesa indagar o
representar. Y acaso el gesto de Bolaño cuando procura enfrentarse públicamente
a los medios literarios, no es más que un intento desesperado por escapar de
las áreas conflictivas de la academia para poder lograr conjugar sus propias
claves literarias en su escritura. Así fuera del academicismo, evita caer en el
riesgoso tránsito que lo lleva sin escalas del anonimato al reconocimiento
masivo con el cual los escritores quedan extraviados por sus egocentrismos.
La convicción de Bolaño en
cuanto a ser escritor se manifiesta tempranamente cuando era
un adolescente, y según relata Jaime Quezada quien vivió por casi dos años
(1971-1972) en casa de los padres de Bolaño: Bolaño había abandonado sus
estudios escolares -de nivel medio- a la edad de quince años, y desde entonces
leía y releía, de día y de noche, a Kafka, Eliot, Proust, Joyce, Borges, Paz,
Cortázar, García Márquez y muchos otros (como los de la “novísima literatura
mexicana” que estaba constituida por autores que no superaban los veinticinco o
treinta años de edad), “Pero era ya el talentoso muchacho desencantado y
encantado con la literatura: Bolaño antes de Bolaño” (Quezada, 2007: 10).
Otros impulsos literarios
En este sentido, Bolaño
parece compartir aquella idea del escritor César Aira de “publicar y luego escribir”, que tuviera una profunda
repercusión en su pensamiento de autor. Esto no implica obviamente que Bolaño
no haya escrito antes de publicar, de hecho escribió y escribió mucho, lo que
luego le permitió tener una o más apariciones editoriales por año; sino que
tuvo como prioridad publicar -como Aira- y trato de hacerlo desde muy joven con
sus primeros guiones de teatro (su primer texto fue una pieza teatral llamada Él
también cometelocuras o una mirada hipotética que luego el autor
cambió su título a El sombrerero loco y envió al concurso Casa
de las Américas de La Habana cuando residía en México, en 1971 o 1972).
Pero lamentablemente su voz
como escritor fue percibida como disidente durante años en cada una de las
revisiones críticas literarias especializadas hasta mediados de los noventa
cuando fue aceptado y aprobado por unanimidad. Según nuestro entender, Bolaño
fue un escritor bisagra que se constituye fehacientemente como
un autor reconocido en el siglo XX pero que es aplaudido por todos en el siglo
XXI. La idolatría por sus libros (y por la persona de Bolaño) que manifiestan
sus lectores, lo convierten -como diría Saer- en unobjeto-sujeto, es
decir, en una figura emblemática como autor exitoso bajo la cual se arman y/o
desarman sus textos buscando de manera casi programática la visualización de
elementos de su vida personal y literaria. En todo lo que escribe Bolaño, se
puede observar cómo el autor introduce las marcas o las huellas de su vida de
escritor desde su aparición en aquellas veladas mexicanas, en sus inicios de
poeta, hasta la actualidad con esa figura de escritor más bien mesurada -que
conocimos sobre todo en los últimos tiempos- que cautiva con su obra
inconclusa, abierta y heterogénea.
Bolaño fue un escritor sin
complejos en su modo de ser y dehacer literatura,
porque aborda su escritura desde una elaboración artística que resulta ser una
clara muestra de cortes abruptos por decisiones teórico-estéticas que abarcan
desde grandes transformaciones hasta sutiles cambios de dirección en su
poética-narrativa. Por eso en su obra encontramos: novelas breves y extensas,
escritas por encargo o no (Una novelita lumpen (2002) y 2666),
e incluso algunas de ellas nacen de fragmentos de otras obras (por ejemplo La
literatura nazi en América (1996a) y Estrella
distante, o Los detectives salvajes yAmuleto (1999a)),
pero que finalmente se prestan como una entrada privilegiada para entender de
qué se trata su trabajo literario. Este autor se destaca por haberse convertido
en una fuente de inspiración para sus colegas, por su modo de avanzar en el
terreno de las letras para alcanzar sus objetivos deseados: la calidad
literaria en su escritura y una figura de escritor reconocido.
Esta representación social
de escritor es la que Bolaño fue construyendo figurativamente desde sus
ficciones con indagaciones en torno al oficio, con juicios literarios que
extrañan consideraciones polémicas que excedieron en sus comienzos -literarios-
la capacidad crítica de asimilación del autor cuando fue rechazado junto a toda
su obra, erróneamente y/o prematuramente, por la urgencia de los medios
académico-literarios de querer abandonarlo a su suerte y condenarlo por sus
palabras.
En efecto, esta muestra de
fanatismo (positivo o negativo) literario y crítico -del autor y de los medios- es
la que nos conduce a un escritor como Bolaño que tiene como único modo para
tratar de ubicarse en el presente literario latinoamericano su propia capacidad
crítica y literaria que es la que posibilitaría finalmente franquear todas las
vicisitudes dentro del escenario cultural. El logro de Roberto Bolaño es el de
pertenecer a una clase de escritores que consideramos que son dueños de una
literatura muy dinámica. El carácter literario de Bolaño no pasa por quedarse
con el mero título de autor propietario respetuoso de una literatura, sino que
su voluntad y su vocación de escritor hicieron que su figura y su obra perduren
-como puede comprobarse hoy- sin que requiera trámite alguno del autor o de las
voces críticas. Aquellas que lo acompañaron o no, puesto que son sus lectores
los únicos que siguen y seguirán muy de cerca sus pasos.
Y Bolaño coincidiendo con el
protagonista de su novelaConsejos de un discípulo de Morrison a un fanático
de Joyce (1984),Ángel Ros, ofrece una idea acabada sobre el
significado que tiene la profesión de escritor y los secretos que ésta encierra
cuando el personaje afirma que: “[…] mi vocación de novelista floreció una vez más como la
mala hierba” (Bolaño
y Porta, [1984] 2008: 20). Es ahí pues que ser un novelista se plantea como una
maldición que persigue a los personajes, y por qué no decirlo también que
persiguió en vida a su autor. Su búsqueda para alcanzar la perfección inalcanzable en
sus textos sugiere que sea vista como una característica más entre otras que
vinculan sus lógicas literarias para desplegar una argumentación básica que
recae en sus intereses personales que están ligados a la literatura:
El tema de la búsqueda
protagonizada por profesionales de la literatura (críticos o creadores) que
tratan de dar con la pista de un escritor perdido en quien se cifra el enigma
del mundo y de la existencia aparece con variaciones en Estrella
distante (1996),Nocturno de Chile (2000) y, de manera
apabullante, en Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004),
ejes mayores de la producción narrativa de Roberto Bolaño. (Lago, 2005: n.p.)
En rigor de verdad,
percibimos que existe en la mayoría de sus libros una gran iniciativa de
búsqueda y de selección de figuras de escritor, aunque reconocemos una mayor
visibilidad figurativa en algunas obras más que en otras cuando registramos
diferencias entre ellas. Ello ocurre porque creemos que son el resultado o la
evaluación de un proyecto personal figurativo de autor para una obra o
producción que no es unobjeto puro en sí mismo; dicho con otras
palabras, su obra no existe sin los condicionamientos (psíquicos -anímicos-,
estéticos, ideológicos, culturales, etc.) de su autor. Esto es justamente lo que
este autor promueve con su observación compleja de la vida literaria y de la
sociedad en su ficción, dado que no se termina de sucumbir tan fácilmente a la
magia de su literatura porque “La obra es una objeto nudoso, con atributos de imán,
que contiene en sí, mejorada, la existencia entera del autor” (Saer, 1997: 246).
A modo de cierre
Bolaño escribe desde la
última frontera o mejor dicho desde la última fortaleza que le queda
como escritor, aquella que le permitió llegar a ser el autor que hoy algunos
recuerdan y otros intentan comprender por su conflictiva autoconstrucción
figurativa como un sobreviviente que parece escribir desde un
manicomio. El “manicomio” es una metáfora que a Bolaño le gustaba utilizar para
identificar la situación actual en la que se encuentra Latinoamérica, puesto
que “Latinoamérica fue el manicomio de Europa así como Estados Unidos fue su
fábrica. La fábrica está ahora en poder de los capataces y locos huidos [sic]
son su mano de obra. El manicomio, desde hace más de sesenta años, se está
quemando en su propio aceite, en su propia grasa” (Bolaño, 2003: 168).
Conforme a este estado de
cosas y de sentimientos, esperamos que Roberto Bolaño no escriba desde el
manicomio mexicano“La Fortaleza” donde su personaje
Joaquín Font de Los detectives salvajes ya no siente dolor ni
molestia alguna. Porque allí una de las cosas que Font aprendió -observando y
estando encerrado en ese psiquiátrico-: “Durante un rato [mientras]
estuv[o] en silencio contemplando a los locos de La Fortaleza [es] que
deambulaban como pajaritos, serafines y querubines con el pelo manchado de
mierda” (Bolaño,
1998: 368).
Notas
(1) Bolaño reconoció sin
vergüenza que le hubiera gustado vivir debajo de la mesa de Borges leyendo cada
una de sus páginas. Pero como no fue una persona cuyo temperamento fuera
tranquilo -el autor sostenía que hubiera estado mucho mejor si fuera así-, sino
que su vida fue infinitamente “más salvaje que la de Borges” (cfr. Braithwaite,
2006: 98).
(2) En una entrevista, Bolaño
afirmó: “-Valoro la lealtad y el valor de decir lo obvio cuando todos se
callan. Y otras cosas que están muy poco de moda, como la piedad y el espíritu
de sacrificio” (cfr. Braithwaite, 2006: 81).
(3) Roberto
Bolaño junto al poeta Mario Santiago fundó el grupo poético infrarrealista
(1975-1977) en México. Y en 1979 el infrarrealismo reaparece en la escena
cultural, impulsado por el regreso de Mario Santiago a su país natal.
(4) “Los mitos de Cthulhu” es
el nombre de uno de los discursos más reconocidos de Bolaño, que fue incluido
(junto con “Literatura + enfermedad = enfermedad”) en el libro El
gaucho insufrible. El nombre fue tomado por Bolaño -suponemos por sus
amplios conocimientos en literatura norteamericana- del escritor estadounidense
Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Este último fue un autor de
novelas y relatos de terror y ciencia ficción, y aportó una mitología
propia: “Los mitos de Cthulhu” al cuento de terror fantástico.
(5) Este título
depende de las traducciones; existen otras como: La verdad sobre el caso del
señor Valdemar -título original en inglés: The Facts in the Case of M.
Valdemar- y también conocido como El extraño caso del señor
Valdemar o Los hechos en el caso del señor Valdemar.
(6) El escritor austríaco
Robert Musil inició la tarea de escribir una novela (dos volúmenes):El
hombre sin atributos que narra la existencia del personaje
protagonista Ulrich -un matemático de treinta y dos años-. Este personaje es un
antihéroe que no tiene objetivos y no sabe qué hacer con su vida.
La primera parte de la novela
se publicó en 1930 -el primer volumen- y la segunda parte en 1933; el resto de
la obra fue publicado póstumamente en 1943.
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* C. Valeria
Bril es investigadora becaria doctoral por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de
la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
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