Hay razones para que las horas pasen lento si está enfermo
y se vayan en un respiro en las vacaciones. Alan Burdick,
un fanático del tema, explica en su libro esta y otras
paradojas de ese escurridizo concepto.
El tiempo es el sustantivo más usado en muchos idiomas. La gente dice que lo tiene, lo pierde, lo necesita o que vuela. Además se usa para referirse a la conjugación de los verbos, o para medir el día y la noche, así como para cronometrar los procesos biológicos del cuerpo. Se sabe que el organismo tiene su propio reloj biológico. De este tipo de tiempo habla el más reciente libro de Alan Burdick, editor científico de la revista New Yorker, quien describe cómo el organismo funciona en ciclos de 24 horas. Casi todas las funciones fisiológicas, desde los latidos del corazón hasta el crecimiento del pelo, se dan en relación a ese ciclo circadiano. Está tan integrado en el ADN de las células que quienes han sido trasplantados de riñón cuentan que deben acostumbrarse a orinar en las mismas horas en que lo hacía el antiguo dueño de ese órgano.
En el tiempo psicológico el asunto es más complejo. Todos en algún momento han podido atestiguar cómo las horas pasan lento o rápido dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, si alguien se encerrara en una cueva, como lo hizo en 1962 el geólogo francés Michel Sieffre, perdería la noción de día y noche y con ello su percepción del tiempo. En efecto, al salir de su experimento, Sieffre pensó que había pasado 35 días en ese lugar cuando en realidad fueron 60. Todo lo contrario sucede ante una gran película, unas emocionantes vacaciones o una tarde en buena compañía.
Alan Burdick asistió a uno de los partidos de la selección Colombia durante la Copa América Centenario en 2016 con su hijo, un hincha furibundo de James. Los 90 minutos pasaron en un segundo.
Según la investigación de Burdick, todo depende de la experiencia. “Típicamente cuando decimos ‘el tiempo voló’ estamos diciendo ‘perdí la noción del tiempo’”, dice el autor. Por eso, ante una gran película en cine, una buena fiesta o incluso un trabajo emocionante la gente se engancha en la actividad y cuando ésta termina siente que el tiempo pasó en un santiamén. “Con escalas de tiempo más amplias, como semanas o meses, la sensación de que el tiempo pasa más rápido tiende a variar dependiendo de cuán ocupada ha estado la persona”, agrega.
Un estudio realizado en un hogar geriátrico encontró que la gente que dice que el tiempo pasa rápido es la más feliz y activa, mientras que para aquellos deprimidos o inactivos, el reloj se movía más lentamente. De esta forma, cuando la gente cree que las semanas o los años están pasando rápido es probablemente porque están más ocupados que antes “ya sea más comprometidos o bajo una presión de tiempo mayor y como si no hubiera suficiente tiempo para hacer todo lo que se necesita”, dijo el experto a Semana.com.
Pero aún más complejo de entender es por qué con el paso de los años la gente siente que el tiempo va pasando más rápido. Eso le pasa a Harold Suárez, quien de niño sentía que navidad estaba a años luz desde la perspectiva de enero. “Si me decían la semana que viene era una eternidad y ni hablar de la navidad o las vacaciones. Hoy, en nada ya es Halloween”.
Muchas teorías se han propuesto para explicar ese fenómeno. Una de ellas señala que el tiempo vuela dependiendo de cuanto se acerque la gente a la vejez, cuando en teoría queda menos tiempo de vida. El argumento viene con fórmula matemática. Para una persona de 8 años, un año es un octavo de su existencia, es decir una porción significativa. Pero a los 50 años ese lapso es solamente 1/50 de su vida.
Decía William James en 1890 en su libro Principles of Psychology que a medida que la gente envejece, el tiempo va más rápido porque la adultez viene con menos eventos memorables y cuando el paso del tiempo es medido por esas ‘primeras veces’, la falta de nuevas experiencias entre más avanza la edad ocasiona que los días y los años pasen sin mayor novedad.
No contentos con esta explicación, Marc Witmman y Sandra Lehnoff de la Universidad Ludwig-MacMillan en Munich decidieron hacer un estudio científico sobre el tema. Para ello reclutaron a 499 participantes entre 14 y 99 años quienes debieron contestar una serie de cuestionarios con preguntas relacionadas con su percepción sobre el paso rápido o lento del tiempo. Sorprendentemente todos, sin importar la edad, tuvieron la percepción de que el tiempo pasaba más rápido con la edad y ese patrón fue más alto a los 50 años para luego estabilizarse hasta los 90. Según los autores del trabajo, esto se explicaría porque la gente en el rango de 20 y 59 años tiene presiones profesionales y familiares, lo que resulta en la idea de que los días pasan volando y no hay suficiente tiempo para hacer todas las cosas que quisieran.
Un estudio más reciente le preguntó a los participantes que definieran en una escala de -2 (muy lento) a +2 (muy rápido) cómo percibían que había pasado el último día, el último mes, el último año y la última década. La respuesta promedio en cada grupo de edad para cada periodo fue 1, es decir rápido. “Por lo tanto, básicamente todos a cada edad sienten que cada periodo de tiempo es más rápido, lo cual no tiene ninguna lógica”, señala el escritor.
La buena noticia es que si el tiempo está pasando a toda marcha es un buen indicio de que se está aprovechando bien. “Es señal de buena salud mental. Usted está activo, involucrado, comprometido, ocupado, ojalá haciendo algo que disfruta, así sea en la oficina, con sus amigos o criando a sus hijos”, explica.
¿Cómo lograr que vaya más lento, por ejemplo, cuando una pareja solo tiene un par de días para disfrutar antes de decir adiós? ¿O cómo lograr que pase más rápido cuando el jefe está dando una cantaleta? Buckley admite que no tiene respuesta exacta pero señala que, en general, pensar mucho en el tiempo hace que pase más lento. El problema es que eso solo sucede en una fiesta aburrida o en situaciones incómodas cuando mira el reloj con deseos de que se mueva mas rápido. Por el contrario, el tiempo vuela cuando la gente no piensa en ello. “La gente no se está dando cuenta de ello mientras tanto porque está disfrutando mucho la diversión. Solo después, cuando la reunión se termina es que nota que el tiempo pasó rápido”, explica.
Otro aspecto que parece agilizar el paso del tiempo es la idea de que se tiene poco. Por eso en vacaciones al principio se siente que queda mucho descanso por delante pero en la mitad de ellas, cuando la gente empieza a pensar en el regreso, el trabajo y las responsabilidades, se genera estrés y presión por el tiempo y por hacer muchas cosas divertidas en ese corto lapso, “un proceso que es desgastante y para nada reparador”.
Esto se observa más en las vacaciones de una semana. En un experimento se le pidió a transeúntes que respondieran “qué día es hoy?” o que dijeran si era falso o verdadero que “el día de hoy era martes, o miércoles, etc”. Los participantes respondieron con más acierto cuando se les hacia esas preguntas en días más cercanos al fin de semana. “Por eso cuando estoy en vacaciones estoy totalmente embebido en ellas hasta el miércoles, y a partir de entonces mi mente empieza a pensar que pronto habrá que regresar”.
Burdick consultó el libro Confesiones, escrito por San Agustín y uno de sus consejos para la gente sale de allí. El santo decía que el pasado y el futuro no existían y el único aspecto real es el ahora, el momento presente, aquel que aparece en frente de todos una y otra vez para luego convertirse en memoria. “La gente puede disfrutar de los mejores recuerdos y planear lo que va a hacer en el futuro pero ‘el ahora’ es la única porción de tiempo que tiene”, dice. Aunque admite que es una limitación, eso hace a la gente más consciente de hacer una cosa a la vez y de escoger muy bien esa actividad. La gente no siempre puede escoger lo que hará en un determinado momento pero si puede escoger lo que sentirá y pensará sobre eso y ese poder libera y hasta trae felicidad, según el autor. No hay problema si siente que el tiempo se pasa rápido pues “es prueba de que está haciendo algo bien; pero asegúrese de que eso es lo que realmente quiere”. Porque, como dice el famoso tango, “…es un soplo la vida”.
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