VEA LA PELÍCULA DE INGMAR BERGMAN, NOCHE DE CIRCO (Pelicula amarga y desencantada)




"El propietario de un circo abandona a su familia para entregarse a Anne, una orgullosa y apasionada amazona que mantiene relaciones episódicas con un joven y neurótico autor.
La carrera de Ingmar Bergman estuvo a punto de verse frenada a causa de la desfavorable recepción crítica de Noche de circo (1953), un análisis mordaz del deseo, el sentimiento de culpa y la vulnerabilidad humana. Esta película, considerada por muchos como el verdadero filme clásico de Bergman, tuvo un enorme fracaso de público."

http://www.uv.es/capelo/Noche_de_circo.html



Título original: 
Gycklarnas afton
Director: 
Ingmar Bergman
Género: Drama
Intérpretes: 
Åke Grönberg, Harriet Andersson, 
Hasse Ekman, Anders Ek
Año: 1953
Nacionalidad: Suecia

BERGMAN, NOCHE DE CIRCO 

"Y es que ‘Noche de Circo’ no viene a ser sino la enésima prueba del ciclópeo talento y la personalísima visión para el cine de un tipo que, al contrario del 99% de cineastas, fue realmente capaz de crearse un universo propio que, después de todo, es comprensible al contrastar uno el uso reiterado del mismo elenco de soberbios actores, esa desgarrada fotografía en blanco y negro tan evocadora del desastre inminente y fundamentalmente esas constantes tan y tan obsesivas en la obra del sueco como son el conflicto del ser humano con Dios, la insoslayable presencia de la muerte y la tortuosa relación entre los sexos.

Nada que en principio debiera tener nada que ver con algo tan inocente y lleno de alegría como el circo, aunque indefectiblemente la sombra alargada de la divina parca planea sinuosa sobre cada uno de los planos del film, acechando a unos infelices personajes que se saben del todo derrotados ante su aciago destino. En este sentido, el papel interpretado por el rollizo Åke Grönberg es uno de esos que te llegan de veras. Uno de esos que ponen la piel de gallina y que desde que empieza la cinta hasta que termina, te impiden ser consciente de que únicamente estás viendo una película. De hecho, ésta negra y siniestra ‘Noche de Circo’ es, como suele ser toda la obra de Bergman, tan poderosamente inmersiva que casi te hace percibir el frío y el olor a establo que asolan por completo al cochambroso campamento del Circo Albertis.

Todos y cada uno de los personajes presentes están cuidados hasta el último detalle, y como es natural, fundamentalmente los protas: Albert y Anne; Interpretada por una superior y arrebatadoramente preciosa Harriet Andersson. Ahora bien, la galería de secundarios tampoco les va a la zaga, y de entre los varios que destacaría, jamás podría olvidarme del entrañable y derrotado payaso Frost, la fría y despiadada esposa de Albert o menos todavía del genial y destartalado conserje del teatro, Blom.

Por buscarle un punto débil, echaría mano del casi imperceptible uso que Bergman hace de un intérprete tan y tan tocho como era Gunnar Björnstrand, aunque a fin de cuentas, todos y cada uno de los segundos en que puede vérsele son oro puro, como por ejemplo el corrosivo diálogo que mantiene con un sobrepasado Albert cuando aquél va a implorarle que le deje unos trajes para la función de la noche.

En definitiva, otra redonda obra por cuenta del genio de Uppsala que pasa a engrosar un poco más a la exigua lista de películas que jamás borraré de mi memoria."


http://www.mascriticas.com/critica/pelicula/noche-de-circo-ingmar-bergman-1953


Noche De Circo:
 infravalorado film de Ingmar Bergman

26/01/2013 


  

A pesar de ser el largometraje número trece de una filmografía que llegó a atesorar más de cincuenta títulos -la mayoría de ellos imprescindibles- Noche de circo (Ingmar Bergman, 1953), no sólo pasó desapercibida por el público y crítica internacional de la época, sino que hoy día sigue siendo una de las grandes obras desconocidas del que bien podría ser llamado indiscutible y el más retorcido explorador fílmico de la condición humana. Estrenada el mismo año que la precedente Un verano con Mónica -uno de sus títulos más significativos que, además, supuso su primera colaboración con una de sus musas: Harriet Andersson, que repetiría en esta ocasión-, estamos ante una obra en en la que Bergman terminó de dejar constancia de su particular estilo narrativo. El cineasta tiñe al mundo de un circo, ese entorno aparentemente apacible y sosegado donde hasta los sueños más imposibles parecen poder hacerse realidad, de una atmósfera opresiva, desasosegante y, por instantes, casi mortuoria que, con el tiempo, terminaría siendo una de sus más claras señas de identidad -la escena con la que se abre el film, esas caravanas emprendiendo un viaje que es más espiritual que físico-, junto con esa desesperanza que destilan tanto sus personajes como el propio aspecto visual del film.


El guión, escrito por el propio director, gira en torno a Albert (Ake Grönberg), propietario de un circo que abandona su vida familiar para vivir una aventura con Anne (Andersson), una joven amazona que, a su vez, mantiene relaciones con Frans, un excéntrico actor de teatro. Una historia de triángulo amoroso, narrada en forma de flashback, en la que, sin embargo, lo que menos importa son los líos conyugales: el verdadero propósito del director es adentrarse en los conflictos internos de unos personajes que parecen vivir sin remordimientos de conciencia, extremadamente cínicos, consumidos por la angustia, por un irrefrenable hastío existencial y por la alarmante falta de ilusiones; su calidad humana brilla por su ausencia, quizá porque el mundo mezquino, intolerante y alineante en el que se desenvuelven, insolente, se la ha arrebatado; buena fe de ello da la escena, en el incendario último cuarto de hora de función, en el que el público asistente -en la que es una eficaz representación del conjunto de la sociedad- al espectáculo circense en el que se desarrolla el sangrante duelo final entre los dos protagonistas, desprovista de sentimientos, jalea a Frans mientras apalea salvajemente al dueño del circo. Pero el rasgo que mejor define a estos personajes es su doble moral, ejemplificada, en el apartado temático, en escenas como la de Albert a la hora de suplicar a su mujer un nuevo intento por rehacer su matrimonio -ignorando que el cine de Bergman las segundas oportunidades raras veces existen- o a la hora de reprocharle a Anne que le está engañando cuando justamente él está haciendo lo mismo con la que fue su mujer y, en el lado estilístico, en la obsesión del cineasta por recurrir a la simbólicas figuras del  espejo en la composición de los planos -hasta el punto de que, la propia escena del suicidio del protagonista, se nos muestra principalmente a través del cristal-, de los animales, etc.

Noche de circo, como la mayoría de películas de Bergman, puede entenderse como un laberinto narrativo en el que se aplica la máxima del todo vale para demostrar que nadie como él -si acaso Haneke, director con el que guarda más de una similitud-, puede adentrarse, con tan poco esfuerzo aparente, por esos territorios de alto riesgo habitados por la complejísimas y fascinante relaciones humanas. Especialmente significativa por llevar el surrealismo hasta sus más altas cotas de expresión -la película, incluso, flirtea con el cine mudo, focalizando la atención del espectador al mero apartado visual-, Noche de circo está más cerca de ser un bucólico poema abierto a múltiples interpretaciones que a una película en sí. A Bergman nunca pareció asustarle que, además de poder resultar incomprendido por el gran público, se le tachase de ambicioso, en el sentido de condensar en un sólo film infinidad de cuestiones morales o temas tan espinosos como la imposibilidad de enamorarse -o, mejor dicho, de volverse a enamorar-, de una personajes para los que no existe ni el consuelo de un Dios que para Bergman no existe. 

El realizador sueco, en definitiva, orquesta una obra sólida, potenciada por el buen hacer de sus actores, su magnífica ambientación y el aroma a desaliento -enfatizado por la incómoda banda sonora- que nunca deja de estar presente. Una pieza infravalorada de un director que tuvo que esperar hasta 1955 para alcanzar la gloria internacional. Sería con Sonrisas de una noche de verano, que lo consagró gracias al Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, y en la que siguió dando forma a la esencia bergmaniana que pocas veces había resultado tan fascinante y excéntrica como en Noche de circo. 

http://www.reeditor.com/columna/7886/3/artes/noche/circo/infravalorado/film/ingmar/bergman


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BERGMAN, NOCHE DE CIRCO


BERGMAN, NOCHE DE CIRCO


Noche de circo (Gycklarnas Afton, 1953) es una de las películas más amargas y desencantadas de Bergman en la cual describe en un tono lúgubre y opresivo la fragilidad de las relaciones humanas en un relato de poderosa vertiente existencial influenciado por la filosofía y la literatura nórdica.
La acción parte con el cansino andar de la caravana del circo Alberti, en el frío amanecer, surcando el horizonte, camino a un pueblo donde detenerse a dar unas funciones. En uno de los primeros diálogos se narra una historia anterior, en flash-back, donde el payaso Frost descubre a su mujer desnuda en una lujuriosa convivencia con un batallón de soldados y acude a rescatarla sufriendo la humillación de todos ellos. Este golpe nos prepara para asistir al drama que veremos. La peregrinación de los carromatos, a contraluz, tiene ese toque que Bergman heredó de su maestro Vilmot Sjostrom La carreta fantasma (1921) donde a través de muy pocos planos transmite la hostilidad y la precariedad de unas vidas desesperadas; así como el sabor del desengaño y la humillación recuerdan al profesor Rath (Emil Jannings) de El Angel Azul.
A poco andar sabemos que Alberti, el dueño del circo y maestro de ceremonias, abandonó hace años a su mujer por la vida itinerante y ligera del circo junto a Anne, su amante, una bella equilibrista y domadora con quien ya se ha perdido toda la magia del encanto inicial. Ahora, en su peregrinar, el circo vuelve al lugar donde Alberti tiene a su familia y acude, por cierto, a ver a su ex esposa, no sin antes pedir ropa prestada para llegar frente a ella con una vestimenta digna y presentable. El mundo de las apariencias y la realidad versus la ficción está presente en todo el espesor de esta trama a partir de las máscaras y disfraces y las mismas vidas de estos payasos que hacen reir cuando internamente están destrozados.
La cuidadosa elaboración del encuentro entre Alberti y su esposa, así como el de Anne y Franz, el actor que quiere seducirla, en planos paralelos, da cuenta del affaire y el engaño simultaneo. Mientras Anne consolida su cita con Franz, Alberti confiesa a su esposa su hastío, su fatiga por una vida miserable y le pide que lo acepte de nuevo, como antes. Y ella, en buena posición, con estabilidad económica y social, le dice que no, que ya en su vida no hay espacio para el amor. Estos dos fracasos simultáneos: el de Alberti en su intento de abandonar a su amante y volver con su mujer, y el Anne en su escapada con Franz, al ver que éste la desprecia y solo quiere utilizarla, está conducido de manera notable por Bergman a través de primeros planos y silencios y elocuentes planos secuencias de poderosa carga visual y expresiva.
Anne y Alberti tropiezan en el camino de regreso al circo, a la función que deben dar, y se confiesan mutuamente sus faltas. Durante la función, Bergman establece un gran contrapunto al mostrar el sudor y el cansancio de Alberti versus la frescura y templanza de Franz, que ha asistido a ver el espectáculo para molestar a ambos. En éste, Franz se burla de Anne para enfurecer a Alberti y provocarlo. Alberti coge el anzuelo y se trenza en una patética pelea con Franz. Durante la lucha cuerpo a cuerpo, que el público aplaude por creer que se trata del plato fuerte de la noche, Alberti muerde otra vez el polvo de la derrota. La función termina, y la caravana comienza nuevamente su marcha en la noche, en retirada de la ciudad. Los personajes, con más carga, hastío y dolor, solo pueden ver que es apenas la mutua compasión que se tienen, ya integrada en sus vidas, la que puede permitirles seguir juntos.
Lo medular de este cruel relato de Bergman es la sobriedad con la que pinta a seres vencidos por el tiempo y la vida. Apoyado en una estética de luces y sombras con una determinante fotografía de Sven Nykvist, crea un retrato potente de personajes que quieren escapar de su propia prisión pero chocan en su intento con una realidad ácida y brutal en la cual no queda espacio para los sueños. Se trata de un Bergman amargo y notable, que nos estremece con personajes inolvidables y poderosamente reales.

http://cinematograficamentehablando.blogspot.com/2008/02/bergman-noche-de-circo-1953.html


Noche de circo (Gycklarnas afton, 1953) de Ingmar Bergman.


“Hay dolores que matan: pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ella”.
(Antonie L. Apollinarie Fée)

Albert (Åke Grönberg) es el propietario de un pequeño circo venido a menos y acuciado por los problemas económicos. Tras haber abandonado a su esposa e hijos tiempo atrás, ahora convive con Anne (Harriet Andersson), una joven y voluptuosa amazona. Sin embargo, ese modo de vida ya no le satisface, por lo que intenta regresar con su familia.


Magnífico drama circense en el que Bergman vuelve a posar su pesimista mirada sobre unas relaciones de pareja desgastadas por la insatisfacción vital. Porque no hay historia de amor, al menos dentro de la obra del autor sueco, que sobreviva al hastío de la convivencia una vez superada la fase de apasionamiento inicial. Olvídense de los besos interminables, las promesas de amor eterno y los finales felices. Esto es la vida, señores. Con sus dudas y sinsabores, sus arrebatos y mentiras, sus miserias y decepciones. La amarga y bendita vida. Nada más. Y nada menos. 


Gycklarnas afton aún evidencia la influencia que en el cine de Bergman ejerció el realismo poético francés, tanto en la configuración de personajes como en el afán estético, construyéndose la puesta en escena a partir de algunos postulados expresionistas (la iluminación a base de claroscuros, las angulaciones de la cámara, los juegos de espejos…). A lo largo de la película, el maestro sueco contrapone el mundo del circo al del teatro, de igual modo que en El rostro(Ansiktet, 1958), filme con el que Noche de circo se asemeja en diferentes aspectos, confrontaba ciencia y superstición. En ambos casos, los protagonistas, artistas de segunda fila, son humillados por quienes consideran mísera su profesión; aunque aquí el resultado final es bastante más desdichado. La acción parece desarrollarse en un solo día; y se abre con la llegada del circo ambulante, al alba, a la pequeña localidad donde residen la mujer e hijos de Albert. Éste, cansado de las idas y venidas de su roñoso espectáculo, tratará de volver con ellos. Curiosamente, su amante también estará tentada de abandonar la vida circense tras conocer a un adulador intérprete de teatro (Hasse Ekman). Los dos quieren huir de la vida que arrastran. 


La cinta supuso la primera colaboración del cineasta con el director de fotografía Sven Nykvist, con quien volvería a trabajar en El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960), y del que ya no se separaría hasta la producción televisiva Tras el ensayo (Efter repetitionen, 1984). Por otro lado, cabe resaltar la enorme interpretación de Albert Johansson, así como la sensual presencia de Harriet Andersson. 

Noche de circo, un gran Bergman a redescubrir. Y cuanto antes, mejor.


http://johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com/2013/04/noche-de-circo-gycklarnas-afton-1953-de.html

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